Thursday, September 21, 2017

COMO SOBRELLEVAR UNA DOBLE VIDA. Capitulos 3, 4, 5 y 6

3. INTERNET Y CINE
 Llevé el rollo al negocio de quién me sacara las fotos anteriores. El hecho de que ya conociera mi secreta pasión hizo que no me preocupara por que viera mis nuevas imágenes. Solo me preguntó si las fotos que él me había tomado un mes antes no me habían servido dándome la oportunidad para explicarle con detalle el motivo y la oportunidad por los que me había hecho éstas últimas. Me decepcionó saber que no tenía un scanner lo que me obligaría a llevarlas a otro negocio y que las viera un extraño mientras las pasaba a un CD. La razón de escanearlas era que así podría subirlas a la página de Internet de Claudia. Por supuesto el deseo pudo más que la vergüenza y procuré encontrar un sitio adecuado. Elegí uno en donde no había otros clientes y estaba atendiendo una sola persona, un hombre, que hizo el trabajo sin poner demasiada atención al contenido de las fotos. O al menos eso creo, obviamente no iba a hacer ningún comentario si había descubierto que yo era esa mujer, pero tampoco advertí nada en su mirada y en sus gestos de que lo hubiera adivinado.
Fui derecho a mi casa, sin perder tiempo coloqué el CD, abrí la página y subí las fotos. Finalmente Sabrina existía en la red para ser conocida por otras crossdressers y admiradores. Cuando descubrí que dejaban comentarios halagadores en mis fotos me sentí en las nubes. Por eso, tentada de difundir mi imagen, busqué otros sitios donde subirlas. Puse mi dirección de Messenger y bien pronto tuve una larga lista de contactos con los que me inicié en el chateo, actividad que se convirtió casi en una adicción. Lo único que me faltaba era una cámara la cuál demoré en comprar hasta que un día me decidí, con la intención de mostrarme, cansada de andar describiendo como estaba vestida.
Mientras me sucedían estas novedosas experiencias el mundo continuaba rodando y ocurrió que debido a la crisis económica y los malos manejos de mis patrones la empresa en que trabajaba debió cerrar. De manera que hube de enfrentarme al hecho de estar desocupada a una edad en que se volvía casi imposible conseguir empleo y por lo tanto el futuro se presentaba sombrío. Además de dejar de ver a todos aquellos compañeros con quienes tenía relaciones. Pero las oportunidades se presentan donde una menos se la imagina. Comencé a buscar amoríos desesperadamente pues estaba necesitada de superar el mal momento de alguna manera. Uno de mis nuevos amantes, un hombre alto, musculoso, de alrededor de cuarenta años, llamado Rodrigo, me dio más que sexo.
Era director de videos publicitarios y me ofreció ser su ayudante cuando supo que el cine me apasionaba ya que mi sueño incumplido era dirigir películas. Tenía entonces la oportunidad de aprender, salvar mi dignidad, ganar dinero y tener un amante fijo pues el hombre era una fogosa máquina de sexo. Tanto como yo. Pero ser receptiva y pasiva no es tanto mérito como ser el activo ya que éste debe tener la facilidad de tener erecciones. Y juro que las tenía. Me dejaba agotada, tirada en la cama tratando de recuperar la respiración normal y enormemente satisfecha. El hecho era que estaba casado y yo me preguntaba en ocasiones si le ocurriría con su esposa lo mismo que me había pasado a mí con la mía. Pero no. Me confesó, y no tenía porque no creerle que con ella era igual de fogoso aunque me necesitaba pues yo lo hacía gozar con otra intensidad.
Mi amante me hizo ingresar en el mundo de la publicidad y el cine y le quedé eternamente agradecida. Cuando recibió una propuesta laboral en Europa lo sucedí en sus tareas. Había perdido un excelente amante pero conseguido la oportunidad de lograr algo que no muchos pueden. Trabajar en lo que me gustaba.
Con la compra de una cámara digital conseguí dos propósitos, el primero fue que comencé a experimentar filmando hechos en la calle o preparaba escenas en mi casa que actuaba yo misma con guión propio. Con un programa de computación editaba esos videos y armaba proyectos que cuando los mostré a mis compañeros recibí cálidas aprobaciones. El otro significó que me hice sucesivas sesiones de fotos travestida, utilizando el disparo retardado. Había logrado liberarme de pedirle a otro que me sacara fotos, las podía subir inmediatamente a Internet y además las llevaba a revelar a lo de mi fotógrafo favorito, ya que, todavía a la antigua, prefería tenerlas en papel pues la idea de que fueran solamente virtuales todavía no me resultaba convincente. Armé álbumes prolijamente editados y pronto tuve un archivo de CD y DVD con fotos y videos en donde aparecía desfilando como una modelo, bailando, realizando play back y hasta la audacia de un strep tease. Para estas fotos hice algo que venía postergando, me depilé todo el cuerpo. Me costaba trabajo ya que había partes a las que no llegaba con la maquinita de afeitar. Decidida a verme bien concurrí a un salón de belleza anunciado en una página para crossdressers. De allí en más mantuve la regularidad para estar como lo deseaba todo el tiempo. Mis fotos, sobre todo las que había subido a Flickr, tuvieron un éxito rotundo, en poco tiempo superaban las dos mil quinientas visitas, mensajes de hombres que me querían conocer y otras crossdressers que deseaban tener contacto conmigo. Hasta ese momento siempre había estado travestida sólo en mi casa o me ponía ropa dentro de la casa del hombre de turno con quién me encontraba. Debía salir a la calle transformada en mujer y estaba decidida a hacerlo pero esperaba la ocasión precisa, sobre todo porque no me animaba a hacerlo sola.

 4. LA PRIMERA SALIDA
 Sabrina debía ser vista en la calle. Ya no me bastaban las fotos. Sabía que sólo había una manera de hacerlo y era concurriendo a las reuniones que organizaba Claudia. Las crossdressers llegaban con sus ropas de hombre, salvo algunas que ya habían experimentado salir travestidas a la calle, y allí dentro Claudia y su personal se ocupaban, una vez cambiadas, de maquillarlas.
Llamé a Claudia y le pregunté cuando sería la próxima reunión. Me confirmó que para el siguiente sábado. Le dije que iría. Estaba decidida a no perderme esa oportunidad.
El día señalado pasé por la depiladora para verme perfecta. Cuando llegó la hora me puse la ropa interior  y un suéter negro. En el bolso cargué la peluca negra larga, los zapatos, la minifalda negra de cuero y las bolsas rellenas de mijo para simular los senos. No teniendo auto viajé en colectivo. Me sentía segura de mí a pesar de tener puesta lencería debajo de mi vestimenta de hombre y me preguntaba qué pensarían todos los pasajeros que iban en ese momento conmigo si lo supieran. Tras bajar del colectivo caminé varias cuadras hasta llegar al sitio indicado, toqué el timbre y pronto escuché la voz de Claudia. Cuando le contesté que era yo abrió la puerta.
Al entrar me encontré con una larga escalera. El sitio estaba en una casa antigua de techos altos situada en una esquina con la entrada al piso superior unos metros más allá de la ochava. Subí la escalera de mármol amarillento por el paso de los años. Al llegar arriba me encontré con un espectáculo único. En un salón varias crossdressers conversaban animadamente, en una esquina un par esperaban su turno para tener un lugar donde cambiarse. Una larga mesa estaba colmada de platos con sándwiches de miga y vasos descartables, tras ella Claudia servía cerveza o gaseosa a pedido, tarea que dejó de lado para acercarse a mí y recibirme con un beso.
A su indicación pasé a otro salón en donde estaban las maquilladoras. En cuanto tuve un lugar me saqué la campera y los pantalones, me coloqué la mini de cuero, las bolsas con relleno de mijo dentro del corpiño, los zapatos y me acomodé la peluca. De inmediato pasé a la sesión de maquillaje y una de las empleadas de Claudia me transformó la cara. Una vez que terminó me incorporé, me afirmé sobre los tacos y volví al salón principal. Al principio estuve retraída y tímida. No conocía a nadie y era evidente que muchas de ellas ya eran amigas con anterioridad. Al verme sola me invitaron a acercarme a un grupo y tuve mi primer contacto real con las personas que tenían mis mismos desvelos.
Ya ni recuerdo de que hablé en aquella primera charla. Tengo una vaga idea de que les conté de mi experiencia así como ellas me contaron de las suyas. Sonreí a unas y otras, procuré ser lo más simpática posible y me dediqué a observarlas. Sabía que aún tenía mucho por aprender y esa era la ocasión ideal.
En un momento me quedé sentada sola en un extremo del salón. Encendí un cigarrillo y contemplé la escena. Sentí que era como estar en un mundo diferente, sin hacer mucho esfuerzo se podía olvidar que todas esas mujeres eran hombres que al día siguiente estarían con sus esposas, sus hijos, o en el trabajo. Además de saber sus nombres femeninos no tendría posibilidad de conocer mucho más de sus vidas como tampoco ellas de la mía. En el fondo éramos un grupo de anónimas.
Algunas parecían verdaderas mujeres, hablaban, gesticulaban y se movían como mujeres. En eso me pregunté cómo resultaría para ellas, yo que me creía muy sensual mirándome al espejo y siendo benevolente conmigo misma.
En aquella reunión conocí a Mónica, Jenny y Gabriela. En realidad conocí a muchas más pero ellas tres, habituales asistentes, hicieron un círculo amistoso a mí alrededor. En medio de las conversaciones supe que Jenny era enfermero en un Hospital Municipal y Gabriela ejecutivo en una empresa multinacional, Mónica, en cambio, no hablaba de su trabajo. Aunque nuestras historias eran parecidas, éramos bastante diferentes.
Mónica era alta, delgada, caminaba con firmeza de manera que llegué a pensar que en cualquier momento iba a destrozar los tacos de sus botas. A pesar de tratar de hablar con voz fina como una mujer era evidente que su sonido era potente como de alguien acostumbrado a mandar. Ante mí se confesó heterosexual y varias veces insistió en que ser crossdresser no tenía nada que ver con su hombría al punto que me pareció que trataba de reafirmar su masculinidad debido a su propia inseguridad al respecto.
Jenny era todo lo contrario, asumida su homosexualidad, su conversación versaba invariablemente sobre hombres, los que había tenido y los que esperaba tener. Los amaba a todos y se lamentaba que habiéndose puesto un vestido negro de encaje casi transparente no había varones en la reunión que pudieran apreciarlo. Cabe reconocer que a pesar de no ser alta estaba debidamente proporcionada y su cintura era bastante estrecha contrastando con sus caderas.
Si bien mis nuevas amigas se volvían por momentos monotemáticas, la que más me apabullaba era Gabriela. Había elegido su nombre por parecerse bastante a Sabatini y debo confesar que realmente era muy sensual. Claro que por si no se apreciaba ella te lo repetía a cada instante. Soy una diosa, decía, pero no debe culpársela por el egocentrismo, al fin al cabo todas pensamos lo mismo de cada una de nosotras cuando nos vemos al espejo y decimos aquello de “Espejito, espejito, ¿Quién es la más hermosa de toda la comarca?”.
A pesar de sus manías comencé a quererlas con sinceridad. Fueron las primeras que me trataron como a una igual en un ambiente en que, por momentos, advertía cierta distancia, tal vez por envidia o por el afán de sobresalir.
-Formamos parte de un grupo muy unido y reducido- Me dijo Jenny, agregando- Y nos has caído tan bien que queremos que te nos unas-
Yo acepté agradecida. Había logrado algo que muchas crossdressers no conseguían nunca, siempre recluida su pasión dentro de cuatro paredes.
Era la una de la mañana y las participantes comenzaron a retirarse. Algunas regresaban a sus casas y por ello se trasladaron al cuarto en donde las empleadas de Claudia las desmaquillaron con cremas y volvieron a sus ropas de hombre. En ese momento sentí que debía hacer algo que aún tenía pendiente, caminar por la calle travestida. Estaba por pedirle a alguna de mis nuevas amigas si eran capaces de salir conmigo para tomarme unas fotos cuando Mónica me habló.
-Vamos a bailar a Angel´s, ¿Te animás a venir con nosotras?-
No podía negarme, no quería negarme. Pero, previsoramente le comenté que no tenía vehículo y no sabía cómo volver a mi casa.
-No te preocupes, tal vez alguna te quiera llevar hasta dónde vives como para completar el día- Afirmó guiñando un ojo y dándome un suave codazo de complicidad, tras eso completó- Se de una que está muy entusiasmada contigo-
Ansiosa por vivir esta nueva experiencia me despedí de Claudia, me retoqué el maquillaje y peiné la peluca. Verifiqué la ropa y tomé el bolso ya que había decidido ir, de la manera que pudiera directamente del baile a mi casa.
Bajé la escalera de mármol, esta vez con mucho cuidado, ya que al llegar tenía puestos mis zapatos de hombre pero ahora lo hacía con los tacos altos y temía caerme. Se abrió la puerta y, por primera vez, estaba afuera, en el mundo real. Miré a todos lados, por la avenida pasaban algunos vehículos cuyos ocupantes nos miraban curiosos.
 Le di mi cámara a Jenny y le pedí que me sacara una foto. Me afirmé sobre los tacos y ensayé una pose sensual. En ese preciso momento pasó un camión.
-¡Potra, si te agarro te parto al medio!-
Me di vuelta y lo vi alejarse. El hombre sacó su cabeza por la ventanilla y casi choca contra un colectivo por mirarme.
-Vamos- dijo Mónica y las cuatro nos dirigimos a los autos que estaban estacionados a dos cuadras.
Ese instante me pareció una eternidad. Aún me sentía temerosa a pesar de que eso era lo que había deseado tanto tiempo. Las calles no estaban tan iluminadas como la avenida y rogaba que a ningún inadaptado se le ocurriera atacarnos o robarnos. Además, acostumbrada a caminar con los tacos por el piso nivelado de mi casa pisaba con excesivo cuidado tratando de mantenerme en pie.
No dividimos. Mónica y Gabriela subieron al auto de la primera. Jenny me tomó del brazo y me condujo al suyo. En ese momento supe que aquella reunión terminaría en una cama y sentí necesidad de aclarar ciertas cosas.
-No sé si me apresuro, pero si tienes intención de que nos acostemos te digo que soy solo pasiva-
-Yo también, pero podemos ser dos lesbianas, ¿No?-
Me sonreí mientras me miraba en el espejo retrovisor.
-Ahora no pienses en eso, relájate y disfruta de tu primera salida a la calle. Son muchas emociones y hay que digerirlas de a poco para no atragantarse- Me dijo mientras pasaba su mano por mis piernas. Luego las retiró y se concentró en el manejo.
Afortunadamente conseguimos estacionamiento en una playa de las cercanías, justo a un costado de la Facultad de Ciencias Económicas. Nuevamente caminar hasta el boliche, pero esta vez la sensación era diferente. Estábamos rodeadas de una marea de gente que iba de aquí para allá. Contra lo que supuse nadie nos prestaba atención y si alguien había advertido lo que éramos disimuló cortésmente su descubrimiento.
Al entrar en Angel´s seguí a Mónica que había divisado a otro grupo de crossdressers bailando en el centro de la pista. Eran cuatro personas meneándose al ritmo de la música. Cuando estuvimos junto a ellas, gritando para hacerse oír Jenny me presentó. Tratando de verlas en medio de la oscuridad ambiente saludé a todas.
Rosa, menuda, con peluca de cabello corto, pantalones ajustados y botas. Sweet, la que primero anduvo por la calle travestida y arrastró a todas las demás tras ella era alta, un poco rolliza, disimulaba su cuerpo con un vestido negro holgado pero sexy. Julia, elegante, también con botas y una hermosa pollera larga con cinturón ancho de cuero. La cuarta que me saludó me impactó, parecía realmente, mucho más que nosotras, una verdadera mujer. Al presentarse comprendí mi intuición.
-Hola Sabri, yo soy Carmen, la esposa de Julia-
-Es gratificante conocer a una mujer tan comprensiva- Le dije.
-No soy la única. Son varias las esposas que acompañan a sus maridos-
-Me resulta increíble, pero debo entender que las hay viéndote a ti- Afirmé.
-Vamos a bailar que para eso vinimos- Dijo Jenny tomándome la mano y llevándome a un lugar en la pista que estuviera menos congestionado.
Bailamos. Yo trataba de moverme lo más sensualmente posible. Pronto, el ritmo dominó mi cuerpo y me sentía, a medida que pasaban los minutos mucho más cómoda. Sobre la madrugada terminamos bailando lentos, abrazadas fuertemente. Jenny posó sus labios en los míos y nos besamos.
-Vamos a mi casa, luego te llevo a la tuya-
Y yo, sumisa, la seguí. A los pocos minutos estaba parada en un pasillo poco iluminado esperando que Jenny abriera la puerta de su departamento.
-¿No te importa que los vecinos te vean llegar así?- Le pregunté
-Mirá, francamente me importa poco, pero ocurre que son tan pacatos que prefieren creer que lo que ocurre es que tengo una mujer en casa-
-Pero, en un edificio todo se sabe- Insistí.
-No creas, se sabe lo que se quiere saber, se imagina lo que se quiere imaginar, en estas cuevas una santa puede ser una puta y una loca la Madre Teresa de acuerdo al flujo de los chismes-
Reí con la explicación. Y todavía reía cuando, una vez adentro, estaba de pronto sumergida en los brazos de Jenny. Hice lo que mejor me sale, me deje llevar. Luego del intenso momento de pasión, quedamos agotadas y nos dormimos profundamente hasta que sonó el despertador.
-Hoy debo ir temprano al Hospital así que si esperás que me dé una ducha te llevo- Ofreció.
Mientras ella estaba en el baño me vestí con la ropa de mujer, saqué mi bolsito de maquillaje del bolso y me arreglé la cara, me acomodé la peluca y así preparada la esperé sentada en un sillón del living.
Al verme se mostró sorprendida.
-¿Así vas a llegar a tu casa? ¿Y si te ven los vecinos? Mirá que ya es de día-
-Me arriesgaré, pero siento que no puedo vestirme de hombre, esta noche ha sido demasiado importante para mí como para terminarla así de pronto-
El viaje hasta mi casa no era muy directo para ella pero igualmente lo hizo a pesar de que yo le dije a último momento antes de salir que si era mucha molestia me vestiría de hombre e iría en colectivo pero ella insistió.
Al estacionar el auto frente a mi casa pude ver a algunos vecinos, esos que van temprano a comprar las facturas y el pan caminando tranquilos, el kiosco de al lado estaba abierto pero su dueña no estaba visible, a media cuadra otro vecino se preparaba para cortar el pasto de la vereda.
-Ahí vamos- Dije después de dar un beso en la mejilla a Jenny.
Abrí la puerta del auto y tomé el bolso. Sin mirar a nadie caminé despacio para no caerme de los nervios que me asolaban, llegué hasta el frente de mi casa, tardé en encontrar las llaves y cuando al fin pude abrir e ingresar me di vuelta y vi que Jenny estaba todavía allí esperando para comprobar que todo sucediera con normalidad. En cuanto vio que ya había acomodado medio cuerpo dentro, me hizo un gesto levantado el pulgar y arrancó perdiéndose en la siguiente esquina.
Entré a mi casa, caminé hasta el dormitorio y arrojé el bolso sobre un sillón. Casi como una autómata me preparé un café, lo serví, tomé dos galletas del frasco y me desplomé en el sillón de mi estudio. Ese fue el primer momento en que sentí el peso de la magnitud de lo que había hecho. El primer paso para ser Sabrina donde lo quisiera.

 5. UN ASADO MUY PARTICULAR
 Revisando mis mail una semana después encontré uno cuyo origen desconocía y que estuve a punto de eliminar si no fuera porque de pronto me asaltó la curiosidad. Lo firmaba una tal Carmen, nombre que recién reconocí cuando lo abrí para leer su contenido.
“Querida Sabrina, conseguí tu casilla de correo por intermedio de Claudia, espero que no te molestes con ella ya que se trata de una buena razón. Espero que recuerdes que soy la esposa de Julia. El próximo sábado vamos a hacer una reunión con asado en nuestra casa. Por favor ven, has causado muy buena impresión entre las chicas y hay otras que te quieren conocer. La onda es vestirse cómodas, nada de tacos aguja sino sandalias taco chino, por ejemplo. Vamos a estar todo el día. La pasaremos bien. ¿Vienes? Contéstame, por favor”.
No demoré en confirmarle mi presencia.
“Por supuesto que voy. ¿Cómo me lo voy a perder?”
Miré en la guía la dirección de Julia y Carmen. No estaba a demasiadas cuadras de mi casa lo que me llevó a tomar la decisión de ir en remise travestida.
Esa mañana me hice un repaso de depilación con la maquinita de afeitar. Puesto que iba a ir sin medias me coloqué bastante crema humectante en las piernas. Me calcé una musculosa rosa con la palabra Love bordada y una minifalda de jean sujeta con un ancho cinturón de cuero negro. Elegí una peluca de largo medio, color castaño de cabello natural. Me puse aros redondos blancos y me maquillé ligeramente solo pintándome los labios, un poco de mascara de pestañas y una línea de delineador bajo los ojos. Para los pies unas botitas cortas con poco taco color bordó y guardé todos mis elementos en un bolso que hacía juego con las botas. Para disimular mis anchos hombros me puse por encima una saco liviano ya que la temperatura era agradable.
Llamé al remise. En pocos minutos un coche se detuvo frente a mi puerta. Salí mirando hacia todos lados. La vecina de enfrente me hizo un gesto amigable pero estoy segura que fue solo por educación pues evidentemente no advirtió que era yo. Otros vecinos que transitaban la calle no eran de mi conocimiento, salvo por verlos ocasionalmente, y no tenía trato con ellos de manera que ni los saludé ni me saludaron. Entré al auto, tratando de lograr una fina voz femenina le indiqué al chofer la dirección donde iba. Él me respondió amablemente y tal vez porque estaba concentrado en sus propios pensamientos, manejó sin decir una palabra y solo me miró por el espejo retrovisor en una ocasión. En cierta forma me tranquilizó no llamar demasiado su atención pero al mismo tiempo me sentí decepcionada pues estaba vestida de manera seductora y cualquier hombre se hubiera sentido atraído a mirarme.
Lo que sucedió en cuanto bajé del auto pues, mientras tocaba el timbre en casa de Julia transitaba por la vereda un hombre bastante apuesto, debo decirlo, que me recorrió con la mirada desde los pies hasta la punta el pelo y en el preciso momento de pasar a mi lado dijo:
-Bombón, ¿De qué paraíso te escapaste?-
No pude evitar una sonrisa. Me sentí halagada y él continuó su camino satisfecho.
Carmen se asomó en la puerta de la casa y caminó por el jardín mostrándome una delicada sonrisa. Abrió luego la puerta de rejas y me invitó a pasar.
-Divina ¡Estás espléndida! ¡Y te animaste a venir así!-
-Es hacerlo alguna vez o nunca- Le contesté.
La seguí hasta el interior, era un hermoso chalet de paredes blancas y decoración minimalista con muebles de algarrobo y pisos de cerámica. Después de atravesar la espaciosa sala, salimos por una puerta de la cocina al patio rodeado de un jardín exuberante en donde, cerca del quincho estaban reunidas varias crossdressers algunas de las cuales reconocí y otras eran caras nuevas para mí.
Mónica y Julia eran las conocidas, ambas me saludaron con efusividad aunque me llamó la atención el golpe de tacos de Mónica al abrazarme fuertemente.
Carmen me fue presentando a las otras.
-Estas son Antonia, Agustina, Amanda. Rebeca y Sissy, Chicas, esta Sabrina que se animó a montada venir en pleno día, y eso que está recién en su segunda salida-
A Antonia se le notaba la juventud en un medio que gracias a las pelucas y el maquillaje las edades se convertían en algo difícil de discernir, tenía unas piernas muy largas, en lo que competíamos.
 Agustina tenía mi edad, lo sé porque me lo dijo después y cuando le dije la mía no lo podía creer.
-Estas espléndida, yo me siento vieja y fea- Aseveró en una frase que había oído muchas veces anteriormente en el Chat y me preguntó -¿Vos como haces?-
-No demasiado, bueno, nada, gimnasia poca e intermitente, salvo mucha bicicleta, lo demás está en los genes, mi madre tenía una fuerte ascendencia indígena lo que demuestra mi color de piel y la ausencia de arrugas y canas que no te puedo mostrar ahora por la peluca.
-De modo que no hay secreto-
-No- Contesté sin saber que agregar
Amanda me dio la mano, a diferencia de las otras que me saludaron con besos en la mejilla y un abrazo.
-Disculpa, debí darte un beso, es que me siento cohibida cuando conozco a una cross nueva, todavía no sé cómo me animé a llegar hasta esto- Me dijo mientras se podía observar cierto rubor en sus mejillas que no era maquillaje.
La tomé de la cintura suavemente.
-Quedate tranquila, que no muerdo- Se sonrió y agregué- Salvo que me lo pidas- Largó la carcajada y las demás se dieron vuelta a mirarnos.
-¿Cómo lograste eso en el primer encuentro?- Preguntó Julia.
Lo primero que me contó Rebeca fue que era casada, que tenía miedo de decirle a su esposa lo del crossdressing pero que ya no toleraba mantenerlo en secreto y que admiraba al matrimonio de Carmen y Julia. Tampoco supe darle una respuesta. Las decisiones que se toman en cuanto a esta pasión, los pasos a dar, salir o no del closet y como vivirla son tan personales que nunca me sentí con capacidad para dar consejos, salvo, haz lo que te dicte el corazón y a la mierda con los demás.
Sissy, nombre de emperatriz, pensé recordando la película, era ampulosa y etérea, se movía con afectación como si siempre estuviera representando una performance, hablaba modulando las palabras con exageración lo que resultaba molesto hasta que comprendías que ella era así. Que su forma de actuar era lo más natural que lograba después de pisar escenarios durante muchos años representado infinidad de roles distintos.
Gabriela, Rosa, Sweet y Jenny salieron de la casa, habían estado retocándose el maquillaje y vistiendo sus prendas de mujer, las primeras ayudadas por las segundas que habían llegado como yo, ya montadas, como solemos decir en lugar de travestirse.
-Hola torti, susurró Jenny a mi oído, ¿Te recompusiste de lo nuestro con un hombre durante la semana? Pues yo sí. Estuvimos bárbaras pero no hay nada como los brazos de un camionero-
-Estuve con mucho trabajo y los camioneros no me van pero si todo el resto de los hombres-
Tras las primeras impresiones me hice un cuadro de estados civiles y tendencias sexuales. Dos casadas, cinco separadas, de las cuales cuatro seguían tras las mujeres, la quinta era yo que no creo necesario aclarar mi tendencia y las otras cinco homosexuales, una de ellas viviendo aún con sus padres. Una extraña y heterogénea mezcla que jamás se hubiera dado en un ámbito común y corriente, pero que aquí no importaba a nadie.
-¿Se dieron cuenta que somos trece?- Dijo de pronto Agustina.
-¡Claro, como en la última cena!- Comentó jocosa Carmen.
-Entonces podemos crear una religión- Arguyó Sweet.
-Lo que es seguro es que no será motivo de mala suerte- Dijo Jenny y agregó
-Lo que nos falta es un Jesús-
-No, para crear una nueva religión no podemos repetir lo que hay- Opinó Carmen.
-Mirá, si nosotras hiciéramos una religión ten la seguridad que no copiaríamos a ninguna, nombre repetido o no- Argumentó  Mónica.
-Podemos abrir un convento para recibir a los camioneros de paso y brindarles albergue- Agregó Jenny.
-¡Camioneros para vos, a mí no me incluyas!- Respondió Mónica y reímos con ganas.
Sentadas a lo largo de la mesa, en el patio, bajo un agradable sol, rodeadas de un jardín con el pasto pulcramente cortado y flores multicolores, saboreamos el asado, las ensaladas que hizo Carmen y varias botellas de vino. Bromeamos, conversamos de varios temas y aunque orillamos la política nos mantuvimos en armonía a pesar de no coincidir en nuestras opiniones. De esa charla supe las profesiones de todos menos de la enigmática Mónica. Julia y su esposa eran creativos en publicidad lo que motivó que yo confesara mi trabajo de director de videos. Rosa era crítico de cine y espectáculos, Sweet, abogado, La joven Antonia, ingeniero, Agustina, escritor, la tímida Amanda, empleado, Rebeca, científico nuclear y Sissy, actor.
Las horas pasaron raudamente como sucede en estos casos. Tras el asado ayudamos a las dueñas de casa a lavar platos y utensilios. Luego ellas prepararon café y abrieron varios postres a cuál más rico. Continuamos en la sala, Julia nos mostró sus últimas adquisiciones de ropa y calzado y espiamos sus fotos en la computadora.
La tarde caía cuando comenzamos a irnos. Las que se cambiaban pasaron al dormitorio de huéspedes. Las que nos íbamos a ir montadas emprendimos nuestros regresos tras largas despedidas y la promesa de repetir el encuentro ya que por varias razones pocas veces habían logrado estar todas juntas como ese día.
Llamé a la misma agencia de remise que me había traído. Mientras esperaba el auto Carmen se quedó hablando conmigo.
-Tienes buena onda Sabri, espero que no te pierdas y te tengamos con nosotras, supongo que ya lo has advertido pero a pesar de que se supone que este es un ambiente que por su actividad debería unir más a las chicas sucede lo mismo que allá afuera, en el mundo, donde las amistades duran poco, hay egoísmo y hasta discriminación, por la edad, por la educación, por la calidad de la ropa que llevas puesta, mira que a Julia al principio no la aceptaban porque yo iba con ella, les molestaba tener una mujer presente entre ellas, ¡ Y yo iba porque soy su mejor amiga!, es así aunque nos pese. Una se cree que vive en una isla donde puede aislarse del mundo pero hay de todo en todos lados-
Asentí y le contesté.
-Es cierto, en el ambiente homosexual es igual, yo no lo aceptaba pues quería creer en una comunidad unida fuera de las incoherencias de la sociedad, pero te aseguro que a veces hay más homofobia dentro que fuera-
Llegó el auto. Carmen y Julia me abrazaron fuertemente. Abrí la puerta y cuando desde la vereda levanté mi mano, Carmen me gritó.
-¡Cuidate!-
Sentí  esa palabra como una caricia suave y cálida y les arrojé un beso con la mano. El viaje de regreso fue tan intranscendente como el de ida. El chofer ni me miró. Al llegar a la esquina de cuadra recién tomé conciencia de que una tarde de sábado cuando la temperatura es agradable todo el barrio está en la veredas sentados y conversando. Y justamente al lado de mi casa había cuatro o cinco mujeres reunidas. Tragué saliva y me preparé para lo peor. Pagué el viaje y salí del coche. Caminé hasta la puerta de mi casa y cuando ponía las llaves en la cerradura, que había preparado en la mano para tardar menos, sentí una voz femenina cercana.
-Eduardo no está- Dijo la entrometida.
-Ya sé, me dio un juego de llaves para que pudiera pasar, gracias-
Y entré casi de un salto para no quedar más expuesta su mirada y la de otras que estaban con ella. Apenas cerré caminé con sigilo hasta la ventana y procuré escuchar sus comentarios.
-Mirá vos, este Eduardo tenía una noviecita oculta el muy pícaro-
Exhalé un largo, largo, largo suspiro de tranquilidad.


6. EL PROYECTO
 Llevaba varias horas lidiando con un montón de ineptos, tratando de filmar una escena pero el camarógrafo no parecía entender mis indicaciones, el microfonista se metía en escena y el iluminador provocaba sombras imprevistas cuando el lente de la cámara pasaba de un primer plano al plano general. Eso sin considerar que los modelos parecían más interesados en lucirse que colaborar con la idea del creativo. Era uno de esos días en que lo mejor es suspender todo para mejor ocasión.
-¡Basta por hoy, váyanse todos y vuelvan mañana si todavía tienen ganas de trabajar!- Grite exasperado y me acerqué al servicio de catering que era lo único que funcionaba bien.
Al lado de las mesas advertí a una mujer alta vestida con un traje sastre de falda tubo ajustada y larga hasta las rodillas. La reconocí inmediatamente.
-¡Carmen! ¡¡Qué sorpresa!-
-Hola Sabri, mal día parece-
-¿Cómo me ubicaste?-
-Preguntando, el otro día en casa mencionaste algunos trabajos tuyos y no me resultó difícil saber que se trataba de vos-
-¿Y que trae por acá, supongo que no es solo por saludar?-
-Acertaste. ¿Sabés? El otro día me quedé pensando en nuestra conversación cuando te estabas yendo, lo hablé con Julia y llegamos a la conclusión de que deberíamos hacer algo-
-¿Algo como que?-
-Un documental que podamos pasar en las reuniones, difundir en los festivales alternativos, publicar en You Tube, hasta pasar por la tele si es posible, algo que llame a la reflexión a todas las cross que andan sueltas por ahí sin saber qué hacer, con quien hablar, adonde ir, en quien confiar, llamar a la reflexión a esposas y amigas, a padres, a hijos. Es decir, que cada uno salga del closet como quiera y cuando quiera pero que sepa que no está sola. Debemos hacerlas visibles, lo que no se ve no existe y Julia y todas ustedes existen, las cross son muchas y deben unirse en contra de la discriminación externa e interna también-
-Contá conmigo, voy a terminar este trabajo y me voy a tomar unos días, los necesito, además me va a venir bien como un primer paso para lanzarme finalmente a hacer algo propio-
La cara de alegría de Carmen me contagió el alma. Seguía siendo sorprendente para mí que una esposa tuviera tanta preocupación por la actividad tan peculiar de su marido. Después de unos cafés y varias masas de crema convinimos en reunirnos en mi casa dos días después. Ella iría con Julia y juntaríamos las primeras ideas como para tener un plan para presentar al resto de las chicas que hasta ese momento ignoraban por completo lo que íbamos a proponerles.
En mi casa estoy todo el tiempo montada. No puedo vivir de otra manera. Realizo todas las tareas, hasta cuando arreglo algo o pinto las paredes estoy vestida de mujer. Cocino, plancho, lavo la ropa, limpio los muebles, podo las plantas en el jardín y hasta tomo sol en la terraza con ropa femenina. Trabajo en mis proyectos en la computadora, escribo guiones para películas que alguna vez filmaré, chateo con admiradores, leo y hasta duermo acariciada por las suaves telas femeninas, por eso cuando vinieron Carmen y Julia las estaba esperando debidamente vestida.
Abrí la puerta y en cuanto entraron quedaron asombradas por los cuadros pintados por mi padre que tengo colocados en la sala, distribuidos como en una galería de arte. Les hice una recorrida por la casa para mostrársela y cuando pasamos por el dormitorio repitieron su asombro al ver la cantidad de fotos mías colgadas de la pared o sobre la mesita de luz, las pelucas, en sus respectivos soportes, sobre un mueble y el calzado en una estantería, todo a la vista.
-¿Tienes hijos?- Preguntó Julia.
-Sí, dos varones- Contesté.
-¿Y ellos no vienen a visitarte?-
-Sí, de vez en cuando vienen a almorzar los sábados-
Se miraron tratando de comprender.
-¿Y nunca vieron esto?-
-No, porque cierro la puerta del dormitorio, pues mi política por ahora es como en el ejército norteamericano acerca de la homosexualidad “no preguntes, no hables”. Ahora, si por algún desliz  lo descubren, así como mi sexualidad, les diré todo y ellos decidirán. También es cierto que a veces me asaltan ganas de salir voluntariamente del closet y no sé cómo manejarlo. Resulta difícil elegir entre que no quieran verme más por ser como soy o que lo siga ocultando hasta el fin-
La respuesta los dejó pensando.
-Es un tema más difícil que comprender la teoría de la relatividad- Comentó Julia.
-Es que sobre esto ni siquiera hay una teoría- Contesté
Serví té con porciones de budín en mi estudio donde nos acomodamos en los sillones para conversar. Carmen repitió lo que me había adelantado y Julia agregó.
-Ves, esto es como lo que nos decías acerca de ti y de tus hijos, visibilizarnos y explicar puede ser un camino a la aceptación pero la voluntad para hacerlo no es igual para todas. Fijate en Amanda, es tan tímida que todavía no sé cómo se atrevió a salir de su casa para montarse frente a otras personas, Mónica repite a cada rato que es hombre como para que no olvidemos, Gabriela se siente una diva, Rosa vive con culpa permanente, goza de travestirse y luego le agarra la depresión y no lo quiere hacer más hasta la ocasión siguiente, Agustina exaspera con su lamento de sentirse fea, Rebeca está dominada por el pánico de que su esposa la descubra y Sissy utiliza la excusa de ser artista para convencerse a sí misma de que lo que hace no es una perversión. Antonia está limitada por el tiempo ya que vive con los padres y tiene dos hermanas adolescentes por lo que solo puede disfrutar de chatear con hombres oculta en su habitación. Todas ellas estarían encerradas en sus mundos, si no fuera porque en algún momento, en un rapto de audacia fueron a lo de Claudia y trabaron amistad con nosotras. No nos vamos a creer redentoras pero la amistad les renovó el valor-
-Claro- Dijo Carmen- En lo de Claudia las que forman un grupo se hacen amigas y está todo bien, pero las que temen volver se pierden para siempre de otra oportunidad, si descubrimos alguna enseguida nos acercamos y le brindamos afecto, que se sientan cómodas, así fuimos formando el grupo-
-Como a mí- Interrumpí.
-Bueno, te vamos a ser sinceras, vos nos cautivaste a nosotras, se te veía tan desinhibida en tu primera reunión que de inmediato captamos tu potencial y estimamos que nos podías ayudar aún sin saber de qué manera. Mira como la hiciste reír a Amanda. Era la primera vez que lo hace cuando conoce a una nueva cross-
-Me voy a sonrojar por el halago-
-Ja, lo dudo- Aseveró Julia y agregó- La modestia no es tu virtud y eso está bien-
Convinimos reunir a las chicas luego de la siguiente fiesta en lo de Claudia, con la que hablaríamos también para hacerle saber nuestro proyecto y procuraríamos de hacerla  participar, después de todo también podía ser una inesperada publicidad para su actividad. La propuesta era bien simple. Yo realizaría un documental en donde mostraríamos todo el mundo del crossdressing, habría opiniones de sicólogos, de esposas, de padres, de parejas de los homosexuales, y testimonios de aquellas que se animaran a enfrentar la cámara.
Dos viernes después nos encontramos en lo de Claudia. Yo fui vestida con pollera larga hasta las rodillas, camisa de seda, saquito tejido, zapatos clásicos y cartera de tamaño chico donde apenas entraban mi celular, el equipo de maquillaje, los documentos y la billetera. Sobria por una razón. Por primera vez viajé en colectivo para vivir una nueva experiencia.
Salí de mi casa cuando ya bajaba el sol, cerré la puerta, pasaron dos vecinas, saludaron y yo contesté con la cabeza. Tres cuadras debía transitar hasta la parada, tres que parecieron trescientas, y eso era el principio, debía pedir el boleto, subir al colectivo con los tacos y tratar de mantenerme en pie cuando frenara de golpe. Lo logré a duras penas, ante cada maniobra temía volar por el aire, por eso me aferraba con fuerza al parante.
A pesar de la hora llevaba puestos anteojos con un poco de color para que no se notaran mis ojos así me sentía más segura y podía observar a los otros pasajeros. Dos hombres me miraron un rato, luego uno de ellos se distrajo con lo que veía por la calle y el otro se concentró en su celular. La que más me tuvo en la mira fue una mujer de mediana edad, muy bonita y elegante en su vestimenta. Se podía decir que éramos las únicas vestidas con algo que no fueran joggins, zapatillas, minifaldas desflecadas o pantalones de tiro bajo que a las mujeres les hace asomar la panza como a un camionero lleno de cerveza sin el más mínimo criterio de la elegancia. Tal vez fuera por eso que no me sacaba la vista de encima o por que había descubierto mi secreto.
Al fin y al cabo que me importa, pensé y no le presté más atención. Solo la miré cuando, habiendo bajado del colectivo, advertí que ella continuaba su observación mientras el vehículo se alejaba por la avenida.
Las cuadras hasta la casa donde era la fiesta no me parecieron tantas a pesar de que eran el doble de lo que había caminado en mi barrio, pero lo que me tranquilizaba era que ya no corría riesgo de que me reconociera algún vecino, aquí era una anónima más entre tantos anónimos. Cuando toque el timbre estaba totalmente relajada.
La sorpresa en la cara de Claudia fue mayúscula cuando me recibió en el primer piso.
-¿Viniste así? ¡Que audacia en tan poco tiempo!-
Encontré a mis nuevas amigas reunidas en la terraza que daba el salón principal. Me recibieron con grititos de placer, abrazos y besos.
-¡Pero mira que elegante!- Dijo Agustina.
-Vos también- Repliqué.
-¿Te parece?-
-Sí, tonta o creés que te lo digo de compromiso-
Amanda se prendió de mi brazo.
-¡Que suerte que llegaste! Les conté a todas que sos mi amiga-
Mónica, enfundada en toda su altura en un catsuit negro brillante parecía el monumento al látex pues además de su altura llevaba puestas botas con plataforma y tacos de alrededor de quince centímetros. Cuando se acercó a mi le dije
-Muñeca, deberías venir con una escalera incorporada-
La abracé a la cadera.
-No pretendas que suba más-
Julia le pidió a Claudia que nos reuniéramos para comentarle nuestro proyecto. Bastaron pocas palabras para que estuviera en total acuerdo.
-Es algo que siempre soñé hacer pero el ritmo del negocio no te da tiempo y además no se me ocurría como. Es importante ayudar a las cross con algo más que ropita, fotos y reuniones. Hay muchas que vienen una vez y desaparecen. Y yo no sé qué les ha pasado y es una lástima perderlas-
Luego, en el fragor de la fiesta entre bailes, concurso de karaoke y desfile de modas les avisamos a todas las chicas del grupo que a la salida nos íbamos directamente a lo de Julia y Carmen. De modo que ninguna se cambió. Las que habían venido vestidas de hombre cargaron con sus bolsos y una vez que salimos a la calle nos distribuimos en los autos.
Estaba junto a Rebeca en el momento en que tomó su celular y no pude dejar de escuchar  lo que decía.
-Te lo juro, querida, a la salida de la oficina atropellaron a un compañero de trabajo y no hay quien lo cuide, el pobre es solo, recién vino del interior, si querida vuelvo el sábado por la tarde, si querida, después saco a pasear al perro, si querida…-
-Es bueno tener la última palabra “si querida”-
-No me jodas, te juro que no la aguanto más y no por el crossdressing, es por todo-
-Mirá, si te contara mi historia podrías decir que no soy la mejor consejera pues a mí la bruja con quien me casé tuvo que echarme a pesar de que cualquiera con los huevos bien puestos se hubiera ido mucho antes de eso, pero lo cierto es que una vez libre me cambió la vida y hasta mi manera de ser. De lo único que me arrepiento es no haberlo hecho antes, por eso te digo, no aguantes más de lo soportable porque según veo en otros matrimonios se llega a un momento en que pierdes por completo tu individualidad y ya es tarde, te fundis con tu esposa y hasta llegas a creer que es la mejor mujer del mundo y solo te queda aquello de “hasta que la muerte los separe”-
-Sí, pero no es fácil-
-No creas, es más fácil que vivir mintiendo-
Rebeca me miró, adiviné que desdeñaba mis palabras. No era la primera vez que me sucedía. Las experiencias de mi vida me sirvieron para fabricarme una coraza donde no dejo entrar aquello que no me agrada. Fui débil en otras épocas, sentí culpa por lo que me pasaba y por todas los defectos que mi ex esposa sacaba a luz con total impunidad delante de cualquiera pero ahora mi fortaleza radicaba en no ceder un ápice ante la falta o la mala predisposición de la gente que me rodeaba por eso cuando daba un consejo sé que me colocaba en una posición de seguridad que molestaba a quién lo recibía. De manera que no agregué más a lo dicho. Que cada uno se arregle como pueda, pensé y no volví a hablar más del asunto.
Ya era la madrugada cuando llegamos a lo de Julia y Carmen por lo que ayudamos a las dueñas de casa a preparar el desayuno. Sweet logró que Jenny la acompañara a la panadería para comprar facturas y ambas regresaron riendo no sé de qué, ya que no compartieron el motivo de sus risas.
Al rato estábamos acomodadas en el gran living tomando café, algunas y mate otras, acompañándolos con las facturas compradas y rodajas de pan untadas con manteca y dulce de leche que había en la casa. Carmen tomó la palabra.
-Bueno, chicas, hace rato que tenemos una idea con Julia y creemos que llegó el momento de hacerla realidad. El tema es hacer un video, tipo documental que explique que es el crossdressing, haciendo hincapié en que ustedes no son ningunas anormales ni pervertidas, que esta necesidad de vestirse como mujeres es algo que sirve para relajarse, para sentirse bien, que les ayuda a comprender a las mujeres. Además mostraremos como son las reuniones, demostrar que no sucede ningún tipo de orgías o cosa así…-
Mónica la interrumpió
-¿Y tenemos que participar todas?-
-Bueno, no es una imposición, el crossdressing es difícil de explicar y si intercambiamos ideas cuanto más haya mejor-
-Es que no es fácil salir ante una cámara y decir lo que una piensa- Objetó Amanda.
-No saldrás si no quieres- Aclaró Julia.
-Claro no todas somos como ustedes o Jenny o Sweet o Sabrina- Opinó Rebeca a la que le noté cierto aire de disgusto cuando me mencionó.
-Para una cross es mejor permanecer en el anonimato- Agregó Antonia.
-Nadie te pide que digas cuál es tu verdadera identidad,  a pesar de ser un grupo unido tampoco conocemos la totalidad de nuestras vidas fuera del crossdressing- Mencionó Jenny.
Pronto me di cuenta que estábamos divididas. Las que vivíamos esta realidad con el ánimo superado y las que todavía, por una razón u otra, tenían miedo. Lo que me molestaba era que se presentara esta situación entre nosotras que no deberíamos tener ningún tapujo en mostrarnos ya que compartíamos por igual el crossdressing. Distinto era con los extraños. Temí que la conversación llevara a un rompimiento y puse paños fríos.
-Bueno, la idea está planteada, creo que cada una debería pensarlo, tranquilas y en unos días volver a reunirnos-
-¿Y, quién dirigiría el video?- Preguntó Gabriela.
-Sabrina, por supuesto- Contestó Julia.
-Ella es quién tiene la experiencia- Agregó Carmen.
Se produjo un silencio incómodo. Advertí que todas aquellas actitudes de bienvenida que me habían prodigado en algunas estaban trocando por algún otro sentimiento que parecían celos y no pude permanecer callada.
-Bueno, si alguien cree que puede hacerlo yo me corro al costado, lo importante es que se trata de una buena idea y nadie mejor que las crossdressers, para explicar lo que nos pasa cuando nos vestimos de mujer-
Ninguna hizo el más mínimo comentario a favor o en contra.
Pasamos el resto del día en casa de Carmen y Julia, hicimos entre algunas una gran cantidad de pasta regada con abundante salsa, almorzamos, tomamos el té con masas y nos divertimos viendo “Priscilla, la reina del desierto” en DVD, pero el ambiente no era el distendido de semanas atrás y no lograba saber por qué. ¿Será posible que ahora cuando encontraba lo más cercano a una cofradía que debía ser amena en todas sus expresiones surgían en ésta diferencias? Pensaba mientras las miraba a todas.
Volví en remise, no tenía humor como para andar corriendo otra aventura en colectivo. En cuanto llegué me saqué los zapatos, me acomodé en un sillón del estudio apoyando los pies en la mesa ratona y encendí una pipa, vicio que no pienso dejar aunque muera por ello.




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