Ricardo tenía doce años y su vecino de enfrente,
Pedro, dieciocho. La diferencia de edad los ubicaba en intereses diferentes lo
que no los hacia compatibles, pero Pedro pasaba largas horas en casa de Ricardo
compartiendo juegos que ya no eran para su edad.
El motivo de Pedro era otro. Desde tiempo atrás
venia interrogando a Ricardo acerca de temas que tuvieran que ver con el sexo,
dándose cuenta que lo ignoraba todo por completo. Ricardo era hijo único y su
padre jamás le había contado nada al respecto. Pedro supo que tenía la gran
oportunidad y comenzó a decirle a Ricardo que él le iba a enseñar todo lo que
se debe saber para tratar a las chicas y que esa era una costumbre que los
jóvenes mayores debían cumplir.
Ricardo era inocente y creyó en Pedro. De manera que
comenzó a experimentar un verdadero acoso por parte de su vecino. Como no era consciente
del abuso dejó que Pedro le acariciara los glúteos y lo obligara a acostarse
boca abajo colocándose por encima y realizando movimientos acompasados como si
estuvieran manteniendo relaciones. En esas ocasiones le decía que un día lo
iban a hacer sin ropa para que aprendiera como era realmente.
Entre estos actos de acoso por parte de Pedro
también terciaba su hermano mayor, aunque este, con pretensiones más modestas,
se limitaba a abrazar a Ricardo y darle largos y profundos besos en la boca
penetrándolo con su lengua hasta casi dejarlo sin aire.
A veces Ricardo parecía darse cuenta de que estaba
haciendo algo malo y se negaba a las intenciones de Pedro pero éste solía,
entre otras, amenazarlo con romper algo de valor de los padres de Ricardo y
culparlo logrando el cese de la resistencia. La situación era favorable para el
acosador pues la madre de Ricardo le tenía gran confianza y si marchaba a hacer
algún tramite lo dejaba con su hijo para que lo cuide, lo que era oportunidad
para seguir con los manoseos y las prácticas de acto sexual.
Finalmente Pedro decidió que era el momento. Llevó
a Ricardo a su casa aprovechando que quedarían solos por un rato largo y le
pidió que se desnudara. Ricardo al principio se negó a hacerlo pero viendo que
era imposible resistirse se bajó los pantalones y el calzoncillo. Pedro intento
penetrarlo pero era evidente que no tenía experiencia ya que lo hacía sin
dilatar ni lubricar el ano de su víctima. Ricardo comenzó a quejarse de dolor y
Pedro no llevo más allá su intención. Ante la imposibilidad no insistió y dejó
que Ricardo volviera a su casa lo que hizo rápidamente asustado por lo que
acababa de ocurrir.
Un buen día Pedro y toda su familia se mudaron del
barrio. Ricardo, entretanto, descubrió la masturbación y comenzó un frenético
deseo de auto satisfacerse todo el tiempo, pero descubrió, que lo que lo
excitaba no eran imágenes de mujeres sino de hombres. Sobre todo cuando
encontró entre revistas de su padre una de carácter pornográfico donde se
mostraban relaciones entre varones.
Pasaron algunos años hasta que Ricardo pasara de
la masturbación a los hechos. Había ingresado a trabajar con un arquitecto.
Eran los dos solos en la oficina situada en un viejo edificio de la Avenida Córdoba.
Al principio su patrón le demostraba que lo tenía bien conceptuado pero con el
tiempo comenzó a adjudicarle algunos fallos. Ricardo estaba seguro que había
hecho bien su tarea pero pronto se dio cuenta de sus verdaderas intenciones.
Éste comenzó a decirle que si quería conservar su trabajo debía hacerle favores
sexuales. No lo pensó demasiado y rápidamente se vio arrodillado frente al
arquitecto y mamando su pene hasta recibir una lluvia de semen en su cara. Esta
acción se hizo costumbre hasta que el patrón obligó a Ricardo a desnudarse y lo
penetró, parados en medio de la oficina, de manera brutal. Ricardo conservó su
trabajo varios años accediendo a la extorsión de su jefe pues, después de un
tiempo, ya disfrutaba de ella asumiendo su homosexualidad.
Era un hermoso individuo de treinta años cuando, además
de lograr su independencia laboral instalando su propio estudio de arquitectura
se había convertido en un ser atractivo para todos aquellos hombres que
deseaban someter homosexuales pasivos. Tenía bastante éxito en la calle pues
bastaba un cruce de miradas con algún varón para terminar en su cama. No tenía
muchas pretensiones pero le agradaban los hombres mayores, quizá porque en su
entrega sexual repetía aquella imagen de su ex patrón.
Una tarde entró a un bar a tomar un café. Apenas estuvo
sentado notó que un hombre se acercaba a él y deteniéndose le dijo.
-Discúlpame, pero creo que te conozco-
Al principio no supo de quién se trataba. Debió
hurgar unos segundos en su memoria pero no necesitó hacerlo más de ese tiempo.
El otro individuo le aclaró.
-Soy Pedro, fuimos vecinos del barrio, ¿Vos sos
Ricardo el hijo de la modista, no?-
Ricardo sonrió. Volver a ver después de tantos
años a quien había despertado en él su lado oculto le pareció en principio
increíble y por seguir muy conveniente. Le hizo un gesto invitándolo a sentarse
pero Pedro le extendió una tarjeta diciéndole.
-Debo irme, tengo una reunión de trabajo, pero si
quieres llámame y te venís por casa a tomar unos mates-
Ricardo tomó la tarjeta y contestó.
-Seguro, va a estar bueno, te llamo-
Pedro salió raudo del bar. Ricardo se quedó
mirándolo. ¿Se imaginará en que me he convertido? Pensó. Va a ser una buena
ocasión para demostrárselo.
Una semana después Ricardo estaba tocando el
timbre en casa de Pedro. Éste le abrió y lo invitó a pasar. Fue como el
encuentro de dos viejos amigos, como si nada hubiera pasado entre ellos durante
su infancia. Al rato estaban sentados en ambos sillones del living tomando mate
con facturas. La conversación fue ocasión de ponerse al tanto de lo que había
sido de su vidas durante todos los años pasados.
De un tema pasaron a otro y cuando Pedro le
pregunto a Ricardo si se había casado el invitado respondió que no.
-Yo me case y me separe hace unos años- Aclaró
Pedro.
-¿Por algo en especial?- Preguntó Ricardo.
-Sí, mi ex me encontró en la cama manteniendo
relaciones con un joven-
A Ricardo no le sorprendió la respuesta tanto, así
que comentó.
-Parece que te siguieron gustando los putos-
-Sí, son mejores que las mujeres para cogérselos.
Siempre están calientes y no tenes problema con embarazos- Respondió Pedro
riéndose.
-Supongo que tenes bastante experiencia, porque
cuando quisiste tener relaciones conmigo no tenías idea-
El comentario tomó por sorpresa a Pedro, pero
luego de reponerse dijo.
-Si, después de lo nuestro tuve oportunidad de
aprender-
-¿Y cómo fue eso?-
-Recordaras que nos mudamos. En mi nuevo barrio conocí
a un muchacho que tenía experiencia. Un día me llevó a su casa e invitó a un
chico vecino y nos lo cogimos los dos. Ahí aprendí-
Ricardo sonrió. La conversación estaba yendo hacia
donde quería.
-O sea que yo fui el primero- Manifestó.
-Sí, y debo decirte que un poco me sorprendió que
aceptaras mi invitación después de lo que hicimos-
-Lo que me hiciste- Corrigió Ricardo y agregó -
Pero no te tengo ningún rencor por eso-
Se produjo un instante de silencio pasado el cuál
Ricardo continuó.
-Era evidente que no sabías mucho porque si no podías
penetrarme al menos podías haberme obligado a hacer otra cosa-
-¿Cómo qué?-
-Y…que te masturbara o que te la chupara-
-¿Y lo hubieras hecho?-
-Sí, ¿acaso no me baje los pantalones cuando me lo
pediste?
Pedro se llevó la mano a su bulto. Era evidente
que se estaba excitando por la conversación. Ricardo lo notó y se hizo el
disimulado. Pedro no lo soportó más y mirándolo fijamente le preguntó.
-Estoy al palo ¿No me la mamarias ahora?-
-¿Me los pidiendo en serio?- Preguntó Ricardo
contenido sus ganas para hacerse más interesante.
-Sí, dale, si vos queres, total ya somos grandes-
Pedro insinuó la posibilidad como un chiste pero
se sorprendió cuando Ricardo se acercó a él y apoyó su mano sobre el bulto
crecido.
-Hummm…la tenes parada- Dijo Ricardo y de
inmediato metió la mano dentro del pantalón de Pedro y sacó su pene comenzando
a masturbarlo.
Pedro no salía de su asombro pero inmediatamente comenzó
a disfrutar de la situación. Ricardo cambiando de posición se arrodilló delante
de Pedro y le besó la punta del pene, luego pasó su lengua por toda su extensión
y finalmente se la metió toda en la boca. Pedro aullaba de placer. Estaba
sucediendo lo que no esperaba. Era tal la destreza de Ricardo que lo detuvo.
-¿Qué? ¿No te gusta?- Preguntó Ricardo.
-No es eso, es que me vas a hacer acabar y quiero
hacerlo en tu culito-
Dicho esto atrajo a Ricardo hacia si y le dio un
largo beso en la boca. Luego se pusieron ambos de pie y mientras Pedro seguía
besándolo pasó sus manos por los glúteos de Ricardo y así lo fue llevando hasta
el dormitorio. Una vez que llegaron al pie de la cama ambos se desnudaron totalmente.
Pedro se acostó boca arriba y Ricardo sobre él mientras continuaba mamando ese
hermoso pene.
Al rato Pedro dio vuelta a Ricardo, lo hizo poner
como un perrito y comenzó a lamerle el ano, luego tomó un frasco con crema de
la mesa de luz y con los dedos se lo esparció por el agujero. Y así sin más lo
penetró mientras Ricardo aguantaba el dolor. Con movimientos acompasados Pedro
lo fue penetrando hasta que después de pocos minutos eyaculó un torrente de semen
dentro del ano de Ricardo. Ambos cayeron exhaustos en la cama. Pedro no salía
en si de su asombro. Sentía una indisimulada sensación de triunfo, finalmente
después de tantos años había podido someter a aquel que tanto trabajo le
costara cuando eran apenas dos adolescentes. Y para Ricardo también era un
triunfo pues había logrado ser sometido por quien despertara sus ansias
homosexuales.
-Te gustó- Pregunto Pedro.
-¡Me encanto!- Respondió Ricardo.
Pedro se levantó y fue al baño a asearse, luego se
dirigió al living aun desnudo. Ricardo hizo lo mismo. Cuando llegó al living
Pedro estaba celular en mano hablando. Ricardo se tentó nuevamente y
arrodillándose delante de Pedro recomenzó la mamada, mientras el otro decía a
alguien por el teléfono.
-No sabes, acabo de cogerme un putito maravilloso.
Acá lo tengo mamándomela. Veni así te los comes vos también. ¿Sabes quién es?
Ricardo, el hijo de la modista. No sabes que bien que está. ¿En un ratito?
Dale. Acá va a estar esperándote- Y cortó.
Dirigiéndose a Ricardo que continuaba con el pene
en la boca le dijo.
-Ahora viene mi hermano, él también te tenía ganas
cuando éramos chicos, así te comes su pene también-
Ricardo no cabía en sí de gozo. Esa tarde iba a
ser gloriosa con la posibilidad de estar con ambos hermanos. Pocos minutos
después sonó el timbre. Pedro se asomó por la ventana para comprobar que era su
hermano y en cuanto lo vio le dijo a Ricardo que le abriera la puerta, así, desnudo
como estaba. Ricardo lo hizo y cuando el hermano de Pedro lo vio apenas puso un
pie adentro de la casa abrazó a Ricardo y dándole un enorme beso en la boca
comenzó a acariciarlo en todo su cuerpo.
-¿Viste que lindo que está?- Preguntó Pedro a su hermano
No tenía necesidad de respuesta. El hermano de
Pedro seguía metiendo sus manos por todas las partes de Ricardo.
-Llevatelo a la cama.- Dijo Pedro.
Y el hermano no se hizo esperar, tomó a Ricardo de
la cintura y lo llevó hasta el dormitorio. Lo sentó al borde de la cama y
sacándose toda la ropa tomó su pene con las manos y le ordenó que abriera la
boca. Ricardo, obediente, lo hizo y pronto tuvo otro enorme pene dentro de su
garganta. Estuvieron un rato hasta que el hermano no pudo más y lo hizo
acostarse boca arriba, le levantó las piernas y usando la misma crema que su hermano
le deslizó los dedos por el ano. Lo penetró lentamente y haciéndole sentir la
punta del pene hasta la próstata logró que Ricardo diera gritos de placer y
dolor entremezclados. Después de un rato también depositó su semen en su ano.
Tras un breve descanso fue a higienizarse al baño y luego al living a hablar
con Pedro. Ricardo los siguió y cuando llegó al living lo invitaron a sentarse
entre ambos en el sillón más grande. Estando los tres desnudos Pedro y su
hermano manosearon y besaron a Ricardo un tiempo hasta que, nuevamente con sus
penes erectos le dijeron.
-Ahora vas a disfrutar de ambos a la vez-
Esa noticia fue para Ricardo como si le hubieran
abierto las puertas del paraíso. Lo llevaron hasta el dormitorio y lo hicieron poner
como un perrito. Pedro, desde atrás lo penetró con fuerza mientras el hermano,
parado frente a la cama le colocaba su pene en la boca. Ambos se movían al unísono.
Fueron los minutos más felices de Ricardo. Al rato estaba sintiendo ambas
eyaculaciones. La de Pedro en su ano y el semen del hermano corriéndole por la
comisura de los labios. Tomó ese pene y lo lamió hasta dejarlo limpio. Luego se
acostó para descansar en medio de los dos sometedores.
La doble penetración se repitió una vez más pero
con Pedro en su boca y el hermano por detrás. Los tres estaban excitados.
Cuando al fin decidieron descansar y se vistieron, el hermano dijo a Pedro.
-Podríamos llevarlo a pasar una semana con nosotros
en tu casa de campo-
Ricardo estaba exultante por la propuesta y más se
entusiasmó cuando Pedro dijo.
-También podríamos invitar a Quique, Adolfo, Anselmo
y Matías para que se cojan a nuestro putito, total va a haber tiempo para
todos.
Y Ricardo
supo que se venían tiempos gloriosos.
No comments:
Post a Comment