7. UNA SALIDA NOCTURNA
Mi seguridad para salir a la calle travestida iba en
aumento, por lo que decidí que no necesitaba un motivo concreto para asomarme
al mundo. Un sábado por la tarde salí de mi casa con la intención de pasear por
el centro de la ciudad. Me calcé unos pantalones ajustados, botas con taco
fino, suéter de cuello redondo y una campera ya que el clima era frío. Como
complemento utilicé un bolso negro que me hacía juego con la campera.
Estaba parada en la vereda, con las llaves en la mano,
cerrando la puerta cuando pasó una vecina que me saludó como si verme fuera lo
más natural del mundo. Siendo la segunda vez que eso me ocurría redoblé la
apuesta y me acerqué al kiosco al lado de mi casa para comprar un paquete de
cigarrillos y unas pastillas de menta.
-Hola, ¿Qué desea?- Preguntó la quiosquera, mostrando todos
sus dientes.
Afiné la voz
-Un paquete cigarrillos mentolados y un paquete pastillas
también de menta-
En el lapso entre traerme lo que pedí, cobrar y darme el
vuelto me miró atentamente. Adiós mi representación, pensé, esta me descubrió.
-¿Eduardo no está?-
-No, nos vamos a encontrar en el centro- Contesté aún sin
saber cómo sostenía la calma.
-¡Ah! Porque cuando no está yo suelo poner atención a su
casa, por las dudas ¿Vio?-
Sabía que era así. Muchas veces le había pedido que le
echara una mirada cuando me ausentaba por varios días, de modo que contesté.
-Sí, claro, él me lo dijo, y desde ya le agradezco, hoy
volvemos tarde-
Me dio los paquetes.
-¿Sabe? Era hora que Eduardo encontrara una chica, es feo
quedarse solo y usted es muy bonita-
¿Me estará cargando? Pensé.
-Gracias- Dije y le brindé la mejor de mis sonrisas.
Sin saber a ciencia cierta si la vecina se había dado
cuenta de la verdad ya no podía volver atrás.
Caminé las quince largas cuadras que me separaban de la estación del
tren tratando de relajarme, lo que fui logrando paso tras paso y cuando llevaba
recorrido la mitad del camino ya era otra. Es decir era Sabrina, desde la punta
de los tacos a la punta de los cabellos de la peluca. Nadie me miraba, salvo
algunos hombres que me cruzaba por la vereda. Llegué a la estación, esperé el
tren y finalmente subí al vagón tan segura de mi misma que era como si una nube
de amnesia me había hecho olvidar mi sexo de nacimiento.
Lentamente fui desde la Estación Retiro hasta la calle
Florida, luego doblé en la Avenida Corrientes, crucé la 9 de Julio y entré en
la zona donde deseaba ir. Mi intención era recorrer librerías, buscar algún
espectáculo de cine o teatro, cenar algo y volverme en remise, debido a lo
tarde que se me haría, así me costara una fortuna.
Entré en varias librerías, hurgué en las mesas de saldo, no
pude con el genio y me compré dos libros, miré vidrieras y a la gente que
pasaba a mi lado tratando de descubrir en algún gesto si llamaba la atención.
Finalmente me detuve en la vereda del Teatro San Martín mirando la cartelera
aunque estaba casi decidida a ver Marat- Sade.
-¿Solita la reina?- Dijo una voz a mi lado.
Estaba por girar para ver de dónde provenía cuando me
tomaron del brazo que sacudí con fuerza para desasirme.
-¡Epa! ¿No se te puede tocar?-
Y las vi. Eran las tres, Jenny, Sweet y Gabriela. No pude
evitar una carcajada.
-¿Estás sola en serio?- Preguntó Gabriela
-Si- Contesté.
-¿Y si te pasa algo?-
-Vamos mujer, te puede pasar cualquier cosa así vayas
vestida de Terminator-
Finalmente convinimos en entrar a ver la obra que yo había
escogido. Ellas no tenían un programa definido pero se engancharon en mi
convicción de que debía tratarse de un buen espectáculo.
La obra era excepcional, una gran cantidad de artistas en
escena recreaban la representación en el manicomio de la muerte del
revolucionario Marat, a manos de Charlotte Cordey, obra escrita y dirigida por
Sade, a la sazón internado en ese loquero. La obra dentro de la obra se volvía
cada vez más tensa mientras que Sade y el loco que interpretaba a Marat
discutían sobre la revolución permanente o el cambiar las cosas para que todo
siga igual.
Continuamos luego en Las Cuartetas donde nos devoramos dos
pizzas complementadas con unas botellas de vino tinto. El ambiente era
agradable, enfrascadas en nuestra conversación, el bullicio del salón no nos molestaba.
Estábamos por pedir café cuando el mozo nos acercó la
cuenta.
-Todavía no nos vamos- Le dijo Gabriela.
-¿Saben que ocurre? El patrón me dijo que debían irse-
Lo miramos asombradas.
-No es idea de él, pero unos clientes se quejaron por su
presencia-
-Pero no estamos molestando a nadie-
-Sí, lo sé, pero ustedes saben cómo son estas cosas-
-No, ¿cómo son?- Dijo Jenny levantando un poco la voz.
-Pará, no seas tonta, si hacemos escandalo les vamos a dar
la excusa perfecta a los idiotas que nos denunciaron- Intervine.
Afortunadamente me hizo caso.
Entonces, me levanté de la silla, caminé hasta la barra y
encaré en voz baja al encargado que me miraba atónito.
-¿Me vas a decir quién te pidió que nos eches?- Le dije
susurrando.
No me contestó pero igualmente se delató pues no pudo
evitar una mirada temblorosa hacia una
mesa en la que estaban sentadas dos parejas y dos criaturas. Tomé una rosa del
florero que estaba sobre el mostrador y me dirigí hacia ellos. De reojo advertí
que las chicas me miraban aterradas. La misma mirada se reflejó en los
ocupantes de la mesa en cuanto se dieron cuenta donde iba.
Me detuve a su lado. Tomé la rosa del extremo del tallo y
se la ofrecí a la mujer que estaba más cerca de mí. Ella dudó en tomarla, buscó
ayuda con la mirada en sus compañeros pero ellos tenían sus ojos fijos en mi
persona. Dos segundos después se la ofrecí a la otra mujer. Ésta no titubeó y
la tomó aunque seguramente pensando que de esa manera se libraba de mí
rápidamente. Como no me llevaba otro propósito una vez entregada la rosa les
dije.
-Esto es para que me recuerden esta noche en sus sueños,
sean felices si la felicidad para ustedes es asustarse de lo diferente-
Y regresé a la mesa sin siquiera darme vuelta para ver sus
reacciones. Las chicas aún me miraban asombradas.
-Vamos, tal vez encontremos un lugar donde tomar un café
sin que nos molesten-
Tomaron sus bolsos y sus abrigos saliendo tras de mí a la
fría vereda. Pocas cuadras tuvimos que caminar para encontrar un pub,
tranquilo, con pocos parroquianos y apenas iluminado lo que le daba un acogedor
ambiente de intimidad.
-Bienvenidas- Nos dijo el mozo en cuanto nos acomodamos.
-¿Seguro que somos bienvenidas?- Preguntó Sweet.
-Chicas, este lugar es ideal para ustedes- Respondió y
preguntó - ¿Alcanzan a ver a todas las personas que están en las mesas?-
-Poco y nada con esta luz- Contesté.
-Hay gays, travestis, lesbianas, que se yo, de todo-
-Bien, eso quiere decir que entramos dentro del rubro “de
todo”- Afirmó Gabriela.
Tomamos varios cafés, comimos masas dulces, Sweet y
Gabriela se animaron con dos tostados como si ya no hubiéramos comido bastante.
En realidad todo era una excusa para continuar la charla que casi sin querer se
deslizó a lo sucedido en la última reunión del grupo.
-La cosa se puso fea el otro día- Comenzó Jenny.
-Sí, pero recuerden que no es la primera vez, cada vez que
Julia o Carmen proponen algo nunca faltan las estúpidas de siempre poniendo
obstáculos- expresó Gabriela.
-No te preocupes Sabri, no es por vos lo que pasó- Dijo
Sweet dirigiéndose a mí.
-Me quedo más tranquila en lo personal pero no en lo
general- Contesté.
-Lo que debería ser es que las superadas formemos otro
grupo y a otra cosa-
-No estoy de acuerdo- Opiné.
-¿Por qué?- Preguntó Gabriela.
-Por qué siempre sucede lo mismo y al final cada una
termina más sola que un pingüino en el Sahara- Aclaré.
-Sí, pero es difícil congeniar- expresó Jenny.
-Justamente, congeniar es la clave. No somos doce o trece
personas que estamos juntas por circunstancias ajenas a nosotras como ser
compañeras de trabajo, por ejemplo, o presas en la cárcel. Nos juntamos porque
tenemos una pasión en común, algo que nos debe unir y no dividir.- Manifesté
-Lo tuyo es muy idealista, pero aunque nos vistamos de mujer
y juguemos a ser otra persona por dentro somos la misma jodida que se lleva mal
con, por lo menos, la mitad del mundo porque eso es lo natural- Objetó
Gabriela.
-Eso es lo que me molesta. Los homosexuales, las travestis,
las lesbianas, las cross y cuanta variedad sexual anda suelta en lugar de
unirse contra un enemigo común, la homofobia de los heterosexuales, andamos
haciendo lo que criticamos, discriminándonos nosotros mismos- Me exasperé.
Me miraron en silencio y entusiasmada continué.
-Hay homosexuales que dicen que la única manera de expresar
la sexualidad es por medio de la militancia, otros, buscando desenfrenadamente
chongos jóvenes, otros que prefieren callar su identidad sexual de por vida,
los que quieren hijos o una libreta de matrimonio, los pendejos que no quieren
saber nada con tipos mayores de treinta años, los osos, los leather, las
lesbianas lipstick, las butch, los activos que se creen heterosexuales, las maricas
histéricas, los que hacen turismo gay friendly porque es cool, los defensores
de la filosofía queer, los que van a las marchas del orgullo, los que piensan
que eso es una payasada, etcétera, etcétera. El problema no es que existan esas
diversidades si, al fin y al cabo el mundo está conformado por diversidades, el
problema es que cada uno cree tener la verdad y discrimina a las demás y ni
hablemos si en ello interviene la opinión política. Así tenemos a grupos de
homosexuales que se pelean por pavadas sin sentido mientras que el homofóbico
que pasa por la vereda de enfrente les grita ¡putos! a todos por igual. No
podemos negar que discriminamos, yo también lo hago, nunca me gustaron los pendejos
ni los patovicas pues prefiero tener algo de qué hablar con ese hombre después
del sexo y tampoco entiendo a los viejos que se la pasan regalando su dignidad
por un chongo joven, yo, cuando ya no atraiga a los hombres, nada de pagar ni
humillarme, antes prefiero la abstinencia-
-¿Y entonces?-
Preguntó Jenny
-Entonces que si la discriminación sigue los grupos se
dividirán en grupos más pequeños y estos a su vez en grupos más pequeños hasta
que llegues a darte cuenta que por que no coincidís con nadie mejor quedate en
casa a mirarte la ropa en el espejo y listo, chau problemas. Te quedas sola,
frustrada, amargada, pero sin lidiar con tu personalidad y la de los demás-
-Eso está bien entre nosotras que somos iguales. ¿Y qué
hacemos con las demás?, con Rebeca asustada por su esposa, con la timidez de
Amanda, con la culpa de Rosa, o la soberbia de Mónica- Comentó Gabriela.
-Escucharlas, ponerles el hombro. Si no las ayudamos
nosotras ¿Quién lo va hacer? ¿El vigilante de la esquina?-
-Sabri, Sabri, Pero ocurre que muchas veces lo único que
oímos es: Claro, vos los decís porque para vos es fácil, pero yo no puedo- Dijo
Jenny.
-Es cierto, por eso creo en la idea de Carmen y Julia, tal
vez si logramos unirnos todas a pesar de las diferencias logremos no solo
nuestra cohesión como grupo sino también hacer conocer a las demás que hay un
mundo maravilloso por vivir si nos realizamos plenamente con la ayuda de
otras cross-
-Nosotras te apoyamos. Insistiremos con el tema- Afirmó
Sweet.
El resto de la charla se tornó intrascendente. Hablamos de
los admiradores virtuales que tenemos en los sitios donde subimos nuestras
fotos a Internet y Jenny y yo de los reales que llevamos a nuestras camas. El
tiempo pasó inexorable a pesar de que no nos dimos cuenta hasta que el mozo nos
llamó a la realidad.
-Chicas, es hora de cerrar- Nos dijo- Y no las estoy
echando pero tenemos que dormir un poco-
Salimos a la calle vacía. Parecía como si toda la ciudad se
hubiera ido a dormir. Las primeras luces del alba nos iluminaban y yo me animé
al regreso en transporte público.
-¿Te llevo?- Preguntó Jenny.
-No, te agradezco pero quiero terminar la experiencia, ya
es casi de día y no puede pasarme nada- Le contesté.
Caminé de regreso hasta la estación Retiro y me dispuse a
esperar el tren. Parada en el andén me sentí tranquila pues comenzó a llegar
gente que regresaba de los boliches bailables y otros marchaban a sus empleos o
volvían de ellos los que trabajaban de noche, a pesar de ser domingo. Un hombre
me miraba insistentemente. Disimuladamente lo observé pues no deseaba alentarlo
a que me abordara. De todas maneras me resultaba atrayente, era alto, canoso,
delgado y de mirada prístina. Decidí ver hasta donde se atrevía.
En cuanto subí al vagón me senté del lado de la ventanilla.
Él se sentó junto a mí. Me miró al menos en el trayecto entre dos estaciones. A
la tercera se animó.
-Hola, disculpame, mi nombre es Alejandro-
Yo miraba por la ventanilla.
-No quiero molestar, pero me resultás muy atractiva-
Lo miré, sonreí levemente y bajé la vista.
-¿Sos travesti, no?-
-Sí, ¿por?-
-Yo estuve enamorado de una travesti, pero ella prefirió
dedicarse a la prostitución-
-Eso no se elige, hay veces que no hay más remedio-
-Si claro, es que yo no tenía un peso, había fracasado en
un negocio y mi familia se negó a ayudarme si no la dejaba. Ella al fin tomó la decisión y se fue-
-¿Y la extrañas?-
-Si, por que cuando pude poner de nuevo un negocio no quiso
volver conmigo, claro que todavía no me he afianzado económicamente pero ya no
dependo de mi familia-
-La mente humana es difícil de entender- Afirmé sin que se
me ocurriera algo más original.
-Yo vivo solo, ¿No querías venir a mi casa, aunque sea para
charlar un rato?-
-Podría, pero debo aclararte algo, en realidad no soy
travesti sino crossdresser que es parecido pero no es lo mismo, mi pelo es una
peluca y mis pechos son dos bolsas rellenas de semillas de mijo-
-No importa, adoro a los hombres que se visten de mujer,
son sensibles y tiernos, más que las mujeres verdaderas-
Acepté su invitación. Vivía en un amplio chalet de planta
baja y primer piso que había logrado salvar de su debacle financiera. Era una
construcción de casi cuarenta años, necesitada de una mano de pintura, aunque
prolijamente ordenada en su interior. Los muebles eran viejos pero se notaba el
cuidado con que su dueño los conservaba.
Hablamos un poco, tomamos unos mates, nos contamos nuestras
mutuas historias y cuando estaba parada frente a la mesada de la cocina
cambiando la yerba sentí sus brazos rodeando mi cintura, me relajé y lo dejé
hacer, pronto sus manos recorrieron mi cadera, tomó mi cara, la atrajo a la
suya y me dio el beso más apasionado que jamás me habían dado.
Luego de toda la locura compartida que siguió después, y
habiendo perdido la noción del tiempo me encontré en la cama somnolienta, él
regresaba del baño secándose y me preguntó.
-¿Qué te pareció?-
-La relación más hermosa que tuve en mi vida- Contesté
mientras me paraba y me encaminaba al baño para lavarme también.
-Debo ir al club a encontrarme con mis amigos, así que por
hoy debemos dejar- Me aclaró.
Yo había comenzado a vestirme, me acomodé la peluca y me
retoqué un poco el maquillaje.
-Como tú digas, yo me voy a casa a dormir un poco, estuve
toda la noche despierta-
-Si quieres podemos vernos de nuevo, me gustas mucho, sin
compromiso, pero me gustaría que fueras mi amante-
-Bueno, podemos- Dije yo.
Me dio su número de celular. Salimos con unos minutos de
diferencia para que no nos vieran juntos. En la esquina tomé un colectivo que
en pocos minutos me dejó a una cuadra de mi casa. Me paré frente a la puerta,
miré a todos lados para ver si me habían visto y entré. La vereda era un
páramo. A la hora de los ravioles de los domingos nadie sale a la calle.
8. ALGUNA VEZ LO TENÍAN QUE SABER
Salir del closet o no salir, ser o no ser. He aquí el
dilema. ¿Realmente era necesario que blanqueara mi situación de crossdresser y
de homosexual? ¿Le importaría a alguien y con ese alguien, fueran quién fuera,
las cosas seguirían igual? Claro, dice el sentido común, alguna vez lo van a
saber, cualquier cosa que pase, un accidente, alguien que hable de más. El
motivo de esa preocupación eran mis hijos. De los amigos heterosexuales no me
interesaba su reacción, se podrían enterar y no pasaría nada, incluso algunos
ya sabían de mi inclinación sexual. Pero lo del crossdressing es otra cosa
¿Cómo explicar esta pasión? ¿Cómo determinar su origen? ¿Cómo decir cuáles son
los sentimientos que verdaderamente nos afloran cuando estamos vestidas de
mujer?
Nunca pude saberlo con exactitud, ni averiguando en
Internet, ni con las otras crossdressers con que he conversado. Tampoco sé cómo
tomé la decisión de jugar con mi suerte. Tengo en mi dormitorio varias fotos mías
enmarcadas y colgadas de la pared, las pelucas en sus respectivas cabezas de
telgopor sobre un mueble y los zapatos y botas en una estantería, todo a la
vista. Varias veces vinieron mis hijos a visitarme, previa invitación, a
almorzar los sábados. En todas esas ocasiones tuve la precaución de cerrar la
puerta del dormitorio pero una semana después del encuentro con mis amigas en
la Avenida Corrientes me reuní con ellos y la dejé abierta tentando al destino.
Esa mañana luego del desayuno comencé a cocinar. Cerca de
las once sentí el timbre y abrí. Los hice pasar. No prestaron atención a la
casa ya que no soy de hacer modificaciones en la decoración y todo estaba como
la última vez que me habían visitado. Nos sentamos a charlar de nuestros
respectivos trabajos y de sus novedades, me complacía saber que estaban bien
encaminados por la vida. El almuerzo
transcurrió sin novedades, degustaron la comida con la misma fruición de
siempre ya que suelo cocinar muy bien lo que fue una sorpresa para ellos cuando
los invité por primera vez, pues nunca me habían visto hacer ni siquiera un
asado durante el matrimonio, al punto que mi hijo menor me pidió, aquella vez,
que le guardara algo de comida en un recipiente sellado pues deseaba mostrarle
a su madre mis habilidades, hasta ese momento, desconocidas.
Después del postre y del café y mientras me ayudaban a
llevar la vajilla sucia hasta la cocina sucedió aquello que temía y paradójicamente
deseaba. Mi hijo mayor notó en el paso por frente a la puerta del dormitorio
las fotos de la pared, sin saber que lo estaba observando prendió la luz y todo
el panorama se reveló a su vista.
-¿Quién es esa mina?- Preguntó aún inocente.
No necesitaba pensar la respuesta. No quería mentirles,
además de las fotos, las pelucas y los zapatos eran la mayor prueba delatora.
-Mi hermana melliza- Dije haciendo una humorada.
-Vamos, viejo, si no tenés una hermana-
Mi hijo menor acudió a la puerta del dormitorio para
averiguar de qué estábamos hablando.
-¿Sos vos?- Preguntó a boca de jarro.
-Sí, soy yo. Seria de necio negarlo-
Se miraron. La sorpresa se dibujó en sus rostros.
-Viejo, desde que te separaste hemos visto que tenías
habilidades insospechadas, muchas de las cuales debiste postergar por trabajar
y criarnos, pero esta es verdaderamente inesperada- Dijo el menor.
-Todos tenemos un lado oculto- Manifesté temiendo que
inmediatamente iban a reprocharme mi estilo de vida.
-¿Vos te sentís bien haciendo esto?- Preguntó el menor-
-Muy bien- Contesté.
-Eso es lo importante- Agregó.
-¿Pero cómo es esto? ¿Sos travesti?- Preguntó el mayor con
un tono que no ocultaba cierto reproche.
-No exactamente, esto que hago se llama crossdressing y se
trata de vestirse de mujer solo en ocasiones, no como las travestis que lo
hacen de manera permanente pues desean vivir su vida como mujeres. Las
crossdressers están bien con su vida de hombre pero esa es una necesidad aún
inexplicable porque estar con ropas de mujer produce un efecto que en algunos
casos es fetichismo, o necesidad de tener sexo así vestidas o simplemente porque
es como ponerse en otra piel, crear un personaje que logra evadirnos del mundo
y relajarnos-
-¿Pero son homosexuales?- Inquirió el menor.
-No todos, lo cierto es que en el colectivo cross no se
discrimina ni se pregunta con quien te acuestas y como es una necesidad que
suele comenzar antes del despertar sexual, a los once o doce años no está
necesariamente relacionado con la identidad sexual. Además en este mundo ya no
se puede asegurar cuál es la verdadera identidad sexual debido a la
multiplicidad de diversidades que superan el concepto arcaico y binario de solo
hombre o mujer-
-Recuerdo una película que vi en la tele donde un hombre se
vestía de mujer, la esposa lo echaba de la casa pues pensaba que la ropa que
encontró era de una amante, luego el hombre conocía a otra mujer que lo
aceptaba así e incluso utilizaba su habilidad para frustrar una estafa que iban
a hacer sus patrones- Contó el mayor.
-Sí, era “Just like a woman”, inglesa, más o menos de la
década de los ochenta, la he visto varias veces- Respondí.
-Claro, yo no me explicaba lo que le sucedía al personaje,
incluso recuerdo que iba a reuniones donde los hombres vestidos de mujer concurrían
con sus propias esposas- Agregó el mayor.
-Y así es en realidad, claro que son muy pocas las que lo
aceptan, pero existen, yo conozco a un matrimonio así-
-¿Vos vas a reuniones?- Preguntó el menor.
-Si-
-¿Y vas vestido de mujer por la calle?- Repreguntó.
-Al principio no, pero con el tiempo fui tomando valor,
además en casa estoy todo el día montada o sea… travestida-
-¿Y también empezaste de tan chico?- Interrogó el mayor.
-Si es una larga historia, pero casi se podía decir que la
clásica de la mayoría, uno comienza con la ropa de la madre o de las hermanas y
si se casa con la de la esposa también, pero solo un ratito pues viviendo con
los padres o casado no hay mucha oportunidad-
Entonces separarte, aparte de lo mal que se llevaban con la
vieja fue como una liberación para vos- Comentó el menor
-Así es-
-¿Y tenes ropa? Por ahí veo unas pelucas y en las fotos
llevas distinto tipo de prendas- Preguntó el mayor
-Si- Contesté y abriendo el placard les mostré mi
vestuario, el estuche con el maquillaje, la bijouterie y los zapatos, mientras
sus ojos no daban crédito a todo lo que veían.
-Y todo esto cuesta, puedo comprar ropa de talle normal porque
soy delgada, el problema son las pelucas y los zapatos que son muy caros por
ser número especial-
-¿Y cuándo vas a comprar ropa de mujer no te da calor?- Inquirió
el menor
-Siempre ponía la excusa que era para un regalo pero
después me di cuenta que a nadie le importan las aclaraciones así que ya no
digo nada y en cuanto a los zapatos los compro en un lugar donde concurren
habitualmente travestis y crossdressers-
-¿Pero si no te la podés probar, como haces?- Dijo el menor
-Por suerte siempre tuve buen ojo para los talles además ya
sé que número pedir, si me equivoco lo cambio, pero eso me pasó solo un par de
veces-
-¿Y tenés más fotos o esas son las únicas?- Interrogó el
mayor.
Tengo muchas, cientos de ellas. La cámara de fotos es la
herramienta esencial de una crossdresser. Les podría mostrar las que revelé en
papel a pesar de ser digitales pero mejor se las muestro en la compu-
Y así pasamos el resto de la tarde, junto a la computadora,
tomando más café y terminando el budín que había sobrado del postre. No solo
les mostré las fotos que tengo en mis archivos sino también los sitios en donde
las había subido y el Facebook.
-¿Así que tu nombre es Sabrina?- Preguntó el menor cuando
vio el encabezamiento, y agregó -Exótico y elegante-
Les conté de mis aventuras montada, de mis amigas, de las
reuniones. Les mostré un número de la revista Soy de la comunidad gttlb donde
publicaron una carta mía relatando sobre aquella vez en que tiré toda la ropa a
la basura.
-Hasta te das el gusto de ver tu nombre impreso- Comentó el
menor.
-Y hay más- Dije abriendo el Google y colocando mi nombre.
En cuanto aparecieron los resultados de la búsqueda quedaron asombrados, les
mostré varios foros en los que había intervenido, la página en donde la revista
había publicado mi comentario e incluso como lo habían copiado otras páginas de
crossdressing.
Cuando ya estaban por irse mi hijo menor hizo la pregunta
que faltaba.
-¿Sos homosexual?-
-Sí, soy- Afirmé.
-Y te pregunto lo mismo que al principio, ¿Sos feliz?-
-Si- Contesté rotundamente.
El mayor se paró frente a mí y comenzó a hablar.
-Mirá viejo, aparte de tu relación matrimonial, cumpliste tus
obligaciones de buen padre, trabajaste duro aún en empleos en donde seguramente te sentirías frustrado,
levantaste la casa, fuiste un buen compañero, participaste nuestros juegos, nos
llevabas a pasear y a la escuela, colaboraste cuando jugamos al fútbol, nos
enseñaste a saber leer y te aguantaste a separarte hasta cuando ya no tolerabas
más la convivencia con nuestra madre lo que no significó que después no te
siguieras ocupando de nosotros, para mí sos el viejo macanudo que no muchos
tienen, pero esto ha sido una gran sorpresa y a pesar de que lo intento todavía
me cuesta digerirlo. Créeme que procuro entenderte pero es difícil. De todas
maneras, es tu vida y lo que elegiste según creo-
Y me dio un frio apretón de manos, el menor, en cambio, me
abrazó.
-Gracias por escucharme, al menos…y no salir corriendo- Dije
con un nudo en la garganta.
A punto de salir a la vereda el mayor se volvió hacia mí-
-¿Lo hiciste a propósito, no?-
-¿Qué?-
-Eso de dejar la puerta abierta del dormitorio, porque
siempre la tenías cerrada, querías que lo supiéramos-
-Sí, era necesario, sucediera lo que sucediera, no podía
vivir manteniendo una impostura-
Sin agregar palabra se fue caminando hacia su auto.
El menor me palmeó el hombro y siguió a su hermano.
No podría explicar el alivio que sentí a pesar de la
opinión de mi hijo mayor. Ya estaba dado el paso más importante, del que no se
regresa. No necesitaba ocultar más ante mis hijos mi verdadera identidad. No sé
si era como para festejar pero me puse un vestido de fiesta, la peluca negra
larga, los zapatos con suela de acrílico y me senté en el estudio a escuchar
música y terminarme la botella de vino.
Esa noche recibí un mail de mi hijo mayor.
“Es impresionante, por curiosidad puse la palabra
crossdressing en Google y encontré como tres millones de sitios. Quiero
aclararte que si alguna vez te veo montado en la calle no me detendré a
saludarte, aun me cuesta digerirlo, pero por los viejos tiempos tendrás mi respeto”
Contesté que eso era más de lo que hubiera deseado.
Dos días después recibí otro mail, esta vez de mi hijo
menor alentándome a seguir así y agregando que había convencido a su hermano de
no decir ni una palabra de todo lo que
conversamos a su madre pues consideraba que me debían la lealtad del secreto.
9. ¡AL FIN REBECA!
A pesar de las desinteligencias de la primera reunión en
donde Carmen y Julia expusieron su idea se realizó otra, esta vez en la casa
quinta de Sissy. Allí marchamos, algunas montadas y otras se cambiaron en el
lugar. Sólo faltaba Rebeca.
La casa no era muy grande, tenía un living comedor y dos
dormitorios, la cocina separada del comedor por la mesada. Estaba abierta al
parque a través de grandes ventanales y una acogedora galería, el techo era de
tejas y todas las paredes pintadas de blanco. El piso era de cerámica salvo en
los dormitorios donde había alfombras.
El día estaba agradable, el sol calentaba firmemente, por
ello decidimos sacar una mesa a la galería para estar más en contacto con la
naturaleza. El jardín era una alfombra de césped, había algunos árboles
dispersos, canteros con flores de variados colores y una pileta, de momento
vacía.
Al principio nadie tocó el tema que nos preocupaba, parecía
como si se temiera otro desencuentro y finalmente se evitó pero no por voluntad
de las presentes sino porque de pronto llegó Rebeca, pálida y desencajada.
Frenó su auto en la tranquera, bajó de él y corrió hacia nosotras vestida de
hombre y sin el bolso en el que llevaba sus prendas de mujer. Esa conducta nos
hizo temer que ocurría algo serio antes de que ella comenzara a hablar.
-¡Estoy desesperada!- Gritó en cuanto llegó a la galería.
-¿Qué pasa?- Preguntamos a coro.
-¡Mi esposa!-
-¿Qué le pasó a tu esposa?- Interrogó Jenny.
-¡Se enteró! ¡Descubrió el bolso con ropa que tenía
escondido en el garaje!-
-¿Y qué hizo?- Dijo Carmen.
-Trajo el bolso al living donde yo estaba y lo arrojó al
piso, la ropa se desparramó por el suelo pues estaba abierto y me preguntó qué
era eso-
-¿Y vos que le dijiste?-
-La verdad le dije, la verdad, ¿No es eso lo mejor, Sabrina?-
Contestó mirándome fijo.
Todos los ojos se
posaron en mí. Yo permanecía impasible.
-Vivir con la mentira es cosa de cada una, además no es que
fuiste a decirle lo que te pasaba, ella te descubrió y no tenías más remedio.
¿O acaso ibas a decirle que iba a ser un regalo sorpresa o que era de una
amante?-
Rebeca se exasperaba más todavía.
-¡Pero me echó de la casa!-
-¿Y? A mí también me echó mi esposa y aquí me ves, aún
estoy viva-
-¡No me provoques! A ver decime ¿ahora qué hago?-
-Lo que querías hacer, vivir tu vida. ¿O no estabas harta
de tu esposa?-
Mi pregunta la obligó a pensar unos segundos y comenzó a
calmarse.
-Si, en eso tenés razón. ¿Qué me aconsejan?-
Las chicas habían estado mudas durante la conversación que
mantuve con Rebeca. Finalmente luego de un incómodo silenció, Sissy habló.
-En principio te vienes a mi casa hasta que encuentres un
sitio para alquilar, pero primero vas a la tuya y te
traes tu ropa antes de que tu esposa la tire a la basura-
-Eso ya lo hice, la tengo en el auto, hasta el bolso pude
agarrar mientras ella gritaba, gritaba y gritaba-
-¿Tenés la ropa de mujer? Entonces está todo bien- Comentó Mónica.
-Si querés yo puedo tratar de hablar con tu esposa y
contarle de mi experiencia- Dijo Carmen parándose a su lado buscando
consolarla.
-No, no te preocupes, va a ser inútil y ahora que me siento
más tranquila estoy segura que de todas maneras no podría volver a vivir bajo
el mismo techo con ella- contestó Rebeca.
Se paró, caminó lentamente hacia mí y al llegar mi lado me
tomó de la mano invitándome a pararme. Yo, desconfiando, accedí esperando una
reacción violenta de su parte pero lo que hizo fue abrazarme fuertemente.
-Es duro al comienzo pero tenías razón, es mejor que vivir
con una mentira. Tanto temer por que me descubriera era una tortura, ahora me
siento liberada-
-Bueno, ahora estás entre amigas que te van a ayudar en lo
que necesites porque para eso somos un grupo unido-Dijo Rosa y esas palabras
lograron que muchas quedaran pensando. Tal vez la idea de Carmen y Julia era
mejor de lo que creían y debía llevarse a cabo. Pero nadie habló hasta que dije.
-A propósito de decir la verdad hace unos días salí del
closet con mis hijos-
-¿Con tus hijos? ¿Y cómo lo tomaron?- Preguntó Antonia.
Y pasé un rato largo contándoles los pormenores del suceso
mientras ellas hacían exclamaciones de sorpresa al unísono y algún que otro
comentario de aliento por la actitud de mi hijo mayor.
Rebeca se dirigió a su auto, trajo consigo el bolso de ropa
femenina y entró en la casa a cambiarse. Cuando salió estaba espléndida.
-Necesitaba esto- Comentó ante nuestra aprobación.
Tomó un vaso de vino y nos invitó a un brindis.
-Por mi nueva vida-
Todas le acompañamos.
10. UNA PROPUESTA INESPERADA
Estaba en mi oficina, situada en el entrepiso del edificio
donde realizábamos la mayoría de nuestros videos en interiores y desde donde
podía ver a todo mi personal cuando se abrió la puerta y Willy, mi asistente,
se acercó hasta el escritorio dejándome un sobre.
-¿Conoces a Mauro Benjamín, el productor?- Me preguntó.
-Sí, tengo el honor, es un tipo bastante insoportable que
me crucé en algún festival de videos de publicidad, un engreído que se cree amo
de los directores-
-Bueno, ese sobre lo dejó un empleado suyo, parece que
quiere entrevistarte-
-¿Cómo lo sabés? Ah! ya se, estuviste curioseando el sobre-
-Bueno, hay que estar atento en este mundo cambiante- Me
contestó sintiéndose impune y cuando estaba por trasponer la puerta agregó –
También supe que anduvo viendo varios de tus trabajos en el micro cine de la
agencia-
Interesante dilema para una tarde de primavera cuando todo
debería ser mirar crecer las flores y oír cantar los pajaritos. Benjamín
significaba la posibilidad de hacer por fin un trabajo importante, también que
me convertiría en su esclavo creativo y al final el resultado no tendría que
ver con mis ideas, o, si me negaba, cerrar todas las puertas al progreso ya que
el muy maldito era muy influyente entre los productores.
Tomé el sobre, la cita era para el día siguiente en las
oficinas de Benjamín en Puerto Madero. No quise vestirme como postulante para
un empleo en su entrevista laboral de manera que me coloqué las botas tejanas,
pantalón de jean, camisa escocesa y campera de cuero. Después de sortear
empleados de vigilancia y sonreír a cámaras de seguridad en el hall del
edificio subí al ascensor que me depositó en el piso correspondiente. Recorrí
el pasillo, llegué a la puerta indicada y toqué el timbre. Una escultural
mujer, de cabello negro, corto, rasgos angulosos, casi varoniles, pañuelo negro
al cuello, camisa blanca, falda tubo negra larga hasta las rodillas y botas
negras, abrió dejándome pasar.
-Bienvenido, el señor Benjamín lo atenderá en unos minutos-
Me mantuve de pie, le tengo aprensión a esos sillones de
sala de espera que se hunden bajo el peso de la persona lo que provoca
graciosas contorsiones al tratar de pararse. Parado junto al ventanal observé
el Río de la Plata, marrón y brillante por la luz solar. Intenté distinguir la
costa uruguaya pero me resultó imposible. En eso estaba cuando la misma morocha
abrió una puerta doble de picaportes dorados y superficie laqueada en color
crema diciendo.
-Pase usted- Y haciéndose a un lado me señaló el camino.
Entré en una oficina de grandes dimensiones, paredes
revestidas en madera, alfombra de largos pelos color bordó, sillones negros,
escritorio de madera estilo Art Noveau, tras de él un sillón de respaldar alto
tapizado en cuero y más atrás aún un mueble biblioteca lleno de libros tan
prolijamente ordenados que seguramente estarían de adorno. A un costado una
vitrina donde se veían botellas de diversas bebidas y copas, las cuales no
estaban de adorno. Lo comprobé cuando Benjamín se paró y acercándose a la
vitrina dijo
-¿Algo para tomar?-
-No, gracias- Contesté queriendo mantener todas mis facultades
en orden.
Me invitó a tomar asiento y sentándose él también fue al
grano, algo que agradezco en mis interlocutores pues odio cuando me hablan
dando rodeos.
-Bien. Ya debería saber que estuve inquiriendo acerca de
usted-
-No, no lo sabía- Comenté poniendo mi mejor cara de
estúpido.
-Ahora lo sabe. Tuve la oportunidad de ver algunos trabajos
suyos en los festivales de cine publicitario desde hace tiempo, como siempre me
interesaron y siendo que tengo un importante proyecto en mi manos traté de
saber algo más en la agencia para la que trabaja y he quedado muy satisfecho
con lo que vi-
-¿Entonces?-
-La cuestión es que tengo un guión excepcional y mucho
dinero para hacer la película, lo que me falta es un director libre, creativo,
audaz, no uno de esos que salieron de las escuelas de cine creyéndose Buñuel y
cuyo único sueño es hacer un film de autor, intentando pasar por intelectual,
film que no va a ver ni la madre, salvo que se la pasen en el Malba-
Era el momento justo para meter la cuchara.
-Me extraña que busque un director libre, creativo, y ¿cómo era? ¡Ah! audaz-
Comprendió el sitio justo adónde iba.
-Veo que tiene un concepto formado acerca de mí, cree que
no lo dejaré trabajar, sé que dicen eso por ahí pero estoy decidido a darles
todas las garantías de que no será así-
-Le puedo creer, si las pone por escrito en un contrato.
Créame que me dado cuenta que ha recurrido a mí porque seguramente ya no le
quedan buenos directores que quieran trabajar con usted-
-Bien, bien, ustedes los artistas se creen unos genios pero
no son nada sin un buen productor-
-No lo niego, pero piense lo que le dije-
Y diciendo esto hice ademán de levantarme de mi asiento.
-Espere, espere, no hemos terminado- Exclamó Benjamín.
-Oigo-
-Bien, haremos un contrato, limitaré mis intromisiones a
aspectos no artísticos le daré el guión y usted tendrá toda la decisión en
cuanto a reparto, realización y edición, ¿de acuerdo?-
-Ahora sí estoy convencido que soy el último que tenía para
recurrir, pero no importa, haremos una gran película si nos respetamos
mutuamente-
Acordamos los detalles y la fecha en que nos reuniríamos
para juntarme con el guión y la firma del contrato. Salí de allí con la
sensación de un triunfo, la concreción de un sueño largamente acariciado.
Recién por la noche recordé el proyecto de Carmen y Julia
pero no me inquieté. La frialdad demostrada y la división generada en el grupo
lograron que perdiera todo entusiasmo en su concreción bajo esas condiciones.
Además era obvio que, a estas alturas muy probablemente habían perdido las
ganas de hacerlo.
La parte femenina de las crossdressers es idéntica a las
mujeres reales en varios aspectos y la compulsión por las compras es uno de
ellos. Suelo pararme frente a las vidrieras de los negocios de ropa y muchas
veces debo contenerme para no entrar a comprar pero en otras ocasiones no
resisto lo que me ha llevado a tener que ampliar mi placard, más aun teniendo
en cuenta que también tengo un vestuario masculino abundante. Siempre hay algo
que vemos y deseamos y yo tenía desde tiempo atrás fijas en mi mente unas botas
bucaneras color rosa que Claudia tenía en venta, venía posponiendo su compra
hasta que me decidí. En general siempre me sucede lo mismo, postergo ciertas
decisiones esperando el momento adecuado y ese momento llega solo cuando un día
despierto con el ansia irrefrenable de concretarlas.
Llamé a Claudia y arreglamos el momento en que pasaría por
el departamento, aquel al que había llegado por primera vez abriendo el camino
a todo lo que sucedió después. Toqué el timbre más desenfadada y ni me importó
que justo pasara mi lado un hombre cuando Claudia preguntó quién era y yo dije
Sabrina.
Entré. Al trasponer la puerta Claudia me advirtió que a
pesar de que procura atender de a una por vez, estaba otra crossdresser también
haciendo compras y yo le contesté que no tenía problema. No supimos quiénes
éramos hasta que Claudia nos presentó.
-Julia, Sabrina, Sabrina, Julia-
Nos reímos. Nos hubiéramos cruzado mil veces en la calle y
jamás habríamos sabido quienes éramos. Estar montadas nos cambia tan
radicalmente que se convierte en una paradoja tener una relación amistosa con
alguien a quién no conocemos realmente. Todas las ocasiones que me había visto
con Julia inclusive en su casa o en la mía siempre estábamos montadas y de ahí
nuestra sorpresa.
Estaba comprando un vestido de fiesta. Claudia dijo que iba
a preparar un café, en tanto ella se probaba el vestido y yo las botas.
-Mirá lo que son las cosas, estaba por escribirte un mail
esta tarde- Dijo Julia y agregó -El tema es que de a poco las chicas fueron
escribiéndome para expresar su adhesión a la idea del video, aún las más
reticentes-
-¿Todas?- Pregunté.
-Bueno, faltan Mónica, Rosa y Amanda. Pero ya somos mayoría
-Es difícil tener unanimidad aunque deberíamos tenerla,
somos un grupo reducido con una actividad exclusiva, eso nos debería hermanar-
-Tenés razón, pero hasta yo que tuve con mi esposa esta
idea, comienzo a hartarme de algunas, en especial Mónica, es la única que no
dice donde trabaja y se la pasa refregándote en la cara lo mucho que le gustan
las mujeres-
-Típico de varón con dudas-
-¿Vos crees? Se lo ve tan machito cuando se saca la ropa de
mujer, yo la he visto en las reuniones en lo de Claudia o cuando han ido a
casa, jamás viene montada-
-Ni el hábito hace al monje, ni tampoco su rezo- Comenté y
reímos por la ocurrencia.
Salimos con nuestras compras. Julia se ofreció a alcanzarme
hasta la parada del colectivo. En ese momento le comenté lo de mi película.
-El tema es que no se si tendré tiempo de hacer ambas cosas
a la vez- Argüí.
-Lo que no se hizo hasta ahora puede esperar un poco- Me
tranquilizó Julia.
-Sí, pero las chicas pueden perder el entusiasmo-
-Mirá, Sabri, si es necesario la haremos nosotras tres, mi
esposa vos y yo, igual hay montones de cross que le encantaría colaborar con
tal de aparecer en cámara. El tema es que pensamos hacerlo dentro del grupo porque,
bueno, para eso se supone que somos un verdadero grupo de amigas-
“Se supone” eran las palabras más apropiadas. Mis dudas
eran mayores que mis certezas pero a pesar de todo aún guardaba dentro de mí
las ganas de realizar el documental.
-Veamos, si realmente hay entusiasmo puedo ver la manera de
hacerme un tiempo, no te garantizo nada, mantenme al tanto- Dije a Julia
mientras bajaba del auto.
Me quedé mirando cómo se alejaba en tanto repasaba
mentalmente los sucesos de los últimos meses. Realmente habían echado por
tierra mi ideal de lo que debía ser un grupo de crossdressers. El mundo es
igual en todas partes, pensé.
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