15. EL ESTRENO
En tres semanas estaba en las oficinas de Benjamín con los
DVD de la película editados. El productor y otros dos individuos que no conocía
y que me fueron presentados aunque puse
poca atención a sus nombres, la secretaria y su pollera ajustada y yo entramos
a una pequeña sala de cine con unos diez o doce sillones y en la pared una
pantalla de plasma de considerable tamaño. Un operador casi mudo pues lo único
que hacía eran gestos genuflexos, no solo con Benjamín sino con todos los
demás, yo incluido, colocó el DVD y comenzó la función.
Silencio, silencio, silencio. Aún en los momentos que
tenían un toque de gracia. En la inesperada escena del crimen uno de los
individuos saltó imperceptiblemente de su asiento lo que noté pues estaba
sentado justo a su lado. El resto parecía estar en otro mundo, muy lejos de
allí.
Llegó el fin, los
créditos, la luz. Acomodé la vista acostumbrada a la penumbra y miré a los
hombres esperando una reacción.
-Buena, buena.- Dijo lacónicamente Benjamín.
-No solo buena, ¡Buenísima!- Acotó el que había dado el
salto.
-Bueno, no es para tanto- Insistió Benjamín.
El otro no dijo nada. La secretaria me tomó del brazo y
cuando la miré me hizo un guiño cómplice de aprobación.
-El jueves próximo la estrenamos en ocho salas del centro,
luego vemos. Espero verlo en el
preestreno, el miércoles- Dijo Benjamín.
A la semana siguiente estaba firme como un soldado en el
hall del cine al que habían sido convocados los periodistas especializados. Yo
era un soberano desconocido para ellos salvo uno, especializado en cortos
publicitarios, que me abordó en cuanto me reconoció. La curiosidad de los otros
al ver que me estaba haciendo un reportaje se hizo patente al rodearnos
solicitando turno para que les dijera unas palabras.
En eso estaba cuando llegó Benjamín que no se perdió de
acotar.
-Disfrute, disfrute, el problema es que van a decir mañana
en los diarios-
Decidí ignorarlo.
En medio de la muchedumbre de invitados especiales,
actores, actrices, modelos, figurones y representantes de distribuidores y
cadenas de salas de exhibición, apareció Sissy, totalmente travestida.
-Hola cielo- Me dijo dándome un beso en la mejilla.
Un periodista la reconoció y la llevó a un costado para
reportearla. Otro se me acercó.
-¿Sissy se vino vestida como su personaje?- Preguntó y yo
supe que pasaba algo raro pues ese no es su nombre artístico sino el que usa
cuando está como crossdresser.
-¿Quién sos?- Pregunté al periodista.
Acercó su boca a mi oído y murmuró.
-Rosa-
-Debí sospechar que te iba a encontrar algún día-
-Yo no estaba seguro de si eras o no Sabrina, pero en
cuanto vi a Sissy lo confirme pues Carmen me había dicho que estaba trabajando
en una película que vos dirigías-
-Y ahora te toca opinar. Espero que seas imparcial-
-Lo soy, siempre lo soy-
En ese momento se abrieron las puertas para facilitar el
ingreso a la sala. Sissy se paró a mi lado y entramos.
Sentarme en las primeras filas me resulta incómodo para
disfrutar de la película, por ello, a pesar de que tenía un lugar reservado
adelante me ubiqué mucho más atrás y por el medio de la fila de asientos. De
esa manera podía, también, observar mejor las reacciones del público. Esas
reacciones fueron satisfaciéndome. Los silencios, las risas, el salto ante la
escena del crimen, la tensión cuando el protagonista era acusado, el alivio
sobre el final, fueron expresados con el inconfundible lenguaje corporal. Pero
no estaba preparado para lo posterior. Cuando apareció la palabra fin,
comenzaron a aplaudir, luego uno se paró, y luego otro y otro y de pronto
estaban todos incorporados de sus asientos aplaudiendo a rabiar. Yo que
continuaba sentado sin hacer ningún gesto sentía las miradas curiosas de los
que estaban a mí alrededor hasta que Benjamín que pasaba por el pasillo
buscándome, me ubicó.
-Vamos, muchacho, a disfrutar de la gloria-
Y cuando me incorporé sentí muchas manos que trataban de
tocarme y muchas bocas que expresaban su admiración. Benjamín me llevó al
escenario en tanto continuaban los aplausos. Cuando estuvimos arriba, mientras
me levantaba la mano como a un boxeador, gritaba al público
-¡Es la nueva revelación del cine nacional!-
Y dirigiéndose a mí agregaba
-Siempre supe que íbamos a triunfar-
-Cállese viejo hipócrita- Contesté aunque no estoy muy
seguro de que lo haya escuchado.
En tanto, todo el elenco incluida Sissy, subieron al
escenario respondiendo a los vítores y aplausos que no habían cesado.
-¿Vamos a festejar?- Me preguntó Sissy en cuanto se calmó
la reacción del público.
-No, no estoy de humor, prefiero disfrutar de esto a solas,
en mi casa- Le contesté intentando huir de allí lo antes posible.
Benjamín me detuvo en el pasillo.
-Vamos a festejar- Propuso.
-No, mañana hablamos-
Se quedó mirándome sin comprender.
-Es tu momento de gloria-
-Veamos mañana cuando venga el verdadero público- Contesté
y continué mi salida.
La avenida Corrientes estaba llenándose de la gente que
salía de los cines. Paré un taxi y le pedí que me llevara a la Estación Retiro.
Tomé el tren y luego de un corto viaje bajé en mi estación vacía y en
penumbras. Caminé las trece cuadras que me separaban de mi casa sin pensar siquiera
en la posibilidad de ser asaltado. Debía ser mi día de suerte pues llegué sin
novedad. Entré, me saqué toda la ropa de hombre y me puse las primeras prendas
femeninas que encontré en el ropero. Abrí una botella de vino, me la tomé sin
usar vaso siquiera y me dormí sentada en el sillón con la televisión encendida.
Al otro día me levanté temprano para hacerme de todos los
diarios. El canillita se sorprendió por la compra. Los leí detenidamente. Las
críticas eran un mar de elogios. Tanto a mí como al elenco todo. La
recomendación para verla era absoluta. O casi. Uno solo de los críticos opinaba
que era una obra intrascendente. Anoté su nombre. Aunque no lo conocía, sabía
de quién se trataba.
16. ESTADO DE SITUACIÓN
Pasado el trance del estreno volví a mis tareas habituales.
Había logrado mi propósito y estaba seguro que Benjamín volvería con más
propuestas. No era cuestión de dinero sino la satisfacción de que fuera
reconocido mi trabajo, pues durante los reportajes el día del estreno y en
algunas notas posteriores para diversas radios y revistas había aclarado que la
parte artística de la película era totalmente obra mía y que el productor no
había tenido nada que ver en ello. Así que si a Benjamín no le gustaban mis
declaraciones podía muy bien ir a martirizar a otro director, mi nombre era
conocido y ya podía pensar en hacer las valijas pues la película estaba
invitada para el Festival de Cine de Berlín.
Entretanto continué asistiendo a las reuniones en lo de
Claudia. En ocasiones iba vestida de hombre y me cambiaba allí y en otras iba
directamente vestida de mujer, según los estados de ánimo. También sentía la
necesidad de salir sola, y no solamente de noche sino en pleno día. La luz
diurna puede ser más reveladora de nuestra verdadera identidad, pero me fui acostumbrando.
Solía ir al Centro Cultural Recoleta, al Museo de Bellas Artes o al Paláis de
Glace. Para no llamar la atención procuraba vestirme sobriamente, usaba blusas
cerradas, saquitos, polleras hasta las rodillas y botas media caña o zapatos
clásicos.
Me animé a salir en bicicleta, actividad que solía realizar
como hombre, pero que con el uso de unas calzas ajustadas, cortas o largas, musculosa,
la peluca bien firme para que no se vuele y anteojos para sol me convertía en
una presa apetecible para los varones que suelen andar por diversos lugares, ya
sea para hacer ejercicio o como una buena excusa para huir de sus esposas los
domingos como yo lo había hecho antes. De manera que me hice ver por los lagos
de Palermo, la Reserva Ecológica, sitio habitual de encuentros homosexuales, el
Tigre, el Paseo del Tren de la Costa, Puerto Madero y las Costaneras, norte y
sur. A estas aventuras ciclísticas se sumaron Julia, Carmen y Jenny cuando no
estaba de guardia en el Hospital, lo que las convirtió en una actividad
esperada durante la semana y que reemplazábamos juntándonos a tomar mate en la
casa de Julia cuando llovía.
En lo de Claudia nos encontrábamos la mayoría del grupo.
Para ser sincera debo decir que nos llevábamos bien a pesar de las diferencias
de carácter. La realidad era que no había ningún motivo para que no fuera así.
En todos los grupos humanos hay personas con diferentes puntos de vista ante la
vida y eso no significa que se lleven mal. El hecho de no haber sido mencionado
por bastante tiempo el proyecto de Julia y Carmen aquietó las aguas y pareció
como si el tema estuviera definitivamente olvidado. Yo me sentía más tranquila.
No tenía intención de confrontar con ninguna de las chicas, había quedado en el
centro de la polémica por que, siendo una recién llegada, las autoras de la
idea me habían propuesto para llevarla a cabo y eso había generado, sin dudas,
los celos de las demás.
Siendo más detallista sentía diferentes sensaciones con
cada una de ellas. Mónica, después de las bromas iniciales era una incógnita
para mí. Con Jenny nos unía aquella relación lésbica de la primera noche y
aunque no la volvimos a repetir fue como un pacto de amistad profunda.
Gabriela, aunque les pareciera molesto a las demás que anduviera creyéndose una
diosa, a mí me causaba gracia y le hacía bromas comparándola con Moría Casán.
Rosa me contaba a cada rato que a veces deseaba terminar con todo eso del
crosssdressing pero que no podía evitar volver a hacerlo.
-No lo evites, no tenés por que hacerlo- Le repetía yo una
y otra vez.
Sweet era una liberada, como yo, y no le importaba nada,
como yo, la única diferencia era que le gustaban las mujeres y a mí no.
Antonia me consultaba a menudo si debía o no mudarse de la
casa de sus padres
-¿Vas a esperar que te descubran, como la esposa de
Rebeca?- Le preguntaba a mi vez y ella se quedaba pensando hasta que me
aseguraba que iba a ponerse a buscar departamento, lo que nunca hacía.
Agustina se sentía fea. Martirizaba a todas diciéndole lo
lindas que eran y en cambio ella no podía igualarlas. Lo cual no era cierto.
Tenía un delicado y grácil cuerpo y sus rasgos no delataban su masculinidad e
incluso, habiéndola visto mientras se cambiaba en una de las reuniones diría
que hasta era muy atractiva como varón. Amanda se había pegado a mí como una
rémora. Continuamente me abrazaba y me besaba y si no fuera por que comprendía
que esa conducta era producto de su timidez y veía en mi algo así como una
madre protectora la hubiera llevado a la cama para una relación aunque fuera
lésbica. Rebeca pasó del odio al amor. Cuando comprendió que lo mejor que pudo
haberle pasado era separarse me lo agradecía constantemente. Y Sissy,
agradecida por haberle dado el papel en la película insistía en saber si
existía la posibilidad de viajar juntas a Berlín. Julia y Carmen eran tema
aparte. Se habían convertido en las mejores amigas. Con Carmen me sucedía que
era la primera vez que me sentía completamente relajada hablando con una mujer
real. Desde mi separación tuve varias pretendientes dispuestas a sacarme de mi
estado de soltería, que, por supuesto ignoraban que hacía rato que no quería
saber nada de ellas y no solo por mi homosexualidad sino porque las veía
insinuarse y temblaba, recordando lo despóticas, manipuladoras y
culpabilizadoras que son, además de su propensión a jugar su rol preferido, el
de víctimas. Yo, mujer, jamás sería como ellas, pensaba a menudo. Carmen era
otra cosa. El hecho de haber aceptado a su marido con su pasión por el
crossdressing, acompañarlo y alentarlo la convertía, a mis ojos, en una
excepción maravillosa.
En cuanto a mis hijos, continuaron viniendo a mi casa al
almorzar un sábado cada mes o cada dos meses. Jamás me atreví a vestirme de
mujer delante de ellos, que lo supieran era una cosa pero todo tiene sus
límites y yo tenía los míos. En realidad no volvimos a hablar del tema que
quedó cubierto con un manto de olvido. Sabiendo que en medio de la primera
sorpresa cada uno de ellos reaccionó de acuerdo a su carácter no quise volver a
tensar la cuerda para no generar molestos momentos. De todas maneras lo dicho,
dicho estaba y no se podía volver atrás. Lo que había logrado en lo personal
era sentirme más relajada. Ya no tenía que andar disimulando y lo mejor de todo
era que no sentía culpa por la revelación. Antes bien, pensaba que su reacción
era una cuestión de ellos. Yo tenía bastante con mi vida.
17. UNA NOCHE TERRIBLE
Las noches y la ciudad eran mi tiempo y mi territorio. Cuando comencé a hacer mis paseos era muy
poco propensa a andar después de ciertas horas por la calle temiendo por la
inseguridad reinante. De a poco me animé en esta situación que conllevaba más riesgo. Una mujer es una víctima propicia
y, aunque no fuera mujer en realidad, la ropa que lucía, aunque no fuera
provocativa, podía generar en los hombres actitudes violentas difíciles de
evitar, agregado al hecho que debajo de las prendas femeninas sentía una cierta
indefensión. Suponía que ante un ataque no podría responder como hombre.
De todas maneras trataba de no sentir temor. Era precavida
pero no podía dejar de salir como Sabrina ni dejarme llevar por el miedo.
Una noche salí de Angel´s caminando lentamente hacia
Córdoba y Callao decidida a tomar el subte. Sabía que no había mucha gente a
esas horas pero tomé el riesgo sintiéndome menos aprensiva después de tantas veces de haber salido
montada a la calle.
Bajé las escaleras, saqué el pasaje y continué descendiendo
hasta el andén. Decir que había poca gente era una descripción optimista. Yo
era la única persona a todo lo largo de la estación. El silencio y la oscuridad
de los túneles eran atemorizantes. Me paré pegada a la pared, lo más lejos
posible del borde de la plataforma. Miraba a un lado y al otro esperando ver la
aparición de personas para no sentirme tan desprotegida. Pero solo uno llegó
por las escaleras. Un individuo alto, fornido, de cabello muy corto, vestido
con botas negras, pantalón militar y campera. En ese instante temblé de miedo.
Supe que algo lamentable iba a suceder y disimuladamente traté de llegar a la
otra escalera pero el hombre corrió hacia mí y me detuvo tomándome del brazo.
Sus manos eran fuertes, traté de desasirme pero no pude. Sin soltarme me llevó
consigo hasta un recoveco oscuro en el extremo del andén. Adivinando que iba a
pedir auxilio me colocó una navaja en la garganta y dijo.
-Ni se te ocurra gritar por qué es lo último que vas a
hacer-
Al refugio de las sombras me quitó el bolso, lo arrojó a un
lado y me empujó de manera que caí de espaldas al suelo y totalmente inerme.
Sin sacarme la navaja del cuello trató de quitarme la pollera hacia abajo, pero
al ver que estaba sujeta por el cinturón me la levantó. Estaba por llegar el
momento que más temía. En cuanto se libró de la minifalda tomó con la mano
libre mi tanga y trató de arrancármela.
Ese segundo de sorpresa, al quedarse mirándome sin
comprender debido a lo que había encontrado entre mis piernas, me bastó para
reaccionar. Levanté con fuerza una de ellas y le clavé la punta de las botas en
medio de los testículos. Abrumado por el dolor cayó a un costado. Sin saber cómo,
me acomodé la tanga medio rota, tomé el bolso y salí corriendo por el andén
gritando por auxilio. Al llegar a la escalera me encontré de golpe con tres
individuos. La sorpresa me hizo quedar muda hasta que noté que eran policías.
-¡Me quisieron violar!- Grité totalmente desencajada.
Me miraron, luego miraron detrás de mí y me di cuenta que
habían visto a mi agresor. Dos de ellos corrieron hacia él, el tercero sin
sacarme la vista de encima murmuró.
-Y también, como se te ocurre andar así vestida, ¿No sabés
que haces calentar a los hombres?-
Comprendí que la cosa se iba a poner peor. Para colmo el
otro individuo se puso a gritar que yo era una travesti, una puta que le había
querido robar-
-¿A ver?- Dijo otro de los policías mientras hurgaba
desconsideradamente en mi entrepierna y
exclamó - Es cierto, es un travesti-
-¡Pero ese tipo me atacó, me quiso violar!- Exclamé
desesperada.
De nada valieron mis protestas. Nos esposaron a ambos y nos
llevaron caminando por los pasillos del subte mientras una gran cantidad de
gente que salía de los cines se volcaba hacia la estación. Me sentía como
desnuda de vergüenza, bajé la cabeza y traté de no mirar a nadie. En la calle
nos subieron a patrulleros separados que unos pocos minutos después nos dejaron
en la Comisaría. En cuanto entré mi presencia atrajo todas las miradas, me
llevaron hasta una sala cerrada y allí me dejaron sola un buen rato. Estaba
segura de que estarían observándome por lo que me senté en una de las dos
únicas silla que había y esperé lo más paciente que pude.
Entraron dos individuos de civil, cabello largo, jeans
gastados y zapatillas de marca. Uno se sentó en la otra silla, el otro
permaneció de pie.
-¿Sabes, nena que te acusan de intento de robo?-
-Es mentira- Contesté mirándolo fijamente a los ojos.
-Mirá muñeca, la cosa es sencilla, el juez le va creer a él
porque es un hombre y no un pervertido como vos- Dijo el otro.
Sentí que me corrían las lágrimas por las mejillas.
-Tengo derecho a una llamada- Supliqué.
-¡Ah, mirá, la nena se sabe sus derechos!- Exclamó uno de
ellos.
En ese momento uno le tocó el hombro al otro y se retiraron
a un extremo de la sala a conversar en voz baja. Cada tanto me miraban y yo
creía saber el motivo de esas miradas.
Al terminar se acercaron a mí.
-Mirá, bebé, el tema es sencillo, vos te ponés obediente y
con suerte mañana salís limpia de culpa-
-No- Contesté terminante- Quiero hacer mi llamada-
Uno de los policías me abofeteó con fuerza haciéndome dar
vuelta la cara y luego me aplicó un rodillazo en el estómago. Sin saber cómo
estaba aún en pié me doblé al medio de dolor. Pensé que iban a continuar con el
castigo pero cesaron. El otro policía llamó a una agente femenina y le ordenó
que me llevaran a las celdas.
-Ahora vas a saber que es hacerte la guapa, maricona-
La mujer, contrariamente a lo que esperaba de ella, me
trató con rudeza- Le rogué que me dejara pararme mejor mientras me arrastraba
por un pasillo húmedo y oscuro.
-A las putas como vos hay que tratarlas así- Dijo mientras
abría la reja de la celda- Por culpa de ustedes los hombres cada vez se
interesan menos en nosotras-
Y me arrojó dentro. Caí de rodillas raspándomelas contra el
piso de cemento. Por unos segundos traté de incorporarme pero no lo lograba. En
ese momento sentí una mano fuerte que me alzaba. Reaccioné tratando de cubrirme
pues esperaba un golpe más pero cuando se me aclaró la vista pude ver que quién
me había alzado hasta sentarme al borde del catre era una travesti, de enormes
pechos, pelo largo y abundante, rubio, casi desnuda, solo cubierta por un
vestido semi transparente corto hasta la mitad de sus glúteos y botas bucaneras
negras.
-Gracias- Atiné a decir.
-De nada, ¿Qué te pasó?-
Y le conté mi historia, con todos los detalles.
-Malo, malo, lo tuyo no es por prostitución. Te van a
endilgar un intento de robo y aquí eso se paga muy caro-
-¿Cómo?- Pregunté.
-¿No te dijeron? Lo único que te puedo asegurar es que no
te vas a poder sentar por varios días-
El miedo reflejado en mi cara debió ser bastante elocuente.
-Pero, podemos hacer algo- Dijo mientras extraía un celular
de su cartera.
-¿Cómo tenés ese celular? ¿No te revisan?- Pregunté
asombrada
-¿A mí? ¡No! De mi lo único que esperan es que venga algún
amigo con la guita de la coima para ellos, por eso entro y salgo a menudo-
Extendió su mano y me alcanzó el aparato. Temblando aún
marqué con dificultad el número de Julia.
-¡Hola Sabri! , ¿Dónde estás?- Preguntó Julia sin sospechar
nada.
-En cana, me están acusando de querer robarle a un tipo que
estaba tratando de violarme- Dije en un susurro por el temor de ser escuchada
por el policía de guardia.
Se hizo silencio.
-July, ¿Estás ahí?- Dije desesperada.
-¡Si, si! No te preocupes, ya llamo a Sweet que es abogada.
Decime en que comisaría estás-
Le pregunté a mi compañera de celda y le informé a Julia.
-No te preocupes, ya vamos- Fue lo último que escuché
En ese instante dos policías introdujeron en la celda
contigua a mi agresor. Tuvieron con él un trato mejor que conmigo. El hombre me
miraba a través de las rejas y me hacía gestos tomándose los genitales.
-Te salvaste de mi pero no sabés la que te espera- Exclamó.
No pasó más de media hora cuando un hombre vestido
elegantemente, con pantalón pinzado y remera de marca llegó acompañado de un
policía. Se dirigieron a la celda de al lado y la abrieron dejando salir al
sujeto.
-¿Ves muñeca, como salgo?- Gritó desde el pasillo.
Temblé de indignación.
-No te gastes, aguantá que ya deben estar por llegar tus
amigas- Me calmó la travesti a mi lado y continuó- Para conocernos mejor ¿Cómo
te llamas?-
-Sabrina- Contesté.
-Lindo nombre, yo me llamo Natalia- Y me abrazó con fuerza.
Sentí que sus brazos me protegían.
Otra media hora tuve que esperar para que dos hombres y un
policía entraran al pasillo. Esta vez reconocí a Julia por haberla visto una
vez sin estar montada y Sweet vestida con traje y corbata era la típica imagen
de un abogado.
El policía me franqueó la salida. Julia tomó del brazo a mi
nueva amiga y le preguntó a oído.
-¿Vos le prestaste el celular?-
Ante la respuesta afirmativa, aclaró.
-Tranquila, les dijimos que una persona los vio cuando la
detenían a Sabrina-
Otro policía llegó hasta la celda y ordenó dirigiéndose a
Natalia.
-Vos, tomátelas, ahí vino tu patrón a pagar tu parte-
-Yo no tengo patrón- Afirmó Natalia.
-Bueno, tu macho, tu chongo, lo que sea -
-¿Ves que fácil?- Me dijo mientras salía con nosotras
por el largo pasillo.
En el salón estaba los agentes que me habían detenido y los
que me habían golpeado. Se hicieron a un lado en silencio cuando pasamos. Sweet
reclamó mis pertenencias. Se las entregaron prestamente y me las dio.
-El tipo que intentó violarte estaba suelto por una
excarcelación a pesar de haber abusado de una menor. Ahora se pudo ir pero ya
hablé con el comisario y lo van a buscar para arrestarlo, y ten la seguridad
que esta vez no lo van dejar salir, no por lo tuyo, pues sería un despelote
verte envuelta en un juicio así, sino porque se supo que antes que a vos había
violado a una mujer en otra estación del subte-
-¿Y yo como quedo?- Pregunté.
-Nada, sin entrada, no te tomaron los datos ya que ni
pensaban hacerlo, solo querían divertirse con vos en una noche de orgía-
-¿Entonces, todo arreglado?- Volví a preguntar cuando ya
llegábamos al auto.
-Todo- Dijo Sweet.
-Todo- Repitió Julia, y cuando abría la puerta del auto
para que entrara, agregó.- No te imaginas las relaciones con el poder que tiene
Sweet como abogado-
No me lo dijo y me quedé con la incógnita.
18. LA VUELTA, LAS REUNIONES, LAS EXPLICACIONES
Después de concurrir a hacerme estudios médicos para
constatar que no me hubiera quedado ninguna lesión interna a causa de los
golpes que me habían dado en la comisaría y de tomarme una semana de reposo,
decidí que no debía rendirme y por lo tanto no abandonar mi necesidad de salir
montada a la calle.
El sábado siguiente fui a Angel´s a bailar saliendo
travestida directamente de mi casa. Los vecinos ya ni me prestaban atención.
Ignoraba lo que pensaban pero era evidente que se habían acostumbrado a mi
presencia y estando como Sabrina o como Eduardo me saludaban con cortesía.
De modo que munida de un aerosol para defenderme y vestida
con elegancia salí al mundo. Lo peor de la experiencia no había sido el intento
de violación sino la manera en que me habían tratado los agentes lo que
demostraba que la ciudad es gay friendly solo para los turistas con dinero, que
la homofobia está tan latente como siempre y que una vez bajo el poder
policiaco tus derechos no valen ni cinco centavos, al menos para los que no
tenemos experiencia en estos hechos pues los delincuentes no solo entran y
salen sino que además, a través de sus abogados explotan un sistema que deja
indefenso a los honestos.
Varias chicas habían estado llamándome por teléfono a lo
largo de esa semana y a ninguna le conté de mi decisión de volver a la calle
tan pronto, lo que constituyó una verdadera sorpresa para las que estaban en el
boliche cuando me vieron llegar. Las palabras de bienvenida mostraron dos
tendencias. Unas se alegraron y me elogiaron el valor, otras se alarmaron
pensando que me había vuelto loca.
Julia aprovechó la situación para volver sobre el tema de
realizar el video. Al principio me pareció que no era momento de hablar de esas
cosas pero luego comprendí que no había ocasión más oportuna pues conmocionadas
por lo que me había sucedido era probable que estuvieran de acuerdo. Y así fue.
Convinimos para la semana siguiente una reunión en lo Julia para elaborar una
idea del guión.
Esa noche bailé despreocupadamente. No quería pensar en el
momento más álgido, que sería el del regreso a mi casa. Jenny se puso a
coquetear conmigo y hasta nos dimos unos besitos en la boca pero su atención
estaba puesta en un hermoso muchacho que la miraba insistente. Yo no me
preocupaba por ello ya que me gusta también este juego de toco y me voy por lo
que finalmente se podría decir que casi la empujé a los brazos de ese hombre.
Luego bailé un rato con Amanda tratando de no convertir el refugio de su
timidez en una invitación a sexo y finalmente cuando llegaba la hora del
amanecer me despedí de todas. Quería probarme a mí misma por eso no acepté la
invitación de Jenny a llevarme hasta mi casa. Ella estaba con su conquista y
además de desear encarar la calle sola, no quería importunarles.
Cuando salí comenzaba a asomar el sol en medio de unas
hermosas nubes rojizas. En la calle se mezclaban los madrugadores de domingo,
diareros, repartidores, con los trasnochadores que buscaban el descanso. Evité
el subte y viajé en colectivo hasta la estación de ferrocarril. El viaje fue
tranquilo y me entretuve viendo por la ventanilla el paisaje, luego otro
colectivo hasta mi casa y finalmente una vez que cerré la puerta, me saqué los
zapatos y me acomodé en el sillón para tomar un café sentí que había pasado la
prueba.
El domingo siguiente, asado en lo de Julia. Debo admitir
que el solo hecho de reunirnos para comer me producía placer, deseaba el olor a
la carne cociéndose, las ensaladas y los buenos vinos que traía Sweet, regalo
de un cliente dueño de una bodega
Gabriela, Jenny y yo ayudamos a Carmen con las ensaladas y
colocamos los cubiertos y la vajilla en la mesa que habían armado Mónica y
Rebeca bajo el techo del quincho, Julia era la asadora oficial y le ayudaba
Rosa, el resto se había acomodado alrededor de la pileta de natación a chismear
como verdaderas mujeres.
El tema obligado de conversación fue mi experiencia de dos
semanas antes, luego intercambiamos novedades de sitios donde comprar ropa y
zapatos, hablamos un poco de política y Julia nos mostró en su notebook las
últimas fotos que había subido a Facebook, además yo aproveché a mostrarles mi
blog y las notas que había publicado.
Sissy nos sacó varias fotos con su cámara digital y en la
sobremesa, cuando varias todavía masticaban algún trozo frío de asado y
terminábamos los vinos, mientras Carmen traía dos tartas y el café humeante,
comenzamos a hablar del tema que nos convocaba.
Esta vez estuvimos de acuerdo casi unánimemente, salvo
algunas que aceptaron aparecer en cámara pero resguardadas de manera que no se
vieran sus caras, las demás querían aportar sus experiencias, contar como
habían comenzado y como sobrellevaban la vida. Yo hice hincapié en que las que
sentían más conflictos internos eran las que debían ser las más explicitas en
cuanto a cómo pensaban superar su temores. En mi mente estaban Mónica, Rosa,
Antonia, Agustina, Amanda y Rebeca, pero me abstuve de mencionarlas para no
herir sus susceptibilidades, esperando que ellas asumieran la importancia de
sus testimonios. Otra opinión en la que insistí era la de la propia Carmen en
su carácter, poco frecuente, de esposa de una crossdresser.
Convinimos en que filmaríamos una reunión como la que
estábamos teniendo en ese momento y se le daría un espacio a cada una que
quisiera hablar, luego haríamos algunas tomas en Casa Brandon o Angel´s,
entrevistaríamos a otras crossdressers y a algún psicólogo, además de darle un
espacio a Claudia para que vierta sus propias inquietudes. Yo propuse que no
determinaría un tiempo para cada una y para cada tema previamente sino que daría
espacio a que se manifestaran con total tranquilidad lo que facilitaría una
mejor expresión. Además, y para no entrar en conflicto con ninguna de ellas,
realizaría el montaje en común acuerdo con todas.
Una vez que convinimos en reunirnos nuevamente en lo de
Julia, siempre dispuesta a ser anfitriona, el domingo siguiente para comenzar
la filmación, decidí que llevaría cámaras de mano que me otorgan más libertad
de movimientos e iba a grabar las tomas de la reunión sin guión previo pues
deseaba lograr la mayor naturalidad posible.
Haber tomado todas estas decisiones logró que se
distendiera el ánimo en el grupo y no surgieran voces en contra. Aproveché ese
momento para conversar con dos de las chicas con las que tenía temas
pendientes.
Primero, lo más fácil, llevé aparte a Sweet y le manifesté
mi más profunda gratitud por lo que había hecho por mí-
-Debo pedirte perdón por que aquella noche estaba
obnubilada por la experiencia y los golpes y no recuerdo nada de lo que hice-
Le dije a modo de disculpa.
-No te preocupes, es normal, por más fuerte que seas, y tú
has demostrado que lo eres, cualquiera se siente en esos momentos como dentro
de un profundo pozo del que no ve la boca y piensa que no a poder salir nunca-
-Por lo que veo, tenés bastante influencia en la policía-
-Contactos, hija mía, contactos, en esta profesión hay que
tener de tu lado aún a quienes aborrecemos-
Y como adivinando lo que le iba a preguntar agregó.
-El tipo que te quiso violar ya está preso, el mismo
comisario me lo informó, y el juez no le díó la excarcelación esta vez por lo
que a estas alturas ya debe estar con el culo roto y lavando la ropa de algún
preso en Devoto-
La satisfacción por la venganza asomó a mi cara.
-Eso sí, los policías que te arrestaron y los que te
golpearon por ahora no han sufrido ningún castigo pero no te preocupes, se van
a cuidar muy bien de molestarte, saben que los estoy investigando por otros
delitos y no van a desear que les caiga mi ira-
-Me quedo más tranquila-
Sweet me abrazó, y dándome un beso en la mejilla dijo.
-Fuiste muy valiente, te admiro-
La otra persona era Rosa, sabía que podíamos tener una
discusión, por lo que le pedí que fuéramos discretas en nuestra charla. En
cuanto estuvimos a buena distancia de las demás le pregunté a boca de jarro.
-¿Por qué me hiciste una crítica mala? ¿Sabés que fuiste la
única? Los demás críticos ponderaron la película y ya ves, hasta vamos a ir a
Berlín para el festival-
-Si- Dijo bajando la vista- Debo confesarte que me dejé
llevar por los celos pero eso no es todo, el jefe de redacción me dijo esa
noche que no se me ocurriera elogiar demasiado el film, por la presencia de un
personaje travesti y por qué se decía por ahí que sos homosexual, su comentario
más mi mala leche hicieron el resto-
-¿Pero ese tipo se piensa que vive en la época de las
cavernas?- Pregunté
-Sí, y el tema es que nos tiene a todos bajo la mira, así
que imaginate como ando yo con mis ánimos de mariquita, además si leyeras todas
las críticas del diario o las noticias vas a ver que rezuman homofobia en cada
página-
-¿Y cómo lo aguantas?-
-Por el alquiler, por las expensas, por la comida…-
-¿Y la dignidad?-
-Amiga, la dignidad es un bien maleable, mi estómago no-
-¿Y no buscaste otro trabajo?-
-Créeme que sí, pero cuando te hartas de: venga otro día,
lo vamos a llamar, deje su currículum o el gerente en este momento está
ocupado, finalmente vendés tu alma al diablo y renuncias a todo sueño, por eso
el crossdressing es mi refugio, es donde no soy quien soy y puedo ser otro, lo
malo es la culpa, porque pienso que no me merezco la dicha de estar así y
compartir estos momentos con todas ustedes-
-Muchacha, y disculpa que te diga esto pero, o eres carne
de diván o un día vas a tener que mandar todo a la mierda, mirá a Rebeca, como
está contenta ahora cuando antes sufría por su matrimonio del que no quería
escapar, y no te doy mi ejemplo porque ustedes ya me conocieron liberada y
asumida pero también sufrí la indecisión por muchos años pensando que si me iba
de casa no sabría que hacer de mi vida y resultó que de golpe todo empezó a
mejorar-
-Tal vez tengas razón, o tal vez no, pero lo único que te
pido es que me perdones-
Giró sobre si, caminó unos pasos y se volvió diciendo
-No sé, pero hasta me parece que vos son un ángel venida
del paraíso de las crossdressers a abrirnos la mente a todas-
-Sí, el problema es que no puedo volar sin alas- Contesté
riendo por la ocurrencia.
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