Mudanza y confesiones
Alexia
se mudó a dos cuadras de mi vivienda. Finalmente logró adquirir una casa en una
calle empedrada y veredas pobladas de tipas, construida alrededor de los años
cincuenta, época en que comenzaba a ponerse de moda el estilo modernista de
paredes sin ornamentos, invariablemente con algún ángulo curvo y grandes
ventanales. Las habitaciones tenían abundante iluminación, en la planta baja se
ubicaban el living, el comedor, la cocina, el lavadero, baño y hasta una
habitación para planchado. En la planta alta dos dormitorios, uno de los cuales
convirtió en estudio, baño, vestidor y una habitación que la dueña anterior
utilizaba como cuarto de costura. Paredes, cielorrasos blancos y la carpintería
de color beige claro. Para adquirirla debió vender, como lo tenía pensado, la
que había heredado de su padres.
-Vamos
demoliendo puentes con la vida anterior- Me dijo al finalizar la operación.
Puesto
que había sido reciclada dos años antes, no necesitó trabajar mucho para
hacerla habitable. Un poco de pintura por aquí y por allá, rasquetear los pisos
de machimbre y emprolijar el jardín. Contrató un servicio de mudanzas pero no
pudo evitar que todo el grupo colaborara un poco con el caos reinante. Los
empleados de la mudadora debieron pensar que éramos locos y locas escapados del
manicomio. La situación era graciosa, todas dábamos órdenes y pretendíamos
ayudar a cargar inclusive los muebles más pesados. Aún recuerdo la cara de uno
de ellos cuando levanté a la par suya un voluminoso bargueño.
-¡Que
fuerza tiene señorita!- Exclamó.
-Es
que tomo vitaminas- Le contesté riendo por su perplejidad.
Esa
noche, sin haber podido terminar de acomodar cada cosa en su lugar, festejamos
el suceso con una cena informal de pizza y cerveza encargada al delivery.
Estábamos agotadas pero contentas.
Tío
Roberto suspiró.
-Es
la primera vez que trabajo en mi vida-
-Alguna
vez te tocaba, tío- Le dije mientras le palmeaba la espalda.
En
un momento Sabrina me hizo un gesto para que la acompañara a la cocina. Una vez
que nos pudimos escapar, mientras me sentaba en la mesada y ella permanecía
frente a mí, me tomó la mano y comenzó a hablar.
-¿Sabías
que Susan viene a Buenos Aires?-
-Si,
sabía-
-¡Ah!
Me quedo más tranquila. ¿Está todo bien?-
-Si,
¿Por que no habría de estarlo?. Si te preocupa que el volver a verla me traiga
pasiones dormidas te puedo asegurar que esas pasiones ya no existen, amo a
Alexia con toda mi alma y lo pasado, pasado-
-Según
parece llega la semana próxima. ¿Que te parece que hagamos la fiesta para
Roberto y Madame cuando esté ella también-
-Me
parece genial-
Y
volvimos al comedor antes que los demás sospecharan por nuestra ausencia.
Una
vez que quedamos solas, Alexia y yo, decidí que debía ponerla al tanto de mi
historia. Debía ser sincera en todo para evitar malentendidos.
Acostadas
en la cama aún sin hacer, tomando de una botella de vino que habíamos
encontrado en un canasto le conté todo lo que había sucedido con Susan. No le
ahorré detalles, le hablé de como nos conocimos, de nuestra primer relación
sexual, de como habíamos iniciado el Estudio de decoración, inclusive de mi frustración
cuando descubrí que ella estaba enamorada de un hombre. Alexia me escuchó
atentamente sin interrumpirme.
-Es
todo- Dije a modo de conclusión.
Alexia
pasó su brazo por sobre mi hombro, me mordisqueó con suavidad la oreja como
sabe que me gusta y después de unos segundos habló:
-Gracias-
Y nos fundimos en un interminable beso.
El regreso de Susan
La
mañana en que Susan y Pierre llegarían a Buenos Aires, todo el grupo estaba en
el Aeropuerto esperándolos. Tío Roberto y Madame, Sabrina y Rocío, Alexia, su
hijo y yo. A pesar de no tener vocación maternal, el niño me había caído tan
bien que, en cierta manera, lo había adoptado y allí estaba, tomado de nuestras
manos con sus enormes ojos abiertos a la novedad, fascinado por el constante
aterrizar y despegar de los aviones.
-Este
va a crecer derechito con nosotras- Le solía decir a Alexia.
-Sobre
todo sin tanta influencia de la loca de su madre- Contestaba ella.
La
emoción fue en aumento cuando supimos que había arribado el vuelo que traía a
nuestra vieja amiga y su pareja. Pocos minutos después los vimos aparecer,
después del control de Aduana, arrastrando sus valijas. Pierre caminaba mirando
todo como niño en una juguetería, Susan comenzó a dar saltos de alegría en
cuanto nos vio. Él era, verdaderamente un hombre atractivo, detalle que había
olvidado. Ella estaba hermosa, vestida con elegancia e incluso, puedo asegurar,
que tenía un porte de mujer de mundo que provocaba que todas las miradas de la
gente en la Sala de espera se posaran en ella.
Sabrina
me miró. Yo abracé con fuerza a Alexia. Roció lloraba de emoción. Madame y
Roberto gritaban
-¡Aquí,
aquí!-
Y
Adrián se aferraba con fuerza a mi mano libre.
El
sector en donde estábamos se volvió caótico en pocos segundos. Según parece
tenemos cierta habilidad para lograr ese efecto. Todos los que pasaban a
nuestro lado nos miraban, hacían gestos y se reían. Era una marea de abrazos.
Susan con Sabrina, Pierre con Madame, Susan con Tío Roberto, Pierre conmigo,
así en completo desorden. Cuando Susan se detuvo frente a mí y vio a Alexia nos
abrazó juntas.
-Mi
amiga del alma y la persona que la va a hacer feliz. Permítanme amarlas a las
dos-
-Permitido-
Contestó Alexia mirándome sorprendida.
En
ese momento Susan reparó en el hijo de Alexia. Le toco la cabeza jugando con su
cabello.
-¿Y
tu quién eres?-
-Yo
soy el hijo de Alexia y ella es mi tía- Aseveró con firmeza señalándome.
-Jamás
lo hubiera creído si no lo veo con mis propios ojos- Afirmó Susan.
-Sorpresas
de la vida- Agregué riéndome.
Susan
tampoco había perdido la costumbre de cargar maletas de más. Ocho entre los dos
de modo que colaboramos todos para repartirlas entre el auto de Alexia y el
mío.
Después
de una desordenada discusión para repartir los pasajeros convenimos en que yo
llevaría a Susan, Pierre, tío Roberto y Madame.
-Si
no fuera por que Sabrina me mantenía al tanto de las novedades enterarme ahora
de pronto de todo hubiera sido como tratar de parar una avalancha- Comentó
Susan.
-La
vida continúa- Dije sin pensarlo demasiado.
Dejamos
a la pareja y sus bártulos en el Hotel Sheraton. Durante el viaje Susan me
contó de su trabajo, de todos los lugares que había descubierto en Paris para
comer o disfrutar de un agradable desayuno, de las galerías de arte privadas y
los anticuarios. Pierre, solo articulaba algún monosílabo sobre todo cuando
ella le preguntaba algo y no era por que fuera parco, en realidad estaba
tratando de absorber con la mirada todo lo que se le presentaba ante sus ojos
como alguien que no ha salido nunca de su pueblo.
-¿Siempre
es así?- Le pregunté a Susan señalándolo.
-Siempre,
parece un chico, cualquiera que lo ve pensaría que no ha viajado nunca-
-Comprale
rápido una guía de la ciudad para que la estudie por que esta mencionando
equivocado todos los edificios - Agregué cuando llegamos al centro y pude
escuchar como confundía el Palacio de Correos con el Comando del Ejército.
Mientras
los botones cargaban las valijas nos quedamos en la explanada de entrada al
hotel.
-La
torre de los Ingleses- Dijo Susan mostrándosela a Pierre para entretenerlo y
agregó dirigiéndose a todos.
-Este
viaje es como una segunda luna de miel, pero eso no significa que pretendemos
estar solos, todo lo contrario. Si ustedes lo permiten nos gustaría visitarlos
y salir a pasear juntos-
-Hecho-
Dijo Sabrina.
-Por
de pronto hay una reunión “especial” mañana por la noche en mi casa- Dije
moviendo mis dedos y señalando con la cabeza a tío Roberto y Madame al
mencionar la palabra especial.
Noche de fiesta
La
noche era cálida, ideal para mi temperamento que odia el frío. Los invitados se
repartían entre la casa con el aire acondicionado encendido y el patio del
parral. Estando dispuesta a no trabajar contraté un servicio de catering. De lo
único que me ocupé fue de comprar las bebidas. Alexia, Sabrina y Rocío me
ayudaron a poner la casa en orden. Distribuimos la comida y las bebidas en
varias mesas con el objeto de que los invitados se sirvieran ellos mismos y
dejamos las sillas sin ningún orden para que cada uno se sentara donde quisiera
o las llevara de un ambiente a otro.
El
bullicio me mantenía alegre, por momentos me gusta la soledad y por momentos
estar rodeada de personas vocingleras. Me entretuve recorriendo los grupos que
se habían formado charlando brevemente con unos y otros, enterándome de chismes
e intercambiando datos de acerca donde comprar ropa o sobre algún espectáculo.
Éramos
un mezcla increíble. Estaban las alumnas de Madame dispuestas a conocer una
noche de lujuria dejando por unas horas su formalidad, los amigos de Roberto
con sus ademanes, sus exclamaciones y sus plumas, travestis habitués de Casa
Brandon luciendo sus mejores prendas, un par de drag queen impresionantes en
sus vestidos ajustados, sus peinados vaporosos y sus botas de casi veinte
centímetros de taco, algunas crossdresser, la secretaría de Madame, varios
clientes del Estudio que fueron saliendo del closet gracias al trato conmigo,
con ellos me siento una redentora de almas, clientas de Sabrina y Rocío, entre
asustadas y complacidas por conocer este ambiente, una cronista de la Revista
Soy que nunca supe como se enteró del evento, unas drag king de saco, corbata,
camisa blanca y fino bigote e inclusive se acercó a saludar, brevemente, por
que lo aguardaban compromisos laborales, el doctor Ramírez acompañado de una
sensual y real, según me aclaró, mujer.
Era
la primera vez que abría mi casa para tanta gente. No perdí el temor que me
rompieran algo pero lo había hecho de corazón. Alexia había pasado a buscar a
tío Roberto y Madame para traerlas justo a la hora prevista, aunque se retrasó
un poco pues debió esperar que se terminara de arreglar, no Madame, sino mi
tío.
Cuando
entraron en la casa puse un CD con la Marcha Nupcial, y pasaron hasta el patio
entre una doble fila que invitados que los aplaudían. Madame estaba vestida
como una bahiana, toda de color blanco con una orquídea roja sujeta al cabello.
Tío Roberto de pantalón beige, camisa verde y botas tejanas. Estaban tan
sorprendidos que no podían hablar, solo se reían y señalaban cuando reconocían
a alguien. Al final del recorrido los esperaba yo, parada detrás de una mesa
donde estaba apoyada una torta de bodas en cuyo piso superior Rocío había
distribuido tres parejas de estatuitas, una de hombre y mujer, otra de dos
hombres y una tercera de dos mujeres.
Los
novios se detuvieron frente a mí. Madame lloraba sin disimularlo, tío trataba
de enjugarse las lágrimas.
Carraspeé
para tratar de conseguir silencio. No lo hubiera logrado si no fuera por
Sabrina que exclamó:
-¡A
ver si se callan que va a hablar la sacerdotisa!-
Conseguida
la atención comencé mi discurso.
-Estamos
aquí reunidos para ser testigos del sagrado matrimonio de Catalina y Roberto, y
digo sagrado por que son dos personas que se merecían el amor y finalmente lo
han encontrado. No importan las definiciones, no importan los rótulos, para
ellos y para muchos de nosotros esa persona tan especial que estará a nuestro
lado sin condicionamientos puede encontrarse a la vuelta de la esquina. Pueder
ser gay, travesti, cross, oso, lipstick, butch, leather, puede ser lo que quiera.
No puede haber reglas sociales para los sentimientos. De manera que en este
momento especial simbolizamos los sueños de todos y cada uno de nosotros-
Yo
misma estaba emocionada al pronunciar estas palabras que había improvisado. Y
continué.
-Tío
Roberto, ¿Estas dispuesto a amar a Catalina por sobre todas las cosas aunque
llueve o truene y se venga el fin del mundo?-
-Claro
que si- Contestó con voz entrecortada
-Catalina,
¿Estas dispuesta a amar a tío Roberto por sobre todas las cosas aunque caigan
piedras del cielo?-
-Si,
sobre todo en ese momento- Respondió con dificultad debido al llanto.
-Entonces
los declaro amantes eternos-
Todos
los presentes quedaron en silencio. Madame y tío Roberto estaban como
petrificados.
-Bueno,
¿Que esperan? Pueden besarse- Dije, y mientras ellos unían sus labios la gente
comenzó a aplaudir. Un aplauso que duró varios minutos.
Cuando
se calmaron tomé a Alexia de la mano e invité a Sabrina, Rocio, Susan y Pierre
a acercarse.
-Aprovecharemos
este momento para hacer nuestros propios votos de amor. A riesgo de que a
alguien le caiga mal lo que voy a decir no necesitamos un papel, ni un
sacerdote para validar los sentimientos. De modo que aquí vamos. Alexia, te amo
y te amaré el resto de mi vida.
Alexia
repitió mis palabras. Sabrina y Rocío hicieron lo mismo. Susan abrazó a Pierre
y dijo:
-Je t´ aime-
-Moi
aussi- Respondió él, visiblemente emocionado.
Y
se largó la fiesta. Bebimos, comimos, bailamos con música de Juan Luis Guerra,
Gilda, la Zimbabe y otros que no recuerdo por que no todos los CD eran míos.
Conversamos, reímos, cantamos. Era todo un espectáculo ver a las alumnas de
Madame y las clientas de Sabrina y Rocío perseguir lesbianas deseando vivir una
nueva experiencia aunque fuera breve, a dos de mis clientes, el gerente de una
multinacional y el dueño de un bar de Puerto Madero, abrazados y haciendo
planes para verse al día siguiente, las drag queen moviendo sus cuerpos al
compás de Dancing Queen, el tema de Abba, a la secretaria de Madame tirando por
la borda su formalidad adelante de las alumnas procurando conquistar al jefe de
los mozos, hombre apuesto por cierto, a tío Roberto recitando poemas de
Machado, a Madame riendo por cualquier motivo, a Sabrina y Rocío, todo el
tiempo tomadas de la mano, a Susan y Pierre bailando frenéticamente, a Alexia
tratando de imitar a Shakira, y a todos en general dejando, como en la canción
Fiesta de Serrat, por una noche sus preocupaciones y hasta sus temores de lado
para experimentar nuevas sensaciones. Había que caminar con cuidado para no
tropezar con alguna pareja recién formada brindándose amor como si se acabara
el mundo. Cada tanto me escabullía al dormitorio para verificar que a ninguno
se le ocurriera utilizar mi enorme cama de dos plazas y media, demasiado
tentadora con sus sábanas de seda rosa.
Alboreaba cuando comenzaron a irse los
invitados. Algunos que habían llegado solos partían acompañados. El bullicio
que hicieron al despedirse y arrancar sus autos llamó la atención de los
vecinos que salían a hacer aerobismo o comprar las facturas, que miraban
asombrados la exótica fauna que salía de mi casa. Algunos sonreían, otros
hacían gestos de desagrado.
En
el patio del parral, quedamos los de siempre. Roberto, Madame, Sabrina, Rocío,
Susan, Pierre y yo. Alexia estaba en la cocina preparando el agua para el mate
y buscando afanosamente una bolsita que había tratado de esconder toda la noche
de la voracidad de los invitados.
Al
traer la bandeja supe de su contenido. Eran biscochitos de grasa, los que
siempre comemos en nuestros desayunos. En silencio, como si hubiéramos gastado
todas las palabras, pasamos el mate de mano en mano.
El
que finalmente habló fue Pierre.
-Ahora
me doy cuenta que necesitaba un sacudón así-
Y
dirigiéndose a Susan agregó.
-Vamos
a ir a bailar y divertirnos como se debe cuando volvamos a París. Estamos
teniendo una vida muy formal y eso puede tornarse muy aburrido-
Susan
lo besó en la frente y mirándome dijo:
-Esto
también te lo tengo que agradecer a vos-
-No
fue nada. Además para eso están las amigas-
Acerque
mi silla a la de Alexia y le pasé la mano por el hombro. Ella giró para quedar
con su cabeza apoyada en el mío.
-Somos
un grupo muy particular y debemos agradecer, a lo que cada uno crea, nuestra
suerte- Manifesté.
-Es
cierto, por que allá afuera hay muchas que están sufriendo la violencia y la
discriminación, que son extorsionadas por la policía, que son echadas de sus
trabajos o que no lo tienen por que nadie quiere dárselos, que mueren jóvenes
de SIDA o asesinadas, que habiendo sido expulsadas de sus hogares no han
encontrado un sitio para refugiarse o una persona que las ayude. Somos
privilegiadas- Opinó Sabrina.
Continuamos
pasándonos el mate en silencio. El sol comenzaba su ascensión y nuestras vidas
al descubierto me hacían pensar en mis padres, en la ex esposa de Alexia, en su
hijo, en los cambios que habíamos producido en esas vidas.
Solo
nosotras sabemos que jamás hemos querido dañar a alguien.
FIN
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