Susan es una sorpresa
A los dos días de su estadía en Buenos
Aires y de la fiesta en mi casa, Susan y Pierre habían cambiado de alojamiento.
Del Sheraton al Axel, el hotel de la calle Venezuela promocionado por las guías
de turismo de Buenos Aires para la comunidad gay. Alexia y yo, en ese lapso
tratábamos de juntar ánimo para ir al estudio pero nos pasábamos teniendo sexo
en cualquier sitio que se nos ocurría, como unos personajes de Cien años de
Soledad cuyo nombre no recuerdo ahora. Sabrina y Rocío intentaban igualmente
volver a su peluquería, Madame y tío Roberto se habían ido a Mykonos de luna de
miel tras una despedida que alteró la calma del Aeropuerto, como siempre que
pasamos por allí.
La
vuelta a la rutina estuvo matizada con la presencia de la parejita de Susan y
Pierre que intentaba disfrutar de Buenos Aires tratando de recorrer la mayor
cantidad de sitios de entretenimiento posibles y excursiones al Tigre o San
Isidro. Afortunadamente para nuestro reposo hicieron la clásica vuelta por
Bariloche y las Cataratas del Iguazú, pero el resto de las noches nos
arrastraron por Angel´s, Casa Brandon y Milonga Tango Queer entre otros
lugares.
Pierre
estaba tan entusiasmado por aprender a bailar y escuchar tango que parecía
incansable. Susan lo seguía en su locura. Sabrina y Rocío intentaron algunos
pasos con bastante habilidad. Alexia y yo éramos dos marionetas sin hilos, pero
a pesar de nuestra incapacidad disfrutamos las clases sobre todo cuando
bailábamos juntas y nos tomábamos sensualmente por la cintura.
Cuando
Susan me contó que se habían alojado en el Axel le pregunté, curiosa, si había
sido idea suya o de Pierre-
-De
Pierre, ¿Por?- Me preguntó a su vez.
-¿No
estará buscando alguna aventura por ahí?, Supongo- Le dije sin pensarlo.
-¡Ah,
si!- Aseveró Susan para mi asombro
-¡No
me digas que te engaña y vos lo sabes!-
-No,
querida, sí, lo sé y por eso no me engaña-
Evidentemente
vivo una vida de sorpresas. Susan me contó que en ocasiones Pierre suele darse
vuelta y buscar un hombre para satisfacer sus necesidades.
-¿Por
que no con vos?- Inquirí.
-Por
que no lo quiero privar del placer de la aventura, además lo que él busca en
esas ocasiones es un hombre fuerte que lo someta-
-¿Y
vos, le sos fiel?-
-Si,
¿Por que no?-
Juro
que me dejó perpleja.
Tan
perpleja como cuando Alexia y yo pasamos a buscarlos por el hotel la primera
vez. En cuanto entramos al lobby nos dimos cuenta que éramos las dos únicas travestís
en medio de una marea de hombres de músculos formados, sungas diminutas, más
que nuestras tangas, bultos prominentes, cabellos rubios y ojos celestes que
delataban su origen de tierras del norte.
Entretenidos
en sus poses seductoras e intercambio de miradas sugerentes nos ignoraron
totalmente a pesar de nuestras musculosas que dejaban ver la mitad de los senos
y las minifaldas de jean tan cortas que un centímetro menos sería indecoroso.
En el deck de la pileta tomaban tragos largos, se colocaban crema bronceadora y
reían cómplices. Nosotras los mirábamos y hubiéramos permanecido fuera de su
foco de atención si no fuera por que Alexia, tan solo para provocar, me tomó de
la cintura dándome un beso en la boca. Todos los ojos celestes convergieron en
nosotras.
-¿What?-
Dijo Alexia desafiante con el clásico gesto unir las puntas de los dedos
puestos hacia arriba.
No
pude evitar la tentación de la risa. Ellos de inmediato volvieron a lo que
estaban haciendo como avergonzados, salvo un negro descomunal, alto, con el
cráneo totalmente rasurado, de piel brillante y oscura como el ébano, con su
miembro queriendo escapar de la pequeña prenda que la contenía, que con su vaso
lleno de una bebida color rosa que no pude discernir de que se trataba, se
acercó a nosotras.
-¿Come
va vocé?- Preguntó.
-Tudo
bem, brincadeira- Le contesté imaginando mil fantasías.
-¡Ah!-
Exclamó. Y cuando creí que se iba a tirar un lance con alguna de nosotras
siguió camino hacia la barra sin inmutarse.
-Ilusas-
Dijo una voz conocida detrás de mi. Era Susan que agregó
-Si
piensan levantarse un hombre por aquí están perdidas. Estos mueren por músculos
fuertes y no por gatitas pasivas-
Pierre
llegó tras ella y entregó la llave de la habitación. Como un último acto
saludamos al grupo de muchachos con un estentóreo.
-¡Good bye, guys!- Que debido a nuestro pésimo ingles lo habrán entendido como cada uno pudo o quiso.
Mientras
salíamos le pregunté a Susan al oído.
-¿Alguno
de estos es la aventura de Pierre?-
-Ajá,
el negro que pasó a tu lado- Contestó ella impertérrita.
-No
se priva de nada tu Pierre- Dije riendo y se me ocurrió una idea -¿Y no lo comparte
con vos?-
-¿Estás
loca? Ese negro ni se fijaría en mí y además no es mi tipo-
El
único momento de su estadía que generó cierta tensión fue cuando Pierre dijo
que quería pasar por Palermo para ver a las travestís ofreciendo su servicio
sexual.
-Yo
no las acompaño- Dijo Rocío que no deseaba recordar su amarga experiencia
callejera. Sabrina se solidarizó con ella. Alexia opinó que si fuera una travestida
ofreciéndose seguramente se sentiría mal de saber que la van a ver como si
fuera un animal en el zoológico. Yo, que en esa ocasión los llevaba en mi
Torino cupé de reciente adquisición, pues el amor por la velocidad es mi
costado masculino, detuve el auto en la Avenida y les dije a Susan y Pierre.
-Si
quieren vayan ustedes, yo he ido muchas veces a ver a las chicas cuando tengo
un trabajo para ofrecerles, se que no es suficiente lo que puedo ayudarlas,
pero no quiero ir a verlas por que si -
Se
hizo un silencio incómodo durante varios segundos hasta que habló Pierre.
-¿Si
le pago a alguna aunque sea por solo mirar, estará bien?-
-¡Si!-
Contestamos casi a coro.
Pierre
bajó del auto y se perdió en las sombras. Susan dudó en seguirlo pero
finalmente corrió tras él.
-Mejor
que lo acompañe por que se puede perder- Arguyó.
La
noche estaba calurosa y salimos del auto. Una travestí que pasaba a su lugar de
trabajo nos saludó.
-Hola,
¿Son nuevas?-
Nos
dio vergüenza decirle por que estábamos allí.
-Si,
ya vamos, es que cuesta empezar- Contestó rápidamente Alexia.
-Las
entiendo- Dijo la travestí mientras se alejaba. Después de unos pasos se volvió
y desde donde estaba exclamó.
-¿Trajeron
forros?-
-Si,
si- Afirmamos.
-Si,
trajimos a uno que anda por ahí- Murmuró Sabrina de modo que la travestí no
pudiera oír.
Finalmente
la parejita tomó su vuelo de retorno a París y las cosas volvieron a la
normalidad. Su partida y el regreso de Madame y mi tío nos llevaron nuevamente
al Aeropuerto en dos ocasiones con pocos días de diferencia.
-¿De
nuevo por acá?- Nos preguntó un guardia de la seguridad a lo que contesté.
-Si,
hacemos viajar a parientes y amigos tan solo para poder verte-
-Mentirosa-
Me dijo mientras una gran sonrisa le poblaba el rostro.
-Hiciste
tu buena obra del día dejando a uno contento- Comentó Rocío.
Los
llegados de Grecia nos recluyeron un día completo en el departamento de Madame
para mostrarnos todas las fotografías, los recuerdos comprados y entregarnos
los regalitos para cada una de nosotras. Me resultaba gratificante ver a Madame
y a mi tío juntos y felices. A pesar de su particular sexualidad eran, cercanos
a la vejez, el uno para el otro. Se amaban, ¿se amaban o eran prácticos? En
definitiva, habían tomado una decisión en beneficio de ambos y eso era lo
importante.
Una amiga inesperada
Nuevamente
inmersas en la rutina Alexia y yo comenzamos a pensar que nos debíamos unas
vacaciones y fantaseábamos con playas de arena blanca, sol radiante y olas
espumosas. De momento nuestro único descanso mental eran los paseos dominicales
en bicicleta junto a su hijo quien parecía disfrutar cada vez más estos encuentros.
Toda la costa desde Tigre hasta la Reserva Ecológica era nuestro recorrido
habitual. Al principio hacíamos recorridos cortos pero conforme fue pasando el
tiempo advertimos que Adrián era incansable y capaz de seguirnos el ritmo por
lo que fuimos sumando, de a poco, la cantidad de kilómetros. De todas maneras
procurábamos elegir sendas seguras pues los automovilistas no tienen ningún
respeto por los ciclistas y, sobre todo temíamos por Adrián.
El
niño, que no dejaba de generar situaciones inesperadas, como cuando una mañana
mientras estábamos tomando mate en la Reserva Ecológica, al ver a dos fornidos
muchachos tomados de la mano internarse entre los altos pastizales dijo con
toda naturalidad:
-Esos
dos van a hacer el amor-
-¿¡Como
sabes eso!?- Exclamamos Alexia y yo.
-Se
lo escuché a un chico de séptimo en el cole-
-¿Y
vos, que pensás de eso?- Inquirió preocupada Alexia.
-Que
tendrían que buscar un lugar más cómodo-
No
pudimos evitar una sonora carcajada.
Beatriz, la ex esposa de Alexia me
sorprendió una tarde en el momento de dejar a Adrián con ella. Normalmente
abría la puerta cuando llegábamos y saludaba desde lejos pero esta vez nos
invitó a pasar. Mientras el niño mostraba a Alexia sus avances escolares en su
cuarto, la mujer se sentó en un sillón del living, me convidó una gaseosa e
hizo la catarsis.
-¿Sabés?
La valentía de Edgardo, mejor dicho Alexia, me ayudó mucho. Yo vivía engañada,
creía que Adrián ignoraba mis relaciones lesbianas y prefería que así fuera
pues pensaba que preservarlo de la verdad iba a ser mejor para él, además me
sentía mal con respecto a quienes no me conocían más que superficialmente pero
no tenía valor para salir del closet-
-¿Entonces?-
Pregunté intrigada.
-Entonces
me decidí. Asumí mi condición en el trabajo y con mis padres que ya me tenían
harta de insistirme con que debía casarme de nuevo-
-¡Upa!
¿Todo así de golpe? ¿Y como reaccionaron?-
-Mal,
pero no me importa. Mis padres armaron una batahola que seguramente escucharon
los vecinos y mi jefe me despidió, por supuesto con la excusa de que el trabajo
estaba mermando, pero ya estaba preparada por que le voy a hacer juicio, me
asesoré con un abogado del INADI-
-Imagino
por lo que pasaste. A todas nos sucede lo mismo. ¿Y como te las arreglaste con
el trabajo?-
-Es
increíble como a veces suceden las cosas más inesperadas. Una compañera que
tuvo que mostrar una casa en mi lugar le contó a la compradora lo que me había
sucedido al preguntarle ella por mí ya que la había estado atendiendo
anteriormente. Esta mujer le pidió el número de mi celular y me llamó. Ahora
estoy trabajando en su oficina. Tiene una socia y como te imaginarás son
pareja-
-¡Estupendo!
¿Y tus viejos?-
-No
tengo intención de volver a verlos-
-¿Pero
no querrán ver a Adrián?-
-Que
llamen ellos y entonces decidiré que hago. Es increíble pero las personas que
afirman que una conducta sexual diferente mancilla a la familia, amparados en
su supuesta normalidad son los primeros en fomentar esa ruptura-
-Es
así, la maldita hipocresía-
Luego
de unos segundos le pregunté:
-¿No
sentís como si te hubieras sacado un peso de encima saliendo del closet?-
-Si,
pero es duro. Te hacen sentir como un delincuente-
-O
como un enfermo- Agregué.
Nos
quedamos en silencio. En el momento en que llegaba Alexia por el pasillo,
Beatriz se paró bruscamente, me tomó de un brazo y dándome un beso en la
mejilla murmuró.
-Gracias
por escucharme. ¿Seremos amigas?-
-No
puedo negar que al principio me caíste muy mal, pero ya ves, cuando uno abre su
corazón y asume lo que es sin auto represión logra estos milagros. Si, seremos
amigas-
-¿De
que hablaban?- Preguntó Alexia.
-De
milagros- Le contesté y pasando mi brazo por su cintura agregué -Ahora te
cuento-
Alexia
no podía creer mi relato acerca de la conversación mantenida con su ex esposa
mientras pedaleábamos a nuestras casas.
-En
el fondo sigue siendo una harpía- Aseveraba.
-Una
harpía, tal vez, pero inerme. Su argumento de mayor peso se cayó como un
castillo de naipes arrastrado por el viento y sufrió en carne propia lo que
seguramente le hacía a los demás tratando de no delatarse. Ahora ha dado un
paso sin retorno, tal vez no la haga mejor persona pero...-
-Al
menos ya no puede argumentar nada en contra de mí con nuestro hijo ni llenarle
la cabeza con monsergas morales-
Yo
estaba segura que el niño no necesitaba que le pintaran un mundo imaginario. Si
pudiera medirlo de alguna manera estaba más evolucionado que sus padres
biológicos y esta tía que les habla. Una prueba de ello fue lo que sucedió en
un encuentro casual frente a la puerta del Teatro San Martín en la vereda de la
Avenida Corrientes. Habíamos llevado a Adrián a ver una obra con títeres y
reconoció en la fila a su maestra.
-¡Hola
señorita!- Saludó sin previo aviso.
-¡Hola
Adrián!- Contestó ella depositando un beso en la frente del niño y le preguntó -¿Estas solo?-
-No,
estoy con mi otra mamá y mi tía- Dijo con aplomo mientras nos señalaba.
Algunos
en la fila se dieron vuelta y nos observaron prodigando gestos elocuentes.
Durante toda la conversación que siguió sentí sus ojos clavados en mi espalda.
La maestra, al vernos, dibujó en su cara una expectante curiosidad que luego se
convirtió en una aprobadora sonrisa de dentadura perfecta que se extendía de
mejilla a mejilla. Las tres nos fundimos en un abrazo.
-Señoras,
las felicito. Adrián ha contado su experiencia frente a la clase, es algo que
aliento a que todos los chicos hagan para que comprendan que existe la
diversidad y que podemos tener una familia, de cualquier forma que está
conformada, donde exista el respeto y el amor-
-Hacemos
lo que podemos- Se excusó Alexia.
-Crían
un hijo que ha aprendido esos valores y eso no es poco-
-Usted
se merece una felicitación por que hay tener mucha valentía para asumir una
posición así en un medio donde aún rigen ideas convencionales- Manifesté.
-Si,
es duro, a muchas de mis colegas les parece mal, están confundidas sobre todo
por la religión, yo también soy católica pero aprendí que, fundamentalmente,
todos somos iguales a los ojos de Dios-
Sacudió
el cabello de Adrián y mientras lo miraba a los ojos agregó:
-A
él también hay que felicitarlo por que es muy valiente y sensible a la vez. Un
magnífico ser humano-
Compartimos
la función de títeres con la maestra y en la salida al despedirnos no pude
menos que comentarle:
-Este encuentro ha sido como un oasis
en medio del candente desierto. Uno de esos instantes para renovar el aire en
los pulmones y seguir caminando-
Me
pareció que asomaban unas tímidas lágrimas en sus ojos marrones. Abrazándome me
susurró al oído:
-Personas
como ustedes me hacen conservar la esperanza en la humanidad-
Un cliente es un cliente
Una
tarde sonó el teléfono en el Estudio. En realidad está sonando a cada rato, por
eso y por que debido a la cantidad de trabajo ya no dábamos abasto tomamos dos
empleadas, Fernanda y Silvana, ambas travestís con estudios de perito mercantil
que no habían podido demostrar sus conocimientos debido a la lamentable
discriminación. Las conocí una tarde cuando le había llevado un dato acerca de
un trabajo en la pizzería de un cliente nuestro a otra de las chicas.
Ambas
son jóvenes, veinte años, y dispuestas a trabajar para huir de la prostitución
antes que ésta las termine engullendo para siempre. Fernanda es alta, delgada,
el cabello abundante, rizado color ceniza, ojos grises pequeños y rasgos angulosos,
Silvana es más baja, pelo castaño largo hasta los hombros, ojos negros, cara
redonda y tendencia a la obesidad que trata de combatir esforzándose en comer
solamente productos dietéticos.
Fue
Fernanda la que me avisó por el interno
que llamaba un señor Fernández. Siendo un apellido común lo tomé por alguno de
nuestros proveedores, pero instantáneamente supe que no era alguien conocido. O
al menos eso creí en el primer momento.
-La
llamo por que quiero hacer unas reformas en mi casa de Las Lomas y decorar otra
que acabo de adquirir en Punta del Este y como me las han recomendado
calurosamente...-
No
le dejé terminar la frase con riesgo de parecer ansiosa.
-De
acuerdo, dígame cuando podemos visitar la casa-
-El
sábado por la mañana, es que viajo mucho y no tengo tiempo, allí le mostrare
también los planos de la otra para que vayan conociendo su distribución-
Y
me dio la dirección. En ese momento debí darme cuenta, pero no fue así. El día
indicado pasé a buscar a Alexia. Estábamos enfervorizadas, no por que nos
faltara trabajo pero intuía que este sería de una magnitud tal que al terminar
podríamos descansar merecidamente.
Conforme
me acercaba al barrio comenzaron mis sospechas. Cuando detuve el auto en el
portón de entrada no tuve mas dudas. Era la casa de los padres de Susan.
Aquella casa en donde le había hecho descubrir el amor homosexual. Se lo dije a
mi compañera.
-¿Que
hacemos?- Le pregunté.
-Un
trabajo bien hecho y le sacamos toda la guita que podemos- Contestó ella,
taurina hasta la médula.
En
ese momento me vino a la mente mi mayor temor.
-Debemos
ser cautas, el viejo la echó a Susan de la casa en cuanto supo que andaba con
las ropas de la madre y si sabe que somos travestís nos va a correr a patadas-
-De
eso no estaría tan segura. Sabés bien que muchos padres matarían a sus hijos si
descubren que son homosexuales y después andan persiguiendo travestís por ahí-
-Eso
es cierto, pero andemos con pie de plomo- Afirmé mientras tocaba el timbre
-Si
ando con pie de plomo se me van a hundir los tacos en el piso- Dijo Alexia y
todavía estábamos riendo por la ocurrencia cuando se abrió la puerta y un
elegante mayordomo, vestido con uniforme compuesto de pantalón y saco negros,
camisa blanca y corbata, asomó su cara redonda e impertérrita como un lord
inglés.
-¿Las
señoras son...?-
-Las
decoradoras, nos citó el señor-
Sin
decir otra palabra nos hizo un gesto para hacernos pasar. Entramos en un living
de enormes proporciones, el piso de mosaicos tan brillante como una publicidad
de cera, las paredes revestidas en madera y muebles de algarrobo. Mi memoria me
indicaba que esa no era la forma en que estaba decorado cuando me llevó Susan a
su dormitorio o tal vez si y en la calentura no lo había notado.
-Esperen
aquí- Dijo con voz grave el mayordomo dándose aires de gran señor y levantando
el mentón como queriendo demostrar superioridad subió la enorme escalera que
llevaba a la planta alta.
Pocos
minutos después bajó una pareja, ella con principio de obesidad, algo así como
llevando un salvavidas permanente alrededor de la cintura que disimulaba bajo
un conjunto de jogging holgado para su talla, el cabello rojo, revuelto,
maquillaje excesivo, sobre todo el rubor en las mejillas y la sombra de ojos,
calzaba unas chinelas doradas que nada tenían que ver con lo deportivo del
atuendo y lucía gargantillas, aros y collares de dudoso gusto aunque
seguramente costosos. Él parecía sacado de un dibujo de Isidoro Cañones,
delgado, pálido, peinado hacia atrás con abundante gomina, blazer azul con
escudo marinero bordado en el bolsillo, pantalones grises, camisa celeste y
mocasines bicolores. Solo le faltaba la gorra de capitán de barco.
-Bienvenidas-
Dijo con una efusividad impensable segundos antes debido a la apariencia
pedante que emanaba de todo su cuerpo en el momento en que descendía hacia
nosotras.
-Usted
dirá- Manifesté luego de los saludos de rigor.
-Las
he llamado sin consultar ningún otro estudio pues las recomendaciones que tengo
de ustedes son abrumadoras. Como verán no tengo inconvenientes económicos por
lo tanto no repararemos en gastos-
La
corrupción paga bien, pensé.
-Y
algo más, les digo esto para que todo quede en claro, también sabemos que
ustedes son personas especiales y les aseguro que no me interesa en lo más
mínimo-
Alexia,
que tenía una mano cerca de mi brazo me lo apretó al oír estas últimas
palabras.
-¿A
que llama especiales?- Pregunté mientras Alexia, inquieta por las posibles
consecuencias del tono de la conversación volvía a presionar sus dedos.
-Ustedes
saben, travestís. Es su vida, a mi lo que me importa es su profesionalidad,
pero creí mi deber hacerles saber mi opinión-
-De
acuerdo- Manifesté dudando aún el motivo de haber sacado a luz un tema que la
gran mayoría de nuestros clientes ni siquiera mencionan.
Superado
ese primer momento algo tenso comenzamos a hablar de trabajo. El hombre
manifestó su deseo de redecorar toda la casa con el estilo más moderno que
estuviera de moda, al igual que la otra vivienda allende el Río de la Plata.
-Lo
que es tener plata y no saber en que tirarla- Me dijo Alexia, al oído, en un
momento en que no nos estaban mirando.
Era
evidente que el hombre mandaba. Ella parecía una muñequita de lujo, algo gorda
eso sí, que no tenía voz ni voto. Si en algún momento intentó dar una opinión
solamente bastó la mirada de él para hacerla
callar.
-Ya
me harté del algarrobo, antes estaba decorado con estilo Luis XV e igualmente
me cansó- Sentenció Fernández.
Ahí
recordé que era esa la decoración que había visto aquella primera vez que Susan
me llevó a su casa. Muebles blancos matizados con dorados, sillones tapizados
en rojo, candelabros con miles de vidrios y gobelinos en las paredes.
Desplegamos
los planos de ambas casas sobre la mesa del comedor. En la que nos
encontrábamos el estilo de construcción era tipo chalet americano que poco
coincidía con lo que quería lograr el dueño. Cuando se lo dije me contestó que
no le importaba. Y bueno, el cliente
siempre tiene razón. La otra vivienda era una construcción moderna, como se
entiende la arquitectura actual, de muros lisos, como una caja de zapatos con
agujeros, grandes vanos vidriados, todas las paredes y techos pintados de
blanco, detalle que se nos exigió se mantuviera así.
Convinimos
nuestros honorarios en un porcentaje sobre el gasto total de los materiales. Yo
estaba dispuesta a poner lo más caro, lo que aumentaría nuestra ganancia con el
mismo esfuerzo. Fernández nos invitó a conocer toda la casa. En la recorrida
entramos en el dormitorio que había sido de Susan, lo que me recordó aquella
escena de mi primera relación con ella y mi corazón galopó de solo pensarlo.
Éramos tan jóvenes.
-¿Este
fue el lugar?- Me preguntó disimuladamente Alexia, a lo que asentí con la
cabeza. Luego pregunté a la madre con intención que iba más allá de lo
profesional.
-¿Alguien
ocupa este cuarto?-
La
mujer sorprendida miró a su marido, que se encargó de contestar.
-Vivía
un hijo nuestro pero ahora está muy lejos y no la usa-
Y
bien lejos que está, si lo supieran, pensé y mientras tanto abría, por pura
curiosidad, los cajones de la cómoda y las puertas de los placares. Estaba todo
vacío.
-Es
lo de siempre, como si no hubiera existido- Le comenté a Alexia una vez que
salimos de la casa.
-Si,
la cara que puso la mujer era como si de pronto la hubieses puesto en
descubierto-
Al
volver a casa lo primero que hice fue enviarle un mail a Susan contándole todo.
“Querida
hermana: ¿A que no sabés donde estuve? Necesito contártelo ya que no quiero que
haya secretos entre nosotras. En lo de tus viejos. Nos llamaron para redecorar
la casa...” Y agregué detalles sobre las conversaciones mantenidas sin dejar de
mencionar el estado de su habitación.
La
respuesta llegó pocas horas después.
“Hermana:
Deseo que le saques toda la plata que puedas, que el hijo de puta la consiguió
robando. Y no te preocupes, es tu trabajo”.
Me
trajo alivio la contestación de Susan. Sabía que de todas maneras íbamos a
realizarle el trabajo a su padre pero sentía como si le estuviera haciendo una
traición si no se lo informaba. Por ese entonces pensaba como habían terminado
las relaciones de todas las personas que conocía. Salvo los padres de Alexia y
el padre de Sabrina que murieron antes de que salieran del closet, las demás
nos habíamos visto forzadas a terminar las relaciones con nuestros progenitores
en medio de escándalos no deseados. Me preguntaba si nuestras vidas hubieran
sido diferentes si nos hubieran aceptado tal como somos aunque estábamos en una
posición de la que no podíamos quejarnos. Fernanda y Silvana, nuestras
empleadas, habían debido huir de su pueblos chicos, esos en donde la iglesia es
más influyente y la intolerancia mayor, la primera incluso debió soportar las
agresiones físicas de los propios hermanos alentados por su padre, la segunda
solo tuvo tiempo de poner un par de prendas en un bolso y partir con veinte
pesos en el bolsillo.
Otro niño
Una
noche en Angel´s, Sabrina y Rocío nos anunciaron la posibilidad de un hecho
totalmente impensado. Nos reunieron demostrando demasiada seriedad, por lo que
intuimos que se trataba de un tema importante. Y vaya si lo era. Habían decidido
adoptar un niño.
-No
solo nosotras lo deseamos, es por mi madre, la pobre está muy mayor y me
gustaría que pueda disfrutar de un nieto- Aseveró Sabrina.
-¿Están
concientes de todas las trabas que les van a poner?- Preguntó tío Roberto.
-Si,
pero nos vamos a arreglar-
Tío
Roberto podía pasar por aguafiestas pero estuve de acuerdo con su comentario.
No era cuestión de hacerse demasiadas ilusiones. Las visitadoras sociales que
evaluaran la situación familiar deberían ser de menta amplia para aprobar una
adopción solicitada por una travestí que convive con otra aunque la presencia
de la madre de Sabrina bien podría inclinar la balanza a su favor demostrando
que era un hogar en donde reinaba a armonía y el amor, algo poco usual en estos
casos, pues lo habitual es que las familias sean las primeras en echar a sus
hijos del hogar paterno en cuanto descubren algún tipo de diferencia,
dejándolos en la mayor desolación, sin tener a quién pedir auxilio y expuestos
a todas aquellas situaciones que mas denostan. De todas maneras tendrían más
inconvenientes que una familia de las llamadas normales en donde, a pesar de su
conformación, no están garantizadas estas condiciones de equilibrio y amor.
Pero es bien sabido que las apariencias y la hipocresía gobiernan las opiniones
en contra de las verdaderas intenciones y capacidades de las personas.
Festejamos
la idea. Ofrecimos nuestra ayuda en todo lo que pudiéramos y les deseamos buena
suerte. Tras el brindis me quede pensando. Alexia captó mi preocupación.
-¿No
estás convencida de la idea de las chicas?-
-La
idea me gusta, pero temo por ellas si no pueden lograrlo-
Y
nos quedamos en silencio. Yo continuaba rumiando acerca de la integración de
los miembros de la comunidad homosexual a los parámetros de la sociedad
heterosexual. Para mi estaba bien que las parejas intentaran ser estables,
casarse, tener hijos. Otros gays y travestís opinaban que la homosexualidad era
la búsqueda permanente del sexo ocasional como una manera de rebelión y que
luchar por los mismos derechos que tienen los heterosexuales era convertir a la
tendencia sexual en un animal salvaje domesticado.
Las
etiquetas, los estereotipos, siempre me molestaron, mi creencia es que
cualquiera debe hacer lo que siente. Si somos homosexuales debemos luchar por
tener las mismas oportunidades que los heterosexuales, pues, debe quedar en
claro que nada nos diferencia, somos tan normales como ellos y si otros quieren
convertir su vida en una militancia permanente que lo hagan, pero nadie debe criticar
los deseos de otros miembros de la comunidad, bastante tenemos con los
heterosexuales que nos hacen la vida imposible.
Viaje a Punta del Este
Decidimos
visitar la casa que debíamos reformar en Punta del Este durante las vacaciones
de invierno para poder llevar a Adrián con nosotras. Claro, que no es lo mismo
tratar de sortear la Aduana solas que con un niño generando toda clase de
sospechas. Afortunadamente Alexia tuvo la idea de hacernos acompañar por su ex
esposa hasta la terminal del Buquebus, además de la nota donde autorizaba la
salida del niño del país.
Dos
travestís, un niño más inteligente que los empleados de Migraciones y un auto
Torino cupé modificado, eran una combinación que puede dejar perplejo a
cualquiera. Y como preveíamos nos atosigaron a preguntas.
-¿Quien
es el padre?-
-¿Quien
es la madre?-
-¿Viaje
de placer o de negocios?-
-¿Usted,
que relación tiene con los padres de la criatura?-
No
les dije que era la tía por que me pareció que lo podían tomar como un chiste
de mal gusto.
Tal
vez fuera por la cola que se estaba formando detrás de nosotras en donde los
ánimos se estaban caldeando o por que ya no entendían nada de lo que sucedía
que nos dejaron pasar. Subimos al auto, lo acomodé en la cubierta del barco y
nos dirigimos al nivel superior para saludar desde allí a la ex esposa de
Alexia que nos hacía gestos sacudiendo un pañuelo en su mano derecha y hacía la
parodia de estar llorando desconsoladamente. En el fondo esta mujer me estaba
cayendo bien a pesar de las prevenciones de Alexia.
No
voy a ocultar que el viaje en barco me causa cierta aprensión contrariamente a
lo que me sucede en avión. La superficie mansa del Río de la Plata me resulta
inquietante, había un poco de niebla y no se veía a cierta distancia lo que
aumentaba mi desasosiego. mientras recordaba esas viejas películas en blanco y
negro acerca de buques fantasmas. Me pasé todo el viaje tratando de
entretenerme viendo al resto de los pasajeros acomodados en sus sillones
mientras Alexia y Adrián me insistían en que me sumara a ellos junto a las
ventanillas. Cuando el barco comenzó a desacelerar y pude ver el faro de
Colonia me sentí más tranquila. Pocos minutos después estábamos bajando en
suelo uruguayo. No me arrodillé a besar la tierra firme por no hacer un
papelón.
No
nos revisaron los documentos en la Aduana, tan solo se limitaron a ver que
llevábamos en el baúl por si pretendíamos entrar alimentos no permitidos. Tengo
la sospecha que ninguno de los empleados se dio cuenta de nuestra condición. Estaban
más entretenidos viendo los detalles del auto que no pasaba desapercibido en
cuanto sitio lo estacionaba. La mañana estaba soleada, la temperatura agradable
e iniciamos el viaje por ruta hasta Punta del Este.
Una
continua serie de curvas, contra curvas, subidas y bajadas conformaba el
camino, en contraste con la chata llanura a la que estamos acostumbrados cuando
viajamos a nuestra costa atlántica. A la vera del camino veíamos a la gente
caminado parsimoniosamente, algunos iban a caballo y advertimos una gran
cantidad de autos de las décadas del cuarenta y cincuenta aún circulando con
toda dignidad. Una perceptible sensación de tranquilidad nos invadió. A pesar
de ser un país tan similar al nuestro, parecía detenido en el tiempo, como el
almacén de ramos generales en donde nos detuvimos para pedir agua caliente. Las
estanterías estaban cubiertas de telarañas y repletas de bebidas que ya no
existen, el mostrador estaba compartido entre porciones de queso cubiertas con
una tapa de vidrio, envases de yerba, azúcar y herramientas. Dos parroquianos
jugaban al truco por porotos mientras apuraban un vaso de vino y los otros tres
que se acodaban en el mostrador nos miraban como si fuéramos seres
extraterrestres. Matizamos el viaje con mate para nosotras y leche chocolateada
para Adrián, escuchamos música que cantamos los tres a coro y nos detuvimos a
la sombra de unos árboles a la vera de la ruta para almorzar sándwiches de
milanesa y manzanas. No faltaron en esa detención algunos audaces que nos
gritaban graciosos piropos al pasar.
A
las seis de la tarde tuvimos la primera vista de la ciudad balnearia, los
edificios a lo lejos y la Isla Gorriti. El camino nos llevó por el costado de
La Mansa y culminamos en la plaza principal, sobre la Avenida Gorlero, para
pedir informes sobre hoteles en la Oficina de Turismo. Una gran cantidad de
turistas se paseaban por el paseo principal mirando vidrieras o buscando un
lugar donde cenar ya que si bien la temperatura no era muy fría tampoco era
apta para estar en la playa. Esa noche cenamos en Las Delicias, con la vista del
Puerto y sus veleros meciéndose, recortados contra la luz de la luna. Era como
estar dentro de una postal. Para Adrián, a pesar de que su madre lo había
llevado varias veces a Villa Gessel, esta experiencia era algo que jamás
olvidaría en su vida. Yo me sentía feliz, Alexia estaba exultante. Nos reíamos
por cualquier cosa y cuando quedábamos en silencio nos mirábamos y, tentados,
volvíamos a reír.
Caminamos
hasta el Sea Princess, donde estábamos alojados. A pesar de no ser verano nos
costó caminar por las veredas pobladas. Miramos vidrieras, compramos algunos
recuerdos y nos sentamos en la plaza mientras Adrián se entretenía en los
juegos. Esa noche, agotada por tantas horas de manejo me quedé profundamente
dormida. Alexia acompañó a su hijo, en la habitación contigua a las que nos
unía una puerta directa, hasta que se durmió, luego se acostó a mi lado y se
abrazó fuerte a mi cintura. Así estábamos cuando la luz de la mañana se coló
por las rendijas de la cortina de enrollar.
La
casa del padre de Susan, situada sobre La Brava, con una excepcional vista del
mar, a través de sus ventanales, vista que llegaba hasta la Isla de los Lobos,
estaba custodiada por dos individuos que parecían guardaespaldas de narcos como
los de la novela Sin tetas no hay paraíso. Pude adivinar un bulto, y no
precisamente el que imaginan, bajo sus pantalones. Nos estaban esperando y
fueron muy amables, no se si por que temían a su jefe o por que llevábamos a
Adrián con nosotras. Uno de ellos era alto, musculoso, totalmente rapado, de
mandíbula recta y ojos penetrantes. Vestía todo el tiempo camisa blanca y
pantalón negro y no se sacaba los anteojos de sol de su frente al punto que
parecía que los tenía solo para lucirlos así. El otro era más bajo, de abdomen
prominente, cabello corto como lo usan los militares, por contrapartida con su
compañero vestía pantalón de jean y camisa floreada de varios colores. Y no
usaba anteojos.
Verificamos
medidas, tomamos fotos desde varios ángulos, intercambiamos algunas ideas
mientras revisábamos toda la vivienda, tomamos notas de materiales existentes y
cuanto dato nos parecía importante ya que debíamos realizar todos los planos y
no podíamos volver a cada rato a zanjar dudas. Estuvimos tres días trabajando
en ello bajo la mirada atenta de los cuidadores, demasiado atenta. Al terminar
nos tomamos otras dos jornadas para recorrer la zona. Estuvimos en Punta
Ballena, en Casapueblo, donde tuvimos la suerte de poder ver la caída del sol
sobre el mar, o debo decir más precisamente sobre el río y merced a nuestra
insistencia logramos que Páez Vilaró nos mostrara su estudio. Recorrimos José
Ignacio, Maldonado y no dejamos de pasar por El Jagüel para que Adrián pudiera
ver las esculturas de gran tamaño de dinosaurios y otros animales.
El
regreso fue algo melancólico. Ya no cantamos con entusiasmo. Incluido el niño
todos parecíamos inmersos en nuestros pensamientos. El camino parecía no
terminar más y deseaba encontrar la ciudad de Colonia detrás de cada curva. Ni
siquiera nos detuvimos a comer y nuestras únicas paradas fueron para ir al baño
y reponer el termo con agua caliente para el mate. Por momentos Alexia me
tomaba la mano y me la apretaba fuertemente. Ese gesto silencioso valía para mi
más que mil palabras. Hicimos una fugaz pasada por Montevideo transitando
lentamente por la Rambla donde el color del agua es tan clara que sorprende al
punto que una se olvida que es río y al llegar a Colonia detuvimos el auto y
recorrimos las estrechas callecitas empedradas y los negocios de artesanías y
antigüedades hasta que comenzó a oscurecer y se prendieron los simpáticos
faroles de luz amarilla que brindan una particular magia al reflejarse en la
superficie de las calles. Culminamos cenando en el restaurante del Club
Náutico, rodeadas de maquetas de barcos, banderas y utensilios marineros
mientras nos sorprendía ver a lo lejos el manto de luz de Buenos Aires sobre el
río oscuro. Pocas horas después, en medio de las brumas del amanecer,
desembarcábamos en nuestra capital.
La adopción se complica
Sabrina
y Rocío habían comenzado con las dificultades consecuencia de su decisión de
adoptar. La visitadora social había elaborado un informe negativo en el que se
vislumbraba su prejuicio ya que había desechado del mismo las investigaciones
que había realizado entre vecinos y clientas de la peluquería. No me sorprendió
pero no pude evitar indignarme. Reuní en mi casa a tío Roberto, Madame y
Alexia.
-Algo
debemos hacer- Les dije en cuanto se acomodaron en el living.
Tío
Roberto propuso consultar con un abogado.
-Podríamos
ir a la tele- Opinó Madame.
-Aparte
de hacer ambas cosas deberíamos ver a la visitadora social para que explique el
motivo de su negación- Dijo Alexia.
-El
problema es que el motivo ya lo sabemos y eso es lo peor ya que no lograremos
que razone objetivamente- Le contesté.
Nos
sentíamos impotentes. Después de varias horas estábamos igual, no se nos
ocurrían otras ideas de modo que decidimos llevar a delante las que surgieron
desde el principio. Nos comunicamos con Sabrina y Rocío y les hicimos saber lo
que estábamos planeando. Ellas insistieron en que no debíamos llevar las cosas
tan lejos pues temían perder toda posibilidad. Finalmente las convencimos de
que no podíamos quedarnos de brazos cruzados esperando un milagro. Por
ello era imprescindible que ellas aparecieran
en cámara si lográbamos alguna nota periodística. Sobre todo confiaba en el
aspecto de Rocío, y su dulzura de carácter que invitaba a sentir deseos de
protegerla y ayudarla. A Sabrina le hice recordar lo aprendido con Madame para
que no metiera la pata. Temí que se ofendiera pero comprendió que no solamente
se trata de tener buenas intenciones sino de convencer a los demás que es
cierto.
Hicimos
una lista de los medios televisivos y radiales en los que conocíamos a alguien
que nos pudiese introducir para que les realizaran un reportaje. Aportó varios
tío Roberto, otros Madame y nosotras algunos de nuestros clientes. Le envié un
mail a Susan por si se le ocurría una idea. La respuesta fue inmediata por
parte de Pierre. Necesitaba fotos y una semblanza de la situación para
publicarlo en varias revistas de Francia.
Esa
noche cuando todos partieron y nos quedamos con Alexia en mi casa, sentí esa
sensación de alivio que da el haber tomado el toro por las astas. Estaba segura
que nuestra insistencia podía influir en la decisión de la visitadora social o
alguna presión por parte de sus jefes. También sabía que no sería fácil. Por la
mañana, suspendimos nuestro trabajo por unas horas y desde el Estudio comenzamos
las llamadas. En poco tiempo habíamos conseguido seis notas. Al mediodía
supimos que tío Roberto ya había contactado un abogado y logrado otras cinco
notas. Madame aportó ocho entrevistas.
Las
dos semanas siguientes inundamos los televisores y las radios con la voz y la
imagen de Sabrina y Rocío. En algunos canales, periodistas sensacionalistas y
desubicados no tomaron el tema muy en serio, como suele suceder en estos casos
y pretendieron llevar la nota a otros temas más escabrosos. Afortunadamente
nuestras amigas conservaron la compostura y se mostraron como dos verdaderas
damas. Siendo la televisión el espejo en donde todos se miran, pronto otros
programas, a los que no habíamos recurrido, se hicieron eco de la noticia y
tras ellos las revistas.
-El
ataque masivo está en marcha- Dijo Madame una tarde en que las veíamos en la
pantalla siendo entrevistadas por un conocido periodista.
El
público comenzó a opinar. Unos a favor, otros en contra. Casualmente estos
últimos relacionados con organizaciones religiosas. Los teléfonos de las radios
y los canales de televisión colapsaron de llamados, sumados a los mail y los
mensajes por celular.
El
abogado que había conseguido tío Roberto solicitó una entrevista con la
visitadora social y sus jefes. El tiempo que debimos esperar hasta que lo
atendieran se nos hizo interminable y nos urgía que se produjera antes que la
noticia fuera suplantada en los medios por otras novedades.
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