23. NOVEDADES AL REGRESO DE BERLIN
La relación que nos había unido a Sissy y a mí durante el
viaje se cortó en cuanto estuvimos en Buenos Aires. Yo no me había hecho
ninguna ilusión al respecto, para mí era simplemente haber aprovechado una
situación de intimidad y pasarla bien, pero era evidente que a ella le
interesaba dejar las cosas aclaradas pues mientras estábamos en vuelo me dijo.
-Sería conveniente que las chicas no sepan que mantuvimos
relaciones, para evitar cualquier habladuría-
Asentí sin palabras. Eso significaba abiertamente que no
quería repetirlas y no la contradije. ¿O habría alguna persona en particular
dentro del grupo que no debía saberlo?
En cuanto a Benjamín, su malhumor continuaba. Y no era por
la película, pues apenas llegados supimos que estaba batiendo records de
recaudación. En realidad seguía molestándolo lo sucedido en el lobby del hotel.
El haber visto bien de cerca a dos personas que no negaban su sexualidad y
mucho menos su pasión por la ropa femenina, había sido como enfrentarse a un
espejo que no quería ver, un espejo que le revelaba brutalmente lo que él era y
procuraba ocultar.
La situación se puso peor cuando un desconocido le envió
por mail a la dirección de las oficinas una foto en donde se nos veía a
nosotras, Sissy y yo, levemente de espaldas y a Benjamín y su muchacho, de
frente, en el momento de la discusión en el lobby. El epígrafe decía algo así
como “El empresario se divierte con travestis latinoamericanas”. Nunca hubiera
sabido de esa foto si no fuera porque la secretaría de Benjamín me la reenvió
por mail, ignorando quienes eran las supuestas travestis.
De manera que no habría más películas con Benjamín, algo
que no me preocupó. En cuanto estuve en casa comprobé que mi contestador
rebosaba de llamados. Proyectos y más proyectos me eran ofrecidos. Tomé debida
nota y me prometí un buen descanso antes de analizarlos.
Lo primero que hice, una vez que estuve lo suficientemente
relajada, fue llamar a Julia para hacerle saber que iba a comenzar a editar el
documental que habíamos filmado con el resto de las chicas. Su respuesta me
preocupó.
-Mirá, con el tiempo que pasó algunas están de nuevo
reticentes a aparecer y colaborar, sería bueno que nos reuniéramos y vemos
quienes siguen con el proyecto-
Estuve de acuerdo. Carmen y Julia habían puesto mucho
énfasis en la idea y yo las había acompañado gustosa pero si eso era ocasión de
problemas estaba dispuesta a no continuar.
Antes de fijar la reunión tuve ocasión de encontrarme con
varias en Angel´s. Era sábado y había decidido salir a mostrarme un poco. Tomé
un remise en la puerta de mi casa, saludando a unas vecinas que estaban tomando
fresco en la vereda. Siempre me preguntaba en estas situaciones si se darían
cuenta de quién era en realidad, pero lo cierto es que nunca lo supe. Si lo
habían adivinado lo callaban muy bien y si no era así, podía sentirme
satisfecha de mi apariencia y tranquila ante la posibilidad de encontrarme
algún conocido por la calle.
Bajé del auto en la Avenida Corrientes, mi sitio favorito
para pasar el tiempo. Caminé despacio por las veredas deteniéndome en las
vidrieras de las librerías o frente a la cartelera del Teatro San Martín. Entré
en varios locales para revolver libros de las mesas de ofertas y finalmente, no
pudiendo resistir la tentación, terminé comprando dos tratados sobre cine que,
afortunadamente, entraron en la cartera.
Cuando consideré que era una hora apropiada doblé en Callao
hacia la avenida Córdoba, volví a girar en Viamonte hasta la puerta del
boliche. En la vereda había gran bullicio generado por varios grupos de
travestis, crossdressers y sus admiradores. Pasé entre ellos hasta llegar a la
entrada. En el momento en que iba a trasponerla me tocaron el hombro y giré
para ver quién era. Jenny, Rosa y Amanda estaban detrás de mí. Nos confundimos
en abrazos y grititos de alegría.
Ni bien entramos Rosa y Amanda se fueron a bailar en medio
de la pista. Jenny y yo nos quedamos en la barra mirando el ambiente.
-Se la ve más decidida a Amanda- Comenté al verlas
desenfrenadas.
-Sí, ahora, pero no te imaginas lo que nos costó sacarla. A
ella le gusta salir pero sigue con su miedo atroz, prácticamente la vestimos a
la fuerza para traerla- Aclaró Jenny.
Después de un par de cervezas, salió a relucir el tema de
la película.
-Sí, las cosas volvieron a ser lo que eran- Dijo Jenny,
para continuar – Siempre son las mismas las que se oponen-
-Bueno, será cuestión de no incluirlas y listo-
-Tal vez, pero ¿sabes? Siento que este tema puede dividir
al grupo y eso sería una lástima-
-Mirá, yo no gano nada haciendo esto, si se corre ese
peligro no la hacemos, pero hablé con Julia y ella está dispuesta a hacerlo con
las que estén de acuerdo-
-Sí, es que era una buena idea, nunca nos imaginamos que
produciría roces entre nosotras-
En ese instante me prometí charlar seriamente con el
matrimonio. A mí me interesaba conservar el grupo, aunque las actitudes de
algunas no me conformaran, pues sentía que me habían dado un lugar en un
ambiente donde las amistades son efímeras.
Para olvidar el tono de la charla Jenny y yo nos sumergimos
en la locura ambiente. Bailamos toda clase de ritmos incluso algunos lentos en
los cuales nos abrazamos fuertemente. Pero yo no estaba deseosa de sexo y ella
tampoco.
Continuamos la reunión en el bar de una estación de
servicio, único lugar abierto a esa hora de la madrugada, cuando el sol
comienza a asomarse. Sentadas a una mesa cubierta de platos con medialunas,
tazas de café y té, me pidieron que les contara todas las peripecias del viaje
a Berlín, en las que obvie, por supuesto, las relaciones que había tenido con
Sissy. Mi sospecha acerca de una relación especial de Sissy con alguna de las
chicas se me presentó clara cuando noté que Amanda preguntó por ella
insistentemente.
-¿Se acostaron con hombres?- Preguntó de pronto.
-No, nos portamos como unas santas- Contesté advertida del
interés de Amanda. Mientras me alcanzaba a mi casa en su auto Jenny me
clarificó las últimas noticias acerca del proyecto de la película. Estaban a
favor, Julia y Carmen por supuesto, ella misma, Gabriela, Sweet y Sissy. En
contra Mónica, Rosa, Antonia y Agustina y Rebeca a la que le había asaltado la
idea de tratar de reconquistar a su ex esposa. Indecisa Amanda que se debatía
entre su timidez y sus ganas de liberarse de su complejo.
Lo de Rebeca me cayó mal. ¿Dónde había quedado su ansia de
libertad? ¿Iba a renunciar al crossdressing por una mujer que la maltrataba? Es
bien sabido que al crossdressing no se puede renunciar, salvo que se sea
masoquista. Es un estilo de vida, no un capricho ni una perversión. Estaba
segura de que Rebeca sufriría nuevamente
pero decidí no meterme. Era evidente que estaba enceguecida y no debía
estar en capacidad de razonar.
Para el domingo siguiente se fijó la fecha para un asado en
lo de Julia. Recibí el aviso por mail y no me puso de buen humor. Hubiera
preferido evitar la posibilidad de un enfrentamiento y preocupada por ello
volvía llamar a Julia. Quedamos en que el matrimonio pasaría por mi casa.
Las recibí, vestida con un pantalón de jean elastizado, una
blusa plateada brillante y mis nuevas botas negras. Ellas estaban espléndidas,
ambas con vestidos, azul el de Carmen, rosa el de Julia y zapatos stiletto haciendo
juego con el color de la ropa. En cuanto bajaron del auto llamaron la atención
de los transeúntes, algunos de los cuales se quedaron mirando hasta que
ingresaron a mi casa.
Fue una velada agradable. Tomamos té y masas, ellas habían
llevado facturas y una botella de coñac. Les conté de Berlín y luego pasamos al
tema que nos preocupaba.
-Francamente estoy desilusionada- Dijo Carmen- Me pareció
que era una buena idea, algo que sirviera de ayuda a todas ustedes y a
nosotras, las esposas y a todo nuestro ámbito de relación-
-Sí, pero debimos pensar que muchas jamás saldrían del
closet, jamás lo dirán a sus parejas ni jamás asumirán lo importante que es el
crossdressing- Argumenté.
-Sí, me temo que es así, estos son los momentos en que te
das cuenta que a los sueños, en ocasiones, los barre la realidad-
Después de varias tazas de té y café y algunas copas de
coñac llegamos a una sola conclusión, el proyecto se haría con las que lo
desearan, siempre y cuando eso no significara el desmembramiento del grupo. Una
vez tomada la decisión nos sentimos más tranquilas y nos dispusimos a ver “Reyes
o reinas” en DVD.
24. UNA REUNIÓN IMPORTANTE
Como lo esperaba, la reunión en casa de Julia no fue todo
el tiempo placentera. A medida que fuimos llegando, algunas vestidas de hombre
para cambiarse en la casa y otras directamente montadas, el clima reinante
parecía como el de las buenas épocas. Julia se concentró en el asado mientras
Jenny, Sweet y yo ayudábamos a Carmen con las ensaladas. Antonia y Agustina
preparaban platos, vasos y cubiertos llevándolos a la larga mesa que habían
desplegado en el jardín. El resto estaban sentadas conversando.
Hubiera sido un feliz regreso a las épocas en que reinaba
la más absoluta armonía, se hicieron bromas, nos sacamos fotos, cantamos y
contamos chistes. Pero finalmente Julia dijo que era hora de definir lo que se
iba a hacer con la película. Algunas se mostraron incómodas, yo entre ellas
pues aunque sabía que tarde o temprano habría que hablar el tema, me pareció
que era estropear un ambiente casi ideal.
Las opiniones se cruzaron. Yo permanecí muda. Estaba segura
que Julia y Carmen finalmente propondrían lo que habíamos hablado dos días
antes pero, al parecer, continuaban decididas a involucrar a todas, aun las que
no querían saber nada.
Mónica fue la que más reparos puso. Dijo que lo había
pensado mucho y que no podía correr el riesgo de ser reconocida.
-Ese riesgo corremos todas- Arguyó Sissy.
-Sí, pero vos sos artista, en cambio sí en mi trabajo se
llega a saber me expulsan- Insistió Mónica.
-A cualquiera le pasaría lo mismo- Interpuso Gabriela.
-No me vengan con macanas, casi todas ustedes tienen
profesiones liberales, lo que no hacen aquí lo hacen allí y listo- Se defendió
Mónica.
-Además debemos respetar la situación de cada una, la vida
que queremos llevar fuera de este círculo- Dijo Rebeca, hasta ese entonces
sumergida en sus pensamientos.
-Vos tenés un problema y no sabes cómo manejarlo. ¿Acaso
pensás que tu mujer te va a dejar travestirte cuando vuelvas con el caballo
cansado?- La interrumpió Jenny.
-Eso es problema mío- Contestó Rebeca.
-No creas, es problema de todas, este grupo se formó en
base a la amistad y la necesidad que tenemos de contar con un sitio de
pertenencia, si no permanecemos juntas cada una irá a la deriva- Afirmó Julia,
levantando la voz a un nivel que nunca antes le había escuchado.
Rebeca bajó la mirada y así se quedó, mirando el suelo sin
contestar, pero Mónica volvió a la carga.
-Yo sería la vergüenza de mi trabajo-
-Pero, ¿Qué carajo sos, milico?- Preguntó Sissy airada.
Mónica la miró durante un tiempo que pareció eterno.
-Sí, soy milico- Contestó al fin.
El silencio que se produjo era tan denso que parecía
niebla. Nadie supo que decir. Después del primer desconcierto Gabriela tomó la
palabra.
-¿Se dan cuenta a donde hemos llegado? Mejor paremos antes
que esto provoque la fractura del grupo-
Entonces creí llegado el momento de hablar.
-La idea más sensata sería proponer soluciones y votarlas.
En primer lugar creo que se debería definir si se hace o no la película con la
salvedad de que participen solamente las que lo que deseen y que ello no
perjudique al mantenimiento del grupo, en segundo lugar que cada una decida si
se suma al proyecto y si no lo hace nadie va a obligarla ni echárselo en cara
en el futuro-
-Bien, bien- Dijeron algunas a coro.
-Pero lo ideal sería que participen todas- Objetó Carmen.
-No podemos forzar lo que no es, ante todo está el grupo,
somos diferentes, tenemos personalidades y maneras diferentes, si no respetamos
nuestra diversidad de pensamientos, ¿Qué podemos esperar de los de afuera?-
Insistí.
Lo que más me molestaba era que Julia y Carmen siguieran en
sus trece a pesar de haber tenido con ellas la conversación previa.
-Votemos- Dijo Sissy.
Se votó la realización de la película, extrañamente todas
las manos se levantaron a favor de hacerla. Cuando ese punto quedó aclarado,
pedí a todas que expresaran su aceptación o no a la participación. Las únicas
que finalmente se negaron fueron Mónica, Rebeca y Antonia. Las que estaban de
acuerdo en hacerla dijeron que dejarían todo el montaje bajo mi decisión.
Amanda exclamó, con una convicción desconocida para ella que ya era su forma de
vida. Que éramos así y nada podía cambiarnos.
-Nací crossdresser y moriré crossdresser- Afirmó al
terminar de hablar.
Viniendo de ella era tan importante como la Declaración de
la Independencia y no tuve mejor idea que aplaudirla. Se acercó a mí, con sus
brazos rodeó mi cintura y apoyando su cara en mi pecho solo pudo decir,
balbuceando.
-Gracias, gracias-
Una vez resuelto lo que se iba a hacer, mi temor era que
pese a las declaraciones de buena voluntad, el grupo se mostrara hostil con las
que se negaron a participar por eso creí necesario decir unas palabras.
-Antes que nada, recordemos que tenemos un acuerdo. Ningún
reclamo a quienes han decidido preservarse por el motivo que fuera. En el
crossdressing cada una tiene su límite. Más allá de las posibilidades de
trasponerlo considerémonos afortunadas, todas nosotras tenemos la valentía de
salir a la calle tomando más o menos recaudos según cada una, en tanto hay
otras, cientos, miles quizá, que ni siquiera pueden ponerse una prenda a
escondidas por más de cinco minutos. Nosotras vivimos crossdressing, respiramos
crossdressing, mamamos crossdressing, llevamos dentro una mujer que no tendrá
ovarios ni podrá ser madre, pero es tan auténtica como las biológicas por que
vive en nuestra mente. Somos especiales, eso nos une, que no sean los males del
mundo los que nos separen-
-De acuerdo- Dijo Julia y agregó – Hemos votado, hemos
decidido, debemos respetarnos-
Carmen se paró de su asiento y con voz grave dijo.
-Entonces yo quisiera agregar algo…-
Se hizo silencio para escucharla, yo temí que opinara algo
en contra de todo lo dicho, pero no fue así.
-…en la heladera tengo dos botellas de champagne, creo que
es una buena ocasión para abrirlas-
Por suerte ninguna de las que manejaban fue detenida por
control de alcoholemia. Yo volví caminando despacio, pasé por los sitios en
donde había trascurrido mi niñez, esa niñez en la que había comenzado a palpar
la delicadeza de la ropa femenina. Llegue a mi casa, compré dos atados de
cigarrillos en el quiosco, la quiosquera me preguntó por Eduardo, le dije que
estaba de viaje por trabajo, me mandó saludos para él y comentamos algo sobre el
clima. Luego me encerré en mi estudio a chatear mientras escuchaba a Shakira.
25. UNA CITA QUE NO ERA A CIEGAS
Desde que puse mis fotos en sitios como Facebook y Flickr
sumé gran cantidad de admiradores virtuales.
Crossdressers que aparecían y desaparecían después de dos o tres conversaciones
por privado y de hombres cuya única obsesión era el sexo. En momentos como esos
comprendía por que las travestis tienen como clientela mayoritaria homosexuales
reprimidos. Pues aunque me veo bastante femenina cuando estoy montada lo único
que les interesaba a los hombres que se contactaban conmigo era mi parte
masculina y yo no les daba el gusto sabiendo que son idiotas que no se animan a
salir del closet.
De vez en cuando encontraba alguien sensato y amable con
quien conversar. Por lo tanto cuando contactaba un alma gemela, ya fuera un
hombre o una crossdresser podía pasarme horas charlando.
Una noche harta de la televisión y sus pobres propuestas me
enganché con el Facebook encontrándome, como era habitual, con varias
solicitudes de amistad. Acepté, por curiosear, uno de ellos al azar y en cuanto
se produjo la aceptación vi que estaba conectado y que me enviaba un mensaje
para charlar. No demasiado original comenzó con ¿Qué eres? ¿De dónde eres?
¿Edad? Yo contestaba y a mi vez lo interrogaba. No escatimó información por lo
que supe que era de mí mismo barrio y de mi misma edad.
Nunca acepto una cita a través del chat, cuando los hombres
se ponen un poco molestos en cuanto a aquello de ¿Por qué no nos conocemos? invento
cualquier excusa, como la de que estoy en pareja y soy fiel, aunque no suele
ser un argumento convincente pues enseguida proponen que lo engañe o que
hagamos un “menage a trois”. Mi ocasional interlocutor no parecía ir por ese
rumbo. Charlamos varios temas, sobre el crossdressing, el travestismo, la homosexualidad,
la homofobia y finalmente, sintiéndose comprendido por un igual, confesó su
verdadera orientación sexual.
Me sentía cómoda, relajada y hasta estuve por proponerle yo
misma que conectáramos la video llamada pero, a casi una hora de conversación
fue él quien lo pidió. Con la peluca negra larga, un leve maquillaje, blusa
negra, minifalda tableada y botas del mismo color estaba como para que no me
reconociera ni mi madre, por eso siempre me sentí impune ante la cámara. Pero
él estaba al natural y lo reconocí de inmediato a pesar de que el nombre en su
perfil no coincidía con el real, era Alberto, compañero en el primer trabajo
que había tenido apenas casada y en ese momento volvieron a mi mente algunas de
las cosas que solía decir demostrando su homofobia. Y ahora estaba allí, podía
hacer lo que quisiera con él, desnudarlo metafóricamente dicho. Tratando de no
delatarme comencé mi ataque.
“¿Sabés que yo te conozco?”
Pensé que lo asustaría y cortaría la comunicación, pero no
fue así, tal vez la intriga lo venció.
“¿Quién sos?”. Preguntó a su vez.
“No te voy a decir, me estás viendo, adiviná si podes”
“No tengo idea”
“Soy alguien que muchas veces te oyó criticar a los
homosexuales”
“¿En dónde?”
“¿Y lo preguntas? Eso quiere decir que lo has hecho en
muchos lados”
“No, por favor, muchas veces lo tuve que hacer para no
quedar mal”
“Yo nunca hice eso”
“Es que es difícil asumir lo que a uno le gusta, por eso
chateo, puedo decir lo que pienso con gente como vos que se ve que sos una
excelente persona”
“Tal vez si, tal vez no. Pero para ser puto hay que tener
los huevos bien puestos. Ahora fíjate, si no poníamos la video llamada nunca
hubiera sabido que eras vos y creía estar charlando con una persona abierta de
mente y sobre todo sincera”
“Soy sincero pero no es fácil”
A pesar de sus dichos cuando éramos compañeros de trabajo,
yo tenía cierto afecto por él. Había estado presente en mi casamiento y yo en
el suyo. Solíamos ir a tomar unas cervezas a la salida de la oficina y nos habíamos
ayudado mutuamente por lo que decidí no hostigarlo más. Era evidente que se
sentía mal por haber sido descubierto y además tampoco podía acusarlo de no
salir del closet pues mientras tuvimos trato amistoso en aquellas épocas años
atrás yo tampoco lo había hecho y ahora estaba aprovechándome de la posibilidad
de no ser reconocida.
Estos pensamientos me ocuparon varios segundos.
“¿Estás ahí?” Preguntó.
“Si, discúlpame, me quedé pensando”
“Entonces me conocés y descubriste lo que oculté por años,
pero vos no me decís quien sos”
“Por ahora no. Decime, ¿Todavía estas casado?”
“No, hace tres años que me separé. ¿Vos lo sabías?”
“No, lo deduje. ¿Ella sabía lo tuyo?”
“Ni loco se lo diría. Las mujeres son unas brujas. Será por
eso que me gustan las travestis o las cross”
“Algunas también son brujas, no es una condición de género”
“¿Y ahora en que andas?”
“Si te referís a pareja, nada”
Y tras unos segundos agregó:
“¿Vos no querrías serlo?”
“No te tires lances conmigo que te conozco bien, pero
podríamos ser amigos si te animas a encontrarnos en la calle”
“¿En la calle y vos travestida?”
“Por supuesto, lugar neutral, yo tengo asumida mi identidad
sexual, claro que aunque no la ando divulgando a los cuatro vientos, no corro
riesgo”
“¿Y qué riesgo corro yo?”
“Ah! Tenés miedo que te haga un escándalo, para que sepas
soy una dama”
Era la primera vez, y la única, en mi vida que iba a tener
una cita de chat pero la excepción bien valía la pena. Estaba dispuesta a
divertirme, de modo que convinimos en encontrarnos al otro día en una
tradicional confitería frente a la estación del ferrocarril. Para no abrumarlo
me presenté, discreta, con pantalones no demasiado ajustados, botas grises,
camisola de seda haciendo juego y la peluca negra, mi favorita.
En cuanto entré en el salón mi metro ochenta acaparó todas
las miradas. Las cabezas giraron durante el trayecto hasta la mesa en que me esperaba
Alberto quien me observaba anonadado y hasta tuve que acomodarme la silla yo
misma pues él continuaba como si hubiera visto un espectro.
-Hola Alberto-
-Te juro que no sé qué hago acá, tenía unas enormes ganas
de verte y al mismo tiempo me moría de miedo- Dijo aún sorprendido.
-¿Miedo a que? ¿A qué te vieran con una travesti?- Pregunté
-No, miedo a tu presencia, ustedes son tan seguras de sí
mismas, son avasallantes-
-Pero yo solo soy una dulce gatita-
Se sonrió. Era evidente que se estaba acostumbrando a mi
presencia, como casi todos los parroquianos pues ya habían dejado de mirarme.
Se acercó el mozo, pedimos café con leche y medialunas.
-Por lo que veo nunca te encontraste con una travesti en un
sitio público-
-Sí, claro, he ido a buscar travestís a Palermo, pero nunca
pensé en sentarme con una de ellas a tomar algo en una confitería, además vos
sos tan imponente y encima usas esos tacos. ¿Viste cómo te miraban cuando
entraste?-
-Estoy acostumbrada-
Durante varios minutos rememoramos la charla en el chat del
día anterior y a consecuencia de ello comenzó a relatarme sus aventuras con
travestis y hombres en las cuales no solo era activo sino también pasivo. Lo
dejé hablar, sentí que deseaba desahogar con alguien todas sus emociones,
alguien que lo escuchara con la debida atención, como un hermano.
En un momento, entre un sorbo de café y el mordisqueo de
una medialuna, le hice la pregunta.
-Te has sincerado conmigo sin tapujos y es evidente que era
algo que necesitabas hacer. Confiaste en mí, confiaste en que te dije que te
conocía y sin embargo no te revelé mi identidad. Ahora es momento en que me
conozcas. ¿Adivinas quién soy?-
Me observó, entrecerró los ojos como haciendo un esfuerzo
para encontrar en algún resquicio de la memoria o entre mis rasgos faciales una
pista, una pequeña pista aunque fuera. Lo dejé sufrir un minuto en esa
situación, luego lo miré a los ojos y le dije mi nombre.
Su cara era una mueca imposible de describir. Por suerte
fue lo bastante discreto como para bajar la voz.
-¿Vos? Sabes que te hubiera cruzado por la calle mil veces
y jamás me hubiera dado cuenta, que digo cruzar, estuvimos acá charlando casi
una hora y nunca se me pasó por la cabeza-
-Gracias, eso es un halago para mí- Dije mostrando mis
dientes en una abierta sonrisa.
-Ahora estamos parejos, conocemos nuestros secretos mutuos,
eso nos hermana, más que antes-
-Eso, nos hermana, porque a pesar de gustarme a rabiar los
hombres te aclaro que, solo por nuestra amistad anterior, no podría tener sexo contigo-
-Perdé cuidado, yo tampoco podría-
-¿A tu casa o al mía?- Pregunté tomándolo de sorpresa.
-¿A qué?- Se asustó.
-No seas tonto, a nada, a terminar de charlar en un sitio más
tranqui-
-A mi casa entonces- Afirmó.
De paso compramos facturas. Sentados en el living entre
mate y mate conversamos durante horas. Recordamos los viejos tiempos, nos
contamos nuestras frustrantes experiencias matrimoniales, y acerca de lo que
hacíamos de nuestra vida en el presente. Había caído el sol cuando me fui, él,
galante, quiso acompañarme a casa. En ese momento comprendí que me veía más
como mujer que como el antiguo compañero de trabajo.
-No te preocupes, puedo cuidarme sola- Le dije tras darle
un beso de despedida en la mejilla, único contacto físico que tuvimos durante
toda la tarde.
26. EDITANDO
Habiendo encargado a Willy que se ocupara de terminar
algunas tomas del último trabajo publicitario que estábamos haciendo, me
encerré en mi estudio, en casa, a editar en la computadora la película sobre
crossdressing. En primer lugar dejé aparte todas aquellas escenas en donde
aparecían quienes no habían querido participar. No era problema en cuanto a las ocasiones en que estaban
frente a cámara ellas solas pero se me complicaba en las tomas abiertas donde
se apreciaba a todo el grupo. Para evitarme problemas las llamé y les expliqué la situación. Mónica
no objetó lo que apareciera de soslayo, Antonia solo me pidió que lo evitara lo
más posible. Rebeca se puso insoportable. En primer lugar me aclaró que había
reiniciado su matrimonio prometiendo que jamás volvería al crossdressing y dejó
que su esposa se ocupara de arrojarle toda la ropa a la basura.
-¿Y el grupo?- Fue lo único que atiné a preguntar.
-No voy a poder verlas más- Contestó de mala manera.
-Entonces me voy a sentir libre para decirte lo que siento,
¡Sos una pelotuda! ¿Cuánto tiempo crees que vas a aguantar sin ponerte una ropa
de mujer? ¿Dos días, tres, una semana?-
-¡No seas hija de puta!- Exclamó y cortó.
A pesar del insulto no me molesté. Desde un primer momento
me había caído mal, pero siendo la recién llegada procuré hacer buenas migas
con ella como con todas, incluso pensé que la había rescatado de una situación
que con sus propias palabras había denostado por intolerable y ahora salía con
esto. Allá vos, pensé. No resistí la tentación de llamar a Julia para
contárselo, pero ya lo sabía y no quiso hacer demasiados comentarios.
-Es su problema, cada una hace su vida, pero el tema es que
todas sabemos bien que el crossdressing es algo que nunca se abandona y que
salvo que se lo mantenga muy oculto es incompatible con el matrimonio cuando la
esposa lo sabe y no pertenece al mínimo de mujeres que pueda comprenderlo-
No creí necesario agregar nada a sus palabras.
Sentarme a editar es una tarea que me gusta, algo que no le
sucede a la mayoría de los directores que consideran que su único trabajo es
filmar. Además fue una buena excusa para aislarme del mundo. Tras levantarme
temprano, me vestía como siempre en mi casa, con prendas femeninas cómodas.
Elegía minis de jean, musculosas holgadas
y chinelas de taco bajo. Luego me tomaba bastante tiempo en desayunar,
algo que en otros momentos lo hacía a las corridas. Me sentaba tranquilo tras
haber preparado una enorme taza de café, las tostadas con manteca o jalea y el
vaso con jugo de naranja. Escuchaba las noticias en la radio y cuando había
acabado con todo, lavaba lo que había utilizado y me ponía a trabajar.
Siempre me acompañaba buena música, preferentemente
melodías de las grandes orquestas famosas en la época de los setenta como
Caravelli o Frank Pourcel, o música clásica, que me mantenía de buen ánimo y no
me distraía. En tanto iba armando el entramado del film sentado cómodamente frente
a la computadora. Sólo interrumpía mi
labor el tener que ir al baño o cuando me acomodaba nuevamente en la cocina
para picar algo al mediodía y así continuaba hasta la tarde matizando con
varios pocillos de café y medialunas.
Había divido la película en seis partes, la primera era una
explicación acerca de que era el crossdressing, donde las chicas expresaban su
opinión y conocimiento del tema intercalándolas para dar mayor dinámica y
mantener el interés. En la segunda mostraba la reunión en lo de Julia, los
comentarios, las bromas, los diálogos, el clima de camaradería. En la tercera,
la experiencia de salir a la calle, de contar como lo había vivido cada una y
mostrando nuestra propia salida, algunas escenas en boliches como Angel´s, los
reportajes a la gente y hasta la intervención de la policía. En la cuarta
compaginé un reportaje a Claudia mientras mostraba su local y explicaba todos
los servicios que atendía tanto ella como de los sitios donde encontrar ropa y
calzado a medida, maquillaje, accesorios y pelucas. En la quinta hacía un paseo
por varias páginas de Internet, blogs, Facebook mostrando la cantidad de sitios
que aparecen en Google cuando se pone la palabra crossdressing en el buscador
demostrando así la universalidad y la cantidad de hombres que lo practican.
Para finalizar, en la sexta, coloque los reportajes que hizo Carmen a dos
sicoanalistas, un hombre y una mujer cuyas opiniones distaban un tanto de ser
definitivas y coincidentes pero que abrían una puerta para la introspección de
cada crossdrersser.
Podía ser considerado un trabajo menor pero yo no lo tomé
así. Le dedique mi mejor esfuerzo. Compaginé escenas, creé efectos especiales
para los títulos y los créditos y elegí músicas de fondo como si estuviera
elaborando un film para Hollywood. Cuando terminé podía decir que estaba
satisfecho, de todas maneras, una vez que lo grabé en DVD, lo miré una y otra
vez buscando donde perfeccionarlo. Esta búsqueda me obligó a hacer algunos
cambios y volver a grabar otros DVD. Después de una semana de verla creí
llegado el momento de terminar. Ya estaba en ese límite en el que si hay
errores, no se ven de tanta repetición y era hora de hacerla ver por otras
personas.
Llamé a Julia y Carmen para invitarlas a mi casa y que
pudieran observar el material terminado. Combinamos para el sábado siguiente lo
que llamamos graciosamente “almuerzo de trabajo”. Ese día me levanté temprano
para hacer las compras. Pasé por la carnicería, la verdulería y el supermercado
chino. A la vuelta me puse a cocinar, había decidido hacer pollo al horno con
papas, comida en la que considero especialista. Además compré vino y una pastaflora
de postre. Al mediodía llegaron, las recibí con un vestido rosa de breteles
finos y sandalias de suela de acrílico y tacos aguja.
Debido a la impaciencia en primer lugar vimos la película
completa, luego la volví a pasar deteniendo la imagen donde hacíamos algunos
comentarios, la regresábamos para estudiarla detenidamente y cuando acabamos
Carmen y Julia no cabían en sí de satisfacción.
-¡Esto es lo que siempre soñé!- Exclamó Carmen.
-¡Está perfecta!- Agregó Julia.
Respiré aliviada. No por el temor de que no aprobaran el
trabajo, sino simplemente porque ya estaba con ganas de olvidarlo por un tiempo
para tomarme un descanso.
Una semana después, la pasamos en la casa de Julia, con la
presencia de todas las chicas, aun las que no habían participado excepto
Rebeca. La aprobación fue total.
-Ahora debemos ver como logramos exhibirla- Argumentó
Gabriela.
-De eso me encargo yo- Dijo Carmen –Tengo un conocido,
dueño de una sala cinematográfica que me debe un favor-
Y volvimos destapar otro champagne.
No comments:
Post a Comment