Saturday, December 02, 2023

TODO POR UN CUADRO (DECIMOSEGUNDA PARTE DE "MI AVENTURA EN TOKIO")

 

 

 

 

 

 

Todo por un cuadro

12 da parte de “Mi aventura en Tokio

 

Alexia Montes.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 1

 Al regresar del aeropuerto de Montevideo a nuestro hogar nos arrojamos en la cama más cercana. Estábamos agotadas. Los Yamura y los Aihara ya estaban en viaje a Japón y a nosotras nos esperaba una temporada de tranquilidad. Incluso a Keiko, pues a pesar de que no estaba su padre, tenía tanta experiencia en el manejo de la empresa que lo podía hacer sin estar demasiadas horas en el taller.

Al otro día era no laborable y aprovechamos a quedarnos un rato más en la cama. Me llamó la señora Azumi diciendo que podía pasar con un par de empleadas ese mismo día para ordenar el edificio después de tantas jornadas de visitas y reuniones, pero le dije que no valía la pena, que se tomara un descanso ella también y lo hiciera el día lunes. Me preguntó dónde estaban las yukatas pues la señora Yamura le había pedido especialmente que las llevara a su departamento dado que eran de colección y tenían mucho valor.

“Mira si las ensuciábamos con comida” Pensé. Y luego le manifesté que las habíamos dejado lo más prolijas posible en la habitación que Keiko tiene reservada para su padres. Agradeció mi informe y también la jornada de descanso. Yo me levanté y me fui a preparar el desayuno. Al rato Marga y Keiko llegaron a la cocina. Estábamos en el piso de Keiko. Llevamos los elementos del desayuno al living y nos sentamos allí a contemplar el paisaje y alimentarnos.

-Que silencio- Manifestó Marga.

-Me parece que ya estoy extrañando el bullicio- Opinó Keiko.

-Esperen unos días y ya se van a acostumbrar- Dije yo.

Me puse a revisar los mail en el celular y encontré una invitación a la presentación de un libro cuyo autor me resultó conocido. No era un gran amigo pero se trataba de alguien con quien había compartido escena en varios concursos literarios donde se podía decir que nos turnábamos para ganar premios. Se trataba de Ricardo, autor de numerosas novelas de aventuras del estilo de El Código Da Vinci. Un manantial de inagotables historias de un género que compartimos durante bastante tiempo. Luego yo abrevé en otras vertientes mientras el continuaba igual y debo decir que le fue muy bien porque sus libros comenzaron a hacerse populares en el mundo, no quizá al nivel de Harry Potter pero hasta tuvo alguna película basada en sus creaciones.

Esta vez se trataba de su última novela, que todavía me faltaba en mi colección y por ello decidí que asistiría al evento. Era en Montevideo y mientras estaba pensado en tener que ir hasta la capital, vi en una lista adjunta que también haría otra presentación, días después, en Punta del Este.

“Ahí si me anoto”, me dije y compartí la novedad con mis novias. Enseguida se entusiasmaron con la idea de concurrir al presentación pues ellas también han leído esas novelas, aunque tomadas de mi biblioteca.

Rápidamente busqué entre mi lista de contactos si tenía su dato de teléfono y lo encontré en una vieja agenda de papel (toda una antigüedad). Lo llamé esperando que todavía conservara el mismo número.

-Hola- Sentí su voz del otro lado de la línea (otra antigüedad).

-Hola, ¿Ricardo?- Pregunté

-¡Si reina! ¡Que sorpresa!- Exclamó.

Tras los saludos fui directo al grano.

-Vi que vas a presentar tu nuevo libro en Punta y además de saludarte después de tanto tiempo te quería avisar que allí voy a estar con mis novias-

-¡Genial! ¿Novias? De manera que es cierto, creí que era un chismerío de los medios-

-Ja, Ja, si las vas a conocer, leyeron todos tus libros-

-¡Que bueno! Ya tengo un motivo para ir feliz a Punta-

Luego de conversar de dos o tres pavadas más cortamos. Así quedó agendada nuestra asistencia al evento.

En medio demuestra actividad recibimos llamados tranquilizadores de los viajeros que habían llegado sin novedad al país del Sol Naciente.

El día de la presentación nos pusimos vestidos largos hasta las rodillas, ajustados de la cintura para arriba y con un sugerente vuelo hacia abajo y zapatos con tacones altos. El evento sería en el tradicional Hotel Conrad. Después de estacionar el auto en la entrada, descendimos y entramos, atravesando el gran lobby, a una de las salas de conferencias. Pudimos notar que había bastante publico teniendo en cuenta que no estábamos todavía en plena temporada de turismo. Nos acomodamos lo más cercanas a las primeras filas y allí esperamos.

Apareció Ricardo acompañado de un señor que resultó ser su editor en Uruguay. Se sentaron frente a una mesa y el editor comenzó su clásico discurso de elogios para la obra. Como de costumbre luego tomó la palabra el autor e hizo una descripción de la obra sin develar su final por supuesto, que siempre suelen muy inesperados, costumbre que a mí también me gusta realizar. La historia era sobre unos guerrilleros que se topaban con un tesoro y dudaban entre abandonar la causa por la que peleaban y fugarse con lo encontrado o ser fieles a su ideología y entregarlo a sus jefes.

Luego llegaron las preguntas. El público se mostró muy conocedor de la obra de Ricardo ya que no solo le preguntaban sobre el trabajo que presentaba sino sobre sus novelas anteriores lo que por momentos lo puso en un brete ya que ni él mismo recordaba ciertos detalles del pasado, al contrario de sus seguidores. Pero salió del paso decorosamente ante todos los requerimientos. Yo no abrí la boca, pero cuando ya estaba por terminar el acto me vio de pronto y luego de saludarme con la mano tomó el micrófono y dijo.

-Antes de finalizar quiero hacer saber a ustedes que está presente una colega a la que admiro y respeto mucho y con la que compartí muchas horas de lecturas entre amigos y de presentaciones en concursos literarios cuando ni siquiera soñábamos con la fama…-

Y haciéndome un gesto para que subiera al escenario continuó.

-…Alguien que desde hace tiempo vive aquí, entre ustedes. ¡Alexia Montes!-

Y ni bien estuve a su lado el público estalló en un aplauso y él me levantó la mano como si fuera un ganador de una pelea de box.

Una vez que los aplausos acallaron, agradecimos el gesto y bajamos del escenario mientras el editor anunciaba un ágape en el salón contiguo. Yo llevaba de la mano a mi colega y llegamos juntos a Marga y Keiko. Después que las presenté las saludó con toda cortesía.

-¿Tenes algún plan para esta noche?-

-Confieso que no, además no tengo mucho tiempo para quedarme pues me voy mañana al mediodía-

Marga ya estaba llamando a Kitty´s y en pocos segundos confirmó que teníamos una mesa disponible.

-Entonces te vienes con nosotras a cenar en el puerto- Le dije

-¡Uy! ¡Qué bueno! ¿Podré comer mariscos?-

-Lo que quieras-

Y acomodados en el auto como pudimos nos dirigimos a nuestro restaurante favorito

En cuanto entramos todo el mundo nos saludó como de costumbre. Ricardo no podía creerlo.

-¡La pucha que sos popular!- Exclamó asombrado.

 

 

Capítulo 2

 Una vez que nos acomodamos en las mesas, Ricardo se manifestó interesado en saber que hacían mis novias y cuando lo supo dijo.

-Son un trio muy singular, pues uno podría pensar que las une una actividad común, además del afecto, pero hacen cosas muy distintas-

-Francamente no lo habíamos pensado- Respondí y luego le pregunté

-¿Y que es de tu vida? ¿Seguís en Buenos Aires?-

-Si, por desgracia. En realidad no sé de qué me quejo. Me va bien pero aquello es un infierno y no se sabe que va a pasar. Por ahora me suelo pasar temporadas en Roma, Paris o Madrid y así cambio de aire-

-¿Te volviste a casar?-

-¿Qué? ¡Ni loco!- Manifestó y dirigiéndose a mis novias agregó.

-No sé si Ale les contó, pero estuve casado con una toxica varios años y fueron los más frustrantes de mi vida. Yo quería escribir pero en cuanto agarraba un papel y una lapicera mi ex se encargaba de recordarme todas las tareas que debía cumplir mientras decía que lo de escribir, era para vagos que no sabían mantener una familia. Todavía no entiendo como la aguanté tanto tiempo-

-¿Tanto tiempo?- Preguntó Keiko.

-Diez malditos años. Pero ya no caigo más. Comencé con la filosofía de permanecer lo más lejos posible de las mujeres con ánimo de casamiento y un día, viendo un artículo de esta dama descubrí el MGTOW y me dije ¡eso es exactamente lo que pienso! Y ya- Manifestó mientras me señalaba.

-Me alegra que te haya servido para algo lo que escribo- Dije.

-Y más que eso. Tengo todos tus libros y tus historias son geniales. Amo las de Japón. Debe ser hermoso vivir ahí…-

Y después de un largo suspiro agregó.

-…pero más amo Europa-

Lo saque de su ensimismamiento cuando le pregunté.

-Me tiene fascinada tu capacidad de crear historias. Yo también tengo tus libros y ya he perdido la cuenta pero lo cierto es que tu imaginación parece inagotable-

-Y espero que se mantenga así- Respondió riendo.

-¿De dónde nacen tus historias?- Preguntó Marga.

-Un poco de allí, un poco de acá. Una leyenda, un hecho policial, hay tantas teorías conspiranoicas en el mundo que podría sacar una novela por semana si pudiera escribir tan rápido-

-Mucha leyenda urbana- Opinó Marga.

-¡Uf! Si, de sobra, pero también podes tomar miles de temas del You Tube, hay cada cosa insólita subida allí-

Y luego de un par de segundos que se tomó para mirar alrededor como para cerciorarse de que nadie escuchaba dijo.

-A propósito de leyendas urbanas. Escuche un par de versiones acerca de un cuadro famoso…El jardín de las delicias-

-¿El del Bosco que está en el Museo del Prado?- Pregunté.

-Ese-

-¿Y que se dice?-

-Unas versiones manifiestan que hay un concurso secreto, una especie de challenge para copiarlo y cambiarlo y el original se lo guardaría un tipo recontra mil millonario, que sería el que pagaría una cifra de varias decenas de millones de dólares a quien lo logre-

-¿Y las otras?-

-Las otras dicen que ese cambio ya ha sido hecho pero que las autoridades del Mueso lo ocultan por vergüenza-

-Es imposible copiar un cuadro como ese con tanto detalle pequeño, además es un tríptico. ¿Habrían cambiado las tres partes?- Preguntó Keiko.

-Si, claro. Las tres- Respondió Ricardo.

-Sabes que eso suena a total fantasía. Un buen tema para una novela y nada más-

-¿Y si fuera cierto?- Manifestó mi colega.

-Viviste de crear fantasías, si, basada en todo lo que decís, pero estimo que nada de lo que escribiste con tanta imaginación te llevó a investigar más allá de lo que conseguiste en libros o en Internet según me contaste siempre. ¿Ahora estas creyendo que una leyenda como esa puede ser realidad?- Dije, casi sorprendida.

-En diez días viajo a Madrid siguiendo con las presentaciones. Voy a investigar el tema aunque creas que me he vuelto loco después de vivir entre tantas historias fantásticas-

-Lo creo, estás loco- Opiné y nos reímos.

-Mientras nos tomábamos el champagne con que siempre nos obsequian y se me acercaba la gente a pedirme autógrafos Ricardo continuó hablando.

-¿Te molestaría si te llamo desde Madrid si averiguo algo?-

-No, me encantaría. Solo espero que si no es verdad esa historia no te desanimes y escribas una buena novela sobre ello-

Keiko y Marga me miraban. No sabían si yo le estaba siguiendo la corriente por diversión o porque creía en la leyenda. Después del café salimos a caminar, ya entrada la noche por el puerto.

-Esto no lo haría jamás en mi barrio. Andar por la calle de noche con tanta tranquilidad- Dijo Ricardo.

-Me imagino, esa fue una de las razones por la que huimos de Sudacalandia- Respondí.

- Ja, ja de Sudacalandia. ¡Qué bueno!- Rio mi colega.

Luego del paseo que nos ayudó a refrescar los cerebros lo dejamos en la puerta del hotel. Una vez que bajó del auto y tras saludar con un beso en el dorso de la mano a mis novias insistió.

-Te voy a llamar de Madrid-

-Esperare el llamado con ansias- Le respondí y nos fuimos a nuestro edificio.

-Está loco- Dijo Keiko mientras íbamos en camino.

-Si, pero es un loco lindo- Agregó Marga.

-Y no tiene los rollos de Roberto- Afirmó de nuevo Keiko

-Al menos eso parece- Dije yo.

Después que llegamos, estacionamos y nos fuimos a acostar en el piso de Keiko seguimos con la conversación.

-Decime ¿no te gustaría que tuviera razón y fuera cierto lo que dice?- Me preguntó Marga.

-Francamente sí- Respondí.

Y me quedé pensando. Muchas veces hubiera deseado que aquellas historias que escribí en la época en que cultivaba el género de la aventura se hubieran convertido en realidad pues mientras las escribía me sentía como inserta en ellas con el afán de ser una verdadera heroína.

 

 

Capítulo 3

 Fueron pasando los días y mis novias y yo nos sumergimos en un mar de tranquilidad, (no el de la Luna, aclaro). La rutina volvió a ser la del trabajo para ellas y de mi parte, la tratar de crear nuevas obras.

-En Sudacalandia hay un nuevo escándalo de corrupción todos los días. Los noticieros no dan abasto- Dijo Marga una noche, después de la cena, dejando su laptop sobre la mesa.

-Allá van contra un muro de hormigón a 300 kilómetros por hora- Agregué.

No veíamos muchas noticias del país, bueh! Le dicen país, que dejamos atrás, pero con lo poco que abríamos nuestras computadoras para ver el You Tube era suficiente. En tanto, yo recibía buenas noticias de mi editor de Japón, la mayor parte de las veces en boca de la misma Yuzu, también sobre el avance del manga que tenía muy contentos a los directores del Estudio Wit, mi editor no se quedaba atrás y me informaba que en Europa estaba arrasando. El concepto de arrasando para mí era vender más libros que Saramago o Gabo, pero no era así. De todas maneras mi editor estaba contento.

Por otro lado teníamos alguna comunicación vía Watts App o por Zoom con los padres de Keiko que de continuo nos mostraban los maravillosos lugares que estaban visitando y se mostraban felices y muy unidos. Nos contaron que ya habían tenido una reunión con el abuelo de Mei y que tendrían otra antes del regreso.

No me olvidé tampoco del grupo de Adela, la hija de Castaño. Cada tanto hacíamos una conferencia por Zoom con todas las chicas y algunas que se agregaron después, la mejor noticia era que tanto Adela con su novia y la otra parejita de Paula y Emilia estaban de maravillas. Me alegré mucho por ellas aunque siendo tan jóvenes dudaba dentro de mí que duraran mucho tiempo más.

En medio de todo ese “bullicio” comunicacional me llegó una mañana un reenviado de Watts App de parte de Ricardo.

“Era hora de que aparecieras” Pensé y miré la imagen. El fondo era una pequeña parte del cuadro El Jardín de las Delicias y en letras blancas decía : “¿Te atreves?”. Un segundo renglón tenía un numero de celular y el tercer renglón aclaraba: “Diez millones de Euros”.

Para culminar rezaba: “Si te atreves llama. Total confidencialidad”.

No me podía quedar con la incógnita. De inmediato llamé a Ricardo.

-¡Hola reina!- Escuché su voz a través del celular.

-¿Dónde estás?-Pregunté

-En Madrid, presentado mi libro y paseando por ahí. ¿Recibiste mi envío?-

-Si, por eso te llamaba. ¿De qué se trata?-

-Es lo que te comenté en Punta del Este. Se trata del llamado al desafío sobre el cuadro-

-Si, me imagino, pero no es muy claro el texto-

-Es así a propósito, para evitar rastreos-

-Pero quien lo recibe no tiene idea de lo que se trata-

-Para eso tiene que llamar si le pica la curiosidad. De todas maneras como el rumor ya ha circulado por toda Europa de boca en boca hay mucha gente que ya imagina de que se trata. Primero corrieron la bolilla y ahora atacan-

-Pero cualquiera puede llamar incluso la policía-

-Claro, pero no lo hacen porque consideran que es una pavada, un chiste-

-¿Hiciste la prueba?-

-No. No se siquiera agarrar un pincel. Me rechazarían de inmediato. ¿No querés probar vos? Sos una buena pintora-

-Ni loca. ¿Y no conoces a nadie que haya llamado?-

-Si, un amigo mío, artista plástico, de Barcelona. Sé que llamó y que lo citaron a un sitio pero no sabía el destino final. Parece que era algo así como que le iban dando pistas hasta llegar adonde lo entrevistarán-

-¿Y qué sabes de él-

-Hasta ahora nada. Lo llamé varias veces pero no me contesta el celular-

-¿Lo habrán asesinado?-

-¡No! Ja, ja, vos con tu mente novelesca. Seguramente le están tomando una prueba o algo así-

-Espero, por su bien. ¿Y qué vas a hacer?-

-Por ahora esperar unos días y seguir insistiendo-

-Entonces vos crees que esta conspiración existe-

-Totalmente-

-Bien, mantenéme al tanto, esto me está interesando. No es que te quiera sacar la posibilidad de escribir una novela pero me gustaría saber que hay detrás de eso-

-La podemos escribir juntos, si querés-

-Seria divertido, por ahora avísame que averiguas-

-Te lo prometo-

Después que corté la llamada me quedé pensando. Esa noche le conté todo a mis novias.

-Parece que no está tan loco- Dijo Marga.

-O hay otro más loco detrás de todo esto- Manifesté.

Después de la cena estaba tomando un café apoyada en la baranda del balcón con la mente en blanco y mirando hacia el horizonte cuando Marga y Keiko sacando una silla cada una se sentaron cerca de mí.

-¿Buscando la otra orilla?- Preguntó Marga.

-Ja, no, aunque a veces pienso en lo mal que la deben estar pasando allá- Respondí

-Y parece que no hay solución- Agregó Keiko.

-Ninguna. Gane quien gane las elecciones todo se encamina al desastre final- Dije sin sacar mi vista del paisaje nocturno.

-¿Por qué será que los argentinos somos así?- Repreguntó Marga.

-¿Así de idiotas?- Dije.

-Si, así de idiotas-Aseveró Marga.

-El tema es que no hay opciones. Todos los candidatos son malos. Tal vez Bullrich sea la menos peor, pero le van a hacer la vida imposible- Opinó Keiko.

-¿Sabes por qué no hay opciones?- Interrogué

-¿Por?-

-Porque no tenemos cultura democrática. Porque cuarenta años de supuesta democracia no nos han enseñado nada, porque culpamos a los políticos y los políticos no llegaron ayer de Marte, salen de esa misma sociedad enferma de falta de dignidad, que critica a los poderosos pero que haría lo mismo en su lugar-

-¿Cómo ir de vacaciones en un yate en Marbella con una prostituta de lujo?-

-Exacto. Ahora salen muchos a criticar al imbécil ese con exceso de testosterona pero en el fondo lo envidian- Manifesté

-Y, sí. Y sus cien millones también-

Y nos quedamos mirando a la lejanía, felices de haber dejado atrás ese infierno

 

 

Capítulo 4

 No habían pasado muchos días cuando Ricardo volvió a llamarme. En realidad no tenía novedades. Me dijo que seguía sin ubicar a su amigo y que la empresa telefónica no pudo, ¿o no quiso? darle la posición de su celular. Estaba devastado pensando que le había podido suceder lo peor.

Trate de confortarlo diciéndole que seguramente aparecería cuando menos se lo esperaba pero, ni yo me creía mi propio discurso. De pronto se me ocurrió preguntarle si había avisado a la policía.

-Si, lo hice, y les mostré el mensaje de WhatsApp manifestándoles que estaba seguro que estaba relacionado con ello. No me hicieron mucho caso pero prometieron investigar-

-Al menos podrían tratar de rastrear el celular del aviso-

-Si, eso dijeron que harían, pero es que puede estar en cualquier parte del mundo, el hecho de que la idea de copiar un cuadro y de que desapareciera mi amigo en España no indica que la procedencia del celular sea dentro del territorio español-

Y así, después de haber cortado, acrecenté mi deseo de saber que estaba pasando. Pero que podía hacer yo. Una idea podía ser llamar y postularme para copiar el cuadro pero sabía que eso era imposible, si era una organización que no quisiera dejar rastros me harían desaparecer de inmediato si no les era útil. Lo que probablemente le habría sucedido al amigo de Ricardo…o no. O era probable que fuera tan buen pintor que ya estaría trabajando en la réplica tratando de juntarse con diez millones de Euros. Y además estaba el desafío del cambio en el Museo. Todo era muy loco y no encontraba la punta del ovillo.

Pero la cuestión es que el tema se me hizo cada vez más interesante y comencé a sentir la necesidad acercarme al lugar de los hechos. Para ello tenía que hacer un viaje a España. Se lo comenté a mis novias, que no estaban en condiciones de poder acompañarme y primero trataron de disuadirme aunque finalmente, vencidas por mi entusiasmo, optaron por dejar que haga lo quiera. Y lo más pronto que pude llamé a Ricardo para contarle de mi decisión.

En ese entonces mi amigo seguía sin poder avanzar en su investigación pero ya había tomado la decisión de que, si algo surgía, no iba a escribir una novela de ficción sino trataría de hacer una nota periodística contando la realidad de los hechos, con nombres y apellidos, si los consiguiera…

Se alegró enormemente con la noticia de mi viaje y me aseguró que lo que se publicara seria en conjunto. Arreglé con él encontrarnos en Barcelona en pocos días.

Saqué pasaje para Madrid por Air Europa. Me preparé con muy poco equipaje, una sola valija con algo de ropa y mi compañera de aventuras, la 11,25 y un par de cajas de balas con su correspondiente permiso de portación. Mis novias no cesaban de rogarme que me cuidara y me acompañaron hasta el Aeropuerto de Montevideo previo viaje en taxi aéreo desde Punta del Este. Les dije que se quedaran tranquilas, que no iba a tomar riesgos innecesarios y que volvería en una semana aunque no se resolviera nada en ese tiempo.

Después de doce horas de vuelo estaba aterrizando en la capital de España. Como había decidido ir en tren hasta Barcelona y tenía unas horas de tiempo me acerqué hasta el Museo del Prado sólo para ver el cuadro en cuestión. Lo que me llamó la atención que, si bien había otros cuadros de pintores famosos rodeados de bastante público, El Jardín de las Delicias parecía concitar más atención que el resto. ¿Sería por el rumor? Me pregunté. Pero no parecía serlo. En realidad es un cuadro casi hipnótico y me quede varios minutos observándolo detenidamente casi como sacándole una radiografía. Tras eso me dirigí a la Estación de Atocha a tomar el tren rápido AVE a la capital de Cataluña, donde llegaría en solo dos horas y media.

Ricardo me estaba esperando en la estación del ferrocarril Sans Adif. Había rentado un auto y hecho una reserva para mí en el Hotel Catalonia Plaza, justo enfrente de la Plaza España y a pocas cuadras de la estación. Una vez que me acomodé bajamos al lobby a tomar un café mientras me ponía al tanto de las novedades.

La policía no había avanzado mucho. Lograron un par de ubicaciones del celular pero en puntos muy distintos de Europa y nada parecía indicar que estuviera todavía en alguno de ellos pues llevaba unos días inactivo.

Pero en las últimas horas se había presentado una nueva situación. La policía tenía el reporte de otras dos personas desaparecidas. No sabían si estaban relacionadas con el famoso número de celular pero estaban tratando de averiguarlo.

-¿Conoces a estos nuevos desaparecidos?- Le pregunté a Ricardo.

-No, no tengo idea. Pero si pensas que puedan ser pintores es algo ya imaginé y traté de hacer mi propia investigación en galerías de arte y otras entidades similares y hasta ahora no tengo respuesta-

-Pero…¿eran de Barcelona?-

-Al parecer si, la policía no me quiso dar más que sus nombres y ningún otro dato-

-De todas maneras seguramente debería haber otras personas en la misma situación en otros países, al menos de la cercanía. El tema es que no pueden estar muy lejos si después tienen que trasladar el cuadro y cambiarlo-

-Tenes razón. Habría que averiguar si hay otros desaparecidos-

-Busquemos en las noticias en los portales- Opiné.

Subimos a mi habitación y de inmediato con mi laptop y con la de él nos pusimos a buscar cuanta noticia pudiéramos relacionar con este misterio. Nos llevó varias horas, portal tras portal, país tras país. Ya casi era la hora de la cena cuando llegamos a una conclusión no muy halagüeña. Otras tres personas estaban reportadas como desaparecidas. Sin datos de relación con el número de celular pero con la sugerente casualidad de que eran artistas plásticos. Una en Madrid y dos en Paris. Todos varones, aunque no creo que el género fuera lo importante. O sea que hasta donde sabíamos teníamos seis personas con paradero ignoto.

¿Todos estarían trabajando en la réplica del cuadro? ¿O habrían sido descartados? Si fueran descartados ¿cómo se arreglarían los delincuentes para evitar que hablen?

Al otro día llevamos estos datos a la policía donde prometieron ponerse en contacto con las autoridades de Madrid y Paris para combinar esfuerzos. Me pareció que habían comenzado a darse cuenta de la magnitud del problema y estaban tomando cartas en el asunto profesionalmente.

Y no creo que, a pesar de celo policial, hubiéramos avanzado mucho cuando Ricardo recibió una llamada por WhatsApp de otro conocido, también artista plástico, que le reenviaba el famoso anuncio y le preguntaba si lo había visto.

Mi amigo le contestó que sabía de qué se trataba y le advirtió de que no se pusiera en contacto detallándole lo que sabíamos. Pero este individuo estaba decidido a llamar pues diez millones de Euros era un cifra que no se podía despreciar. En ese momento intervine y le pedí a Ricardo que tratara de tener una entrevista con el sujeto a la que iríamos los dos.

-Si está decidido a arriesgar su vida podría ser nuestro topo. De alguna manera intentaríamos seguirlo una vez que llame a ese celular- Le dije

Ricardo no estaban muy de acuerdo pero finalmente se rindió a mi idea. Y combinamos la cita. Los dados habían sido arrojados y habría que ver como caían.

 

Capítulo 5

 El amigo de Ricardo se llamaba Ismael. Tuvimos una reunión con él pero no hubo manera de convencerlo de que lo que intentaba hacer era peligroso. Estaba desesperado por obtener esos diez millones de Euros.

Después de insistirle varias veces confieso que me quedé tranquila con mi conciencia. Si quería correr el riesgo era problema suyo. Ahora lo que quedaba era usarlo como carnada.

Convine con Ricardo que alquilaríamos dos autos para hacer más efectivo el seguimiento, pues si algo le pasaba a uno el otro podía continuar. Además era menester que Ismael no se diera cuenta pues él mismo podría hacer algo por despistarnos.

Mientras tanto llamé a mis novias para contarles lo que estábamos por hacer. Después de decirme que estaba loca me pidieron que me cuide y que las llamara cada tanto. Les prometí que lo haría y que dejaría la posición del celular abierta para poder ubicarme. Me recordaron que les había dicho que volvería en una semana.

Hicimos guardia por turnos en la puerta de la casa de Ismael, pero no fue larga la espera pues al otro día lo vi salir en su vehículo. Llamé rápidamente a Ricardo que estaba estacionado a la vuelta, echándose una siesta para descansar. Al principio fuimos hacia el norte para pasar por Badalona y luego, tomando diferentes rutas y pasando por una cantidad de pequeños pueblos noté que era evidente que nos dirigíamos hacia los Pirineos.

El transito se hizo más rápido al tomar la ruta E-9 y en poco más de una hora y veinte minutos nuestro objetivo se detuvo en una estación de servicio en Berga. Dejó el auto en un estacionamiento y entró al local. Me detuve detrás y entré yo también. A medias escondida detrás de una maquina expendedores pude observar que hablaba con dos personas. Luego salieron y subieron a un auto. Salí corriendo y le hice señas a Ricardo para que no los pierda de vista. Me ubiqué en mi vehículo y aceleré para que no se me alejaran.

Después de cerca de media hora y siempre dentro de los límites de Andorra comenzamos a transitar por caminos locales donde el transito es casi inexistente lo que nos obligó a ir más lejos para evitar sospechas y nos turnábamos para que no vieran detrás de ellos siempre el mismo auto. Finalmente se detuvieron en medio de un paisaje de serranías frente a una gran casa en las inmediaciones, según mi Google Maps, de un pueblo llamado Cercs.

Dejamos los autos escondidos en un bosquecillo y nos acercamos a pie. Pude ver que llevaban a Ismael del brazo, como si estuviera desvanecido. Entraron en uno de los pabellones y los perdí de vista. Caminé alrededor de todo el complejo y cada tanto miraba con mis binoculares para conseguir ver algún detalle. Mientras tanto cargué mi arma y me la acomodé en la sobaquera.

Estaba tan absorta en espiar que no noté que por detrás se me había acercado un individuo. Lo supe cuando sentí el caño de un arma sobre mi cabeza.

-¿Qué está haciendo señorita?- Me preguntó una voz con mezcla de francés y español.

-Viendo lo bonito que eres- Respondí tratando de demostrar que no le tenía miedo.

Otro individuo me palpó metiendo sus manos hasta donde no debía y por supuesto encontraron mi arma y mi celular, además de los binoculares, me quitaron todo y me hicieron seña de que camine hacia los edificios

“Sonamos” Pensé. Y también trataba de imaginarme donde estaría Ricardo.

Entramos en un pabellón, construido en piedra y madera en la planta alta, con techo de tejas y grandes ventanales que no tenía ninguna otra construcción al menos en varios kilómetros a la redonda.

Me llevaron por una largo pasillo con habitaciones a lo largo. Definitivamente eso había sido un hotel. Algunas habitaciones tenían la puerta abierta y pude ver que había en cada una alguien pintando un cuadro. Solo conté cuatro, me faltaban dos más Ismael. ¿Dónde estarían? Lo que me preocupaba era que no se molestaban en ocultarme la presencia de esas personas pues seguramente mi destino estaba sellado.

Atravesamos ese pabellón, decorado con muebles de madera clara de una época que estaba de moda el diseño finlandés y entramos en otro sector, éste mucho más lujoso. Nuevamente otro pasillo y al final me introdujeron en una gran sala con un amplio escritorio y bibliotecas en todas las paredes. Tras el escritorio un hombre, alto, de mediana edad, vestido informalmente con jogging gris hizo un movimiento rápido ocultando algo en un cajón.

Mis captores dejaron el arma, el celular y los binoculares sobre la tabla y se fueron. Me resultó raro que no se quedaran por si yo intentaba escapar pero era evidente que no pensaban que lo intentara. Después de unos segundos en que el individuo no dejó de mirarme y yo de sostenerle la mirada, finalmente abrió la boca.

-Bien, señorita. Veo que la curiosidad la ha traído hasta nuestro pequeño refugio-

-Eso parece-

-La creía más astuta, sobre todo después de sus aventuras en Japón-

No podía creer lo que me estaba diciendo. De manera que ese hombre sabía quién era yo. Tratando de demostrar calma repliqué.

-Así que me conoce-

-Como no reconocerla, he leído todos sus libros. ¿Llegó hasta aquí para buscar material para otra novela?-

-No. Simplemente por la aventura-

Tomó el arma de arriba del escritorio y dijo.

-Buen arma. Se ve que usted sabe de estas cosas…- Y movió la corredera haciendo saltar un proyectil.

-…Y la tenía cargada-

-Por supuesto, una arma es para usarla-

-Podría haber matado a alguno de mis muchachos-

-O ellos a mi-

-Lo dudo, pero eso se lo voy a mostrar más tarde-

Debo confesar que la conversación me tenía intrigada por lo que resolví ir al grano.

-¿Esos hombres trabajando en las habitaciones están practicando para imitar “El jardín de las delicias”?-

-Así es-

-Y todavía no encontró alguien lo suficientemente bueno-

El individuo sonrió. Salió detrás del escritorio y caminó hacia la ventana. Se quedó mirando unos segundos hacia afuera.

-Hermoso paisaje- Dijo y agregó -Me encanta trabajar aquí-

-No me respondió-

-Es cierto, no lo hemos encontrado. Pero no me importa, de todas maneras hoy termina todo-

-¿Abandona?-

-No precisamente-

Y en ese momento fue hasta el escritorio, tomó mi arma, el celular y los binoculares y me los devolvió.

 

 Capítulo 6

 Al principio pensé que me estaba tendiendo una trampa. El hombre sonreía al ver mi cara de asombro.

-Tómelas, no las va necesitar aquí. Nadie le hará daño-

Agarré el arma y me lo puse en la sobaquera, el celular en el bolsillo del pantalón y me colgué los binoculares del cuello. Después de toda esta operación pregunté.

-Bien, sáqueme de la ignorancia ¿De qué se trata todo esto?-

-De un experimento psicológico-

Mi cara debió haber sido bastante elocuente.

-No, no estamos en una clínica de enfermos mentales. Elegimos este lugar porque está alejado y es discreto. Además de que es ideal para convencer a nuestros “cobayos” de que están por hacer algo ilegal-

-¿Y no es así?-

-Le explico. El experimento consiste en ver cuantas personas son capaces de hacer algo realmente arriesgado e ilegal por dinero. El tema es que estoy algo decepcionado, se presentó poca gente-

-Y, puede ser o por que ofreció poca plata o porque era muy complicado. ¿Cuántos pintores se creerían capaces de reproducir un cuadro que es imposible de copiar? Y además correr el riesgo de ir presos por cambiarlo en el museo. ¿Cuántos se presentaron? Hasta donde sé son siete. Yo diría que es una buena cantidad-

-Creo que tiene usted razón-

-Claro que la tengo. Haga otra cosa. Logre que un pintor le haga otro cuadro, famoso pero más fácil, y ofrezca dinero solo por el robo y el cambio. Ahí va a tener una fila de voluntarios pidiendo hacerlo-

-Usted piensa que la gente está ansiosa por cometer delitos-

-No sé si ansiosa pero si necesitada, sobre todo en Latinoamérica-

Volvió a mirar por la ventana.

-Voy a tener que reformular este experimento-

De pronto recordé algo.

-Usted me dijo que hoy terminan. ¿Qué harán con los voluntarios?-

-Los devolveremos a sus pueblos, o al menos los dejaremos cerca-

-¿Entonces nadie pintara el cuadro?-

-Exacto. A todos les diremos que ya escogimos a alguien y no sabrán la verdad. No se conocen entre ellos y por lo tanto no podrán saber que fueron objetos de un experimento-

-Y…supongo que tampoco saben dónde están-

-Exacto. Se los adormeció cuando se los citó a mitad de camino y lo mismo se hará cuando los regresemos-

-Entonces se podría decir que soy la única que conoce este lugar-

-Si, por que hasta ahora ninguno de los voluntarios había sido seguido. Es un tema que cuidamos mucho. Lo primero que les decimos es que no le cuenten a nadie que van a hacer. Funciona por el hecho de que saben que van a hacer algo ilegal. Pero es evidente que el ultimo hablo de más-

-Si, estuvo locuaz…y desesperado por el dinero-

-Lo lamento por él-

-Yo no- Aseveré.

El hombre me miró escudriñándome de nuevo. Se tomó unos segundos como si estuviera buscando las palabras y dijo

-Dígame. ¿Cuándo se dio cuenta que no corría peligro?-

-¿Por qué deduce eso?- Pregunté.

-Por su actitud. Si bien se asombró cuando le devolví el arma era evidente que estaba muy tranquila durante la conversación, hasta se cruzó de piernas en una actitud distendida. O me estaba provocando, en el buen sentido, o no tenía miedo realmente-

-¿Tan transparente soy? Bien, le diré. Fue justo cuando entré y vi como escondía apresuradamente el estetoscopio en el cajón del escritorio-

-No puedo creer su capacidad de observación. De manera que mientras yo intentaba jugar al gato y al ratón usted pensaba que era yo el ratón-

-Tampoco es tan así. En el fondo tenía algo de temor, pero soy dura-

-Se ve, se ve-

Llamó a uno de sus guardias y mientras éste llegaba insistió.

-De manera que no va a escribir una novela sobre esto-

-No-

-Entonces será su amigo, el que vino con usted. Lo reconozco, se llama Ricardo Ibarra y también he leído sus libros-

-¿Lo apresaron también?- Pregunté.

-Bueno, apresar es una fea palabra, digamos que lo hemos invitado a acompañarnos, ahora está con mi socio, teniendo una conversación parecida a esta-

-Entonces debo pensar que lo convencerán de que no escriba nada-

-No, solamente le pediremos que guarde silencio por un tiempo, un par de meses, solo para hacerles creer a nuestros voluntarios que no han sido engañados y que alguno de ellos hizo el trabajo solicitado. Luego pueden usted o él escribir lo que quieran-

En ese momento entró el guardia. El hombre le pidió el arma que tenía y éste se la entregó. Luego me la pasó a mí. En cuanto la tomé me di cuenta que era una vulgar replica en plástico.

-Ahí tiene. Si usted hubiera creído que la iban a matar y respondía podía haberme dejado sin uno de mis hombres-

-Eso le hubiera pasado si no les diera juguetes en vez de armas verdaderas- Acoté.

Ambos rieron aunque sin muchas ganas.

-Bien señorita. Debo preparar el final de la comedia. En el salón de entrada está esperándola su amigo y en la puerta están sus autos. Buena suerte y recuerden el pacto de silencio-

Un guardia me guio por otro largo corredor acompañándome hasta el salón de entrada. Allí estaba Ricardo. Lo tomé del brazo y salimos rápidamente. Antes de subir a los autos le dije.

-Rajemos de acá. Todavía no se si estos están cuerdos o locos. No paremos hasta Barcelona. Después hablamos-

Pero no pude evitar arrodillarme para mirar debajo de cada auto y verificar si no estaba perdiendo líquido de frenos. Todo parecía normal. Salimos de allí lo más rápido que pudimos. Sin parar por la carretera E-9 llegamos a la capital de Cataluña en una hora y media. Por el camino use el manos libres y llamé a mis novias. Les conté rápidamente que estaba bien y a salvo y les adelanté que cuando llegara a casa me extendería en los detalles. Ellas se pusieron contentas pues ya estaban preocupadas de mi silencio telefónico.

Esa noche invité a Ricardo a comer tapas en la Rambla. Yo me volvía a Uruguay y él se quedaría un tiempo en Barcelona y después en Madrid.

 

Capítulo 7

 Dos días después estaba aterrizando en Montevideo. Bajé del avión y fui directo al hangar de mi compañía de taxis aéreos favorita. Allí estaba Charlie, el piloto, que me ayudó con la valija y partimos ni bien le dieron vía libre.

Pocos minutos después tomábamos tierra en el Aeropuerto de la Laguna del Sauce. En un costado de la pista estaban mis novias esperándome. Charlie, mientras acomodaba el avión bromeando dijo.

-Se ve que están impacientes las chicas-

Realmente me hizo reír.

Bajé, el piloto acomodó mi valija en el auto que estaba en la puerta del hangar mientras Marga, Keiko y yo nos abrazamos como si volviera de viaje… pero de otro planeta.

Una vez en el auto nos llevó pocos minutos llegar a nuestro hogar. Mientras ellas preparaban el mate con medialunas que habían comprado recién yo me di una ducha reparadora, me puse una calza negra y una remera holgada color azul. Y descalza, como me encanta andar por la casa, me uní a mis novias para la mateada.

Por supuesto que tuve que contarles todo con lujo de detalles. Quedaron tan asombradas como lo había estado yo cuando les dije lo del experimento y si bien se alegraban que fuera solo eso y que yo había regresado con vida, lamentaron, de alguna manera, que la historia del cambio de cuadro no fuera cierta.

Estábamos en ese momento tan agradable cuando me llegó un mensaje de WhatsApp de parte de Ricardo. Había logrado contactarse con sus amigos que estaban desaparecidos, o sea Ismael y el otro del que no recuerdo el nombre, si alguna vez lo supe. Me alegré por él. Le envié una respuesta manifestándole mi satisfacción. Y él me envió otro mensaje diciendo que ambos estaban muy desencantados pues habían soñado con ganarse esos diez millones de Euros.

“Ingenuos” Pensé yo.

Esa noche llegó otro mensaje importante. Los Yamura estaban en los preparativos de regreso. Al día siguiente el abuelo de Mei los volvería a recibir en su mansión pero además había organizado una fiesta en honor de los viajeros. El señor Yamura y su esposa estaban muy contentos, tremendamente felices de haber podido volver a su Japón natal después de varios años de alejamiento. De todas maneras manifestaban que nos extrañaban mucho y que estaban impacientes por llegar y reunirnos. Le dije a Keiko que debíamos organizar una fiesta para ellos cuando estuvieran en Punta de nuevo. Ella se manifestó feliz de hacerlo. Debía ser otro gran evento.

Lentamente la rutina volvió a instalarse. Además de llevar algunos cuadros míos a las galerías que me los compran o ponen en consignación tuve la oportunidad de dar en ellas algunas clases improvisadas para niños. Fue una situación espontanea pero me agradó mucho y los disfruté. Algo que nunca había pensado. Por lo que conversando con los galeristas decidimos organizarnos para los meses siguientes que no solo incluyera técnicas de pintura y dibujo sino también historia del arte de manera simplificada. Cuando se supo se anotaron una treintena de niños y fijamos el inicio de clases para el mes siguiente.

El éxito de mi libro continuaba, el del manga del Estudio Wit también. Varias conversaciones por zoom con nuestras amigas del otro lado del mundo nos hicieron saber que todas andaban bien. Las chicas en la Universidad, otras trabajando y Shou en alguna parte del mundo que, por suerte no eran ni Ucrania ni Israel.

Y de pronto abro un portal de noticias en Internet y leo azorada:

“Esta tarde se pudo comprobar que personas anónimas habían entrado de manera sigilosa en el Museo del Prado, aparentemente con la intención de robar o cambiar el tríptico de El Bosco titulado “El Jardín de las delicias”. Pero por alguna razón no lograron cometer su objetivo y el cuadro, ya descolgado, quedó apoyado en una pared en la misma sala donde está expuesto sin ningún tipo de daño según manifestaron los especialistas”

Llamé a Ricardo.

-¿Dónde estás?- Le pregunté.

-En Madrid reina, y ya imagino porque me llamas. Te juro que estoy tan azorado como tú. Es la noticia del día. Y algunos periodistas trajeron a cuento aquello de la historia que se hablaba en las calles y algunos más avispados ya lo asocian con el famoso número de celular-

-¿Volviste a tener contacto con la policía?-

-No, ¿Para qué? Yo me di por satisfecho con las explicaciones que nos dieron esos psicólogos…o lo que fueran-

-Bien. Entonces mantente alejado. No sea que alguien asocie nuestra investigación y este hecho-

-Tienes razón pero lo único que hicimos fue buscar el paradero de personas que sabíamos desaparecidas, amigos por añadidura-

-Estoy de acuerdo. ¿Y cómo anda tu idea de escribir una novela basada en esta situación?-

-Por ahora en stand by. Comenzaré a pensar algo nuevo-

-¿Vas a permanecer mucho tiempo en Madrid?-

-No, no tengo ganas de volver a Argentina, a Sudacalandia como dicen ustedes, así que tal vez me instale por un tiempo en algún pueblito rural de Galicia, total mis regalías aumentan exponencialmente por mis libros anteriores. Tengo derecho a un descanso-

-Bien, pero manteneme al tanto si sabes algo-

Y cortamos. Era evidente que alguien nos había engañado…o no. No nos eliminaron porque somos famosos o estos tipos del experimento eran inocentes y alguien quiso llevar a cabo el robo sabiendo el rumor que circulaba por las calles. Eso que los yanquis llaman copycat.

Cuando les conté a mis novias la novedad Marga dijo.

-No quisiera hablar sobre el diario del lunes pero algo me sonaba raro sobre ese lugar donde estuvieron-

-Si, digamos que a mí me dejó también pensando pero mi única conclusión es que estaban todos algo chifladitos. No los vi como delincuentes-

-Ese es el tema. Ellos no serían los delincuentes. Serian al menos los cerebros. Los delincuentes serian otros- Opinó Keiko.

Era evidentemente una buena razón.

Dos días después hubo otra novedad. En un allanamiento en busca de drogas, se encontraron sin querer una réplica del cuadro y detuvieron al morador del lugar, un pintor que vivía en condiciones de pobreza. Cuando lo interrogaron dijo que le habían prometido diez millones de Euros por pintar y cambiar la obra de arte y trató de hacerlo pero fracasó y además no tenía idea de donde buscar a quienes le hicieran aquella promesa. La rabia lo había cegado. Al menos su relato sirvió para sospechar, solo eso, sospechar, que había una organización tras la falsificación. Los que nunca serían descubiertos. Sobre todo porque algunos fiscales pensaban que el sujeto estaba totalmente loco y recomendaron su internación en un Psiquiátrico.

Un día después Ricardo me avisaba que retomaría la novela sobre el cuadro. Me ofreció ser coautora, le dije que no.

 

Capítulo 8

 Era una tarde tranquila. Recién había terminado un zoom con el grupo de Adela y estaba por ir a preparar el mate cuando llegó Marga que me vio ocupada y se encargó de prepararlo. Entró con la bandeja a mi estudio y se acomodó en uno de los sillones del estar. Pocos minutos después llegó Keiko que, tras cambiarse de ropa, se instaló en el otro sillón.

Comencé con la ronda de mate y no pasó mucho tiempo hasta que Marga dijo.

-Supongamos, solo supongamos que el pintor ese que intentó cambiar el cuadro realmente lo hizo. Es decir, el cuadro que quedó en el piso apoyado en la pared sería una copia y él se habría llevado el original-

-El museo lo habría descubierto- Objetó Keiko.

-Si, pero de ahí a reconocer que se robaron semejante obra de arte es otra cosa-

-No lo reconocerán- Agregué yo.

-De todas maneras, ya encontraron el otro cuadro, que sería el original, y asunto concluido- Volvió a decir Keiko.

-¿Y si no lo es?- preguntó Marga.

-¿Qué estas queriendo decir?- Manifestó Keiko.

Antes de que Marga respondiera me largué a reír. Me miraron pensando que estaba loca. Cuando pude parar aclaré la reacción. Dirigiéndome a Marga le pregunté.

-¿Leíste la novela de Ricardo, esa en que hay dos copias y nadie sabe dónde está el original?-

-¿Cuál?-

-“Todo el poder todo el tiempo”, la del Vaticano- Aclaré

-Me temo que no. ¿Lo tenes?-

-Si, está allí, en la biblioteca 1- Respondí (Tengo los muebles bibliotecas numerados para estar mejor organizada. Es algo que llaman TOC)

-Bien, si no leíste el libro voy a creer que estás pensando demasiado- Dije riéndome.

Keiko se levantó de su asiento y le tocó la frente a Marga, luego sacudió su brazo y exclamó.

-¡Si, es cierto, tiene fiebre!-

Me quedé unos segundos, mate en mano, pensando y luego de terminar de chupar la bombilla dije

-Supongamos, solo supongamos que Marga tiene razón, ¿por qué nos dejaron vivos a Ricardo y a mí?-

-Porque son estafadores, no asesinos. Además los convencieron de que no hablen por un tiempo mientras llevaban a cabo el robo. No los amenazaron, solo sugirieron- Contestó Marga.

-¿Pero, por que el tipo al que descubrieron con el cuadro largó todo el rollo?-

-Por venganza. Fue el elegido según el plan original. Le prometieron los diez millones, corrió el riesgo de cambiar el cuadro, probablemente con alguna ayuda interna y se los entregó a…a esos que organizaron todo. No le pagaron y ahí explotó- Relató Marga.

-Entonces, nunca sabremos si el cuadro que ahora está colgado en el Prado es el real o una copia- Opinó Keiko.

-Exacto- Dije yo

Y luego de estar absorta de nuevo en el mate por unos segundos manifesté.

-Pero Ricardo y yo sabemos dónde estaban esos tipos-

-Tranquilízate querida, si no hablan ustedes nadie más lo sabe según nos contaste. Si alguien los busca en ese rincón de Andorra no les van a encontrar ni las plumas. Seguro volaron muy lejos- Aseveró Marga.

-¿Y qué puede hacer un tipo con una cuadro así?- Preguntó Keiko.

-Sentarse a mirarlo el resto de su vida sin poder mostrárselo a nadie o tal vez usarlo para una extorsión, pagar un rescate, o algo así- Respondí.

-No debe ser muy gratificante tener algo tan valioso y no poder alardear de poseerlo- Dijo Marga.

-La satisfacción de haberse burlado de todo el mundo puede ser muy gratificante en si misma- Opiné.

Esa noche nos fuimos a dormir temprano. Al otro día llegaba los Yamura a Montevideo de su viaje por Japón y queríamos ir a recibirlos a la capital. Por ello, en la mañana siguiente, luego del desayuno, nos fuimos en un taxi aéreo, con el avión más grande de la compañía. Llegamos al Aeropuerto y esperamos la llegada de los padres de Keiko. El bullicio que hicimos cuando los vimos caminar por el pasillo de arribos después de haber retirado sus valijas, era tal que parecía que estábamos recibiendo a una estrella de rock.

Los abrazamos, los besamos, dejamos que Keiko haga lo mismo, al fin y al cabo son sus padres. Tomamos las valijas y nos encaminamos al hangar del taxi aéreo. El piloto acomodó el equipaje y subimos todos. Los Yamura parecían muy felices y hasta diría que parecían rejuvenecidos.

-¿Cómo anduvo todo?- Les pregunté.

-Mejor que mejor. Han sido unos días maravillosos- Respondió la señora Yamura.

-Esta noche tenemos festejo en casa- Les avisó Keiko.

-¡Ah! Estaba extrañando eso- Dijo el señor Yamura.

En el Aeropuerto de Laguna del Sauce subimos a la camioneta de la empresa y llevamos a los Yamura hasta su casa. Sabíamos que ambos también querían verse con sus fieles empleados. Los dejamos en su departamento, les ayudamos con las valijas y puesto que Keiko se quedaba en la fábrica, llevé a Marga hasta sus oficinas y yo seguí camino al edificio para coordinar detalles de la reunión con la señora Azumi y sus ayudantes. Ya estaba todo coordinado para que por la tardecita Keiko trajera a sus padres y pasaran por el camino a buscar a Marga ya que ella había dejado el auto en nuestro hogar.

Rápidamente me puse a trabajar. Íbamos a hacer la reunión en el piso de Keiko, a su pedido por lo que me concentré junto al personal de servicio en dejar todo impecable.

Estaba casi todo organizado. Confirmado el delivery y la vajilla dispuesta cuando, al irme a cambiar a mi piso me sonó el celular. Era Ricardo.

-¡Hola reina! ¡Te tengo una novedad! ¿Te acordas del tema del cuadro?-

-Como para no acordarme-

-Bien, tengo un informante dentro del Prado que me dijo que sabían que el cuadro encontrado en el piso no es el original-

-No me digas. Antes de que sigas hablando te voy a decir algo…-

-Si, dale-

-Seguro que el cuadro que encontraron en la casa del pintor tampoco es el original-

-¿Como lo sabes?-

-Intuición lésbica o haber leído tus novelas. Pero te voy a confesar algo, no fue intuición mía, fue de Marga que además dice que no leyó “Todo el poder todo el tiempo”-

-¡Oh! ¡Una visionaria!- Y nos reímos ambos.

 

Capítulo 9

 De pronto Ricardo dejó de reír. Me di cuenta que algo lo tenía intrigado. Lo supe cuando me preguntó.

-Entonces ¿Si ambos cuadros son falsos quien tiene el original?-

-En tu novela el pintor hace dos cuadros falsos para engañar a dos organizaciones diferentes y para quedarse con el original- Dije yo.

-Si, pero era un engaño deliberado y además los cuadros tenían pequeñas diferencias a propósito (No voy a explicar aquí el motivo, sería muy largo). El autor además se estaba copiando a sí mismo. En este caso vuelvo a preguntar ¿Que hizo con el original?-

-Podría apostarte lo que quieras que todavía está en su poder-

-¿Por qué?-

-Simple, porque no tiene manera de conectarse con los que le prometieron los diez millones. No sabe quiénes son ni adonde lo llevaron. Luego cuando supuestamente “lo rechazaron” decidió hacer el trabajito por su cuenta y por eso confesó lo de la oferta de Euros, con el objeto de llamar la atención de los que le ban a pagar-

-No te parece que es una idea algo rebuscada-

-No me culpes, no soy policía, soy novelista-

-Pero ahora el tipo está en una clínica psiquiátrica, no sabe cuándo va a salir, sigue sin saber quién lo engañó y puede que no este seguro con respecto a tener el cuadro oculto-

-Quizá logró pasárselo a un socio-

-Es una posibilidad-

-Y a todo esto ¿Qué dicen en el Prado?-

-Nada, silencio de radio. No quieren dar conferencias. Según ellos el original ya está de nuevo en casa-

-Y tu informante ¿Es creíble?-

-Totalmente, trabaja en el sector de recuperación de obras de arte. Es un experto y además me lo contó a mi confiando en mi silencio-

-Y vos me lo contas a mi-

-Confío en vos-

-Gracias. Otra cosa ¿Vas a seguir con la novela?-

-Si, por supuesto solo que ahora no sé para qué lado disparar-

-Podrías intentar hablar con el pintor-

-Buena idea. Veré si la burocracia española me lo permite-

-Y si él tiene ganas de mover la lengua-

-Haré el intento-

Y después de los saludos y de quedar en permaneceríamos en contacto ante cualquier novedad nos despedimos y yo me fui a cambiar. Esa noche tendríamos festejo de retorno de los Yamura. Le pedí a la señora Azumi que se quedara pero no para trabajar sino como invitada. Le pareció un gran honor pero me dijo que no estaba con ropa apropiada de manera que la llevé a mi vestidor y le pedí que eligiera lo que más le gustara. Se puso un vestido color rosa de breteles muy finos y largo justo por debajo de la rodilla. Estaba hermosa. Le dije que podía maquillarse en mi baño y debo reconocer que, a pesar de pasar los 60 todavía es una mujer muy atractiva.

El delivery llegó a horario. Como tenía ganas de hacer algo casero preparé un suculenta picada para entrada. No era algo cocinado pero valía el esfuerzo. Terminé de maquillarme y me puse un vestido negro con dos profundos tajos a los costados y mangas cortas y me calcé con zapatos de base de acrílico pero con taco chino. Elegante y cómoda a la vez.

Keiko llegó con sus padres y con Marga. Mientras los Yamura se acomodaban en el living del piso de su hija, me dediqué a preparar la mesa ya que era junto con la señora Azumi las únicas que estábamos vestidas para la ocasión. Mis novias quisieron darse una ducha y cambiarse mientras yo atendía a los invitados.

La señora Azumi no pudo con su genio y me ayudó en los preparativos. Después de disponer platos, copas, servilletas y cubiertos también me ayudó en la distribución de la comida encargada en diversas bandejas. Era un menú que mezclaba un poco de comida japonesa y árabe. Llevé las bebidas y una vez que estuvo todo dispuesto me senté a conversar con los Yamura después de haberles convidado con una copa de vino blanco.

-El señor Aihara le envía espaciales saludos- Dijo la señora Yamura.

-La recuerda muy especialmente. Se ve que le tiene mucho afecto- Agregó el señor Yamura.

-Si, es evidente que le caí bien- Respondí y luego pregunté-¿Cómo la pasaron? ¿Colmó el viaje sus expectativas?-

-Absolutamente. Fue una hermosa experiencia. Todo está muy cambiado pero los sitios lejos de las ciudades, los pequeños pueblos, siguen siendo mágicos- Respondió el padre de Keiko.

-Bueno, supongo que encontraron el monte Fuji en el mismo lugar- Ironicé

Rieron de la ocurrencia.

-En la segunda reunión en lo del señor Aihara estaban Yuzu y Mei. Son dos jovencitas extraordinarias. Mei es muy aplomada y segura de lo que hace, es muy seria. Yuzu es su complemento, es también una persona que sabe lo que quiere y como llegar a lo que quiere pero lo contagioso es su espíritu practico y su permanente alegría. Ojalá sean felices por siempre-

-Si, son dos personas extraordinarias. Y sus padres también tienen mucho que ver con eso. Ume-san y Shou-san han sabido acompañar los sueños de sus hijas- Dije y luego de un par de segundos que me quedé pensando agregué- Bueno, como ustedes lo han hecho con Keiko-

-Es muy amable de su parte- Manifestó la señora Yamura.

-¿Y cómo encontraron todo por aquí?- Pregunté.

-Excelente, fue una gran alegría reencontramos con los empleados de la empresa. Nos tenían preparado un lunch. Fue un momento muy emotivo. Y además saber que están muy contentos con la manera en que Keiko manejó todo durante nuestra ausencia-

-¿Ve? Eso es parte de lo que les decía sobre como la educaron- Opiné.

En ese momento llegaron mis novias vestidas elegantemente. Llamé a la señora Azumi que fiel a su costumbre de trabajar estaba haciendo por su cuenta un centro de mesa con flores.

-Le dije que usted era nuestra invitada. No quiero que trabaje hoy- Le dije mientras la llevaba del brazo a la mesa.

Después de que le acomodé una silla para que se sentara fui a la cocina y traje el florero y lo acomodé en la mesa.

-La señora Azumi-san que nos ha hecho más fáciles nuestras vidas hizo este arreglo floral. Debo felicitarla nuevamente pero hoy también está entre nosotros para homenajearla por su dedicación y honestidad- Dije mientras le tomaba la mano.

El señor Yamura y su esposa se levantaron de su sillas y la abrazaron. Lo mismo hicieron mis novias.

-Está usted muy elegante- Dijo la señora Yamura.

-Gracias, pero eso se lo debo a la señora Alexia- san que me ha prestado este vestido- Respondió la señora Azumi

-¡Bien, ahora a cenar que tenemos mucho que conversar!- Manifesté.

 

Capítulo 10

 Durante la cena se conversó bastante. Teníamos muchas cosas para contarnos. Los Yamura lo hicieron sobre los hermosos lugares que habían visitado y yo tuve que relatar con lujo de detalles mi aventura en España. El señor Yamura estaba impresionado.

-Usted sí que es valiente- Dijo.

-Y toda una aventurera- Agregó la señora Yamura.

La comida estaba excelente y los vinos que había llevado de mi bodega, excepcionales. Todos elogiaron la elección del menú y tras la cena nos mudamos a los sillones del living. En tanto tuve que frenar a la señora Azumi que ya pretendía ponerse a ordenar todo.

-Ya le dije, hoy usted es invitada y no va a trabajar- Le manifesté.

-¿Y quién va a limpiar todo esto?- Preguntó.

-Marga, Keiko y yo. Cuando todo termine-

-¿Les puedo ayudar? Así, como una más-

-Usted es incorregible-

E iba a dirigirme al living y volví sobre mis pasos.

-Vamos a hacer una cosa. Los Yamura se van a quedar a dormir esta noche en la habitación que les hizo Keiko. En estas reuniones solemos tener sobremesas muy largas, hasta bastante tarde y si quiere ayudarnos luego con la vajilla y esas cosas podrá hacerlo, “como una más” y además la invito a que también se quede en una de las habitaciones a dormir y mañana, después del desayuno puede irse con los Yamura cuando Keiko los lleve a su edificio. ¿De acuerdo?-

-¡Seguro!-

-Lo dicho. Usted es incorregible. Venga ayúdeme con las tazas de café y los dulces-

Llevamos los elementos para la sobremesa y los pusimos en una mesita ratona. Le dije a la señora Azumi que se pusiera cómoda y, de pronto, algo me cruzó la mente.

-¿Señora Azumi-san, dígame, ¿Cuánto hace que vino de Japón?-

-Unos cuantos años, yo era muy joven entonces-

La miré. En tanto me di cuenta que los ojos de Marga y Keiko estaban fijos en mí y supe que estaban adivinado lo que estaba por decir.

-¿Cuánto hace que no se toma vacaciones?- Le pregunté.

-No recuerdo. No las necesito-

-¿Usted cree? No solo las necesita sino que se las merece-

-Exacto- Afirmo el señor Yamura.

-¿Qué quiere decirme?- Preguntó la señora Azumi.

-Que estoy dispuesta a pagarle un viaje a Japón por un mes para que recorra su país y sobre todo descanse-

-Podría haber venido con nosotros- Dijo la señora Yamura.

-Lo dudo. Aparte del hecho de que recién se me ocurrió esta idea, si hubiera ido con ustedes se hubiera empeñado en atenderlos todo el tiempo y eso no hubiera sido descanso-

-Nada más cierto- Dijo el señor Yamura y agregó-Estoy dispuesto a colaborar con ese viaje-

-Nosotras también- Dijeron casi a dúo mis novias.

La señora Azumi no sabía que decir. Se había quedado muda de la sorpresa. Hasta que al fin recuperó el habla.

-No sé cómo agradecerles esto-

-No tiene por qué. Es al contrario. Le estamos agradeciendo su trabajo, su responsabilidad, su dedicación, su honestidad y su gran don de gente- Repliqué.

-¿Y qué debo hacer entonces?- Preguntó

-Primero, va a aceptar un regalo en dinero para que vaya a las tiendas de ropa que desee y se compre un vestuario para el viaje, fijamos la fecha y sacamos el pasaje, luego reunirá a sus chicas y les dejara todas la directivas que crea conveniente y para finalizar se toma sus merecidas vacaciones-

La señora Azumi estuvo a punto de llorar. Me acerqué a ella y la abracé.

-Gracias, gracias, gracias- Decía sin parar mientras yo la tenía entre mis brazos.

Me encaminé a la mesa ratona para servir el café mientras mis novias repartían los platos con dulces.

-¡Bien, un asunto arreglado!- Manifesté en voz alta.

-¡Sigamos con la fiesta!- Dijo Keiko.

El dialogo se reanudó cuando el señor Yamura a raíz de una pregunta mía comenzó a contar las diferencias que encontró en su país desde cuando lo dejaran. Manifestó que el bullicio y el ritmo enloquecedor de las grandes ciudades lo había obnubilado, pero lo que más le llamó la atención fue la creciente cantidad de Homeless que había y sobre todo de las comunidades de jóvenes que viven solos, escapados de su hogares. Aparte de ello hablo con alegría indisimulada de lo bien que la habían pasado en los pueblos pequeños, sobre todo en los que todavía se conservan las viejas costumbres rurales y las hermosas casas de madera.

-Eso fue como volver en el tiempo. A mi infancia- Afirmó.

Y la señora Yamura, volviéndose hacia la señora Azumi agregó.

-Debería ir usted a alguna de esas aldeas. Hay varias cerca de Tokio. Pasarse unos días allí es muy relajante. Le haremos una lista de nombres-

La señora Azumi estaba emocionada. Tal vez nunca fue objeto de tantas atenciones por su trabajo. Ya había sido muy gratificante para ella cuando, en lugar de ser solo la “señora que limpia” paso a comandar un grupo de diligentes empleadas, al mudarnos e instalarnos en Uruguay. Lo que, además es preciso decirlo, hacia con mucha autoridad y dedicación.

-He escuchado las noticias del otro lado del río- Dijo el señor Yamura.

-Lamentables- Respondí.

-Evidentemente en ese país son muy pocos los que tienen conciencia acerca de querer progresar, estudiar, trabajar y tener una vida digna- Insistió el padre de Keiko.

-Así es. Todo eso lo mató el peronismo, pero no ahora, lo mató hace muchos años, más de setenta. Lo que ocurre es que los corruptos, los inútiles, los fracasados se unieron al peronismo y lo conservan vivo a expensas de la gente, manteniéndola ignorante y pobre. Y esa gente los sigue votando por que a esta altura ya tienen el cerebro quemado. No hay marcha atrás. Es un país desquiciado- Manifesté.

-Podemos considerarnos afortunados- Dijo Marga.

-Huimos a tiempo- Agregó Keiko.

Se hizo un instante de silencio. Tal vez porque cada uno se quedó inmerso en sus propios pensamientos, o tal vez porque todos teníamos la boca llena de las delicias que teníamos de postre.

-El mundo está muy loco- Dijo el señor Yamura como si lo estuviera pensando en voz alta.

-Seguro- Afirmé.

-¿Usted cree que mejorará algo?- Preguntó el padre de Keiko.

-Definitivamente no- Respondí.

-Menos mal que tenemos nuestro refugio- Aseveró

 

 

Capítulo 11

 Promediaba el tiempo de un copita de coñac cuando volvió el tema del cuadro. El señor Yamura permanecía intrigado.

-¿De manera que la última versión es que los cuadros existentes son copias y del original no se sabe nada?-

-Así es, si los informes que le han dado a mi amigo Ricardo son veraces-

-¿Sabe usted? En alguna novela leí algo parecido. ¿No será en una suya?- Dijo el padre de Keiko dirigiéndose a mí.

-No, pues ya sé a qué novela se refiere. A una de mi amigo Ricardo. Se llamaba “Todo el poder todo el tiempo”-

-¡Exacto!- Exclamó el señor Yamura.

-Ahí, el tema era que había una disputa por un cuadro al que dos organizaciones religiosas muy influyentes le daban un valor especial. Una de esas organizaciones lo compró y la otra no tuvo mejor idea que secuestrar al pintor y hacerle hacer una copia para cambiársela a los que la tenían. Pero el pintor pinto dos copias, participó del “cambio” pero dejando una copia en lugar del original y les entregó a sus secuestradores la otra copia y se quedó con el original-

(Finalmente lo expliqué, pero ese no es el final de la novela, así que no la spoilé)

-Si, también la recuerdo. Una novela genial- Opinó la señora Yamura.

-¿Y aquí el pintor también se habrá quedado con el original?- Preguntó Marga.

-Si se la quedó es una inversión a largo plazo pues me temo que estará bastante tiempo internado y no tendrá como venderla…si es que alguien la quiere con semejante revuelo-

-Como lo dijimos una vez. Siempre habrá quien la quiera solo para sentarse delante de la obra y no compartirla con nadie- Dijo Keiko.

-Solo hay una forma de saber algo…y es si Ricardo logra entrevistar al pintor en el Instituto y si le contesta y si le dice la verdad- Aseveré.

-Convengamos que es una historia atrapante. ¿Cuándo escribió su amigo esa novela sobre los cuadros?-

-Allá por el 2014, creo-

-Se puede decir que fue un visionario-

-O como siempre se afirma, que la realidad supera a la ficción- Manifesté.

Ya se estaba haciendo tarde y los Yamura, que venían de su largo viaje y no habían descansado en una verdadera cama en bastante tiempo mostraban signos de cansancio por lo que les pregunté si no querían reposar.

-Una buena idea- Dijo el señor Yamura.

Keiko los acompañó hasta la habitación y en tanto la señora Azumi dijo que también estaba sintiendo sueño, entonces la llevé hasta la habitación de Keiko, tal como lo habíamos convenido. Una vez que los huéspedes estuvieron acomodados, mis novias y yo subimos al piso de Marga y acompañadas de otras tazas de café nos quedamos en el living observando el paisaje nocturno. El silencio era tan profundo que hasta se sentía el rompimiento de las olas. La negrura en el horizonte solo era interrumpida en partes por el reflejo en la atmosfera de la luminosidad de la ciudad de Buenos Aires. Tan cerca y tan lejos.

Me recosté en el sillón más grande y Marga me levantó las piernas y se sentó para luego acomodar mis piernas sobre las suyas y comenzó a acariciármelas. Keiko me levantó el torso y se sentó para luego acomodar mi espalda sobre su piernas. Me encantaba esa posición. Keiko me acariciaba el cabello y así nos quedamos un largo rato sin decir nada. Uno de esos momentos en que se siente que vale la pena vivir.

Como era lógico terminamos en la cama teniendo un poco de sexo, tranquilo, sin las clásicas locuras. Y como de costumbre despertamos con brazos y piernas enredados y algún dolor en las cinturas por la mala posición.

Me levanté y llamé a mis novias para desayunar. Keiko pasó por su piso para avisarles a sus padres y a la señora Azumi, que estaba el desayuno ya que ella iría a la empresa y aprovecharía a llevarlos a todos.

Mientras degustábamos el café matinal con facturas, pan, manteca y mermeladas seguimos hablando, pero no de la cuestión de los cuadros ni de política, sino de cómo nos llevábamos como comunidad.

-Siempre tuve un buen ambiente en la fábrica. Traté de propiciarlo dando a mis empleados el mejor sueldo que les podía pagar, teniendo atenciones especiales, regalos, reuniones relajantes, dando valor a sus opiniones y me sentía muy contento del efecto logrado, pero creo que aquí, con un ambiente más grato, con menos preocupaciones externas y seguridad en el empleo, todo ha mejorado mucho más de lo que me imaginaba- Comentó el señor Yamura.

-El ambiente exterior es importante, pero lo que nos mantiene como una comunidad es la química entre nosotros. Sobrevivimos a Sudacalandia, ¿Cómo no íbamos a estar mejor en Uruguay?- Dije.

-Es cierto, somos buenas personas- Dijo la señora Yamura.

No intenté disentir con la madre de Keiko por que la respeto, pero me pareció un poco exagerado lo de “buenas personas”. Creo que somos lo que somos, tal vez el producto del ejemplo recibido, tal vez un poco de sentido común, pero el mundo es muy agresivo y uno hace lo que cree correcto para sobrevivir. Y, en ocasiones, también se puede chocar con otros estilos de vida que, graciosamente, consideramos siempre equivocados y nefastos.

Una vez que despedí a todos en la puerta del edificio subí a mi piso. Las dos señoras que llegaron para la limpieza se pusieron a trabajar y yo me refugié en mi estudio. No pasó mucho tiempo para que sonara el teléfono.

-¡Hola reina!- Dijo un voz conocida.

-Amigo, ya te estaba extrañando- Respondí.

-Si, por eso te llamo-

-¿Alguna novedad de tu misterio?-

-No mucha. Estuve con el pintor. Me dejaron hablar con él pero no quiere largar prenda. Esta mudo. El único momento en que dio señas de estar vivo fue cuando le pregunté por el original. El tipo se puso algo nervioso, lo noté, pero lo disimuló enseguida. Dijo que eso era una fantasía, que el original es el que quedó apoyado en el piso del museo y que no alcanzó a llevarse por que sonó la alarma-

Mientras me hablaba Ricardo yo pensaba…

-El pintor dice que el cuadro en el museo es el original, la versión oficial de las autoridades dicen que el que ahora está colgado es el original. Si tu amigo no te está mintiendo. ¿No te suena un poco rara la coincidencia?-

-Rara…¿Por qué?-

-Porque puede haber una complicidad entre alguien del museo y el pintor-

-¿Para qué?-

-¿Cómo para qué? Estas lerdo hoy. Para quedarse con el original aprovechando una situación que les vino como anillo al dedo-

-¡Ah! ¡Como en “El socio del silencio”!-

-Exacto-

 

Capítulo 12

Después que cortamos la llamada me quedé pensando. Era cierto que la idea de la responsabilidad de alguien dentro del museo había brotado de mi loca cabeza de novelista pero ahora sentía que no podía dejarla de lado. Estuve devanándome los sesos toda la mañana sin llegar a ninguna conclusión. Por lo tanto me puse a trabajar en algo que me fuera productivo. Algo así como seguir ordenando mi biblioteca y clasificar notas y documentos que había utilizado para algunas de mis novelas.

Estaba cerca del mediodía cuando decidí pasar por una de las galerías que comercializan mis cuadros. En realidad les debía la visita pues días atrás habían logrado hacer una interesante venta a unos empresarios suizos que también me conocían por mi trabajo literario. Esta galería esta ubicaba en uno de los barrios más selectos, en la punta de la península, sobre la calle Puesta del Sol, en una hermosa casa del más puro estilo modernista racional. Adriana, su dueña, salió a recibirme personalmente en cuanto me abrieron el portón de entrada. Nos dimos un abrazo y tomadas de las cinturas nos dirigimos al interior.

El enorme living tiene amplias ventanas con una vista privilegiada pues da a ambos lados de la península, sobre todo porque la vivienda está ubicada en una zona alta. Del living pasamos a la oficina y Adriana me invitó a acomodarme en uno de los mullidos sillones. Llamó a una empleada y ordenó que nos traigan alguna bebida refrescante y masas.

-Bien. Te puedo asegurar que la venta que hemos hecho es una de las más grandes de nuestra corta historia como galería- Me dijo.

-Me alegra que así sea, por ambas- Expresé.

-Si. Yo sabía que hay un toque muy especial en tus pinturas. Me dijiste que en una época te negabas a venderlas, pero, ya ves, hay mucha gente dispuesta a pagar por ellas-

-Aquella época de negación ya pasó y además…hay que vivir-

-Y vivirás muy bien. Te estas cotizando fuerte-

Dicho esto me mostró las fotografías que había tomado de las obras elegidas. Eran ocho y tal como me relató iban a ser ubicadas en los despachos principales de una empresa suiza dedica a la farmacología.

-Ya las tengo todas embaladas y listas para enviar, ven, te muestro-

Se levantó del sillón y la seguí. Pasamos por un corto pasillo a una sala en donde estaban ubicadas todas las pinturas que no tenían en exposición y allí estaban las mías, protegidas por un armazón de madera debidamente cerrado con cinchas metálicas. Observé el lugar. Apoyados sobre una de las paredes había tres envoltorios de madera con sellos impresos sobre una de las caras. Me acerqué y los mire detenidamente. Estaba en eso cuando Adriana se paró a mi lado.

-Ayer me llegaron esa tres cajas. Venían a mi nombre pero no sé de qué se trata. En un mail me pedían que las mantenga unos días hasta recibir órdenes. Según el detalle aduanero se trataría de pinturas pero en el mail también me pedían que no las abra y las entregue a una persona que vendría a buscarlos-

-¿No te parece sospechoso?- Le pregunté.

-No me digas que tú mente de novelista ya vio una conspiración-

-Ja, no…las conspiraciones vienen solas hacia mi-

Moví una de las cajas y la noté pesada pero sin exagerar. La miré a mi anfitriona y dije

-En serio. ¿No temes que sea algo ilegal?-

-¿Cómo qué?-

-Una pintura robada. O tres según parece-

-Bueno, alguien que se robara una pintura o la escondería o si quiere llevarla a otro país la lleva oculta consigo-

-Con el riego de que lo revisen. Y… digamos que lo hace a la vista de todo el mundo. Todo legal, por la vía correcta, puede decir que son pinturas de cualquier desconocido y tratarse de algún cuadro famoso digamos…La Gioconda-

-Reitero, tienes demasiada imaginación-

En ese momento sentí algo así como un flechazo en el cerebro. Me quedé unos segundos en silencio observando las cajas. Adriana me miraba intrigada.

-¿Y bien?- Interrogó.

Sin responderle tomé una cinta métrica de una mesa y medí las cajas. Confirmé lo que me había parecido a simple vista. Una caja era el doble de ancho que las otras dos.

-¿No se te ocurrió hacer una radiografía de estas cajas?-

-No, para nada-

-Pero se suele hacer-

-Si, claro. Para verificar la autenticidad de una obra, pero habría que sacarlas de las cajas-

-No, eso no. No podríamos desembalarlas-

-¿Me podes decir que es lo que estás pensando?- Preguntó Adriana ansiosa.

En ese momento llegaron los empleados del correo a hacerse cargo de mis pinturas y personal de la galería se ofreció a ayudarlos por lo que el salón se llenó de gente.

-Ocúpate de controlar esto y luego vamos a tu oficina- Le respondí.

Hecho el trámite de cargar las obras y firmar todos los papeles, una vez que el camión salió a la calle, Adriana me tomó de la mano y fuimos a su despacho.

-¿Qué crees que está pasando?- Volvió a interrogarme.

-¿Estas al tanto de las noticias?-

-Mas o menos-

-¿Oíste sobre el robo de “El jardín de las delicias”?-

-Algo, pero creo que está todo aclarado. El museo recuperó la obra-

-Según tengo información de lo que estimo es una buena fuente el cuadro que ahora está colgado en el museo es una copia y ellos lo saben pero lo ocultan-

Adriana palideció de tal manera que no podía adivinar si era por la sorpresa o porque era cómplice. Me metí en un lio, pensé en ese momento.

Ella adivinó mi pensamiento.

-Te juro que no tengo nada que ver con ello. Y ahora me veo en un lio porque si se descubre nadie me va a creer como vinieron a mi-

-Primero deberíamos saber si en realidad es lo que pienso. Si me equivoco te asusté en vano, pero si pudiéramos confirmarlo estas en un brete. Si lo haces pasar como te pidieron, tal como dices te podrían considerar una cómplice o si haces la denuncia no sabemos si los delincuentes puedan tomar represalias-

Adriana temblaba, se desplomó en un sillón, trató de tomar un vaso de gaseosa y casi la derrama por el temblor en la mano. Si no estaba actuando en realidad era inocente. Aunque todavía no sabíamos si yo tenía razón.

-¿Conoces a algún radiólogo de extrema confianza que pueda sacarles una radiografía?- Le pregunté.

-Si, el doctor Diaz, tiene un laboratorio aquí cerca. Alguna vez me ayudó pero tal vez sospeche porque no quiero sacar los cuadros del embalaje-

-Creo que debemos verlo- Aseveré.

 

Capítulo 13

 Adriana llamó al doctor Diaz y le pidió poder sacar, en estricto secreto, unas radiografías a las cajas. Como había entre ellos una cierta amistad, el profesional no tuvo reparos. Entre ella y yo cargamos las cajas en su camioneta y partimos. Por suerte el instituto del doctor Diaz estaba a pocas cuadras y llegamos en minutos. A sugerencia mía entramos en el estacionamiento y recién allí bajamos nuestra carga.

El doctor en persona nos ayudó. Se sorprendió al verme ya que era admirador de mi literatura, pero afortunadamente no se puso pesado. Colocamos las cajas en el aparato de rayos X y, de a una, las fuimos radiografiando. El resultado confirmó mis sospechas. La caja principal contenía el centro de la obra y las otras dos los laterales. Evidentemente se trataba del tríptico completo de El Jardín de las Delicias.

-Sorprendente- Dijo el doctor Diaz.

Adriana se acercó a él y le dijo.

-Espero que conserves lo que has visto en el más absoluto secreto hasta que pueda resolver esto que parece una equivocación-

-Una tumba. Pero mantenme al tanto. Me preocupa que tengas algún problema-

Volvimos a cargar los paquetes en la camioneta y salimos para la galería.

-¿Confías en él?- Interrogué a Adriana.

-Si. Es un buen amigo y me ha cubierto algunas veces en unas “viejas aventuras mías”-

-Me sorprendes. Te imaginaba una señora seria-

-Ja, ja. Todas tenemos historias- Respondió y reímos.

Una vez en la oficina Adriana me preguntó.

-¿Y ahora como seguimos?-

-Te voy a decir lo que tengo pensado. Marga, una de mis novias tiene a un importante comisario como cliente y le voy a pedir si podemos hablar con él. Mi idea es hacerle conocer lo que pasa y pedirle que vigile tu galería. Cuando vengan a buscar los cuadros les damos los datos del vehículo y que los sigan, luego como si fuera por algo accidental, como una infracción de tránsito, por ejemplo, detienen el camión e inventan alguna excusa para revisarlo, comprobar que estén las pinturas y mientras tanto los hacen hablar, sobre todo para saber dónde debían entregarlas. El tema es que parezca algo totalmente fuera de una investigación, sin que te involucre. Luego, el comisario decidirá qué hacer con los datos obtenidos-

-Eres una genia, ¿Sabías?-

-Yo no, pero mis lectores si lo saben- Respondí.

De inmediato llamé a Marga. Le dije que tenía que pasar por su oficina pues debía decirle algo personalmente y evitar el teléfono. Intrigada me dijo que me esperaba. En poco tiempo estuve frente a ella, en su oficina y relatándole todo lo que había sucedido. Incluida mi idea de solicitar ayuda a su cliente, el comisario.

Marga llamó al comisario y le pidió que pasara por su oficina. El hombre, muy educado y atento se hizo presente y nuevamente tuve que contar la historia y mi idea.

-¿Usted está segura que su marchand no tiene nada que ver?-

-Segura no, pero fue muy colaborativa y si conozco algo de las personas creo que estaba aterrada por que la involucren en algo que no tenía que ver-

-Bien, voy a tomarle la palabra, con las reservas del caso, pero haremos como usted dice. Pondré una consigna frente a la casa. En cuanto pasen quienes vengan a buscar los bultos nos avisan por teléfono y los seguimos, el resto déjelo por cuenta nuestra-

Y así quedamos organizados. Durante dos días no pasó nada. Ya me estaba preocupando cuando recibí un llamado de Adriana. Hacia pocos minutos que un camión de mudanzas había retirado las cajas y un vehículo particular de la policía partió tras ellos.

Al rato me llamó Marga. El comisario le había avisado que el camión fue detenido por pasarse un luz roja en la esquina de Gorlero e Inzaurraga. Me dirigí hacia allí lo más rápido que pude pero cuando llegué el hecho estaba concluido. Marga volvió a llamarme. Los dos ocupantes del vehículo se habían puesto muy nerviosos e incluso quisieron emprender la fuga lo que obligó a los policías a detenerlos, revisar el camión e incautarlo con las pinturas en su caja.

No pasó más de dos horas cuando los sujetos declararon que fueron contratados para llevar esa carga a una casa en Punta pero desconocían el nombre del cliente. De todas maneras el comisario obtuvo la dirección y decidió pedir una orden a un juez para hacer un allanamiento. Llegué a la comisaria justo en el momento en que salían para el operativo y los seguí de lejos.

No voy a develar la dirección pero se trataba de una enorme mansión en lo más selecto de la ciudad. La policía irrumpió en el sitio sin dar tiempo a que nadie fugara por lo que lograron detener a dos personas. No les pude ver las caras pues los sacaron encapuchados. Una vez que se los llevaron el comisario me vio desde la distancia y se acercó a mi vehículo.

-No creo que estos dos tipos tengan nada que ver, son custodios de una empresa de vigilancia con la orden de cuidar la casa y recibir la carga pero aparentemente no tienen idea de que había en las cajas. De todas maneras cantaron el nombre del dueño y me pondré a ubicarlo. Ya decidirá el juez que hace con ellos. Solo tengo que expresarle mi gran agradecimiento- Me dijo y marchó con su personal.

Me quedé sentada un rato tratando de adivinar qué era lo que había pasado. Todavía me carcomía la duda acerca de la autenticidad del cuadro. ¿Sería el incautado el original o se trataba de otra copia? Llamé a Marga y le dije que le trasmitiera al comisario que intentara ubicar un experto para que lo revise y determine su autenticidad. El mensaje le llegó al policía. Esa noche, cuando comentábamos los sucesos mi novia me informó que su cliente, el comisario, ya había pensado eso y estaba a la búsqueda del experto. Se me ocurrió que debía informarle a Ricardo pero tuve temor de que la llamada fuera interceptada de alguna manera y no lo hice.

Y no hubo más novedades por unos días. Como siempre, después de alguna aventura, todo volvió a la calma.

Pero ahí no terminó todo. El comisario finalmente había conseguido un experto en Montevideo y le hizo ver la pintura. Lo que dictaminó en cierta manera me asombró, aunque me alegró por que no iba a dejar al comisario como un incompetente. En definitiva el cuadro era el original. Y el experto lo aseveró pues tenía la experiencia suficiente. Era español y había trabajado en su cuidado hacía varios años atrás en el Prado.

El comisario estaba exultante pero antes de dar la noticia intentó detener al propietario de la casa en donde iba a ser entregada la obra. En eso no tuvo tanta suerte. El sujeto se había fugado del país al conocer los acontecimientos que llevaron a la detención de los dos guardias y la requisa del camión. Por medio de Interpol se hizo un pedido de captura internacional. Mientras tanto los medios se enteraron del hecho y pronto se convirtió en tapas de diarios, notas en los medios televisivos y en los portales de noticias en Internet.

El tema fue que en el Museo seguían insistiendo con que el original era el que estaba colgado aunque comenzaron a cuestionarse dicha aseveración cuando se supo que el experto era una persona que no jugaba con su prestigio y sobre todo porque muchos, en el museo, lo conocían.

El cuadro siguió bajo custodia de la justicia hasta que lo determinara el juez. Un día me llamó Ricardo para contarme que, en medio de un extraño silencio periodístico habían renunciado varios personajes importantes del museo.

 

 

Capítulo 14

 La renuncia de varios empleados de alta jerarquía del museo incluyó a su director, no por que fuera culpable de ningún delito sino porque no toleraba que hubieran sucedido los anteriores acontecimientos sin que lo supiera. Ricardo tenía la lista completa de los renunciados y me la pasó por mail por si reconocía a alguno y si se podía asociarlos a nuestros “conocidos” de Andorra. Pero eso era imposible pues en ningún momento habíamos conocido el nombre de ninguno de ellos.

Pero yo seguía rumiando ideas. Hasta ahora sabíamos que el verdadero cuadro había sido robado. Que habían dejado una copia en su lugar. Que el falsificador de la obra estaba internado en un neuropsiquiátrico y que además le había mentido a mi amigo y tal vez también a las autoridades. Pero era una falsedad que obviamente no iba a resistir mucho tiempo ya que cualquier experto podía decir que lo que pasaban por el original era una copia, salvo que hubiera una conspiración que abarcaba a los expertos del museo, en la cual seguíamos sin saber si el amigo de Ricardo estaba involucrado. Al menos parecía que no porque fue el único que no renunció.

El falsificador se sentía seguro porque lo protegía una pantalla de corrupción. Claro, hasta que estalló el escándalo. ¿Hablaría ahora? Yo creía que no lo haría, total que lo habían internado en un sitio agradable donde comía y dormía mejor que en su pocilga. Si lo tomaban por loco tanto mejor. De todas maneras la justicia ya sabía que era un mentiroso y corría peligro de ir a parar a una cárcel, donde tampoco la pasaría tan mal pues es sabido que las cárceles en España son limpias y bien mantenidas a diferencia de los agujeros mugrosos que son en Sudamérica.

El juez interviniente en Uruguay finalmente liberó el cuadro que fue enviado con todas medidas de seguridad posibles a su hogar. Se avecinaba un juicio en la Madre Patria donde estaban acusados varios directores y el pintor. Seguramente llevaría varios meses y eso nos daba tiempo para relajarnos un poco. Pero nada se sabía de la “conexión Andorra” y ni Ricardo ni yo íbamos a abrir la boca.

Ese tiempo de relajación me sirvió para poner a la señora Azumi en un avión a Japón. Lo digo así porque nuestra estimada colaboradora no quería abusar de nuestra generosidad, hasta que logramos convencerla. Yo misma la acompañé a Montevideo y estuve con ella hasta el momento de abordar el avión. Se le escaparon algunas lágrimas al despedirse lo que me motivó a decirle

-No se preocupe, disfrute. Que cuando regrese vamos a estar todos aquí todavía esperando que vuelva a sus funciones-

Y luego de darle una palmadita en el hombro la besé en ambas mejillas.

Al verla caminar por la rampa de abordaje me sentí mejor. Al fin estábamos haciendo una buena acción con esta señora que tanto lo merecía.

Y volví por enésima vez a mi rutina. O traté. Porque la investigación del caso continuaba en Uruguay y el comisario, Adriana y yo fuimos convocados a declarar y dimos nuestra versión tal cual lo habíamos combinados con el policía que en su declaración tampoco mencionó nada que pudiera involucrarnos. Solo dijo que había sido avisado por nosotras pues habíamos tenido la sospecha sobre el envío de los cuadros a raíz de las noticias que llegaban de Europa. Y que la artimaña de hacer aparecer la detención del camión solo como un como un incidente de tránsito era para protegernos ante cualquier eventual intento de venganza.

El juez dio por terminado nuestro testimonio pero también liberó a los dos choferes y a las dos personas que estaban en la casa pues luego de intensas investigaciones llegó a la conclusión de que no tenían conocimiento de la carga del vehículo, los primeros y los otros estaban custodiando la casa pues eran empleados de una empresa privada de vigilancia.

De todas maneras le pidió al comisario que los vigilara unos días y el reporte de ese seguimiento fue que habían vuelto a su actividades normales. Sobre el dueño de la casa siguió pesando el pedido de captura internacional pero nunca supimos su verdadero nombre aunque el comisario dejó deslizar que se trataba de un “pez muy gordo”.

En España el juicio también fue rápido. El juez local liberó a los especialistas pues lo único que les pudo adjudicar era que habían mentido para proteger su trabajo, lo cual no constituía un delito, aunque con ese antecedente les iba a resultar difícil conseguir otro trabajo. En cuanto al Director fue repuesto en su cargo con severas advertencias sobre su idoneidad en vistas al futuro.

O sea que, salvo el pintor, que continuaba mudo, nadie quedó tras las rejas. El cuadro original fue devuelto a su sitio y del supuesto cerebro del engaño no había noticias. Y el “experimento” de Andorra continuaba en el misterio. Ricardo me confirmó que los investigadores habían tratado de ubicar el celular del aviso pero estaba desaparecido. Apagado o inutilizado tal vez.

Pero el caso continuaba persiguiéndome. Y fue cuando recibí un mail en mi cuenta pública, esa en la que mis seguidores me elogian constantemente, bueno…tan constantemente no. Como en esta cuenta recibo mensajes de todas partes del mundo, donde me conocen por supuesto, abrí el mail y me fui sorprendiéndome a medida que lo leía.

“Distinguida señora. Me he enterado que apareció el original del cuadro El Jardín de las Delicias, allá por sus dominios lo que me sorprendió sobremanera. Mi nombre es Aníbal Hersch y he tenido el grato placer de conocerla en extrañas circunstancias en un lugar montañoso que no voy a mencionar. Tuvimos una agradable charla sobre un experimento psicológico que, cuando lo pensé y lo llevé a cabo creía que era una idea genial hasta que todo se desmadró. Como usted sabe despachamos a todos los cobayos de regreso a sus casas pero uno de ellos, al parecer, se tomó el asunto muy en serio y pintó la copia del cuadro y hasta tuvo la osadía, con ayuda interna creo, de tratar de cambiarlo en el museo. Al principio creí que no lo había logrado y me quede tranquilo, pero luego escuché todas las noticias que se sucedieron y realmente temí quedar involucrado en un delito. Como el caso se cerró y no he sido citado, ni yo ni mis ayudantes para declarar, estimo que nadie sabe lo que sucedió realmente y que usted y su amigo han guardado silencio. Pero es mi deber contárselo a usted. El pintor en cuestión luego que verdaderamente hizo el cambio estuvo tratando de contactarnos. La notica llego, por pura casualidad, a alguien a quien conozco y yo evité, de todas maneras que nos pudiera ubicar. Por ello cuando fue detenido en un operativo antidroga declaró lo que declaró para que nosotros apareciéramos, al menos eso estimo. No sé cómo, pero según parece tenía el cuadro original a buen recaudo y lo que encontró la policía en el allanamiento era solo otra copia. Como llegó el original a Sudamérica lo ignoro. Se que la policía anda detrás de un pez gordo al que, quien tenía la custodia del cuadro se lo ofreció y este hombre, millonario, lo compró, con tanta mala suerte, que, usted debe conocer mejor la noticias, el camión en donde lo llevaban se pasó un semáforo en rojo. Ni yo, ni ninguno de los colegas que participamos del experimento tenemos algo que ver. Agradezco su discreción. Este experimento fue una mala idea y espero que tampoco trascienda pues sería el fin de mi actividad psiquiátrica. Atentamente. Aníbal Hersch”.

 

 

Capítulo 15

 Después de leer semejante declaración me pareció conveniente como se suele decir “poner los puntos sobre las ies” y le respondí al doctor (o loque fuera) Hersch.

“En principio me asombra por tomarse el trabajo de contarme todo esto. Lo único que puedo pensar es que es con la intención de mantenernos callados a mí y a mi amigo. Por mi parte no pienso abrir la boca y no porque usted me lo diga sino porque no me interesa. En cuanto a mi amigo, tendrá que tratar usted con él. Voy a tomar como cierto que lo único que hizo usted es una gran tontería “en nombre del ciencia”. Me tiene absolutamente sin cuidado si usted se convierte en el hazmerreír de la comunidad psicológica, francamente no creo que sus colegas psicólogos sean mejores que usted, en fin, que son una banda de charlatanes. Y si me está mintiendo y usted es el cerebro de una banda que se tomó semejante trabajo para robar un cuadro le cuento que con mucho menos que todo lo que hizo se puede ser más efectivo, hay montones de ejemplos de ello en la historia. Por lo que le agradezco su tiempo. No intente otra pavada como esta y limítese a atender histéricas millonarias en su consultorio que con un Clonagin al día las mantiene atontadas”

Y así se cerró definitivamente el capítulo del robo de El Jardín de las Delicias. Ricardo me llamó diciendo que había tenido una reunión en el Café de Oriente, en Madrid, con el individuo que hablara con él en Andorra (que no era el que conversó conmigo como lo recordareis) y ese sujeto le expresó más o menos lo mismo que me escribió el doctor Hersch. Como Ricardo había decidido escribir la novela sobre el asunto solo le prometió que cambiaría los nombres, los lugares y los detalles que fueran necesarios para no involucrar a nadie. Incluso me dijo que no mencionaría que hubo una mujer involucrada aunque me preguntó si estaba de acuerdo y le contesté afirmativamente. Creo que va camino a otro best-seller.

Volví a mis libros y a mis pinturas. Pero sobre todo a mis novias. La comunidad sigue siendo una maquina bien aceitada. Marga continua haciendo interesantes negocios inmobiliarios y Keiko ha logrado nuevos mercados para sus productos lo que sigue haciendo muy feliz a su padre, no por las ganancias sino por el orgullo de tener una hija tan diligente y los empleados de la empresa también siguen felices de saber que pueden soñar con un futuro.

Lo que me lleva a pensar nuevamente en la otra orilla, ese país poblado por ignorantes y cobardes. Ese país que esta ante la disyuntiva de elegir entre dos desgracias y no tiene otra salida si quiere respetar ese opio llamado democracia. Ese engaño vil que, como la religión, convierte a las personas en esclavos de los poderosos y de su propia idiotez.

La noche del día en que se terminó de resolver el tema del robo del cuadro, mis novias y yo nos quedamos haciendo sobremesa en las reposeras del balcón. La temperatura estaba agradable y el café reconfortante.

-Mañana vamos a Kitty´s y nos olvidamos de todo- Dijo Marga.

-Una buena borrachera nos vendría bien- Agregó Keiko.

-Si, pero alguien tiene que manejar de regreso- Objeté.

-Entonces podemos cambiar por una mateada con medialunas en la playa-

-Eso está mejor. Sobre todo porque podemos volver caminando- Opiné.

Y nos quedamos en silencio. No sé en que estaban pensando mis novias pero yo me quedé meditando sobre lo afortunadas que somos.

La señora Azumi continuaba su viaje por Japón y cada tanto me enviaba fotos y videos de los sitios que visitaba. En tanto yo hacía visitas más frecuentes a lo de Adriana quien se había convertido en mi marchand más activa ubicando varios cuadros míos en Europa.

-Zafamos de buena- Dijo una vez, refiriéndose al tema del robo del cuadro.

-Es increíble que justo haya pasado yo por aquí y que se me hubiera ocurrido que podría tratarse de esa pintura- Afirmé.

-Te estaré eternamente agradecida pues estaba envuelta en un delito sin saberlo. ¿y se sabe quién iba a recibir el cuadro?-

-Nada. Y el comisario que suele ser bastante hablador para darse importancia, en este caso no dice ni media palabra-

Y así, fue que se hizo costumbre que algunas tardes pasara por lo de Adriana a tomar el té y charláramos de arte y otros temas. No sé si ella albergó en algún momento la fantasía de tener una más profunda relación conmigo pero se convirtió en una verdadera amiga además de nuestro vinculo profesional.

Y entre todo eso se avecinaban las elecciones en Sudacalandia. No tenía pensado ir a votar pues ambos candidatos me parecían poco menos que impresentables, pero, con el paso del tiempo, me di cuenta que debía hacerlo. Aunque no me gustara decidí dar mi apoyo a Milei. La feroz, aterradora, (para los cobardes) y rayana en la delincuencia, campaña que hizo el candidato Massa ayudado por una caterva de mafiosos de la política llegados de Brasil y enviados por otro impresentable como Lula, me convencieron. Después de todo se trata de echar para siempre al peronismo y todas sus metástasis cancerosas. Mis novias que al principio albergaban el mismo deseo de no votar, coincidieron conmigo. De manera que nos inscribimos en el padrón de votantes en el exterior en un local de la Cancillería en la Avenida Costanera y Avenida del Cabildo, cerca de la Parada 16, o sea, no muy lejos de casa.

Un día aparecieron por Punta, Adela, su novia Brenda y la otra parejita, Paula y Emilia. Se habían alojado en un hostal en el centro y supe que habían cruzado el rio cuando la hija del arquitecto Castaño me llamó por teléfono. Evité por completo invitarlas a que se quedaran en el edificio. Por el contrario me reuní con ellas para almorzar en el comedor del Conrad y las paseé unas horas por ambas costaneras y la ciudad, con una de las camionetas de la empresa de Keiko.

Estaban exultantes. Se alegraron muchísimo de volver a verme personalmente ya que cada tanto sostenía reuniones virtuales con todo el grupo de alocadas princesitas. Esa noche fuimos todas, incluidas mis novias, a cenar en Kitty´s. no podían creer la manera en que nos recibieron con un fuerte aplauso de los parroquianos al vernos entrar.

-¿Siempre es así?- Pregunto Adela.

-Si, venimos de vez en cuando pero nos tratan como celebridades- Respondí.

-A ella la tratan como celebridad, nosotros somos solo las damas de compañía- Dijo Marga riéndose.

En medio dela cena no pude dejar de interrogarlas.

-¿Y bien? ¿Cómo andan esos amores?-

-Genial. Estamos todas muy enamoradas, además con proyectos de vida. Y no podemos olvidar que se lo debemos a usted- Respondió Paula.

-Se lo deben a ustedes mismas por que tuvieron el valor de luchar por lo que quieren- Afirmé.

Y al final de la Cena brindamos con champagne. Dos días después regresaron a su país. Me dieron una gran felicidad. Al menos parecían parejitas consolidadas.

 

 

Capítulo 16

 El domingo fuimos a votar tal como lo habíamos planeado. La temperatura estaba agradable y el cielo despejado. Salimos temprano y decidimos ir caminando. El acto de sufragar fue rápido. No eran muchos los argentinos anotados. Una a una pasamos las tres, verificaron nuestros datos, ingresamos al cuarto oscuro, tomamos la boleta de Milei , la pusimos en el sobre y luego en la urna. A media mañana estábamos de regreso en casa.

Preparé el mate y salimos al balcón. Nos acomodamos en las reposeras y lo tomamos acompañados de unas facturas que compramos en el camino de regreso. Nos sentíamos satisfechas por la decisión tomada.

Es cierto que había cosas de Milei que no me gustaban. Lo veía un tanto exacerbado y tenía ideas delirantes pero compartía su visión, y la de su candidata a vicepresidenta acerca de los permisos para portar armas y el hecho de que en los años setenta en Sudacalandia había habido una guerra de la cual muchas víctimas eran ignoradas, precisamente la de aquellos asesinados por los terroristas de izquierda y la afirmación de que la cifra de 30.000 desaparecidos era una farsa. Y como Milei, haciendo verdad esa teoría de que todo candidato aunque sea extremo, conforme se ve más cerca del poder se vuelve de centro, cada vez parecía más razonable, empecé a verlo con mejores ojos y más aún cuando vi la feroz e inaceptable campaña de miedo lanzada por el candidato oficialista Massa, un arribista, traidor y mentiroso, que se pasó la vida haciendo volteretas para subir un escalón en el poder y llegar a presidente. Campaña que, dicho sea de paso, nunca había sido tan virulenta contra un candidato presidencial, y que llegó esta vez desde Brasil con especialistas enviados del presidente Lula, otro populista impresentable, y que seguramente cobraron fortunas pagadas con la plata de los impuestos que el gobierno le saca a los argentinos.

Por eso me fui volcando cada vez más a votar al candidato opositor. Al fin y al cabo era “el mal menor”. Jamás votaría un peronista, así que Massa no era opción. No soy militante, ni ideologizada ni políticamente correcta, lo saben bien mis lectores, y no me trago las mentiras de los brasileños aunque estuvieran basadas en pavadas que dijo Milei cuando ni soñaba con ser presidente.

Es cierto que una vez que esté en el poder le harán la vida imposible. Solo espero que quienes lo hayan votado sean capaces de defender ese voto aunque sea a palos. Y, por ahí, si hay que andar a los tiros, sería una buena excusa para cruzar el rio.

Dicen que una nueva era se abre en Sudacalandia. Quisiera ser tan optimista pero tengo allí mucha gente que quiero de alguna manera y no me gustaría que sufran.

Veremos que depara el destino, aunque no tengo mucha esperanza.

En cuanto a la comunidad que armamos en Uruguay puedo decir que se está consolidando cada vez más. Ocurre que algunos hechos que suceden de casualidad o, al parecer por única vez, se van convirtiendo en una hermosa costumbre. Me refiero a que cuando los empleados de la empresa del señor Yamura y, es justo decirlo, de mi novia Keiko decidieron hacer un asado para festejar el regreso del matrimonio Yamura no estaba pensado qué se repetiría domingo a domingo. Y eso fue lo que sucedió. Por supuesto que fuimos invitadas de honor en ese evento que comenzó a realizarse en la terraza del edificio donde todos viven o en la gran cochera de la planta baja si el clima no era propicio.

Se convirtió en una gran reunión de camaradería de gente que estaba muy agradecida al hecho de que el señor Yamura pensara en ellos cuando se decidió la mudanza y ahora todos no solo gozan de buenos sueldos, un empleo seguro, una hermosa vivienda cerca del lugar de trabajo sino que además disfrutan de los beneficios de mayor seguridad económica y personal.

A esa reuniones solía llevar mi guitarra y acompañada de dos jóvenes del plantel de la empresa tocábamos algunos temas musicales al finalizar la comilona. Se bailaba, se dialogaba, se reía, se disfrutaba de la vida como debe ser, con la dignidad de un trabajo, posibilidad de salud y educación para los hijos y sin pedir nada a ningún gobierno de turno.

En suma, una vida normal. 

Todos, incluidas nosotras, ayudábamos en preparar la mesa, hacer la ensaladas, ayudar a los parrilleros y luego levantar y lavar cubiertos y vajilla. Los empleados amaban a Keiko y por extensión a Marga y a mí porque no nos considerábamos superiores a ellos. Respeto y armonía era la consigna.

En ocasiones me encantaba tomar un vaso de vino y apartarme del bullicio, recostada sobre una de las barandas de la terraza y observar al grupo desde cierta distancia. En aquel momento pensaba en todas las vicisitudes que vivimos con mis novias en todos estos últimos años. Disfrutaba de haber podido llegar a esta instancia de felicidad y necesitaba, mientras sorbia lentamente de mi vaso, refugiarme en mi interior para sentir que no todo está perdido. Que hay gente buena, honesta, agradecida y trabajadora que no está pensando en cómo sacar ventajas del prójimo.

En medio de este periodo de tranquilidad se produjo el regreso de la señora Azumi. Habiendo confirmado el día de su llegada fui a esperarla en Montevideo y volvimos a nuestro lugar en el mundo en taxi aéreo. Cuando la vi aparecer por el pasillo llevando su valija con rueditas casi no la reconozco. Debo confesar que estaba esplendida, incluso se la veía rejuvenecida.

Cuando llegó junto a mí nos abrazamos con entusiasmo.

-¡Fíjate, que guapa estas!- Le dije

Ella estaba emocionada y no dejaba de apretarme con sus brazos.

-Las extrañe mucho- Manifestó

-Pero supongo que la pasaste bien-

En ese momento me di cuenta que la estaba tuteando.

-De maravilla- Respondió mientras seguía sin soltarme la mano.

-Bien vamos, que todavía te queda un ratito de andar por las nubes- Dije mientras tomaba su valija y nos encaminábamos a la pista donde nos esperaba el avión taxi.

Desde el aeropuerto la llevé en mi auto directamente a su departamento en el edificio donde viven los empleados del señor Yamura. Cuando llegamos, a medida que nos cruzábamos con alguien de la comunidad todo era besos y abrazos. Era evidente que no solo nosotras tres amábamos a la señora Azumi.

La dejé en la puerta y me despedí.

-Ahora acomódate con tiempo y cuando estes lista avísame. No te apures- Manifesté mientras le daba un beso.

Justo en ese momento llegaron los Yamura para saludarla. Al pasar a mi lado el señor Yamura me dijo.

-Este domingo, en el asado, le vamos a hacer la bienvenida formal.

 

Capítulo 17

 Y realmente el asado del siguiente domingo fue una hermosa fiesta. El recibimiento que le hicieron a la señora Azumi fue casi apoteósico. A pesar de que durante los días previos ya se había encontrado con todos los empleados pues de inmediato quiso retomar sus tareas, volver a vernos todos juntos fue excusa para una nueva sesión interminable de saludos y abrazos.

Afortunadamente el clima nos acompañó y la reunión se realizó en la terraza del edificio, con una espectacular vista hacia La Brava y el inicio de la Barra del Maldonado. Azumi tuvo que volver a repetir por enésima vez sus impresiones y anécdotas de su viaje, pero el detalle más encantador fue que había traído un pequeño recuerdo para cada uno de los miembros de la empresa, sus esposas, hijos y para el matrimonio Yamura y nosotras tres. Eran cosas muy mínimas, lógicamente, pues no hubiera podido cargar con todo pero lo importante fue que tuvo ese enorme gesto y no se olvidó de nadie. A Marga le trajo un reloj con el cuadrante con imágenes de Tokio, Keiko recibió unos aros largos hechos con plumas y yo obtuve una réplica en miniatura de una katana. No quiero imaginar cuanto gastó en todo eso pero además lo que había de ser valorado era el tiempo que le dedicó a su compra. De todas maneras ella estaba feliz de poder entregarlos. Sentí que había hecho mi buena acción del año con esa mujer tan especial.

Estaba en uno de esos momentos en que me pongo reflexiva cuando se me acercó el señor Yamura.

-Ha tenido usted una genial idea. La señora Azumi llevaba muchos años con nosotros, es una mujer muy trabajadora, leal y dedicada. Siempre tratamos de tener las mejores atenciones con ella, considerándola como de la familia, pero nunca advertimos que necesitaba algo como este viaje. Debo decir, nuevamente, que usted ilumina todo lo que toca. ¿Acaso tiene un don especial?-

-No, ni remotamente. También es justo que reconozca que durante algunos años, desde que usted me la presentó tampoco pensé en las necesidades personales de la señora. Llegamos, involuntariamente, a creer que ella era feliz solo trabajando, hasta que, de pronto algo sucede aquí en la neuronas y nos damos cuenta- Respondí mientras me tocaba la cabeza.

La señora estaba espléndida. Vestía una calzas negras brillantes y una blusa holgada color blanco y zapatos con un tacos, por primera vez en mucho tiempo la veía con el negro cabello suelto y reía y bailaba e interactuaba con todos con la felicidad brillándole en la cara. La observé un rato desde mi posición mientras el señor Yamura permanecía junto a mi hasta que Keiko, también animada y feliz lo sacó a bailar. En ese momento la que se acercó fue Marga, también con su copa de vino en la mano.

-¿Nos merecemos esta felicidad?- Me preguntó.

-¿No dijo algo acerca de eso la madre de Keiko?- Le pregunté yo.

-Creo que sí. Creo que dijo que es porque somos buenas personas-

-Si, algo así. Y tiene razón. No es como lo quiere definir la iglesia, pero somos buenas personas. Y como somos buenas personas gozamos del paraíso en la tierra y no en el hipotético “cielo”-

-Toda la razón- Concluyó Marga.

Luego del asado y cuando ya promediaba la tarde se sirvió café con masas dulces. Para los niños gaseosas. El ambiente se fue calmando. Algunas parejas bailaban lentos mientras los demás nos sentamos a conversar en pequeños corrillos de cuatro o cinco personas. El sol iba cayendo lentamente sobre el horizonte marítimo.

Cuando estuvo todo en orden algunos matrimonios se fueron yendo, después de todo al otro día había que levantarse para ir a trabajar aunque hacerlo a unos pocos pasos de la vivienda era un beneficio que sol o se aprecia cuando te pasaste la vida con tres horas por día de viajes en colectivos y trenes llenos que, además nunca andan a horario.

En la terraza estábamos los Yamura, mis novias y yo. En un rincón todavía quedaban algunos niños con sus nuevos juguetes y la señora Azumi conversando y jugando con ellos. Los miraba atentamente cuando sentí una voz a mi lado.

-Nuestra señora Azumi debe estar gozando sobremanera este momento-

Era la señora Yamura que me tomó la mano cuando me hablaba.

-No es para menos, creo que le hemos dado el homenaje que merecía- Respondí.

-No solo eso, me refiero a los niños. Ella nunca pudo tener un hijo. Una lastima para una persona con tanto amor para dar-

-¿Nuca se casó?- Pregunté.

-Si, pero fue por poco tiempo. Un mal matrimonio. El hombre resultó ser un alcohólico-

-Y se separaron-

-No exactamente, el sujeto murió en un accidente de auto manejando ebrio-

-¿Cuánto hace de eso?-

-Mucho, mucho años. Ella era muy jovencita. Y luego decidió no volver a casarse-

-Por eso se prodiga tanto con los niños de sus empleados-

-Si, tiene esa suerte. Y la quieren mucho. En verdad que, a pesar de todo, no se siente sola-

El señor Yamura se acercó a nosotras.

-Estoy agotado, mi hija me hizo bailar como no lo hacía desde hace muchos años-

Tomó de la cintura a su esposa y ella me soltó la mano. Se despidieron de mí y se dirigieron a la escalera. Finalmente solo mis novias y yo aun permanecíamos en la terraza. Nos miramos, nos tomamos de las manos y bajamos a la cochera. Cada una en su vehículo regresamos a nuestro edificio. El sol ya había bajado y era hora de un buen descanso.

Estaba entrando en mi piso para darme una ducha y cambiarme de ropa cuando sonó mi celular. Era mi viejo amigo Ricardo.

-¡Hola reina!- Saludó

-Hola, estabas perdido. ¿Atrás de alguna otra obra de arte?-

-¡Ja! ¡No! De la misma todavía-

-Diablos, que sos insistente-

-En realidad no, solo que me llegó una noticia y quería compartirla con vos-

-Decime-

-¿Sabes quien era el verdadero comprador de El Jardín de las Delicias? Un primer ministro de un país de Europa del Este. El tipo de la casa en Punta era solo un testaferro. Lo sabe la justicia pero no puede hacer nada. El político está en funciones y es muy poderoso-

Me dijo el nombre y después de hablar un par de temas intrascendentes cortamos. Finalmente se había cerrado el circulo.

 

Hasta la proxima...