Intento de violación
En
tanto Alexia y yo seguíamos realizando los dibujos para presentar al padre de
Susan. Teníamos la promesa de la inexistencia de límites para el presupuesto y
lo tomamos al pie de la letra.
-Quiero
lo mejor- Nos decía mientras nos pagaba sin retacear ni un peso.
Y
lo mejor eran muebles a medida, realizados por carpinteros y ebanistas con las
maderas más nobles. Nada de aglomerado enchapado, todo macizo. Los herrajes más
precisos, los cerámicos mas impactantes, artefactos de cocina y baño
importados.
El
padre de Susan y su esposa solían visitar los talleres donde se realizaban los
trabajos para verificar la calidad de los mismos. Siempre encontraban algo para
cambiar o mejorar. Algunos carpinteros se molestaban por su presencia pero
obviaban cualquier comentario adverso al enterarse de que le serían pagados
todos los materiales y la mano de obra que implicaban las modificaciones. Realizamos
otros dos viajes a Uruguay para verificar medidas y visitar, tanto en el
balneario como en Montevideo, negocios de venta de muebles y de telas para
cortinados y decoración pues preferíamos utilizar sus servicios y de esa manera
evitarnos traslados innecesarios. Así como también comprobar que los muebles
llegaran en perfectas condiciones luego de sortear largos caminos en camión.
La
única situación que estaba comenzando a exasperarnos se producía cuando
entrábamos en la casa de Punta del Este y los custodios nos seguían obsesivamente
a todos lados. Entendía que su trabajo era vigilar que nada raro sucediera pero
estaba segura que sus intenciones eran otras. No me gustaba sentirme paranoica
pero sus miradas, acompañadas de poses con aire de suficiencia los delataban,
por eso le rogaba a Alexia que estuviéramos siempre juntas. Incluso noté que de
nada valía vestirnos con discreción.
En
el segundo viaje se confirmaron mis peores pensamientos. Una tarde, cerca del
anochecer, Alexia y yo habíamos anotado unas medidas y otros datos que
necesitábamos y nos preparamos para partir. En el preciso momento en que
terminábamos de guardar los útiles de trabajo en un bolso los dos individuos
entraron en la habitación y supe que había llegado el momento tan temido. Los
miré tratando de no demostrar el miedo que sentía. Se pararon junto a la única
puerta por la que debíamos salir
-¿Ya
se van las perritas?- Dijo el más alto, que era evidentemente el que mandaba,
mientras se tocaba el bulto de la entrepierna con la mano derecha.
Miré
a Alexia. Ella fijó sus ojos en mí. Fue suficiente un gesto para saber que
íbamos a hacer. Ellos, seguros de su superioridad física caminaron lentamente
hacia nosotras con ese andar pedante que utilizan algunos hombres para demostrar
su virilidad.
Apoyados
sobre la pared hacia la que nos habían acorralado, estaban varios caños de
electricidad sobrantes, tomé uno de ellos como si fuera una katana y Alexia
hizo lo mismo. Los sorprendimos al punto que no atinaron a sacar sus armas,
aunque sospecho que no lo hicieron pues les pareció innecesario para someter a
dos débiles mujeres.
-Vamos-
Dijo el obeso en falso tono conciliador y agregó -Solo queremos divertirnos y
ustedes también, ¿o no?-
-¡No!-
Exclamé mientras le asestaba un golpe de caño a la altura de los hombros.
Alexia golpeó a su atacante en las piernas por lo que cayó arrodillado.
Antes
que se recuperaran de nuestra defensa, corrimos. No se como tuvimos la
presencia de ánimo suficiente como para no dejar atrás nuestras carteras y el
bolso de trabajo. Salimos al pasillo y bajamos las escaleras tan rápido como
pudimos. Afortunadamente cuando vamos a controlar obras no llevamos los tacos,
sino que calzamos zapatillas lo que facilitó nuestra huida. Cruzamos el enorme living
y cuando estábamos dispuestas a salir por la puerta principal, mientras
manoteábamos con desesperación el picaporte, nos encontramos de frente con el
padre de Susan que entraba. La sorpresa fue mutua.
Nuestros
atacantes ya bajaban la escalera y también ellos quedaron estáticos al ver a su
patrón.
-¿Que
pasa acá?- Preguntó el dueño de casa. Su mirada era terrible. En ese momento
supe lo difícil que debió ser para Susan cuando la echó de la casa. Los
vigiladores comprendieron que no podían mentir pero tampoco iban a confesar su
fechoría. Se mantuvieron callados y expectantes ante la imposibilidad de
justificar la escena.
El
padre de Susan me miró y yo sostuve su mirada. En ese gesto, el hombre
comprendió que ocurría.
-Eres
un muchachita valiente- Me dijo al cabo de unos segundos y señalando a sus
empleados preguntó: -¿Que quieres que haga con ellos?-
-Usted
es el que manda- Contesté.
-¡Fuera
de acá, los dos!- Exclamo señalando la puerta.
Sin
el paso seguro del que hicieran ostentación minutos antes, terminaron de bajar
las escaleras, cabizbajos, cruzaron el living y salieron al jardín del frente.
-Algún
día nos vamos a encontrar, perra- Susurró el más alto al pasar a mi lado y debo
reconocer que tuve miedo.
Otra terrible noticia
Una
de tantas mañanas Alexia y yo despertamos abrazadas como de costumbre y
mientras nos estábamos desperezando sonó su celular. Era su ex esposa. Se la
podía oír totalmente alterada. No pronunciaba claramente las palabras y sin la
posibilidad de discernir lo que decía nos tenía en vilo.
Finalmente,
en medio del llanto, nos pudo aclarar lo que sucedía. Sus padres le habían
hecho juicio para quitarle la tenencia de Adrián por considerar que no era una
buena madre para él debido a sus anormales tendencias sexuales. Le había
llegado una notificación ordenándole entregar la criatura a sus abuelos hasta
que el juez se expidiera. Juro que creí que el mundo se me cayó encima junto
con todos lo planetas aledaños. ¿Por qué esta saña? Me interrogaba como si no
supiera la respuesta. ¿Que podría hacer Alexia para cambiar la situación? En
cuanto la viera el juez estábamos perdidas. ¿Cómo hacerle entender que la
criatura gozaba del amor de sus padres, estaba contenido por ellos y además era
tan inteligente como para comprender la situación?
-¿Otra
vez tendremos que ir a la televisión?- Se preguntaba Alexia en medio de su
propio llanto.
Una
vez que me repuse del golpe me vestí rápidamente, la apuré a Alexia para que
hiciera lo mismo, la senté en el auto y partimos lo más rápido que pude manejar
hasta la casa de Beatriz. Llegamos en el preciso momento en que sus ex suegros
se presentaban con una visitadora social y un oficial de justicia.
-Ni
se te ocurra abrir la boca delante de los viejos- Advertí a Alexia.
Corrimos
desde la vereda a través del jardín para adelantarnos a los que llegaban y
toqué el timbre. Beatriz abrió al vernos y entramos presurosas cerrando la
puerta detrás de nosotras.
-¿Que
hacemos?- Preguntó desesperada.
-Esto
es lo que vamos a hacer- Dije mientras reponía la respiración normal y sintiendo
que no había otra salida continué:
-Por
de pronto vamos a resistir. Mientras me ocupo de entretener a estos hijos de
puta, Alexia va llamar algunos periodistas conocidos y a la maestra de Adrián y
vos le vas a explicar al niño todo lo que sucede, con todas las letras. Es muy
inteligente y va a saber lo que se espera de él. Es necesario que se sienta muy
seguro por que lo voy a exponer ante las cámaras si es necesario.-
Dicho
esto abrí la puerta y salí al porch enfrentando a los abuelos de Adrián.
-Lo
siento pero no van a pasar- Afirmé.
-¿Usted
quién es?- Pregunto el padre de Beatriz.
-Alguien
que seguramente quiere a Adrián mucho más que ustedes-
-¿Y
eso como lo sabe?- Interrogó la visitadora.
-Por
que jamás se me ocurriría utilizarlo como rehén de una venganza. No quieren al
niño, solo desean mortificar a su madre-
-¡Eso
es falso!- Exclamó la madre de Beatriz.
-¡Esta
es seguramente una de las amantes pervertidas de mi hija!- Gritó el padre.
Mientras
ignoraba estos comentarios tomé de un brazo a la visitadora social.
-Tengo
que hablar con usted, a solas-
La
mujer, conciente de su autoridad pretendió ignorarme, pero ante la firmeza de
mi mirada y de mi mano prestó atención.
-¿Usted
sabe que si la madre de la criatura alega discriminación homo fóbica por parte
de su propios padres como único motivo para quitarle a su hijo esto se puede
convertir en un caso paradigmático? Yo no quisiera estar en sus zapatos. Al
menos deje a la criatura con su madre hasta que el juez se expida-
-No
puedo-
-¿No?-
Dije mirando por sobre su hombro complacida de comprobar que varios medios se
habían hecho presentes y que la maestra de Adrián llegaba corriendo desde la
escuela aún con el guardapolvo puesto.
Ante
semejante movimiento la visitadora me miró suplicante.
-¿Que
pretende?-
-Fácil,
que escuche la única voz valedera en este entuerto, a su madre, a su padre y a
su maestra, dentro de la casa, sin la presencia de los abuelos. Luego ante su
decisión yo hablo con los medios-
-Es
justo- Reconoció.
Me
costó trabajo retener a los padres de Beatriz afuera a pesar de que intentaron
entrar a la fuerza mientras lo hacían el oficial de justicia y la visitadora,
pero valió la pena. Una vez adentro los burócratas hablaron con Adrián. El niño
estuvo brillante. Con pocas palabras convenció a ambos. Lo que no voy a olvidar
mientras viva es su gesto de sorpresa cuando descubrieron quién era el padre.
-Este
sí que va a ser todo un caso- Comentó la visitadora.
Y
la admiración que demostraron ante la maestra al contarles ésta su manera de tratar
con los alumnos temas tan dificultosos
como la familia actual y sus nuevas conformaciones.
-Bien,
el niño queda aquí, en custodia de la madre. Pero no olviden que la decisión
final la toma un juez... un juez que debería escuchar a este chiquilín-
El
final de la frase fue dicho en medio de un gesto cómplice. Al salir los
empleados sociales de la casa yo lo hice detrás de ellos.
-Bien
chicos- Me dirigí a los movileros. -Por de pronto esta resuelto, por orden de
la visitadora social el niño permanecerá donde corresponde, es decir con su
madre, donde recibe verdadero amor y cuidado-.
Motivados
por una espontánea solidaridad todos aplaudieron.
Los
padres de Beatriz me miraban azorados y rabiosos. Estaban desencajados. El
hombre quiso golpearme y yo rápidamente di un paso hacia atrás. Cayó al suelo y
su impotencia le soltó la lengua adelante de todas las cámaras y micrófonos
prendidos.
-¡Degenerada,
puta, eso es lo que sos, igual que la machona de mi hija que después de tener
un hijo se anda revolcando con otras tortilleras como ella!-
No
lo iba a desengañar, para que aclarar. La visitadora me susurró.
-Esto
también lo debería ver el juez-
Accidente
La
permanente exposición en los medios de Sabrina y Rocío trajo consecuencias
inesperadas. Salían de un canal de televisión de noticias donde le habían hecho
una nota pocos minutos antes, cuando una mujer pobremente vestida con prendas
que ostentaban varios remiendos, el cabello despeinado y arrugas que delataban
no el paso de los años sino sus inclemencias, cruzaba la Avenida gritando el
nombre masculino de Rocío. Todo sucedió en un segundo. Rocío se dio vuelta pues
había reconocido esa voz y solo fue para ver a quién la llamaba volar por lo
aires atropellada por un auto. El impacto fue terrible. El cuerpo se levantó
por sobre el capó del vehículo y golpeó contra el parabrisas que se astilló
totalmente, luego cayó a un costado. El conductor se detuvo gritando de
impotencia.
-¡Ella
se cruzó, ella se cruzó!-
Se
produjo un inmediato embotellamiento. Rocío atravesó el asfalto y al detenerse
junto a la atropellada no dudó.
-¡Es
mi madre!- Gritó a Sabrina que ya se acercaba.
La
mujer estaba inconsciente y tenía varias heridas en todo el cuerpo. Rocío
lloraba. Sabrina la apretó fuertemente para consolarla. La ambulancia llegó en
pocos minutos y ambas subieron al vehículo junto al cuerpo de la accidentada.
Apenas
nos enteramos llegamos al Hospital, Madame, tío Roberto, Alexia y yo. Sabrina
estaba sentada en el pasillo. Rocío estaba dentro de la sala de terapia
intensiva tratando de lograr algún contacto con su madre.
Salió
desconsolada. Lo que más dolía era ver que se sentía culpable a pesar de que
esa madre no había hecho nada por evitar la feroz violación a la que la había sometido su
padre.
-Si
me hubiera enterado que se hubiera muerto por ahí tal vez no me hubiera
importado, pero verla así llamándome como si fuera su acto final me parte el
corazón- Dijo Rocío mientras se refugiaba en brazos de Sabrina.
Una doctora salió de la sala.
-¿Quién
de ustedes es pariente de la señora accidentada?-
-Yo
soy...la hija- Contestó Rocío titubeando.
-Bueno,
debo decirle que su madre está muy grave, por el momento está compensada pero
estas cuarenta y ocho horas son fundamentales. Por de pronto necesitamos
sangre, es factor cero negativo, así que no le costará mucho encontrar
donantes.
-Claro
que no, yo soy cero positivo- Dije enfáticamente.
-Y
yo- Agregó Alexia.
-Y
yo por supuesto- culminó Rocío.
Por
la manera en que nos miró la doctora intuí que sucedía algo. Mis sospechas se
confirmaron cuando debimos completar un formulario como requisito para donar.
El cuestionario mencionaba todas las variantes posibles de sexo no seguro pero
siempre referido a relaciones homosexuales e incurría en la aberración de
incluir estas relaciones como una enfermedad más. Con una sola de esas
respuestas positiva estábamos inhabilitadas para colaborar. La lista era
absolutamente discriminatoria:
Varones
que hayan tenido sexo con varones, mujeres que hayan tenido sexo con hombres
que tienen sexo con hombres, quienes hayan tenido relaciones sexuales
ocasionales, quienes hayan tenido sexo por dinero o quienes han estado
detenidos por más de setenta y dos horas, sin contar a los que se hubieran
hecho tatuajes o acupuntura. Lo único que faltaba era que incluyeran a los que
nos gusta la música de Virus o ABBA.
-¿Como
que no puedo donar sangre para mi propia madre?- Preguntaba Rocío al borde de
la desesperación.
-Mintamos-
Propuso Sabrina.
-Si,
como si no se nos notara lo que somos- Aseveré conteniendo la bronca.
Mentir,
no era mentir del todo. Claro que todas habíamos tenido experiencias
homosexuales, pero en los últimos tiempos lo habíamos hecho solo con nuestras
parejas, además teníamos realizados los exámenes de HIV y eran todos negativos.
-Yo
voy a donar- Dijo tío Roberto.
-¿Usted
está con estas personas?- Preguntó la enfermera.
-No,
pero si hay que dar una mano a un semejante estoy dispuesto-
-Tiene
que llenar este formulario y por favor lea las causas por las que no podría
donar-
-¿Por
que me toma? ¿Por uno de esos putos?- Exclamó tío Roberto
-Yo
soy su esposa y también voy a donar, soy tipo A- Agregó Madame.
-Pasen-
Invitó la enfermera cuando completaron el cuestionario.
Acompañamos
a Rocío por turnos a velar en el pasillo. Fue una noche larga que compensamos con
mate y bizcochitos que trajo la mamá de Sabrina, valerosa mujer a la que
estimaba como si fuera mi propia madre. En realidad por que había hecho contra
toda opinión lo que consideraba correcto y había contenido a su hija cuando más
lo necesitaba.
El
sol estaba comenzando a asomarse cuando una de las enfermeras llamó a Rocío.
-Venga,
por favor, su madre recuperó el conocimiento pero preguntó por su hijo, ¿Él no
está?-
-Si,
está bien, soy yo- Contestó sin reparar en el desagradable gesto de la
enfermera y dirigiéndose a nosotras dijo:
-Espérenme
y deséenme suerte-
Lo
que sucedió dentro lo supimos por ella al salir.
Rocío
se acercó al lecho de su madre calladamente. La mujer volvió el rostro como si
hubiera escuchado el silencio. Estaba totalmente cubierta de vendajes y su cara
era una indescriptible pelota morada, los ojos apenas se veían bajo los
párpados hinchados y los labios no se notaban por el edema generalizado.
-Mi hijo, ¿sos vos?-
-Si mamá- Le contestó tomándole una
mano de cuyo brazo pendían varias vías de suero.
La madre hizo un imperceptible gesto
de dolor.
-Hace años que te buscaba, mi hijo-
-Sabés bien por que me fui-
-Si hijo, eso no me lo voy a perdonar
nunca pero tu padre era muy violento y le tenía miedo-
-¿Era?-
-Si mi hijo, lo mató un borracho en
la despensa. Estaban peleando por algo, no se bien por qué. Tu padre lo apuró
con un cuchillo, el otro sacó un revolver y le disparó cuatro tiros-
El fin que se merecía, pensó Rocío
pero calló para no angustiar más a su madre.
-¿Y como me encontraste?- Preguntó
para cambiar de tema.
-Don Jacinto, el dueño de la estancia
me echó por que no tenía trabajo para mí, encima otros peones le fueron con el
cuento de lo que había pasado con vos, no se como se enteraron pero creo que tu
propio padre anduvo haciendo alarde de lo que te había hecho, así que con la
poca platita que me dio me vine a Buenos Aires. Unos parroquianos del bar de
Acha, en la ruta te habían visto subir a un camión que venía para acá-
Después de unos segundos que utilizó
para respirar pausadamente continuó.
-La ciudad es muy grande. Estuve
perdida. Trabajé de sirvienta en varias casas pero no duraba. La situación
económica, ¿sabes?-
-Si mamá, lo se-
-¿Y yo a quién iba a preguntar? Ni en
las comisarías, ni en los hospitales, nada. Hasta que te vi en la tele, en la
casa donde trabajo. Te vi así vestido de mujer, pero supe que eras vos, una
madre sabe-
Volvió a descansar unos segundos.
-La patrona me dijo que estabas en
vivo, que seguramente estabas en el canal, por eso tomé el colectivo y corrí
para encontrarte.
Tuvo que hacer un esfuerzo para
respirar. Una luz roja se encendió en un tablero. La enfermera llegó corriendo.
-Ha hecho un gran esfuerzo, dejémosla
descansar- Dijo a Rocío y exclamo para que la oyera la madre: -Ahora vuelve su
hija, descanse-
-Es hijo, hijo- Susurró la mujer con
pocas fuerzas.
Rocío lloraba inconsolable cuando
salió y nos ponía al tanto de la conversación. La rodeamos de afecto. Lo único
que podíamos darle y no era poco. La llevamos al bar del Hospital para que
distrajera mientras tomábamos algo caliente. Luego nos pusimos de acuerdo para
decidir quién se quedaría con ella y Sabrina la siguiente noche y cada quién
marchó a los quehaceres que teníamos abandonados.
En esa misma tarde sonó el teléfono en
el Estudio, Silvana se escuchaba alterada y hasta creo que lloraba cuando me
pasó la llamada.
-Es Sabrina, desde el Hospital- Me
anunció.
Antes que mi vieja amiga pudiera
hablar ya lo sabía.
-Murió la mamá de Rocío, hace una
hora-
Le pregunté si Rocío había podido hablar
con su madre alguna vez más.
-No, porque entró como en estado de
coma, tuvo dos infartos y no resistió-
-¿Y Rocío?-
-Aquí a mi lado, está bien-
Me puse el abrigo, pasé por la oficina
de Alexia y la llamé.
-Vamos al Hospital, tenemos que estar
con Rocío- Musité.
Al abrazar con todas mis fuerzas a la
tierna niña, ella se refugió sobre mi pecho y me rogó:
-¿Podrás ocuparte de los trámites del
sepelio? Siento que no puedo más estar en pie. No se como me produce piedad mi
madre después de todo lo que sufrí-
-Así es, a pesar de su incomprensión,
de su ignorancia o lo que sea no dejan de ser quienes nos dieron la vida, no
los pudimos elegir pero ahí están-
El cortejo fúnebre era chico. Sabrina,
su madre, Alexia, Beatriz, tío Roberto, Madame, su secretaría, nuestra empleada
Fernanda por si misma y en representación de Silvana. Nadie más. Susan,
enterada por un llamado mío se comunicó con Rocío y le trasmitió sus
condolencias y las de Pierre.
Estuvimos en silencio. Como lo
habíamos estado en el velatorio. Las que ya habían perdido seres queridos eran
quienes la comprendían mejor. La madre de Sabrina, pues Sabrina era muy chica
cuando su padre murió y Alexia cuyos padres habían fallecido en un accidente
automovilístico. En estos momentos no suelo encontrar las palabras adecuadas y
para decir obviedades mejor me callo. Siempre me incomodaron estas situaciones.
Con Rocío, al menos podía abrazarla, apretarla contra mi cuerpo, enjugar sus
lágrimas y llenarla de besos en la frente sin necesidad de abrir la boca.
Caminamos detrás del ataúd lentamente.
Como si fuera el marco más adecuado una tenue llovizna caía mansamente y no se
escuchaba ni siquiera el canto de los pájaros. En cada paso volvían a mi mente
las experiencias que todas habíamos vivido, asaltaban mis sentidos los
problemas que aún teníamos que resolver y pensaba en el destino. Por momentos
trataba de imaginar que hubiera sido de todas nosotras si no hubiéramos tenido
esta sensación de que nacimos en el cuerpo equivocado. ¿Que vericuetos
atravesarían nuestras vidas? ¿Seríamos hombres que irían al fútbol los
domingos, que visitarían a la madre para comer las pastas, que harían el asado
para toda la parentela, o tenido sexo siempre los viernes por la noche y en la
misma posición? ¿Nos conformaríamos con un empleo anodino, una casita en los
suburbios, un auto mediano y una vida apacible hasta que llegara la jubilación,
los nietos invadieran nuestras vidas al punto de no tener mas intimidad y los
hijos se irían de vacaciones dejándonos en casa, con suerte, si no en un
geriátrico, cuando se van de vacaciones?
Desperté de mis ensoñaciones al sentir
a mi lado a Sabrina arrojando un poco de tierra sobre el ataúd. El sacerdote
había pronunciado las últimas palabras, los empleados del cementerio bajaron el
ataúd y yo había estado en otro mundo. Me sentí turbada, busqué con la mirada a
Alexia que se mantenía apartada, tal vez dominada por sus propios pensamientos.
Me coloqué a su lado y le tomé la mano. Ella me la apretó sabiendo que ese
gesto me hace sentir bien.
Volvimos a los autos. Propuse una
reunión en mi casa para alargar las horas de compañía. No quería dejar a
Sabrina y Rocío solas y terminamos esa tarde escuchando música clásica, tomando
café con facturas y hablando del futuro.
Juicio
de adopción
El juez que se hizo cargo del tema de
la adopción de un niño por parte de Sabrina y Rocío estaba exasperado.
-¿Ustedes creen que por poner presión
en los medios periodísticos van a influir en mi decisión? ¡Hasta en Francia han
publicado sobre el caso!- Gritaba mientras nos mostraba la portada del Paris
Match.
Callamos. Cada una miraba a las demás
tratando de infundirles valor y prudencia ante la actitud del magistrado. El
abogado que había conseguido tío Roberto trató de conciliar.
-Comprenda usted la situación de mis clientes.
La sociedad las discrimina, no tienen otra arma que la exposición pública para
luchar por sus derechos. Al fin y al cabo la señora Sabrina, quien es la que
hará la adopción, es una persona con enorme capacidad de amor, su madre ha
estado a su lado en los difíciles momentos en que sufría por descubrir su
sexualidad y siempre recibió de ella el mejor ejemplo. Tenga en cuenta que la
criatura que adopten tendrá un hogar y no la incertidumbre que tiene ahora. Su
padre es desconocido y la madre tuvo miedo de abortar por la presión del
sacerdote de su pueblo, ¿Por qué condenar al niño a una vida incierta si tiene
la posibilidad de un hogar?-
El juez se acomodó en su sillón y era
evidente que estaba mas relajado, lo que nos tranquilizó un poco.
-¿Puede probar que estará bien
atendido?-
-Seguro, mis clientas viven en una
casa con todas las comodidades, con la madre de la señora Sabrina, tienen su
negocio propio, una peluquería en el barrio de Recoleta, todo en orden de
acuerdo a las leyes vigentes y con abundante clientela, si usted lo teme debo
aclararle que no ejercen la prostitución, sus ingresos son suficientes, hasta
se podría decir holgados y su vida absolutamente normal-
Madame, la madre de Sabrina y yo
éramos los únicos testigos. Observábamos sentadas detrás de una barra con los
dedos cruzados rogando que el juez fuera una persona conciente de que lo
importante no pasaba por el aspecto de Sabrina y Rocío sino por su interior.
-¿Le parece normal hombres que
pretenden ser mujeres?- Interrogó el Juez y yo casi me caigo de estupor ante la
pregunta.
-No se puede decir lo que es normal si
pretendemos que la sexualidad sea una sola, en cambio si aceptamos a las
personas como quieren ser, es decir auténticas, comprenderemos que es mas sano
entregar una criatura a quienes son capaces de amarlo por que se están jugando
la vida en ello. Les hubiera resultado más cómodo no luchar por lo que desean
como hacen muchos padres heterosexuales que justamente abandonan a estos niños
a su suerte-
Contundente, pensé. Y lo pensó también
el Juez.
-Bien, les daré la adopción, pero
deben saber que este niño es HIV positivo. ¿Lo sabían?-
-El muy hijo de puta las está
probando- Dije por lo bajo a Madame.
Sabrina no vaciló, se paró
instantáneamente, Rocío hizo lo mismo.
-Si, lo sabíamos, ¿Por que habríamos
de discriminarlo?-
La afirmación nos sorprendió pues
ninguna de las dos lo había mencionado jamás en nuestras conversaciones. El
juez tampoco esperaba esa respuesta. Miró a la visitadora social buscando una
explicación. La mujer se hizo la distraída.
-Esto no es lo que usted me informó-
Dijo el Juez visiblemente molesto.
-Yo me atuve a las consignas- Trató de
excusarse la funcionaria.
-Algunas veces hay que abrir la mente
y salirse de las reglas para poder impartir justicia, no todo está escrito y
estoy seguro que los juristas deberán revisar a fondo los preconceptos y las
normas ante los nuevos tiempos- manifestó el magistrado y agregó:
-Todo resuelto, podrán ver a la
criatura hoy mismo en el hogar, enviaré todos los papeles de la resolución para
que lo puedan llevar a su casa inmediatamente-
La madre de Sabrina se acercó al
estrado y se abrazó al juez.
-Usted ha hecho un milagro, me ha
convertido en abuela-
Esa misma tarde acompañé a Sabrina y
Rocío a presentar los papeles de adopción en el hogar de tránsito y buscar al
niño. Al vernos, las empleadas titubearon. Hicieron un par de llamadas al
juzgado para asegurarse de la orden y cuando recibieron la confirmación
cambiaron sus agrias caras para deshacerse en cumplidos.
El niño tenía dos años, se llamaba
Jonatan, morocho, cabello abundante, al acariciarle la cabeza parecía un cepillo,
los ojos marrones, enormes, la cara redonda y caminaba erguido y con seguridad.
En un momento me recordó a Adrián por su vivacidad. Solo necesitaron decirle
una vez que Sabrina iba a ser la persona que lo iba a cuidar y él se aferró a
su mano diciéndole tiernamente:
-¿Mamá?-
Lloramos todas.
Las dejé en su casa. La madre de
Sabrina se había adelantado para preparar la habitación de la criatura. Siempre
retendré en la memoria la imagen de Sabrina cargando al niño y a Rocío abrazada
a ella entrando a su hogar.
El
fuego todo lo purifica
-¿Ves la vida? Ayer llorábamos por una
muerte y hoy somos felices por una vida que se salva- decía Alexia mientras íbamos
a la casa de Las Lomas para verificar el avance del trabajo de decoración.
-¡Bravo por la filósofa!- Le contesté
en broma y nos hicimos unos suaves intercambios de golpes de manos que
acostumbrábamos realizar cuando estábamos de buen humor. En ese momento un
vehículo nos pasó a excesiva velocidad y frenó delante del nuestro. Volanteé
rápidamente y lo esquivé.
-¡Que hijo de puta! ¡Ese maldito casi
me raya el auto!-
-¡Son chorros!- Gritó Alexia.
Aceleré para alejarme pero era
evidente que no nos iban a dejar ir fácilmente, se pusieron a nuestro lado y al
girar la cabeza me di cuenta que no se trataba de ladrones, eran los despedidos
guardaespaldas del padre de Susan dispuestos a cumplir la promesa de su
venganza. Trataron de echarnos el auto encima y volví a esquivarlo. No por nada
Dánica Patrick es mi ídola y me gustaría ser como ella. Si no fuera por lo
peligroso de la situación me hubiera sentido como en las 500 Millas.
La persecución continuó por varias
cuadras. Cruzábamos las bocacalles a la misma velocidad que llevábamos. Yo
temía que atropelláramos a alguien en nuestra carrera y también deseaba que
algún patrullero advirtiera lo que sucedía. Pero nada pasaba y estábamos por
llegar a la Autopista. La opción era seguir por esa calle y cruzar el puente o
girar hacia la bajada y entrar en el tránsito rápido. No sé por que lo hice
pero dirigí el auto como si fuera a atravesar la Autopista y cuando ya tenía
las ruedas delanteras sobre la calle que iba al puente, frené bruscamente y
giré sin demora hacia la bajada. Ellos intentaron hacer lo mismo pero unos
segundos después debido a la sorpresa. Las ruedas chocaron contra el cordón y
siguieron derecho por su propia aceleración mitad sobre la calle y mitad sobre
la vereda. Chocaron contra la baranda del puente. El golpe los hizo caer por el
terraplén de tierra y el vehículo se levantó del piso, giró dos o tres veces
sobre si mismo cayendo definitivamente sobre la Autopista incendiándose de
inmediato.
Detuve el auto sobre la banquina y
corrí hacia el de los individuos. Al mismo tiempo un patrullero llegó al lugar.
-¡Deténgase señorita, no puede hacer
nada, aléjese que va a estallar!-
Reaccioné y volví corriendo a mi auto.
-¿Que hacés loca?- Me preguntó Alexia
-Solo quería ver si estaban muertos-
Una explosión tapó mis palabras.
Pedazos de auto volaron por los aires y las llamas se extendieron a los otros
carriles de la Autopista sin provocar, por fortuna, inconvenientes a los
vehículos que pasaban.
-Ahora si lo están- Agregó Alexia
Los policías no nos preguntaron por
que estábamos allí, ni nos pidieron documentos, ni nos solicitaron como
testigos, ni siquiera se sorprendieron de que nos quedáramos hasta ver como los
bomberos sacaban los cadáveres calcinados. Uno solo me dijo:
-Este no es un espectáculo para unas
damas como ustedes-
-No crea, esta se ve en la tele todos
los programas de catástrofes- Contestó Alexia señalándome.
Habiendo comprobado que esos matones
ya no nos molestarían más continuamos con nuestro viaje.
-¿Ves la vida? Ahora también estamos
felices por unas muertes- Le dije a Alexia parafraseándola.
-Lo tuyo no es filosofía barata, es
humor negro- Me contestó.
Una
jueza con oídos abiertos
Cuando ya empezábamos a preocuparnos
por las consecuencias de mi audacia en el caso de Adrián tuvimos noticias de la
jueza interviniente. Después de llamar al orden a la visitadora social y al
oficial de justicia por contradecir su resolución decidió realizar una
audiencia.
Al ver a Alexia casi cae de espalda,
si algo le faltaba al caso era la presencia de tan original padre. El abuelo
del niño quiso abalanzarse sobre Alexia
para agredirla mientras le gritaba:
-¡Pervertido! ¡Vos corrompiste a mi
hija! ¡A ella antes no le daba por acostarse con mujeres!-
Y dirigiéndose a la Jueza:
-¡Vea, como va a crecer Adrián normal con semejantes padres!-
Debieron contenerlo dos empleados del
juzgado.
La jueza también solicitó mi
presencia. Había visto los videos de la frustrada entrega del niño a sus
abuelos y mi intervención.
-¿Usted sabe que ha interferido una
acción judicial?- La tomó conmigo de entrada.
-Si, lo sé, pero hay ocasiones en que
se deben tomar decisiones aunque estas parezcan ilegales-
-¿Parezcan? ¡Son!- Exclamó y en ese
momento temí que había echado todo a perder.
-Después veré que hago con usted, pero
lo verdaderamente interesante es que del video surgen conclusiones que si bien
no son pruebas aclaran mucho la situación-.
Tras esas palabras y dejándome en
ascuas, llamó a declarar a la Visitadora Social.
-El niño viven en un hogar adecuado,
tiene las comodidades necesarias, no le falta alimento ni ropa, concurre todos
los días al colegio y sus notas son excelentes, además practica deportes y
estudia inglés-
Después declaró la maestra. Los
conceptos elogiosos sobre Adrián y su visión acerca de los nuevos conceptos de
familia dejaron boquiabierta a la jueza que la dejó hablar sin interrumpirle.
-Cundo Jesús dijo “Ama a tu prójimo
como a ti mismo” ¿Acaso aclaró como debía ser ese prójimo?- Dijo la maestra a
modo de cierre de sus palabras
Beatriz aclaró que desde chica sospechaba
que tenía otra inclinación sexual y no como lo afirmaba su padre que acusaba a
Alexia, pero que cuando concibieron a Adrián amaba a su entonces esposo. Que
respetaba la nueva vida de Edgardo o Alexia que nunca le había hecho faltar la
cuota alimentaria y se había ocupado del niño en las visitas o cuando lo
necesitó.
-Nos separamos de común acuerdo y de
común acuerdo seguimos educando a Adrián- Enfatizó.
Alexia debió aclarar su nueva
situación. Explicó que tenía un trabajo, que era mi socia y que además éramos
pareja. Que nos ocupábamos de llevar al niño a pasear, que incluso yo lo
ayudaba con las tareas escolares, lo cuál era cierto, que nunca le mintieron,
que comprendía la realidad de la situación sabiendo que había otros niños con
familias homoparentales en situación igual a la suya y que había aprendido a no
discriminar.
-Lo que no se podía asegurar de otros-
Dijo mirando a su ex suegro.
Cuando culminaron las exposiciones, a
mi pedido la jueza hizo pasar a Adrián.
-Esto no es usual, pero los comentarios
que escuché antes de esta audiencia me incitan a la curiosidad- Explicó.
-¿Pero como hace hablar al chico si
todavía no razona lo que dice?- Protestó el abuelo.
-Veamos y cállese la boca- Ordenó la
jueza.
Adrián se paró frente al escritorio de
la magistrada. La miró directo a los ojos y esperó las preguntas
-¿Quién es tu madre?-
-Ella- Contestó señalando a Beatriz.
-¿Y tu padre?-
-El, bueno, ella- Señaló a Alexia
mientras algunas nos reíamos por lo bajo.
-¿Tu madre te dejó solo algún día o
con personas extrañas mientras salía de paseo?-
-¿Se refiere con sus amigas? Nunca.
Salía cuando me tocaba estar con Alexia-
-¿Quién?-
-Alexia, mi padre-
-Pero ese no es su nombre verdadero-
-Si ya se, se llamaba Edgardo pero
ahora es Alexia y yo respeto su nueva vida y la quiero igual por que me sigue
amando y se ocupa de mi y me cuida y me protege-
-¿Sabes que otros niños tienen
familias que los adultos llamaríamos no tradicionales?-
-Si, lo sé, y he estado de visita en
sus casa para los cumples. Hay compañeritos con dos padres y hay compañeritos
con dos madres-
-¿Y tú que piensas de ellos?-
-Que son felices. Yo soy feliz con
mamá y Alexia y mi tía Gabriela-
-¡Ah! ¿Ella es tu tía?- Preguntó
mirándome.
-Si, tía postiza pero yo la quiero
mucho-
-¿Y alguna vez has estado en la casa
de tus abuelos?-
-A veces, de visita, pero...-
-¿Pero?-
-Mi abuelo es muy grosero, cuando le
conté de mis compañeritos dijo que eran todos unos degenerados que iban a
pudrir todo el mundo-
-¿Eso dijo?-
-¡Mentira! ¡Miente, dice lo que le enseñaron
esos...!- Gritó el abuelo.
-¿Esos que?-
-¡Esos pervertidos!-
Y si algo le faltaba a la jueza para
su dictamen la última palabra selló la suerte del juicio.
-El niño llamado Adrián quedará bajo
la custodia de su madre y con el régimen de visitas que ha convenido la pareja
de común acuerdo, sus abuelos no podrán reclamar ninguna custodia y se avendrán
a realizar visitas los días y horas que voy a estipular al final del dictamen.
En cuanto a usted...- Dijo mientras me señalaba- Debería sancionarla por
obstruir la justicia pero comprendo que a veces hay que hacer ciertas cosas...
en fin, la reacción del abuelo de la criatura que vi en los videos ya me había
preparado para esto, así que vaya tranquila-
Y sin disimular una sonrisa agregó.
-Pero no olvide que la voy a estar
vigilando-
Casi nos echan de la sala del juzgado
cuantos comenzamos a festejar. Saltábamos y cantábamos. Alexia me abrazó y
Beatriz nos tomó a ambas con todas sus fuerzas.
-Cuando me dijiste que seríamos amigas
nunca imaginé que me lo demostrarías de esta manera- Me dijo la ex esposa.
-Las vueltas de la vida- Contesté.
Siempre contesto lo mismo en estas ocasiones.
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