Alexia vive y lo demuestra
Alexia
se apareció por el Estudio una mañana sin aviso previo. En pleno día, manejando
su auto y dispuesta a trabajar en lugar de Edgardo. La sorpresa me agradó.
Estaba espléndida y no solo por su atuendo. Se la veía feliz.
Ciertamente
yo había comenzado a notar los cambios en su cuerpo, la cintura era mas
estrecha, las caderas sinuosidades peligrosas, los senos chiquitos pero
sensuales estaban asomando y el cabello negro había crecido suficiente como
para peinarlo de manera más apropiada. Después de ese día ya no la volví a ver
con ropa de hombre. Me ofrecí ayudarla a extender su vestuario con ropa acorde
con su nueva situación. Ella tenia una importante cantidad de prendas de uso
para fiestas y salidas, pero pocas para uso cotidiano, de modo que pude
practicar gracias a ella el compulsivo arte de la compra. Inclusive le regalé
algunas cosas que había traído de París.
A
nuestros clientes no les extraño el cambio. No hicimos ningún tipo de
aclaración aunque estoy segura que algunos se dieron cuenta de lo que sucedía
realmente. Y yo me sentía dichosa. Me había atraído Edgardo, pero Alexia era la
persona que colmaba mis afectos.
En
este momento de cambios decidió uno más. Vender su casa de Olivos para comprar
otra, mucho más cerca de la mía. En ocasiones iba sola a las inmobiliarias, en
otras la acompañaba. Una tarde me pidió que fuéramos juntas a ver un duplex
recién construido. Madame estaba conmigo cuando me llamó y se acopló para
curiosear. Al llegar al sitio indicado Alexia estaba esperándonos en la puerta.
Tocamos el timbre, por el portero eléctrico una voz femenina preguntó quienes
éramos y ante nuestra respuesta nos dejó pasar.
-Deberán
disculpar pero el señor Fernando que les iba a mostrar la casa no pudo venir
por eso estoy yo en su lugar- Dijo la mujer, de mediana estatura, algo regordeta,
cabello corto teñido de rubio, vestido amplio con motivos hindúes, profusión de
collares y pulseras, con cara de pocos amigos que trataba de disimular con una
sonrisa artificial de vendedora.
Alexia
se paró detrás de mi.
-Vámonos-
Dijo en un susurro.
-¿Por
que?-
-Es
mi ex esposa-
La
vendedora se había alejado unos metros para comenzar a mostrar la vivienda,
Madame intuyó que algo pasaba y se acercó. Le expliqué como pude sin levantar
la voz.
-¿Sucede
algo?- Preguntó la vendedora.
En
ese momento sentí que su mirada era amenazadora. Comprendí a Alexia. Ciertas
mujeres me causan aprensión y esta parecía el arquetipo de todas ellas.
-Creo
que no es lo que buscamos- Dije sin que se ocurriera otra excusa mejor.
-¿Usted
es la compradora?-
-Bueno...-
-¿Usted
es Alexia?-
Y
de pronto sucedió lo impensado. Alexia, saliendo de detrás de mi, enfrentó a la
vendedora y dijo:
-Yo
soy Alexia-
-¡Ah,
bien!- Exclamó la vendedora -Entonces es usted quien debe dar su opinión-
-Algo
más que eso voy a decir, yo ahora soy Alexia, pero antes era tu marido,
Edgardo-
Trágame
tierra, pensé y sin saber que hacer ni decir miré a Madame que estaba tan
sorprendida como yo.
-¡Lo
sabía, yo sabía que eras un puto degenerado!- Gritó la mujer, sus labios
temblaban y los ojos parecían a punto de estallarle.
Siempre
la misma palabrita, pensé.
-¡Es
mi vida y puedo hacer lo que quiera con ella!-
Alexia
se había convertido en un leona.
-¿¡Y
no pensás en tu hijo, en la vergüenza que puede sufrir!?-
Un
golpe bajo clásico y efectivo si no se está preparado.
-Prefiero
que me vea como soy y no que se lo cuente otro-
-¿Verte?.
¡Así como estás no lo vas a ver más! ¡Inmoral!-
Amenazas,
generación de sentimiento de culpa, una habilidad que las representante del mal
llamado sexo débil heredan de generación en generación. Alexia bajó la guardia
y calló. La mujer no dudó en seguir con la perorata.
-¡Yo
me he pasado la vida enseñando a la pobre criatura la moral y las buenas
costumbres y vos vas a pretender borrar de un plumazo todo mi esfuerzo!-
Era
evidentemente una de esas, la mayoría, de frases hechas y cliches
indiscutibles, de las que se creen dueñas de la verdad. Tiré de una manga a
Alexia y le dije.
-Ven,
fuiste muy valiente, pero mejor nos vamos-
Al
salir no pude dejar de sorprenderme al ver a Madame colocando su celular en una
posición disimulada y sacarle una foto a la ex esposa que continuaba imparable
con su discurso moralista.
Una
vez en la calle Alexia se sintió mejor. Mientras le señalaba su celular a
Madame pregunté:
-¿Que
fue eso?-
-Intuición
femenina, deberías saberlo, después te cuento- Y me dejó con la intriga.
Favor y despedida
Durante
el tiempo que estuvo mi madre internada no la fui a visitar. No quería darle a
mi padre la excusa de que me culpara de cualquier posible recaída. Me mantenía
en contacto con el doctor Ramírez que me comunicaba las novedades y finalmente
me avisó en el momento en que le habían dado el alta.
Volví
a la casa de mis padres avisando de mi visita para evitar sorpresas. Cuando mi
padre abrió la puerta se podía ver un hombre vencido y prematuramente
avejentado. No me iba a sentir culpable por lo que les estaba pasando. Para
soportar el mal trago de volver a verlos le pedí a Alexia que me acompañara
poniéndola sobre aviso por cualquier posible reacción.
Pero
no se produjo ninguna. Mi madre estaba acostada en el sillón del living y al
vernos entrar solo atinó a saludar levantando la mano. Apoyé mis labios en su
mejilla y Alexia también se acercó a besarla. Mi padre se escabulló hacia la
cocina y cuando pensé que no volvería regresó con una bandeja, tres tazas de
café y unas facturas.
No
hubo demasiada conversación. La mínima indispensable para enterarme de los
tratamientos que debía hacer mi madre y escuchar a mi padre elogiar al doctor
Ramírez. En un momento estuve a punto de echarle en cara la verdadera identidad
de Ramírez para que aprendiera que no se puede prejuzgar gratuitamente, pero
preferí callar por protección al doctor. Nunca se sabe que se puede esperar de
un homofóbico fanático y si madre volvía a necesitar de su atención temía que
no la llevara con él.
Al
cabo de una hora que me pareció eterna le di a mi padre la noticia que me
llevaba a verlos.
-Estuve
haciendo algunas averiguaciones y te conseguí un trabajo. Un cliente mío
necesita un empleado contable con experiencia. Si te interesa tenés que ir
mañana a sus oficinas- Y le extendí una tarjeta con la dirección y el nombre.
La
tomó sin siquiera decir gracias. Le hice un gesto a Alexia y me levanté de la
silla. Ella hizo lo mismo, sabiendo lo que iba a suceder se despidió y salió al
porch dejándome sola con mis padres.
-Bueno.
Si esto era lo que necesitaban de mí ya cumplí. No crean que esta emergencia
mengua de alguna manera el dolor que siento por la manera en que me han
tratado, así que hasta aquí hemos llegado. Yo me voy, para siempre, ya no
tendrán que sentir vergüenza por mi. Podrán decir en el barrio que he muerto,
si quieren-
No
obtuve ninguna respuesta. Mi madre parecía estar en otro mundo y el corazón de
mi padre era demasiado duro para reconocer sus errores. Después de unos
segundos en que comprendí que no había más que decir di media vuelta.
Salí
al porch. Alexia me tomó fuerte de la mano y caminamos hacia el auto. Varias
vecinas que pasaban voltearon a curiosear. El almacenero de enfrente salió sin
disimulo a la puerta de su local. El portero del edificio lindero quedó
estático con la manguera en la mano formando un charco en la vereda. Ya tenían
tema para hablar por una semana.
La intuición de Madame
Madame
me citó en su departamento unos pocos días después. Al llegar me encontré con
su secretaría de nariz de águila, rígida en su trajecito sastre color gris.
Sabía desde poco tiempo atrás que la mujer se vestía de esa manera para
infundir respeto entre las alumnas de su patrona, las cuales jamás la
imaginarían como yo la he visto de minifalda, botas y musculosa caminando por
la Avenida Santa Fe coleccionando hombres, muchos de los cuales quedaban
fascinados por su apéndice nasal que, al parecer, les provocaba inimaginables
fantasías eróticas, según ella me contó en una ocasión en que sintió deseos de
confesarse conmigo.
Madame
me hizo pasar a su oficina y juro que sentí ansiedad para saber el motivo de la
cita. Ella no perdió tiempo para explicármelo.
-Ayer
finalmente pude saber lo que te voy a decir. Me llevó unas semanas de
investigación pero he confirmado mi intuición-
Estaba
por interrumpirla con una pregunta pero la dejé hablar.
-La
ex esposa de Alexia, la santa y pura moralista que habla con frases hechas
sacadas del manual de la esposa perfecta es “la camionera”-
-¿La
camionera?-
-Si,
así se la conoce en...-
E
hizo una pausa para dar mayor énfasis a sus palabras.
-...el
ambiente de las lesbianas butch-
Mi
corazón dio un salto.
-¿Entonces?-
-Entonces
le dices a Alexia que tome el teléfono y la llame. Y le mencione que sabe
de Sandra, Verónica, Marcia, Estela y
otras que acá tengo en la lista, solteras, con marido, viudas y divorciadas,
que ya lo engañaba cuando todavía estaban casados y que también sabe que su
patrón, el dueño de la inmobiliaria, es homofóbico y no puede ver un gay o una
torta a kilómetros de distancia.
-¿Y?-
-¡Pero
mujer, ¿lo tengo que pensar todo yo?-
-¡Ah!-
Dije cayendo sin paracaídas. - ¿La extorsionamos para que le deje a Alexia ver
a su hijo?-
-¿Extorsión?
Esa es una fea palabra, digamos mejor intercambio de buena voluntad-
Una llamada
Madame
me encomendó que le trasmitiera la novedad a Alexia por que ella no se animaba
y por que era yo la persona más apropiada dada nuestra relación. Así que tuve
que armarme de valor y contarle todo. Lo más duro era ponerla en conocimiento
de la infidelidad conyugal. De modo que pocas horas después la invité a mi
casa, la senté en el sillón mas grande del living, le puse música suave,
preparé café con masas y cuando ya estaba sospechando que algo importante me
traía entre manos le largué la noticia sin previo aviso.
Lo
tomó bastante bien.
-Después
de todo yo también la engañaba- Dijo cuando reaccionó.
-Yes,
pero la diferencia es que ella no lo sabe-
-Puedo
decirle que le voy a hacer juicio por la tenencia-
-Podés
decirle lo que quieras, pero no te olvides que así vestida no vas a ser muy
convincente delante de un juez-
-Veremos-
Me contestó y tomó el teléfono.
La
conversación fue mucho más corta de lo que hubiera imaginado. Alexia dijo .
-Lo
se todo-
Imposibilitada
de oír las respuestas de su ex esposa me limité a escuchar los argumentos de
Alexia.
-Lo
de tus amoríos con mujeres, que me pusiste los cuernos y que si tu patrón se
entera te raja-
Ella
seguramente negaba.
-No
des más excusas, “camionera”-
Ese
último detalle fue el argumento que puso el punto final. Lo supe cuando Alexia
remató:
-Entonces
mañana paso a ver a nuestro hijo para explicarle lo que sucede y que él decida,
pero no vas a ser vos quién diga lo que se debe hacer.-
La
voz de Alexia era firme, pues solo con firmeza se podía doblegar a esa mujer.
-¿Me
acompañás?- Pregunto después de colgar.
-Si,
por supuesto, pero ese momento es para tu hijo y vos solos-
-Claro,
hasta la puerta, y después que sea lo que deba ser-
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