3. INTERNET Y CINE
Llevé el rollo al negocio de quién me sacara las fotos
anteriores. El hecho de que ya conociera mi secreta pasión hizo que no me
preocupara por que viera mis nuevas imágenes. Solo me preguntó si las fotos que
él me había tomado un mes antes no me habían servido dándome la oportunidad
para explicarle con detalle el motivo y la oportunidad por los que me había
hecho éstas últimas. Me decepcionó saber que no tenía un scanner lo que me
obligaría a llevarlas a otro negocio y que las viera un extraño mientras las
pasaba a un CD. La razón de escanearlas era que así podría subirlas a la página
de Internet de Claudia. Por supuesto el deseo pudo más que la vergüenza y
procuré encontrar un sitio adecuado. Elegí uno en donde no había otros clientes
y estaba atendiendo una sola persona, un hombre, que hizo el trabajo sin poner
demasiada atención al contenido de las fotos. O al menos eso creo, obviamente
no iba a hacer ningún comentario si había descubierto que yo era esa mujer,
pero tampoco advertí nada en su mirada y en sus gestos de que lo hubiera
adivinado.
Fui derecho a mi casa, sin perder tiempo coloqué el CD,
abrí la página y subí las fotos. Finalmente Sabrina existía en la red para ser
conocida por otras crossdressers y admiradores. Cuando descubrí que dejaban
comentarios halagadores en mis fotos me sentí en las nubes. Por eso, tentada de
difundir mi imagen, busqué otros sitios donde subirlas. Puse mi dirección de
Messenger y bien pronto tuve una larga lista de contactos con los que me inicié
en el chateo, actividad que se convirtió casi en una adicción. Lo único que me
faltaba era una cámara la cuál demoré en comprar hasta que un día me decidí,
con la intención de mostrarme, cansada de andar describiendo como estaba
vestida.
Mientras me sucedían estas novedosas experiencias el mundo
continuaba rodando y ocurrió que debido a la crisis económica y los malos
manejos de mis patrones la empresa en que trabajaba debió cerrar. De manera que
hube de enfrentarme al hecho de estar desocupada a una edad en que se volvía
casi imposible conseguir empleo y por lo tanto el futuro se presentaba sombrío.
Además de dejar de ver a todos aquellos compañeros con quienes tenía
relaciones. Pero las oportunidades se presentan donde una menos se la imagina.
Comencé a buscar amoríos desesperadamente pues estaba necesitada de superar el
mal momento de alguna manera. Uno de mis nuevos amantes, un hombre alto,
musculoso, de alrededor de cuarenta años, llamado Rodrigo, me dio más que sexo.
Era director de videos publicitarios y me ofreció ser su
ayudante cuando supo que el cine me apasionaba ya que mi sueño incumplido era
dirigir películas. Tenía entonces la oportunidad de aprender, salvar mi
dignidad, ganar dinero y tener un amante fijo pues el hombre era una fogosa
máquina de sexo. Tanto como yo. Pero ser receptiva y pasiva no es tanto mérito
como ser el activo ya que éste debe tener la facilidad de tener erecciones. Y
juro que las tenía. Me dejaba agotada, tirada en la cama tratando de recuperar
la respiración normal y enormemente satisfecha. El hecho era que estaba casado
y yo me preguntaba en ocasiones si le ocurriría con su esposa lo mismo que me
había pasado a mí con la mía. Pero no. Me confesó, y no tenía porque no creerle
que con ella era igual de fogoso aunque me necesitaba pues yo lo hacía gozar
con otra intensidad.
Mi amante me hizo ingresar en el mundo de la publicidad y
el cine y le quedé eternamente agradecida. Cuando recibió una propuesta laboral
en Europa lo sucedí en sus tareas. Había perdido un excelente amante pero
conseguido la oportunidad de lograr algo que no muchos pueden. Trabajar en lo
que me gustaba.
Con la compra de una cámara digital conseguí dos
propósitos, el primero fue que comencé a experimentar filmando hechos en la
calle o preparaba escenas en mi casa que actuaba yo misma con guión propio. Con
un programa de computación editaba esos videos y armaba proyectos que cuando
los mostré a mis compañeros recibí cálidas aprobaciones. El otro significó que
me hice sucesivas sesiones de fotos travestida, utilizando el disparo
retardado. Había logrado liberarme de pedirle a otro que me sacara fotos, las
podía subir inmediatamente a Internet y además las llevaba a revelar a lo de mi
fotógrafo favorito, ya que, todavía a la antigua, prefería tenerlas en papel
pues la idea de que fueran solamente virtuales todavía no me resultaba
convincente. Armé álbumes prolijamente editados y pronto tuve un archivo de CD
y DVD con fotos y videos en donde aparecía desfilando como una modelo, bailando,
realizando play back y hasta la audacia de un strep tease. Para estas fotos
hice algo que venía postergando, me depilé todo el cuerpo. Me costaba trabajo
ya que había partes a las que no llegaba con la maquinita de afeitar. Decidida
a verme bien concurrí a un salón de belleza anunciado en una página para
crossdressers. De allí en más mantuve la regularidad para estar como lo deseaba
todo el tiempo. Mis fotos, sobre todo las que había subido a Flickr, tuvieron
un éxito rotundo, en poco tiempo superaban las dos mil quinientas visitas,
mensajes de hombres que me querían conocer y otras crossdressers que deseaban
tener contacto conmigo. Hasta
ese momento siempre había estado travestida sólo en mi casa o me ponía ropa
dentro de la casa del hombre de turno con quién me encontraba. Debía salir a la
calle transformada en mujer y estaba decidida a hacerlo pero esperaba la ocasión
precisa, sobre todo porque no me animaba a hacerlo sola.
4. LA PRIMERA SALIDA
Sabrina debía ser vista en la calle. Ya no me bastaban las
fotos. Sabía que sólo había una manera de hacerlo y era concurriendo a las
reuniones que organizaba Claudia. Las crossdressers llegaban con sus ropas de
hombre, salvo algunas que ya habían experimentado salir travestidas a la calle,
y allí dentro Claudia y su personal se ocupaban, una vez cambiadas, de
maquillarlas.
Llamé a Claudia y le pregunté cuando sería la próxima
reunión. Me confirmó que para el siguiente sábado. Le dije que iría. Estaba
decidida a no perderme esa oportunidad.
El día señalado pasé por la depiladora para verme perfecta.
Cuando llegó la hora me puse la ropa interior
y un suéter negro. En el bolso cargué la peluca negra larga, los
zapatos, la minifalda negra de cuero y las bolsas rellenas de mijo para simular
los senos. No teniendo auto viajé en colectivo. Me sentía segura de mí a pesar
de tener puesta lencería debajo de mi vestimenta de hombre y me preguntaba qué
pensarían todos los pasajeros que iban en ese momento conmigo si lo supieran.
Tras bajar del colectivo caminé varias cuadras hasta llegar al sitio indicado,
toqué el timbre y pronto escuché la voz de Claudia. Cuando le contesté que era
yo abrió la puerta.
Al entrar me encontré con una larga escalera. El sitio
estaba en una casa antigua de techos altos situada en una esquina con la
entrada al piso superior unos metros más allá de la ochava. Subí la escalera de
mármol amarillento por el paso de los años. Al llegar arriba me encontré con un
espectáculo único. En un salón varias crossdressers conversaban animadamente, en
una esquina un par esperaban su turno para tener un lugar donde cambiarse. Una
larga mesa estaba colmada de platos con sándwiches de miga y vasos
descartables, tras ella Claudia servía cerveza o gaseosa a pedido, tarea que
dejó de lado para acercarse a mí y recibirme con un beso.
A su indicación pasé a otro salón en donde estaban las maquilladoras.
En cuanto tuve un lugar me saqué la campera y los pantalones, me coloqué la
mini de cuero, las bolsas con relleno de mijo dentro del corpiño, los zapatos y
me acomodé la peluca. De inmediato pasé a la sesión de maquillaje y una de las
empleadas de Claudia me transformó la cara. Una vez que terminó me incorporé,
me afirmé sobre los tacos y volví al salón principal. Al principio estuve
retraída y tímida. No conocía a nadie y era evidente que muchas de ellas ya
eran amigas con anterioridad. Al verme sola me invitaron a acercarme a un grupo
y tuve mi primer contacto real con las personas que tenían mis mismos desvelos.
Ya ni recuerdo de que hablé en aquella primera charla.
Tengo una vaga idea de que les conté de mi experiencia así como ellas me
contaron de las suyas. Sonreí a unas y otras, procuré ser lo más simpática
posible y me dediqué a observarlas. Sabía que aún tenía mucho por aprender y
esa era la ocasión ideal.
En un momento me quedé sentada sola en un extremo del
salón. Encendí un cigarrillo y contemplé la escena. Sentí que era como estar en
un mundo diferente, sin hacer mucho esfuerzo se podía olvidar que todas esas
mujeres eran hombres que al día siguiente estarían con sus esposas, sus hijos,
o en el trabajo. Además de saber sus nombres femeninos no tendría posibilidad
de conocer mucho más de sus vidas como tampoco ellas de la mía. En el fondo
éramos un grupo de anónimas.
Algunas parecían verdaderas mujeres, hablaban, gesticulaban
y se movían como mujeres. En eso me pregunté cómo resultaría para ellas, yo que
me creía muy sensual mirándome al espejo y siendo benevolente conmigo misma.
En aquella reunión conocí a Mónica, Jenny y Gabriela. En
realidad conocí a muchas más pero ellas tres, habituales asistentes, hicieron
un círculo amistoso a mí alrededor. En medio de las conversaciones supe que Jenny era enfermero en un Hospital
Municipal y Gabriela ejecutivo en una empresa multinacional, Mónica, en cambio,
no hablaba de su trabajo. Aunque nuestras historias eran parecidas, éramos
bastante diferentes.
Mónica era alta, delgada, caminaba con firmeza de manera
que llegué a pensar que en cualquier momento iba a destrozar los tacos de sus
botas. A pesar de tratar de hablar con voz fina como una mujer era evidente que
su sonido era potente como de alguien acostumbrado a mandar. Ante mí se confesó
heterosexual y varias veces insistió en que ser crossdresser no tenía nada que
ver con su hombría al punto que me pareció que trataba de reafirmar su
masculinidad debido a su propia inseguridad al respecto.
Jenny era todo lo contrario, asumida su homosexualidad, su
conversación versaba invariablemente sobre hombres, los que había tenido y los
que esperaba tener. Los amaba a todos y se lamentaba que habiéndose puesto un
vestido negro de encaje casi transparente no había varones en la reunión que
pudieran apreciarlo. Cabe reconocer que a pesar de no ser alta estaba
debidamente proporcionada y su cintura era bastante estrecha contrastando con
sus caderas.
Si bien mis nuevas amigas se volvían por momentos
monotemáticas, la que más me apabullaba era Gabriela. Había elegido su nombre
por parecerse bastante a Sabatini y debo confesar que realmente era muy
sensual. Claro que por si no se apreciaba ella te lo repetía a cada instante.
Soy una diosa, decía, pero no debe culpársela por el egocentrismo, al fin al
cabo todas pensamos lo mismo de cada una de nosotras cuando nos vemos al espejo
y decimos aquello de “Espejito, espejito, ¿Quién es la más hermosa de toda la
comarca?”.
A pesar de sus manías comencé a quererlas con sinceridad.
Fueron las primeras que me trataron como a una igual en un ambiente en que, por
momentos, advertía cierta distancia, tal vez por envidia o por el afán de
sobresalir.
-Formamos parte de un grupo muy unido y reducido- Me dijo Jenny,
agregando- Y nos has caído tan bien que queremos que te nos unas-
Yo acepté agradecida. Había logrado algo que muchas
crossdressers no conseguían nunca, siempre recluida su pasión dentro de cuatro
paredes.
Era la una de la mañana y las participantes comenzaron a
retirarse. Algunas regresaban a sus casas y por ello se trasladaron al cuarto
en donde las empleadas de Claudia las desmaquillaron con cremas y volvieron a
sus ropas de hombre. En ese momento sentí que debía hacer algo que aún tenía
pendiente, caminar por la calle travestida. Estaba por pedirle a alguna de mis
nuevas amigas si eran capaces de salir conmigo para tomarme unas fotos cuando Mónica
me habló.
-Vamos a bailar a Angel´s, ¿Te animás a venir con
nosotras?-
No podía negarme, no quería negarme. Pero, previsoramente le
comenté que no tenía vehículo y no sabía cómo volver a mi casa.
-No te preocupes, tal vez alguna te quiera llevar hasta dónde
vives como para completar el día- Afirmó guiñando un ojo y dándome un suave
codazo de complicidad, tras eso completó- Se de una que está muy entusiasmada
contigo-
Ansiosa por vivir esta nueva experiencia me despedí de Claudia,
me retoqué el maquillaje y peiné la peluca. Verifiqué la ropa y tomé el bolso
ya que había decidido ir, de la manera que pudiera directamente del baile a mi
casa.
Bajé la escalera de mármol, esta vez con mucho cuidado, ya
que al llegar tenía puestos mis zapatos de hombre pero ahora lo hacía con los
tacos altos y temía caerme. Se abrió la puerta y, por primera vez, estaba
afuera, en el mundo real. Miré a todos lados, por la avenida pasaban algunos
vehículos cuyos ocupantes nos miraban curiosos.
Le di mi cámara a
Jenny y le pedí que me sacara una foto. Me afirmé sobre los tacos y ensayé una
pose sensual. En ese preciso momento pasó un camión.
-¡Potra, si te agarro te parto al medio!-
Me di vuelta y lo vi alejarse. El hombre sacó su cabeza por
la ventanilla y casi choca contra un colectivo por mirarme.
-Vamos- dijo Mónica y las cuatro nos dirigimos a los autos
que estaban estacionados a dos cuadras.
Ese instante me pareció una eternidad. Aún me sentía
temerosa a pesar de que eso era lo que había deseado tanto tiempo. Las calles
no estaban tan iluminadas como la avenida y rogaba que a ningún inadaptado se
le ocurriera atacarnos o robarnos. Además, acostumbrada a caminar con los tacos
por el piso nivelado de mi casa pisaba con excesivo cuidado tratando de
mantenerme en pie.
No dividimos. Mónica y Gabriela subieron al auto de la
primera. Jenny me tomó del brazo y me condujo al suyo. En ese momento supe que
aquella reunión terminaría en una cama y sentí necesidad de aclarar ciertas
cosas.
-No sé si me apresuro, pero si tienes intención de que nos
acostemos te digo que soy solo pasiva-
-Yo también, pero podemos ser dos lesbianas, ¿No?-
Me sonreí mientras me miraba en el espejo retrovisor.
-Ahora no pienses en eso, relájate y disfruta de tu primera
salida a la calle. Son muchas emociones y hay que digerirlas de a poco para no
atragantarse- Me dijo mientras pasaba su mano por mis piernas. Luego las retiró
y se concentró en el manejo.
Afortunadamente conseguimos estacionamiento en una playa de
las cercanías, justo a un costado de la Facultad de Ciencias Económicas.
Nuevamente caminar hasta el boliche, pero esta vez la sensación era diferente.
Estábamos rodeadas de una marea de gente que iba de aquí para allá. Contra lo
que supuse nadie nos prestaba atención y si alguien había advertido lo que
éramos disimuló cortésmente su descubrimiento.
Al entrar en Angel´s seguí a Mónica que había divisado a
otro grupo de crossdressers bailando en el centro de la pista. Eran cuatro
personas meneándose al ritmo de la música. Cuando estuvimos junto a ellas,
gritando para hacerse oír Jenny me presentó. Tratando de verlas en medio de la
oscuridad ambiente saludé a todas.
Rosa, menuda, con peluca de cabello corto, pantalones
ajustados y botas. Sweet, la que primero anduvo por la calle travestida y
arrastró a todas las demás tras ella era alta, un poco rolliza, disimulaba su
cuerpo con un vestido negro holgado pero sexy. Julia, elegante, también con
botas y una hermosa pollera larga con cinturón ancho de cuero. La cuarta que me
saludó me impactó, parecía realmente, mucho más que nosotras, una verdadera
mujer. Al presentarse comprendí mi intuición.
-Hola Sabri, yo soy Carmen, la esposa de Julia-
-Es gratificante conocer a una mujer tan comprensiva- Le
dije.
-No soy la única. Son varias las esposas que acompañan a
sus maridos-
-Me resulta increíble, pero debo entender que las hay viéndote
a ti- Afirmé.
-Vamos a bailar que para eso vinimos- Dijo Jenny tomándome
la mano y llevándome a un lugar en la pista que estuviera menos congestionado.
Bailamos. Yo trataba de moverme lo más sensualmente
posible. Pronto, el ritmo dominó mi cuerpo y me sentía, a medida que pasaban
los minutos mucho más cómoda. Sobre la madrugada terminamos bailando lentos,
abrazadas fuertemente. Jenny posó sus labios en los míos y nos besamos.
-Vamos a mi casa, luego te llevo a la tuya-
Y yo, sumisa, la seguí. A los pocos minutos estaba parada
en un pasillo poco iluminado esperando que Jenny abriera la puerta de su
departamento.
-¿No te importa que los vecinos te vean llegar así?- Le
pregunté
-Mirá, francamente me importa poco, pero ocurre que son tan
pacatos que prefieren creer que lo que ocurre es que tengo una mujer en casa-
-Pero, en un edificio todo se sabe- Insistí.
-No creas, se sabe lo que se quiere saber, se imagina lo
que se quiere imaginar, en estas cuevas una santa puede ser una puta y una loca
la Madre Teresa de acuerdo al flujo de los chismes-
Reí con la explicación. Y todavía reía cuando, una vez
adentro, estaba de pronto sumergida en los brazos de Jenny. Hice lo que mejor
me sale, me deje llevar. Luego del intenso momento de pasión, quedamos agotadas
y nos dormimos profundamente hasta que sonó el despertador.
-Hoy debo ir temprano al Hospital así que si esperás que me
dé una ducha te llevo- Ofreció.
Mientras ella estaba en el baño me vestí con la ropa de
mujer, saqué mi bolsito de maquillaje del bolso y me arreglé la cara, me acomodé
la peluca y así preparada la esperé sentada en un sillón del living.
Al verme se mostró sorprendida.
-¿Así vas a llegar a tu casa? ¿Y si te ven los vecinos?
Mirá que ya es de día-
-Me arriesgaré, pero siento que no puedo vestirme de
hombre, esta noche ha sido demasiado importante para mí como para terminarla
así de pronto-
El viaje hasta mi casa no era muy directo para ella pero
igualmente lo hizo a pesar de que yo le dije a último momento antes de salir
que si era mucha molestia me vestiría de hombre e iría en colectivo pero ella
insistió.
Al estacionar el auto frente a mi casa pude ver a algunos
vecinos, esos que van temprano a comprar las facturas y el pan caminando
tranquilos, el kiosco de al lado estaba abierto pero su dueña no estaba
visible, a media cuadra otro vecino se preparaba para cortar el pasto de la
vereda.
-Ahí vamos- Dije después de dar un beso en la mejilla a Jenny.
Abrí la puerta del auto y tomé el bolso. Sin mirar a nadie
caminé despacio para no caerme de los nervios que me asolaban, llegué hasta el
frente de mi casa, tardé en encontrar las llaves y cuando al fin pude abrir e
ingresar me di vuelta y vi que Jenny estaba todavía allí esperando para
comprobar que todo sucediera con normalidad. En cuanto vio que ya había
acomodado medio cuerpo dentro, me hizo un gesto levantado el pulgar y arrancó
perdiéndose en la siguiente esquina.
Entré a mi casa, caminé hasta el dormitorio y arrojé el
bolso sobre un sillón. Casi como una autómata me preparé un café, lo serví,
tomé dos galletas del frasco y me desplomé en el sillón de mi estudio. Ese fue
el primer momento en que sentí el peso de la magnitud de lo que había hecho. El
primer paso para ser Sabrina donde lo quisiera.
5. UN ASADO MUY PARTICULAR
Revisando mis mail una semana después encontré uno cuyo
origen desconocía y que estuve a punto de eliminar si no fuera porque de pronto
me asaltó la curiosidad. Lo firmaba una tal Carmen, nombre que recién reconocí
cuando lo abrí para leer su contenido.
“Querida Sabrina, conseguí tu casilla de correo por
intermedio de Claudia, espero que no te molestes con ella ya que se trata de
una buena razón. Espero que recuerdes que soy la esposa de Julia. El próximo
sábado vamos a hacer una reunión con asado en nuestra casa. Por favor ven, has
causado muy buena impresión entre las chicas y hay otras que te quieren
conocer. La onda es vestirse cómodas, nada de tacos aguja sino sandalias taco
chino, por ejemplo. Vamos a estar todo el día. La pasaremos bien. ¿Vienes?
Contéstame, por favor”.
No demoré en confirmarle mi presencia.
“Por supuesto que voy. ¿Cómo me lo voy a perder?”
Miré en la guía la dirección de Julia y Carmen. No estaba a
demasiadas cuadras de mi casa lo que me llevó a tomar la decisión de ir en
remise travestida.
Esa mañana me hice un repaso de depilación con la maquinita
de afeitar. Puesto que iba a ir sin medias me coloqué bastante crema humectante
en las piernas. Me calcé una musculosa rosa con la palabra Love bordada y una
minifalda de jean sujeta con un ancho cinturón de cuero negro. Elegí una peluca
de largo medio, color castaño de cabello natural. Me puse aros redondos blancos
y me maquillé ligeramente solo pintándome los labios, un poco de mascara de
pestañas y una línea de delineador bajo los ojos. Para los pies unas botitas
cortas con poco taco color bordó y guardé todos mis elementos en un bolso que
hacía juego con las botas. Para disimular mis anchos hombros me puse por encima
una saco liviano ya que la temperatura era agradable.
Llamé al remise. En pocos minutos un coche se detuvo frente
a mi puerta. Salí mirando hacia todos lados. La vecina de enfrente me hizo un
gesto amigable pero estoy segura que fue solo por educación pues evidentemente
no advirtió que era yo. Otros vecinos que transitaban la calle no eran de mi
conocimiento, salvo por verlos ocasionalmente, y no tenía trato con ellos de
manera que ni los saludé ni me saludaron. Entré al auto, tratando de lograr una
fina voz femenina le indiqué al chofer la dirección donde iba. Él me respondió
amablemente y tal vez porque estaba concentrado en sus propios pensamientos,
manejó sin decir una palabra y solo me miró por el espejo retrovisor en una
ocasión. En cierta forma me tranquilizó no llamar demasiado su atención pero al
mismo tiempo me sentí decepcionada pues estaba vestida de manera seductora y
cualquier hombre se hubiera sentido atraído a mirarme.
Lo que sucedió en cuanto bajé del auto pues, mientras
tocaba el timbre en casa de Julia transitaba por la vereda un hombre bastante
apuesto, debo decirlo, que me recorrió con la mirada desde los pies hasta la
punta el pelo y en el preciso momento de pasar a mi lado dijo:
-Bombón, ¿De qué paraíso te escapaste?-
No pude evitar una sonrisa. Me sentí halagada y él continuó
su camino satisfecho.
Carmen se asomó en la puerta de la casa y caminó por el
jardín mostrándome una delicada sonrisa. Abrió luego la puerta de rejas y me
invitó a pasar.
-Divina ¡Estás espléndida! ¡Y te animaste a venir así!-
-Es hacerlo alguna vez o nunca- Le contesté.
La seguí hasta el interior, era un hermoso chalet de
paredes blancas y decoración minimalista con muebles de algarrobo y pisos de
cerámica. Después de atravesar la espaciosa sala, salimos por una puerta de la
cocina al patio rodeado de un jardín exuberante en donde, cerca del quincho
estaban reunidas varias crossdressers algunas de las cuales reconocí y otras
eran caras nuevas para mí.
Mónica y Julia eran las conocidas, ambas me saludaron con
efusividad aunque me llamó la atención el golpe de tacos de Mónica al abrazarme
fuertemente.
Carmen me fue presentando a las otras.
-Estas son Antonia, Agustina, Amanda. Rebeca y Sissy,
Chicas, esta Sabrina que se animó a montada venir en pleno día, y eso que está
recién en su segunda salida-
A Antonia se le
notaba la juventud en un medio que gracias a las pelucas y el maquillaje las
edades se convertían en algo difícil de discernir, tenía unas piernas muy
largas, en lo que competíamos.
Agustina tenía mi
edad, lo sé porque me lo dijo después y cuando le dije la mía no lo podía
creer.
-Estas espléndida, yo me siento vieja y fea- Aseveró en una
frase que había oído muchas veces anteriormente en el Chat y me preguntó -¿Vos
como haces?-
-No demasiado, bueno, nada, gimnasia poca e intermitente,
salvo mucha bicicleta, lo demás está en los genes, mi madre tenía una fuerte
ascendencia indígena lo que demuestra mi color de piel y la ausencia de arrugas
y canas que no te puedo mostrar ahora por la peluca.
-De modo que no hay secreto-
-No- Contesté sin saber que agregar
Amanda me dio la mano, a diferencia de las otras que me
saludaron con besos en la mejilla y un abrazo.
-Disculpa, debí darte un beso, es que me siento cohibida
cuando conozco a una cross nueva, todavía no sé cómo me animé a llegar hasta
esto- Me dijo mientras se podía observar cierto rubor en sus mejillas que no
era maquillaje.
La tomé de la cintura suavemente.
-Quedate tranquila, que no muerdo- Se sonrió y agregué-
Salvo que me lo pidas- Largó la carcajada y las demás se dieron vuelta a
mirarnos.
-¿Cómo lograste eso en el primer encuentro?- Preguntó Julia.
Lo primero que me contó Rebeca fue que era casada, que
tenía miedo de decirle a su esposa lo del crossdressing pero que ya no toleraba
mantenerlo en secreto y que admiraba al matrimonio de Carmen y Julia. Tampoco
supe darle una respuesta. Las decisiones que se toman en cuanto a esta pasión,
los pasos a dar, salir o no del closet y como vivirla son tan personales que
nunca me sentí con capacidad para dar consejos, salvo, haz lo que te dicte el
corazón y a la mierda con los demás.
Sissy, nombre de emperatriz, pensé recordando la película,
era ampulosa y etérea, se movía con afectación como si siempre estuviera
representando una performance, hablaba modulando las palabras con exageración
lo que resultaba molesto hasta que comprendías que ella era así. Que su forma
de actuar era lo más natural que lograba después de pisar escenarios durante
muchos años representado infinidad de roles distintos.
Gabriela, Rosa, Sweet y
Jenny salieron de la casa, habían estado retocándose el maquillaje y
vistiendo sus prendas de mujer, las primeras ayudadas por las segundas que
habían llegado como yo, ya montadas, como solemos decir en lugar de
travestirse.
-Hola torti, susurró Jenny a mi oído, ¿Te recompusiste de
lo nuestro con un hombre durante la semana? Pues yo sí. Estuvimos bárbaras pero
no hay nada como los brazos de un camionero-
-Estuve con mucho trabajo y los camioneros no me van pero si
todo el resto de los hombres-
Tras las primeras impresiones me hice un cuadro de estados
civiles y tendencias sexuales. Dos casadas, cinco separadas, de las cuales
cuatro seguían tras las mujeres, la quinta era yo que no creo necesario aclarar
mi tendencia y las otras cinco homosexuales, una de ellas viviendo aún con sus
padres. Una extraña y heterogénea mezcla que jamás se hubiera dado en un ámbito
común y corriente, pero que aquí no importaba a nadie.
-¿Se dieron cuenta que somos trece?- Dijo de pronto Agustina.
-¡Claro, como en la última cena!- Comentó jocosa Carmen.
-Entonces podemos crear una religión- Arguyó Sweet.
-Lo que es seguro es que no será motivo de mala suerte-
Dijo Jenny y agregó
-Lo que nos falta es un Jesús-
-No, para crear una nueva religión no podemos repetir lo
que hay- Opinó Carmen.
-Mirá, si nosotras hiciéramos una religión ten la seguridad
que no copiaríamos a ninguna, nombre repetido o no- Argumentó Mónica.
-Podemos abrir un convento para recibir a los camioneros de
paso y brindarles albergue- Agregó Jenny.
-¡Camioneros para vos, a mí no me incluyas!- Respondió Mónica
y reímos con ganas.
Sentadas a lo largo de la mesa, en el patio, bajo un
agradable sol, rodeadas de un jardín con el pasto pulcramente cortado y flores
multicolores, saboreamos el asado, las ensaladas que hizo Carmen y varias
botellas de vino. Bromeamos, conversamos de varios temas y aunque orillamos la
política nos mantuvimos en armonía a pesar de no coincidir en nuestras
opiniones. De esa charla supe las profesiones de todos menos de la enigmática Mónica.
Julia y su esposa eran creativos en publicidad lo que motivó que yo confesara
mi trabajo de director de videos. Rosa era crítico de cine y espectáculos, Sweet,
abogado, La joven Antonia, ingeniero, Agustina, escritor, la tímida Amanda,
empleado, Rebeca, científico nuclear y Sissy, actor.
Las horas pasaron raudamente como sucede en estos casos.
Tras el asado ayudamos a las dueñas de casa a lavar platos y utensilios. Luego
ellas prepararon café y abrieron varios postres a cuál más rico. Continuamos en
la sala, Julia nos mostró sus últimas adquisiciones de ropa y calzado y
espiamos sus fotos en la computadora.
La tarde caía cuando comenzamos a irnos. Las que se
cambiaban pasaron al dormitorio de huéspedes. Las que nos íbamos a ir montadas
emprendimos nuestros regresos tras largas despedidas y la promesa de repetir el
encuentro ya que por varias razones pocas veces habían logrado estar todas
juntas como ese día.
Llamé a la misma agencia de remise que me había traído.
Mientras esperaba el auto Carmen se quedó hablando conmigo.
-Tienes buena onda Sabri, espero que no te pierdas y te
tengamos con nosotras, supongo que ya lo has advertido pero a pesar de que se
supone que este es un ambiente que por su actividad debería unir más a las
chicas sucede lo mismo que allá afuera, en el mundo, donde las amistades duran
poco, hay egoísmo y hasta discriminación, por la edad, por la educación, por la
calidad de la ropa que llevas puesta, mira que a Julia al principio no la
aceptaban porque yo iba con ella, les molestaba tener una mujer presente entre
ellas, ¡ Y yo iba porque soy su mejor amiga!, es así aunque nos pese. Una se
cree que vive en una isla donde puede aislarse del mundo pero hay de todo en
todos lados-
Asentí y le contesté.
-Es cierto, en el ambiente homosexual es igual, yo no lo
aceptaba pues quería creer en una comunidad unida fuera de las incoherencias de
la sociedad, pero te aseguro que a veces hay más homofobia dentro que fuera-
Llegó el auto. Carmen y Julia me abrazaron fuertemente.
Abrí la puerta y cuando desde la vereda levanté mi mano, Carmen me gritó.
-¡Cuidate!-
Sentí esa palabra
como una caricia suave y cálida y les arrojé un beso con la mano. El viaje de
regreso fue tan intranscendente como el de ida. El chofer ni me miró. Al llegar
a la esquina de cuadra recién tomé conciencia de que una tarde de sábado cuando
la temperatura es agradable todo el barrio está en la veredas sentados y
conversando. Y justamente al lado de mi casa había cuatro o cinco mujeres
reunidas. Tragué saliva y me preparé para lo peor. Pagué el viaje y salí del
coche. Caminé hasta la puerta de mi casa y cuando ponía las llaves en la
cerradura, que había preparado en la mano para tardar menos, sentí una voz
femenina cercana.
-Eduardo no está- Dijo la entrometida.
-Ya sé, me dio un juego de llaves para que pudiera pasar,
gracias-
Y entré casi de un salto para no quedar más expuesta su
mirada y la de otras que estaban con ella. Apenas cerré caminé con sigilo hasta
la ventana y procuré escuchar sus comentarios.
-Mirá vos, este Eduardo tenía una noviecita oculta el muy
pícaro-
Exhalé un largo, largo, largo suspiro de tranquilidad.
6. EL PROYECTO
Llevaba varias horas lidiando con un montón de ineptos,
tratando de filmar una escena pero el camarógrafo no parecía entender mis
indicaciones, el microfonista se metía en escena y el iluminador provocaba
sombras imprevistas cuando el lente de la cámara pasaba de un primer plano al
plano general. Eso sin considerar que los modelos parecían más interesados en
lucirse que colaborar con la idea del creativo. Era uno de esos días en que lo
mejor es suspender todo para mejor ocasión.
-¡Basta por hoy, váyanse todos y vuelvan mañana si todavía
tienen ganas de trabajar!- Grite exasperado y me acerqué al servicio de
catering que era lo único que funcionaba bien.
Al lado de las mesas advertí a una mujer alta vestida con
un traje sastre de falda tubo ajustada y larga hasta las rodillas. La reconocí
inmediatamente.
-¡Carmen! ¡¡Qué sorpresa!-
-Hola Sabri, mal día parece-
-¿Cómo me ubicaste?-
-Preguntando, el otro día en casa mencionaste algunos
trabajos tuyos y no me resultó difícil saber que se trataba de vos-
-¿Y que trae por acá, supongo que no es solo por saludar?-
-Acertaste. ¿Sabés? El otro día me quedé pensando en
nuestra conversación cuando te estabas yendo, lo hablé con Julia y llegamos a
la conclusión de que deberíamos hacer algo-
-¿Algo como que?-
-Un documental que podamos pasar en las reuniones, difundir
en los festivales alternativos, publicar en You Tube, hasta pasar por la tele
si es posible, algo que llame a la reflexión a todas las cross que andan
sueltas por ahí sin saber qué hacer, con quien hablar, adonde ir, en quien
confiar, llamar a la reflexión a esposas y amigas, a padres, a hijos. Es decir,
que cada uno salga del closet como quiera y cuando quiera pero que sepa que no
está sola. Debemos hacerlas visibles, lo que no se ve no existe y Julia y todas
ustedes existen, las cross son muchas y deben unirse en contra de la discriminación
externa e interna también-
-Contá conmigo, voy a terminar este trabajo y me voy a
tomar unos días, los necesito, además me va a venir bien como un primer paso
para lanzarme finalmente a hacer algo propio-
La cara de alegría de Carmen me contagió el alma. Seguía
siendo sorprendente para mí que una esposa tuviera tanta preocupación por la
actividad tan peculiar de su marido. Después de unos cafés y varias masas de
crema convinimos en reunirnos en mi casa dos días después. Ella iría con Julia y juntaríamos las primeras ideas
como para tener un plan para presentar al resto de las chicas que hasta ese
momento ignoraban por completo lo que íbamos a proponerles.
En mi casa estoy todo el tiempo montada. No puedo vivir de
otra manera. Realizo todas las tareas, hasta cuando arreglo algo o pinto las
paredes estoy vestida de mujer. Cocino, plancho, lavo la ropa, limpio los
muebles, podo las plantas en el jardín y hasta tomo sol en la terraza con ropa
femenina. Trabajo en mis proyectos en la computadora, escribo guiones para
películas que alguna vez filmaré, chateo con admiradores, leo y hasta duermo
acariciada por las suaves telas femeninas, por eso cuando vinieron Carmen y
Julia las estaba esperando debidamente vestida.
Abrí la puerta y en cuanto entraron quedaron asombradas por
los cuadros pintados por mi padre que tengo colocados en la sala, distribuidos
como en una galería de arte. Les hice una recorrida por la casa para
mostrársela y cuando pasamos por el dormitorio repitieron su asombro al ver la
cantidad de fotos mías colgadas de la pared o sobre la mesita de luz, las
pelucas, en sus respectivos soportes, sobre un mueble y el calzado en una
estantería, todo a la vista.
-¿Tienes hijos?- Preguntó Julia.
-Sí, dos varones- Contesté.
-¿Y ellos no vienen a visitarte?-
-Sí, de vez en cuando vienen a almorzar los sábados-
Se miraron tratando de comprender.
-¿Y nunca vieron esto?-
-No, porque cierro la puerta del dormitorio, pues mi
política por ahora es como en el ejército norteamericano acerca de la
homosexualidad “no preguntes, no hables”. Ahora, si por algún desliz lo descubren, así como mi sexualidad, les diré
todo y ellos decidirán. También es cierto que a veces me asaltan ganas de salir
voluntariamente del closet y no sé cómo manejarlo. Resulta difícil elegir entre
que no quieran verme más por ser como soy o que lo siga ocultando hasta el fin-
La respuesta los dejó pensando.
-Es un tema más difícil que comprender la teoría de la
relatividad- Comentó Julia.
-Es que sobre esto ni siquiera hay una teoría- Contesté
Serví té con porciones de budín en mi estudio donde nos
acomodamos en los sillones para conversar. Carmen repitió lo que me había
adelantado y Julia agregó.
-Ves, esto es como lo que nos decías acerca de ti y de tus
hijos, visibilizarnos y explicar puede ser un camino a la aceptación pero la
voluntad para hacerlo no es igual para todas. Fijate en Amanda, es tan tímida
que todavía no sé cómo se atrevió a salir de su casa para montarse frente a
otras personas, Mónica repite a cada rato que es hombre como para que no
olvidemos, Gabriela se siente una diva, Rosa vive con culpa permanente, goza de
travestirse y luego le agarra la depresión y no lo quiere hacer más hasta la
ocasión siguiente, Agustina exaspera con su lamento de sentirse fea, Rebeca
está dominada por el pánico de que su esposa la descubra y Sissy utiliza la
excusa de ser artista para convencerse a sí misma de que lo que hace no es una
perversión. Antonia está limitada por el tiempo ya que vive con los padres y
tiene dos hermanas adolescentes por lo que solo puede disfrutar de chatear con
hombres oculta en su habitación. Todas ellas estarían encerradas en sus mundos,
si no fuera porque en algún momento, en un rapto de audacia fueron a lo de Claudia
y trabaron amistad con nosotras. No nos vamos a creer redentoras pero la
amistad les renovó el valor-
-Claro- Dijo Carmen- En lo de Claudia las que forman un
grupo se hacen amigas y está todo bien, pero las que temen volver se pierden
para siempre de otra oportunidad, si descubrimos alguna enseguida nos acercamos
y le brindamos afecto, que se sientan cómodas, así fuimos formando el grupo-
-Como a mí- Interrumpí.
-Bueno, te vamos a ser sinceras, vos nos cautivaste a
nosotras, se te veía tan desinhibida en tu primera reunión que de inmediato
captamos tu potencial y estimamos que nos podías ayudar aún sin saber de qué
manera. Mira como la hiciste reír a Amanda. Era la primera vez que lo hace
cuando conoce a una nueva cross-
-Me voy a sonrojar por el halago-
-Ja, lo dudo- Aseveró Julia y agregó- La modestia no es tu
virtud y eso está bien-
Convinimos reunir a las chicas luego de la siguiente fiesta
en lo de Claudia, con la que hablaríamos también para hacerle saber nuestro
proyecto y procuraríamos de hacerla
participar, después de todo también podía ser una inesperada publicidad
para su actividad. La propuesta era bien simple. Yo realizaría un documental en
donde mostraríamos todo el mundo del crossdressing, habría opiniones de
sicólogos, de esposas, de padres, de parejas de los homosexuales, y testimonios
de aquellas que se animaran a enfrentar la cámara.
Dos viernes después nos encontramos en lo de Claudia. Yo
fui vestida con pollera larga hasta las rodillas, camisa de seda, saquito
tejido, zapatos clásicos y cartera de tamaño chico donde apenas entraban mi
celular, el equipo de maquillaje, los documentos y la billetera. Sobria por una
razón. Por primera vez viajé en colectivo para vivir una nueva experiencia.
Salí de mi casa cuando ya bajaba el sol, cerré la puerta,
pasaron dos vecinas, saludaron y yo contesté con la cabeza. Tres cuadras debía
transitar hasta la parada, tres que parecieron trescientas, y eso era el
principio, debía pedir el boleto, subir al colectivo con los tacos y tratar de
mantenerme en pie cuando frenara de golpe. Lo logré a duras penas, ante cada
maniobra temía volar por el aire, por eso me aferraba con fuerza al parante.
A pesar de la hora llevaba puestos anteojos con un poco de
color para que no se notaran mis ojos así me sentía más segura y podía observar
a los otros pasajeros. Dos hombres me miraron un rato, luego uno de ellos se
distrajo con lo que veía por la calle y el otro se concentró en su celular. La
que más me tuvo en la mira fue una mujer de mediana edad, muy bonita y elegante
en su vestimenta. Se podía decir que éramos las únicas vestidas con algo que no
fueran joggins, zapatillas, minifaldas desflecadas o pantalones de tiro bajo
que a las mujeres les hace asomar la panza como a un camionero lleno de cerveza
sin el más mínimo criterio de la elegancia. Tal vez fuera por eso que no me
sacaba la vista de encima o por que había descubierto mi secreto.
Al fin y al cabo que me importa, pensé y no le presté más
atención. Solo la miré cuando, habiendo bajado del colectivo, advertí que ella
continuaba su observación mientras el vehículo se alejaba por la avenida.
Las cuadras hasta la casa donde era la fiesta no me
parecieron tantas a pesar de que eran el doble de lo que había caminado en mi
barrio, pero lo que me tranquilizaba era que ya no corría riesgo de que me
reconociera algún vecino, aquí era una anónima más entre tantos anónimos.
Cuando toque el timbre estaba totalmente relajada.
La sorpresa en la cara de Claudia fue mayúscula cuando me
recibió en el primer piso.
-¿Viniste así? ¡Que audacia en tan poco tiempo!-
Encontré a mis nuevas amigas reunidas en la terraza que
daba el salón principal. Me recibieron con grititos de placer, abrazos y besos.
-¡Pero mira que elegante!- Dijo Agustina.
-Vos también- Repliqué.
-¿Te parece?-
-Sí, tonta o creés que te lo digo de compromiso-
Amanda se prendió de mi brazo.
-¡Que suerte que llegaste! Les conté a todas que sos mi
amiga-
Mónica, enfundada en toda su altura en un catsuit negro
brillante parecía el monumento al látex pues además de su altura llevaba
puestas botas con plataforma y tacos de alrededor de quince centímetros. Cuando
se acercó a mi le dije
-Muñeca, deberías venir con una escalera incorporada-
La abracé a la cadera.
-No pretendas que suba más-
Julia le pidió a Claudia que nos reuniéramos para
comentarle nuestro proyecto. Bastaron pocas palabras para que estuviera en
total acuerdo.
-Es algo que siempre soñé hacer pero el ritmo del negocio
no te da tiempo y además no se me ocurría como. Es importante ayudar a las
cross con algo más que ropita, fotos y reuniones. Hay muchas que vienen una vez
y desaparecen. Y yo no sé qué les ha pasado y es una lástima perderlas-
Luego, en el fragor de la fiesta entre bailes, concurso de
karaoke y desfile de modas les avisamos a todas las chicas del grupo que a la
salida nos íbamos directamente a lo de Julia y Carmen. De modo que ninguna se
cambió. Las que habían venido vestidas de hombre cargaron con sus bolsos y una
vez que salimos a la calle nos distribuimos en los autos.
Estaba junto a Rebeca en el momento en que tomó su celular
y no pude dejar de escuchar lo que
decía.
-Te lo juro, querida, a la salida de la oficina
atropellaron a un compañero de trabajo y no hay quien lo cuide, el pobre es
solo, recién vino del interior, si querida vuelvo el sábado por la tarde, si
querida, después saco a pasear al perro, si querida…-
-Es bueno tener la última palabra “si querida”-
-No me jodas, te juro que no la aguanto más y no por el
crossdressing, es por todo-
-Mirá, si te contara mi historia podrías decir que no soy
la mejor consejera pues a mí la bruja con quien me casé tuvo que echarme a
pesar de que cualquiera con los huevos bien puestos se hubiera ido mucho antes
de eso, pero lo cierto es que una vez libre me cambió la vida y hasta mi manera
de ser. De lo único que me arrepiento es no haberlo hecho antes, por eso te
digo, no aguantes más de lo soportable porque según veo en otros matrimonios se
llega a un momento en que pierdes por completo tu individualidad y ya es tarde,
te fundis con tu esposa y hasta llegas a creer que es la mejor mujer del mundo
y solo te queda aquello de “hasta que la muerte los separe”-
-Sí, pero no es fácil-
-No creas, es más fácil que vivir mintiendo-
Rebeca me miró, adiviné que desdeñaba mis palabras. No era
la primera vez que me sucedía. Las experiencias de mi vida me sirvieron para
fabricarme una coraza donde no dejo entrar aquello que no me agrada. Fui débil
en otras épocas, sentí culpa por lo que me pasaba y por todas los defectos que
mi ex esposa sacaba a luz con total impunidad delante de cualquiera pero ahora
mi fortaleza radicaba en no ceder un ápice ante la falta o la mala predisposición
de la gente que me rodeaba por eso cuando daba un consejo sé que me colocaba en
una posición de seguridad que molestaba a quién lo recibía. De manera que no
agregué más a lo dicho. Que cada uno se arregle como pueda, pensé y no volví a
hablar más del asunto.
Ya era la madrugada cuando llegamos a lo de Julia y Carmen
por lo que ayudamos a las dueñas de casa a preparar el desayuno. Sweet logró
que Jenny la acompañara a la panadería para comprar facturas y ambas regresaron
riendo no sé de qué, ya que no compartieron el motivo de sus risas.
Al rato estábamos acomodadas en el gran living tomando café,
algunas y mate otras, acompañándolos con las facturas compradas y rodajas de
pan untadas con manteca y dulce de leche que había en la casa. Carmen tomó la
palabra.
-Bueno, chicas, hace rato que tenemos una idea con Julia y
creemos que llegó el momento de hacerla realidad. El tema es hacer un video,
tipo documental que explique que es el crossdressing, haciendo hincapié en que
ustedes no son ningunas anormales ni pervertidas, que esta necesidad de
vestirse como mujeres es algo que sirve para relajarse, para sentirse bien, que
les ayuda a comprender a las mujeres. Además mostraremos como son las
reuniones, demostrar que no sucede ningún tipo de orgías o cosa así…-
Mónica la interrumpió
-¿Y tenemos que participar todas?-
-Bueno, no es una imposición, el crossdressing es difícil
de explicar y si intercambiamos ideas cuanto más haya mejor-
-Es que no es fácil salir ante una cámara y decir lo que
una piensa- Objetó Amanda.
-No saldrás si no quieres- Aclaró Julia.
-Claro no todas somos como ustedes o Jenny o Sweet o
Sabrina- Opinó Rebeca a la que le noté cierto aire de disgusto cuando me
mencionó.
-Para una cross es mejor permanecer en el anonimato- Agregó
Antonia.
-Nadie te pide que digas cuál es tu verdadera identidad, a pesar de ser un grupo unido tampoco
conocemos la totalidad de nuestras vidas fuera del crossdressing- Mencionó Jenny.
Pronto me di cuenta que estábamos divididas. Las que
vivíamos esta realidad con el ánimo superado y las que todavía, por una razón u
otra, tenían miedo. Lo que me molestaba era que se presentara esta situación
entre nosotras que no deberíamos tener ningún tapujo en mostrarnos ya que compartíamos
por igual el crossdressing. Distinto era con los extraños. Temí que la
conversación llevara a un rompimiento y puse paños fríos.
-Bueno, la idea está planteada, creo que cada una debería
pensarlo, tranquilas y en unos días volver a reunirnos-
-¿Y, quién dirigiría el video?- Preguntó Gabriela.
-Sabrina, por supuesto- Contestó Julia.
-Ella es quién tiene la experiencia- Agregó Carmen.
Se produjo un silencio incómodo. Advertí que todas aquellas
actitudes de bienvenida que me habían prodigado en algunas estaban trocando por
algún otro sentimiento que parecían celos y no pude permanecer callada.
-Bueno, si alguien cree que puede hacerlo yo me corro al
costado, lo importante es que se trata de una buena idea y nadie mejor que las
crossdressers, para explicar lo que nos pasa cuando nos vestimos de mujer-
Ninguna hizo el más mínimo comentario a favor o en contra.
Pasamos el resto del día en casa de Carmen y Julia, hicimos
entre algunas una gran cantidad de pasta regada con abundante salsa,
almorzamos, tomamos el té con masas y nos divertimos viendo “Priscilla, la
reina del desierto” en DVD, pero el ambiente no era el distendido de semanas
atrás y no lograba saber por qué. ¿Será posible que ahora cuando encontraba lo
más cercano a una cofradía que debía ser amena en todas sus expresiones surgían
en ésta diferencias? Pensaba mientras las miraba a todas.
Volví en remise, no tenía humor como para andar corriendo
otra aventura en colectivo. En cuanto llegué me saqué los zapatos, me acomodé
en un sillón del estudio apoyando los pies en la mesa ratona y encendí una
pipa, vicio que no pienso dejar aunque muera por ello.
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