21. En donde menos lo imaginas hay un
hada madrina
Roberto
miraba y remiraba las fotos continuamente. A pesar de la falta de maquillaje le
resultaban fascinantes. Esa otra persona que lo miraba desafiante y segura de
si misma, envuelta en vestidos, blusas y polleras era, al fin, su alter ego. Su
otra mitad. La mitad que lo completaba. Que se completaba a si mismo, sin la
necesidad de otro ser.
Hombre,
mujer. Una dualidad que aceptaba compartir un cuerpo y un cerebro, también. Un
secreto que no le pesaba, en realidad le resultaba excitante. Ya había pasado
la época de los interrogantes. No cabía preguntarse más si era hombre, si era
gay, si era mujer, o lo que fuera. Allí estaba. Noelia, Roberto, ambas
personalidades a la vez, conviviendo en armonía. Capaces de extenderse más allá
de si mismos para ser lo que desearan en el momento en que lo desearan. La
respuesta a tantos años de interrogantes. Tan simple, que a veces se decía como
no lo había pensado anteriormente. Era, definitivamente, ambas cosas. Hombre
cuando debiera ser hombre, mujer, cuando pudiera ser mujer. El uno no
eliminaría al otro, como lo había tratado de intentar en la época de las dudas.
Serían complementarios. Amigos, simultáneos, hermano y hermana. Dos caras de
una misma moneda, un fascinante juego de doble vida que lo enriquecía y lo
colocaba, al menos así lo sentía, más allá de los demás seres humanos que
poseían una sola.
Seguro de
sus sentimientos, Roberto llegó a la conclusión de que la existencia de Noelia
encerrada entre cuatro paredes no era suficiente. Pero el temor a salir a la
calle era más fuerte que el deseo. ¿Como encontrar a otras personas como él, si
la discreción era fundamental y el riesgo de ser descubiertos no facilitaba el
inicio de relaciones con otras cross?. Sabía que la respuesta estaba en Internet,
pero varios meses de búsqueda de sitios en la Argentina habían sido
infructuosos.
A pesar de
ello no cejó en su búsqueda, hasta que encontró la página de una crossdresser
llamada Susan. Luego de recorrer sus fotos y escritos donde contaba sus propias
experiencias que le resultaron conocidas a la luz de lo que a él mismo le
sucediera, encontró entre los links lo que tanto había estado deseando. Un
página de un local en donde se podía ir a tomarse fotos, aprender maquillaje,
alquilar ropa glamorosa y la opción a concurrir a reuniones y fiestas.
Fascinado, miró detenidamente una y otra vez las imágenes expuestas.
Recorrió y
leyó todas las indicaciones de la página como si se encontrara ante una
revelación divina. Como si el mismo Dios, aunque no fuera creyente, hubiera
bajado y le dijera: He aquí el lugar en donde serás tratado como Noelia.
Temblando
de emoción tomó el teléfono y llamó. Lo atendió una mujer, una verdadera mujer,
cuyo timbre de voz, que irradiaba amabilidad y simpatía a través de la línea,
le hizo perder todas las inhibiciones.
-Mi nombre
es Noelia.- Dijo sin dudar –Quisiera hacer una sesión de fotos contigo y
conocer el lugar-
Carolina,
tal el nombre de la muchacha, le explicó que se trataba de sesiones de dos
horas, en que estarían solas, solas dijo, en completa intimidad y que en ese
lapso podría hacer tres o cuatro cambios de ropa, además le informó en que
horarios podía ir. Combinaron una cita para el día siguiente. Inmediatamente
buscó en la guía la dirección para saber como llegar y esa noche casi no pudo
dormir abrumado por la impaciencia.
En la
mañana siguiente llamó a Marcos y le dijo que no lo esperara temprano ya que
tenía un compromiso ineludible. Su empleado le recordó que tenían una cita con
un posible cliente.
-Arreglálo
vos, que tenés habilidad para vender- le contestó y colgó antes que pudiera
replicarle.
Al llegar
al sitio indicado se encontró frente a una pequeño edificio de departamentos,
construido en la década del 50. Estaba recientemente pintado pero no disimulaba
algunas manchas de humedad y revoques flojos. Tocó el portero eléctrico y una
voz femenina preguntó quién era.
-Noelia-
contestó con firmeza y sin siquiera verificar si había alguna persona en la
vereda que lo pudiera escuchar.
Segundos
después la puerta se abría para dejar a la vista a una mujer menuda, morocha,
de cabello corto, ojos vivaces y una sonrisa que invitaba a dejar de lado todo
temor. La siguió a través de un hall en mejores condiciones que el frente, con
piso de baldosas negras y amarillas formando un damero, hasta un departamento de la planta baja,
pintado de color celeste, con un sillón de tres cuerpos en la sala y un
indispensable espejo. Otra habitación tenía un ropero de generosa dimensiones y
una mesita también con espejo para las labores de maquillaje, la tercera un
escritorio con la infaltable computadora y varias sillas.
Una vez
adentro sus ojos se deleitaron con el más maravilloso espectáculo que hubiera
imaginado. En varios percheros colgaba todo tipo de ropa, vestidos cortos y
largos, de fiesta con brillantes adornos, blusas, polleras, en una estantería
estaban los zapatos y las botas, en una larga repisa adosada a la pared,
pelucas de todos los colores y largos. Aquello, si no era el paraíso, se podría
decir que al menos estaba a las puertas. Tratando de trasmitir a sus dedos
todas las emociones que sentía, Roberto los pasó delicadamente por aquellas
prendas mientras las contemplaba extasiado.
Carolina,
sonreía satisfecha. Era cierto que estaba ganando un nuevo cliente, pero era
evidente que ponía dedicación en lo que hacía más allá de considerarlo un
negocio.
-Noelia- le
dijo y Roberto tembló de emoción al escuchar ese nombre de boca de otra
persona- pasá por acá que te maquillo y luego vas eligiendo la ropa que quieras
ponerte para sacarte las fotos.
Roberto
pasó a la otra habitación. A una indicación de ella se sacó la camisa de hombre
para no mancharla. Carolina era rápida y hábil, mientras lo maquillaba le
explicaba algunos secretos para cuando lo hiciera él mismo. Luego lo dejó solo,
mientras preparaba un café, para que eligiera las prendas con las que quería
posar. Cuando Roberto estuvo preparado con un suntuoso vestido negro de fiesta
con apliques de canutillos brillantes, guantes largos, medias opacas brillantes
para disimular el vello de brazos y piernas, peluca color castaño y, por
primera vez, zapatos de su número salió a la sala y se presentó ante Carolina,
ella le dijo.
-¡Estás
hermosa! ¡Te queda bárbaro ese vestido!-
Roberto
pensó que tal vez se lo dijera por animarlo o para quedar bien con una nueva
clienta pero no pudo menos que sentir una cierta satisfacción. Sobre todo
cuando a través de los sucesivos cambios de ropa Carolina le recomendaba aquello que le podía
ir mejor a su cuerpo, y le elogiaba el físico y la manera sensual de posar. Dos
de los accesorios que mas le fascinaban eran las botas bucaneras largas hasta
las rodillas y las sandalias de taco aguja. A las primera se las pudo poner,
las segundas quedaron en intento, pues, si bien se estaba acostumbrando a los
tacos altos, las que quiso usar eran tan largos que no podía caminar.
En un
momento se detuvieron a tomar el café. Sentadas en los sillones de la sala le
contó sobre como había llegado a encontrar ese sitio, de como había empezado a
travestirse, y ella acerca de la idea de poner ese negocio con el que, le
confesó, le estaba yendo muy bien, ya que era mucho más de lo que se pudiera
imaginar la cantidad de hombres que querían cumplir su fantasía de vestir con
ropas de mujer.
-Todo
comenzó por un amigo que me contó que era cross y que no encontraba un lugar en
donde poder hacerlo tranquilo, ahí supe que no sólo era un buen negocio sino
que podía ayudar a muchas como vos- le decía
Roberto se
sentía extraño, no incómodo, extraño. Por que estaba sentado, totalmente travestido,
hablando con una mujer a la que veía por primera vez con una naturalidad que
jamás hubiera imaginado ni en sus mejores sueños. Hablaba de él mismo en
femenino como si eso fuera lo más natural del mundo. Y ella la llamaba Noelia,
un nombre que repetido tantas veces por otra persona confirmaba cada vez su
existencia. Recordó, para sus adentros, aquella frase que dice que un hombre no
es un hombre hasta que no escucha su nombre de labios de una mujer. Valiente
paradoja, ahora Roberto era Noelia en boca de una mujer.
Tras la
sesión, que Roberto hubiera deseado que no terminara nunca, Carolina le
preguntó si se animaba a subir sus fotos a la página del sitio en cuanto las
tuviera reveladas.
No dudó en
la respuesta. Estaba seguro que si y ella le entregó la clave para acceder. La
única duda de Roberto era como iba a escanear las fotos, ya que él no tenía un
escáner en su computadora. Pero no sólo le había dado la palabra a Carolina,
quería de todas maneras hacer pública su apariencia.
Lo primero
que hizo fue revelar las fotos en lo de su nuevo amigo fotógrafo. Con él se
sentía seguro de su secreto, pero lamentablemente tampoco tenía escáner. Varios
días le llevó encontrar un negocio donde no hubiera más que un solo empleado y
nada de público para entregarle el CD y esperar imperturbable mientras
aparecían sus fotos en la pantalla de la computadora. Se fue del local
satisfecho, con las fotos y el CD grabado, seguro de que el empleado había
esbozado un sonrisa cuando se las entregó, pero al estar en la calle ya no le
importó nada.
22. Presentando a todos ustedes
a...¡Noelia!
Roberto se
pudo asomar a la ventana que lo conectaba con el mundo. El lugar desde se podía
ser alguien con la paradoja de mantenerse en el más absoluto anonimato. El medio
para conectarse con personas con las cuales hubiera sido imposible sólo unos
pocos años atrás. Y bastaba con muy poco. En su caso fue suficiente con subir a
la página del sitio de Carolina las nueve mejores fotos que había elegido de
aquellas que le habían sacado. Movido por la curiosidad acerca de la
repercusión que podían tener abrió una cuenta de mail a nombre de Noelia y lo
adjuntó a las imágenes.
No se hacía
demasiadas ilusiones, ya que compartía el álbum de imágenes con fotos de otras
crossdresser a las que consideraba muy atractivas en comparación con el. Contra
lo imaginado la casilla de correo se llenó de mensajes. De otra cross de la
página y de gran cantidad admiradores que le hacían llegar proposiciones
varias. Sencillamente no lo podía creer. Animado y feliz consideró que no podía
dejar de contestar la avalancha de mails, lo que llevó bastante tiempo. A todos
les contestaba que se sentía muy halagado, que era muy feliz sintiéndose mujer
y que el reconocimiento de su existencia era un momento muy importante para
considerar que Noelia tenía, de veras, un lugar en el mundo.
Por
supuesto que entre los mensajes llegaron muchos en los que lo invitaban a tener
relaciones sexuales, pero se mantuvo sin contestar afirmativamente. La red le
producía desconfianza, lo que no le ocurría si un hombre lo abordaba en la
calle, al que, al menos, lo podía ver a los ojos. Sospechaba de todos. Tal vez
algunos fueran sinceros pero el medio era muy apto para la simulación y no
quiso jamás correr el riesgo. Podía dejar que pensaran que era como una mujer
histérica que se mostraba para luego volverse inaccesible, pero la verdad era
que no había colocado las fotos para ofrecerse sexualmente, lo había hecho para
darle una identidad a Noelia y eso era lo más importante.
De modo que
jugó su rol femenino como nunca antes lo hubiera imaginado. Ya no se trataba de
verse en el espejo. Era, a través de los mensajes, como verse en cientos de
espejos. No sólo les contaba su historia sino que otros le revelaban la suya y,
en su gran mayoría supo que todas se parecían bastante.
El correo
se hizo complicado para la cantidad de contactos y por ello incursionó en otro
medio que no había utilizado hasta ese momento, el Messenger. Cuando se conectó
al chat, y comenzó a abrirlo todas las noches después de la cena mientras,
vestido de mujer, tomaba un café, los contactos se multiplicaron
matemáticamente. De prontó se encontró con una gran cantidad de admiradores que
se conectaban en cuanto advertían que estaba en línea.
En
ocasiones chateaba con tres, cuatro o cinco a la vez sin decirle a nadie que lo
estaba haciendo con otro, lo que le obligaba a una notoria rapidez mental para
contestar a todos sin cometer errores y en el menor tiempo posible para que no
sospecharan que no eran el centro de su atención. Ese juego le gustaba, era
como tener varios amantes ocultos, aunque fueran virtuales y hasta llegó a
tener relaciones sexuales con varios a la vez mientras los alentaba con frases
eróticas y jadeos escritos. La fidelidad de sus admiradores quedó en evidencia
varias veces en que por fallas del módem la comunicación se cortaba. Cuando
después de varios minutos en que intentaba restablecer el contacto volvía a la
red, allí estaban todos esperándola. La situación le divertía aunque no tuviera
el placer del contacto con otra piel.
Pero lo que
hizo a Noelia popular no fueron sus sesiones de sexo virtual sino el contacto
con otras crossdresser. No habiendo olvidado todas las dudas y temores que lo
habían acuciado durante años y considerando que ya los había superado no perdía
oportunidad de compartir su forma de pensar.
Sus
consejos a las cross, que le brotaban espontáneamente, resultaron, según ellas
le contaban, de mucha ayuda sobre todo para poder asumirse en su condición y
aprender que no eran unos fenómenos ni anormales pervertidos. Se trataba,
insistía Roberto, de una elección de vida, y no había que avergonzarse de ello.
No había reglas morales ni religiosas que pudieran impedir a cada uno ser como
lo deseaba. Que la decisión estaba en sus manos. Tal vez fuera la convicción
con que lo afirmaba pero lo cierto es que de pronto muchas de sus nuevas amigas
se conectaban al messenger para compartir sus opiniones, satisfacer sus dudas y
lograr un poco de ánimo para sobrellevar su condición, ya que algunas no se
aceptaban y se sentían culpables por su inclinación, otras se lamentaban de no
tener un sitio o tiempo y muchas por no verse bonitas. Sobre todo a estas
últimas les decía, sinceramente, que eso no era lo más importante.
En algunos
momentos Roberto se exasperaba por que no llegaba a comprender que, aún luego
de tantas indecisiones, algo que ahora le resultaba tan natural, a otras le
pareciera una meta imposible. Sobre todo lo sacaban de las casillas aquellas
que continuamente expresaban sus temores y no hacían nada para superarlos
buscando permanentemente excusas para no continuar. Le halagaba que expresaran
su admiración por la seguridad de Noelia en sus conceptos pero algunas se
volvían exasperantes.
En medio de
todo este intercambio de ideas, también se cruzaban fotos o datos de sitios en
donde ir a bailar o reunirse. Roberto, que había quedado fascinado por Carolina
y su personalidad se había hecho casi un deber promocionar su sitio. Sabía que
era un negocio para esta mujer, especie de hada madrina para todos los
crossdresser, pero también había notado que ponía en ello una dedicación digna
de admiración. Por lo tanto le pasaba el dato a cuanta cross podía, incluso a
las que eran del interior o del exterior del país, en caso de que alguna vez viajaran
a Buenos Aires.
La conexión
de todas las noches se había vuelto una rutina ineludible y para dar mayor
énfasis a sus contactos, se compró un cámara. De esta manera se podía mostrar a
su interlocutores, y no simplemente describir su vestimenta cuando se lo
pedían, Eso significó que ya no se ponía chatear vestida de cualquier manera.
Antes de conectarse elegía lo mejor de su vestuario, se maquillaba, se colocaba
una peluca, las nuevas sandalias de acrílico que había conseguido en un
negocio, en donde vendían números especiales, dato que le había dado Carolina,
y se presentaba a la vista de quien quisiera en todo su esplendor. Siempre
preguntaba primero si la otra persona la quería ver e invariablemente la
respuesta era positiva, una vez al aire no se contentaba con permanecer frente
a la pantalla, sino que se paraba, paseaba por la habitación desfilando y se
mostraba en toda su presencia. Los elogios la colmaban, no sabía bien por que,
ya que había travestis y cross mucho mas atractivos pero no era cuestión de
preguntárselo mucho. Simplemente era hora de disfrutarlo.
También se
atrevió a mostrarse semi desnuda, a pesar del vello, y a realizar contorneos
inquietantes mientras observaba en su pantalla como su interlocutor se
masturbaba hasta eyacular. Estas relaciones virtuales reemplazaron por bastante
tiempo las reales. Aunque fuera a través de Internet, Roberto había logrado que
los hombres admiraran y se complacieran en su apariencia y su vestimenta
femenina, algo que nunca había podido lograr a satisfacción en el contacto piel
a piel..
Y como no
hay límites para la red, sus contactos se extendieron a cross y a hombres
admiradores de los travestidos en varios sitios del mundo. España, México,
Chile, Colombia, Italia, Turquía, fueron algunos de los lugares en donde alguna
persona supo de su existencia y poseyó al menos una foto suya.
Aprovechando
las imágenes escaneadas, las colocó en páginas de varios de esos países, las
repuestas fueron abrumadoras. Los motivos, sexo, admiración, o simplemente un
contacto. En la red Noelia vivía y gozaba de buena salud.
23.Alineación mas desenfreno igual a
infierno
La crisis
económica que hizo trizas el primer gobierno democrático desde la dictadura
militar llevó a nuevos y nefastos políticos al poder. La gran tragedia del país
se avecinaba aunque todavía no había mucha gente con capacidad para verlo.
Roberto era uno de esos pocos.
Pudo tener
el estudio en funcionamiento unos meses después de la asunción de las nuevas
autoridades debido a algunas obras que mantenía sin poder terminar luchando con
los costos que se agrandaban día a día gracias a la inflación. Por un tiempo
pudo cobrar los certificados de obra y recuperar el dinero, luego los pagos se
hicieron más esporádicos y finalmente cuando él y Marcos se la pasaban más
tiempo tratando de hacer las cobranzas que dirigiendo las obras o buscando
nuevos clientes comprendió que era hora de cerrar e irse a casa.
Para no
darle motivo de queja utilizó los últimos dineros liquidándole correctamente
los sueldos atrasados a su empleado e incluso le dio un poco más de dinero con
el que se pudiera arreglar en tanto conseguía trabajo, una esperanza improbable
para alguien de mas de cincuenta años. Roberto en aquel entonces tenía treinta
y seis y sabía que estaba en el borde de lo aceptable en un mundo que comenzaba
a valorar, la juventud proactiva, inexperta, moldeable, descartable y sobre
todo barata. Marcos no disponía de grandes ahorros y la vida iba a ser difícil
para él hasta poder jubilarse. Roberto, en cambio, había tenido la visión de
convertir en dólares la ganancia de la venta de la casa de sus padres y
también, por que no le interesaba como símbolo de status, vendió su auto para
abaratar costos.
Mientras
pensaba que hacer con su vida y viendo que los pocos posibles empleos
disponibles, vigilancia o repositores de supermercado, orillaban
tangencialmente una forma de nueva esclavitud, Roberto se mantuvo casi un año
sin hacer nada concreto. De las escasas entrevistas conseguía, más como de
muestra de cortesía que otra cosa, un: ya lo llamaremos. Y el salía a la calle
con la sensación de haber sido burlado por enésima vez.
Trató de
reabrir el estudio, sin empleados y en su casa. Gastó dinero en volantes y en
la publicidad en revistas locales. El teléfono no sonó ni siquiera por la
reforma de un baño. Nadie estaba haciendo absolutamente la más mínima refacción
y cuando se encontraba con colegas, todos ellos estaban trabajando en un taxi,
habían abierto un kiosko, sus esposas todavía conservaban el trabajo y
mantenían la casa, o estaban tratando de irse a España o donde fuera que
hubiera un trabajo aunque sea de lavaplatos.
En medio de
este caos, Roberto perdió, en un primer momento, las ganas de andar buscando
aventuras sexuales, ni reales, ni virtuales. Cuando no iba a alguna entrevista
de trabajo, prefería quedarse en la casa, sumergirse en los libros y leer casi
obsesivamente, terminaba uno y comenzaba otro como el fumador compulsivo prende
un cigarrillo con la colilla del anterior. Tomaba sol en el jardín o salía dar
largos paseos en bicicleta sin rumbo fijo. Para organizarse había determinado
un monto fijo de gastos mensuales de sus ahorros y calculado hasta que edad
podría mantenerse sin trabajar, pero se sintió decepcionado cuando comprobó que
podría llegar a los cuarenta y cinco años, con un poco de suerte.
Una tarde
lo llamó Marga. Había conseguido el número de teléfono a través de alguna
persona, dato que Roberto no recordó bien pues le prestó poca atención sobre
todo cuando montó en cólera al saber el motivo del llamado. Ella, sabiendo de
su situación, le ofrecía un trabajo de cadete en el estudio de abogados en
donde trabajaba. No lo podía tolerar. Sabía perfectamente que no era por
ayudarlo, la conocía demasiado bien para comprender que la verdadera causa era
burlarse de él. La muy maldita le ofrecía algo que sabía que no podía aceptar,
quedaba bien con él y de paso lo humillaba. Seguramente había estado esperando
todos estos años la oportunidad para devolverle el golpe de lo sucedido el día
del entierro de sus padres.
Cortésmente
le dijo que no, que tenía otras cosas en vista. No le iba a dar el gusto, ni
siquiera de que lo notara deprimido o que perdiera la compostura. Ella
insistió.
-Bueno, si
no conseguís nada llámame-
Contuvo las
ganas de mandarla al carajo. Y cortó. Luego la puteó hasta que se le acabaron
los insultos. ¿Como podría librarse de ella? ¿Por que las ex esposas
simplemente no se esfumaban y ya? ¿Por que se empeñaba en martirizarlo?.
Había
pasado un año cuando consiguió trabajo. Después de bastante tiempo volvía a
tener un patrón que no era él mismo. La rutina de los horarios lo agobiaba ya
que trabajaba hasta entrada la noche y en ocasiones sábados y domingos. Sus
compañeros eran diez años más jóvenes en promedio y no conseguía cruzar una
palabra inteligente con cualquiera de ellos. No tenían la más mínima cultura y
ni idea de lo que debían saber para hacer su tarea. Debía andar permanentemente
sacándolos de apuro ante los clientes, y ni siquiera era su jefe. Por que el
título de arquitecto se lo había tenido que meter en el bolsillo por no decir
otro lugar y su gerente era otro de esos irresponsables incapaz de pensar más
allá de lo que leía en la pantalla de la computadora que por añadidura se
empeñaba en encontrarlo culpable de cualquier error cometido en la sección.
Había caído hasta lo más bajo para un profesional de su experiencia, empleado
de punto de venta en un hipermercado de la construcción, enfundado en un
uniforme rojo con el logo de la empresa y una inscripción en su espalda que
rezaba: Estamos para servirle. Justamente él que odiaba los uniformes. Rogaba
día a día no encontrarse con algún conocido mientras portaba el ridículo
atuendo. Se sentía un idiota útil con el agravante de que se daba cuenta de su
situación, no como todos esos compañeros suyos que aceptaban la explotación sin
cuestionarse nada.
Necesitaba
superar el stress de alguna manera. Toleraba su empleo por que no estaba en
condiciones de elegir otro, sabía bien que no era fácil conseguirlo y la situación
económica se agravaba día a día. La única salida fue volver a Noelia y a sus
andanzas sexuales como una manera de escapar de la realidad.
Volvió al
chateo por las noches, a las escapadas los domingos que no trabajaba, en su
bicicleta por los bosques de Palermo. No le costó el regreso. Era como si en
ambas actividades lo hubieran estado esperando. De pronto se vio inmerso en
nuevos encuentros, visitas a departamentos ajenos, relaciones en sitios
inesperados. La asiduidad con que lo había hecho anteriormente se multiplicó
por tres o cuatro. Ya no era solamente la necesidad del placer sexual. Se había
convertido en una actividad casi excluyente en todo el tiempo que podía. Era la
vía de escape con la que olvidaba su frustración. En la cama se sentía alguien,
deseado, querido, hasta idolatrado, aunque fuera por un momento y culminado el
acto volviera a estar tan vacío como antes. Los hombres gozaban de él y él
gozaba con ellos.
En el
chateo los provocaba, les proponía las fantasías más locas, los llevaba al
paroxismo. Era el desenfreno absoluto. Era la necesidad permanente de bordear
el límite, se sentía seguro frente a la pantalla, pero también había jugado
juegos riesgosos en persona. Había aceptado ser atado de pies y manos y
amordazado para ser penetrado de esa manera. Estuvo en reuniones donde hizo
sexo grupal. En definitiva, estaba llevando por un barranco su inclinación
sexual. De aquella mesura de los primeros tiempos no quedaba nada.
Cuando en
una conversación con uno de sus amantes supo que uno de los hombres con quién
había tenido relaciones días atrás era portador de HIV fue presa del terror. De
pronto cayó en la cuenta de su locura.
Fue como
despertar de una borrachera y darse cuenta que estaba tirado en la calle en
medio de un charco de vómito. No lo pensó dos veces. Hizo lo que nunca, por
temor a una sanción, pidió permiso en el trabajo y fue al hospital a hacerse un
examen. Y a los dos meses otro, para verificar que el primero de ellos no había
dado negativo por estar aún en el período ventana. Esperar el resultado de éste
último fue una tortura insoportable. A esta altura ya no importaba que su jefe le recriminara por
haber faltado dos veces. No dormía pensando en que era seropositivo. Todas las
mañanas se miraba la cara para ver si no le salían manchas rosadas.
Era tal el
temor que hasta pensó, cobardemente, en no concurrir a buscar el resultado.
Mejor no saberlo, se decía. Mejor morirse de golpe. Mejor aún, suicidarse. Pero
el día indicado fue, temblando de miedo. Cuando el médico lo hizo pasar trató
de adivinar en la cara del profesional lo que le iba a decir, pero el rostro
era imperturbable como el de todos ellos.
-Amigo, es
negativo-
No supo que
contestarle, una lágrima rebelde lo delató. Mudo, ante el doctor que le
acercaba el papel con los datos, lo miró una y otra vez para comprobar la
veracidad de las palabras.
-Yo soy
respetuoso de la vida de cada uno, pero, amigo, no trate de suicidarse de esta
manera, cuídese-
Le
agradeció con un gesto más que con palabras y salió del consultorio. Era hora
de volver a la cordura habiendo estado a un paso del infierno.
24. Ahora
podemos conjugar, yo soy, tu eres, ella es
En cada
ocasión en que recibía en la cuenta de Noelia un mail de Carolina con la
invitación para ir a las fiestas que se realizaban un viernes al mes, Roberto
se decía que alguna vez debía animarse a ir. No podía ser que hubiera llegado
hasta donde lo había hecho sin dar ese paso trascendental. De una vez por todas
debía presentar a Noelia, físicamente, en sociedad.
Además
Noelia no era una desconocida para muchas de las crossdresser que concurrían
habitualmente a esas reuniones, ya había chateado con muchas de ellas y ese
antecedente iba facilitar los diálogos con sus nuevas amigas.
Cuando leyó
el cuarto o quinto mail que Carolina le envió, se decidió. Tomó el teléfono y
la llamó. La voz de Carolina era el aliento que necesitaba
-¡Que
alegría que me llames! ¿Vas a venir? ¡Que bueno!. Vas a ver que la pasamos
genial, es muy divertido y los más importante todo muy buena onda.-
Le preguntó
si había ropa o debía llevar la suya.
-Como
quieras, acá tengo ropa, pero si querés traé la tuya para lucirla. Lo que te
hacemos es el maquillaje. Van a venir muchas chicas-
Roberto
tenía dos semanas para organizarse y quería lucir bien. Tenía prendas
abundantes para elegir en su vestidor, pero el principal problema era que
todavía no había tomado la decisión de depilarse el cuerpo como hacían algunas
y el vello no combinaba con la ropa de mujer, siendo que el de Roberto si bien
no era excesivo, era notorio.
Lo primero
que hizo fue elegir lo más adecuado para la ocasión. Una de sus polleras
preferidas era una mini de cuero negro que había adquirido hacía poco tiempo,
lo que le dio la idea de ir todo de negro para usar también unas nuevas
sandalias negras con taco de acrílico. Lo que le faltaba era una prenda para
arriba y recorrió varios negocios buscando, para finalmente elegir, una polera
de mangas largas también en negro con la que lograba cubrir los brazos. Para
las piernas compró medias panty enterizas color piel oscura ultra opacas. Como
prótesis mamaria dos bolsas de mijo, preparadas tal como se lo había aconsejado
Carolina. Y para dar una nota de color llevaría al cuello un pañuelo rojo, azul
y blanco.
Lavó la
peluca color castaño oscuro y la peinó hasta dejarla totalmente desenredada.
Acomodó toda la ropa en un bolso, con sumo cuidado, y la dejó preparada en
espera del día ansiado..
El viernes
se las arregló para salir más temprano del trabajo. Tuvo que insistir varias veces
ante su jefe para recordarle que había solicitado permiso pues en general eran
muy propensos a darle al personal cualquier trabajo a última hora con tal de no
dejarlo salir.
Finalmente
lo consiguió y salió disparado a su casa. Una vez en ella se duchó, se afeitó
la cara en varias pasadas para conseguir quedar lo más lampiño posible.
Tratando de evitar hacer un cambio general de ropa en un sitio del que no
conocía las comodidades, se colocó la tanga, el corpiño, las medias, la polera
y sobre esas prendas su ropa de varón. Tomó el bolso y salió a la calle a tomar
el colectivo. Cuando caminaba sintió que los breteles del corpiño tendían a
caérsele por el hombro y se la pasó arreglándoselos sin siquiera preocuparse si
alguien notaba o adivinaba lo que estaba haciendo.
El sitio de
la reunión no era el mismo lugar que ya conocía. Este estaba ubicado, en una
esquina, en el primer piso de una casa
antigua de principios de siglo, de techos altos y molduras en el frente. En la
planta baja había una carnicería y en la alta se veían las luces del salón y
una pequeña terraza. Desde el colectivo tuvo que caminare varias cuadras que le
parecieron interminables mientras el corazón le latía mas aprisa. Cuando llegó
y tocó el timbre lo atendió una de las empleadas de Carolina. No tuvo mas que
decir el nombre de Noelia para que le franquearan el paso. Subió una larga
escalera recta de piso de mármol desgastado por el uso y entró al primer salón.
Carolina salió a recibirlo. El sitio estaba poblado de personas, algunos ya estaban
cambiados y otros todavía en su ropa de hombre. Grupos de dos o tres
conversaban animadamente. Una mesa tenía acomodados los platos con sándwich de
miga y botellas de gaseosa o cerveza, varias sillas y pequeños sillones estaban
desparramados por todo el espacio, en las paredes reproducciones baratas de
cuadros famosos y repisas con adornos. Tras la mesa estaba la entrada a la
cocina y justo en la puerta el equipo de música. En otra habitación que hacía
las veces de vestuario y sala de maquillaje había mas gente. Dos mujeres que
estaban maquillando y otras, que luego supo que acompañaban a sus maridos, los
asistían a vestirse. Varios percheros con ruedas, cargados de ropa, zapatos
diseminados por el piso, estantes con pelucas, y contra una pared una pequeña
mesada con los implementos para maquillaje, coronado por un gran espejo.
Carolina le
mostró un rincón tras un biombo en donde podía completar su atuendo.
-Después
vení que las chicas te maquillan-
Roberto se
acomodó como pudo en el exiguo espacio y después de quitarse la ropa de hombre
se colocó la pollera, las prótesis de mijo, los zapatos y el pañuelo al cuello.
Frente a un espejo se acomodó la peluca y cuando se desocupó una silla se sentó
para el maquillaje. Las empleadas de Carolina no se quedaban atrás en cuanto a
simpatía respecto de su jefa, la que lo atendió luego de preguntarle el nombre
le elogió las pestañas, le preguntó que color prefería para los ojos y dio
comienzo a su trabajo. En pocos minutos estaba totalmente transformado y le
dejó el lugar a otro. Caminó, no demasiado seguro los primeros pasos hasta que
enderezó las piernas y pudo dominar los tacos, en dirección al salón principal
y se detuvo en un costado cuando de un grupo lo llamaron para acercarse y darse
a conocer.
-¿Como te
llamás?-
-Noelia-
-¡Ah,
Noelia! Yo te conozco- dijo una de ellas.- Hemos chateado hace unos días-
-Yo soy la
reina de este mes- dijo otra mientras le acercaba la mejilla para el saludo y a
Roberto le resulto francamente pedante. Acá también hay de estas, pensó.
-¡Que
bueno, te felicito!- exclamo sintiéndose hipócrita.
Así tuvo
ocasión de conocer a Estela, a Cintya, a Mónica, a Esther y otras cuyos nombres
le costó recordar luego debido a la emoción.
La
conversación transitaba por temas varios. Algunas contaban como habían
empezado, o desde cuanto hacía que concurrían a las reuniones, o donde habían
comprado su nueva peluca y sus zapatos. Se pasaban datos de negocios de ropa y
de secretos de maquillaje. Algunas se quejaban del dolor de pies que le
producían los tacos altos y otras bebían y reían y fumaban y comían sándwiches
de miga.
En otro
lugar un grupo se sacaba fotos y las esposas de algunas conversaban entre si
sus propias experiencias al confesarles sus maridos su particular afición. Y
cuando sonaba algún tema en el equipo de audio algunas cantaban o tarareaban y
se reían.
Roberto que
conversaba con una y otra, se sentía como transportado a otro mundo, por
momentos tomaba un cigarrillo y fumaba mientras contemplaba el entorno. Miraba
a todas las crossdresser hablando sin parar y sentía que era fácil olvidar que
todas ellas eran varones que el lunes estarían en sus trabajos viviendo sus
vidas de hombres sin que nadie imaginara ni por un instante su secreto. No solo
por ellas, por él mismo sentía esa sensación. En ese momento se sentía una
mujer, se movía como mujer, realizaba gestos como mujer, se sentaba como mujer,
caminaba como mujer y hasta trataba de hablar como mujer. No era Roberto, Era
Noelia, Roberto era un imaginario personaje que habitaba muy lejos de allí y
que a esas horas estaría durmiendo en su cama
Lo que más
le llamaba la atención era la facilidad con que se brindaban elogios entre
todas, si bien algunas por el afán de ponerse lo que les gustaba no apreciaban
que les quedaba mal. ¿Que dirán cuando se dan vuelta? ¿Que dirán de mi? Se
preguntaba. O tal vez el elogio no pasaba por el aspecto sino por la valentía
de asumir su condición. En este caso sentía que se debía dar crédito a la
sinceridad.
Le pidió a
Carolina que le sacara varias fotos para tener un recuerdo de este singular
momento. Ella luego de alcanzarle la cámara le preguntó como la estaba
pasando..
-Nunca he
estado mejor- atinó a decir en medio del bullicio.
Al paso de
las horas, y cuando las primeras luces del amanecer comenzaban a insinuarse,
los pocos que habían quedado decidieron salir a la calle a fotografiarse.
Muchos se habían ido a bailar a Angel´s
después de medianoche. El resto se quedó a saborear un café matinal en
la terraza. Roberto bajó con otras cross y su cámara para cumplir, aunque fuera
en la puerta del salón, la fantasía de estar en la calle como siempre lo había
deseado. Las personas que pasaban a sus trabajos pudieron ver al singular grupo
retratándose en medio de risas y gestos graciosos. Roberto logró su deseo de tener
una foto en aquella vereda y recordar con satisfacción los piropos de los
camioneros, mas entusiastas que elegantes.
-¡Mamita,
si te agarro soy capaz de hacerte un hijo!-
Desmaquillado,
con la ropa guardada en el bolso. Vestido de hombre, Roberto esperó el remise
que lo llevaría a su casa. Durante el viaje recordaba como en una película
continua todo lo sucedido aquella noche. La emoción era tan intensa que tuvo
ganas de llorar, el remisero lo miró por el espejo.
-¿Le pasa
algo?-
-No, me
entró una basurita en el ojo-
No pudo
dormir. Cuando llegó a la casa se volvió a vestir como en la fiesta en un
intento de prolongar la sensación de lo vivido y permaneció así todo el día,
dando, de vez en cuando, rienda suelta a su alegría, con pasos de baile
mientras sonaban en el equipo de música, las canciones de Gilda.
Varios días
después, le mostraba las fotos a Adriana. Ella las miraba pensando en cuanto
había cambiado en los últimos tiempos la vida de su primo.
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