Tuesday, July 25, 2017

Familias particulares. Capitulos finales

El padre de Susan nos pone en un aprieto

Los trabajos de decoración en las casas del padre de Susan estaban a punto de terminarse. El hombre continuaba gastando a manos abiertas como si el dinero fluyera sin ningún control.
-¿De donde vendrá toda esta guita?- Me preguntó Alexia en una ocasión.
-De la corrupción, del narcotráfico, de lavado de dinero, vaya uno a saber-
-Entonces es como si nosotras fuéramos las que lo devolvemos al pueblo-
-¡Ja, si al pueblo! ¡Al pueblo de proveedores que cobraron todos los sobreprecios que quisieron y al pueblo de nosotras que lo tenemos bien merecido en compensación por el sofocón en Punta!-
-¿Y si se da cuenta que gastó excesivamente?-
-¿Vos te crees que le importa?, seguramente es dinero que no pudo colocar en otro lado, fíjate esta es la tercera decoración que le conozco en la casa de Las Lomas y te puedo asegurar que si volvemos en unos años va a estar totalmente redecorada por otros-
-¿Y Susan sabía a que se dedicaba su padre?-
-Si, fue una de las primeras cosas que me contó. Ella odiaba esa vida, por eso ni siquiera quiso estudiar abogacía como le quería imponer el padre, yo creo que aunque no fuera por travestí de todas maneras se hubiera mandado mudar a hacer su vida-
-La secretaria del doctor Fernández al teléfono- Interrumpió Fernanda.
-Hablando del lobo…- Musitó Alexia.
Atendí con cierta aprensión debida a la conversación que estábamos manteniendo.
-El doctor Fernández quiere saber si pueden pasar por su oficina esta tarde-
-¿Algún problema?-
-No, es por una cuestión personal-
La aseveración de la secretaría me dejó inquieta y ansiosa.
A la hora acordada estábamos las dos caminando la sala de espera de norte a sur y de este a oeste. ¿Que querrá este tipo? Me preguntaba sin imaginar otra cosa que alguna cuestión referida al trabajo o peor aún a la muerte de sus ex custodios. ¿Y que era eso de una cuestión personal?
La decoración del estudio contribuía a la aprensión. Paredes revestidas en madera de piso a techo, en color caoba oscuro, los muebles negros y la alfombra ocre. El único tono claro era el blanco del cielorraso y el poco color estaba dado por las flores que tenía la recepcionista sobre su escritorio. Hasta la empleada, toda de gris, combinaba con la lobreguez general, en cierta manera me hacía acordar a la secretaria de Madame cuando se vestía con su traje sastre.
Sonó un timbre, la recepcionista levantó el tubo.
-Si, como no, señor. Pueden pasar-
El corazón me latió más deprisa mientras ingresábamos en su despacho. Este ambiente sería tan oscuro como la recepción si no fuera por el amplio ventanal por el que se podía ver la Plaza de Tribunales. La amplia sonrisa con que nos recibió me relajó un poco pero no demasiado. De una ojeada rápida, soy muy buena para eso, observé las fotos que tenía sobre el enorme escritorio. Pude ver al hombre y su mujer con un fondo de mar, seguramente recuerdo de unas vacaciones y en otro portarretrato una foto de Susan, cuando no era Susan, sino aquel hermoso muchachito con el que me había acostado en su dormitorio.
Nos hizo un gesto para que nos sentáramos y cuando estuvimos acomodadas comenzó.
-Ustedes se preguntarán por que las he citado- Habló lentamente como si quisiera pensar lo que iba a decir.
-Exacto- Contesté.
-Bien, el tema es muy delicado y no quisiera pronunciar ninguna palabra ofensiva, espero que ustedes me entiendan-
Cada vez le entendía menos, pero asentí con la cabeza. Alexia no le quitaba la vista con sus hermosos ojos marrones, parecía preparada como para saltar del sillón y huir, lo que me hubiera causado gracia si no fuera por mi propia aprensión.
-¿Ustedes son travestís? Claro, no se por que lo pregunto si el ingeniero Paz, al que le hicieron un trabajo me lo dijo cuando las recomendó-
-Si, lo somos, usted dijo que no había problema por eso-
-¡Si claro!- Enfatizó temiendo haber dado un paso en falso.
-¿Entonces?-
-Les voy a contar. Yo tengo un hijo que estudió decoración pero hace muchos años que no tengo noticias de él. Voy a serles sincero, lo eché de casa por que una sirvienta vino con la historia de que lo había visto probándose ropa de su madre y no es que le creyera a una doméstica solamente, ante mi interrogatorio él aceptó que era así. Me dio mucha indignación, fue un golpe terrible, espero lo entiendan, no es que me molesten las travestís ni los gay ni nada por el estilo pero enterarse así de pronto que un hijo quiere seguir ese camino no es algo que se pueda aceptar sin estar preparado-
-Nunca se está preparado para una noticia así- Acotó Alexia.
-Si, claro. Pero hace tantos años que no sé de su vida que temo por lo que le pueda haber pasado. Yo sé que la realidad es muy triste para la mayoría de las travestís, deben prostituirse y mueren jóvenes, por la violencia, por las enfermedades, por los malos implantes, por eso enloquecí cuando descubrí que mis ex empleados las estaban atacando, no solo por ustedes, perdonen mi sinceridad, pensé que algo así le podía pasar a mi hijo-
Alexia y yo nos miramos. Yo trataba de encontrar ese rastro de sinceridad en las palabras de Fernández pero no me sentía segura de que así fuera.
-Me imagino lo que desea- Manifesté.
-Lo que deseo es recuperar mi hijo. Por eso pensé que tal vez ustedes me podrían dar alguna pista- Y diciendo esto puso la foto de Susan frente a nosotras.
Si obviamente sabía que estaba estudiando decoración podía deducir que alguna de nosotras la conocía. ¿Hasta donde había podido seguir su rastro? ¿Que podía contestarle sin que descubriera que no deseaba darle ningún dato, al menos hasta ponerme en contacto con Susan? Decidí jugar una carta fuerte sopesando las palabras.
-Si, alguna vez lo vi en la Escuela, pero no lo trataba y cuando egresamos no volví a saber de él, ni siquiera sabía como se llamaba-
-Claro, entiendo. ¿Me lo harán saber si averiguan algo?-
-Si, pero tenga en cuenta que si realmente es travestí se debe haber cambiado el nombre y aunque tenga amistad con otras travestis ellas seguramente no conocen su nombre original, por que ninguna de nosotras lo revela, por ser el pasado que deseamos olvidar o por que simplemente forma parte de una identidad que no es nuestra realmente.
-Bueno- Dijo levantándose de su asiento lo que daba por terminada la reunión, nos estrechó las manos y agregó.
-Me olvidaba, quiero que sepan que estoy muy satisfecho con todo el trabajo, supongo que queda muy poco por hacer...-
-Una semana, más o menos-
-Entonces las veo en una semana para liquidar las cuentas-
En la calle aspiré una bocanada de aire para alimentar los pulmones y tratar de relajarme.
-¿Tenés dudas de la sinceridad del hombre con respecto a Susan?- Preguntó Alexia
-Si, y aunque no las tuviera jamás haría algo sin que ella lo sepa primero-
No veía la hora de llegar al estudio y mandar desde allí un mail a Susan. Eso fue lo primero que hice.
“Querida hermana del alma: Alexia y yo acabamos de tener una inesperada conversación con tu padre. Trató de averiguar con nosotras tu paradero, aparentemente no tiene ninguna pista desde que te fuiste de tu casa y yo me hice la boluda con total profesionalidad. Espera que si sabemos algo se lo informemos pero por supuesto vamos a mantener la boca cerrada salvo que digas lo contrario”
La contestación llegó al otro día.
“Ni loca vuelvo a ver a mis padres. ¿Le sacaron bastante plata? Aprovéchenla. Háganse un viaje. Cambiá el Torino, no seas amarreta. Un gran beso y gracias por mantenerme al tanto”
El día que nos pagó nuestro trabajo el padre de Susan, estaba con él la madre que nos rogó le avisáramos de alguna novedad.
-Lo haremos, pierda cuidado- Contesté poniendo mi mejor cara imperturbable.



Otra ceremonia

Tío Roberto llego a mi casa una mañana sin avisar y cuando estaba en medio del desayuno. Una habilidad bastante frecuente en él.
-Llego justo para desayunar con vos- Dijo, mientras sin esperar invitación se servía una taza de café y tomaba varias tostadas de una lata.
-Gracias tío, pero me las arreglo sola para desayunar, ¿Cuál es el motivo de tu visita? Por que seguramente te traés alguna noticia-
-Así es, te quiero pedir un consejo-
-Dale, al menos es algo que me va a salir gratis-
-Catalina quiere que nos casemos legalmente-
-¿Por iglesia?-
-No seas boba, por iglesia no es lo mismo que legalmente-
-Bueno, yo pensé que quería lucir vestido de novia blanco-
-Me refiero a papeles, a poner todo en orden, sucesión, pensión, bienes gananciales, todas esas cosas-
-¿Y?-
-Bueno, es un paso importante-
-¡Dale tío!, ¿Ahora me venís con eso? ¿Cuál es tu duda? ¿La querés o no la queres? ¿Acaso no viven juntos y felices? ¿Que te cuesta complacerla? A todo esto, hablando de complacerla sacame una duda  y decime, ¿Como hacen el amor?-
Me encanta sacar de quicio de vez en cuando a tío Roberto.
-Callate y ponete seria alguna vez ¿Que hago?-
-Casáte, no lo pienses más. Eso si no esperes que les organice otra fiesta, ¡ah! y háganse otro viaje de luna de miel-
Después que acabó con mis tostadas, el café y la manteca se levantó y dijo.
-Tenés razón, ¿Que estoy pensando?-
-Pavadas, tío, pavadas. Y la próxima vez trae facturas-
Para los empleados del Registro Civil de la calle Uruguay y otras parejas que esperaban su turno esa mañana fue un tanto atípica. Imaginen la escena, un señor mayor, cabello abundante y canoso, atado en una cola, vestido con estridentes pantalones color verde, sandalias de cuero, camisa al tono con el pantalón pero en un tono más discreto, cinturón de cuero con hebilla de bronce con iniciales y varias pulseras en las muñecas, una señora de su misma edad, delgada, cabello negro largo, luciendo un vestido ajustado, color crema, con generoso escote y largo hasta las rodillas, con audaz tajo en uno de sus costados, calzada con zapatos clásico de taco alto, parados frente al funcionario que oficiaba la ceremonia, tomados de la mano y siguiendo seriamente sus palabras.
Detrás de ellos y completando el cuadro estábamos todos. La fauna colorida. Sabrina y Rocío con su pequeño Jonatan que pasaba de los brazos de una a los de la otra, Alexia con Adrián tomado de su mano, Fernanda y Silvana lagrimeando, la madre de Sabrina, Beatriz y su nueva pareja que nos presentó ese mismo día, una bella lesbiana tipo lipstick, muy sensual ella, la secretaria de Madame, tía Etelvina que ansiaba recomponer su relación familiar con tío Roberto y un extravertido grupito de travestís y gay amigos de la pareja y habitúes de Casa Brandon. Yo sacaba fotos desde todos los ángulos tratando de no dejar afuera a ninguno de los presentes.
-Ya puede besar a la novia- Dijo el funcionario, aliviado de poder concluir la ceremonia pues el entorno reinante le había provocado tal confusión que se equivocaba a cada instante.
Y en medio de un sonoro aplauso tío Roberto y Madame unieron sus labios.
Mientras todos saludábamos a la pareja sonó mi celular, Susan, siempre oportuna, llamaba desde París. Puse el altavoz para que la escucharan.
-¡Guachos, se casaron y no estoy ahí para felicitarlos! ¡A ver si se vienen de luna de miel a París, les tengo reservado un departamento! ¡Felicitaciones, los espero!-
La fiesta fue en Casa Brandon. Tío Roberto había alquilado el local y toda la constelación de amigos, amigas, amig@s, amigxs, y cuantas variantes existan para definir inquietudes sexuales o de género  estaban presentes.
Somos Normales, decía en un cartel que se extendía de pared a pared. Y verlo me alegró por que esa siempre fue mi idea. La anormalidad es la moral religiosa que pretende clasificar a las personas como buenas o malas según con quien tenga relaciones sexuales, es más, incluso cuantas veces. Los seres humanos estamos conformados para gozar de muchas maneras posibles, si hubiera un Dios, y si ese Dios nos hizo así, ¿Por qué no aprovecharlo?
En medio de la pista grité.
-¡Amaos, hermanos y hermanas! ¡Amaos ahora, y antes que sea tarde!-
Un sonoro aplauso rubricó mis palabras.




Epílogo

Tío Roberto y Madame partieron pocos días después a Francia, donde Susan los esperaba con el prometido departamento sobre los Campos Eliseos, justo frente a la Place de la Concorde. Sabrina y Rocío continuaron atendiendo la peluquería y cuidando con dedicación al pequeño Jonatan, tarea en la que ayudaba con evidente chochez la madre de Sabrina. Alexia y yo decidimos salir a la aventura en mi fiel Torino, que no cambio por ningún cero kilómetro, a recorrer Uruguay y Brasil. El paseo incluyó la fastuosa fiesta que organizaba el padre de Susan para inaugurar su casa de Punta del Este, donde nos mezclamos con lo más alto de la sociedad y no nos faltaron invitaciones a otras reuniones y cruceros por la costa uruguaya de parte de encumbrados hombres de negocios que quedaron fascinados por los vestido ajustados, los zapatos de taco aguja y obviamente por nuestros cuerpos. Declinamos los convites y continuamos el recorrido pasando por La Paloma, Buzios, Florianópolis, Bombas, Bombhinas, Portobello y Paraty. Nos quedamos unos días en Angras Dos Reis, en la posada de Noelia, una vieja amiga travestí que había conocido como arquitecto cuando aún era crossdresser y que ahora regenteaba el lugar junto con sus socias brasileñas, después de una azarosa vida no exenta de problemas pero tampoco de satisfacciones y de la cuál les referiré algún día. Todo ese recorrido para culminar en Río de Janeiro para el más grandioso de los eventos, el Carnaval.
Pero como dicen los clásicos contadores de cuentos, esa será otra historia.


FIN









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