El
padre de Susan nos pone en un aprieto
Los trabajos de decoración en las
casas del padre de Susan estaban a punto de terminarse. El hombre continuaba
gastando a manos abiertas como si el dinero fluyera sin ningún control.
-¿De donde vendrá toda esta guita?- Me
preguntó Alexia en una ocasión.
-De la corrupción, del narcotráfico,
de lavado de dinero, vaya uno a saber-
-Entonces es como si nosotras fuéramos
las que lo devolvemos al pueblo-
-¡Ja, si al pueblo! ¡Al pueblo de
proveedores que cobraron todos los sobreprecios que quisieron y al pueblo de
nosotras que lo tenemos bien merecido en compensación por el sofocón en Punta!-
-¿Y si se da cuenta que gastó
excesivamente?-
-¿Vos te crees que le importa?,
seguramente es dinero que no pudo colocar en otro lado, fíjate esta es la
tercera decoración que le conozco en la casa de Las Lomas y te puedo asegurar
que si volvemos en unos años va a estar totalmente redecorada por otros-
-¿Y Susan sabía a que se dedicaba su
padre?-
-Si, fue una de las primeras cosas que
me contó. Ella odiaba esa vida, por eso ni siquiera quiso estudiar abogacía
como le quería imponer el padre, yo creo que aunque no fuera por travestí de
todas maneras se hubiera mandado mudar a hacer su vida-
-La secretaria del doctor Fernández al
teléfono- Interrumpió Fernanda.
-Hablando del lobo…- Musitó Alexia.
Atendí con cierta aprensión debida a
la conversación que estábamos manteniendo.
-El doctor Fernández quiere saber si
pueden pasar por su oficina esta tarde-
-¿Algún problema?-
-No, es por una cuestión personal-
La aseveración de la secretaría me
dejó inquieta y ansiosa.
A la hora acordada estábamos las dos
caminando la sala de espera de norte a sur y de este a oeste. ¿Que querrá este
tipo? Me preguntaba sin imaginar otra cosa que alguna cuestión referida al
trabajo o peor aún a la muerte de sus ex custodios. ¿Y que era eso de una
cuestión personal?
La decoración del estudio contribuía a
la aprensión. Paredes revestidas en madera de piso a techo, en color caoba
oscuro, los muebles negros y la alfombra ocre. El único tono claro era el
blanco del cielorraso y el poco color estaba dado por las flores que tenía la
recepcionista sobre su escritorio. Hasta la empleada, toda de gris, combinaba
con la lobreguez general, en cierta manera me hacía acordar a la secretaria de
Madame cuando se vestía con su traje sastre.
Sonó un timbre, la recepcionista
levantó el tubo.
-Si, como no, señor. Pueden pasar-
El corazón me latió más deprisa
mientras ingresábamos en su despacho. Este ambiente sería tan oscuro como la
recepción si no fuera por el amplio ventanal por el que se podía ver la Plaza
de Tribunales. La amplia sonrisa con que nos recibió me relajó un poco pero no
demasiado. De una ojeada rápida, soy muy buena para eso, observé las fotos que
tenía sobre el enorme escritorio. Pude ver al hombre y su mujer con un fondo de
mar, seguramente recuerdo de unas vacaciones y en otro portarretrato una foto
de Susan, cuando no era Susan, sino aquel hermoso muchachito con el que me
había acostado en su dormitorio.
Nos hizo un gesto para que nos
sentáramos y cuando estuvimos acomodadas comenzó.
-Ustedes se preguntarán por que las he
citado- Habló lentamente como si quisiera pensar lo que iba a decir.
-Exacto- Contesté.
-Bien, el tema es muy delicado y no
quisiera pronunciar ninguna palabra ofensiva, espero que ustedes me entiendan-
Cada vez le entendía menos, pero
asentí con la cabeza. Alexia no le quitaba la vista con sus hermosos ojos
marrones, parecía preparada como para saltar del sillón y huir, lo que me
hubiera causado gracia si no fuera por mi propia aprensión.
-¿Ustedes son travestís? Claro, no se
por que lo pregunto si el ingeniero Paz, al que le hicieron un trabajo me lo
dijo cuando las recomendó-
-Si, lo somos, usted dijo que no había
problema por eso-
-¡Si claro!- Enfatizó temiendo haber
dado un paso en falso.
-¿Entonces?-
-Les voy a contar. Yo tengo un hijo
que estudió decoración pero hace muchos años que no tengo noticias de él. Voy a
serles sincero, lo eché de casa por que una sirvienta vino con la historia de
que lo había visto probándose ropa de su madre y no es que le creyera a una
doméstica solamente, ante mi interrogatorio él aceptó que era así. Me dio mucha
indignación, fue un golpe terrible, espero lo entiendan, no es que me molesten
las travestís ni los gay ni nada por el estilo pero enterarse así de pronto que
un hijo quiere seguir ese camino no es algo que se pueda aceptar sin estar
preparado-
-Nunca se está preparado para una
noticia así- Acotó Alexia.
-Si, claro. Pero hace tantos años que
no sé de su vida que temo por lo que le pueda haber pasado. Yo sé que la
realidad es muy triste para la mayoría de las travestís, deben prostituirse y
mueren jóvenes, por la violencia, por las enfermedades, por los malos
implantes, por eso enloquecí cuando descubrí que mis ex empleados las estaban
atacando, no solo por ustedes, perdonen mi sinceridad, pensé que algo así le
podía pasar a mi hijo-
Alexia y yo nos miramos. Yo trataba de
encontrar ese rastro de sinceridad en las palabras de Fernández pero no me
sentía segura de que así fuera.
-Me imagino lo que desea- Manifesté.
-Lo que deseo es recuperar mi hijo.
Por eso pensé que tal vez ustedes me podrían dar alguna pista- Y diciendo esto
puso la foto de Susan frente a nosotras.
Si obviamente sabía que estaba
estudiando decoración podía deducir que alguna de nosotras la conocía. ¿Hasta
donde había podido seguir su rastro? ¿Que podía contestarle sin que descubriera
que no deseaba darle ningún dato, al menos hasta ponerme en contacto con Susan?
Decidí jugar una carta fuerte sopesando las palabras.
-Si, alguna vez lo vi en la Escuela,
pero no lo trataba y cuando egresamos no volví a saber de él, ni siquiera sabía
como se llamaba-
-Claro, entiendo. ¿Me lo harán saber
si averiguan algo?-
-Si, pero tenga en cuenta que si
realmente es travestí se debe haber cambiado el nombre y aunque tenga amistad
con otras travestis ellas seguramente no conocen su nombre original, por que
ninguna de nosotras lo revela, por ser el pasado que deseamos olvidar o por que
simplemente forma parte de una identidad que no es nuestra realmente.
-Bueno- Dijo levantándose de su
asiento lo que daba por terminada la reunión, nos estrechó las manos y agregó.
-Me olvidaba, quiero que sepan que
estoy muy satisfecho con todo el trabajo, supongo que queda muy poco por
hacer...-
-Una semana, más o menos-
-Entonces las veo en una semana para
liquidar las cuentas-
En la calle aspiré una bocanada de
aire para alimentar los pulmones y tratar de relajarme.
-¿Tenés dudas de la sinceridad del
hombre con respecto a Susan?- Preguntó Alexia
-Si, y aunque no las tuviera jamás
haría algo sin que ella lo sepa primero-
No veía la hora de llegar al estudio y
mandar desde allí un mail a Susan. Eso fue lo primero que hice.
“Querida hermana del alma: Alexia y yo
acabamos de tener una inesperada conversación con tu padre. Trató de averiguar
con nosotras tu paradero, aparentemente no tiene ninguna pista desde que te
fuiste de tu casa y yo me hice la boluda con total profesionalidad. Espera que
si sabemos algo se lo informemos pero por supuesto vamos a mantener la boca
cerrada salvo que digas lo contrario”
La contestación llegó al otro día.
“Ni loca vuelvo a ver a mis padres.
¿Le sacaron bastante plata? Aprovéchenla. Háganse un viaje. Cambiá el Torino,
no seas amarreta. Un gran beso y gracias por mantenerme al tanto”
El día que nos pagó nuestro trabajo el
padre de Susan, estaba con él la madre que nos rogó le avisáramos de alguna
novedad.
-Lo haremos, pierda cuidado- Contesté
poniendo mi mejor cara imperturbable.
Otra
ceremonia
Tío Roberto llego a mi casa una mañana
sin avisar y cuando estaba en medio del desayuno. Una habilidad bastante
frecuente en él.
-Llego justo para desayunar con vos-
Dijo, mientras sin esperar invitación se servía una taza de café y tomaba
varias tostadas de una lata.
-Gracias tío, pero me las arreglo sola
para desayunar, ¿Cuál es el motivo de tu visita? Por que seguramente te traés
alguna noticia-
-Así es, te quiero pedir un consejo-
-Dale, al menos es algo que me va a
salir gratis-
-Catalina quiere que nos casemos
legalmente-
-¿Por iglesia?-
-No seas boba, por iglesia no es lo
mismo que legalmente-
-Bueno, yo pensé que quería lucir
vestido de novia blanco-
-Me refiero a papeles, a poner todo en
orden, sucesión, pensión, bienes gananciales, todas esas cosas-
-¿Y?-
-Bueno, es un paso importante-
-¡Dale tío!, ¿Ahora me venís con eso? ¿Cuál
es tu duda? ¿La querés o no la queres? ¿Acaso no viven juntos y felices? ¿Que te
cuesta complacerla? A todo esto, hablando de complacerla sacame una duda y decime, ¿Como hacen el amor?-
Me encanta sacar de quicio de vez en
cuando a tío Roberto.
-Callate y ponete seria alguna vez
¿Que hago?-
-Casáte, no lo pienses más. Eso si no
esperes que les organice otra fiesta, ¡ah! y háganse otro viaje de luna de
miel-
Después que acabó con mis tostadas, el
café y la manteca se levantó y dijo.
-Tenés razón, ¿Que estoy pensando?-
-Pavadas, tío, pavadas. Y la próxima
vez trae facturas-
Para los empleados del Registro Civil
de la calle Uruguay y otras parejas que esperaban su turno esa mañana fue un
tanto atípica. Imaginen la escena, un señor mayor, cabello abundante y canoso,
atado en una cola, vestido con estridentes pantalones color verde, sandalias de
cuero, camisa al tono con el pantalón pero en un tono más discreto, cinturón de
cuero con hebilla de bronce con iniciales y varias pulseras en las muñecas, una
señora de su misma edad, delgada, cabello negro largo, luciendo un vestido
ajustado, color crema, con generoso escote y largo hasta las rodillas, con
audaz tajo en uno de sus costados, calzada con zapatos clásico de taco alto,
parados frente al funcionario que oficiaba la ceremonia, tomados de la mano y
siguiendo seriamente sus palabras.
Detrás de ellos y completando el
cuadro estábamos todos. La fauna colorida. Sabrina y Rocío con su pequeño
Jonatan que pasaba de los brazos de una a los de la otra, Alexia con Adrián
tomado de su mano, Fernanda y Silvana lagrimeando, la madre de Sabrina, Beatriz
y su nueva pareja que nos presentó ese mismo día, una bella lesbiana tipo
lipstick, muy sensual ella, la secretaria de Madame, tía Etelvina que ansiaba
recomponer su relación familiar con tío Roberto y un extravertido grupito de travestís
y gay amigos de la pareja y habitúes de Casa Brandon. Yo sacaba fotos desde
todos los ángulos tratando de no dejar afuera a ninguno de los presentes.
-Ya puede besar a la novia- Dijo el
funcionario, aliviado de poder concluir la ceremonia pues el entorno reinante
le había provocado tal confusión que se equivocaba a cada instante.
Y en medio de un sonoro aplauso tío
Roberto y Madame unieron sus labios.
Mientras todos saludábamos a la pareja
sonó mi celular, Susan, siempre oportuna, llamaba desde París. Puse el altavoz
para que la escucharan.
-¡Guachos, se casaron y no estoy ahí
para felicitarlos! ¡A ver si se vienen de luna de miel a París, les tengo
reservado un departamento! ¡Felicitaciones, los espero!-
La fiesta fue en Casa Brandon. Tío
Roberto había alquilado el local y toda la constelación de amigos, amigas,
amig@s, amigxs, y cuantas variantes existan para definir inquietudes sexuales o
de género estaban presentes.
Somos Normales, decía en un cartel que
se extendía de pared a pared. Y verlo me alegró por que esa siempre fue mi
idea. La anormalidad es la moral religiosa que pretende clasificar a las
personas como buenas o malas según con quien tenga relaciones sexuales, es más,
incluso cuantas veces. Los seres humanos estamos conformados para gozar de
muchas maneras posibles, si hubiera un Dios, y si ese Dios nos hizo así, ¿Por
qué no aprovecharlo?
En medio de la pista grité.
-¡Amaos, hermanos y hermanas! ¡Amaos
ahora, y antes que sea tarde!-
Un sonoro aplauso rubricó mis
palabras.
Epílogo
Tío Roberto y Madame partieron pocos
días después a Francia, donde Susan los esperaba con el prometido departamento
sobre los Campos Eliseos, justo frente a la Place de la Concorde. Sabrina y
Rocío continuaron atendiendo la peluquería y cuidando con dedicación al pequeño
Jonatan, tarea en la que ayudaba con evidente chochez la madre de Sabrina.
Alexia y yo decidimos salir a la aventura en mi fiel Torino, que no cambio por
ningún cero kilómetro, a recorrer Uruguay y Brasil. El paseo incluyó la
fastuosa fiesta que organizaba el padre de Susan para inaugurar su casa de
Punta del Este, donde nos mezclamos con lo más alto de la sociedad y no nos
faltaron invitaciones a otras reuniones y cruceros por la costa uruguaya de
parte de encumbrados hombres de negocios que quedaron fascinados por los
vestido ajustados, los zapatos de taco aguja y obviamente por nuestros cuerpos.
Declinamos los convites y continuamos el recorrido pasando por La Paloma,
Buzios, Florianópolis, Bombas, Bombhinas, Portobello y Paraty. Nos quedamos
unos días en Angras Dos Reis, en la posada de Noelia, una vieja amiga travestí
que había conocido como arquitecto cuando aún era crossdresser y que ahora
regenteaba el lugar junto con sus socias brasileñas, después de una azarosa
vida no exenta de problemas pero tampoco de satisfacciones y de la cuál les
referiré algún día. Todo ese recorrido para culminar en Río de Janeiro para el
más grandioso de los eventos, el Carnaval.
Pero como dicen los clásicos
contadores de cuentos, esa será otra historia.
FIN
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