Saturday, December 07, 2019

"KEIKO" (LA SECUELA DE "MI AVENTURA EN TOKIO")









keiko

Capítulo 1

 Ya había vivido demasiado tiempo inmersa en el bullicio ciudadano de Osaka, Kioto y Tokio, además de las extrañas aventuras que me tocó vivir y luego de la presentación de mi libro en Paris me cansé de recorrer la Ciudad Luz en compañía de amigas varias con las que, invariablemente, terminé en la cama más de una vez. Por ello decidí que debía tomarme unos días de absoluta tranquilidad antes de hacer pie en mi casa y comenzar a pensar en un nuevo libro pues mi editor no se cansaba de llamar para recordarme que si quería mantenerme en la cresta de la ola de la fama debía trabajar.
Elegí Las Grutas, el balneario ubicado en el Golfo de San Matías en la provincia de Rio Negro que si bien ya comenzaba a ser un sitio concurrido al menos estaba lejos de las atestadas playas de la costa de la provincia de Buenos Aires y según me habían informado tenía algo muy importante para mí, el agua de una temperatura agradable en la que te podías meter sin andar tiritando de frio.
Las ganancias de la venta de mis libros me posibilitaron comprarme un auto, un Mini Cooper convertible cupé de color azul metalizado con dos franjas blancas a lo largo. De manera que sólo una semana de haber llegado de Francia cargué en mi nuevo vehículo  un par de bolsos con ropa y una sombrilla y salí al camino dispuesta a disfrutar del manejo durante las casi trece horas que me insumiría el viaje desde Buenos Aires por la Ruta 51.
El día era hermoso, el sol circulaba en su recorrido mientras yo lo veía pasar de mi izquierda a mi derecha hasta que se puso en un atardecer rojizo, coloqué el techo del auto y me concentré en manejar durante la noche en un camino donde me cruzaba con algún ómnibus o camión muy de vez en cuando. Temiendo que me sorprendiera el sueño paré en Azul y Bahía Blanca para lavarme la cara y descansar unos minutos amparada en el estacionamiento de un Área de Servicios. Ya estaba llegando a La Adela cuando el sol volvió a aparecer por mi izquierda en un amanecer glorioso, saqué el techo y continúe manejando mientras disfrutaba del viento.
Llegué a Las Grutas a tiempo para hacer el check in del hotel. Después de haber dejado mi vehículo en la playa de estacionamiento cargué mis bolsos y llegué hasta el mostrador de recepción. Una hermosa morocha de abundantes curvas vestida como una ejecutiva, de camisa blanca y pollera tubo con insinuante tajo me atendió. Fijé mi mirada en ella como para que al menos imaginara lo que pasaba por mi mente, y creo que lo imaginó pues se puso visiblemente nerviosa mientras tomaba mis datos. El hotel que elegí era el Casino Rio justo frente al mar. Mi habitación tenía un amplio balcón desde donde podía ver la inmensidad del océano y con solo cruzar la calle podía estar en la amplia playa. En realidad amplia cuando baja la marea pues en las horas de pleamar casi desaparece bajo el agua.
Era temprano y tenía casi todo el día para disfrutar del mar pero salvo las pequeñas siestas, no había dormido nada. Así fue que decidí reponer fuerzas y dormir un rato. Solo vestida con corpiño y tanga me estiré en la cama, puse el despertador de mi celular para las quince horas y me dormí profundamente.
Creo que fue la brisa marina lo que me despertó, había dejado la puerta de vidrio abierta y la cortina se movía al compás del viento. Me levanté, cambié mi lencería por una bikini, me puse una salida de baño casi transparente, las ojotas y salí a conocer un lugar absolutamente nuevo para mí. Bajé por la rampa situada junto a la Delegación de Prefectura y llegué hasta la playa que está unos metros más abajo que la calle pues un no muy alto acantilado vertical separa el nivel de la calle de la playa. Un acantilado lleno de nidos de cotorras que vuelan todo el tiempo sobre la cabeza de los turistas emitiendo su singular chillido. Me saqué las ojotas y caminé por la arena hasta alejarme del centro y volví. No suelo meterme en el agua el primer día pero me mojé los pies para comprobar que realmente estaba caliente. Siendo la hora de la marea baja se podía jugar en los charcos de las restingas chapoteando con el agua que solo te tapa hasta el tobillo
Era la tarde haciéndose larga en tanto el sol tardaba en ocultarse tras el horizonte y yo me sentía totalmente relajada. Volví al hotel, pasé por la recepción para comprobar que la morocha de la mañana ya no estaba allí sino un joven bastante feúcho el pobre, lo cual tampoco me importó pues es bien sabido que los hombres me producen abulia aunque no odio como a algunas lesbianas que conozco. Y es que tampoco soy feminista, en realidad las feministas me parecen un montón de desquiciadas que dicen combatir lo que más les quita el sueño o sea los penes. Yo no entro en esa estupidez, mi razón no es lo que siento por los hombres, es que simplemente prefiero la piel suave y sedosa de una mujer para acariciarla durante horas.
Subí a mi habitación y me di una relajante ducha, luego, cubierta solo con un vestido de finos breteles y muy corto bajé al restaurante a cenar. Pedí milanesas con ensalada y una botellita de vino. De postre sopa inglesa y para rematar un café. Debo confesar que estuve bastante distraída mientras cenaba, por lo general soy de andar observando a mi alrededor pero esta vez me entretuve con el You Tube mirando animes yuri. Después de la cena salí a caminar un poco por la peatonal. Había mucha gente lo que normalmente me molesta pero estaba tan relajada que  no me importó. Me entretuve viendo algunos artistas callejeros, unas pocas vidrieras y las carteleras de los teatros. En la puerta de uno de ellos un actor al que recordaba haber visto en la televisión pero que en ese momento no recordaba su nombre, ni lo recuerdo ahora, publicitaba su espectáculo y acepté que me entregara un folleto, le sonreí por compromiso y me lo guardé en la cartera. En ese momento pensé que sería interesante asistir a verlo. De regreso me compré un helado que saboree lentamente y una vez en el hotel me saqué el vestido y me arrojé en la cama deseando dormir.
Era la primera vez que dormía ocho horas seguidas desde que saliera de Buenos Aires por lo que me levanté relajada y descansada. Me vestí con la bikini y me puse un short de jean desflecado y una amplia blusa. Bajé a desayunar y una vez alimentada, busqué mi mochila para llevar lo necesario y la sombrilla. Estuve toda la mañana en la playa. Fui varias veces al agua y en otros momentos saqué un libro y me dispuse a leer.  Había optado llevar conmigo “Cien años de soledad” que ya tenía leído varias veces, pero como sospechaba que lo recorrería parcialmente no me importaba perderme alguna parte en las ocasiones en que miraba a mí alrededor. En un momento pedí a dos señoras que estaban casi a mi lado que me echaran una mirada a mis cosas mientras iba al agua. Me contestaron que lo harían pero que no era necesario, al parecer Las Grutas todavía no estaba contaminada de ladrones. Mientras caminaba hacia la orilla me siguieron dos perros de los tantos vagabundos que vi por todos lados a los que le acaricié la cabeza pero era evidente que esperaban algo más pues rápidamente se fueron corriendo detrás de un señor que pasaba por ahí.
Fue un tremendo placer meterme en el agua tibia. No tuve necesidad de esperar a aclimatarme y al rato estaba chapoteando más allá de las restingas con el oleaje a la altura de mi cintura. Regresé contenta, hacía tiempo que no disfrutaba tanto.



 Capítulo 2.

 Al mediodía decidí que necesitaba comer algo suculento por lo que elegí una pizzería en la calle costanera que tenía un techo que cubría toda la vereda y donde era posible sentarse cómodamente al reparo del sol que ya se estaba poniendo un tanto insoportable. Llegué al local y me senté a una de las mesas del exterior, mientras esperaba al mozo volví a sacar mi libro pero el paisaje me distraía y comencé a mirar hacia el mar azul. En ese momento la vi. La muchacha caminaba dubitativa, era evidente que algo le llamaba la atención en el lugar donde yo estaba. Un par de veces se dio vuelta y miró, la segunda vez se dio cuenta que yo la estaba observando fijamente y sentí que mi actitud la abrumó porque apuró un poco el paso, pero de pronto giró sobre sí misma y dirigiéndose directamente a mi mesa esbozó una tierna sonrisa que me cautivó, sobre todo cuando, más de cerca pude darme cuenta que era oriental. Alta y delgada, de largos cabellos castaño oscuro que se mecían con el viento y ojos marrones, con su fina tez de muñeca de porcelana, vestida con una minifalda de jean y una camisola lo suficientemente abierta como para ver el corpiño de su bikini, sentí que era como un ángel y cada vez me resultaba más evidente que su intención era acercarse a mí.
Una vez que estuvo a un paso de mi persona hizo una leve reverencia y pude sentir su voz.
-Usted disculpe, no quisiera hacer algo que la moleste- Me dijo.
-Hasta ahora no has hecho nada que me moleste, todo lo contrario- Contesté mientras le señalaba la silla opuesta invitándola a sentarse.
Ella volvió a sonreír. En tanto yo la observaba en detalle. La hermosa mujer debía andar por sus veinte o veinticinco años, difícil es discernir la edad entre las orientales.
-Dime que deseas- Le dije para animarla a hablar. No era tímida, simplemente era muy educada y comenzó por lo que advertí tratando de sopesar todas las palabras para no parecer atrevida.
-Anoche la he visto a usted en el restaurante durante la cena y como vi que estaba sola y yo también lo estoy me tomo el atrevimiento de pedirle si podríamos hacernos compañía-
-¿Estás sola porque nadie quiso acompañarte en las vacaciones o por decisión tuya?- Interrogué.
-Es que mis padres no han podido acompañarme, ellos están muy ocupados y yo debería estar con ellos ya que trabajo con mi padre pero insistieron en que debía tomarme unos días de descanso-
-Ah, ya veo- Musité.
-¿Usted está sola porque lo prefiere? Porque si es así no la molesto más- Manifestó.
-No, simplemente quería descansar un poco del ajetreo cotidiano- Respondí y agregué -Pero no te preocupes, ahora me doy cuenta que sería lindo que tuviéramos unas vacaciones juntas, me resultas una persona muy agradable-
Ella suspiró y sonrió. Sentí que estaba aliviada por mi respuesta. Y no solo aliviada, de la manera en que se acomodó en la silla me di cuenta que estaba feliz. En eso estábamos cuando llegó el mozo.
-¿Pizza y cerveza? Yo invito- Le pregunté.
-¡Oh, sí!- Dijo ella y agregó- Pero quisiera compartir los gastos, no puedo permitir que pague usted- Exclamó.
-No importa, hoy eres mi invitada, mañana me lo retribuyes, ¿Ok?-
Ordenamos la pizza y la bebida, en cuanto el mozo se alejó le pregunté
-Antes que nada y para no meter la pata, de que parte de oriente eres y cómo te llamas-
-Soy japonesa y mi nombre es Keiko Yamura-
-¿Y qué significa Keiko?-
-Niña respetuosa-
-¡Vaya, sí que es un nombre apropiado para ti!-
Ella se sonrojó y esa reacción me produjo una gran ternura. De pronto recordé a Yuzu y Mei y mis contenidas reacciones de abrazarlas cuando se manifestaba el rubor en sus mejillas.
-¿Y qué haces aquí en la Argentina?-
-Mi padre decidió venir a instalar una fábrica de componentes para computadoras hace unos diez años y le ha ido muy bien, yo soy la jefa de administración, estudié manejo de empresas-
-Sí que es una gran decisión venir de un país próspero a este suburbio del mundo. ¿No pensó que le podía ir mal?-
-No, lo que fabrica mi padre no tiene competencia aquí, en cambio en Japón era solo uno más entre varios empresarios-
-Bien, te llamaré Keiko-chan, ¿está bien?-
-Si, como guste, ¿Y usted como se llama?-
-Primero te diré algo, si vamos a ser compañeras de vacaciones estaría bueno que nos tuteemos-
-Sí, claro-
-Ahora te diré como me llamo, mi nombre es Alexia, soy argentina, de segunda generación pues mis abuelos eran españoles y soy escritora, artista plástica y hago un poco de música, bueno, eso creo…-
Abrió los ojos lo más grandes que pudo, justo en el momento en que el mozo posaba la pizza y la botella de cerveza sobre la mesa exclamó.
-¡Alexia! ¡Escritora!. ¿Usted es Alexia Montes, la que escribió el libro sobre las lesbianas y las gyaru?-
-Bueno, sí, soy esa- Contesté sorprendida.
Ella puso su mano derecha sobre la mesa y tomo la mía. Yo me quede quieta.
-No sabe cuánto me gustó su libro. Me ayudó muchísimo-
-¿En qué sentido?-
Volvió a sonrojarse. Se tomó unos segundos para comenzar a hablar y se largó.
-Soy lesbiana y he tenido algunos problemas con eso-
-¿Con tus padres?-
-No, ellos me apoyan sin duda, el problema lo tuve en la escuela. Comencé a tener una relación íntima con una compañera y cuando se enteraron sus padres armaron un gran escándalo. Mis padres me defendieron pero finalmente optaron por sacarme del colegio y justo fue cuando mi padre decidió venir a la Argentina. Tenía entonces quince años y nunca más volví a animarme a declararme a ninguna chica-
-O sea que eso ocurrió en Japón-
-Sí, así es-
-Aquí las cosas no están mucho mejor, también hay mucha homofobia a pesar de las leyes de matrimonio igualitario-
-Lo sé, lo sé-
-Y sin embargo te acercaste a mí con decisión-
-¿Con decisión? Usted no me vio pero anduve rondándole toda la mañana con un miedo espantoso hasta que nos cruzamos las miradas hace un rato y me animé porque adiviné sinceridad en sus ojos-
-¿O sea que sospechabas que yo era lesbiana aun sin saber quién soy?-
-¿Esta mal?-
-No, Keiko-chan. Fuiste muy valiente. Toda una tachi-
Ella rio con ganas.
-En realidad ahora me siento como una neko-
-Yo te voy a proteger, no tengas miedo- Y mientras decía esto apreté su mano que aún estaba posada en la mía. Ella se distendió. En ese momento amé su rostro feliz, y su cuerpo de junco y sus labios carmesí.
-Ahora comamos y no quiero que me trates más de usted-
-Como digas, Alexia-chan-
El resto del almuerzo transcurrió entre temas banales. De vez en cuando nos quedábamos ambas mirando el mar lo que nos producía un suspiro de felicidad. Keiko estaba hermosa, la observaba cuando ella se quedaba en un uno de esos ensimismamientos y no reparaba en mi mirada. Según lo que me había contado tendría unos veinticinco años, pero parecía una niña. Y de pronto me di cuenta que por primera vez yo me había visto empujada por las circunstancia al rol activo cuando siempre fui la que gustaba el rol pasivo de la relación, lo que me llevo a recordar a Mitsuko, la hermana de Harumi.
Lo que me sorprendió fue darme cuenta que casi sin querer estaba fantaseando una relación con aquella mujer siendo que no se había dicho nada al respecto ¿O debería darlo por sobreentendido? ¿La intención de ella era conquistarme imaginando y luego comprobando que yo era lesbiana o simplemente buscaba algo de compañía pasajera?


Capítulo 3

 Era hora de hacer algo para llegar a una conclusión asertiva. Llamé al mozo y pagué la cuenta. Me levanté de la silla, tomé mi mochila y la sombrilla y dirigiéndome a Keiko dije.
-Ven, acompáñame al hotel a desembarazarme de estos bultos y así salimos luego a caminar por la playa-
Ella se levantó de su silla con rapidez, se ofreció a ayudarme con el estuche de la sombrilla pero le aseveré que no era necesario. Hasta el hotel había solo cuatro cuadras de manera que en poco tiempo pasamos por la recepción a buscar la llave de mi habitación. Ya que no quise apurar las cosas le dije a la japonesita que me esperara en el lobby mientras yo dejaba mis petates, todo esto bajo la curiosa mirada de la empleada de pollera tubo y enormes tetas que no dejaba de observarnos.
Bajé en pocos minutos cargando solamente una pequeña billetera y el celular. Keiko estaba parada junto a la puerta y se puso a mi lado en cuanto salimos. La tarde se mantenía bastante cálida, caminamos un par de cuadras hasta encontrar una escalera con la que bajar a la arena salvando la altura del acantilado. En esa zona la playa estaba casi vacía. La gente se concentra más en la parte céntrica del pueblo pero allí, en horas de la bajamar era tan amplia y tan solitaria que la teníamos casi para nosotras solas, salvo algún que otro turista que nos cruzábamos de tanto en tanto.
Al principio ni nos tocamos pero en cuanto noté que estábamos absolutamente a solas la agarré de la mano. Ella me miró y sonrió. Por otros varios minutos no nos hablamos hasta que rompí el silencio.
-Dime, ¿Tanto te impacto el escándalo que viviste en Japón que tuviste miedo de encarar otra relación, o te pasó que dudabas de tu sexualidad?-
-No dudaba, estaba y lo estoy ahora segura de que soy lesbiana. Después de lo que pasó me paralizó el miedo y además justo nos mudamos aquí, a una cultura totalmente diferente, de la que no tenía ni idea. Reconozco que me sumergí en los estudios para ayudar a mi padre y por ello sublimé mi deseo sexual-
-Pero llevas diez años aquí, ¿No aprendiste los códigos locales?-
-Tengo que confesarte algo y espero que no lo tomes a mal como argentina-
-Dime-
-Las pocas lesbianas que me encontré ocasionalmente, y no por que las buscara, sino por obra de la casualidad me parecieron malas copias de hombres, y de hombres maleducados por añadidura. Sumado a mis miedos no era eso precisamente lo que me gustaba-
-Créeme que te entiendo, a mí me pasa lo mismo-
Se hizo un breve silencio. Seguíamos caminando despreocupadamente. El pueblo había quedado atrás y le propuse que volviéramos sobre nuestros pasos. Ella asintió. En el momento en que giramos la tomé de la cintura y no hizo ninguna objeción, se pegó a mí y así regresamos. La magia del momento era imposible de ser obviada. Necesitaba dar un paso más, un paso metafórico, pues lo que hice fue detenerme, la volví y la miré a los ojos, ella cruzó los brazos aferrada a mi cuello. Estaba totalmente entregada, me lo decía con su mirada, con todo su cuerpo que temblaba casi imperceptiblemente. La atraje más y le di un largo, largo beso, en la boca. Ella suspiró de placer cuando al fin la deje respirar. Se apretó a mi cuello y me devolvió el beso aferrándose de mí con todas sus fuerzas. No hubo palabras, no eran necesarias. Nos reímos y continuamos caminando tomadas de la mano. Estábamos llegando a la parte más poblada de la playa cuando ella finalmente dijo.
-Ese beso fue lo más hermoso que me paso en la vida-
La miré. Aun la sentía una niña. Será por eso que solo se me ocurrió decirle.
-Bien, festejémoslo con un helado- y mientras llamaba al heladero ella no paraba de reír.
Rato después, mientras continuábamos nuestro recorrido Keiko propuso ir a tomar la merienda en el hotel y yo acepté pues estaba algo cansada de la caminata. Entramos al lobby y en ese momento manifestó.
-Tomemos la merienda en mi habitación-
Me gustó la idea. Iba a ser el primer momento en que podríamos estar a salvo de cualquier mirada. Pedimos nuestras llaves y fuimos derecho a su habitación. Por esas casualidades del destino estaba a pocos pasos de la mía y también tenía un amplio balcón.
Salí a contemplar la inmensidad del mar. Keiko opinó que estaría bueno sacar las sillas y una mesa ratona al balcón. Lo hice mientras ella pedía servicio al cuarto.
-¿Café o té?- Preguntó.
-Café- Contesté yendo con las sillas al balcón.
Pocos minutos después estábamos ambas disfrutando del mar, de la merienda y de nosotras mismas mirándonos como dos adolescentes pavotas que no dejaban de reír. Cuando terminamos llevé la bandeja adentro y volví al balcón. Ella me estaba dando la espalda, apoyada sobre la baranda totalmente ensimismada con el paisaje. Fui por detrás y rodee con mis brazos su cintura, me apreté a su cuerpo y ella gimió de placer. Nos besamos largamente, una, dos, varia veces. No podíamos dejar de hacerlo y así nos fuimos trasladando al interior hasta caer pesadamente sobre la cama. Le fui sacando la ropa sin que ofreciera ninguna resistencia, quedo totalmente expuesta con su hermoso cuerpo de porcelana vibrando de placer anticipado. Yo me desnudé también y pronto fuimos un cuerpo solo unidas por los besos, las caricias y el desenfreno sexual que nos dominaba.
Exploré con mis manos todos su valles y montañas. Descubrí que tenía unos hermosos pechos que hasta entonces había disimulado con su blusa holgada. Fui bajando hacia su pubis y cuando metí mi lengua en su vagina pareció que estallaba de placer. Casi sin previo aviso comenzó a tener un orgasmo tras otro. Se mordía los labios para no gritar y luego también comenzó a morder la almohada. Creí que iba a desmayarse. De pronto fui consciente de  que era la primera vez que le estaba sucediendo esa marea de orgasmos, al menos con otra persona. Me detuve temiendo hacerla sufrir. Ella me miró y luego decididamente se lanzó a hacerme lo mismo que yo le había hecho. Estaba desenfrenada. Si era la primera vez debo reconocer que era una buena alumna, pues yo también tuve que morder la almohada para no gritar. Su lengua recorría el interior de mi vagina de tal manera que yo me derramaba de placer como si estuviera disolviéndome en un mar de leche.
Quedamos agotadas. Ella acercó su cara a la mía y nos besamos. Creo que ambas sentimos el sabor en nuestras bocas de lo que estuvimos haciendo, pero estábamos felices y abrazadas nos fuimos dejando llevar por la somnolencia.
Debía confirmar lo que imaginaba y cuando nos despertamos y nos dimos, juntas, una ducha le pregunte si realmente había sido esa su primera vez. Me confeso que sí.
-¿Y con tu amiga en Japón no tuvieron relaciones?-
-No, lo nuestro no pasó de unos pocos besos-
-Tanto escándalo por nada-  Comenté.
Se rió.
-Si, por nada-
Minutos después la dejé sola para ir a mi habitación y cambiarme de ropa. Quedamos en encontrarnos para cenar. Me puse un vestido corto y muy ajustado color rojo y zapatos de taco alto. Cuando llegué al comedor no pude menos que sonreír. Ella había hecho lo mismo. Su vestido, amarillo, parecía pegado a su delgado cuerpo. Me senté a la mesa que escogió y nos dispusimos a cenar.
Durante la comida me di cuenta que fuimos objeto de miradas ajenas. Por un lado hombres que se estarían haciendo la película y por el otro mujeres que por envidia o por deseo nos echaban el ojo cada tanto. Se lo comenté en voz baja y ella asintió diciendo que ya se había dado cuenta. Cuando terminamos le propuse salir a caminar por la peatonal. Y los hicimos tomadas de la mano, a propósito, para desafiar esas miradas.
En nuestro recorrido nos compramos mutuos regalos. Ella me obsequió un colgante con su cadenita y yo le regalé un anillo y un pañuelo de seda. Unas cuadras más adelante pasamos por el teatro en donde me regalaran la promoción. Le pregunté.
-Tengo una promo para ver una obra aquí. ¿Quieres?-
Ella saco otro papel de su carterita y dijo.
-Qué casualidad, iba a proponerte lo mismo-
Así fue que disfrutamos del espectáculo. Una comedia bastante divertida que nos hizo reír con ganas. Al finalizar le propuse un helado y regresamos al hotel consumiéndolo.
-Ahora nos toca en mi cuarto, pasemos la noche allí- Dije.
Estuvo de acuerdo. Esa noche volvimos a tener sexo desenfrenado y nos dormimos abrazadas hasta que el sol subiendo del mar nos despertó al día siguiente.




Capítulo 4

 Así continuó nuestra rutina. Playa por la mañana, pizza al mediodía, caminatas por la tarde, alguna excursión por los alrededores, merienda en el balcón, cena en el restaurante del hotel y paseo por la peatonal a la noche viendo algún espectáculo o simplemente a los artistas callejeros. Comprando souvenires y regalos mutuos. Sacándonos fotos en las grutas, selfies por doquier, besándonos en público sin vergüenza y tomadas de la mano como si tuviéramos miedo de perdernos. Deseaba que esa vida no terminara jamás y al mismo tiempo me preguntaba qué sucedería al regresar a Buenos Aires. Al menos vivíamos bastante cerca, ella en Martínez y yo en Olivos, lo que facilitaría poder vernos pero temía que ella sintiera lo que nos sucedía como un amor de verano. No le dije nada al respecto. No soportaría su respuesta.
En nuestras conversaciones supe que ella debía regresar un día antes que yo. Durante un rato me sentí aturdida hasta que se me ocurrió una idea. Le propuse que me esperara, que volveríamos juntas si ella se quedaba. Le ofrecí que yo le pagaba la diferencia y se alojara en mi habitación. Que iríamos juntas hasta la terminal de ómnibus a cancelar su pasaje y que haríamos el viaje en mi auto. Aceptó complacida. En ese momento noté que ella también estaba preocupada por la separación pues su cara se volvió radiante de felicidad.
De manera que hicimos lo pactado. Fui a la recepción y pagué su estadía. Luego en mi auto fuimos hasta la terminal que queda en las afueras y cancelamos su pasaje. Ella llamó a su padres y les avisó del retraso.
-Está todo bien. Están muy contentos por mi decisión-
-¿Solo por qué te quedas un día más?- Le pregunté asombrada.
-Es que les dije que había conocido a una persona maravillosa- Me contestó asombrándome más aún.
-¿Y…le dijiste que esa persona es una mujer?-
-Por supuesto. ¿Qué problema hay?-
-No, ninguno-
Y me quedé pensando que esto se estaba poniendo más serio de lo que imaginaba.
Para nuestro viaje de regreso le pregunté a qué hora deseaba llegar a su casa, como me contestó que por la mañana, a eso de las diez estaba bien le propuse que dado que el viaje nos insumiría doce o trece horas, sería conveniente salir a las nueve de la noche y tener tiempo para detenernos en algún a comer algo y descansar.
-¿Estás de acuerdo en que viajemos de noche?- Le pregunté.
-Si no es problema para vos tampoco lo es para mí- Contestó.
Y así fue que el día de la partida dejamos el hotel por la mañana, llevamos las valijas al auto y me acerqué a una estación de servicio para revisar gomas, agua, aceite y cargar combustible. Al mediodía almorzamos en la que se había convertido nuestra pizzería oficial y por la tarde paseamos por las peatonal comprando los últimos regalos. A la noche optamos por no cenar y mucho menos tomar alcohol antes de la salida para estar despejadas.
-Yo manejo y tú haces mate- Le dije.
-No tengo idea de cómo hacer mate- Me respondió.
-¿Diez años en la Argentina y nunca hiciste mate?- Le manifesté.
Ella se encogió de hombros mientras sonreía como si se sintiera culpable. En el poco tiempo que nos quedaba le hice una clase rápida para hacer mate.
-No te preocupes si no te sale bien, mientras pueda tomarlo. El mate me mantiene despierta-
-Bien, si es así…- Respondió-
Partimos a la hora que nos fijáramos. La ruta estaba absolutamente desierta salvo un ómnibus detrás del cual me mantuve durante muchos kilómetros solo para no sentirnos tan solitarias. Keiko se entusiasmó con el mate y sentada a mi lado me ofrecía uno tras otro tomando ella también. De vez en cuando le acariciaba las piernas pues tenía un breve short de jean.
Nos detuvimos a cenar en Bahía Blanca. Elegimos un restaurante concurrido fuera de la ruta. Aquí le dije que mejor no nos prodigáramos en caricias o besos pues las ciudades del interior me producen cierta incomodidad. Una cosa es un lugar turístico donde nadie se fija que hace uno, pero en un sitio lleno de pobladores locales no se sabe cómo puede reaccionar alguien. Ella estuvo de acuerdo, de manera que cenamos frugalmente y tomamos gaseosas. Luego llevé el auto a un Área de servicio y lo estacioné bajo la luz aprovechando a hacerme una siestita de media hora. Despejada y bien despierta, con más mates encima salimos directo a Buenos Aires.
Llegué a la puerta de la casa de Keiko a las diez de la mañana. El día estaba hermoso y hacía calor. En ese momento me di cuenta que nos íbamos a separar después de tantos días juntas. Me asaltó un sentimiento de melancolía. Le ayudé a bajar sus valijas y a llevarlas hasta la puerta, ella tocó el timbre y una señora de la servidumbre salió a abrir la puerta. Keiko me miró. Me di cuenta que estaba desesperada por darme un beso, miró a ambos lados de la calle y me besó en la boca.
-Te llamo- Dijo cuando entraba y agregó- Por favor, no te me pierdas, me muero si no te veo-
-No te preocupes, no me vas a perder así nomás- Respondí
Ella me dedicó una sonrisa y se perdió tras la puerta. Volví al auto y a mi casa. Cuando llegué bajé mi equipaje, saqué toda la ropa que había usado e inmediatamente la puse en el lavarropas. Me hice un café y llamé a mi editor.
-¡Apareciste!- Exclamó del otro lado de la línea.
-Sí, y prometo que voy a ponerme a pensar- Le contesté en un tono de voz demostrando mi molestia.
-¿Pensar? ¿No tenes ya alguna idea para la próxima novela?-
-No, querido, estoy en blanco. Lo único que te pido es que no me llames. Yo te llamaré cuando tenga algo.
Me senté en mi sillón preferido, tomé con parsimonia mi café, luego agarré mi guitarra y toque algunos acordes sueltos. En eso sonó el teléfono.
-¡Hola!- Dijo la dulce voz de Keiko.
-¿Ya me extrañas?- Le pregunte riéndome.
-¡Sí! ¿Y vos?-
-Horrores, me gustaría estar contigo-
Conversamos un rato de banalidades y quedamos en hablarnos esa noche. Luego de cortar me senté frente a la computadora aunque sabía que esa no es la mejor manera de que se me ocurra una idea. De modo que me paré. Recorrí con la vista mi amplia biblioteca leyendo los lomos de los libros como buscando un tema. No se me ocurrió nada y me pasé el resto del día entre la guitarra, un poco de You Tube, subiendo todas las fotos de las vacaciones a la computadora, ordenado los recuerdos comprados y colgando la ropa recién lavada en la terraza.
No tenía ganas de cenar, en realidad no tenía ganas de cocinar, por lo tanto pedí unas empanadas en la rotisería que está a dos cuadras de mi casa. Cuando llegaron abrí una lata de cerveza y de pronto me sobresaltó el sonido del teléfono. Obviamente era Keiko.
Hablamos de lo que habíamos estado haciendo durante el día. Después que le conté lo mío, me relató que estuvo en la oficina de la fábrica de su padre poniéndose al tanto de lo que debía hacer pero que todo el tiempo estuvo pensando en mí y mirando a cada rato las fotos que guardaba en su celular.
-Pero además tengo algo importante que decirte- Manifestó de pronto.
-Te escucho-
-Mis padres quieren conocerte y me pidieron que te invite a cenar mañana en casa-
-¿Ya? ¿Tan rápido? ¿Qué les contaste de nosotras?-
-Ja, ja, no mucho-
-No me imagino que quieres decir con ese “no mucho”-
-No te preocupes, no entré en detalles-
Ese fue mi turno de reírme.
-¿Y a qué se debe el interés de conocerme?-
-Eres una celebridad para ellos, también leyeron tu libro y quedaron maravillados. ¿Vendrás amor?-
-Por supuesto, mi ego no se pierde oportunidad de ser elogiado-
Ella suspiró.
-Te amo- me dijo casi en un susurro.
-Yo también te amo mi muñequita de porcelana- Respondí.
-Bien, te espero a las ocho. Por favor no tardes, te extraño mucho-




Capítulo 5

 Y no tardé, después de haberme pasado otro día entre tareas de la casa y una visita a la peluquería donde debí contar a las conocidas que allí se reúnen mis últimas aventuras lésbicas que generaron murmullos de admiración a cada relato me vestí lo más discreta posible, con una pollera por debajo de la rodilla, camisa de seda y zapatos de taco aguja negros. Salí en mi auto (Confieso que me descalcé para manejar) y en poco tiempo llegué a la casa de Keiko y sus padres. Toqué el timbre y unos pocos segundos después comenzó a abrirse el portón del garaje de donde salió un señor de traje negro que muy amablemente me dijo que podía dejar el auto adentro.
Después de estacionar, el mismo hombre me pidió que lo acompañara hasta la recepción. Allí me esperaba Keiko, hermosa como siempre vestida con un traje típico japonés que realzaba su juventud. Corrió hacia mí y antes de que el señor se retirara silenciosamente me abrazó y me besó. En un primer momento me sentí sorprendida ante su audacia pero luego la rodeé con mis brazos y respondí a su beso.
-Ven, vamos a la biblioteca- Dijo tomándome de la mano y casi arrastrándome tras de ella.
En la sala biblioteca estaban los padres de Keiko, el hombre de unos cuarenta y cinco años estaba vestido de traje azul y la esposa también tenía un vestido tradicional. Ambos me sonrieron, parecían una imagen de otro tiempo pero al mismo tiempo se los veía joviales y amables. El padre se paró frente a mí e hizo una reverencia que respondí. La madre me dio un beso en la mejilla y en ese momento me di cuenta que Keiko no me había soltado la mano. Sentí que me ruborizaba.
El padre me señaló un amplio sillón y cuando me senté con Keiko que se ubicó en un sillón vecino siempre a mi lado recién ellos tomaron sus respectivos asientos. La charla fue bastante formal al principio. No es novedad que los japoneses no son impacientes para entrar en diálogos más intensos, al principio suelen dar rodeos y hablar de temas varios cuando recién conocen a la persona con quien tratan. Yo sabía manejar esos tiempos debido a mi experiencia en mis visitas al país del Sol Naciente de manera que les seguí la charla aunque debo confesar que me inquietaba la mano de Keiko que a veces rozaba la mía.
Un sirviente asomó por una puerta opuesta a la que había entrado y anunció que la cena estaba servida. El señor Yamura, padre de Keiko, se puso de pie y nos invitó a pasar al comedor. En ese trayecto la madre no se privó de elogiar mi atuendo ni tampoco de brindarle una mirada cómplice a su hija. Tuve que contener la sonrisa para que no lo tomara como una falta de respeto.
Esperaba encontrar comida japonesa tradicional o algo así pero la cena eran suculentas milanesas con abundantes guarniciones de papas fritas y ensaladas varias, cerveza, vino tinto y en el postre porciones abundantes de sopa inglesa y helado al final. No me atreví a manifestar que me había imaginado otro tipo de comida pero no fue necesario, en un momento el padre me preguntó si la cena había estado a mi gusto. Conteste que sí.
-En otra ocasión tendremos una cena con platos típicos japoneses pero hoy quisimos homenajearla con sus comidas favoritas-
-Ah, sí, claro, ahora comprendo. Imagino quien les dio el dato- Dije mirando a Keiko.
Ella hizo como que se sentía avergonzada y ocultó su sonrisa tras de un abanico.
-Sí, así es- Agregó la madre.
El señor Yamura indicó al mozo que nos había servido que tomaríamos el café en la biblioteca. El hombre asintió en silencio y regresamos a la amplia estancia rodeada de anaqueles con libros. Keiko volvió a tomarme la mano.
-Vamos a ponernos algo más “occidental”- dijo la madre y se llevó a Keiko con ella.
No necesitaba muchas señales para darme cuenta que era una excusa para dejarme a solas con el padre. Respiré profundo y esperé con calma a que comenzara hablar.
-Su libro me cautivó- Comenzó diciendo y continuó- sus historias de gyarus y lesbianas son muy conmovedoras, confieso que nunca antes le había prestado mucha atención a estas mujeres tan especiales y tal parece que a usted la han cautivado-
-Desde que comencé a conocer su idiosincrasia como pueblo me han cautivado, por eso creo que mi libro fue un intento de homenaje no solo a ellas sino a toda la sociedad-
-Y lo ha logrado, le puedo asegurar porque no solo yo y mi esposa lo hemos leído. Conozco varias personas de la colectividad que han comentado favorablemente su contenido. Y mucho de ellos también manifestaron haber conocido ese mundo gracias a usted-
-Me halaga-
-Lo merece. Y es por ello que quise hablar inmediatamente con usted. No crea que no sepamos que nuestra hija ha quedado impactada por su personalidad además de haberla conocido antes a través de sus letras. No somos ciegos, es evidente que la ama, y la respeta y es como una sempai para ella. Por eso quiero pedirle un gran favor-
En ese punto mi curiosidad iba en aumento. No me imaginaba adónde iba el señor Yamura, pero no tardó en hacérmelo saber.
-Supongo que le habrá contado acerca de su experiencia a los quince años cuando los padres de una compañera hicieron un gran escándalo por que tenían una relación-
-Sí, aunque no conozco todos los detalles-
-El tema fue que en realidad no habían cometido trasgresión alguna, solo era muy buenas amigas y si…solían besarse como cualquier pareja, pero no iban más allá de eso. La situación se presentó cuando las vieron en Shibuya dándose un beso cuando aún tenían puestos sus uniformes escolares, usted sabe…en Japón somos muy estrictos con ciertas reglas-
-Lo sé, lo se…-
-Los padres de la otra niña eran muy poderosos económicamente, yo era un simple ingeniero con algo de suerte que había podido mandar a mi hija a una academia privada. Enseguida acusaron a Keiko de haber corrompido a su hija y amenazaron con sacarla de  escuela, eso era un golpe para el director pues aunque nadie se asombra de que dos chicas tengan una relación sobre todo en las clases más altas donde ya se saben condenadas a un matrimonio arreglado de todas formas la reputación de la academia podía correr peligro. Y como a todo esto Keiko nos confesó que lo suyo no era un juego de adolescentes yo temí otras consecuencias…
-Y la sacó del colegio-
-Sí, pero en realidad para ese entonces yo ya tenía muy avanzados los planes para venirme a la Argentina y sacarla del colegio era una situación que se iba a realizar un mes antes o después-
-Y…creo suponer que ella se siente con culpa por ello-
-Exacto, dio en el punto, era muy niña y no entendió que nuestra partida de Japón no tenía nada que ver con ella, solo se trataba de negocios. Se sintió culpable, además llegó a un país del cual no tenía idea de sus costumbres y por ello no volvió a tener una relación, hasta que llego usted-
-Entonces…¿Qué espera usted de mí?, digo, además de no lastimar a su hija-
-Que vayan juntas a Japón, que se rencuentre con todos los sitios donde vivió su experiencia, el colegio, el barrio, sus ex compañeras, así vera que no huimos por ella, que en aquel entonces mucha gente nos apoyó pero, como le dije, yo ya tenía mis planes de trabajo-
-¿Y si ese reencuentro no le resulta positivo?-
-Resultará, por eso deseo que usted la acompañe. Confío en usted. Cuando leí su libro fue una revelación ver como está hoy el Japón en el tema de las relaciones homosexuales, las historias que contó son edificantes y sobre todo cuando supe que se trataba de historias verdaderas de chicas como Keiko-
-Bien…en ese caso- Dije con cierta duda todavía.
-Debo aclararle que me gustaría que fuera lo antes posible, sé que ustedes los escritores también trabajan muchas horas, no como esa imagen bohemia que los representa pero me gustaría que le dedique un tiempo a Keiko, por amor. Pero debo aclararle algo más, yo estaré muy agradecido con usted y con una deuda difícil de saldar, por ello es que correré con todos los gastos del viaje y la estadía, le reservaré los vuelos y el hotel y podrán quedarse y pasear a su discreción-
-Su oferta es muy generosa-
-Y…algo más. He conversado de este tema con mi esposa y con Keiko y le quiero decir que es usted libre de escribir una novela con el tema, si lo desea -
-Vaya, ahora es más que muy generosa, me ha solucionado un problema. No tenía idea de que podría escribir en mi próximo libro. Pero no lo hago, ni por el libro, ni por los gastos pagos, digamos que me complacerá ayudar a Keiko por amor, como usted dice-


Capítulo 6

 El señor Yamura extendió sus manos y con ambas tomó mi mano derecha apretándola y sacudiéndola suavemente. Era evidente que estaba muy complacido. Yo también. Y como pude ver cuando giré mi cabeza Keiko y su madre también eran participes de la alegría pues estaban paradas en un rincón de la sala y me pregunté desde cuando hacía que escuchaban la conversación.
-Supongo que debemos ir a Tokio…¿Por qué es en esa ciudad donde sucedió todo?- Pregunté.
El señor Yamura asintió con la cabeza y luego pronuncio las palabras que jamás en mi mejor estado de imaginación podía haber pensado escuchar.
-Así, es, en Tokio y la academia que deberían visitar es el Instituto Aihara-
Me quedé con la boca abierta unos segundos al punto que creyeron que había perdido el habla. Me miraron extrañados. Cuando reaccioné dije.
-No lo puedo creer-
-¿Qué es lo que no puedes creer?- Preguntó Keiko aferrándose a mi brazo.
-¿Usted me está hablando de la Academia Aihara de señoritas, la que dirige el señor Aihara, un hombre alto de cabellos canos y barba candado y que es toda una eminencia en temas de educación?-
-El mismo-
-El mundo es chico hasta en las antípodas- Exclamé y luego agregué -¿Y qué participación tuvo el señor Aihara en el tema de Keiko?
-Nos apoyó hasta donde pudo, por él supe que muchas chicas formaban parejitas provisorias antes de casarse, las toleraba porque decía que…-
-Que les corre la sangre por las venas y es mejor así porque no corren riesgo de embarazarse- Completé la frase.
-Así, es. ¿Entonces debo imaginar que conoció al señor Aihara?-
-¿Qué si lo conocí? Vera usted, le voy a contar algo a pesar de que le prometí reserva pero en este caso es importante que se los revele-
Los tres se quedaron mirándome impacientes por mi relato.
-Es así, ¿Recuerda, de entre las historias que conté en mi libro, el caso de dos hermanastras que finalmente se casan entre si y que una de ellas es nieta de un director de escuela?-
Esta vez los que quedaron boquiabiertos fueron ellos.
-¿No me diga que ese personaje de la nieta es la pequeña Mei?- Preguntó la madre de Keiko en cuanto pudo hablar.
-Bueno, no tan pequeña, ahora es toda una mujer- Dije sonriendo.
-¡Rompió el arreglo matrimonial que le preparó su abuelo y se casó con su hermanastra!- Exclamó el señor Yamura.
-Así es-
-Conocimos a Mei, tiene unos cinco años menos que Keiko pero ya se la veía como alguien decidida a defender su vida aun cuando estaba en la primaria-
-Si- Dije sin saber que agregar.
-Hubiera pagado por verle la cara a Sensei Aihara cuando lo supo-
-Lastima, si hubiera sabido que alguien pagaría por ello le hubiera tomado una foto-
La frase causó la risa del señor Yamura y luego acotó.
-¿Usted estaba allí?-
-Sí, yo tuve mucho que ver con el tema aunque no me auto referencié. Pero debo otorgarme el mérito de haber tanteado la opinión del señor Aihara un tiempo antes y de haber influido en la aceptación plena del compromiso de su nieta con su nietastra política-
-¡Vaya sorpresa!- Dijo la madre de Keiko.
-¿Y cómo quedó su relación con el señor Aihara?-
-En excelentes términos, hasta me regaló un manuscrito del libro que escribió con la historia de su vida-
-Entonces tenemos el camino muy allanado para poder verlo y conversar en extenso con él- Agregó el señor Yamura.
-Tengo todas las puertas abiertas-
El señor Yamura volvió a sacudir mi mano con énfasis. Luego me dijo.
-Bueno, ya es tarde y debemos irnos a dormir. Supongo que ustedes quieren estar a solas. Mañana la llamo y ultimamos detalles- Y entonces tomó a su esposa de la mano saliendo de la habitación.
-¡Si no vuelvo esta noche es que me quedo en casa de Alexia!- Dijo Keiko de pronto y yo me extrañé pues ni siquiera habíamos hablado de eso.
Ella sonrió y mirándome dijo.
-Creo que será hermoso conocer tu casa-
Su sonrisa era tan cautivante que no podía negarme, es más, ya estaba imaginado de como disfrutaríamos entre mis sabanas.
Había pensado en invitar a Keiko a bailar o simplemente a tomar algo por ahí, pero ante su dulce osadía decidí llevármela a casa lo más rápido posible. Fuimos hacia el garaje donde el hombre del traje nos abrió la puerta y salimos con el auto a la calle. Keiko estaba hermosa, cuando se cambió luego de sacarse su traje tradicional se había puesto un pantalón de tela de goma sumamente ajustado, unas botitas blancas con taco y una blusa holgada multicolor, como cartera solo llevaba un pequeño sobre colgado de su hombro con una larga cadenita y donde creo que lo único que le entraba era su celular.
Llegamos a casa, entré el auto en la cochera y pasamos a la sala. Ella observaba todo con detenimiento.
-Tienes buen gusto, admiro tu decoración- Dijo al cabo de unos segundos.
La tomé de la cintura y la atraje hacia mí, le di un beso en los labios hasta que ella abrió su boca y nuestras lenguas se entrelazaron. Fue un momento apoteósico.
-Claro que tengo buen gusto, por eso te tengo a ti- Le dije y agregué. -¿Deseas perder el tiempo tomando algo o vas a dejar que te obligue a ir a la cama?-
-Oblígame- Contestó desafiante.
La tomé de un brazo y me la llevé a la cama mientras ella simulaba resistirse. Cuando entramos en el dormitorio se quedó mirando la cama.
-¡Vaya es enorme!- Exclamó.
-Y toda para nosotras- Le dije mientras a su espalda comenzaba a sacarle la blusa.
No se resistió más. Dejó que la fuera desnudando lentamente hasta que no le quedo nada puesto. Me saqué la ropa mientas ella se acomodaba en la cama insinuante. Me acerqué desde el pie de la cama hacia donde ella, imaginado lo que le iba a hacer abrió sus piernas y yo me sumergí en su pubis con mi lengua presta a invadir su vagina. Ella comenzó a gemir. Estiré mis brazos y tomé sus pezones. Primero se los acaricie suavemente pero luego comencé a apretárselos de tal manera que intentaba provocarle dolor. Y lo hice porque me imaginaba lo que sucedería, ella estaba gozando de la pequeña tortura, a cada minuto se entregaba con más deleite y tenía orgasmos continuos mientras me pedía que se los apretara más.
Minutos después ella era quien jugaba entre mis piernas como toda una experta, me arrancaba orgasmos con solo verla hundirse en mi pubis. Y también le pedí que me apretara los pezones. Más tarde nos fundimos en un mar de besos y caricias, totalmente desenfrenadas hacíamos tijeras y nos arrastrábamos por toda la cama explotando de placer. La bese, la mordí, le di un par de palmadas en la nalga que la excitaron aún más. Finalmente luego de una cantidad incontable de orgasmos quedamos las dos rendidas, acostadas una junto a la otra, abrazadas, y así nos dormimos.
No estoy acostumbrada a tener a alguien durmiendo en mi cama por la mañana, por lo general las echo después del sexo pues amo desayunar a solas, pero cuando desperté Keiko estaba profundamente dormida y placenteramente estirada. Hasta podría jurar que estaba sonriendo. Me levanté, me puse una robe de seda que había comprado en Japón y fui a la cocina a preparar el desayuno. Mientras estaba en esa tarea apareció la niña medio dormida y totalmente desnuda. Caminó hacia mí, me abrazó y le pregunté si no tenía algo para ponerse. Al responderme negativamente le dije que sacara algún camisón mío del ropero.
Desayunamos, ella se dio una ducha, se vistió y partió para la oficina pues tenía trabajo que hacer y no quería dejar nada pendiente teniendo en cuenta el viaje que debíamos realizar. Yo me quedé sola, caminé un rato por la casa, me asomé al balcón del dormitorio, me quede allí contemplando el jardín y mientras tomaba mi tercera taza de café me senté a mi escritorio tratando de ordenar mis ideas.



Capítulo 7

 No se me ocurrió nada mejor que practicar con la guitarra. Siempre me resulta relajante. No es que sepa tocar bien pero el sonido del instrumento me produce placer. Era media mañana cuando el teléfono interrumpió mi descanso. Era el señor Yamura confirmándome que tenía todo preparado para el viaje y que me mandaría por mail los pasajes y los voucher de hotel. Dijo que sería en quince días y me preguntó si estaba bien o si deseaba cambiar la fecha. Le contesté que estaba de acuerdo.
“¿En qué me estaré metiendo?” Me pregunté, por una niña que unos pocos días atrás ni siquiera conocía. “Todo sea por otro libro” Me dije consolándome. Además unos días de paseo por Japón, país al que había comenzado a querer sinceramente, y con todos los gastos pagos no era fácil de declinar.
Me acordé de mi editor. Era hora de que le hiciera un llamado. Tomé el inalámbrico y me arrojé en la cama todavía deshecha por la sesión de sexo de la noche anterior.
-¡Alexia! ¡Pensé que te habías olvidado de mí!-
-Imposible, sos como una piedra en mi zapato-
Después que dejó de reírse me dijo.
-Supongo que si me llamas es porque tienes algo en mente para tu próximo libro-
-Digamos que sí, todavía está muy verde, tan verde que primero voy a tener que vivirlo para después escribirlo-
-¿Cómo es eso?-
Y le conté, sin entrar en los detalles del sexo por supuesto, toda la historia hasta ese momento el futuro viaje a Japón.
-¿A Japón, de nuevo? ¿No se te está haciendo costumbre?-
-Si, tal vez-
-¿Y qué tal la japonesita? ¿La pasas bien con ella?-
-Ya te estas poniendo pesado, pero te diré, supongo que tan bien como vos con los hombres con los que te acostas-
-Ja, ja, pero no es lo mismo-
Mi editor era homosexual confeso. Muchas veces me había contado de sus aventuras sexuales pero había algo que lo tenía intrigado, y era como nos las arreglábamos las mujeres siendo que carecíamos de pene. Para él sexo sin pene no era sexo. Y yo siempre lo dejaba con la incógnita lo que me producía cierto placer.
Convenimos en que lo llamaría recién a mi regreso. Y le contaría si la experiencia había valido la pena.
-¿Sabes una cosa? Tu último libro se está vendiendo como pan caliente, algo que obviamente no ignoras. Creo que es una buena idea seguir en este tema con uno más, el público se va poner ávido de estas historias-
-Sí, me imagino, el morbo vende, pero no voy a andar acostándome con cuanta japonesa me encuentre por ahí para seguir escribiendo-
Rió con ganas.
-Sí, claro, conociéndote te acostarías con cuanta japonesa te encuentres así sea por un libro o no-
Cortamos. Me quedé pensando cual era mi verdadero sentimiento para con Keiko. No quería que se me convirtiera en una carga solo por no lastimarla pero al mismo tiempo me sentía segura de que al menos me gustaba mucho estar con ella. Para adelantar el relato me dirigí a mi estudio, me senté frente a la computadora y comencé a escribir provisoriamente acerca de todo lo ocurrido hasta entonces.
Al mediodía me llamó Keiko. Al sentir su voz me sentí feliz. No me había dado cuanto de que en cierta manera la extrañaba. Quedamos en que viniera de nuevo a mi casa esa noche. A ella también se la sentía feliz.
No salí en todo el día, escribí varias horas y en algunos intervalos de descanso toqué la guitarra. Luego me puse a pensar en la cena y cuando las primeras sombras se iban convirtiendo en noche llegó Keiko. Apenas abrí la puerta y la hice pasar sentí la necesidad imperativa de abrazarla fuerte. Nos besamos largamente y nos dirigimos a la cocina.
-Ven, estoy cocinando-
-Te ayudo- Dijo ella
Y así fue que compartimos la preparación de la cena mientas me contaba las cosas que había hecho en la oficina y yo la puse al tanto de la conversación con su padre. Por momentos, cuando ella no lo advertía, yo la contemplaba en silencio. “¿Estaré enamorada?” me pregunté.
Cenamos en el comedor. Yo había dispuesto la vajilla con todo detalle como para una cena formal. La comida estaba rica y el vino aún mejor. Después del café le dije.
-Voy a hacer una llamada por Skipe a una amiga en Japón para contarle del viaje, ven quiero que la conozcas-
La tomé de la mano y me la llevé conmigo al estudio. Encendí la computadora y llamé a Mitsuko. Keiko jugaba distraídamente con un adorno de mi escritorio. Al cabo de unos segundos apareció la imagen de mi antigua amante y por detrás de ella la cara curiosa de su pareja, la niña cuatro ojos (nunca recuerdo bien su nombre).
-¡Hola amiga, tanto tiempo!- Exclamó Mitsuko con alegría.
No tuve tiempo de contestar. De pronto Keiko gritó casi en mis oídos.
-¿Mitsuko-chan?- Preguntó sorprendida
-¿Keiko-chan?- Manifestó Mitsuko no menos sorprendida.
-Vaya, veo que no tengo que presentarlas- Agregué yo.
Y así fue que en medio de un dialogo desordenando donde todas hablamos casi al mismo tiempo pude enterarme que a pesar de que no eran compañeras en el mismo curso, Keiko y Mitsuko habían sido buenas amigas para la época en que mi nueva amante tuvo su problema, que Mitsuko ya era para entonces una alumna aventajada y estaba en el Comité Estudiantil, del que luego sería presidenta. Y por el otro lado nuestras amigas de Japón se enteraron de la relación que nos unía a Keiko y a mí lo que las hizo exclamar grititos de alegría.
-No puedo creer las vueltas de la vida- Decía Mitsuko.
Y por Whatsapp me mandaba un mensaje para que solo yo lo leyera
“Me imagino lo bien que la está pasando Keiko”
Nos pusimos al día con todas las novedades. Les conté de cómo nos habíamos conocido con Keiko y del éxito del libro y ellas nos dijeron que estaban muy bien, que la pareja se consolidaba cada día más y que estaban por casarse formalmente en la Prefectura de Shibuya. Pero lo que más les alegró fue saber que pronto nos veríamos personalmente como consecuencia de nuestro viaje.
-Están formalmente invitadas a nuestra casa- Afirmó Mitsuko.
-Hecho- Dije yo y luego le pregunté por el resto de las chicas.
Así supe que su hermana Harumi andaba en algún tipo de relación con su amiga Matsuri pero que no podía asegurar cual sería era pues ambas chicas eran “como dos tiros al aire” dijo textualmente. Luego me contó que Mei ya estaba formalmente a cargo de la Academia pues su abuelo se había retirado definitivamente y el Consejo había aceptado que fuera ella la nueva directora y lo que era más sorprendente que ante todos los miembros, hombres de tradiciones férreas, había presentado a Yuzu como su esposa lo que, a pesar de la sorpresa no pareció incomodarlos. Y por su lado Yuzu continuaba su trabajo en la editorial y biblioteca donde la encontré cuando fui a presentar mi libro con la novedad de que había dejado de ser pasante y tenía un cargo directivo en la administración. Y que, por supuesto, la parejita estaba muy bien y muy felices.
Me alegré muchísimo de recibir buenas noticias. Seguimos luego hablando de otros temas e incluso dejé por un rato que Keiko y Mitsuko conversaran de sus épocas de estudiantes y me corrí a un costado mientras degustaba una copa de vino.
Luego les informé de la fecha en que estaríamos por allí y convinimos en que las llamaría para encontrarnos. Cuando corté sentí que había sucedido casi un milagro. Keiko se sentía muy bien de haber podido hablar con alguien que la conociera y la apoyara cuando la atacaban sin motivo por su relación con otra chica. Por un momento sentí celos, conociendo a Mitsuko era probable que se le hubiera tirado a Keiko, pero pensándolo fríamente me di cuenta que estaba imaginando lo que no era.



Capítulo 8

 Mientras esperábamos la fecha de partida Keiko y yo anduvimos bastante ocupadas. Ella debía dejar en orden la administración de la empresa de su padre y entrenar a una empleada para que continúe las labores lo que le demandaba bastantes horas del día. Yo estaba escribiendo la primer parte de mi nueva novela y en tanto mi editor se ocupó de encontrarme otras tareas. Una de ellas era concurrir a un evento literario organizado por una persona de su amistad que dirigía uno de esos centros culturales tan en boga en los municipios y la otra una entrevista para un programa sobre literatura en un canal de cable. Ninguna de las dos actividades me resultaba placentera sobre todo la primera pero tenía ciertas obligaciones con mi editor y no tuve más remedio que concurrir.
El día que debía presentarme en el Centro Cultural elegí, como una forma de rebeldía un atuendo poco apropiado, una blusa multicolor muy amplia, pantalones de jean gastados y zapatillas. Eso sí, me maquillé muy bien y dejé mi larga cabellera negra a merced del viento. En cuanto llegué a la puerta del salón me encontré con Adriana una rubia voluptuosa que oficiaría de mi presentadora y moderadora. En cuanto la vi me di cuenta que éramos el día y la noche, no solo por el color de nuestra piel y el cabello sino también por la forma de estar vestidas. Ella lucía un trajecito sastre color celeste, entallado, con una blusa blanca con volados y zapatos de taco aguja. Al parecer mi ropa no le causó mala impresión o solo disimulaba, me dio un beso en la mejilla y brindándome la bienvenida me hizo entrar.
El lugar estaba lleno de gente, mucha más de la que me maginaba. La mayoría mujeres, todas elegantemente vestidas como para un evento en el palacio de Buckingham, los pocos hombres de traje y corbata. Mi presencia las alteró un poco. El público había notado mi forma de presentarme y evidentemente no le había caído muy bien. Murmuraban entre ellos y ellas. Yo me sonreía para mis adentros.
La moderadora, que luego me enteré era la secretaria de cultura del municipio, dio un pequeño discurso presentándome y noté que la mención de mi nombre y mi currículo los dejo asombrados. A partir de allí ya no importó como estaba vestida, los había ganado con la fama que me precedía y el público dejó asomar su estúpida admiración.
Luego de presentarme, Adriana mencionó que se realizaría una lectura de un par de párrafos de mi libro, contestaría algunas preguntas y al final habría lo que se llama “micrófono abierto” o sea que quien quisiera podría leer sus propios trabajos. Allí lamenté haber ido, conozco bien la calidad de lo que escriben las señoras aficionadas y me espanta sinceramente. Sobre los hijos, los nietos, el amor, la paz y todas esas pavadas, llevadas al extremo si, además, las damas son maestras.
Había escogido dos párrafos cortitos y en lo posible los más audaces, para perder poco tiempo y escandalizarlas un poco. Luego comenzaron las preguntas. Como lo esperaba eran bastante banales. Acerca de cómo se me había ocurrido la idea, como la desarrollé, como hice la investigación, y un largo etcétera. Pero luego de media hora se paró una joven, de esas que llevan el pañuelo verde atado en la muñeca y preguntó.
-Dígame, ¿Usted ha escrito este libro como un manifiesto de liberación feminista?-
Imaginaba la respuesta que la mocosa esperaba por eso con todo énfasis dije una sola palabra
-No-
La niña no se sentó, inconforme con la respuesta, y entonces decidí que debía una explicación.
-Vos estas confundiendo como se dice, chicha con limonada. La homosexualidad no es algo que uno elige y mucho menos para convertirlo en desafío al resto de la humanidad. La homosexualidad es amor, simple y puro amor. ¿A una persona del mismo sexo?, si claro, pero es eso amor, mucho amor y si bien los homosexuales deben luchar por sus derechos, las lesbianas en particular no son lesbianas por feminismo, son lesbianas solo por que aman a otras mujeres-
Creí zanjado el tema pero la mocosa insistió.
-De manera que usted no es feminista-
-No, ni me interesa, porque yo me hice un lugar entre los hombres y como escritora porque me rompí el culo así- Dije haciendo un gesto con ambas manos y continúe- Estoy orgullosa de mi lucha y no necesité ningún colectivo anacrónico para que me defienda-
La muchacha comenzó a sentarse visiblemente abrumada pero yo ya estaba cebada y no iba a dejar así la cosa.
-Las feministas, y disculpen todas las presentes que lo sean, han confundido derecho con privilegios y usan el género como bandera criticando y denostando a los hombres pero nunca se les ocurre pensar que aquí y en todo el mundo también hay hombres que son tratados como esclavos y que también tienen sus derechos, así, que en vez de dividir deberían unirse al hombre para luchar juntos contra toda injusticia, pero no, con su actitud lo que hacen es dejarse dividir para que los poderosos reinen sobre todos…y todas-
Con el énfasis que puse a mis palabras creí que me iban a arrojar de allí pero, por el contrario casi todo el público se puso de pie y aplaudió largo rato, los hombres incluidos, excepto un grupito de niñas que se quedaron sentadas y en silencio. Ni siquiera me importó.
Tras mi discursito tuve que soportar la perorata de relatos y versos escritos por las damas presentes. Creí que no terminaba más y llegué a pensar que ese era mi castigo por haber sido tan vehemente. Finalmente llegó el momento de la despedida. Muchas mujeres se me acercaron con un ejemplar de mi novela para que se los firme. Cuando ya no quedaba casi nadie en el salón una mujer, de lo que calculo unos sesenta años, con una presencia que delataba que había sido una belleza en su juventud, de cabellos largos, vestido negro ceñido a un cuerpo que todavía parecía desear guerras interminables y una larga cabellera entre rubia y canosa pero pulcramente peinada, extendió su mano derecha y me ofreció una hoja de papel.
-Este es un poema que escribí pero no me atreví a leer, no al menos entre este público. Lo hice para usted-
Tomé el papel y comencé a leer para mis adentros.
“Una flor que todavía no se ha marchitado,
Sueña con otra flor que recién ha nacido
En la última primavera la ha descubierto
Rodeada de un desierto de arenas traicioneras…”
A medida que continuaba la lectura me fui dando cuenta que la mujer me había escrito una declaración de amor. Al terminar levanté la vista. Ella me miraba ansiosa. Yo no pude evitar que corriera una lágrima por mi mejilla.
-Es hermoso- Dije y no sabía cómo continuar pero ella intervino.
-Te habrás dado cuenta que es una declaración de amor, ya sé que es imposible, solo déjame soñar que alguna vez podría haberte tenido en mis brazos y que guardarás ese poema en un lugar privilegiado-
La tomé del brazo, le di un beso en cada mejilla. Luego tomé un libro del escritorio, lo abrí en la primera hoja.
-¿Cómo te llamas?- Le pregunté.
-Isabel-
Escribí: “Para Isabel, que ha conmovido mi corazón con su poema, para que sueñe con haberme tenido en sus brazos, con todo mi amor. Alexia.
Ella leyó la dedicatoria y también dejó caer una lágrima. Luego se dio vuelta de pronto como queriendo huir de allí y se perdió entre la gente que todavía estaba en la puerta esperándome para ejercer su obsecuencia. Pasé lo más rápido que pude entre el gentío y cuando estaba por subir a mi auto llegó Adriana.
-¿Podríamos contar con vos para que des algunas clínicas de escritura?-
-No, no puedo- Contesté y salí a toda velocidad.
La segunda experiencia fue pocos días después en un canal de televisión donde debía grabar el programa a emitirse días después. Siguiendo con mi costumbre también fui vestida bastante informal, no acepté que me hicieran maquillaje especial por las luces y la cámara y sin haber tenido el más mínimo contacto previo con la conductora me indicaron que me sentara en un sillón, en medio de una escenografía que representaba una biblioteca. Pocos minutos después llegó la persona que me iba a entrevistar, me paré, nos saludamos con esos falsos besos en las mejillas y nos sentamos cada una en su lugar. No me iba a sorprender la temática de las preguntas, todas eran referidas a las circunstancias que me habían llevado a escribir mi novela, pero antes que eso se detuvo bastante tiempo en detallar mis libros anteriores sobre todo los que versaban sobre aventuras fantásticas y de pronto preguntó.
-¿Qué te llevó a escribir esta novela de gyarus y lesbianas en Japón?-
Después de mi relato me hizo, cuando promediaba la entrevista una pregunta directa que no esperaba.
-¿Sos lesbiana?-
Me tomé unos segundos, como para pensar si habría alguien de las personas que me interesaban en mi vida que aún no lo sabían y como la conclusión era que todo el mundo estaba enterado de mi homosexualidad dije con toda tranquilidad
-Por supuesto. O si no ¿De qué otra manera podría haber escrito una novela tan comprometida con el tema?-
-Ahora que te lanzaste al ruedo con este tema y de manera tan explícita, ¿Habrá otras historias similares?-
-En eso estoy-
-¿Crees que puedan redituarte más fama que tus excelentes historias fantásticas?-
-No pienso en ello en forma de rédito, yo escribo sobre un tema porque primero me gusta a mí y disfruto haciéndolo, que tengan éxito no es mi preocupación-
Todo estaba yendo por carriles normales hasta que largó otra pregunta inesperada.
-¿Sos feminista?-
-No, ¿Debería serlo?-
La dejé descolocada con mi pregunta y no insistió con el tema. Al  poco tiempo la entrevista terminó. Me saludó con bastante frialdad y se fue por el pasillo. Yo me quedé mirándola, un asistente se me acercó y dijo.
-La emitimos pasado mañana a las veintiuna horas en canal 54-
-Bien- Le contesté casi sin mirarlo y salí del estudio puteando bajito.
Dos días después estaba con Keiko, en mi casa, mirando el programa que había grabado. Debo reconocer que respetaron toda le entrevista tal como fuera hecha. Por un momento temí o que no lo pasaran o que la cortaran o cualquier otra cosa que pudieran hacer para dejarme mal parada ya que, según supe después, la conductora era quien pagaba el espacio televisivo en el canal por que la bancaba un tipo con guita que le daba todos los gustos, o sea, que tenía un chongo que la mantenía, algo muy poco feminista por cierto.



Capítulo 9

Finalmente llegó el día de la partida. El señor Yamura envió un auto por mí, luego pasamos por la casa de Keiko, y nos llevó hasta Ezeiza. Los padres de Keiko nos hicieron mil recomendaciones como su fuéramos dos niñas en edad escolar en su primer viaje de fin de curso.
-Tenes que entender a mis padres, en mi viaje a Las Grutas fue la primera vez que estuve separada de ellos y ahora es un viaje hasta el otro lado del mundo- Me dijo mientras esbozaba una sonrisa.
-Tranquila. No te preocupes- Respondí pasándole el brazo por sobre su hombro y atrayéndola hacia mí.
Así hicimos todo el viaje hasta el Aeropuerto. No es necesario contar toda la maraña de trámites en el check in. A pesar de que ha mejorado mucho el sistema de Inmigraciones todavía sigue siendo bastante lento sobre todo cuando se les cae el sistema. Además, en lo personal y aunque no tengo nada que ocultar siempre me ponen de mal humor los controles imaginando que un día me van a confundir con alguien fugado de la justicia. Cargando el equipaje de mano caminamos por la manga hasta el avión, nos acomodamos en nuestros asientos y esperamos el momento del despegue. Minutos después el avión de Ethiopian Airlines estaba levantando vuelo para un viaje con una escala en Dallas y treinta horas por delante para finalmente aterrizar en el aeropuerto de Haneda.
Aproveché a descansar, cuando no estaba durmiendo conversaba largamente con Keiko o si ella quería dormir y yo estaba desvelada me colocaba los auriculares, buscaba el canal con la música más tranquila posible y me relajaba o me quedaba viendo una película.
Después de un suave aterrizaje en el que pudimos contemplar la magnificencia de la Bahía de Tokio descendimos ansiosas de poder estirar las piernas para algo más de una caminata de pocos pasos como las que habíamos hecho por los pasillos del avión. En cuanto nos juntamos con nuestras maletas bajamos al subte y tomamos la línea a la Akihabara Station pues era en sus cercanías que se encontraba el Hotel New Green Okachimachi que nos reservara el señor Yamura.
El padre de Keiko me había advertido que no era de lo mejor ya que todas las reservas estaban tomadas en otros hoteles. No sé a qué llamaría “no es de lo mejor” pues me encontré con un hotel a todo lujo con habitaciones muy limpias y bien iluminadas, el servicio de recepción fue admirable y teníamos inclusive computadora, teléfono para hablar al exterior sin necesidad de operadora y un amplio escritorio en la habitación.
Después que nos acomodamos llame por Skipe a Mitsuko. Recibió con gran alegría la noticia de que habíamos llegado y de inmediato nos invitó a su casa para la noche siguiente así teníamos tiempo de descansar. Luego llamé a la casa de Yuzu y Mei pero no recibí respuesta por lo que deduje que estaban en sus trabajos. Pero como deseaba escuchar la voz de alguna de ellas revisé en mi agenda y encontré el celular de la rubia. Rogando que no hubiera cambiado el número llamé.
-¡Hi, Alexia-chan!- Exclamó en mi oído la dulce voz de Yuzu.
-Hola amiga- Dije sorprendida de haber logrado la comunicación.
-¡Que tal! ¿Tuvieron buen viaje?-
-Vaya, parece que los chismes vuelan- Se me ocurrió contestar.
-Sí, Mitsuko nos dijo que vendrías y estábamos ansiosas de verte-
-Sí, yo también, por eso te llamé-
-¡Entonces mañana nos vemos en lo de Mitsuko!-
-Genial, no me dijo que ustedes iban también-
-Es que era una sorpresa, perdón, se me escapó-
-No te preocupes, no diré nada, incluso pondré cara de asombrada cuando las vea-
Del otro lado de la línea me llegó la risa cantarina de Yuzu.
-¿Y ustedes cómo andan?- Pregunté.
-¡Excelente! Luego te contamos, con tiempo. Y también quiero conocer a tu nueva novia-
-Por supuesto-
Como no quise molestarla más imaginando que estaba trabajando me despedí de la amorosa rubia y le propuse a Keiko salir a caminar un poco. Anduvimos paseando sin rumbo fijo. Mi novia, como dijera Yuzu, estaba feliz, me tomaba de la mano o se abrazaba a mi cuerpo y así andábamos un poco incomodas por la posición pero contentas de estar juntas. Andando por las concurridas calles de la capital observé que había varias parejas de mujeres que también iban del brazo o de la mano y que nadie parecía notarlo. Me sentí feliz de poder transitar sintiendo que no éramos bichos raros.
Estuvimos bastante tiempo en el Santuario Kameido Tenjinsha. El lugar estaba bastante tranquilo e invitaba a recorrer lentamente sus hermosos y pulcramente cuidados jardines. Compramos unos obsequios y regresamos al hotel. Esa noche, luego de la cena, tuvimos una sesión de sexo que nos dejó agotadas. Nos quedamos dormidas, desnudas y cada una en brazos de la otra. Cuando desperté no tenía idea de donde estaba. Después de reaccionar solicité el desayuno en el cuarto y lo tomamos en el balcón.
En el momento en que Keiko se estaba duchando aproveché a hacer otra llamada. Esta vez a alguien que supuestamente ni soñaba de mi presencia en Tokio. El señor Aihara. Rogaba que estuviera en estado de poder recibirme en ese mismo día pues no quería prolongar mi misión más de lo necesario. Me atendió uno de sus sirvientes. Ignoro quien era pero en cuanto me presenté me rogó que esperara en la línea con tanto entusiasmo que sospeché le había sorprendido gratamente mi llamada.
Al cabo de unos segundos sentí la voz grave del abuelo de Mei.
-¡Que placer volver a escucharla!- Exclamó, pero más fue su sorpresa cuando supo que estaba en Tokio.
-Debo disculparme por ser tan intempestiva pero por razones que luego le explicaría me interesaría saber si me puede recibir hoy- Le dije luego de los saludos formales.
Asintió.
-Puede venir ahora mismo si quiere, a mi casa, usted sabe que siempre es bienvenida-
Así fue que apenas colgué le dije a Keiko, recién terminada de bañarse, que debía salir.
-¿Sola?- Preguntó ella.
-Sí, se trata de una visita que quiero hacerle al señor Aihara para tener una charla introductoria del motivo que nos trajo a Japón y prefiero explicarle todo antes de que te vea. ¿Estás de acuerdo?-
No fue una cara feliz la que puso pero lo aceptó sin protestar.
-¿Y mientras tanto que hago?-
-No voy a tardar mucho. Si quieres puedes ir a pasear por ahí, estimo que no te vas a perder-
-Ja, ja, seguro que no-
Dicho todo esto me vestí y salí hacia la mansión Aihara.




Capítulo 10

No tardé en llegar al barrio de Denenchufu, una especie de Beverly Hills japonés, ya que una línea de trenes me llevó directo desde Akihabara. Como el tren corría por un viaducto elevado tuve oportunidad de ver parte de la ciudad mientras viajaba. Cuando salí de la estación caminé unas pocas cuadras hasta encontrar la casa del abuelo de Mei. Toqué el timbre y salió una de las empleadas de servicio que me conocía de mi estadía anterior y me hizo pasar inmediatamente. Le seguí los pasos hasta que me introdujo en la biblioteca, aquel salón en donde sucediera todo lo que marcó el destino de mi parejita amiga.
El señor Aihara se levantó del sillón en donde estaba leyendo y se acercó a saludarme. Hizo una profunda reverencia que contesté en reciprocidad, luego me señaló un sillón cerca del suyo y nos sentamos.
-Es un gran placer volver a verla y no me imaginaba que sería tan pronto-
-Créame que yo tampoco lo imaginaba-
-¿Y que la trae por aquí?-
-Una misión que en realidad todavía me produce algunas dudas y además de información me gustaría tener su opinión pues la valoro mucho-
El hombre se acomodó en su asiento, llamó a la sirvienta y le pidió dos cafés con algunas masas dulces. Como ni siquiera me preguntó qué era lo que deseaba tomar, aclaró.
-Todavía recuerdo que usted prefiere el café al té-
Sonreí, en tanto él mirándome a los ojos insistió.
-Cuénteme su misión y sus dudas-
-Bien, no sé cómo empezar pero seré lo más directa posible, ¿Recuerda usted a la alumna Keiko Yamura?-
El hombre dudó un instante, era evidente que buscaba en los rincones de su memoria el nombre que le pronuncié. Y luego me contestó.
-Humm, sí. Ahora recuerdo, era una muy buena alumna y un orgullo de su clase. Lástima que no pudo completar aquí sus estudios, su padre decidió instalarse en…-
-Argentina- Completé
-¡Cierto, en Argentina! ¿Entonces, no me diga que usted la conoce?-
-A toda su familia. Pero lo que me trae por aquí es un suceso en particular, uno que dejó en Keiko una terrible marca de la que le costó reponerse-
-Ya sé a qué se refiere. Su relación con otra alumna que motivo un escándalo por parte de los padres de esa muchacha. ¿Tan grave fue para Keiko?-
-Sí, lo fue. Por un lado porque ella estaba enamorada realmente de esa alumna y por otro lado porque pensaba, a pesar de las explicaciones de su padre acerca de los negocios que lo llevaron a Sudamérica, que en realidad habían huido de Japón por vergüenza-
-Entiendo-
-Así pasaron diez años y ella jamás se atrevió a tener otra relación con una mujer, por miedo al fracaso-
-Sí, yo entreví en su momento que allí había un sentimiento real de Keiko por la otra niña y no solo una temporada de distracción antes de su casamiento como sucede con otras alumnas-
-Si, como usted me lo ha explicado cuando tuvimos aquella primera reunión en donde hablamos de su nieta-
-Lo recuerdo perfectamente-
-Bien, no le daré más preámbulos. El tema es que hace un corto tiempo yo conocí a Keiko y hemos entablado una relación. No sé qué la animó a sincerarse conmigo pero ella está convencida de que soy como una especie de ángel salvador y realmente yo siento que estoy enamorada de ella. Pero no termina todo allí, su familia también piensa lo mismo y el señor Yamura me ha solicitado que la traiga a Japón para que se reencuentre con los lugares y personas que tuvieron algo que ver con aquel suceso como una forma de terminar de exorcizar sus miedos-
-O sea que la trajo-
-Correcto, pero tengo mis dudas, las que también expresé al señor Yamura y esas dudas son si ese reencuentro no puede generar un efecto contrario al deseado-
-Yo comparto sus dudas, pero por eso el tema debe ser tratado con mucha delicadeza-
-Ahí es donde entra mi pedido de consejo-
-Bien, le diré que haremos. Tráigala aquí, a mi casa, y conversaremos. Yo le dejaré en claro que nunca tuvimos intención de sancionarla por lo sucedido y que su padre no huyó por la vergüenza. Creo que mi palabra le puede resultar algo tranquilizadora-
-Es más de lo que me hubiera atrevido a pedirle-
-Descuide, usted se merece toda mi atención. Mi opinión sobre usted es muy elevada y ayudarlas a ambas me resultará de gran placer. De manera que cuando lo desee llámeme y combinamos la visita-
-No quiero molestarlo más- Dije preparándome para levantarme pero luego agregué.
-Ni Keiko ni sus padres me han dicho el nombre de la otra chica, no sé, tal vez por algún prurito, pero yo quiero saberlo. Necesito ver cómo vive y si le quedó alguna secuela después de esos eventos. Descuide, no voy a cometer ninguna intromisión si no es necesario, solo hacer algunas averiguaciones-
El abuelo de Mei volvió a hurgar entre sus recuerdos y contestó.
-El padre de la otra niña es Eiji Fudo, un hombre muy poderoso, es el más grande empresario en la zona norte de Tokio, tiene varias factorías de vehículos que usa el gobierno para auxilios como carros de bomberos y ambulancias, no le recomendaría meterse con él-
-No lo haré, no me interesa, solo me gustaría saber cómo vive su hija-
-Me temo que tendrá que averiguarlo por su cuenta, se llama Fumiko y hasta donde supe ella se casó en un matrimonio arreglado pero no tengo idea de donde vive ni qué clase de vida lleva-
Me paré  y haciéndole una reverencia dije.
-Ya le he hecho perder mucho tiempo y además debo buscar a Keiko que debe andar por Shibuya haciendo compras y esta noche tenemos una cena en lo Mitsuko Taniguchi-
-¿Se verá con Mei y Yuzu también?-
-Sí, ahí mismo-
-¿Sabe que Mei ahora dirige la Academia?-
-Sí, lo sé y si bien no me sorprendió por su capacidad en realidad lo fue por que lo hace a tan temprana edad, aunque no debería extrañarme, creo que es digna hija de su padre y nieta de su abuelo-
-Es una gran mujer y muy valiente. Le debo que pueda tomarme un descanso que a esta edad me era necesario-
Y dicho esto también se levantó de su asiento y llamó a la sirvienta para que me acompañe de salida. Una vez en la calle me quedé mirando el cielo teñido de amarillo por efecto del sol en las nubes y traté de pensar cuales serían mis próximos pasos.
Llame a Keiko y le dije que nos encontrásemos en el hotel para almorzar. Le gustó mucho la idea, estaba paseando por los jardines exteriores del Palacio Imperial y se manifestó ansiosa por que le contara de mi entrevista con el señor Aihara. De manera que al rato ya estábamos sentadas a una mesa en el restaurante y yo le manifestaba lo que me había dicho el abuelo de Mei. Se mostró complacida de volver a ver a su antiguo director, consideraba que sería un gran paso escuchar de su boca lo que había sucedido tras bambalinas mientras ella sufría los embates de los padres de la otra niña que durante todo ese tiempo no habían cesado de denostarla. De a poco iba comprendiendo lo que había sufrido Keiko y por qué había estado traumada todos estos años.



Capítulo 11

Esa noche decidimos lucir, como suelen hacer las parejas chinas de lesbianas, un mismo modelo de vestido aunque de diferente color y sandalias con taco aguja y suela de acrílico. Los vestidos eran tan cortos y ajustados que llamaron la atención en el lobby del hotel. A nuestro paso varios hombres y mujeres se dieron vuelta para mirarnos. Esta vez decidimos prescindir del transpondré público y nos tomamos un taxi que nos dejó justo a la entrada del edificio donde vive Mitsuko.
A pesar de que creíamos llegar temprano, en cuanto se abrió la puerta del departamento detrás del cuerpo de la anfitriona pudimos ver un montón de caras que se asomaban curiosas, allí estaban Mei, Yuzu, Harumi y Matsuri, además de la pareja de Mitsuko. Nos ofrecieron unas sandalias para andar por el interior de la vivienda con el detalle de que también tenían taco, y yo adoro caminar sobre ellos.
Fue toda una bienvenida de besos y abrazos, les presenté a Keiko al resto de las chicas, excepto a Mitsuko ya que se conocían de antemano. Mi parejita se abrazó fuerte con la anfitriona y no perdió oportunidad de decirle cuanto le agradecía haberla ayudado en los sucesos de diez años atrás. Mitsuko dijo que no era nada, que lo había hecho de corazón.
Cenamos comida típica japonesa. Conversamos todo el tiempo. Tuve oportunidad de saber cómo estaban Mei y Yuzu, sus trabajos y su relación de pareja. Luego les pregunté a Harumi y Matsuri en que andaban. La de pelo rosado, Matsuri, dejo entrever que se la quería transar a la diosa Harumi pero que todavía se le resistía lo que hizo que la hermana de Mitsuko se sonrojara primero y se enojara después, aunque le duró poco y yo entreví que lo hacía por disimular pues en algunas ocasiones en que creían no ser vistas advertí que se cruzaban miradas anhelantes.
Después de la cena Mitsuko puso música y bailamos, mezclándonos unas con otras. Algunos bailes eran más insinuantes que otros y todas jugamos un poco a una seducción de fantasía. En un momento en que ya nos habíamos cansado del juego y estábamos sentadas saboreando una copa de vino, le hice un gesto a Mitsuko indicándole que quería hablar con ella a solas, de manera que inventó la excusa de ver el paisaje urbano desde el balcón y allí fuimos las dos.
-Estuve con el señor Aihara esta mañana- Dije a modo de introducción.
-¿Por el tema de Keiko?-
-Sí, se comprometió a conversar con ella para disiparle sus dudas y también logré que me dijera el nombre de la otra chica involucrada pero no tiene idea de su paradero. ¿Vos eras compañera de ella?-
-No exactamente, Fumiko era del mismo curso que Keiko, yo estaba en otro, pero en un viaje de verano coincidimos en la misma habitación con otras dos chicas, no pasó nada, al principio se mostraba distante pero luego compartimos varias charlas de medianoche-
-¿Y alguna vez te contó lo que sentía acerca del escándalo de su relación con Keiko?-
-Jamás, era como un tema tabú. En realidad yo nunca le pregunté nada pero ella guardo mutismo absoluto-
-¿Y sabes algo de ella ahora?-
-Solo que se casó con el hombre que sus padres le eligieron y que se fue a vivir a Yokohama, no sé por qué pues ambas familias, la de ella y su marido eran del norte de Tokio, sospecho que quiso ella o ambos alejarse para vivir tranquilos. Y nada más, hace muchos años que la vi por última vez. Nos cruzamos en la calle, nos saludamos pero ni siquiera intercambiamos celulares-
-Lastima, me hubiera gustado conocerla-
-¿No pensaras confrontarla con Keiko?-
-No, ni remotamente o al menos si no es necesario. Todavía tengo dudas acerca de que funcione esta idea y creo que un encuentro entre ellas sería contraproducente, aunque…nunca se sabe, pero lo que me interesaba era saber cómo vive, si su matrimonio funciona, cosas así, solo para hacerme un cuadro de situación-
-Podría intentar localizarla a través de otras ex compañeras. Dame un poco de tiempo, ¿O estas muy apurada por volver a tu país?-
-No, estoy tomando esto como una prolongación de mis vacaciones y además el padre de Keiko paga la estadía-
-¿Y vos, como te llevas con Keiko?- Me interrogó Mitsuko mirándome fijamente.
-Bien. Estamos geniales. La amo y por eso intento ayudarla. Siento que debo protegerla-
-Bien, espero que sean felices-
-Yo también, creo que debe ser el paso de los años pero ya quisiera tener una pareja estable y no andar correteando por ahí con cuanta lesbiana se me cruce-
-Como yo- Agrego Mitsuko y ambas reímos con ganas.
Después de un día en que solo hicimos turismo, me avisaron que nos recibiría el abuelo de Mei. Esa mañana fuimos temprano a la casa en donde estuviera yo poco tiempo antes. Keiko estaba nerviosa porque no sabía cómo enfrentar a quien fuera director de la escuela y por eso vaciló varia veces en elegir que ropa se pondría. Finalmente, ante mi reclamo se decidió y partimos.
Una vez frente a la casa del señor Aihara toqué el timbre y salió la misma simpática anciana de la servidumbre que nos hizo pasar a la biblioteca, lugar que ya se estaba haciendo habitual para mí. El señor no estaba en ese momento por lo que tuve tiempo de contarle a Keiko al menos rápidamente lo que había sucedido en ese lugar con la historia de Mei y Yuzu. Pocos minutos después apareció Aihara y haciéndonos profundas reverencias se disculpó por la tardanza a lo que, por supuesto contesté que no había sido mucha la espera.
Nos sentamos en los sillones que nos indicó, ofreció te o café a Keiko y a mi volvió a decirme que ya sabía lo que deseaba. Y comenzó el diálogo. El señor Aihara, antes de entrar de lleno en el tema que preocupaba a mi amante prefirió dar algunos rodeos, propios de los japoneses, para que se distendiera y se sintiera cómoda con la conversación. Al principio le preguntó por cómo había completado los estudios tan lejos de su país a lo que Keiko contestó que había concurrido al Instituto Nichia Gakuin, lo que causó grata impresión al abuelo de Mei pues manifestó que conocía la institución y que la consideraba de muy alto nivel
-De manera que no ha extrañado nuestra educación- Dijo
Luego le preguntó por la notas obtenidas, por su trabajo, por la empresa de su padre. A medida que pasaban los minutos me di cuenta que la táctica funcionaba pues era evidente que Keiko estaba más relajada y mostraba a menudo sus hermosa sonrisa. Así fue que pasaron al tema principal.
El señor Aihara le relató con bastante detalle como había surgido la denuncia de que las habían visto en el Shopping de Shibuya besándose. Había sido otra alumna y como era muy amiga de la familia de Fumiko enseguida les fue con el chisme al igual que lo hizo al día siguiente ante las autoridades del colegio. Nos manifestó que tuvo la intención de llamarlas a la dirección y darles solo una mínima advertencia pero todo se trastocó cuando los padres de Fumiko se aparecieron por el colegio.
-Ahí ya no pude evitar que se convirtiera en un escándalo, aunque traté de calmar al señor Fudo en una reunión privada, su familia se encargó de propagar la novedad inculpándote de haber influido sobre su hija- Manifestó el señor Aihara y continuó.
-Llamé a tu padre y le propuse pasarte de curso para evitar encontrarte con la amigas de Fumiko, pero allí fue cuando él me reveló que hacía meses que estaba organizando un negocio en Argentina y que había decidido irse pues ya tenía todo arreglado, de manera que si tus padres te han dicho que su partida a un lugar tan lejano no tenía nada que ver con la situación es cierto-
Keiko largó un profundo suspiro.
-Gracias, Aihara-san- Dijo con voz firme.
Quedó en silencio unos pocos segundos mientras el abuelo de Mei me miraba interrogativamente y de pronto rompió el silencio.
-¿Usted creyó que yo corrompí a Fumiko?-
-Querida hija, todos saben que yo soy tolerante con las conductas de las alumnas siempre y cuando no rompan reglas importantes. Parezco severo pero debo ser así para mantener la disciplina. La señorita aquí presente lo sabe muy bien. Hace casi dos años le dije que comprendía que las niñas ante la inevitabilidad de un matrimonio arreglado podían tomarse ciertas libertades, siempre y cuando lo hicieran sin ostentación y como sabes sin vestir el uniforme del colegio. Es preferible antes que vivir aventuras con muchachos que les pueden contagiar alguna enfermedad o embarazarlas. ¿Conoces a mi nieta Mei?-
-Hace dos días la conocí en una reunión-
-Bien, pues ella y su hermanastra Yuzu dieron un paso más adelante y llevaron  su relación a algo muy serio. Los tiempos cambian y hay que adaptarse. Cuentas con todo mi apoyo-
Una lágrima corrió por la mejilla de Keiko que me apresuré a secar con un pañuelo.
-Gracias, gracias, gracias por su tiempo Aihara-san- Musitó mi amante y levantándose del sillón hizo un reverencia que el señor Aihara respondió.
Luego Aihara se dirigió hacia mí y me preguntó.
-¿Ubicó a la señorita Fumiko?-
-Estoy en eso- Respondí.
Se levantó del sillón y manifestó.
-Bien, niñas, debo continuar con un trabajo. Ha sido un enorme placer atenderlas y ayudarlas. Y recuerden, esta casa está abierta para cualquier cosa que necesiten-
Cuando salimos de la mansión Aihara noté que Keiko se sentía mejor. Cruzamos nuestras miradas y ella sonreía sin cesar.
-¿Más tranquila?- Le pregunté.
-Sí, mucho. Y todo te lo debo a ti-
-A tus padres deber agradecerle que posibilitaron este viaje-
Me tomó de la mano y comenzamos a caminar. Después de unos segundos en que pareció sumida en sus pensamientos me preguntó.
-¿Es cierto que estas tratando de ubicar a Fumiko?-
-Sí, pero solo quiero hacer algunas averiguaciones. No es mi intención obligarte a que la veas si no quieres o si crees que podría afectarte-
-No creo que me afecte pero déjame pensarlo-
Y así nos fuimos lentamente de regreso al hotel.



Capítulo 12

Pocos minutos después, tras el corto viaje en tren, estábamos saliendo del andén de la estación de Akihabara. Keiko estaba feliz, seguíamos tomadas de la mano y mientras sonreía le pregunté.
-¿Crees que necesitas algo más para tu tranquilidad?-
Todavía no me había contestado cuando sonó mi celular. Era Mitsuko.
-Alexia, quería consultarte. Varias de las ex compañeras de Keiko y mías quieren reunirse para verla. ¿Crees que sería conveniente?-
-Dejame preguntarle a ella-
Keiko se manifestó ansiosa de poder reunirse con algunas de sus ex compañeras. Y se lo manifesté a Mitsuko, pero luego le envié un mensaje con una pregunta.
“¿Quiénes van a ir son las que apoyaron a Keiko?”
“Si, no hay problema” Contestó Mitsuko.
La casa de Mitsuko parecía haberse convertido en un salón de reuniones. Ella estaba feliz de poder juntar a las viejas compañeras de escuela más allá del motivo de que vieran a Keiko. Eran siete, ya no recuerdo sus nombres. Cinco estaban casadas, algunas con matrimonio arreglado y otras por su voluntad. Dos permanecían solteras y como eran ejecutivas de importantes empresas manifestaron que así querían continuar. Cuatro eran del curso de Keiko, las otras tres del curso de Mitsuko.
Keiko y yo nos convertimos en la atracción de la reunión, ella porque le recordaban viejas épocas, yo por mi libro y ambas por nuestra relación. Nos preguntaron mil cosas, como nos conocimos, como nos llevábamos y además quisieron saber cómo era la vida en la lejana Argentina de la que conocían, por supuesto, el tango. Grande fue su decepción cuando les manifesté que yo no lo bailaba pues pensaban que todo el mundo lo hacía en Buenos Aires.
La conversación transcurría de manera muy fluida entre pizzas y cervezas. La pareja de Mitsuko se ocupaba de mantener la mesa siempre llena de comida y yo le ayudaba pues prefería dejar que las viejas amigas conversaran entre ellas para recordar tiempos pasados. Hasta que de pronto sucedió lo impensado.
Una de las mujeres, evidentemente motivada por el alcohol, se dirigió a Keiko y le dijo.
-¿Por qué abandonaste a Fumiko? ¿No sabías que ella en realidad te amaba? Estaba dispuesta a enfrentar a su familia por tu amor-
Se hizo un silencio total.
-Ya lo saben, mi padre decidió que nos marcháramos por sus negocios- Respondió Keiko visiblemente sorprendida y agregó.
-Además nunca me lo dijo, yo la amaba, pero ella jamás me demostró que lo nuestro podía ser serio-
-¿Estabas ciega o qué?- Dijo la mujer.
-Disculpa pero yo fui quien perdió ante todo el escándalo, me acusaron de corromperla…-
-¿Sabes?- Levantó la voz la mujer -¿Sabes? ¡Yo amaba a Fumiko! ¡Pero, claro, ella quería estar contigo! ¡Con la reina de la clase! ¡Y a mí que me parta un rayo!-
Por un momento temí que aquella mujer atacara físicamente a Keiko porque se levantó abruptamente de su asiento pero lo que hizo fue tomar su cartera y llegar hasta la puerta desde donde gritó.
-¡Ábreme Mitsuko! ¡Ya no soporto estar aquí!-
Mitsuko, para evitar más escándalo se apresuró a abrir y la mujer desapareció de nuestra vista. Nos quedamos todas en silencio un buen rato hasta que la anfitriona dijo.
-Mira vos lo que se sabe tanto tiempo después-
-Yo no sabía nada- Manifestó Keiko como disculpándose ante el resto.
-Bah, no le hagas caso y vive tu vida. Tienes tu pareja y eso es lo que cuenta, a veces es peligroso revolver el pasado- Manifestó una de las mujeres.
-Sí, brindemos por ustedes- Agregó otra y el clima se distendió.
Abracé a Keiko con todas mis fuerzas pero noté que sollozaba. Temí que lo positivo de la reunión con el señor Aihara se perdiera en ese momento. Y la llené de besos consolándola.
Poco tiempo después todas las presentes se fueron yendo mientras agradecían a Mitsuko su atención.
-Tenemos que volver a reunirnos, no dejemos pasar otros diez años- Dijo una.
Solo quedamos las anfitrionas, Keiko y yo. Mientas buscaba mi abrigo Mitsuko puso un papel en mis manos.
-Fumiko se casó con un fulano llamado Haru Kanaye, es el heredero de un imperio industrial que fabrica maquinas herramientas, ahí tienes la dirección, me la dio una de las chicas pero igualmente hace como cinco años que no la ve. Al menos tienes algo para comenzar-
Le agradecí el dato y me guardé el papel. Esa noche en el hotel Keiko estuvo más animada y sobre todo cuando ambas nos acostamos totalmente desnudas bajo las sabanas de seda. Del roce de nuestros cuerpos a terminar en una fogosa sesión de sexo solo hubo un paso. Finalmente nos quedamos dormidas pero antes de eso yo ya tenía decidido confrontar a la señora Fumiko.
En la mañana siguiente ambas estábamos del mejor humor. Desayunábamos junto al balcón cuando recibí un mensaje de la siempre presente Mitsuko.
“Kaori, la que armó el escándalo de ayer, era compañera de curso de Keiko y también fue la que las denunció. Me lo acaba de confirmar otra de mis ex compañeras. Las había seguido hasta Shibuya para ver que hacían, por celos, obviamente”
Me levanté de mi silla y me fui hasta el baño. Allí cerré la puerta y llamé a Mitsuko. En cuanto me atendió dijo antes de que pudiera saludarla.
-Supongo que ya te lo imaginabas-
-Sí, era una posibilidad. Ya sabía por el señor Aihara que había sido una alumna la denunciante. Pero, bien. Será nuestro secreto por ahora, no quiero mortificar más a Keiko, y de paso…-
-¿Qué?-
-¿No quisieras hacer un paseo por Yokohama?-
-¿Invitas?-
-Por supuesto, voy a tratar de que Keiko se quede con tu pareja y vamos en búsqueda de información-
-Genial, así se hacen un poco de compañía-
-Estamos en contacto, organicémonos  para mañana temprano-
-¿Y qué le dirás a Keiko?-
-La verdad. Yo jamás le mentiría-
-¿Y si quiere ir?-
-No te preocupes, ella confía en mí totalmente-
Al volver del baño encontré a Keiko todavía sentada a la mesa tomando su café.
-Una llamada misteriosa- Me dijo mirándome a los ojos.
-No, porque te voy a decir quién era, nuestra amiga Mitsuko. Ella me pasó ayer la dirección donde estaría viviendo Fumiko y hemos decidido ir a ver como está. Si aceptas mi idea preferiría ir con Mitsuko para evaluar si te será de provecho encontrarte con ella, no quiero exponerte a una situación desagradable, bastante tuvimos anoche-
Keiko me regaló una de sus hermosas sonrisas.
-Estoy en tus manos, tú sabes lo que conviene. ¿Y mientras tanto que hare yo?-
-Te reunirás con “cuatro ojos”. Mitsuko ya lo arregló, pueden ir de compras o lo que quieran-
Keiko se levantó de su silla y me abrazó fuertemente.
-Está bien, pero ven pronto, no puedo estar sin ti- Y  preguntó- ¿Crees, como dijo una de las chicas anoche, que es peligroso revolver el pasado?-
-Si estas preparada no. Pero no te preocupes, solo quiero tu bien-
Ese día paseamos por los parques vecinos a Ahikabara, el Sarue Onshi y el Hamacho y por el Edo-Tokio Museum, un edificio que me hizo recordar a nuestra Biblioteca Nacional y que contiene una impresionante muestra de trajes, vehículos, maquetas e imágenes de la historia de Japón, uno de esos museos que jamás se terminan de recorrer del todo. Luego regresamos al hotel impacientes por cenar y tener otra noche de sexo desenfrenado.



Capítulo 13 

Y así fue que a la mañana siguiente dejé a Keiko con “cuatro ojos” y luego Mitsuko y yo nos tomamos el tren a Yokohama. El recorrido no es muy largo, unos escasos treinta kilómetros aproximadamente. De modo que estuvimos en esta ciudad al sur de la capital y a la vera de la bahía de Tokio con bastante tiempo para hacer nuestras averiguaciones.
La dirección que teníamos era en el barrio de Yamate, conocido por “el de los occidentales” pues había sido durante mucho tiempo el único lugar donde se permitía la estadía de comerciantes europeos y por lo tanto cuando se camina por sus amplias calles uno parece estar fuera de Japón debido a la arquitectura del lugar. Para llegar allí debimos tomar otro tren local que nos dejó cerca de la dirección a la que íbamos. Mientras recorríamos la calle Gasuyama Dori, angosta, sin veredas, como en la mayoría de los barrios, contemplábamos a nuestro alrededor enormes casas que parecían inclinarse sobre la acera. Finalmente encontramos la que buscábamos. Un chalet de tres pisos, color crema, con un jardín alrededor al que se accedía por una corta escalera desde la calle, lo que hacía parecer la casa aún más alta de lo que era. Mitsuko tocó el timbre y a los pocos segundos se escuchó una voz de mujer.
-¿Qué desean?-
-Buscamos a la señora Fumiko Kanaye- Respondió mi amiga.
-¿Y quién la busca?-
-Soy una compañera del colegio, pasaba por aquí y quise saludarla pues hace muchos años que no la veo-
-Un momento-
Nos quedamos esperando unos segundos que se hicieron minutos. No serían más de diez, cuando le dije a Mitsuko.
-Mejor vámonos, hemos venido en vano-
Estábamos por dar el primer paso de nuestro regreso cuando se abrió la puerta de la vivienda, salió un hombre vestido con una robe de chambre negra y brillante, pulcramente peinado e incluso bastante perfumando, lo que advertimos cuando bajó por las escaleras y quedándose del otro lado del portón de entrada nos preguntó.
-¿Solo andan de paseo o desean alguna otra cosa?-
-Solo de paseo, yo soy Mitsuko Taniguchi y fui compañera de Fumiko en el Instituto Aihara-
-¡Ah! En el Aihara…permítanme presentarme yo soy Haru Kanaye, el ex esposo de Fumiko-
Mi amiga y yo nos miramos. Tenía razón, habíamos hecho el viaje en vano.
-Disculpe señor Kanaye-san, pero ignorábamos que se hubiera separado- Dijo Mitsuko
-No se preocupe, lamento que no la encuentren aquí, hace más de dos años que se mudó, después del bochorno que vivimos-
Mitsuko y yo volvimos a mirarnos, pero ninguna de las dos se atrevió a preguntar qué quiso decir con “bochorno”
-Y lamento también que no pueda informarles donde está, no sé dónde vive, solo tomó algunas de sus cosas y se fue, ni siquiera quiso una parte de nuestros bienes-
Y dicho esto, hizo una reverencia, dio media vuelta y volvió a subir por las escaleras del jardín hasta desaparecer en la entrada de la casa.
Mi amiga y yo nos quedamos sin saber que decir, varios minutos inmóviles hasta que reaccionamos.
-Bien, te lo dije hemos venido en vano-
-No creas preciosa, tengo una idea-
-¿Cuál?-
-Ya que hemos llegado hasta aquí no podemos renunciar sin hacer otro intento. ¿Por qué no visitar la prefectura y averiguar si nuestra Fumiko vive todavía en Yokohama?-
-¿Y eso se puede?-
-Si, al menos nos sacamos la duda-
Tuvimos que tomar otro tren que nos dejó de nuevo en el centro de la ciudad. Seguí a Mitsuko que se movía con paso seguro. Poco después entrabamos en el edificio de la Prefectura. Con habilidad asombrosa mi amiga sorteó toda la burocracia y llegamos hasta el registro de personas. La empleada que nos atendió le preguntó el motivo por el que buscábamos a Fumiko.
-Es que su madre está muy grave, allá en Hokkaido y debemos llevarla de prisa-
Por el gesto que hizo la empleada era evidente que no le creyó pero de todas maneras, encendió un monitor y le dijo a Mitsuko que buscara a gusto.
-¿La sobornaste?- Le pregunté.
-¿Estás loca? Eso aquí no existe-
-¿Entonces?-
-Simplemente posé mi mano sobre la de ella cuando le hablaba y no sabes cómo tembló de pasión-
No pude menos que reír. Nadie se resiste a la seducción de Mitsuko.
La búsqueda no fue muy larga. Suponíamos con razón que figuraría con el apellido de soltera y así fue.
-Aquí está. Fudo Fumiko. Kobai Street. 54. Departamento 2, vamos es acá cerca, no perdamos más tiempo-
De salida Mitsuko volvió a tomar de la mano a la empleada y le dio un beso en la mejilla. La mujer quedo anonadada pero contenta.
Casi corriendo fuimos hasta la dirección indicada. Era un barrio de pequeños edificios de dos o tres pisos. Rápidamente encontramos la dirección y Mitsuko decididamente tocó el timbre.
-¿Quién es?- Preguntó una joven femenina voz en el portero.
-Mitsuko Taniguchi, ¿Eres Fumiko?-
-Si…espera que bajo-
A los pocos minutos estaba por primera vez frente a Fumiko. De la que tanto había oído hablar. No era una belleza precisamente, menuda, de cabello corto carente de esa elegancia natural que suelen tener las jóvenes japonesas a su edad. Confieso que me decepcionó. Mitsuko nos presentó. Ella me reconoció pues había sido otra lectora de mi libro. Señalo un barcito que estaba en la planta baja del edificio de enfrente y allí fuimos. Nos sentamos y después de cierta vacilación fue Fumiko la que comenzó a hablar por la clásica pregunta.
-¿Cómo me encontraron?-
Sin ser demasiado específicas le contamos que fue gracias al registro de personas de la Prefectura. Entonces ella dirigiéndose a Mitsuko le preguntó.
-¿Están solo por visita o por algo más?-
La respuesta era inevitable, pero preferí dar un rodeo y le pregunté.
-¿Recuerdas a Keiko Yamura?-
La pregunta la tomó de sorpresa. Un rictus de asombro se gestó en su rostro. Tardó unos segundos en contestar.
-Sí, claro que la recuerdo. Y también recuerdo todo el bochorno que me vi obligada a vivir gracias a mis padres. Fue una vergüenza para todo el resto de mi ciclo escolar. A Keiko no sé cómo le habrá ido pero al menos ella se pudo ir y sus padres la apoyaban. Fue lamentable, cuando terminé el colegio me casaron inmediatamente con ese imbécil de Kanaye y no tuve más remedio que obedecer-
-¿Pero…tú amabas a Keiko?-
-Sí, claro, ¿pero de donde lo saben?-
-Lo dijo Kaori-chan, hace dos días en una reunión en mi casa, ¿La recuerdas?-
-Esa idiota, no entiendo como todavía la ves, es una mala persona-
-Dijo que te amaba a ti, y que había estado celosa de tu relación con Keiko. ¿Sabías que fue ella quien las delató?-
-¿Si? No me extraña-
-Hay algo que quisiera saber- Dije yo -¿Le confesaste alguna vez a Keiko que la amabas?-
-No, tenía miedo de involucrarnos más. Yo sabía que mi destino estaba fijado, para que la iba a ilusionar-
Mitsuko me miró y dijo.
-Me hace acordar a Mei y Yuzu-
-Ta cuál- Respondí.
Fumiko se quedó mirándonos si entender pero continuamos con el dialogo.
-De manera que te largaste de la casa de tu marido. ¿Te sirvió?-
-Mucho, ahora soy feliz, tengo un empleo, un autito, un departamento chico pero cómodo y mi familia no me quiere ni ver, ja ja-
-¿Y cómo fue que tomaste la decisión?-
-Sencillo, mi marido me encontró a mí y mi amante en la cama. Yo sabía a qué hora vendría por eso lo planeé para que nos descubra. El resto fue fácil, como tenía terror de que su familia le diera una patada en el trasero por cornudo calló todo, y yo me fui lo más tranquila con mi amante-
-¿Vives con él ahora?-
-Con ella, se llama Sadhasi Sakiko y estamos muy bien-
La cara que pusimos Mitsuko y yo debió ser muy evidente pues Fumiko preguntó.
-¿Qué? ¿Acaso no se lo imaginaban?-
-Sí, obvio- Dijimos casi a dúo.
-¿Escribirás otro libro sobre lesbianas?- Me pregunto Fumiko.
-En eso estoy-
-Entonces ¿Estás haciendo investigaciones? Puedes poner mi historia si lo deseas-
-De hecho pensaba pedirte autorización pues lo que estoy escribiendo es la historia de Keiko-
-¡Ah! ¡Vaya! ¿Y por qué de ella?-
-Porque es mi pareja-
Esta vez fue Fumiko quien puso cara de asombro.
-¡No me digas! ¡Debo felicitarte entonces! ¿Se conocieron en la Argentina? Me gustaría volver a verla y decirle como lamenté todo lo sucedido-
-Puedes, ella está en Tokio, esperando noticias nuestras, creo que tienen mucho de qué hablar-
-¡Por supuesto! ¿Cómo hacemos?-
-Convengamos un día y nos reunimos en casa, tu pareja está invitada también obviamente- Dijo Mitsuko.
-Iremos, te paso mi celular y me llamas ¿sí?-
Después de los saludos de despedida Fumiko cruzó la calle y entró en su edificio. Pude ver que en el primer piso una hermosa mujer miraba por la ventana. Un minuto después la cortina se corrió y no pude ver más.
-Bien, tarea cumplida- Dijo Mitsuko.
-Volvamos a Tokio y esta noche vamos a un bar de lesbianas-
-Aprobado- Contesté
Y nos fuimos caminando despacio hasta la estación mientras yo llamaba a Keiko y le adelantaba el relato de todo lo que había pasado.


 Capítulo 14

 No había pasado una semana cuando convinimos con Fumiko que vendría a la casa de Mitsuko para lograr reunirla con Keiko y así poder cerrar la historia que las había tenido como protagonistas. Ese día mi amante estaba relajada y feliz. Ansiosa por ver a su amiga después de tantos años.
Como quería estar cómoda de ropa le propuse un estilo más sencillo. Así fue que ambas fuimos de pantaloncitos de jean desflecados, zapatillas y lo más original cada una llevaba una remera blanca con una inscripción que decía “I love” en grandes letras acompañadas con una flecha que señalaba a un costado, al ponernos de la manera adecuada cada flecha señalaba a la otra persona. Las habíamos comprado días antes en Shibuya y nos parecieron muy graciosas lo que confirmamos luego pues al vernos  Mitsuko no paraba de reírse cuando nos vio al abrir la puerta.
Fumiko y su pareja ya estaban en el departamento cuando llegamos. La otra mujer a la que había entrevisto asomada a la ventana el día que la encontramos en Yokohama era realmente hermosa y no solo eso, muy elegante y con una presencia que la hacía parecer una modelo, alta y delgada, Sadhasi era la contrapartida de Fumiko. Y hablando de nombre de pronto recordé el de la pareja de Mitsuko (ya me estaba acostumbrado a llamarla cuatro ojos pero a pesar de que a ella le causaba gracia me pareció de buena educación mencionarla por su nombre) Se llama Maruta.
Nos saludamos, Fumiko presentó a su pareja y después de ello se estrechó en un fuerte abrazo con Keiko. Yo me sentía feliz. Al menos había cumplido con lo prometido al señor Yamura. Durante la cena estuvimos hablando de varios temas desde banalidades hasta la situación internacional. Fumiko y Sadhasi se manifestaron muy curiosas de que les contara sobre Argentina, sobre mis libros y mis viajes. Por un momento pensé que tanto Keiko como su vieja amiga, después del abrazo inicial no querían tocar el tema de lo que habían vivido. Pero después comprendí que ambas, sin haberse puesto de acuerdo con anterioridad prefirieron dejar esa charla para cuando nos sentamos en el espacioso living cada una con una copa de vino y con la incansable Maruta ofreciéndonos postre y galletas dulces.
Durante ese momento observe a Mitsuko y Maruta. Me producía curiosidad la manera en que se relacionaban. Mitsuko es una tachi muy dominante, por eso me había conquistado años antes, pero en cuanto a su actual pareja tenía la sospecha a pesar de su aspecto aniñado y de cuerpo más pequeño, en realidad no era una neko corriente pues al parecer hacia lo que se le daba la gana y Mitsuko la toleraba. Me sonreí para mis adentros al verlas interactuar.
Finalmente comenzó lo más importante de la reunión. Keiko y Fumiko primero se contaron mutuamente lo que había sucedido en sus vidas después de aquel escándalo que las separó. Mi amante contó de su viaje a nuestro país, la formación de la empresa de su padre, sus estudios, sus miedos y finalmente como se había encontrado conmigo para culminar en cómo, gracias a la insistencia de sus padres, habíamos hecho este viaje. Fumiko narró sus desventuras, la imposición del matrimonio lo que la tuvo enferma un tiempo. Su mudanza a Yokohama para estar lejos de sus padres y finalmente la anécdota de la manera en que forzó la separación.
-Y yo que me sentía desagraciada- Dijo Keiko- pero tú sufriste mucho más-
-No sé si vale comparar quien sufrió mas, pero tú al menos tuviste el apoyo de tus padres y gracias a ellos estas aquí, y debo decirte que me gustaría que les dijeras que no solo te han ayudado a ti, también me han ayudado a mi pues este reencuentro me cierra viejas heridas sabiendo que tu estas bien y poder contarte que yo también-
Mitsuko interrumpió en ese momento con una pregunta que a mí también se me había ocurrido.
-Nos dijiste que hace mucho tiempo que no ves a tu familia y deduzco que tampoco debes tener interés en verla, pero…¿Tienes idea de que si saben algo de tu vida y sobre todo de que estas en pareja con una mujer?-
-No, no tengo idea y no me importaría, soy mayor de edad y puedo tomar mis decisiones-
Entonces yo hice otra pregunta.
-Parece una banalidad lo que te voy a preguntar. ¿Tampoco tenes idea si te han desheredado? ¿Te importaría?-
-No me importa, ahora tengo todo lo que necesito. Un buen trabajo, un buena pasar y sobre todo a ella- Respondió tomándose del brazo de Sadhasi.
La conversación continúo y yo aproveché a sacarles una foto con el celular a Fumiko y Keiko sentadas frente a frente mientras charlaban. Inmediatamente se las envié por Whats App al señor Yamura y al señor Aihara con un epígrafe que decía “Misión cumplida”. Las contestaciones no tardaron en llegar. El padre de Keiko me envió sus felicitaciones con un agregado
“Sabía que podía confiar en usted. Ha recuperado la felicidad para mi hija” Mientras que el señor Aihara me respondió
“Cada vez que usted viene por Japón arregla un problema, debería venir más seguido”
Y unos segundos después me llegó otro mensaje
“Desde ya tiene un compromiso conmigo para una nueva visita junto con su pareja antes de volver a Sudamérica”
Contesté que lo daba por descontado.
Dado que se había hecho muy tarde Mitsuko ofreció a Fumiko y su pareja que se quedaran a dormir para partir a Yokohama al día siguiente en el primer tren. Ellas aceptaron con gusto. Keiko y yo estábamos a punto de regresar al hotel para dejarlas descansar pero la charla continuaba imparable y casi sin darnos cuenta el sol comenzó a asomar en el comienzo de un nuevo día.
Y allí apareció Maruta quien desde la puerta de la cocina nos avisaba que el desayuno estaba servido.
-Esta Maruta no puede con su genio- Dijo Mitsuko -A veces tengo que frenarla-
Nos trasladamos al comedor y desayunamos. No sé en que momento Maruta había hecho todo pues no se la escuchó trabajar. El hecho era que parecía un auténtico desayuno americano lleno de ingredientes de toda clase, cafés, tés, jugos, tostadas, mermeladas, huevos, tocino. Como para no volver a comer en el resto del día.
Una vez que terminamos, Mitsuko dijo que se iba a dormir, Maruta volvió a la cocina, supongo que para arreglar los restos del desayuno y mientras tanto Keiko y yo acompañamos a Fumiko y su pareja a la estación del tren. Todavía era temprano y no había mucha gente transitando. La ciudad parecía dormida todavía. No tomamos ningún transporte público, simplemente fuimos caminando. Una vez en la estación esperamos que tomaran su tren y nos despedimos entre abrazos y besos-
-No se pierdan, mantengámonos en contacto por Skipe- Dijo Fumiko.
-Seguro- Contestó Keiko.
Y nos quedamos en el andén agitando la mano hasta el tren desapareció de nuestra vista.
Keiko se abrazó a mí e iniciamos el regreso al hotel. Ya comenzaba a aparecer toda la gente que iba a sus trabajos. Nosotras como si estuviéramos en otro mundo, caminábamos lentamente, yo llevaba mi brazo por sobre el hombro de Keiko y un brazo de ella rodeaba mi cintura. Así, con nuestras remeras y sus inscripciones tan evidentes arrancamos una sonrisa a más de uno e incluso me di cuenta que varios usaron sus celulares para sacarnos fotos o tal vez un videíto Tik Tok.



Capítulo 15

A la mañana siguiente mientras desayunábamos en el balcón, como se había hecho costumbre, me vino de pronto una idea a la cabeza y no podía dejar de pensar en ella. Estaba tan absorta en mis propios pensamientos que no me di cuenta que Keiko me estaba hablando. Tuvo que insistir hasta que reaccioné y me di cuenta que me estaba preguntando si ponía mermelada en mi pan.
-Sí, claro- Conteste automáticamente.
-¿Te pasa algo?- Me preguntó.
Tratando de ordenar mis pensamientos tardé unos segundos en contestarle y luego le dije.
-¿Sabes? Hay algo que no me cierra-
-¿Acerca de qué?-
-De Fumiko. Me preguntaba, recordando la pregunta que le hicimos ayer en casa de Mitsuko, que si había sido tan fácil para nosotras, ciudadanas comunes, encontrarla donde vive, es evidente que su familia o su ex esposo que son personas importantes también pueden ubicarla sin problemas-
-¿Y eso a que viene?-
-A que es muy probable que Fumiko lo ignore pero quizás saben dónde vive y solo la mantienen bajo vigilancia disimulada para saber si no hace algo que afecte el apellido familiar-
-¿No estas dejando volar mucho la imaginación?- Preguntó Keiko sonriendo.
-Sí, tal vez sea mi mente de novelista, pero eso me lleva a otro pensamiento-
-¿Cuál?-
-Imagínate que lo que pienso sea verdad. Entonces eso quiere decir que también saben que la hemos visitado y teniendo en cuenta lo que te odian los padres de Fumiko estamos en peligro-
-¡Exageras!-
-¿Te parece? Creo que voy a intercambiar ideas con la sempai Mitsuko-
E inmediatamente llamé a mi gran amiga. Atendió todavía medio dormida pero en cuanto le expuse lo que pensaba se despertó de golpe.
-Me parece que tenes razón- Manifestó.
-Estoy empezando a creer que será hora de que nos volvamos a Buenos Aires- Dije.
-Estoy de acuerdo- Replicó Mitsuko.
Y después que colgué Keiko me suplicó.
-¡No, no quiero volver ahora!-
-Podemos correr peligro y yo tengo la obligación de protegerte- Insistí.
Ella me miro adusta. Sentí que se estaba comportando como una chiquilla y me preocupó.
-Suponte que los padres de Fumiko saben que la visitamos y donde estamos alojadas, vendrán por nosotras-
-Bien, eso es lo que me falta para completar mi viaje. Enfrentar a esos monstruos-
-Estás loca-
-No. Tomemos precauciones si quieres pero no me prohíbas hacer esto-
Me quede mirándola mientras pensaba y finalmente tome una decisión.
-No iremos a buscarlos, pero los esperaremos, mientras tanto haré algunos llamados-
Tomé mi celular y llamé al señor Aihara. Le expuse detalladamente como había llegado a mi razonamiento. Ante su pregunta le dije que enfrentaríamos a la familia de Fumiko si era necesario. Le pedí que estuviera atento por las dudas y el manifestó que pondría a dos de su guardaespaldas a nuestro servicio. Le agradecí pero le rogué que se mantuvieran de manera disimulada.
El segundo llamado fue a Mitsuko. Con ella convinimos que me reportaría cada cuatro horas y que tendría mi ubicación en su celular. Si nos pasábamos del límite de horario podría llamar a la policía.
El tercer llamado fue al señor Yamura. Este lo tuve que hacer a escondidas pues no deseaba que Keiko supiera que iba a conversar con su padre. El hombre me manifestó su temor compartido con el mío pero, contrariamente a lo que me esperaba, estuvo de acuerdo con su hija. No lo entendía hasta que me dijo una frase reveladora.
-Confío en usted, pero además comprenda que se trata de una cuestión de honor-
Honor. De eso se trataba. Algo que no hubiera sido importante en cualquier otro país del mundo pero en Japón es primordial. Colgué y le conté a mi amante la conversación que tuviera con su padre. Ella no se enojó. Antes de que se lo dijera ya sabía la respuesta del señor Yamura.
-Es hora de que salgamos a ventilar nuestras tetas- Le dije a Keiko.
Ella estuvo de acuerdo y luego de vestirnos no dirigimos de la habitación hacia el lobby del hotel. Al pasar tras una enorme columna alcance a ver a Kaori, aquella compañera que las había denunciado hace diez años atrás, sentada tranquilamente en uno de los grandes sillones.
Me detuve antes que me viera y le hice señas a Keiko que hiciera lo mismo. Retornamos sobre nuestros pasos y nos quedamos ocultas tras unas plantas.
-¿Qué hace esta aquí?- Me preguntó mi amante.
-¿No te imaginas? Ahí tenes la comprobación de que no soy tan delirante. Esa seguramente nos ha delatado-
-¿Estas segura?-
-Esa es la respuesta- Contesté mientras le señalaba que dos señores vestidos de traje conversaban con Kaori y luego se dirigían al mostrador de recepción. Les saqué una foto con el celular.
Arrastrando a Keiko conmigo me metí en una cabina telefónica y llamé a la Recepción. En cuanto me atendieron les pregunté si esos señores nos estaban buscando a nosotras. Desde mi posición podía ver como los individuos hablaban con una empleada. La persona que me atendió dejó el teléfono y se acercó al mostrador. Luego volvió al teléfono y me confirmó lo que imaginaba.
-¿Estas segura de que quieres correr este riesgo innecesario?- Pregunté a Keiko.
-Estoy segura-
Antes de salir de nuestro escondite hice dos llamadas rápidas, la primera fue a Mitsuko para ponerla al tanto de las novedades para que nos rastrearan a través del celular y la otra a Fumiko para avisarle que seguramente estaba siendo espiada por su padre. Y les mande a ambas la foto de Kaori con los sujetos.
Y con Keiko tomada de mi mano me encaminé al mostrador donde aún estaban quienes preguntaran por nosotras.
En cuanto estuve a su lado les pedí a los empleados del hotel que se quedaran unos segundos y escucharan lo que iba a decir.
-Señores, ya sé que ustedes nos están buscando. Se quiénes son y de parte de quien vienen y además como nos han ubicado. Antes estas personas quiero dejar constancia que quien los envía es el señor Eiji Fudo y que cualquier cosa que nos suceda es su responsabilidad-
Los sujetos nos miraban asombrados mientras yo decía mi discurso. Le pedí a uno de los empleados que anotara el nombre del padre de Fumiko y aclaré.
-Vamos por nuestra voluntad por que deseamos aclarar algunas cosas con el señor Fudo, pero nuestro plan es regresar aquí sanas y salvas-
Y mirando a quienes nos buscaban dije-
-¿Vamos señores?-
Mientras estábamos saliendo del hotel pasamos junto a Kaori. Ella no nos estaba viendo por lo que fue sorprendida cuando la tomé de un brazo y levantándola con fuerza del sillón la increpé.
-Sos una basura. Yo sé que me entendés lo que te estoy diciendo. Cuando volvamos de ver a tu amigo Fudo te juro que vas a tener que esconderte muy bien porque voy a revolver todo Japón hasta encontrarte y entonces vas a conocer como me gusta saborear la venganza-
Advertí que estaba asustada. No creo que arrepentida por lo que hizo pero era evidente que no esperaba mis palabras. La arrojé con todas mis fuerzas contra el sillón lo que la hizo tambalear y cayó de rodillas justo delante de mí.
-Así vas a estar el día en que te toque pedirme clemencia- Exclamé.
Tomé a Keiko del brazo y mirando a los individuos de traje les dije
-Estamos perdiendo tiempo, vamos de una vez-
Y salimos los cuatro del hotel a la vereda donde nos esperaba una limosina negra.
Unos pasos más allá, otros dos señores de traje negro y anteojos oscuros miraban la escena.                Me imaginé que eran los guardaespaldas de Aihara.


Capítulo 16

 El viaje no fue muy largo. Sentadas en el fondo del enorme vehículo, Keiko y yo íbamos tomadas del brazo. En el asiento enfrentado estaban los dos individuos que nos habían localizado y en el de adelante sólo el chofer. No tenía idea de adonde nos estaban llevando pero habíamos salido del centro de la ciudad. Después de atravesar unos pueblitos costeros por un camino junto al mar llegamos a un gran espacio de campos cultivados. La limosina entró a un establecimiento rural, hizo varios metros desde la ruta y se detuvo frente a una casa. Los sujetos que nos llevaban bajaron y abriendo las puertas junto a nuestros asientos nos ordenaron bajar.
Cuando hice pie en tierra observé a mi alrededor y no vi a nadie aparte de nosotros. La casa no era ni una mansión ni una vivienda modesta. De ladrillos a la vista parecía un chalet inglés trasplantado a la campiña japonesa. Tenía planta baja y primer piso, tejas rojas y una frondosa enredadera cubriéndole parte de sus paredes. Casi empujándonos nos hicieron entrar.
Del vestíbulo pasamos a través del vano de una enorme puerta corrediza a una oficina. En el fondo de la habitación había un escritorio y sentado en un sillón de alto respaldo un señor vestido con una camisa negra nos miraba fijo, casi con odio podría decir tratando de adivinar la expresión de sus ojos bajo una gruesas cejas.
-El señor Fudo- Me dijo Keiko en voz baja.
En cuanto estuvimos a un paso del escritorio el hombre nos invitó a sentarnos. Observé las sillas y me di cuenta que eran muy bajas. Conozco el truco. La persona que quiere someterte psicológicamente se mantiene en un sitio más alto mientras te habla.
-No, gracias- Contesté. Yo sé que el truco no funciona conmigo pero temía que lo lograra con Keiko.
El sujeto se mordió los labios, era evidente que estaba conteniendo su furia. Se levantó de su asiento y comenzó a caminar por la habitación. Yo lo seguía con la vista.
-Bien, señoritas. Estoy muy disgustado. ¡Mucho!- Gritó al final.
Se detuvo al lado de Keiko que aterrada no quería hacer contacto visual con el señor Fudo
-¡Y sobre todo con usted! ¡Pervertida! ¡Que no se conformó con ser una enferma sino que además pervirtió a mi hija! ¡Y encima tiene el descaro de aparecerse por aquí después de tantos años para seguir corrompiendo lo que rodea!-
La pobre Keiko estaba al borde del llanto. El señor Fudo la emprendió conmigo.
-¡Y usted, que anda llenado la cabeza de las jovencitas con su libro de mierda! ¡También tenía que venir!-
En todo ese momento no le bajé la mirada. Creo que eso lo exasperaba aún más. Era evidente un tipo acostumbrado a maltratar a las mujeres y me pregunté cómo lo toleraría su esposa. Continúo la perorata con otras frases que ya no recuerdo. Cada vez levantaba más la voz y además prorrumpía en una catarata de insultos algunos de los cuales yo no conocía. Keiko y yo mudas. Hasta que noté que ya se estaba agotando y realicé mi ataque.
-¡Usted es un desalmado! ¡Un mal padre! ¡Un egoísta cobarde que prefiere espiar a su hija en lugar de darle un lugar en la familia! ¡Usted es una basura!-
Los guardaespaldas hicieron un movimiento como para acercarse a mí pero Fudo los detuvo levantando su mano derecha.
-Usted es muy insolente, para ser mujer y para ser extranjera- Me dijo acercando su cara a la mía más de lo que podía tolerarlo, y agregó -Y eso se paga-
Entonces me jugué una carta sin saber si la tenía.
-Usted grita mucho para ser un padre que sacrificó a su hija casándola con un homosexual-
La cara del sujeto se transfiguró. Me había jugado y estaba en lo cierto. Mi percepción no me había fallado y no lo deje respirar.
-Me los imagino, a usted y al señor Kanaye, discutiendo preocupados porque ambos tienen hijos ¿“anormales” debería decir? ¿No es así? Y claro, encontraron la solución perfecta, casarlos. Usted ya sabía que su hija era lesbiana, lo sabía antes de que conociera a Keiko. ¿Me equívoco? Lo que lo sacó de quicio fue que se supiera. Y adiós la honra de la familia-
El señor Fudo me miraba estupefacto y sin reaccionar. Yo continué.
-Claro, lo que no saben ignorantes como usted es que la homosexualidad ni se cura ni se disimula con matrimonios arreglados. Estaban condenados al fracaso y a la separación, por eso mantiene vigilada a su hija, para que no haga nada escandaloso. Y me imagino que Kanaye hará lo mismo con su hijo. Por eso le dieron una casa en Yokohama, lejos del ámbito de sus amistades-
-¿Cómo sabe usted todo eso?- Preguntó el padre de Fumiko en cuanto pudo reaccionar.
-Fácil, estuve en casa de su ex yerno y lo vi-
-De manera que no tiene pruebas-
-No las necesito, puedo oler a un puto a miles de metros. Cualquiera que lo visite se dará cuenta que es una marica-
La furia del señor Fudo iba en aumento pero rápidamente me di cuenta que no era solamente en nuestra contra pues gritó a uno de sus subordinados.
-¡Tráigame a la señorita Isamu!-
En ese momento no tenía idea de quien era hasta que la vi cuando entró en la habitación. Nada menos que Kaori. La que diez años atrás denunciara a mi Keiko y a Fumiko. Por la forma en que la trajeron era evidente que no gozaba del aprecio del señor Fudo y menos cuando le preguntó gritando.
-¡Imbécil! ¡Cómo no me informaste que estas mujeres estuvieron en casa de Kanaye!-
-No lo sabía, Alguien le debe haber dado la dirección, pero nunca mencionaron que lo iban a ver. Yo solo vigilaba a Fumiko, no la casa de su yerno-
La bofetada que el señor Fudo le dio a Kaori me dolió hasta a mí. Continuó gritándole toda clase de improperios. Ella se tocaba la mejilla roja por el golpe pero no contestaba. Hasta que de pronto reaccionó. Tomó a Keiko del brazo y la arrastró con todas sus fuerzas hacia afuera. Los guardaespaldas tardaron en reaccionar y cuando pudimos seguirla estaba subiendo a mi pareja a un auto y partiendo a toda velocidad.
-¡Usted será responsable si le pasa algo a las señorita Yamura!- Le grité a Fudo
Y sin esperar más corrí hacia otro auto parado en la entrada, vi que tenía las llaves puestas y salí persiguiendo a Kaori.
Hicimos varios kilómetros a toda velocidad por la ruta que por suerte estaba vacía de tránsito. De a poco me fui acercando temiendo que la otra hiciera alguna mala maniobra. Me costaba mantenerme sobre el carril izquierdo ya que en Japón se conduce como en Inglaterra. Cuando ya estaba casi por alcanzar al auto de Kaori me rebasó otro vehículo a mayor velocidad. Se puso casi paragolpes con paragolpes y pasó lo que temía. Kaori perdió el control  y se salió de la ruta chocando contra el cerco del costado. Por suerte no volcó ni se prendió fuego.
Para mi tranquilidad Keiko salió del auto por sus medios, aparentemente ilesa y corrió hacia mí. Un segundo después salió Kaori. En ese momento advertí que la ocupante del otro auto estaba a mi lado y para mi sorpresa era Sadhasi, la pareja de Fumiko, con un arma en la mano apuntando a Kaori.
-¡Detente allí mismo!- Le gritó.
Pero la otra mujer intentó correr hacia la costa aunque no llegó muy lejos. Antes que pudiera darme cuenta Sadhasi le disparó dos veces y cayó pesadamente. Yo estaba aterrorizada.
-¡No era para tanto!- Alcancé a gritar.
Sadhasi, fría como un tempano me miró y sacó una chapa de policía de su campera.
-No te preocupes, es una delincuente que hacía rato que estábamos buscando. La identifiqué con la foto que nos mandaste-
No pasó mucho tiempo hasta que llegaron al sitio los guardaespaldas del señor Aihara y se ofrecieron a llevarnos de regreso. Keiko, aun temblando se aferraba a mí y lloraba sin parar. La consolé como pude.
-¿Nos necesitas aquí?- Pregunte a Sadhasi.
-No, tal vez te llamen a declarar pero no te preocupes-
-¿Y con respecto al señor Fudo?-
-Lo tendré bajo vigilancia. No las va volver a molestar-
-Nos veremos- Dije.
-Seguro- Contestó.
Y partimos hacia la ciudad.


Capitulo 17

Los guardaespaldas del señor Aihara se la pasaron disculpándose todo el viaje de regreso. Habían perdido contacto con la limosina al seguirnos pero lograron llegar hasta el sitio donde nos llevaran un minuto antes de que yo saliera corriendo tras el auto de Kaori. Estaban por entrar en la casa pero decidieron seguirme y por eso llegaron al punto donde se produjo el choque, pero Sadhasi, con un auto más veloz los había pasado. Intenté tranquilizarlos diciéndoles que no había problema ya que todo estaba resuelto. Ellos informaron a su patrón acerca de lo sucedido y le contaron que Keiko y yo estábamos sanas y salvas.
Mientras tanto yo llamaba a Mitsuko para que se quedara tranquila y ella me comentó que Sadhasi nos había ubicado gracias a la señal de la ubicación del celular que le había pasado, lo cual me hizo agradecerle su invalorable ayuda. Luego llamé al padre de Keiko y le puse al tanto de todo lo sucedido ya que el hombre ignoraba que nos habíamos expuesto a una situación riesgosa. Pensé que me iba a recriminar nuestra actitud pero, por el contrario, nos felicitó por la audacia.
-Hicieron lo que debían- Dijo y yo ni siquiera le repliqué.
Luego le pasé el celular a mi amante para que hablaran. Keiko, aun asustada, le dijo que había sido deseo de ella enfrentar al señor Fudo y que yo le había advertido del riesgo. Su padre le dijo lo mismo que a mí y agregó que estaba muy orgulloso de ella por su valor.
Nos dejaron en la puerta del hotel. Pasamos por la recepción para aclarar que habíamos regresado sanas y salvas. Keiko tenía parte de la ropa rasgada por el accidente y pensando que podía tener alguna herida nos enviaron un medico a la habitación para revisarla pero la encontró en perfecto estado. Cuando al fin estuvimos solas nos dimos una ducha juntas y ya relajadas nos tiramos en la cama aun totalmente desnudas.
En ese momento nos dimos cuenta que casi ni habíamos hablado entre nosotras. La reacción fue comenzar a besarnos desenfrenadamente, lo que continuó en abrazos y caricias y finalmente en una fogosa relación sexual que nos debíamos holgadamente.
Cuando anochecía me llamó Sadhasi para avisarme que debíamos presentarnos a declarar al día siguiente. Otra vez termino un viaje a Japón teniendo que ir a la comisaria, pensé y mientras miraba por la ventana el incesante juego de luces de la ciudad sentí los brazos de Keiko rodeándome la cintura y volvimos a la cama.
A la mañana siguiente Sadhasi nos pasó a buscar luego de la hora del desayuno y fuimos a la Delegación Policial.
-¡De nuevo usted por aquí!- Exclamó el jefe de policía con una amplia sonrisa para que me diera cuenta que solo era un comentario amistoso.
-Sí, espero que no se me haga costumbre- Respondí.
Nos hizo pasar a su despacho, se sentó en un sillón y nos invitó a hacer lo mismo en otros similares. Parecíamos un grupo de amigas tomando el té.
-Bien, cuénteme todo, desde el principio- Dijo el oficial.
-Espero que se arme de paciencia, es una larga historia-
Y comencé el relato desde el momento en que Keiko y Fumiko fueran denunciadas por Kaori. El nombre tomaba notas y cada tanto me detenía para preguntarme algo o a Keiko que permanecía a mi lado.
A su vez supe con más detalle acerca de lo sucedido el día anterior. Yo, con todas las precauciones que había tomado amedrenté en cierta manera a los guardaespaldas del señor Fudo por eso estuvieron tan dubitativos todo el tiempo. En principio los empleados de Aihara nos siguieron  pero, como ya lo sabía, se perdieron y comenzaron a seguir un camino al azar con tanta suerte que al pasar frente a establecimiento de campo donde estábamos reconocieron la limosina.
Por el otro lado, cuando le envié el mensaje a Fumiko, ésta se lo mostró a su pareja. Grande fue la sorpresa para Sadhasi de ver a Kaori en la foto adjunta. De inmediato quiso saber adónde íbamos pero como no tenía la información llamó al único teléfono de alguna amiga nuestra que conocía, el de Mitsuko que de inmediato le fue diciendo por donde andábamos. Llegó  al establecimiento rural detrás de los  guardaespaldas de Aihara y alcanzó a ver toda la escena en la cual Kaori se llevaba a la rastra a Keiko y mi posterior salida de la casa persiguiéndolas. Aceleró y comenzó a seguirnos hasta el desenlace conocido.
Pregunté cuales eran los delitos de Kaori y fue Sadhasi quien me contestó.
-Era conocida en el ambiente del robo de casas cuyos dueños no estaban. Hacía bastante tiempo que la veníamos intentando localizar pero era muy hábil para pasar desapercibida. Ustedes jamás hubieran sospechado a lo que se dedicaba y, cuando Mitsuko la invitó a aquella reunión en la que, según me he enterado, perdió la compostura, tampoco tenía idea-
-¿Pero hubo necesidad de matarla? en definitiva era una delincuente menor-
-No tan menor, tenemos un registro de que entró en doscientas casa por lo menos. Ahora mismo están allanando su vivienda por que entre sus ropas encontraron la dirección anotada y según el llamado que me hicieron los agentes parece un depósito de un almacén mayorista. De todas maneras tenía un arma y debía defenderme y a ustedes también-
Terminamos la declaración y salimos después de haber saludado efusivamente al jefe de policía.
-Que la próxima vez que venga sea solo de visita- Dijo el hombre.
Cuando salimos al patio, Sadhasi caminaba a mi lado y queriendo sacarme una duda de encima le pregunté.
-¿No tenía un arma, verdad?-
-No, pero si no eliminamos así a los delincuentes se multiplicaran como conejos-
Y estuve de acuerdo.


Capitulo 18

 El llamado que recibí al día siguiente, mientras paseábamos con Keiko por Shibuya, comprando ropa, me resulto sorpresivo porque provenía de Matsuri, que si bien tenía mi número de teléfono nunca me había llamado antes.
En cuanto atendí escuché su voz cantarina casi gritando.
-¡Hola, sempai Alexia!-
Después del saludo le pregunté que necesitaba o si había pasado algo.
-¡Ja, No! Sí, es cierto que nunca te he llamado antes pero es por una buena causa-
Y pasó a contarme.
-¿Recuerdas al señor Udagawa?-
-No, ¿debería?-
-Sí, Sempai Alexia, era el prometido de Mei, quien te ayudó a escaparte de los secuaces de su padre-
-Francamente ni me acordaba el nombre. ¿Y qué pasa con él?-
-Está libre. El juez consideró que no tenía participación activa en su secuestro y además contaba con su declaración de que la ayudó, por eso lo liberaron en cuanto terminó el juicio-
-Me alegro por él. Pero supongo que no me llamas solo por eso-
-No, ocurre que ha decidido tomar distancia de su familia y los negocios de su padre, quien continúa preso y por muchos años. Por eso decidió reabrir la posada en donde una vez nos reunimos todas y dedicarse a ese solo negocio, lejos de Tokio-
-¿Y que tenemos que ver con esa decisión?-
-Que nos ha invitado a todas a una fiesta de inauguración. En realidad es a pasar cuatro días antes de la fiesta y luego quedarnos para el festejo. Es para intentar reconciliarse con el grupo y sobre todo con usted y con Mei pues teme que le odiemos por lo que pasó-
-Bien, dime cuando-
-Será el próximo sábado. Hasta ahora tengo algunas confirmaciones de quienes irán y los vehículos que necesitamos, Harumi me está ayudando con la organización-
-¿Harumi? No me digas-
-No, no es lo que piensa. Es inaccesible, será por eso que la amo-
-¿Y quiénes irían?-
-¡Uh! Es una larga lista, pero trataré de decirle. Van Mei y Yuzu, Mitsuko y Maruta, La sempai Suzuran y Momokino, Sara, Nina, Nene, Usted y Keiko, Harumi, yo, y hemos invitado también a Fumiko y Sadhasi-
-Veo que no te olvidaste de nadie-
-Así es. Entonces cuento con ustedes-
-Por supuesto-
Los días pasaron rápido. Keiko y yo anduvimos recorriendo Tokio de arriba abajo. Utilizando el tren como medio de transporte más usual y aprovechando que algunas líneas van sobre elevadas lo que nos permitía ver el paisaje desde las alturas. Uno de los sitios que quería ver era la Torre de Tokio, una construcción que implica reminiscencias de la Torre Eiffel en cuanto a su estilo aunque más alta que la parisina y desde donde se puede observar toda la ciudad e incluido el lejano y emblemático Monte Fuji. Después de almorzar en uno de los restaurantes de la base subimos hasta el segundo observatorio y abrazadas y llegando casi hasta las lágrimas nos quedamos largo rato viendo en todas direcciones.
El paseo continuó luego por los alrededores de la torre, el Prince Park, los Jardines de Hamarikyu sobre la costa, el Hotel Imperial de Tokio, que fuera proyectado y construido por el arquitecto Frank Lloyd Wright a quien admiro especialmente.
Otro día nos llevó al Campo de hierba del Parque Hibiya, y rodeamos Koiko, la residencia y jardines del Emperador. También estuvimos en el National Art Center y el Museo de Arte Contemporáneo Watari.
Largo seria detallar tantos sitios por donde anduvimos. Salíamos temprano en la mañana y dedicábamos todo el día a nuestra recorrida. Regresábamos a la noche cansadas pero felices y a pesar de todo siempre dispuestas a tener una noche de amor.
En una de las conversaciones con el señor Yamura, le confirmamos que estaríamos una semana más en Japón con el objeto de cumplir con la invitación del ex prometido de Mei y una visita final al señor Aihara. El padre de Keiko nos preguntó varias veces sobre cómo habían influido todos los buscados y también los inesperados eventos en que nos vimos envueltas. Tanto mi amante como yo les manifestamos que la experiencia, a pesar de los peligros corridos, había sido muy positiva. Keiko insistió en decirle a su padre que sentía que había madurado mucho con lo sucedido pues aunque les agradecía todo el amor con que la habían criado era evidente que necesitaba salir al mundo y valerse por sí misma.
-Estoy muy orgulloso de ti- Dijo el señor Yamura ante esta revelación.
El viernes anterior a la partida hacia la posada llovió todo el día. Francamente no lo lamentamos, si bien nos estábamos escasa de relaciones sexuales, nos la pasamos todo el día desnudas o eventualmente con algún camisón transparente, haciendo el amor. Solo paramos para el almuerzo, la merienda y la cena que, por supuesto pedimos en la habitación. Como había cesado la lluvia la última comida la realizamos en el balcón. Después de ello preparamos un bolso cada una con la ropa que llevaríamos al paseo. A media tarde Matsuri ya me había llamado para confirmar donde nos encontraríamos.
-La posada esta cerca de un pueblito llamado Chichibu, el lugar es ideal por que no es totalmente silvestre ni totalmente ciudad. Hay servicios médicos cerca pero gozamos de cierta intimidad. Nos encontraremos, para que nadie se pierda, al pié de la Torre de Tokio. De allí partimos en tres autos, nos repartiremos cinco por auto o algo así. De todas las que fuimos casi ni recordamos el camino por eso el primer auto lo va a manejar Mitsuko que es la que mejor se orienta- Me dijo la niña de cabello rosa.
-¿Cómo? ¿Y acaso no tienen GPS?-
Matsuri se rió con ganas.
-Mejor que guie Mitsuko, es más confiable que un aparato-
Y así quedamos en vernos al día siguiente en la base de la Torre, más precisamente en el restaurante Wakanui.
Keiko y yo fuimos las primeras en llegar. Siempre me pasa lo mismo cuando estoy obsesionada por no llegar tarde. Pedimos algo de comer y nos sentamos cerca de la entrada. Al rato y de a poco fueron llegando las demás. Los saludos fueron muy efusivos y como algunas de las chicas solo me eran conocidas por haber sido mencionadas alguna vez  me fueron presentadas por Yuzu.
Todas estaban hermosas. Ese conjunto de jóvenes y su espíritu alegre me contagiaban el ánimo. Keiko también se veía muy feliz. Las ultimas en llegar fueron Mitsuko y Maruta. En cuanto llegó se puso a organizar la forma en que nos distribuiríamos en los autos. Les indico a Sadhasi y Suzuran que manejaban los otros vehículos cual era el camino a seguir y le insistió en que no la perdieran de vista al seguirla.
Antes de la partida me quede conversando un rato con Mei. La conversación giró en torno a un par de dudas que yo tenía. Se trataba de las chicas que recién conocía. Suzuran y Momokino parecían una pareja, Nina y Sara otra.
-Según tenía entendido a Momokino le tenían un matrimonio arreglado pero veo que está muy atenta con Suzuran-
-Aja. Así es, Momokino se declaró en rebeldía, se buscó un trabajo y se negó a casarse-
-Y…acerca de Sara y Nina ¿Es cierto que son hermanas?-
-Sí, lo son y del mismo padre y la misma madre, no como Yuzu y yo-
-¿Pero, son pareja?-
-Sí, descubrieron su amor después de aquella vez en que coincidimos en Kioto, en el viaje escolar-
-No puedo creerlo-
Mei se rio con ganas al ver mi cara.
-Es así, sempai Alexia, estas en medio de un verdadero grupo de lesbianas un tanto insólitas-
Y la acompañe en su risa.
Finalmente partimos. Durante largo tiempo fuimos entre construcciones, primero de edificios altos y luego de viviendas de planta baja o un primer piso. La ciudad parecía no terminar nunca, hasta que salimos al campo. Pero en Japón el campo no es lo que los argentinos conocemos. Aquí se parece más a Europa donde desde un pueblito se puede divisar el siguiente y donde haya viviendas a lo largo de la ruta. Los campos sembrados no son tan extensos y predominan bosquecitos con flores multicolores, en especial el cerezo.
La posada estaba en medio de un conjunto de casas al final de un camino que nos llevó entre unas bajas serranías muy verdes por su pasto abundante. La construcción tenía techo a dos aguas y grandes ventanales. La rodeaba un jardín primorosamente cuidado. En la parte posterior discurría un arroyito y entre la corriente de agua y la posada había un espacio para comer o simplemente estar.


Capitulo 19

Después de estacionar los autos en la entrada la algarabía que produjeron las chicas al bajarse y cargar sus bolsos hacia la posada hizo que saliera el señor Udagawa a recibirnos. Las que lo conocían lo abrazaron y saludaron efusivamente, el resto les fue presentado. Yo me quedé observando la escena desde lejos. Recordaba al muchacho de aquella ocasión en que se frustró su casamiento con Mei y cuando, un año después, me salvó de las garras de su padre y realmente lo veía muy distinto. Aquel de tiempo atrás era atildado, muy prolijo y formal en su  vestimenta, de cabello corto cuidadosamente peinado. Ahora estaba más distendido, llevaba el cabello largo, vestía camisola suelta por arriba del pantalón y hasta tenía un atisbo de barba que lo hacía más apuesto que antes.
Cuando las chicas invadieron la sala de estar de la posada, él se quedó hablando con Mei. La conversación no duró mucho y adivino que solo estaba tratando de disculparse por todo lo sucedido. Después que estuvieron hablando un rato Mei hizo una pequeña sonrisa, realizaron mutuas reverencias y luego la morocha entró a la posada y vi cómo se abrazaba a Yuzu tomándola desde la espalda. No pude menos que sentirme aliviada.
En ese momento me vio el señor Udagawa. Caminó hacia donde yo estaba con Keiko a mi lado.
-Montes-san- Dijo haciendo una reverencia y saludándome por el apellido.
-No sea tan formal, llámeme Alexia y tuteémonos-
-Como guste. Antes que nada quiero decirle que me siento muy honrado de que usted haya venido a esta humilde morada, y esperando que no me guarde rencor por todo lo que sucedió en el pasado-
-El pasado es eso, solo pasado- Manifesté, y luego agregué -Y yo estoy en deuda con usted, de manera que sería imposible guardarle algún tipo de animosidad. Solo espero que su vida sea buena de ahora en más-
-Y lo es, aquí está ahora mi trabajo y mi hogar. En medio de esta campiña soy feliz. Detestaba la idea de casarme pero todo lo que sucedió me abrió los ojos acerca de mi familia como nunca antes y eso se lo debo agradecer a la experiencia vivida-
-Y a Yuzu que irrumpió en el momento justo luchando por su amor-
-Ja, ja…Si, Yuzu. Es como un ángel para mí. Ojala los dioses le conserven el espíritu y la bondad-
-Bien- Dije poniendo mi mano sobre el hombro de Udagawa -Ya pasó todo y usted está aquí con la frente en alto, olvidemos el pasado, solo es un ancla que no nos deja navegar-
-Sabias palabras-
Y entramos al salón donde había bastante bullicio.
-Parecen niñas de primario- Dijo Mitsuko dándose vuelta hacia mí.
Le sonreí.
-Va a ser mejor que nos unamos al ruido, sino vamos a parecer dos viejas amargadas-
Después de haber decidido como nos repartiríamos en las habitaciones, lo que llevó una media hora de discusiones, cada una se fue a dejar sus pertenencias. No sé en que se perdió tiempo discutiendo pues estaba claro que había siete parejas o proyectos de parejas y habitaciones suficientes para que cada una tuviera su espacio. La única que sobraba sin pareja era Nene que finalmente se quedó con Sara y Nina, al parecer muy contenta con la situación.
Después de dejar nuestros bolsos Keiko y yo bajamos al salón comedor. De nuevo toda la algarabía estaba allí pues deseaban comer. El señor Udagawa ya tenía personal propio. Una cocinera y dos mozas, además de cuatro camareras para las habitaciones. Pero en la cocina no daban abasto con los pedidos y Yuzu, Keiko Y Harumi se ofrecieron a ayudar por lo que al poco tiempo estábamos todas dispersas en las varias mesas saciando el hambre.
En ese momento fue que se me ocurrió una idea y me dirigí a la pequeña oficina del ex prometido de Mei. Golpeé el marco de la puerta, pues estaba abierta y me invitó a pasar.
-Dime, ¿has realizado alguna publicidad para la posada?- Le pregunté.
-Repartí folletos e hice una página  de Internet con fotos-
-¿Y tienes reservas hechas?-
-Hasta ahora ninguna-
-Bien, hagamos una cosa, acompáñame al salón y vamos a hablar con las chicas-
Una vez en el comedor tuve que gritar un par de veces para que me prestaran atención. Les expliqué que la publicidad realizada no había dado mucho resultado por lo que las invitaba a todas a que tomaran sus celulares, se sacaran fotos y les escribieran a todos sus contactos de Twiter, Instagran, Tik Tok y Facebook. Que les contaran lo maravilloso que la estaban pasando y que mostraran esa alegría.
Decirle a una japonesa que haga algo con su celular es como darles las llaves del paraíso, así que a partir de ese instante todas comenzaron a sacarse selfies o fotos de las otras chicas, de la posada y hasta salieron afuera a fotografiar el paisaje circundante.
-Van a creer que la posada es un refugio de lesbianas- Me dijo Mitsuko al oído.
-Bueno, sería un buen target para publicidad-
-Pobre señor Udagawa, como si no tuviera bastante con todas nosotras-
Después del almuerzo algunas chicas ayudaron a lavar los platos y ordenar el comedor. Luego salieron en desbande a caminar hasta el arroyito cercano y pasear por el bosquecito circundante. Yo llegué hasta el quincho que estaba frente al arroyo y me senté ‘. Keiko se sentó a mi lado y apoyó su cabeza en mi hombro.
-Ve con las chicas si quieres- Le dije.
-No, estoy bastante cansada-
-Yo también-
-Debe ser por todo el sexo que tuvimos en Tokio-
-Seguramente- Le pasé el brazo por sobre el hombro y la atraje más hacia mí y así nos quedamos hasta que después de un rato de descanso nos fuimos a caminar buscando a todo el grupo al que se lo oía por entre la arboleda.
Pasamos la tarde yendo y viniendo por el bosque, jugando a las escondidas como adolescentes. Me encantaba la situación, me sentía rejuvenecida al contacto con esas mujeres aunque en realidad no eran mucho más chicas que yo, pero lo que me ocurría era que hacía mucho tiempo que no me sentía tan libre de disfrutar de cosas tan sencillas. Me había enfrascado mucho entre mis libros y los viajes siempre habían sido para conferencias y presentaciones.
Llegado el atardecer regresamos a la posada con bastante hambre. Nuevamente ayudamos al personal a cocinar y servir la comida. En ese momento se me acercó Udagawa y me dijo que la idea de mandar mensajes por las redes sociales había dado un excelente resultado. Ya tenía cinco reservas tomadas y esperaba otras confirmaciones. Me alegré por él, no solo como incipiente empresario sino porque si los negocios le iban bien podría alejarse de la familia nociva que tenía.
Después de la cena nos dirigimos a nuestras habitaciones. Realmente estaba cansada pero en el pasillo Yuzu y Mei nos invitaron a pasar a su habitación para una reunión de sobremesa. Lleve una botella de champagne que encontré en la heladera y cuatro copas más unos bocadillos dulces que sobraran del postre. Estuvimos las cuatro conversando casi hasta la salida del sol. Pasamos por todos los temas inimaginables desde religión, sexo y política hasta nuestras preferencias musicales o de películas. Mei estuvo muy locuaz, lo cual no es muy habitual en ella pero era evidente que se sentía feliz y por momentos era ella quien bromeaba con Yuzu que estaba tan radiante como siempre.
Hablaron también de sus trabajos y Keiko y yo les contamos de nuestra vida en Argentina. Ellas se manifestaron curiosas de conocer nuestro país y les prometí que si se decidían a hacer el viaje me iba a encargar de que estuvieran bien atendidas.
Así pasamos los días siguientes. Algunas se entretuvieron pescando a orillas del arroyito, otras paseábamos por el bosque. También nos llegamos hasta el pueblo de pequeñas pero confortables viviendas de grandes ventanales. Uno de los motivos de visitar el pueblo era pasar por la tienda de ropa pues habíamos decidido que en la fiesta de inauguración cada pareja vestiría de la misma manera. De modo que Keiko y yo nos compramos dos vestidos holgados y estampados en muchos colores. Cuando estábamos en la tienda vimos con sorpresa a Matsuri casi arrastrando a Harumi para comprarse ropa. Terminaron llevando dos pantaloncitos blancos muy pequeños y remeras negras con la cara de una artista de K-pop que yo no reconocía.
El último día nos levantamos temprano para ayudar a preparar el salón para la fiesta. Todo era bullicio y algarabía. El ex prometido de Mei me confirmo que vendría mucha gente del pueblo.


Capitulo 20

Fue una fiesta increíble. Jamás había imaginado que pasaría todo lo que pasó. Desde temprano comenzó a llegar gente. Dado que la cantidad de personas superaba lo esperado y aprovechando que era un día soleado pero de temperatura agradable se decidió hacerla en los jardines, y dejando el salón para las mesas donde se serviría la comida y las bebidas.
Mientras todas nosotras andábamos vestidas tal como lo habíamos acordado, cada pareja de la misma manera, la única que no tenía con quien compartir vestimenta era Nene pero me sorprendió gratamente verla vestida de la misma manera que las hermanas Sara y Nina.
-Un triángulo increíble- Susurró Matsuri a mi lado y no pude menos que reírme pues conozco las fantasías de la niña de cabello rosa.
La gente que conformaba el público, por otro lado, vestía de las maneras más locas que podía prever. Vi lolitas, darks, disfraces de ositos y otros animales, algo de cosplay y también, por que no, vestidos como gente normal y varias mujeres arregladas como geishas y otras con esos vestidos entallados y con cuello redondo que tanto me fascinan.
Hubo espectáculos varios. Luego Udagawa me confesó que no había preparado nada de eso, sino que la gente del pueblo espontáneamente se asoció al festejo con sus dotes artísticas. Así fue que vimos una batalla entre samuráis, una muestra de teatro kabuki realizado por hombres en sus vestimentas femeninas tal como es la tradición, dos coros de geishas cantando canciones tradicionales muy dulces a las que no le entendí nada de la letra pero me resultaron emocionantes y también un grupo de chicas y de chicos bailando los más conocidos temas de k-pop con coreografías alucinantes.
Se sirvió comida al mediodía y a la noche. En la tarde se repartió helado y bebidas azucaradas. La gente iba y venía por todo el jardín e incluso por la calle cercana. Los que no se quedaron todo el día, al menos pasaban para curiosear y seguían su camino. Mientras tanto comencé a notar que muchas personas querían sacarse selfies conmigo. Al principio no lo entendía pero al ver que la cantidad aumentaba le pregunte la razón a Mitsuko.
-¿No te das cuenta?- Me preguntó y se empezó a reír.
Yo ya me estaba impacientando por su respuesta cuando completó la frase.
-Es que sos la única no japonesa aquí, ¿O acaso te pensaste que es porque te reconocen como escritora famosa?- Y siguió riéndose.
Continuábamos ambas una al lado de la otra cuando se acercaron cuatro jovencitas con sendos libros en las manos. Todas eran muy bonitas, un par de ellas gyarus y las otras de aspecto sencillo pero sensuales.
-¡Sempai Montes!- Exclamaron casi a coro.
-¿Nos firma sus libros, por favor?-
Como la tenía aun cerca le pegue un codazo a Mitsuko. Ella dejo de reír.
-Esto es para que veas que no hay que abrir la boca sin saber- Le dije.
-Me rindo- Contestó y volvió a largar una sonora carcajada.
Después de este encuentro me costó sacarme de encima a las cuatro admiradoras. Insistieron en conversar conmigo. Me agradaban pero quería ver el resto del espectáculo y solo me salvó la llegada de Keiko que me tomó del brazo y les dijo imaginando lo que pasaba.
-Sempai Alexia es mía, toda mía-
Y las niñas se fueron no sin darme un beso en la mejilla cada una.
Los festejos duraron hasta la medianoche cuando terminó con una gran demostración de fuegos artificiales que se lucían mucho más contra la oscuridad de las serranías y el cielo absolutamente negro. Fue un momento emocionante, Keiko y yo nos besamos largamente y después pude observar a pocos pasos de nosotros a Mei y Yuzu haciendo lo mismo. Fue muy graciosa la situación pues todas nos dimos cuenta que nos habíamos visto y no podíamos dejar de reír. Nos acercamos y nos abrazamos las cuatro en una rueda y así permanecimos un tiempo como si no quisiéramos separarnos más.
Ordenar las mesas, las sillas, la vajilla, limpiar el salón y la cocina fue una tarea titánica, pero la hicimos con gusto. Eran cerca de las cuatro de la mañana cuando nos fuimos todas a dormir, agotadas. Previsoramente ya teníamos preparados nuestros bolsos pues al otro día partiríamos a Tokio.
Nos levantamos cerca de las once. Bastante trabajo nos costó despertarnos e incluso las chicas que iban a manejar prefirieron darse una ducha para terminar de despejarse. Fuimos acomodando los bolsos en los autos y despidiéndonos de Udagawa y todo su personal con quienes habíamos compartido esos días como amigas más que como clientas y servicio.
Fumiko y Sadhasi partieron solas pues iban por otro camino a Yokohama. Antes de partir hablamos un rato
-No hemos tenido oportunidad de conversar. ¿Cómo anda lo tuyo?- Le pregunté a Fumiko.
-Muy bien, mi padre ya no volverá molestarme. Ahora sabe que Sadhasi lo tiene en la mira por algunos negocios turbios y ha prometido que no interferirá en mi vida-
-De todas maneras cuídense. Un león enjaulado puede volverse más peligroso-
-Sí, pero ahora sabemos lo que no sabíamos antes de la llegada de ustedes. Ahora estamos advertidas-
Y dicho esto me dio un beso en la mejilla. Sadhasi pasó a mi lado y me dio la mano con la energía de un hombre, después sonrió y me dio un beso. A los pocos minutos partían rumbo a su casa.
-¡Gracias por todo!- Gritó Fumiko desde el auto.
 Ahora nos toca a nosotros dijo Mitsuko y comenzó a ordenarnos por auto. Como quedaban solo dos vehículos debimos repartirnos bastante apretadas. En el auto conducido por Mitsuko iba ella, su pareja Maruta, Mei, Yuzu, Keiko, yo y Nene. En el otro conducido por la sempai Suzuran, iban Momokino, Matsuri, Harumi, Sara y Nina. Temíamos que nos hicieran la boleta por llevar más personas de las permitidas pero no encontramos controles camineros por la ruta y en poco tiempo ya estábamos entrando en Tokio.
La mayoría iba dormida, Mitsuko Maruta y yo nos manteníamos despiertas.
-Parece que les ganó el cansancio- Dijo Maruta.
-Yo creo que es el relax después de tantas emociones- Comenté.
-Y un poco el aburrimiento de volver a la rutina- Agrego Mitsuko.
En la estación de Akihabara bajamos Keiko y yo. Mitsuko decidió llevar a Mei Y Yuzu a su casa. Nos despedimos con la promesa de que nos veríamos en el Aeropuerto el día de nuestra partida. En el otro auto también bajaron Sara y Nina para tomar el tren a su casa mientras Suzuran se encargaba de dejar al resto al menos cerca de sus viviendas.
Keiko y yo cruzamos la calle y nos fuimos al hotel. Las camas de la posada no eran incomodas pero cuando pude arrojarme en la cama del hotel me sentí feliz. Ahora había que pensar que nos quedaban dos días en Japón y debíamos aprovecharlos. De modo que llamé al señor Aihara y le dije que podíamos pasar en la mañana siguiente por su casa si ello no significaba una molestia.
-Todo lo contrario señorita Montes- Me dijo el abuelo de Mei -Usted es siempre bienvenida-
Después del llamado telefónico decidimos comenzar a poner en orden nuestras valijas lo que nos dejó una incierta sensación de tristeza por la partida, pero al rato la compensamos con una excelente relación sexual que nos llevó a paroxismos casi ilimitados. Debo haber tenido más orgasmos que el resto de las veces juntas. No cesaba de temblar de pasión y Keiko no se me quedaba atrás. Fue una experiencia alucinante, lo que demostraba que cada vez nos íbamos perfeccionando en nuestros juegos sexuales. Keiko se transformaba de una manera increíble. De una mujer de aspecto de adolecente sumisa y dulce viraba a una dominadora insaciable que a veces me dejaba en posición de terminar siendo yo la sumisa, lo que me excitaba aún más. Por poco casi caemos de la cama debido a nuestros excesos y terminamos ambas desnudas y abrazadas, agotadas y con ganas de dormir varias horas.


Capitulo 21

A la mañana siguiente partimos a la casa del señor Aihara. Mencionar que fuimos recibidas con mucha amabilidad por parte de su personal es ya casi obvio. El abuelo de Mei nos recibió en la consabida biblioteca con vista al jardín posterior. Ambas habíamos ido vestidas de manera recatada en virtud del respeto al anfitrión.
Pronto estuvimos sentadas en sendos sillones y cada una con mesitas de servicio con una amplia variedad de bocadillos, taza de café y jugo de frutas.
-De manera que vuelve a partir a su tierra- Dijo Aihara como para iniciar la conversación.
-Sí, pero a diferencia de las anteriores ya estoy pensando que volveré antes de lo que imagino-
-Estaría bueno, usted es una solucionadora de problemas-
-Lo dudo, solo he estado en donde tenía que estar en el momento en que tenía que estar. Y no porque lo tuviera pensado de antemano-
Luego se dirigió a Keiko.
-¿Y Usted? ¿Qué impresión se lleva de lo vivido en estos días? ¿Le sirvió el viaje?-
-Absolutamente- Contestó mi amante y continuó- Todo me ha servido de aprendizaje para la vida. Reconozco que fui criada entre algodones y no culpo por nada mis padres, pero necesitaba estas emociones fuertes para valorar mi propia capacidad-
-Bien, bien. Pero tampoco hay que exagerar-
Después de ese preámbulo le contamos en detalle todo lo sucedido. Terminamos con la merienda y luego cuando ya nos disponíamos a partir el seños Aihara se acercó a mí y me dijo.
-Usted tiene experiencias muy valiosas para contar a nuestras alumnas, sus libros son populares y posee carisma. Imagino en el Instituto una triada con Matsuko Tanigucchi, mi nieta Mei y usted en algún gabinete de consulta paras las niñas-
-No olvide que vivo en el otro lado del mundo-
-Señorita, usted es de este mundo y de esta época. Las comunicaciones han achicado el planeta. Tampoco pretendo que se venga a vivir aquí, pero…pasarse una temporadita de vez en cuando-
-Pero, ¿No es prerrogativa de Mei tomar decisiones como esta?-
-Por supuesto, se lo propondré y estoy seguro que estará de acuerdo. Mei le estima mucho a usted.-
Y cuando ya estábamos en la puerta manifestó.
-Así me aseguro de verla por aquí cada tanto-
Nos dimos un fuerte abrazo, algo poco usual en Japón entre un hombre y una mujer y sobre todo de diferentes edades. En realidad es poco usual toda muestra de afecto con contacto físico algo a que los occidentales y los latinos sobre todo estamos tan acostumbrados, por eso me sorprendió su gesto.
Luego del abrazo, me tomó de un brazo y me dijo.
-Por favor, no se pierda-
Hicimos con Keiko una profunda reverencia y salimos de la casa.
Una vez en la calle Keiko se tomó de mi brazo y mientras caminábamos hacia la estación del tren dijo.
-Que extraño el abrazo del señor Ahiara-
-Sí, se ve que está bastante susceptible-
Al otro día estábamos en el aeropuerto listas para partir. Mitsuko, Maruta, Mei y Yuzu eran las únicas que vivieron a despedirnos. Harumi y Matsuri tenían exámenes y no podían faltar a sus obligaciones pero, por medio de Maruta nos enviaron un par de obsequios, unas pequeñas imágenes en marfil de geishas con sus trajes típicos. Los saludos fueron efusivos. Besos y abrazos y muchas recomendaciones.
-Ahora sé que no vas a dejar de venir cada tanto-. Manifestó Mitsuko.
Mi cara de sorpresa debió ser evidente.
-¿Qué? ¿No te dijo nada el señor Aihara?-
-¿Acerca de qué?-
-De que formemos un consejo para las chicas aquí en el Instituto junto con Mei-
-Sí, es una idea brillante- Agregó Mei.
-De manera que ustedes estaban enteradas…¿desde cuándo?-
-Hace varios días que nos lo dijo-
-¡Ah, viejo pícaro! A mí me hizo creer que se le había ocurrido ayer mientras conversábamos-
Mitsuko y Mei rieron al unísono.
-Sí, ya lo sabíamos y estoy totalmente de acuerdo- Dijo Mei.
Luego de los últimos saludos caminamos por la manga al avión. Casi un día después y tras un viaje en que me la pasÉ más tiempo durmiendo que otra cosa estábamos aterrizando en Ezeiza. Con más valijas que las que teníamos en el viaje de ida era necesario un transporte cómodo. Pero el señor Yamura ya se había ocupado de ello y nos esperaba una van color negro, muy amplia y con cómodos asientos.
Preferí que pasáramos primero por la casa de Keiko así aprovechaba a conversar con su padre. El matrimonio nos recibió con toda algarabía y muy efusivamente. Era emotivo verlo. Nos atendieron como si fuera el regreso de la hija prodiga. Como parecía ser costumbre la madre de Keiko se la llevó a su habitación, esta vez con la excusa de desempacar y quedé sola con su padre.
-No tengo palabras para agradecerle lo que hizo por mi hija y de haber corrido peligro para rescatarla-
-Era lo que correspondía, de alguna manera ella estaba en ese predicamento debido a la manera audaz en que manejé el asunto-
-Lo importante es que, según me ha contado ella por vía Skipe en estos días, ha aprendido mucho a superar los malos momentos y sobre todo lo que usted le ha enseñado. Espero que su relación prospere y sean muy felices juntas. Cuenta con todo nuestro apoyo-
Hice una reverencia. En ese momento Keiko y su madre aparecieron en el salón y manifesté mi deseo de seguir camino a mi casa pues la extrañaba. Me despedí de todos y Keiko me siguió hasta la puerta.
-Ahora voy a dar una vuelta por la oficina para ver cómo anda todo. Después me gustaría que nos veamos para la cena-
-Está bien, pasa por casa, prepararé algo sencillo. No tengo ganas de salir hoy-
Regresar a mi lugar en el mundo fue tranquilizador y relajante. La van me dejó en la puerta y el chofer esperó hasta que hubiera entrado. Dejé las valijas en el dormitorio y me dirigí a la cocina. Me hice un café y llamé a mi editor.
-¡Hola, apareciste!- Gritó desde el otro lado de la línea.
-Sí, aquí estoy y me voy a poner a escribir. Lo único que te pido es que no me llames. Ya te llamare yo. Necesito ordenar las ideas-
En el dormitorio puse las valijas sobre la cama y las vacié. Separé lo que debía lavar y guardé el resto. Una vez que tuve todo ordenado me hice otro café. Saqué la guitarra de la funda y rasqué un poco las cuerdas. Luego improvisé algo en el órgano. No era nada especial pero el sonido me relajaba. Finalmente me senté frente a la computadora y revisé lo que había escrito antes del viaje. Luego tomé mis notas y las ordené.
Cuando ya era el atardecer cociné unos fideos con abundante salsa. Keiko me llamo para avisarme que estaba por llegar.
-Te extraño mucho- Me dijo por teléfono.
Llegó, se sacó el abrigo, nos dimos un profundo y largo beso. Era la primera vez que estábamos separadas tantas horas desde hacía varios días. Serví la comida con un buen vino tinto. De fruta comimos unas manzanas. Conversamos largamente de todo el viaje y nuestras impresiones.
Nos quedamos saboreando un café en la sala, ella de pie mirando hacia el jardín iluminado y yo sentada en uno de los sillones a su espalda.
De pronto, sin dejar de mirar hacia afuera me dijo.
-Quiero venir a vivir aquí contigo-
Me mantuve en silencio. Ella se dio vuelta y me miró. Me acomodé en el sillón y la mire a los ojos.
-Sabes muy bien que yo prefiero vivir sola-
Hay cosa a las que no se renuncian ni por amor.

FIN