La noticia de tío Roberto
Habían
pasado tres días cuando recordé lo que me había dicho tío Roberto. De inmediato
lo llamé. Me regañó por mi olvido y terminó auto invitándose en mi casa para
esa noche.
-Prepará
una de esa tartas de pescado que te salen tan bien-
Al
menos trajo el vino. San Felipe, por que sabe que es mi preferido.
Durante
la cena hablamos de banalidades. Recién cuando nos trasladamos al living para
tomar café y una copa de coñac la conversación cobró interés.
-¿Como
andan las cosas con Alexia?-
-Muy
bien, pero no viniste para preguntarme eso, ¿No es así?-
-Exacto.
Te diré, tus padres han vuelto de España. Parece que allá no les fue tan bien
como pensaban-
-¿Hablaste
con ellos?-
-No,
conmigo no quieren saber nada. Estuvieron con tu tía Etelvina y como es ella la
única que me trae las noticias familiares, sabiendo que estamos en contacto, me
llamó inmediatamente para que te lo cuente-
-¿Como
están?-
-Ni
bien, ni mal. Tuvieron trabajo, ambos, todo el tiempo, pero nunca era
suficiente para un ahorro importante, tenían que pagar alquileres costosos y
además la policía los había parado en la calle un par de veces. No tenían
documentos de residencia pero zafaron de puro milagro y el miedo a ser
encarcelados los decidió a regresar. Trajeron unos Euros pero no les van a
servir de mucho si tu viejo no encuentra trabajo enseguida y sabés que a cierta
edad eso es casi imposible-
-Allá
ellos-
-El
tema es que preguntaron por vos-
-¡Ah,
ahora se acuerdan!- Reaccioné. -¡Se mandaron mudar y me dejaron de seña sin
importarles que era de mi vida! ¿No tendrán intenciones de que los ayude?-
-Tal
vez, tu padre no se distingue por ser una buena persona, está mal que yo lo
diga, pero fue el principal promotor que le llenó la cabeza a toda la familia
para que me ignoraran tratándome peor que a un perro. De todas maneras no
estaría mal que los oyeras, al menos para demostrarle que sos mejor persona que
ellos-
Asentí,
pero le aclaré que no iba a ser yo quien los buscara. Si estaban de veras
interesados que hicieran el esfuerzo de encontrarme.
-¿En
serio que andás bien con Alexia?- Insistió ahora más relajado.
-Si
tío, de diez-
-¿Sabe
que la amás?-
-Todos
los días le digo, te amo, te amo, te amo, a cada rato-
-Nunca
dejes de decírselo, ¿Y ella te lo dice?-
-Si
tío, me lo dice cada cinco minutos-
-¿Personalmente
o por teléfono?-
-Personalmente-
Contesté sin pensar lo que decía.
-No
sabía que estaban todo el día juntas- Comentó y me dejó pensando si el viejo
zorro no tendrá alguna sospecha de la identidad de Alexia.
Alexia comienza a despertar
Revisaba,
en el Estudio, varios planos junto a Edgardo tratando de definir detalles de
decoración en el dormitorio de uno de nuestros principales clientes cuando
advertí que se mantuvo unos segundos concentrado, en silencio, como tratando de
juntar valor para decir algo. Lo tomé de la mano, gesto que lo sorprendió y se
quedó mirándome.
-Vení,
vamos a tomar un café y me contás lo que te pasa- Le dije mientras lo llevaba
hasta la cocina.
Una
vez que se acomodó en un sillón con la taza humeante en sus manos se sintió
libre de expresar lo que ocupaba su mente.
-He
estado pensando bastante estos días acerca de mi doble vida y siento por momentos
una confusión que me inquieta-
-¿Y?-
-Recuerdo
que el día que me descubriste aseveraste que cada vez me iba a importar menos
que otra gente supiera quien soy, no se si eso es lo que siento pero, al menos,
sé que a quienes me conocen por ambas personalidades no los puedo seguir
engañando. Sabrina, Rocío, tu tío y Madame son muy buenos amigos, los quiero y
se que me aprecian, tanto por Edgardo como por Alexia-
-¿Entonces?-
Pregunté como si no supiera adonde quería llegar.
-Quiero,
cuando estemos todos reunidos, decirles la verdad. Supongo que lo entenderán-
-Te
aseguro que si- Le contesté mientras me levantaba de mi asiento y sentándome
sobre sus piernas le mordí los labios.
La confesión
El
sábado siguiente Alexia parecía una reina con un vestido de raso verde, con
finos breteles, largo hasta los pies, las sandalias plateadas de taco de
acrílico y la peluca negro azabache hasta la cintura. Para estar acorde a su
elegancia usé un vestido negro también largo, con generoso escote y las botas
de charol con taco aguja. Cuando llegamos a Casa Brandon recibimos piropos de
todos los que estaban parados en la vereda.
-¡Mamita,
por que no nos presentás a tu amiguita!- Exclamaron algunos que me conocían y
yo para darles envidia la tomé el brazo y la besé en la boca. Unidos los
labios, igualmente reímos al sentir los aplausos que nos prodigaron.
Ubiqué
al grupo que estaba en el mismo lugar de siempre junto a la barra. Sabrina y
Rocío estaban espléndidas, diría que cada vez más lindas. Tío Roberto parecía
un turista norteamericano en el Caribe con su pantalón blanco, camisa
multicolor abierta hasta la mitad del pecho y mocasines sin medias. Se había
dejado crecer el cabello canoso y lo llevaba sujeto con un elástico en la nuca.
Madame lucía uno de sus habituales vestidos chinos sensualmente ajustados al
cuerpo con dos grandes tajos laterales que llegaban hasta lo sensato.
El
ruido era ensordecedor, por lo que les hice seña de apartarnos a una esquina
donde se amortiguaban los ecos de los parlantes. Mi llamado los inquietó pues
supusieron que les traía alguna mala noticia. Se agruparon alrededor de Alexia
y de mí sin decir palabra.
-Bueno,
chico y chicas, hoy es un día especial, Alexia tiene algo importante que
decirles- Dije a modo de presentación.
Alexia
se tomó su tiempo, nos miró a todos mientras buscaba las palabras adecuadas.
-Bien,
lo que quiero decirles es que las quiero mucho a todas-
-Eso
ya lo sabemos, reina- Interrumpió Sabrina que recibió un pellizco de mi parte
para callarla.
-Y
por eso siento que si sigo sin decirles quién soy en realidad las estaría
engañando y una amistad no fructifica sobre la mentira-
Sabrina
estuvo a punto de abrir la boca de nuevo pero un gesto amenazador de mi parte
la contuvo.
-Bien,
aquí voy. Yo Alexia, como saben soy crossdresser, por lo tanto tengo otra vida
como varón. Soy Edgardo.-
Y
dicho esto último, así a boca de jarro, se quedó mirando al grupo sin saber
como continuar. La primera en reaccionar fue, como no, Rocío. Se acercó a ella
y la abrazó tan fuerte que temí que la dejara sin respiración.
Tío
Roberto comenzó a aplaudir y los demás lo siguieron mientras una a una repetían
el gesto de Rocío. Siendo la última que la abrazó, con lágrimas en los ojos que
me corrían el maquillaje solo atiné a decirle:
-Te
amo-
Madame
la besó en la frente y murmuró a su oído:
-Deberías
echar por la borda el lastre de la otra vida. Juraría que lo que más anhelas es
ser Alexia y nada más que Alexia-
Yo
pensaba lo mismo, pero la intervención de Madame era, de seguro, más
convincente. Miré a Alexia.
-Tendremos
que hablar de eso- Le dije, y la llevé a la pista a bailar.
Dudas y resolución
Sentados
a la sombra de los árboles en la orilla del pequeño canal en cuya otra margen
está el Club Náutico San Isidro, descansando de nuestro paseo en bicicleta,
Edgardo y yo comíamos los sandwichs de milanesa que había preparado y
compartíamos una lata de cerveza. La tarde era hermosa en todo sentido, el
clima era agradable y nuestro estado de humor excelente. De regreso del baile
habíamos hecho el amor con tanta intensidad que quedamos agotadas y nos
dormimos desnudas en medio de la cama con las sábanas arrugadas y el cobertor
por el suelo.
-Lo
que dijo Madame es cierto- Manifestó Edgardo cuando dio el último mordisco a su
milanesa.
-¿Estas
segura?- Pregunte en femenino por que a pesar de verlo vestido de varón, su
personalidad como Alexia era más fuerte en mi cabeza.
-Es
que todo es tan perfecto, puedo ser Alexia todo el tiempo, sé que puedo
hacerlo, no tengo problema en salir a la calle y ver a los clientes y trabajar
siendo Alexia-
-¿Pero?-
Volví a interrogarlo, intuyendo que había otra cosa.
-Pero
tengo un hijo. ¿Como crees que puedo explicarle que su papá ya no es su papá?.
Es...-
-Su
tía Alexia- Completé.
-¡Ja!
Podría decirle, mira, tu papi tenía una hermana loca internada en un hospicio y
ahora que se escapó te quiere conocer-
Después
de reirme un rato por la ocurrencia decidí hablarle seriamente.
-Mira,
lo de ser crossdressser está bien y hay quienes lo son toda la vida por que esa
es su única meta, pero en tu caso si lo que deseas es ser totalmente travesti
solo tienes dos opciones, o enfrentas el tema con tu hijo o renuncias a lo que
más quieres y luego te queda toda la vida para mortificarte-
-No
quiero renunciar, no necesito decirte por que vos lo sabes bien que mi
necesidad de vivir como mujer es algo que está más allá de nuestras propias
decisiones, es algo que llevamos dentro y que no podremos esconder, enfrentaré
la situación, de todas maneras mi ex esposa se ocupa todo el tiempo de ponerlo
contra mí. ¿Que más puede empeorar la situación?-
-¡Así
se habla!- No pude menos que exclamar.
El
resto del paseo lo ocupamos en hablar acerca de lo que debía hacer.
-¿Pensaste
en hacerte implantes?-
-¡Ni
loca! Le tengo miedo a las operaciones-
-Bueno,
una buena dosis de hormonas mejorará aún más ese cuerpecito y te crecerá el
cabello, no te lo cortes más, vas a ver que en poco tiempo terminaras con las
bolsas de mijo y las pelucas, además te voy a llevar a que te hagas depilación
laser ¿En serio no te querés poner unas tetas?-
-No
insistas, prefiero unos pechitos pequeños a andar con cosas que no son mías en
el cuerpo-
Un reencuentro accidentado
Un
llamado de tía Etelvina me arrastró a la parte desagradable de mi realidad.
Consiguió el número del Estudio a través de tío Roberto y se puso en contacto
conmigo para decirme que mis padres deseaban verme. Que estaban instalados
nuevamente en su casa y trabajaban en arreglarla pues estuvo desocupada todo el
tiempo en que habían vivido en Europa.
Le agradecí el aviso lacónicamente. Si bien
tía Etelvina era la única que había mantenido contacto con tío Roberto, en su
momento lo criticó duramente. Tal vez con los años se ablandó pero no puedo
dejar de recordar como hacía coro con mi padre para denostar a tío Roberto al enterarse
de su homosexualidad.
De
manera que tenía oportunidad de volver a la casa de mi infancia después de diez
años. Al detener mi auto en su frente observé el barrio, no había cambiado
mucho. Podía recordarme jugando a la pelota con los chicos de la esquina antes
que me asaltara la inclinación femenina. Otros niños ocupaban la calle ahora,
las vecinas debían estar más viejas y las compañeritas del colegio serían a
esta altura esposas sufridas de maridos con hambre de fútbol, ravioles los
domingos y pocas ambiciones.
Mientras
tocaba el timbre me sentí observada. ¿Alguno me reconocería? Me reí por el
pensamiento. Quien podría creer que esta morocha de largo cabello, pollera azul
hasta la rodilla, camisa de seda blanca y zapatos clásicos negros era quién había
sido. Me había vestido con decoro y elegancia, ya que iba a ser la primera vez
que mis padres me vieran travestido no me podía aparecer como una loca.
Abrió
mi madre. Inocente como siempre sin preguntar quién era.
-¿Que
desea, señorita?-
-Soy
yo, tu hijo, ahora tu hija-
Y
el hongo atómico se vio desde miles de kilómetros de distancia. Tal la
explosión de gestos de la cara de mi madre. Se quedó muda.
-¿No
me vas a hacer pasar?-
Sin
decir una palabra abrió más la puerta y se apartó para franquearme el paso. En
la sala mi padre, de pie, miraba aún sin comprender.
-Hola
papá-
El
arco iris se posó en la cara de mi padre hasta que su color viró totalmente al
rojo fuego.
-¿¡
Que es esto!?-
-Esto
soy yo, lo que siempre he querido ser-
-¡Un
degenerado!-
Por
que será que siempre escucho esa palabra.
-Miren,
yo no vine a que me juzguen sino por que ustedes después de abandonarme sin
decirme siquiera donde iban ahora vuelven con quien sabe que problemas y
esperan que yo olvide todo para sacarlos de un apuro- Dije yendo al grano para
evitarme una pérdida de tiempo innecesaria.
-¡No!-
Exclamo mi padre.
-¿No?
Entonces esta reunión no tiene sentido, por lo tanto me voy-
-¡No,
espera!- Volvió a gritar mi padre y agregó – Es que no puedo evitar sentir rechazo por verte así-
-Ya
conozco tu forma de pensar, también recuerdo lo que le hicieron a tío Roberto,
así que si no tienes otra cosa que decirme, adiós-
Mi
madre, hasta ese entonces callada trató de pronunciar algunas palabras pero
solo salieron de su boca unos gritos guturales, levantó un brazo señalándome y
cayó al suelo como una bolsa de papas.
-¡Ves
lo que lograste!- Gritaba mi padre mientras yo tomaba mi celular y llamaba al
107.
La
ambulancia llegó con bastante celeridad. El paramédico, sin poder evitar
echarme una ojeada al entrar, se dirigió adonde estaba mi madre y la auscultó.
Mi padre golpeaba las puertas y las paredes creo que por no golpearme a mi, no
por que no quisiera hacerlo sino por que en su locura estaba bastante lúcido
como para no desear ir preso.
-Debemos
llevarla al hospital- Dijo el paramédico
-¿Que
tiene?- Pregunté.
-Me
temo que un ACV. ¿Ha tenido antecedentes de trombosis?-
-Yo
no lo sé- Contesté y me dirigí a mi padre -¿Las ha tenido?-
-¡No
nunca! ¡La culpa la tiene este pervertido!-
El
camillero y el paramédico me miraron. Ya sea por que no le entendieron o por
solidarizarse conmigo le aclararon:
-Un
accidente cerebro vascular se le puede producir acostado en la cama, no es
consecuencia de un disgusto-
Pero
mi padre no lo entendía y continuaba insultándome en tanto yo acompañaba la
camilla con mi madre hasta la ambulancia. El vecindario se había agolpado en la
vereda. El paramédico metió casi a la fuerza a mi padre en la ambulancia y
dándose vuelta hacia mi dijo:
-Vamos
al Posadas, no corras por seguirnos, no sea que tengas un accidente, ahora le
voy a dar un Halopidol a tu viejo-
-Gracias-
musité y en medio de las miradas del chusmerío subí a mi auto.
A
mi llegada al Hospital mi madre ya había sido instalada en una sala de la
guardia. Mi padre, sentado en un banco en medio del pasillo se tomaba la cabeza
con las manos. Estaba dopado, pero no lo suficiente para dejar de mirarme con
odio. Me mantuve parada, alejada de él. Era una figura deprimente en medio de
un entorno deprimente. Una gran cantidad de personas deambulaban esperando, por
que en los Hospitales siempre se espera, se espera que los médicos los
atiendan, que los parientes enfermos sanen, que el tomógrafo funcione, que les
den el alta, que los operen, milagros, eso es lo que esperan. Los hospitales
siempre me produjeron esa terrible sensación.
Dos
médicos se acercaron, uno de ellos alto y el otro de más baja estatura, de piel
blanca y cabello rubio el primero, de piel bronceada y cabello negro el
segundo, ambos impecables en sus guardapolvos blancos.
-¿Ustedes
son parientes de la señora con ACV?-
Mi
padre no respondió.
-El
es el esposo pero me temo que no está en condiciones de pensar claro por ahora,
yo soy la hija- Y dije esto último mirando de reojo a mi padre que no dio
señales de reacción, incluso parecía rendido ante la situación.
-Bien-
Dijo el más bajo – Mi nombre es doctor Ramírez, soy cirujano vascular y le
comunico que debemos quitar el coagulo que se ha instalado en una arteria que
va al cerebro generándole una fibrilación auricular, por lo tanto debemos
tratarla con vasodilatadores e intubarla ya que respira con dificultad, luego
hablaremos de los cuidados posteriores-
-Ustedes
saben lo que hacen- Atiné a decir.
En
ese momento sentí que necesitaba un hombro donde apoyarme y llamé a Edgardo. Él
avisó al resto del grupo. Una hora después los pude ver viniendo por el extremo
del pasillo. Me rodearon de afecto. Me abrazaron y me consolaron. Me bastó un
instante para contarles todo lo sucedido. A unos metros mi padre aún se mantenía
confundido por el efecto del tranquilizante.
-Es
un pobre hombre- Dijo Madame
-Nunca
me hubiera imaginado verlo abatido, él que se llevaba el mundo por delante-
Aseveró tío Roberto que no pudo contener una lágrima.
Las
ocupaciones de todas las debieron devolver a sus trabajos. Edgardo y yo
quedamos esperando el resultado del tratamiento, mientras ocupábamos los
celulares manejando nuestros asuntos desde la distancia.
Ya
comenzábamos a inquietarnos cuando el doctor Ramírez salió de la guardia.
-Listo,
el coágulo fue disuelto pero debemos mantenerla bajo control, ahora la van a
trasladar a una sala de terapia intensiva por lo que las visitas están
restringidas-
-¿Ella
está bien?- Pregunté
-Si,
pero hay que tener paciencia, en cuanto le podamos dar el alta deberá comenzar
un tratamiento de anti coagulación para que no se produzca otra trombosis-
-¿Y
eso será por mucho tiempo?- Volví a interrogar.
-Por
el resto de su vida-
-Ves
eso lo que lograste al darle semejante disgusto- Interrumpió mi padre que
parado de su asiento se encontraba a nuestro lado, e insistió -A quién se le
ocurre aparecerse así vestido-
El
doctor Ramírez me miró, con la misma curiosa mirada que me había echado el
paramédico. Me hizo un gesto que interpreté como una invitación a caminar. ¿Que
querrá este? Pensé.
-¿Hija
o hijo?- Me preguntó en cuanto estuvimos lejos de mi padre.
-Bueno,
ahora soy mujer, en un tiempo era su hijo-
Me
tomó de la mano y mirándome a los ojos murmuró.
-Mi
apellido es Ramírez, mi nombre Héctor, pero antes me llamaba Sofía. Te
comprendo, bien que te comprendo-
Mi
gesto debió ser bastante elocuente, pues sacó del bolsillo de su guardapolvo un
documento y me lo mostró. Allí estaba, con todas las letras su verdadero
nombre.
-¿Y
en el Hospital lo saben?-
-Si
no hay problema, valoran mi capacidad-
-Jamás
hubiera pensado que iba a escuchar esa frase alguna vez refiriéndose a quienes
como nosotros elegimos una forma de vida diferente-
-El
mundo cambia-
-Pero
tarda-
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