Insistencia y juicio
El
padre de Susan volvió a contactarse conmigo. Era evidente que la pista que lo situó
en Francia se había diluido por algún lugar pues entonces no tendría sentido su
insistencia y así lo confirmé.
-He
leído en un suplemento de un diario que han expuesto cuadros suyos en Paris y
presumo que han estado en contacto con mi hijo, ¿me equivoco?-
-Si,
se equivoca- Conteste procurando no delatarme.
-Como
se imaginará por este llamado, el dato que tenía no pudo ser corroborado, no
era seguro que estuviera en París, o en otro lugar de Francia y temo haber
estado perdiendo el tiempo pero me urge saber y no tengo a quien recurrir-
Iba
a contestarle cualquier pavada pero el continuó hablando.
-Voy
a revelarle algo, aunque mis abogados me lo han prohibido, pero el hecho es que
estoy siendo investigado por algunas actividades no legales, los jueces están
sobre mi como fieras al acecho y temo que iré preso en cualquier momento y
aunque pudiera pagar la fianza no me dejaran salir del país ¿entiende por que
estoy tan desesperado?-
-Si,
lo entiendo, pero sigo sin poder ayudarle. Solo le puedo prometer hacer alguna
averiguación por mi cuenta, nada más-
-Se
lo estaré eternamente agradecido- Murmuró y cortó la comunicación.
De
inmediato trate de ubicar a Susan, pero no estaba en París ni en su viñedo. Los
empleados de ambos sitios me confirmaron que estaba de viaje con Pierre por el
sur de Francia. El intento con el celular tampoco dio resultado de modo que
solo pude dejarle un mensaje en su casilla.
Le
comente la novedad a Alexia y dos días después llego ella con el diario. En la
sección policial estaba la noticia de la detención del padre de Susan.
-Yo
pensé que me estaba haciendo el verso- Le dije a mi amada.
-Lavado
de dinero- Leyó Alexia- De eso se trataba-
Susan
me llamó al día siguiente, se había olvidado el celular en Paris y recién se
enteraba de mi mensaje anterior. Rápidamente la puse al tanto. Creí que iba a
condolerse de la situación de su padre pero se mantuvo firme.
-Querida
amiga, por un momento pensé, hace tiempo, que podría perdonarlo pero la verdad
es que no quiero hacerlo. No pienso viajar allá de ninguna manera-
-¿Y
tu madre?- Le pregunté.
-Ella
estuvo siempre de acuerdo con él y lo único que le interesaba era el dinero, ahora
que se arregle-
No
le podía reprochar su actitud, yo había tenido similar experiencia y mi
decisión también era inquebrantable.
La
sorpresa fue que nos vimos involucradas en las investigaciones. Al encontrar
facturas nuestras por los arreglos de la casa de la casa de Punta del Este y la
de Las Lomas, nos llamaron del juzgado a declarar. Afortunadamente todos
nuestros papeles estaban en regla aunque como por aquella época debíamos todavía
utilizar los nombres de nacimiento debimos aclarar que éramos quienes éramos lo
que complico un poco la audiencia ante el juez.
La
situación me puso en la posibilidad de poner un abogado que nos representara y
que con ese motivo pudo meter mano en el expediente. La tarde en que concurrió
a nuestra oficina para decirnos que estábamos desligadas de la causa también me
informó acerca el padre de Susan.
-El
señor Fernández esta muy comprometido, no solo se trata de lavado de dinero sino
que además esta implicado en asociación ilícita y tal vez hasta trafico de drogas,
por de pronto se que el juez no le va a otorgar la libertad condicional, teme
que advierta otros que están prófugos-
-Pero,
en ese caso lo podrían utilizar como señuelo para atrapar a los otros- Comenté.
-Gabriela,
me parece que ves muchas películas yanquis, ¿vos crees que Fernández va a ser
tan estúpido como para ir corriendo a ver a sus cómplices?-
-¿Entonces?-
-Lo
van a tener preso hasta el juicio oral y como marcha la justicia en la Argentina
seguro que van a pasar varios años-
-¿Y
la esposa, como se va a arreglar?-
-Le
embargaron todo excepto la casa de Las Lomas por que la tenia como bien de
familia, si es inteligente la puede desafectar y venderla y de ahí sacar unos
cuantos dolares para vivir dignamente, además estoy seguro que debe tener plata
escondida por algún lado pues lo abogados que representan al fulano son de los
mas caros y están trabajando a full-
La
novedad de nuestra exención de la causa me dejo tranquila pero apenas se fue
nuestro abogado me comuniqué con Susan. Su respuesta no varió en nada respecto
a la anterior, lo único que lamentó fue que nos viéramos involucradas.
Paris
El
edificio que Pierre puso a nuestra disposición estaba ubicado sobre la Rue
Rivoli, casi en las esquina con Boulevard de Sebastopol, salida al Pont au
Change. Frente a la place de
la Torre de Saint Jacques. Desde los pisos mas altos podíamos
ver el Sena y detrás la Ile de la Cité. El edificio mas importante a nuestra derecha
era el Louvre y a la izquierda la Place y el Hotel de Ville o sea el
Ayuntamiento de la ciudad.
Pero
no quiero adelantarme demasiado, antes de llegar debimos pasar por tramites varios,
en principio poner en venta nuestras casas para lo que exigimos a la
inmobiliaria que, fuera como fuera, solo aceptábamos dólares. En la misma
tesitura se colocaron Sabrina y Rocío para vender su departamento y el local de
la peluquería. Beatriz y su pareja siguieron el ejemplo, tío Roberto y Catalina
también.
No
teníamos apuro por vender así que consideramos que eran condiciones
inapelables. Lo único que nosotras conservamos fue el local de artículos de decoración
que le dejamos a Fernanda y Silvana por un alquiler casi simbólico para
ayudarlas a que se establecieran por su cuenta.
Una
empresa de mudanzas se ocupó de todos los trastos que pensábamos llevar, su
embalaje y clasificación, de manera que cuando nos dimos cuenta ya estaba todo
organizado para ser enviado vía aérea. Era todo lo que poseíamos excepto los
muebles que dejamos en cada propiedad como parte de la venta de las viviendas.
La
sensación reinante en el aeropuerto de Ezeiza, esa mañana no era de tristeza.
Todos estábamos de acuerdo en la decisión tomada y no había sentimientos de
duda por lo que dejábamos atrás. Sabrina ya no tenía a sus padres fallecidos, Rocío
había perdido a su madre y de su padre no deseaba saber mas nada. De los míos
no quería tener ni la mas mínima noticia como se los había hecho saber, Alexia,
al igual que Sabrina los había perdido para siempre, Beatriz, luego de aquel
intento de sacarle el hijo por parte de sus padres era como si estuvieran muertos,
de Paulina no sabíamos mucho pero evidente que no tenia ningún problema en
irse, de Tío Roberto y Tía Catalina, ni hablar, ambos eran personas de mundo y
un lugar era lo mismo que otro aunque Paris no era obviamente Buenos Aires y la
tía tenia muchas amistades en la ciudad luz.
Pasamos
en tropel por el control de Migraciones y debo confesar que recién me sentí
tranquila cuando ya estábamos ubicadas en nuestros asientos. Adrián y Jonatan miraban todo con la curiosidad de la niñez y
de la primera vez que realizaban un viaje en avión. Durante el viaje hablamos
poco, al parecer cada un iba sumido en sus propios pensamientos e inquietudes.
No se trataba de un viaje de turismo, tenía toda la importancia de haber
cortado todos los puentes con el pasado y a su vez de la esperanza por las
vicisitudes de la nueva vida que nos esperaba.
Cuando
el avión toco tierra en Orly aun era de noche. Esa hora en que comienza el día
pero no se ha asomado el sol. Transitamos lentamente la manga de desembarco
tratando de mantenernos unidos entre tanta gente. Luego de haber traspuesto los
controles de migración y la revisada de equipaje sin novedad, al final de un
pasillo pudimos ver a Pierre y Susan, esperándonos. Nos acompañaron a buscar el
montón de valijas que llevábamos y luego salimos al estacionamiento cuando el
aura del sol de la madrugada empezaba a iluminar el cielo.
Pierre,
previsor como siempre había alquilado un pequeño ómnibus donde cabíamos con
total comodidad, y nos llevó de inmediato a nuestro nuevo hogar. Las calles aun
estaban vacías, la mayoría de los parisinos todavía no habían salido para sus
trabajos y solo se veía a los empleados de la limpieza haciendo sus tareas.
Cuando
se estacionó el vehículo frente al edificio quedamos boquiabiertos, era una
hermosa construcción, con el frente ornamentado, color amarillo y grandes
ventanales con balcones de hierro forjado, todo para nosotros. Cuatro pisos, un
piso para cada pareja, hasta en ese detalle había pensado el marido de Susan.
La
planta baja tenia dos enormes locales. Pierre nos aconsejo que serian ideales
para que tío Roberto pusiera su restó y Beatriz con su pareja, la inmobiliaria.
-Ya
tengo resuelto el tema del local de ustedes- Me dijo y agregó- También di una
seña por otro local para la peluquería a una cuadra del de ustedes sobre los
Campos Eliseos-
-No
se como voy a pagarte todo lo que has hecho, pues no se trata solo del dinero
del que quiero hablar esta noche, sino del tiempo que has invertido- Le
contesté.
-No
te preocupes, ahora a elegir el piso que va a ocupar cada uno-
Tío
Roberto y tía Catalina se ubicaron en el primer piso, Sabrina y Rocío en el
segundo, Beatriz y Paulina el tercero, Alexia y yo, en el cuarto. El edificio tenía
un pequeño ascensor con rejas de hierro y una amplia escalera de mármol, las
habitaciones de techos altos, pisos de parquet y carpintería de madera. Cada
piso tenía cinco de ellas por lo que sobraba el espacio, además de una cocina, lavadero
y tres baños.
-Lo
que haría para decorar esta hermosura- Opino Alexia.
La
tome del brazo y le dije al oído.
-Anda
pensando por que creo que le voy a hacer una propuesta a Pierre-
Ella
me miro sorprendida.
-¿No
pensaras comprárselo?-
Mi
sonrisa fue elocuente.
-Esta
noche se lo voy a decir- Aclaré.
Una
vez que nos pudimos acomodar provisoriamente trate de organizar al grupo para
que realizáramos entre todos una cena en homenaje a nuestros amigos. Antes del encuentro
los convoque para hacerles una propuesta.
-Mi
idea es que nos quedemos en este edificio de manera permanente, para ello
debemos cómpraselo a Pierre y la única manera que se me ocurre es que le
propongamos hacerle el pago en cuanto vayamos vendiendo nuestras propiedades en
Buenos Aires-
-¿Pero
como sacaremos la plata de allá?- Pregunto Sabrina.
-Yo
hice un arreglo con el abogado que nos representó en el juicio del padre de
Susan, el tiene contactos con los cuales puede depositar todo el dinero en una
cuenta en las Islas Caimán, de allí lo puede triangular a una cuenta en Suiza y
después en un Banco de Francia. Nos podrán sacar un porcentaje por la venta
pero del resto del dinero van a perder el rastro y como nosotros no vamos a
regresar que nos echen los sabuesos-
-¿Es
seguro?- Pregunto tío Roberto.
-Totalmente,
una llamada mía y el se ocupará de todos. Si están de acuerdo, le voy a pedir a
Pierre precio por este edificio y además que me pase todos los gastos en cuanto
a las señas que dio por los locales. Si cubrimos el monto no hay más que decir-
El
acuerdo fue total.
La cena de bienvenida
En
el piso que ocuparon tío Roberto y Catalina realizamos esa misma noche la cena
de agradecimiento a Susan y Pierre. Como recién nos estábamos instalando,
dividimos las tareas. Tío Roberto y Catalina, como los anfitriones se dedicaron
a buscar por todo el edificio manteles, platos, vasos y cubiertos. El hecho de
que hubiera de todo era consecuencia de que Pierre tenía pensado alquilarlo con
muebles y vajilla incluidos. Alexia y yo nos fuimos a una de esas clásicas
ferias en la calle donde compramos todo lo que se nos ocurrió. Mi idea era hacer
varios pollos con papas al horno, mi especialidad. Sabrina y Rocío fueron a
comprar bebidas, Beatriz y Paulina ayudaron a Roberto a acomodar lo necesario,
para lo que tuvieron que trasladar varias sillas de otro piso.
Finalmente
nos reunimos y comencé ayudada por Alexia y Tía Catalina a pelar las papas y
trozar los pollos. El resto terminó de preparar las mesas. Sabrina y Rocío se
demoraron un poco pues, a pesar de mi consejo, habían salido sin un mapa de la
ciudad y se perdieron lo que las demoró. Igualmente llegaron a tiempo cargadas
con varias botellas de vino y gaseosas. Al parecer también tuvieron problemas
con el idioma, pero uno de los dependientes del negocio era uruguayo y las
ayudó.
Al
llegar Susan y Pierre comenzamos a cenar. El grupo tan unido como siempre no parecía
notar la diferencia de estar a miles de kilómetros de Buenos Aires. Lo único
que nos hizo caer en la cuenta de dónde estábamos fue cuando, en la medianoche
se encendieron las luces parpadeantes de la Torre Eiffel. En ese momento,
mientras degustábamos los postres, duraznos en almíbar, fue que le hice a
Pierre la propuesta que todos esperaban. La sorpresa en su cara fue mayúscula.
Por un momento creí que le había alterado los planes que tenia con el edificio
y que no iba a poder respondernos afirmativamente.
-Querida
amiga- Dijo después de un segundo en que quedamos expectantes- Queridos amigos-
Continuó- No se imaginan lo feliz que me hacen. Yo tuve en un momento la
ilusión de que aceptaran este edificio para su vivienda permanente, claro que
no puedo regalárselos, hice una fuerte inversión en él, pero pensaba hacerles
la propuesta de que me lo fueran pagando como pudieran. Para no lucrar había
decidido cobrarles el mismo monto que había pagado cuando lo compré. Por de
pronto hagan lo siguiente, utilicen primero el dinero que puedan para decorarlo
y amueblarlo a su gusto, desde ya pueden hacer de cuenta que es suyo y, de aquí
a un año, comienzan a pagármelo, dejo a la discreción de ustedes como
repartirán los pagos de cada ¿pareja, debo decir? Recuerden que deben instalar
sus negocios, si tienen dinero ahora utilícenlo para eso, deben asegurarse sus
ganancias, todavía no saben si habrá compradores para sus casas en Buenos
Aires. Inviertan en negocios y guarden. De aquí a un año conversaremos de
nuevo-
El
brindis fue unánime.
-¡Por
el futuro!- Exclamamos todos y todas como si nos hubiéramos puesto de acuerdo-
Organizando los
negocios
Pierre
y Susan andaban bastante ocupados con sus propios negocios y por ello no tenían
tiempo de andar acompañándonos cada vez que necesitábamos algo. Salvo Tía
Catalina, los demás solo farfullábamos algunas pocas e ininteligibles palabras
en francés y resultaba difícil tratar con los parisinos en semejantes
condiciones. Para salir del paso nos organizamos de la siguiente manera.
Primero trataríamos de abrir cada uno de los locales para lo cual, por supuesto
recayó en Alexia y en mí la tarea de decorarlos, lo que significaba lidiar con
contratistas y proveedores. salvando el hecho de que aquí se cumplía al palabra
empeñada en las fechas de entrega y las calidades de los materiales, nos
costaba bastante hacernos entender por lo cual tía Catalina andaba detrás de nosotras
oficiando de traductora y por las noches nos juntaba para darnos algunas clases
de idioma.
Por
las mañanas nos reuníamos durante el desayuno colectivo para definir los temas
sobre la instalación de los locales, luego cada uno salía a su negocio a verificar
los trabajos y su avance. Volvíamos a vernos al mediodía y continuábamos los
trabajos por la tarde. Además de los negocios debíamos pensar en Adrián y
Jonatan. En ese punto fue tía Catalina la que nos dio una gran mano pues,
merced a su amistad con una profesora de modales como ella, pudimos presentarlos
en un colegio del Barrio Latino, cerca de la Sorbona donde no tuvieron ningún
inconveniente en aceptarlos a pesar de que, de entrada, dejamos bien expuestas nuestras
condiciones de familia para que no surgieran dudas luego.
-Les
va a costar mas por el idioma, pero son niños muy inteligentes y en poco tiempo
estarán a la altura de sus compañeros- Nos auguró la directora después de hacerles
un test a cada uno.
Como
si toda ayuda fuera poca, Pierre puso a nuestra disposición dos vehículos con
sus chóferes, para que no anduviéramos por la ciudad, dependiendo de buses y
subtes y pudiéramos hacer nuestro trabajo más rápido.
Al
cabo de un mes llego la primera noticia. La vivienda de tío Roberto estaba vendida
y dos días después el dinero estaba en la cuenta común del Banco de Francia. Lo
de abrir una cuenta común fue una de las decisiones que tomamos. La idea era
juntar todo el dinero y hacer todos los pagos necesarios a Pierre y luego,
entonces repartir lo que quedaba. Cuando ya estábamos por inaugurar los locales
llego el dinero de las otras ventas. Estábamos por iniciar nuestra nueva vida
de trabajo en Paris y simultáneamente se habían cortado los últimos lazos con
América. El restó, la inmobiliaria, la peluquería y la casa de decoración
estuvieron para inaugurarse simultáneamente pero debimos hacerlo en días
diferentes para poder estar todos en los eventos.
En
todos los negocios tratamos de realizar decoraciones económicas pero efectivas.
Solo lo indispensable aunque con buen gusto. El otro tema fue contratar
personal para lo que debieron ayudarnos inevitablemente Susan y Pierre al
conocer ellos la idiosincrasia del asalariado parisino. En la peluquería
tomaron a dos mujeres, una para hacer la limpieza y otra con conocimientos para
ayudar a las chicas si tenían, como esperaban, una buena cantidad de clientes. En
la inmobiliaria solo tomaron a una mujer para atender el teléfono y tareas
varias. En el restó, contrataron a un cocinero y dos mozas y en la casa de decoración
tomamos a dos mujeres, decoradores ambas para atender el local, una para hacer
la limpieza y otra para secretaría. Salvo el restó, los locales eran muy iluminados,
con grandes ventanales hacia la calle y decorados con tonos claros, el local de
tío Alberto era de carácter mas intimo, y contrariamente a los otros lo
decoramos con antigüedades y colores mas subidos.
Cada
dos días hicimos las inauguraciones y tuvimos la suerte de contar bastante
público en todas ellas debido sobre todo a las amistades de Susan y Pierre por
un lado y de Tía Catalina por el otro. Habíamos comenzado a trabajar y
realmente ya no nos sentíamos solas en medio de esa ciudad que ya era casi
nuestra. Pronto nos vimos rodeadas de una verdadera comunidad de amigos.
El edificio
Una
vez que paso la locura de inaugurar los negocios nos dedicamos con ahínco a
redecorar el edificio. En casa piso nos reuníamos con sus ocupantes y pasábamos
varias horas tratando de definir lo que deseaban. Para evitar perdida de tiempo
Alexia y yo instalamos provisoriamente un estudio en una de nuestras
habitaciones, así, ella o yo, nos turnábamos para estar al pie de la obra y
controlar los trabajos. El edificio era un verdadero caos con operarios
entrando y saliendo todo el tiempo y nos llevo un mes vivir en medio de esa
situación. Por otro lado, una vez que arreglamos todas las cuentas fuimos a ver
a Pierre para hacerle efectivo el pago de la venta del inmueble y pagarle todo
lo que le debíamos. De todas maneras aceptó solo una parte del monto total,
diciéndonos que consideraba la deuda saldada y que no quería volver a hablar
sobre el tema.
De
común acuerdo también arreglamos los lugares de uso común y pintamos la
fachada, hicimos revisar el ascensor y colocamos todos los sistemas de
seguridad necesarios.
Por
supuesto que continuamos con la costumbre de hacer una fiesta para festejar el
termino de las obras y cuando ya estaban todos instalados la realizamos en el restó
adonde llegaron invitados nuevamente los amigos de Susan y Pierre, las que comenzaban
a ser clientas de la peluquería y del restó, nuestros socios en la casa de
decoración, los fabricantes de muebles.
Todas
las mujeres decidimos que no se podía perder la ocasión para vernos esplendidas
así que nos compramos vestidos de fiesta, largos, brillantes, acompañados de
zapatos taco aguja y nutrida bijouterie. Estábamos esplendidas aunque debo
admitir que no éramos las únicas, como si las demás se hubieran puesto de acuerdo
lucían como para una recepción en el Ritz.
No
faltaron los galanes que pretendieron conquistarnos y debo reconocer que si
otra hubiera sido nuestra situación me hubiera perdido en alguna cama con uno o
varios de ellos. Pero amablemente se excusaban al saber como estaban conformadas
las parejas de estas argentinas insólitas y se portaron como verdaderos caballeros.
Tío Roberto no escatimó en el menú, aunque habíamos colaborado todos por igual
en los gastos agregó algunas cosas por su cuenta como los excelentes vinos y
otras delicias que, debido a mi total desconocimiento de la nouvelle cuisine,
ni siquiera supe de que se trataban.
La
fiesta continuó hasta que, con la llegada del alba, rápidamente se limpiaron
las mesas y se sirvió el desayuno. A pesar de que muchos se habían excusado por
que debían regresar a sus hogares no era poca la gente que se quedó y más
silenciosos debido al cansancio, compartimos un espléndido desayuno con
croissant, baguettes, mucha mermelada y grandes tazas de café con leche.
El
agotamiento superó a los que quedaban y ya era la hora en que los parisinos
salen a comprar el diario y las baguettes para el inicio del día domingo. Los
asistentes a la fiesta que quedaban se fueron marchando de a poco y quedamos
solo los anfitriones. Rocío propuso tomar unos mates con bizcochitos, ya que habíamos
cargado con varios envases de yerba de Argentina pero no hubo mucho entusiasmo
por seguir. Beatriz, Paulina, Tío Roberto y tía Catalina se fueron a dormir llevándose
a Adrián y Jonatan que habían estado activos toda la noche paseando de mesa en
mesa y ahora estaban profundamente dormidos en un sillón del local.
Alexia,
Rocío, Sabrina y yo aun teníamos ganas de seguir despiertas, de modo que
subimos a cambiarnos de ropa por algo más cómodo y salimos a la calle. Caminando
despacio llegamos hasta el Sena, del que solo estábamos a dos cuadras. Luego
tomamos por la ribera, siguiendo la amplia curva que hace el río hasta cruzar
el Pont de Lenay al Campo de Marte, al
pie de la torre Eiffel. Aprovechando que la fila no era demasiado larga nos
quedamos allí y después de una hora pudimos subir a los enormes ascensores que
nos llevaron hasta el segundo nivel. Salimos al gigantesco balcón y mientras el
aire fresco de la mañana nos despejaba los sentidos nos quedamos las cuatro en silencio
contemplando la ciudad. Sabrina, que previsoramente había llevado una cámara fotográfica
nos saco algunas fotos a nosotras y al hermoso panorama de la ciudad.
Ya
estábamos por entrar al recinto cerrado cuando Sabrina se detuvo mirando hacia
la ciudad y abriendo sus brazos, gritó con todas sus fuerzas.
-¡Aquí
estamos, Paris, y hemos venido a conquistarte!-
-¡Si!-
Exclamamos las demás y nos dimos cuenta que el resto del público nos miraba
entre asombrado y risueño.
Luego,
como si no hubiéramos comido nada hace mucho tiempo nos sentamos a deglutir unos
hot dog con gaseosas. Alexia compró cuatro recuerdos de la torre, se quedo con
uno y nos regaló las otras a cada una. Luego bajamos y regresamos caminando por
la otra orilla hasta el Boulevard du Palais y atravesamos la Ile de la Cite,
pasando por el frente de Notre Dame. Eran las diez de la mañana y recién nos
fuimos a dormir.
La promesa
Era
la hora en que comenzaba a bajar el Sol cuando Alexia me despertó. Yo le
contestaba vagamente pues todavía no me había repuesto de la noche anterior,
pero vi que ella estaba vestida y arreglada. Como yo continuaba dando vueltas
en la cama me sacó la colcha y me insistió en que me levantara.
Haciendo
un esfuerzo me erguí y tanteando la robe de chambre fui a darme una lavada de
cara para despejarme. Me había preparado la ropa, un vestido mini, ajustado,
color dorado, zapatos con poco taco, animal print y hasta había escogido una
cartera también dorada haciendo juego con el vestido. Cuando la observé con
atención me di cuenta que su ropa era similar pero en plateado. Me puse el
vestido, sin corpiño, por lo que mis senos asomaban inquietantes por el escote
y me calce los zapatos. Me peine y salí tras ella sin saber adonde me quería
llevar. En el ascensor me dio un beso en la boca que me puso en orbita, estaba
tan contenta que supuse que debía tener una buena razón para levantarme.
Salimos a la calle, debo decir que nuestro atuendo era bastante llamativo pero
a esa altura ya me sentía como una reina y caminábamos del brazo sin importarnos
las miradas tanto masculinas como femeninas.
Tomamos
por la Quai de la Megisserie y su continuación por la Quai del Louvre hasta
llegar al Pont de las Arts. Comenzamos a cruzar el puente pero Alexia se detuvo
en la mitad. Yo la miraba sin entender todavía cual era su propósito pero me quedo
claro cuando sacó de su cartera un candado de bronce. Aquí debo contar lo que
sucede en el Pont de las Arts, las parejas y también otros que no lo son han
tomado como costumbre enganchar un candado en la baranda metálica del puente y
cerrándolo con llave arrojan ésta al río para asegurarse, algunos el retorno a
Paris u otros para la consolidación del amor. Esa era la intención de Alexia.
Abrió
el candado y lo puso en el alambre tejido de la baranda, luego me invito a que,
juntas, lo cerráramos, una vez que lo hicimos, tomó una de las llaves y me dio
la otra.
-Mi
amor, estoy en el lugar mas hermoso del mundo, el que siempre quise conocer y
con la persona que amo por sobre todas las cosas, ¿nos ira bien en los
negocios? Quien lo sabe, pero de algo estoy segura, de que jamás dejare de estar
a tu lado y en esta ciudad, por eso me conseguí este candado. Nuestro candado.
Arrojemos las llaves al río y sellemos para siempre esta relación-
Me
tomó de la cintura y me dio otro apasionado beso.
-¿Ahora?-
Preguntó
-¡Ahora!-
Grite.
Y
arrojamos las llaves que desaparecieron rápidamente para juntarse con otras
tantas llaves y muchos sueños.
El
sol comenzaba a bajar. El cielo se tornaba amarillento. Apoyadas en la baranda teníamos
a nuestro frente a la Ile de la Cité y el río divido en dos brazos de agua
mansa surcados por bateaus de turistas y pequeñas barcazas, en las orillas la
gente comenzaba a levantar los manteles donde había dispuesto la merienda del
picnic junto al Sena. Unos caminaban lentamente, otros estaban parados observando
el atardecer o los ancianos edificios, a nuestro alrededor se escuchaba una Babel
de idiomas, turistas, estudiantes, grupos de personas mayores. Desde un bateau
nos saludaban como si todos nos conocieran y nosotras respondíamos con besos arrojados
al aire. Mi mano izquierda y la derecha de Alexia estaban todavía sujetando
nuestro candado y ambas se sostenían entre sí. Las luces de la ciudad comenzaban
a encenderse y las farolas de la Place de la Concorde parecían estrellas a baja
altura.
Un
nudo persistente se fue alojando en mi garganta. Quería hablar, decir algo
importante en semejante momento pero no me acudían las palabras o estas no salían
debido a la emoción. Y comencé a llorar.
Lloraba sin vergüenza mientras el rimel me corría por las mejillas y Alexia me
observaba, sonriendo, hasta que ella también se largó a llorar y su rimel también
se derretía y nos mirábamos y nuestro llanto se mezclaba con risas al vernos
hechas unos espantajos con la cara manchada.
Nos
limpiamos mutuamente. De pronto fue como si todo el bullicio a nuestro
alrededor se hubiera detenido. Éramos nosotras, las dos, y el Sena y las luces
de Paris y nada más.
-Bueno,
aquí estamos- Dijo Alexia a falta de algo más original.
Me
reí, la tome de la mano y comenzamos a transitar el puente hacia el Quai del
Louvre. Unos metros mas adelante cruzamos los brazos para asirnos de las
cinturas y seguimos estrechamente unidas.
-Je t´aime- Dijo ella.
-Moi
aussi- Dije yo.
A
lo lejos, la torre Eiffel era un carnaval de luces amarillas.
Fin.