Una noche de festejo
Después
de todos los avatares en que habíamos estado inmersas, un manto de agradable
rutina nos invadió. Sabrina y Rocío mantenían su ya cotizada peluquería y se
ocupaban de la crianza de su hijo Jonathan, Madame, o sea tía Catalina como había
comenzado a llamarla en la intimidad, continuaba con sus clases de modales, tío
Roberto había inaugurado un coqueto bar en pleno centro, Alexia y yo no solo
continuábamos con la oficina sino que también abrimos un local a la calle para
vender accesorios de decoración que nuestras empleadas Fernanda y Silvana
atendían con total dedicación y salíamos todos los domingos a andar en
bicicleta salvo cuando hacia mucho frío y entonces nos refugiábamos en casa a
ver películas acompañadas por su hijo Adrián y a veces por la madre del niño,
Beatriz con su pareja, Paulina, martillera
a la que había conocido trabajando en una inmobiliaria.
Con
Susan y Pierre manteníamos contacto por Skipe, pudiendo saber de ellos, como si
estuviéramos juntos, que estaban muy bien, que solían hacer periódicos viajes
por toda Europa y que habían comprado una casita en la Provenza con un pequeño
viñedo solo para escapar del bullicio de Paris por un tiempo.
Alexia
solía quedarse en mi casa varios días seguidos o yo en la de ella estrechando
aún más la convivencia. Nos parecía bueno que cada una tuviera su propio lugar
y además vivíamos cerca, pero nos necesitábamos tanto que no podíamos estar
lejos una de la otra. Me agradaba cocinar para ambas y nos repartíamos las
tareas cotidianas para estar juntas. El grupo se seguía manteniendo
inquebrantable pero ya no éramos tan adictas a ir a bailar todos los fines de
semana y nuestras reuniones eran en la casa de cualquiera de nosotras, un
remanso de paz en medio de la locura colectiva, donde charlábamos, tomábamos el
te y nos poníamos al tanto de los chismes.
A
una de esas reuniones llegaron Rocío y Sabrina con la novedad de que estaba por
discutirse la Ley de matrimonio igualitario. Algún rumor habíamos escuchado pero
parecía un hecho aun lejano y no nos imaginábamos que al fin se concretara.
Igualmente teníamos nuestras dudas, todas las organizaciones, sobre todo la
iglesia, ¡cuando no!, que se oponían al dictamen hacían fuerza para que no se
promulgara la ley. Durante los días previos escuchamos tantas pavadas de parte
de quienes quieren defender lo indefendible que hasta nos daba bronca y
apagábamos el televisor para no oírlas.
Después
de una frustrada sesión por falta de quórum nos sobrevino la desesperanza, pero
al saber que se había fijado fecha para la siguiente semana decidimos que debería
hacerse algo para que se supiera que mucha gente estaba esperando este
gigantesco cambio en sus vidas, no por que iba a modificar su amor o sus
costumbres, estas leyes siempre van por detrás de las realidades cotidianas,
pero lo bueno eran todo el marco legal que le permitiría solucionar temas como
las herencias, la adopción de hijos, los bienes gananciales y estar salvo de
quedar uno de los miembros de la pareja en la calle si fallecía su compañero,
dueño de la casa en que vivían, pues en estos casos reaparecía la familia,
antes ausente, para reclamar la vivienda y echar al que consideraban intruso
Sabrina
y Rocío eran las que mas interesadas estaban en el tema, teniendo un hijo que
solo había podido adoptar la primera de ellas y para el cual Rocío no era nada
en lo legal. Con respecto a su hogar no tenían problemas pues la única familiar
de Sabrina era su madre que vivía con ellas y ésta adoraba a Rocío como si
fuera su hija además del hecho de que la casa estaba a nombre de las dos.
Alexia y yo no teníamos ninguna urgencia al respecto. Ella realizó los
postergados trámites de divorcio de común acuerdo en los que le dejaba su
vivienda de casada a su ex esposa y esta proyectaba cederla su hijo en cuanto
tuviera la edad adecuada con su usufructo hasta su muerte sin ningún otro
posterior reclamo.
-Lo
que son las cosas, al final todos van por los papeles- Me dijo un día tío
Roberto mientras me servía un Tía María desde la barra de su localcito repleto
de locas mostrando plumas.
-Viste
tío, esto no te lo imaginaste nunca cuando andabas por ahí buscando chongos- Le
contesté solo para ver su reacción.
Muchas
veces tío Roberto había manifestado que el destino de un puto, utilizaba esa
palabra, era la soledad y no estaba errado, al menos para los de su época, pero
los tiempos estaban cambiando cada vez a mayor velocidad.
-Te
imaginas a un trolo diciéndole a su pareja: Hasta que no tengamos los papeles
no hay sexo- Insistía y se reía con esa carcajada grandota que le descubrí en
la vejez.
Y
yo no podía evitar reírme también.
-Los que no cambian son los retrógrados de
siempre- Dijo poniéndose serio.
-Y
que queres tío, ciertos cerebros se quedaron en la Edad Media y a esos es
imposible cambiarlos-
La
noche en que se promulgo la ley estábamos todas frente al Congreso. Éramos un
grupo bullicioso en medio de una marea bulliciosa. Se cantaba, se gritaba, se
reía, se brindaba con lo que había a mano. Agitamos banderitas con los colores
de la diversidad. Nos abrazamos a toda clase de loco suelto que andaba por ahí.
Unas travestis a las que les había ofrecido trabajo me reconocieron y se
acoplaron a nuestro grupo. Bailamos hasta caer rendidas. Hasta Beatriz y su
pareja Paulina se acercaron a la plaza trayendo a Adrián, que se estaba
convirtiendo en un muchachito hermoso y se sumo a los festejos como uno más.
Tío
Roberto, Madame, Alexia, Sabrina, Rocío, Beatriz, Paulina y el mocoso
terminamos sentados a la mesa de un confitería tomando champagne y comiendo
sándwiches de miga para festejar mientras saludamos a todos los que pasaban
fueran o no conocidos. Pronto se comenzaron a hacer planes, Sabrina y Rocío
manifestaron su intención de casarse inmediatamente, aunque Alexia opinó que lo
ideal era que lo dejaran para más adelante pues ya se comenzaba a hablar de la
Ley de Identidad de género y lo ideal era poder hacerlo con el documento
correspondiente. Beatriz y Paulina también comentaron que iban a casarse, que habían
esperando ésta ocasión con ansias y ellas no tenían el problema del documento.
Alexia no dijo nada en ese momento pero en su gesto adivine que algo le
preocupaba. Cuando nos íbamos para casa en mí ya legendario Torino le pregunté
que le pasaba.
-Es
Beatriz, temo que si se casan su pareja pretenda la casa en caso de que le
suceda algo a ella y el pobre Adrián se quede sin nada-
-Esas
son suposiciones vagas por ahora, ¿Quién te dice que le pase algo a Beatriz
antes que a Paulina?- Manifesté.
-Si,
claro, pero voy a hacer algo por las dudas, le voy a comprar un departamento
para él, ya se que es muy chico todavía pero es mejor prevenir- Y como siempre
le sucede cuando tiene un problema inmediatamente se sintió mejor ante la decisión
tomada y volvió a reír con esa risa que me enamora.
Pintando
Debido
a nuestra profesión Alexia y yo estábamos bastante cerca de ser artistas plásticas.
Yo solía hacer dibujos a lápiz cuando tenia tiempo y en ocasiones al salir a
andar en bicicleta llevaba una carpeta y tomaba apuntes del natural, pero nunca
había pasado mas de eso aunque acostumbraba a guardar con cuidado mis trabajos
pues siempre tenia la ilusión de poder
exponerlos algún día. Alexia no había manifestado interés en hacer algo artístico
a pesar de que era una excelente dibujante pero un día su ex esposa la llamó
por que estaba por hacer algunas mejoras en la casa y encontró un cuadro del
padre de Alexia que nunca había pasado del bosquejo en lápiz sobre la tela y
que le estaba estorbando por lo que le dijo si no se lo quería llevar a su
casa.
Alexia,
que ya ni recordaba el cuadro lo fue a buscar de inmediato y se lo llevó. Al principio
no sabía muy bien que hacer con él pero después de un tiempo decidió pintarlo aunque
no tenía noción de técnicas. Como siempre que encara un tema estuvo absorbida
tratando de aprender pero después de revisar varios libros concluyó que la
única manera de realizar la pintura era poniendo las manos en ella, de modo que
fue a una librería artística, compró pinceles y pintura acrílica, por que sabía
que era mucho menos dificultosa para trabajar que el óleo y una tarde se puso
manos a la obra.
Cuando
pase a buscarla para ir a tomar algo con tío Roberto en su local la encontré
ensimismada en su trabajo, estaba tan entusiasmada que ni siquiera había
reparado en la hora y le sorprendió mi llegada. Al ver lo que estaba haciendo
quede gratamente sorprendida, Alexia estaba pintando como si lo hubiera hecho
siempre y como si supiera, el cuadro estaba quedando muy bien y francamente le
augure un buen futuro si seguía así.
Tuve
que llevármela casi a la fuerza y esa noche, reunidos en el bar de tío Roberto no hizo más que hablar de
su pintura. Así fue que en poco tiempo no solo terminó ese cuadro sino que
siguió con otros, cada vez que iba a la librería se volvía con una tela y
pintaba por las noches como poseída. Finalmente acondicionó una de las
habitaciones de la planta alta de su casa como atelier y en poco tiempo estuvo
llena de cuadros, mesa de trabajo, un par de atriles y gran cantidad de jarros
con pinceles de todos los tamaños.
En
una librería de usados encontró una enciclopedia de arte completa de varios
tomos que fueron a parar a los estantes del atelier y que consultaba con
ahínco. Pronto comenzó con la temática de hacer versiones libres de cuadros
famosos, les sacaba fotos y las publicaba en Facebook. Alentada por los comentarios
de sus contactos continuó pintando y un día llego al estudio con la idea de
hacer una exposición.
Claro
que no era fácil conseguir un marchand que cediera espacio en una galería de
arte para una soberana desconocida y por eso se me ocurrió que podíamos colgar
varios en nuestro local de decoración y a instancias disimuladas de las
vendedoras tratar de conseguir alguna opinión de los clientes ya que esta sería
mas objetiva que la de sus amigos en la red que, como sabemos siempre, te dicen
que todo lo que haces esta muy bonito.
Contagiada
de su entusiasmo y sin ánimo de competir, yo comencé a trabajar más en mis
dibujos. Con el tiempo descubrí que era una buena terapia ya que cuando ambas
nos poníamos a trabajar se nos pasaba la hora sin darnos cuenta. Para no estar
sola traslade mis obras a su atelier ya que aun sobraba espacio y me instale un
tablero de dibujo de contrapesos, una verdadera antigüedad en los tiempos que
corren y una gaveta de generosas dimensiones para archivar los trabajos. Así
pasamos el tiempo, creando y tomando mate con bizcochitos, escuchando música y
conversando de cualquier cosa.
Ya
se nos había ocurrido la idea de alquilar algún local en el centro para exponer
nuestros trabajos cuando un día llegó tía Catalina, o Madame, como ustedes
prefieran, y quedó maravillada de ver tantas obras.
-Me
parece que debería hablar con Reverte, mi amigo, dueño de la galería Monet,
ustedes deben exponer estas preciosuras-
Pensando
en la gran cantidad de artistas de todas las ramas del arte que jamás tienen
una oportunidad siempre he pensado que todo se trata de estar en el lugar
adecuado en el momento adecuado o conocer a la persona adecuada.
El
señor Reverte era un caballero distinguido, de elegantes modales y gran nivel
cultural. Madame no perdió el tiempo. Nos avisó que su amigo pasaría por el
atelier con solo dos horas de anticipación. Le dije que el lugar estaba
desordenado y ella me contestó que ni se nos ocurriera arreglarlo, que el señor
Reverte debía verlo así, como era naturalmente.
Cuando
sonó el timbre Alexia que al menos se había sacado el guardapolvo que usaba
para trabajar y lucía una pollera tubo muy ajustada y una blusa con un hombro a
la vista, abrió la puerta. Madame me contó después que nunca había visto al
señor Reverte abrir los ojos tan grandes y debo admitir que tenía razón pues lo
comprobé personalmente cuando entraron en la sala y me vio a mí.
-De
manera que las señoras son las artistas- dijo mientras buscaba un lugar donde
depositar su impermeable y su sombrero.
Detrás
de él Madame hacia gestos desesperado para que tomáramos ambas cosas y fui yo
la mas rápida.
-Permítame-
Dije y sujeté el impermeable con una mano y el sombrero con la otra. Abrí el
guardarropa del living y los guardé mientras Alexia lo invitaba a sentarse
siguiendo los gestos cada vez mas desesperados de Madame.
Además
del impermeable y el sombrero el señor Reverte llevaba un bastón de madera con unas
incrustaciones de bronce del que no se separó en ningún momento y que solía
golpear contra el piso cada vez que procuraba reafirmar algo de lo que decía.
-Desea
tomar algo ahora o quiere ver los trabajos primero- Intervino Madame ante
nuestra idiotez conjunta.
-Veamos
los trabajos- Manifestó el señor Reverte parándose como un resorte.
Lo
guiamos hasta el atelier. Al entrar miró todo alrededor como si lo importante
fuera el lugar de trabajo y no las obras.
-Excelente-
Dijo, y tras dar una vuelta por toda la sala agregó:
-Se
respira aire de arte, aromas de pintura, olores de lápiz y carbonilla, el
ambiente habla por si mismo. Aquí hay verdadera creación-
Nos
miró, miró a Madame y preguntó.
-¿No
es así?-
-Si
usted lo dice- Contesto Alexia
-Ahora
veamos la gran obra- Dijo el señor Reverte refregándose las manos de
satisfacción mientras Madame hacia gestos de burla a su espalda y confieso que estuve
a punto de largar una carcajada.
El
señor Reverte quedó maravillado. A medida que veía los cuadros exclamaba como
un niño ante una vidriera de juguetería, con mis dibujos hizo lo mismo.
-¡Arte,
verdadero arte!- Decía a cada rato
En
definitiva que nos prometió una sala de su galería en cuanto se desocupara.
Según sus palabras había espacio suficiente para ambas y dijo que nos enviaría
un mail para reunirnos a coordinar los detalles. Pasamos al comedor, tomamos te
con masas que había preparado Madame mientras estábamos en el atelier.
No
nos quito la vista de encima mientras merendábamos y conversábamos de arte. ¿Se
habrá dado cuenta lo que somos?, pensaba yo pero no lo adiviné. De todas maneras no puedo decir otra cosa más
que se comportó como todo un hombre de mundo.
Al
levantarse el señor Reverte, Alexia corrió al guardarropa y le alcanzó el
impermeable que se puso sobre los hombros y el sombrero que se acomodó frente
al espejo. Luego nos dio besos a las dos en ambas mejillas como los franceses y
se marchó con Madame.
-¿Adonde
la alcanzo?- Sentimos que le preguntaba, una vez transpuesta la puerta, Madame
luego nos contó que dijo.
-Hermosas
las niñas, muy hermosas, son la clase de mujer con la que uno se casaría,
realmente femeninas, tan femeninas que parecen travestis-
El primer casamiento
Tal
como lo habían avisado, las primeras que se casaron fueron Beatriz y Paulina.
Todo el grupo fue invitado a presenciar la ceremonia al Registro Civil y luego
a tomar algo en la casa de Paulina, la que finalmente compartirían lo que le
dio cierta tranquilidad a Alexia acerca del destino de la vivienda que quedaría
para su hijo Adrián.
En
un principio tuve mis reservas acerca de que Alexia se sintiera incomoda en la
ceremonia pero ella me tranquilizó.
-Al
fin y al cabo ninguno de los dos es lo que era durante nuestro matrimonio,
hemos cambiado tanto que hasta parece increíble que hayamos compartido una vida
juntos, lo único que queda de todo eso es Adrián, el resto es como si no
hubiera sucedido. Será como ir a acompañar a una amiga-
¡Y vaya si habían cambiado!
Esa
mañana estábamos todos en la puerta del Registro Civil. Las novias llegaron en
el auto de Paulina. Estaban vestidas igual, pantalón y chaqueta color beige y
camisa blanca, calzadas con botas marrones con discreto taco. Lo que las
diferenciaba era su altura y color de cabello, Beatriz mas menuda y rubia
contrastaba con su pareja, alta y morocha.
-Parecen
Swacheneger y De Vito en Gemelos, me dijo Sabrina al oído y tuve que reprimir
la risa para no hacer un papelón.
Todo
el malón entró a la oficina detrás de las novias. En pocos segundos habíamos
copado el recinto y el pasillo, pues además de nosotras y tío Roberto, también
se había hecho presente un variopinto grupo de lesbianas de todas clases,
amigas de las contrayentes.
Tío
Roberto, como pudo, se acercó a Alexia y a mí y pasándonos sus brazos por sobre
nuestros hombros dijo:
-Mira
lo que son las cosas, este es el sueño de un macho heterosexual, un solo hombre
rodeado de tantas mujeres-
-Mas
bien diria una pesadilla- Dijo Rocío que estaba justo al lado nuestro y lo
escuchó.
El
juez que oficio la ceremonia estaba visiblemente molesto, no se si era por la
cantidad de publico, por el cuchicheo constante que no cesaba a pesar de sus advertencias
o el hecho de tener que realizar un matrimonio igualitario. La cuestión fue que
hizo todo lo más rápido que pudo y una vez que concluyó levantó del escritorio
sus papeles y se marchó con presteza casi sin saludar a las novias y sin
siquiera decir el clásico “Puede besar a la novia”, tal vez por no supo a quien
de las dos decírselo.
La
fiesta fue en la casa de Paulina. La mujer era una alta ejecutiva en la filial
de una importante inmobiliaria y no había tenido ningún problema por parte de
sus empleadores debido a su orientación sexual. Por el aspecto de ambas semejaban
una pareja heterosexual. Contrariamente a Beatriz que parecía realmente un
camionero, Paulina era de aquellas lesbianas llamadas lipsitck, ultra femenina,
cuidadosa de todos los detalles en su vestimenta, combinaba los colores de la
ropa con los zapatos y la cartera, siempre usando perfumes caros, de manos
tersas y piernas largas y elegantes. Era la primera vez que la veía con
pantalones pues acostumbraba usar vaporosos vestidos en telas estampadas y taco
aguja, se mantenía siempre maquillada con esmero aunque no fuera necesario para
la ocasión. En los modales inclusive se notaba que atendía a Beatriz como si
fuera ésta su macho pero la ex esposa de Alexia no se quedaba atrás en
prodigarle mimos en forma constante.
En
la reunión tuvimos tiempo de trabar conversación con las amigas de la pareja,
debo confesar que el de las lesbianas era un mundo desconocido para mi pero
aprendí que aunque mas invisibles para el publico en general no se quedan atrás
en materia de avanzar sobre quien les interesa, lo que experimenté en carne
propia cuando una, muy del estilo de Beatriz y para colmo tan alta como yo, a
pesar de mis tacos, se me acercó insinuante con una copa de champagne y me dijo
casi al oído.
-¿Amiga
de cual de las novias sos?-
-De
las dos- Contesté para evadir cualquier duda.
-¡Que
raro! Por que nunca te vi por el boliche-
Sin
interés en saber cual era el boliche aclaré.
-Tal
vez sea por que no soy de su onda-
-¡Ah,
querida! Entonces no sabes lo que te perdes-
-Tal
vez, pero se bien lo que no me pierdo- Y ahí creí matarla con el dato
agregando.
-Soy
travesti-
Pensé
que con eso la iba a espantar pero se mostró más interesada, esbozando su aire
de quien se cree el que domina la situación en su rol de macho me dijo.
-¿Y
tenes un hombre que te haga feliz? Por que seguro que no lo puede hacer tan
bien como yo-
-Mi
pareja es travesti también- Manifesté y eso si que la dejo asombrada.
Después
de unos segundos en que se quedó mirándome tratando de asimilar mis palabras y
dudando si la estaba engañando dijo.
-Entonces
son como nosotras, lesbis-
Me
sonreí, la miré a los ojos y no se como se me ocurrió decirle
-Si
pero tenemos pitulines de verdad y es mas divertido-
Dio
media vuelta y se fue sin agregar más.
Una
voz a mi lado dijo.
-¿Sabes
tía Gabriela? Ustedes son más divertidas que las amigas de mamá Beatriz, todas
esas andan serias y ni siquiera cuentan chistes como ustedes-
No
pude menos que reírme ante la ocurrencia de Adrián.
-Tal
vez, tal vez. Con el tiempo vas a ver que contar chistes es cosa de hombres y
esa habilidad será algo que conservamos del hombre que llevamos dentro-
Adrián
me tomó de la mano y me arrastró a la mesa de la comida.
-Dale
tía comamos algo antes que se termine-
Una comunicación por
Skipe
Gran
invento el Skipe, solíamos usarlo para comunicarnos con Susan y Pierre. Era un
placer verlos juntos frente a la pantalla en el estudio de su casa en París. De
este lado Alexia matizando la conversación con mate y bizcochos, nos pasábamos
las horas hablando de todo, de nuestras cosas, de los trabajos y hasta de la
situación política.
Pero
esta vez el fondo que se veía tras las cabecitas de nuestros amigos era
diferente, se veía una casa amueblada con sencillez y una gran ventana que daba
a un paisaje de campiña.
-Como
ya tenemos Internet en nuestra casa de campo queríamos mostrársela- Dijo Susan
y corrió la cámara de la computadora hasta donde pudo asomándola por la ventana
gracias a lo cual pudimos ver una hermosa galería cubierta de enredaderas y a
lo lejos los viñedos acompañando los desniveles de las colinas circundantes.
-Ya
comenzamos a producir vino, no es una maravilla pero se puede tomar. Pierre
esta pensando en conseguir quien se lo distribuya. No se imaginan, esto es la
paz absoluta. Tienen que venir algún día a conocer- Manifestaba Susan
entusiasmada.
-Si,
a probar el vino- dijo Pierre que llegaba en ese momento con un par de copas
llenas.
-Deberíamos
ir- Agrego Alexia
-Deberíamos-
Repetí pensando que no nos vendría mal una buena temporada lejos de todo.
La homofobia persiste
La
noticia llegó rápido, como todas las malas noticias. Un grupo de delincuentes asaltó
a tío Roberto en su local. Pero no se trataba de un robo común sino que quedó
en evidencia que fue motivado además por homofobia. Según supimos luego eran
cuatro individuos que entraron como si fueran clientes, pidieron algo de tomar
y se sentaron a una mesa. Cuando parecía que nada sucedería comenzaron a hablar
en voz alta para que todas las personas presentes los escucharan. Fue una catarata
de insultos a todo lo relacionado con lo homosexual que fue creciendo conforme
se cebaban al ver que no había respuesta. Eran altos y fuertes, de aspecto
atlético e incluso dos de ellos llevaban puestas camisetas de fútbol azules y
amarillas como para que supiera que se identificaban con ese club de la ribera.
Los
parroquianos, todos de poca habilidad para enfrentamientos físicos se fueron
yendo pero no esperaron a que se marcharan todos pues de pronto se pararon, acercándose
a la barra encañonaron a tío Roberto y le pidieron la plata. Tío no se negó
pero de todas maneras estaban dispuestos a agredirlo. Uno de ellos salto por
sobre la barra y trató de asirlo pero tío todavía conserva cierta agilidad y lo
esquivó, para sorpresa de los maleantes ganó la calle gritando por un policía.
Los malhechores aun adentro se dedicaron a tratar de destrozarlo todo pero un
patrullero llego en el momento justo y los policías los arrinconaron dentro del
salón deteniéndolos a todos.
Alertado,
un móvil de televisión tomo el momento justo en que eran sacados y llevados a
la patrulla, a diferencia de otros no dejaron que se les tapara la cara y luego
pudimos ver repetidas veces en la televisión el momento en que seguían
insultando a toda la comunidad homosexual amenazando con más actos de
violencia.
Tío
Roberto dijo
-Basta
para mí, no necesitaba este negocio para vivir, lo abrí de pura onda, pero no
quiero saber más nada-
Y
lo cerró para desconsuelo de los que ya se habían convertido en habitúes del
lugar.
El
suceso fue un quiebre en la vida de tío Roberto, no era la primera vez que sufría
ataques por su condición sexual, teniendo en cuenta que debido a su edad había
pasado por épocas de mayor intemperancia, gobiernos militares incluidos y donde
la policía no te protegía sino que también te perseguía. Pero esta vez fue como
la gota que rebalsaba el vaso, después de haber creído que las cosas estaban
mucho mejor y ya no volverían aquellas circunstancias de años pasados.
-Cuantos
más derechos gocemos, mas nos atacaran- Afirmo don Cosme, un viejo amigo de tío
al que yo no conocía y que se presentó por su casa después de muchos años de no
verlo. Mas tarde tío Roberto me contaría que su camarada era un sacerdote retirado
que comprendió que no podía seguir ejerciendo su apostolado o que más bien se
lo hicieron saber cuando se enteraron que era homosexual mientras que él mismo
sabía que el Obispo llevaba jóvenes seminaristas a su cama. Claro, Cosme era un
pobre sacerdote de pueblo que no tenía posibilidad de defensa alguna.
Días
después supe que tío Roberto estaba tratando de convencer a Madame, o sea tía Catalina, a irse del país. Ella se
negaba pero con el trascurrir del tiempo o la insistencia de tío parecía dispuesta
a aflojar.
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