Tuesday, May 29, 2018

LOS PEONES RELATO EROTICO


Todo comenzó cuando la crisis económica me dejó sin trabajo. Tenía entonces solo treinta años y mucho por dar pero mi profesión, dibujante de arquitectura, no era necesaria en un país devastado por la inflación y la ausencia total de proyectos y construcciones. Decidí que si quería sobrevivir tenía que bajar la cabeza y aceptar cualquier empleo.
La búsqueda fue larga y desanimante. Siempre en largas colas de gente que perseguía el mismo interés y que como yo terminaba frustrada al cabo del día. Estaba sin la menor posibilidad cierta de conseguir trabajo cuando leí en el diario un aviso que me llamo la atención.
“Se busca joven, buena presencia, con voluntad de enfrentar nuevos desafíos, y experiencia de oficina para colaborar en un establecimiento de campo”
Estaba bueno eso de salir de la ciudad y buscar nuevos aires pero no me presenté. Todavía me parecía un gran paso dejar mi ámbito conocido. Pero ocurrió que pasados los días el aviso se repetía como si no se hubiera presentado nadie o los postulantes fueran rechazados. Es hora de jugarme, me dije y a la mañana siguiente estaba en las oficinas mencionadas en la solicitud.
Encontré solo dos personas delante de mí que salieron rápidamente de la entrevista y tras ellos se asomó por la puerta del despacho un hombre de unos cincuenta años, cabello abundante con canas incipientes pero que si no hubiera sido pro ese detalle viendo el resto de su cuerpo se le podían dar varios años menos.
Cuando me vio me hizo pasar inmediatamente. Se sentó en un enorme sillón de cuero tras el escritorio y me invitó a hacer lo mismo en una de las sillas frente a él. Me hizo varias preguntas como para evaluar mis conocimientos. Le aclaré que nunca había hecho trabajos administrativos. Me dijo.
-No importa, lo que necesito que sepas lo vas a aprender conmigo. Además siempre vamos a trabajar juntos pues yo me paso todo el tiempo en el campo, solo vine aquí para las entrevistas, no tolero la ciudad- Y agregó algo que me llamo la atención –En realidad lo que mas necesito es una compañía, vas a tener un buen sueldo pero me gustaría que la persona que elija sea obediente y amable, muy amable-
Y remarcó ese “muy amable” como para que quedara bien en claro que exigía fidelidad absoluta.
-Necesito el trabajo- Contesté - Y hago lo que se me pida-
-Entonces veo que nos vamos a entender- Se levantó y me ido la mano por encima del escritorio.
Luego dio la vuelta al costado del mueble y acercándose a mí me dio un fuerte abrazo. Yo no supe que hacer pero intuí que si congeniaba correctamente con ese hombre nos llevaríamos muy bien.
-Mañana a las diez de la mañana venite y nos vamos al campo. No lleves mucha ropa, allá vas a tener todo lo necesario-
Al otro día estaba puntual en la puerta de la oficina munido de un bolso con mínima cantidad de ropa tal como me lo ordenara. Mi nuevo patrón  ya estaba dentro acomodando un bolso y me dijo que estaba por salir. Unos segundos después apareció por la puerta y haciéndome señas de que lo siga fuimos hasta un estacionamiento en donde estaba su vehículo, una portentosa cuatro por cuatro.
-Vamos a ir en la camioneta, así disfrutamos un poco del paisaje y nos vamos conociendo mejor- Dijo mientras abría la puerta y me invitaba a subir.
Una vez que arrancó me sentí más distendido. Sentía que iba camino a una nueva aventura. Ni siquiera me molestó que el hombre posara su mano sobre mi pierna. Incluso hasta me pareció agradable. Está lindo el tipo, pensé a pesar de que nunca antes había sentido algo por ningún hombre. Y tampoco por ninguna mujer. Siempre fui un solitario que se las arreglaba solo pensado que relacionarme con otra persona era para problemas.
Paramos para almorzar en una estación de servicio. Sentados frente a frente volví a experimentar el roce de su mano sobre mi rodilla por debajo de la mesa. Ni me molesté ni la aparté. No sabía hasta donde pensaba llegar pero además del hecho de tener un trabajo comencé a experimentar un incierto placer en adoptar una posición sumisa ante sus requerimientos.
En cuanto llegamos a su campo sentí que era lo más cercano al paraíso. Después de salir de la ruta entramos en un camino con grandes eucaliptos a sus lados que nos llevó hasta la casa principal oculta por un monte de árboles varios. Detuvo la camioneta frente a la casa y como de la nada aparecieron dos peones listos a ayudarle a bajar el equipaje del vehículo. Ambos sujetos me escudriñaban con la mirada y hasta me pareció que sonreían, los salude con toda amabilidad y cuando mi patrón me llamo fui tras él.
Entramos en un espacioso living con grandes ventanales hacia el campo y un mobiliario de algarrobo que hacia juego con el techo de machimbre y los pisos cerámicos, las paredes eran blancas y tenían colgados algunos cuadros de pintores que no reconocí.
-Esta va a ser tú casa, quiero que te sientas en ella como si fuera yo- Me dijo.
Giró sobre si y agregó.
-Vamos a la planta alta-
Después de subir una escalera también de baranda y escalones de madera estuvimos en el piso superior. Abrió una puerta y entró en una habitación. Yo me quedé en el pasillo hasta que me llamó.
-Vení. Tenemos que charlar- Manifestó mientras me señalaba un par de silloncitos frente a la cama matrimonial.
Sin saber que sucedería me senté y esperé que comenzara a hablar.
Se sentó en el otro silloncito y encendió un cigarrillo.
-Mira, la cosa es así. Yo te dije claramente que además de un empleado fiel necesitaba compañía. Yo soy solo y las noches son largas cuando no se tiene a nadie. Por eso cuando te elegí no fue solamente por tu capacidad sino también porque me gustaste mucho-
A esa altura yo estaba asombrado pero ni me imaginaba el resto.
-Yo quiero tener una mujercita conmigo, una mujercita que me obedezca y sea sumisa. Que me complazca sexualmente y que este pendiente de mi bienestar. Y quiero que esa mujercita seas vos-
Me levanté súbitamente del silloncito. De pronto sentí miedo. Pero era un miedo mezclado con curiosidad y con un deseo anhelante y profundo de hacer realidad mis fantasías masturbatorias. Ese hombre me estaba proponiendo ser su esposa.
-¿Por qué no contrató una mujer real?- Le pregunté.
-Por qué no quiero problemas y las mujeres son especialista en generarlos. Además solo un hombre puede ser tan sumiso como yo deseo-
Al verme vacilar acercó su mano a la mía y me hizo sentar nuevamente. Yo obedecí. Me di cuenta que me estaba gustando que me hiciera sentir su superioridad.
-¿Pero cómo quiere que sea su mujer? No tengo aspecto de mujer- Afirmé.
-Lo tendrás, aquí en la habitación contigua hay todo un placard lleno de ropa femenina. Una prima mía me regaló todo cuando se fue a Europa, estoy seguro de que te irá bien. Además hay maquillaje y zapatos y pelucas. Aprenderás a maquillarte y a verte bonita. Yo te voy a ayudar-
-¿Pero y los peones? ¿Qué van a pensar de todo esto?-
-Por ellos no te preocupes. Ya saben que deberán respetarte-
-¿Y por qué esperó hasta ahora para decirme todo esto?-
-Porque si te lo decía en la capital seguro que no ibas a aceptar-
-¿Y si me niego?-
-Mañana tomas tu bolso, caminas hasta la ruta, luego hasta el pueblo más cercano y te tomas un ómnibus de regreso, pero pensalo bien, vas a perder el trabajo y no son épocas para no tener empleo-
Me senté como si tuviera cien kilos en cada hombro. Imaginaba algo de su actitud durante el viaje pero ni me sospechaba esto. Me quedé en silencio. Él me miró y tomando mi mano dijo.
-Entonces ¿cuento con vos?-
Le dije que sí. Que sería su mujer. Que lo complacería en todo. Que podía hacer lo que quisiera de mí-
-Bien, entonces estamos de acuerdo. Ven que te muestro tu guardarropa. Quiero que te prepares bien porque te voy a presentar a la peonada-
Entramos en la habitación contigua y no podía creer lo que veía. Los placares rebosaban de ropa femenina y había varios pares de zapatos en el suelo. Una mesita con espejo y cajas con elementos de maquillaje. Lo primero que hice fue probarme un zapato para comprobar que me iban perfectos. Seguí recorriendo con la vista todo aquel conjunto de prendas. Mi patrón, y ahora marido, caminó hacia la puerta y cuando estaba por salir dijo.
-Bueno, te dejo solita. Ponete linda-
Me vestí de manera más discreta posible y me calcé una peluca negra. Viéndome en el espejo no me sentía tan disconforme con lo que aparentaba desde mi cuello para abajo. Además tenía el cuerpo depilado por una razón de gusto personal pero que resultó ser muy conveniente. El tema era mi cara. Comencé a buscar entre todo lo que había sobre la mesita elementos que me recordara a los que usaba mi madre cuando yo la observaba como se maquillaba. Hice lo mejor que pude y la verdad no me veía tan mal. En cuanto estuve listo…digo lista, fui hasta el living y allí encontré a mi hombre revisando unos papeles en una carpeta.
-Ven, antes de presentarte a los peones te voy a mostrar tu lugar de trabajo. Allí mismo en la planta baja, tras un corto pasillo había una habitación amueblada como una oficina.
-Este es mi escritorio y este es el tuyo. Todos los archivos están en este mueble. Como verás hay toda clase de comodidades, la oficina tiene su propio baño y cocinita-
Miré todo con atención y unos minutos después me tomó de la mano y llevándome a la galería exterior hizo reunir a la peonada y me presentó formalmente.
-Esta es Noelia, mi esposa. Ustedes saben muy bien que deben respetarla y obedecerle pues será mis ojos en los temas administrativos y económicos del campo-
Los hombres me miraron curiosos pero nada delató que fuera objeto de burla, aunque pensé, seguro de irían a reír del patrón y su mujer cuando estuvieran solos en su barraca.
El resto de la tarde me fue interiorizando sobre los manejos del campo. Salvo unas pocas caricias nada delataba su ansia sexual. Ni siquiera me había besado hasta entonces. Comprendí que se estaba reservando para la noche en la cama. Y así fue, luego de la cena fuimos hasta el dormitorio. Reinaba un silencio absoluto lo que noté por primera vez pues todas las emociones vividas no me dejaron habituarme a dormir por primera vez en mi vida en un lugar por donde no transitan autos ni hay carteles de neón iluminando el cielo.
Mi hombre me llevó al borde de la cama y tomó una caja que estaba sobre ella.
-Abrelo, es mi regalo de bodas- Dijo.
Abrí la caja y me encontré con el más hermoso camisón rojo transparente que había soñado en mi vida haciendo juego con un baby doll y un conjunto de tanga y corpiños adornados todos con los mismos detalles de encaje.
-Ponételo- Me ordenó.
Y yo me fui al vestidor, me saqué la ropa que llevaba y me vestí con la lencería. Cuando volví al dormitorio mi hombre estaba en la cama con una robe de chambre negra de seda, la luz de la habitación estaba reducida a unas diminutas lámparas de color rojo lo que le daba al lugar el aspecto de un burdel. En ningún momento dudé, fui derecho a la cama y él se abrió la robe dejándome ver que estaba completamente desnudo. Tenía, en verdad, un cuerpo hermoso, sin la pancita que tiene los hombres a los cincuenta y lo que era mejor un pene erecto que se hacía notar. Él tomo su pene y lo movió un poco mientras me decía.
-Veni acá encima mío que vamos a convertirnos realmente en marido y mujer-
Me acosté arriba y lo besé tan apasionadamente que ni yo misma entendía como tenía tanta destreza. Después de un rato en que estuvimos juntando nuestras lenguas comencé a bajar por su cuerpo siempre besándolo, de la bocas bajé al cuello, luego al pecho, más tarde al abdomen y terminé besando su pene. Él gemía de placer. Puse semejante artefacto dentro de mi boca extrañándome de que me entrara y lo fui mamando. De pronto de corrió a un costado, me acomodó para que quedara boca abajo y me ordenó que abriera las piernas. Tras eso me introdujo los dedos untados con crema y finalmente su pene. En ese instante comprendí realmente que eso era lo siempre había querido ser, el objeto sexual de un hombre. Cuando derramó su semen en mi recto fue que consumamos el acto matrimonial. Ya éramos esposo y esposa.
Pasamos noches gloriosas en las que me sometía y yo aceptaba totalmente sumisa. Me penetraba en todas las poses posibles y me deleitaba con su pene en mi boca largas horas. Así fue pasando un año. Para la peonada éramos una pareja formal pues durante el día yo me ocupaba de los asuntos de la administración del campo y en muchas ocasiones debí darles órdenes a los hombres que fueron cumplidas sin protesta. Por supuesto que no me hacia ilusiones pensando que me respetaban por mí misma sino por ser la mujer del patrón. El hecho era que nadie se propaso conmigo en ningún momento.
Para afuera del campo yo no existía. Jamás me llevo al pueblo cuando iba a hacer compras o vender la producción. Estaba encerrada en mi jaula de oro pero había aprendido a disfrutarlo.
Pero una tarde sucedió lo inesperado. Mi hombre debía salir a hacer algunos trámites y yo me quede sola en la casa. Como tenía mi trabajo al día decidí quedarme en la cama leyendo, solo vestida con un camisón negro transparente, corpiño y tanguita. Más o menos una hora después de su partida sentí golpes en la puerta del dormitorio. Me extrañó porque nadie se aventuraba a entrar en la casa sino era con permiso. No tuve que esperar demasiado, como la puerta no estaba cerrada con llave se abrió lentamente y tras ella apareció un peón, y luego otro, y luego otro, hasta que tuve a los diez hombres mirándome con lascivia.
Intenté echarlos haciendo uso de mi autoridad pero fue imposible. De pronto se me abalanzaron encima, dos de ellos me sujetaron por los brazos y otros dos por las piernas. Me resultaba imposible resistirme, me colocaron boca abajo y me ataron manos y pies a los extremos de la cama. Luego, uno de ellos se me puso por detrás y me amordazó con una cinta de embalar. Me arrancaron la ropa y comenzaron a manosearme todo el cuerpo. Me abrieron los glúteos y me introdujeron varios dedos untados en crema. Con el ano dilatado no se hicieron esperar y me fueron penetrando uno a uno, los diez hasta dejar su semen en mi recto e incluso lo que rebalsaba por la sábana.
Después que satisficieron su salvajismo se fueron dejándome atada. No podía soltarme de ninguna manera, los nudos que hicieran eran imposibles de abrir y no tuve más remedio que esperar que volviera mi hombre.
Varias horas después sentí sus pasos en el pasillo. Entró en la habitación y me vió en semejante estado pero no demostró la más mínima sorpresa. Yo no podía entender lo que pasaba hasta que vi entrar detrás de él a un muchachito joven, muy lindo que me miraba asombrado. Yo pretendía una explicación a lo que sucedía pero me di cuenta de pronto. Mi hombre me había reemplazado por alguien más joven y me entregó a los peones para que me violaran. Casi no tuvo que decírmelo, lo adiviné al ver a ese jovencito lampiño y bonito que ahora estaba a su lado.
Me desató riéndose de mí y cuando estuve libre y sin saber que hacer me dijo.
-Toma tu ropa y ándate a vivir con los peones, desde ahora vas a ser su prostituta-
Junté algo de ropa y en silencio salí de la casa. Afuera, en la puerta de su galpón los peones estaban esperándome. Caminé hacia ellos y cuando estuve cerca me rodearon y me llevaron a su dormitorio. No voy a dar detalles de en lo que se convirtió mi vida. Todas las noches fui penetrada por los diez hombres, todas las noche mamé diez penes, todas las noches quedaba exhausta en alguna de las camas agotada por tanto ejercicio sexual. Me hicieron y me siguen haciendo todo lo que quieren. Yo soy un juguete en sus manos y la felicidad de todos ellos.
Cuando se van al campo por la mañana tengo un poco de descanso. Entonces salgo al patio y me siento tranquila a tomar mate a la sombra de un algarrobo. Aprovecho para arreglarme y permanecer linda, me depilo para que puedan disfrutar de mi piel suave y elijo que me voy a poner la noche siguiente.
A veces, mi reemplazante sale al patio y me mira. Al principio lo hacía con sorna pero de a poco fue cambiando la cara. Ahora esta serio. Me observa y comprende que soy feliz en esta nueva vida. Estoy segura que me envidia.





Tuesday, May 22, 2018

EL REGALO DE CUMPLEAÑOS (RELATO EROTICO)


Era un hermoso joven de apena veinte años recién cumplidos. Alto, delgado, de cabello largo que le caía sobre los hombros. Ya estaba habituado a que los hombres se fijaran en él y muchas fueron las ocasiones en que jugó su rol enteramente pasivo para deleite de quienes lo deseaban. Nunca en su corta vida había tocado una mujer ni seducido por ellas.
Por eso le extrañó que en aquella noche en un boliche bailable en donde esperaba encontrar un chongo que lo deleitara fuera una mujer la que no le quitaba los ojos de encima. La dama tendría unos cuarenta o un poco más de años y estaba vestida muy elegantemente. Sabía por algunos amigos que este tipo de mujeres pagaba por muchachos jóvenes para que las satisficieran sexualmente pero él no era precisamente el más indicado. Por lo que intentó salir del radio visual de la hembra y bajando la vista caminó a otro sector del local.
Pero ella se adelantó a su propósito y lo interceptó cerca de la barra. Sin decirle nada, abriendo los labios en una seductora sonrisa le ofreció una lata de cerveza. Él no sabía que hacer pero aceptó el convite y esperó por pura cortesía lo que le iban a decir para luego excusarse.
-Sos muy bonito- Dijo ella.
Él se ruborizó.
-¡Ah…y además sos tímido!- Agrego riéndose.
Sin saber que decir el joven se mantuvo en silencio.
-Tengo que hacerte una proposición- Dijo ella.
-Lo lamento pero no creo que pueda complacer lo que desea- Manifestó él cuando al fin le brotaron las palabras.
-No, querido, no es lo que te imaginas. Sos muy lindo y veo que te cuidas-
Él estaba impaciente por oír el resto del discurso y ella no se hizo esperar.
-Veras, mañana es el cumpleaños de mi marido. Siempre ha soñado con tener relaciones con un chico como vos pero nunca se atrevió a levantarlo en la calle, por lo que decidí que si aceptas, con una paga de por medio por supuesto, entregarte a él como regalo de cumpleaños. ¿Te gustaría?-
El joven no cabía en sí de su asombro. Muchas veces había tenido relaciones con hombres casados pero que fuera la mujer quien hiciera el trato era lo que nunca se le hubiera ocurrido. No lo pensó demasiado y aceptó.
-Dame tu celular y te mando un whatsapp con la dirección. Quiero que vengas mañana a las cinco de la tarde así tengo tiempo para prepararte. No te preocupes, te voy a pagar muy bien-
Mientras pensaba que había querido decir con eso de “tiempo para prepararte” le dio su número de celular pero no se atrevió a preguntarle.
-Y ahora me voy porque mi marido anda por ahí y no quiero que me vea contigo para no arruinar la sorpresa. No me falles-
-Ni loco- Dijo él.
A la tarde siguiente estaba frente a la puerta de una enorme mansión. Le parecía hermosa y pensó que siempre había sido su sueño vivir en un lugar así.
Tocó el timbre y salió la mujer en persona a abrirle. Le hizo pasar y atravesaron el jardín, luego entraron en la casa. El joven contemplaba todo maravillado. Pasaron por el amplio living y subieron a la planta alta, luego tomaron un pasillo donde se abrían varias puertas, siempre siguiendo a la mujer entró en una de las habitaciones. Era el dormitorio principal, todo alfombrado y con una cama matrimonial con dosel, cortinas transparentes y sabanas de seda negras. Tanto lujo asombró al joven que se quedó mirando extasiado y mudo.
La mujer lo volvió a la realidad.
-Ven, le dijo y lo llevó a una habitación contigua más pequeña. Era un vestidor con placares de piso a techo y al final una mesita contra la pared con un espejo y dos silloncitos. Sobre la mesa estaba prolijamente ordenados elementos de maquillaje. La mujer lo hizo sentar en un de los silloncitos y sin decirle más comenzó a maquillarlo con destreza. Tanta que cuando terminó el joven quedó asombrado al verse al espejo, lo había convertido en una hermosa mujer.
Luego le ordenó que se desnudara. Y mientras lo hacia ella buscaba algo entre los placares. Llego hasta el joven portando un paquete con prendas y le ordeno ponérselas. Eran un par de medias negras caladas con portaligas, un tanguita, un corpiño y un pequeño camisón también negro transparente. Cuando se vio nuevamente al espejo, el joven no podía creer en que estaba convertido.
Una vez que quedó satisfecha con su obra la mujer llevó al joven al joven hasta el dormitorio principal y le hizo a costarse en la cama, sobre un enorme trozo de papel transparente para envoltorio de regalo. El joven se acostó boca arriba y ella le tomo las manos y se las ató, luego hizo lo mismo con las piernas de manera que quedó totalmente inmovilizado. Para culminar su trabajo le puso una mordaza para que no pueda hablar y lo envolvió en el papel de celofán completando el detalle con un enorme moño color rosa.
-Ahí te quedas quietito que ya debe estar por llegar mi marido- le dijo la señora y lo dejó solo.
Un rato después oyó que llegaba el hombre. Sentía un dialogo entre dos personas que se iba acercando hasta que se abrió la puerta y entro primero ella y después el marido.
-Feliz cumpleaños- Dijo la mujer y apartándose de la puerta le señaló la cama.
El hombre se quedó unos segundos mirando asombrado. Como no se reponía de la sorpresa la mujer dijo.
-Bueno, te dejo con tu regalo y que lo disfrutes- y yéndose cerró la puerta tras de sí.
El hombre se acercó a la cama y miró al joven convertido en una apetecible hembra, deshizo el envoltorio y comenzó a acariciarlo lentamente como queriendo disfrutar ese momento con todos sus sentidos. Luego lo fue desatando y cuando su regalo estuvo totalmente libre lo abrazo y lo besó con pasión. Después de un rato se desnudó y volvió a la cama. Esta vez obligó al joven a que le besara el pene y tras lo cual se lo introdujo en la boca. Tomándole la cabeza comenzó una danza frenética que culminó cuando llenó la garganta del joven con su semen. Después de hacerle limpiar el pene con la lengua lo besó sin pausa. No necesitó mucho para volver a tener una erección. Tomó al joven de las piernas y se las levantó, y así, con solo pasarle los dedos con saliva en el ano lo penetró de una vez. Y eyaculó nuevamente.
Fueron varias horas en que, en silencio, sin pronunciar palabra el hombre sometió al joven a intensas penetraciones alternadas con mamadas. Después de tanto ejercicio quedó agotado y se durmió. Unos minutos después, el joven también estaba en estado se somnolencia pero no pudo dormirse pues entró silenciosamente la mujer y haciéndole el gesto de que no hiciera ruido, tomó la joven de la mano y lo hizo levantarse de la cama. Tras eso le volvió a colocar la mordaza que le sacara el marido y además le vendó los ojos con un pañuelo de seda negro.
El joven se dejó llevar. Sintió que lo trasladaba por el pasillo y entraban a otra habitación. Allí, la mujer le ordenó que se acostara boca abajo en una cama que por su tamaño adivinó que también era tamaño matrimonial. Sin saber cuáles eran las intenciones de la mujer no tuvo más remedio que obedecer. Una vez que estuvo acostado sintió que le colocaba unas correas de cuero en las muñecas y otras en los tobillos. Después la mujer le estiró los brazos y tirando de unas cadenas sujetas por un extremo a la correa lo ató a cada esquina del cabezal de la cama y abriéndole las piernas hizo lo mismo lo que lo dejó totalmente sujeto. Luego ella lo tapó con un acolchado suave pero confortable y lo dejo así sin decirle nada. Tras eso él sintió la puerta que se cerraba.
Tuvo que permanecer toda la noche en esa situación. Después de un unos pocos minutos había comenzado a sentir la desesperación de la inmovilidad. Sin poder pedir auxilio ni ver se sintió angustiado. ¿Qué le esperaba en esa casa? ¿Qué iban a hacer de él? Pasadas las horas comenzó a sentirse mejor. Comprendió que estaba disfrutando de lo que le sucedía. La inmovilidad, la sensación de ser solo un juguete en manos de otras personas, la imposibilidad de resistirse, el estado de sumisión, lo estaban excitando. De modo que se relajó y finalmente se durmió.
Lo despertaron los ruidos de la casa. Era evidente que el hombre y la mujer estaban tomando el desayuno. Luego sintió que el hombre se iba. Paso un rato hasta oír que se abría la puerta de la habitación pero estaba imposibilitado de ver quien era.
Le corrieron el acolchado y quedó con su cuerpo expuesto. En medio del silencio sintió de pronto un ardor en un glúteo, y luego otro y luego otro y así varios. El dolor era placentero y no tardó mucho en darse cuenta que estaban dejando caer gotas de cera caliente sobre sus nalgas. Quiso gritar pero no podía. Después de esa tortura sintió el golpe de una mano abierta nuevamente en sus glúteos y esos golpes se repitieron, estaba siendo objeto de nalgadas dadas con mucha fuerza. A cada golpe le angustiaba esperar el próximo. Pero también a desearlo. Sus nalgas se calentaron por el castigo y empezó a sentir que no quería que aquello acabase.
Un cuerpo se posó sobre él y fue la voz de la mujer que le dijo al oído.
-Querido, ahora me toca a mí disfrutarte-
Él no podía verla por eso no sabía que estaba vestida con un catsuit negro de cuero y portaba un arnés con un enorme dildo mucho más grande que el pene de su marido. De pronto sintió que un dedo enguantado y encremado jugaba en su ano y lo penetraba y luego otro dedo y luego un tercero. El dolor iba en aumento pero la mujer se lo estaba dilatando con habilidad. Tras ese juego lo penetró despacio hasta llegar al fondo. El joven quería gritar, de placer y de dolor pero no podía, amordazado como estaba.  Sintió que el placer de ser sometido de esa manera, como si fuera una violación era lo que siempre había deseado.
La acción duró varias horas. La mujer parecía incansable y sus orgasmos no terminaban jamás, se repetían uno tras otro mientras abusaba del joven totalmente indefenso. Por momentos no se movía y por momentos lo sacudía violentamente. Solo paró para comer, lo que no significó un descanso para el abusado pues le dejó puesto un dildo con vibrador funcionado hasta que volvió del almuerzo.
Continuó con esa rutina hasta que se hizo la hora en que volvía el marido. Entonces desató la joven y le quitó la venda pero no la mordaza. Le colocó un collar al cuello como a los perros y así en cuatro patas lo obligó a recorrer toda la casa. Finalmente lo dejó en el dormitorio principal con la soga atada a la cama con un candado de manera que no pudiera huir.
Minutos después el marido ingresó en la habitación y encontrándolo inerme nuevamente se desnudó prestamente y le quitó la mordaza para que le mamara el pene. De inmediato llegó la mujer vestida aun con su catsuit y su arnés. Ella tomó al joven de la cadera y lo levantó hasta tenerlo como un perrito mientras seguía con el pene del marido en la boca. Sin decir nada lo penetró brutalmente y entre ambos lo comenzaron a sacudir mientras ella seguía con sus orgasmos y el hombre le volvía llenar la boca de semen.
Después de varias horas de acción quedaron los tres rendidos en la cama. El joven no podía recordar haber gozado tanto y mucho mas se alegró cuando ella le dijo a su marido.
-Adoptemos al muchacho, que viva con nosotros y sea nuestro esclavo sexual por siempre-




EL VENDEDOR DE LENCERIA (CUENTO EROTICO)


Me gusta usar lencería cuando me acuesto. Sentir ese suave roce sobre mi piel me resulta excitante. Lo he hecho desde chico robándole por un rato las enaguas, los corpiños, las bombachas y las medias de nylon a mi madre. Hasta me animo a llevar puestos un corpiño y una tanguita bajo la ropa de hombre.
Por ello es que suelo comprarla cada vez que veo algo que me gusta y me imagino luciéndolo ante un hombre que se excita con solo mirarme. Cierta vez caminaba recorriendo vidrieras por la calle comercial de mi barrio y en un pequeño negocio, que era más una mercería que un local de venta de ropa, vi un baby doll rojo, compuesto por tres piezas. Una tanguita adornada con encajes, un corpiño haciendo juego y un pequeño camisolín transparente que se sujetaba por el frente con una cintita del mismo color.
Verlo y desearlo fue todo uno. De manera que entré a averiguar el precio. Detrás del mostrador estaba un hombre de unos cuarenta años de aspecto bastante común. Nada que llamara la atención.
-¿Cuánto sale ese baby doll rojo de la vidriera?-Pregunté ansioso por saber si me alcanzaba el dinero.
-Quinientos pesos- Me respondió y sacó de inmediato una caja del estante que estaba tras de sí. Cuando depositó la caja sobre el mostrador la abrió y dijo.
.-Tengo en tres colores, blanco, negro y rojo-
-Me gusta el rojo- Afirme para luego preguntar- ¿Son talle único?
-Sí, pero es bastante grande- Respondió.
-Temo comprarlo y que no le vaya a mi novia- Dije para disimular.
-Me lo traes y lo cambias por otra cosa. El dinero no lo devolvemos-
-Sí, claro, pero después voy a tener que comprar algo que no me interesa-
-Decime, ¿Tu novia tiene un talle como el tuyo?- Me interrogó.
-Y…si- Respondí.
-Entonces es muy fácil, probatelo vos, así estás seguro de lo que llevas-
La idea era buena. Mire a mi alrededor y no vi ningún probador en el local.
-Pero no tenes donde cambiarme- Manifesté.
-Tengo, aquí atrás hay una habitación que uso de depósito, incluso tiene un espejo donde podes verte-
Y alcanzándome el baby doll agregó.
-Cambiate tranquilo, tomate tu tiempo, nadie te va a molestar-
Tomé la prenda y con sus indicaciones salí a un angosto pasillo, apenas hice un metro había una puerta, abrí y entré a la habitación. El vendedor cerró la puerta tras de mí y una vez solo me saqué toda la ropa y me puse el baby doll. Me quedaba perfecto, estuve viéndome unos segundos al espejo. Teniendo mi cuerpo totalmente depilado la lencería favorecía mis curvas y me hacía ver como toda una mujer.
De pronto sentido unos suaves golpes en la puerta y una voz que me preguntaba.
-¿Y? ¿Cómo te queda?-
-Perfecto- Respondí.
-¿Puedo ver?-
-Si adelante-
El vendedor entró a la habitación y se quedó mirándome.
-¡Wow! Te queda precioso-
Adelantó unos pasos, se puso a mi lado y señalándome el espejo dijo.
-Mira que linda te queda la tanguita, que hermoso culito te hace-
Y pasó una mano por mis glúteos como al descuido. Se quedó mirándome unos segundos mientras yo no sabía qué hacer y de pronto me preguntó.
-Decime la verdad ¿Es para vos, no?-
-Y…si- Respondí.
-Me imaginaba. Y decime, ¿es para dormir solita o para seducir a un hombre?-
-Para lo que se presente- Manifesté medio avergonzado por mi confesión.
-Tenes un cuerpo precioso. ¿Te puedo pedir algo?-
-¿Qué?-
-Mira, me gustaría que me hicieras un desfile con varias prendas. Aquí tengo un cajón con ropa de segunda selección. Si me haces el desfile te regalo la que elijas y te dejo el baby doll a mitad de precio-
Me sorprendió su propuesta pero era una buena ocasión de hacerme de algo más de lo qué había pensado por lo que acepté inmediatamente. El vendedor sacó un montón de prendas de la caja y me dijo.
-Allá está el baño, vos elegí lo que quieras lucir, cámbiate y haceme una pasada con cada ropa.
Tome las prendas y me metí en el baño. Lo primero que me puse fue un camisón largo transparente negro, me dejé abajo la tanguita y el corpiño y salí a desfilar. El hombre se había acomodado en un sillón para verme y no paró de elogiarme mientras yo trataba de caminar lo más seductoramente posible. Luego me puse un camisolín verde de seda, más tarde otro baby doll blanco y así hice varios cambios cuya muestra mi espectador festejó con aplausos y piropos. Lo último que me puse fue un baby doll negro con cintitas rojas y sus correspondiente tanguita transparente. Cuando pasaba me detuve ante él y lo dejé que me observara cuanto quisiera.
-Sos hermosa- me dijo y señalando el sitio delante de él me ordenó que me arrodillara.
Yo lo hice de inmediato. Él saco su enorme pene de adentro del pantalón y me la puso sobre los labios. Yo comencé a besárselo, después abrí mi boca lo más grande que pude y tomándoselo con mis manos me lo introduje lentamente. Le comencé una regia mamada que le hacía exclamar gritos de placer y palabras obscenas.
-¡Si putita! ¡Así, mámamela toda!-
Y yo no paraba. Deseaba que eyaculara en mi boca y que me hiciera tragar todo su semen. Pero me detuvo.
-Veni, vamos arriba, a mi casa- Dijo ayudándome a levantarme.
 Una vez que estuvimos parados me abrazó por la cintura y me dio un gran beso introduciendo su lengua en mi boca. Yo me deje llevar. No quería resistirme a su deseo. Subimos las escaleras juntos y abrazados, me dirigió hasta el dormitorio y una vez allí me acosté boca arriba. Él se colocó sobre mí continuando con los besos apasionados, luego me levantó las piernas e introduciéndome sus dedos untados en crema me fue dilatando el ano hasta que estuvo receptivo. Yo esperaba con impaciencia su penetración que fue haciendo de a poco al punto que su calculada lentitud me ponía más cachonda. Estiré las manos y abrí mis glúteos con lo que logré que acelerara su introducción. Pronto tuve todo ese enorme pene en mi ano. Lo sentía chocar contra mi próstata y cada roce me calentaba aún más.
-¡Dámela toda papito!- Le pedía desesperada y él se reía de mí.
Después de quedarse unos segundos quieto comenzó su ir y venir. Yo gritaba aún más fuerte y cuando sentí como se ponía más grande y duro supe que estaba por eyacular. Fue tal la cantidad de semen que vertió en mi recto que lo sentí correrse entre mis glúteos. Él saco su pene y pude bajar las piernas que ya me estaban doliendo por la posición.
Se fue hacia el baño a higienizarse y me llamó. Me dijo que me quitara la lencería así nos bañábamos juntos. Inmediatamente estuve a su lado bajo el agua de la lluvia, los dos abrazados. Tomó la esponja y comenzó a lavarme los glúteos. Luego yo hice lo mismo con su pene.
Después de secarnos volvimos a acostarnos en la cama.
-¿No vas a atender el negocio?- Le pregunté.
-Sí, pero antes de que te vayas quiero que me prometas que vas a volver esta noche. Vamos a pasar un rato genial-
Le prometí que volvería, ¡Como me iba a perder semejante pene! Me fui llevándome el baby doll rojo, el baby doll negro y el camisón transparente. Había hecho negocio y me habían dado una de las mejores cogidas de mi vida.



Monday, May 21, 2018

PEDRO Y RICARDO (CUENTO EROTICO)


Ricardo tenía doce años y su vecino de enfrente, Pedro, dieciocho. La diferencia de edad los ubicaba en intereses diferentes lo que no los hacia compatibles, pero Pedro pasaba largas horas en casa de Ricardo compartiendo juegos que ya no eran para su edad.
El motivo de Pedro era otro. Desde tiempo atrás venia interrogando a Ricardo acerca de temas que tuvieran que ver con el sexo, dándose cuenta que lo ignoraba todo por completo. Ricardo era hijo único y su padre jamás le había contado nada al respecto. Pedro supo que tenía la gran oportunidad y comenzó a decirle a Ricardo que él le iba a enseñar todo lo que se debe saber para tratar a las chicas y que esa era una costumbre que los jóvenes mayores debían cumplir.
Ricardo era inocente y creyó en Pedro. De manera que comenzó a experimentar un verdadero acoso por parte de su vecino. Como no era consciente del abuso dejó que Pedro le acariciara los glúteos y lo obligara a acostarse boca abajo colocándose por encima y realizando movimientos acompasados como si estuvieran manteniendo relaciones. En esas ocasiones le decía que un día lo iban a hacer sin ropa para que aprendiera como era realmente.
Entre estos actos de acoso por parte de Pedro también terciaba su hermano mayor, aunque este, con pretensiones más modestas, se limitaba a abrazar a Ricardo y darle largos y profundos besos en la boca penetrándolo con su lengua hasta casi dejarlo sin aire.
A veces Ricardo parecía darse cuenta de que estaba haciendo algo malo y se negaba a las intenciones de Pedro pero éste solía, entre otras, amenazarlo con romper algo de valor de los padres de Ricardo y culparlo logrando el cese de la resistencia. La situación era favorable para el acosador pues la madre de Ricardo le tenía gran confianza y si marchaba a hacer algún tramite lo dejaba con su hijo para que lo cuide, lo que era oportunidad para seguir con los manoseos y las prácticas de acto sexual.
Finalmente Pedro decidió que era el momento. Llevó a Ricardo a su casa aprovechando que quedarían solos por un rato largo y le pidió que se desnudara. Ricardo al principio se negó a hacerlo pero viendo que era imposible resistirse se bajó los pantalones y el calzoncillo. Pedro intento penetrarlo pero era evidente que no tenía experiencia ya que lo hacía sin dilatar ni lubricar el ano de su víctima. Ricardo comenzó a quejarse de dolor y Pedro no llevo más allá su intención. Ante la imposibilidad no insistió y dejó que Ricardo volviera a su casa lo que hizo rápidamente asustado por lo que acababa de ocurrir.
Un buen día Pedro y toda su familia se mudaron del barrio. Ricardo, entretanto, descubrió la masturbación y comenzó un frenético deseo de auto satisfacerse todo el tiempo, pero descubrió, que lo que lo excitaba no eran imágenes de mujeres sino de hombres. Sobre todo cuando encontró entre revistas de su padre una de carácter pornográfico donde se mostraban relaciones entre varones.
Pasaron algunos años hasta que Ricardo pasara de la masturbación a los hechos. Había ingresado a trabajar con un arquitecto. Eran los dos solos en la oficina situada en un viejo edificio de la Avenida Córdoba. Al principio su patrón le demostraba que lo tenía bien conceptuado pero con el tiempo comenzó a adjudicarle algunos fallos. Ricardo estaba seguro que había hecho bien su tarea pero pronto se dio cuenta de sus verdaderas intenciones. Éste comenzó a decirle que si quería conservar su trabajo debía hacerle favores sexuales. No lo pensó demasiado y rápidamente se vio arrodillado frente al arquitecto y mamando su pene hasta recibir una lluvia de semen en su cara. Esta acción se hizo costumbre hasta que el patrón obligó a Ricardo a desnudarse y lo penetró, parados en medio de la oficina, de manera brutal. Ricardo conservó su trabajo varios años accediendo a la extorsión de su jefe pues, después de un tiempo, ya disfrutaba de ella asumiendo su homosexualidad.
Era un hermoso individuo de treinta años cuando, además de lograr su independencia laboral instalando su propio estudio de arquitectura se había convertido en un ser atractivo para todos aquellos hombres que deseaban someter homosexuales pasivos. Tenía bastante éxito en la calle pues bastaba un cruce de miradas con algún varón para terminar en su cama. No tenía muchas pretensiones pero le agradaban los hombres mayores, quizá porque en su entrega sexual repetía aquella imagen de su ex patrón.
Una tarde entró a un bar a tomar un café. Apenas estuvo sentado notó que un hombre se acercaba a él y deteniéndose le dijo.
-Discúlpame, pero creo que te conozco-
Al principio no supo de quién se trataba. Debió hurgar unos segundos en su memoria pero no necesitó hacerlo más de ese tiempo. El otro individuo le aclaró.
-Soy Pedro, fuimos vecinos del barrio, ¿Vos sos Ricardo el hijo de la modista, no?-
Ricardo sonrió. Volver a ver después de tantos años a quien había despertado en él su lado oculto le pareció en principio increíble y por seguir muy conveniente. Le hizo un gesto invitándolo a sentarse pero Pedro le extendió una tarjeta diciéndole.
-Debo irme, tengo una reunión de trabajo, pero si quieres llámame y te venís por casa a tomar unos mates-
Ricardo tomó la tarjeta y contestó.
-Seguro, va a estar bueno, te llamo-
Pedro salió raudo del bar. Ricardo se quedó mirándolo. ¿Se imaginará en que me he convertido? Pensó. Va a ser una buena ocasión para demostrárselo.
Una semana después Ricardo estaba tocando el timbre en casa de Pedro. Éste le abrió y lo invitó a pasar. Fue como el encuentro de dos viejos amigos, como si nada hubiera pasado entre ellos durante su infancia. Al rato estaban sentados en ambos sillones del living tomando mate con facturas. La conversación fue ocasión de ponerse al tanto de lo que había sido de su vidas durante todos los años pasados.
De un tema pasaron a otro y cuando Pedro le pregunto a Ricardo si se había casado el invitado respondió que no.
-Yo me case y me separe hace unos años- Aclaró Pedro.
-¿Por algo en especial?- Preguntó Ricardo.
-Sí, mi ex me encontró en la cama manteniendo relaciones con un joven-
A Ricardo no le sorprendió la respuesta tanto, así que comentó.
-Parece que te siguieron gustando los putos-
-Sí, son mejores que las mujeres para cogérselos. Siempre están calientes y no tenes problema con embarazos- Respondió Pedro riéndose.
-Supongo que tenes bastante experiencia, porque cuando quisiste tener relaciones conmigo no tenías idea-
El comentario tomó por sorpresa a Pedro, pero luego de reponerse dijo.
-Si, después de lo nuestro tuve oportunidad de aprender-
-¿Y cómo fue eso?-
-Recordaras que nos mudamos. En mi nuevo barrio conocí a un muchacho que tenía experiencia. Un día me llevó a su casa e invitó a un chico vecino y nos lo cogimos los dos. Ahí aprendí-
Ricardo sonrió. La conversación estaba yendo hacia donde quería.
-O sea que yo fui el primero- Manifestó.
-Sí, y debo decirte que un poco me sorprendió que aceptaras mi invitación después de lo que hicimos-
-Lo que me hiciste- Corrigió Ricardo y agregó - Pero no te tengo ningún rencor por eso-
Se produjo un instante de silencio pasado el cuál Ricardo continuó.
-Era evidente que no sabías mucho porque si no podías penetrarme al menos podías haberme obligado a hacer otra cosa-
-¿Cómo qué?-
-Y…que te masturbara o que te la chupara-
-¿Y lo hubieras hecho?-
-Sí, ¿acaso no me baje los pantalones cuando me lo pediste?
Pedro se llevó la mano a su bulto. Era evidente que se estaba excitando por la conversación. Ricardo lo notó y se hizo el disimulado. Pedro no lo soportó más y mirándolo fijamente le preguntó.
-Estoy al palo ¿No me la mamarias ahora?-
-¿Me los pidiendo en serio?- Preguntó Ricardo contenido sus ganas para hacerse más interesante.
-Sí, dale, si vos queres, total ya somos grandes-
Pedro insinuó la posibilidad como un chiste pero se sorprendió cuando Ricardo se acercó a él y apoyó su mano sobre el bulto crecido.
-Hummm…la tenes parada- Dijo Ricardo y de inmediato metió la mano dentro del pantalón de Pedro y sacó su pene comenzando a masturbarlo.
Pedro no salía de su asombro pero inmediatamente comenzó a disfrutar de la situación. Ricardo cambiando de posición se arrodilló delante de Pedro y le besó la punta del pene, luego pasó su lengua por toda su extensión y finalmente se la metió toda en la boca. Pedro aullaba de placer. Estaba sucediendo lo que no esperaba. Era tal la destreza de Ricardo que lo detuvo.
-¿Qué? ¿No te gusta?- Preguntó Ricardo.
-No es eso, es que me vas a hacer acabar y quiero hacerlo en tu culito-
Dicho esto atrajo a Ricardo hacia si y le dio un largo beso en la boca. Luego se pusieron ambos de pie y mientras Pedro seguía besándolo pasó sus manos por los glúteos de Ricardo y así lo fue llevando hasta el dormitorio. Una vez que llegaron al pie de la cama ambos se desnudaron totalmente. Pedro se acostó boca arriba y Ricardo sobre él mientras continuaba mamando ese hermoso pene.
Al rato Pedro dio vuelta a Ricardo, lo hizo poner como un perrito y comenzó a lamerle el ano, luego tomó un frasco con crema de la mesa de luz y con los dedos se lo esparció por el agujero. Y así sin más lo penetró mientras Ricardo aguantaba el dolor. Con movimientos acompasados Pedro lo fue penetrando hasta que después de pocos minutos eyaculó un torrente de semen dentro del ano de Ricardo. Ambos cayeron exhaustos en la cama. Pedro no salía en si de su asombro. Sentía una indisimulada sensación de triunfo, finalmente después de tantos años había podido someter a aquel que tanto trabajo le costara cuando eran apenas dos adolescentes. Y para Ricardo también era un triunfo pues había logrado ser sometido por quien despertara sus ansias homosexuales.
-Te gustó- Pregunto Pedro.
-¡Me encanto!- Respondió Ricardo.
Pedro se levantó y fue al baño a asearse, luego se dirigió al living aun desnudo. Ricardo hizo lo mismo. Cuando llegó al living Pedro estaba celular en mano hablando. Ricardo se tentó nuevamente y arrodillándose delante de Pedro recomenzó la mamada, mientras el otro decía a alguien por el teléfono.
-No sabes, acabo de cogerme un putito maravilloso. Acá lo tengo mamándomela. Veni así te los comes vos también. ¿Sabes quién es? Ricardo, el hijo de la modista. No sabes que bien que está. ¿En un ratito? Dale. Acá va a estar esperándote- Y cortó.
Dirigiéndose a Ricardo que continuaba con el pene en la boca le dijo.
-Ahora viene mi hermano, él también te tenía ganas cuando éramos chicos, así te comes su pene también-
Ricardo no cabía en sí de gozo. Esa tarde iba a ser gloriosa con la posibilidad de estar con ambos hermanos. Pocos minutos después sonó el timbre. Pedro se asomó por la ventana para comprobar que era su hermano y en cuanto lo vio le dijo a Ricardo que le abriera la puerta, así, desnudo como estaba. Ricardo lo hizo y cuando el hermano de Pedro lo vio apenas puso un pie adentro de la casa abrazó a Ricardo y dándole un enorme beso en la boca comenzó a acariciarlo en todo su cuerpo.
-¿Viste que lindo que está?- Preguntó Pedro a su hermano
No tenía necesidad de respuesta. El hermano de Pedro seguía metiendo sus manos por todas las partes de Ricardo.
-Llevatelo a la cama.- Dijo Pedro.
Y el hermano no se hizo esperar, tomó a Ricardo de la cintura y lo llevó hasta el dormitorio. Lo sentó al borde de la cama y sacándose toda la ropa tomó su pene con las manos y le ordenó que abriera la boca. Ricardo, obediente, lo hizo y pronto tuvo otro enorme pene dentro de su garganta. Estuvieron un rato hasta que el hermano no pudo más y lo hizo acostarse boca arriba, le levantó las piernas y usando la misma crema que su hermano le deslizó los dedos por el ano. Lo penetró lentamente y haciéndole sentir la punta del pene hasta la próstata logró que Ricardo diera gritos de placer y dolor entremezclados. Después de un rato también depositó su semen en su ano. Tras un breve descanso fue a higienizarse al baño y luego al living a hablar con Pedro. Ricardo los siguió y cuando llegó al living lo invitaron a sentarse entre ambos en el sillón más grande. Estando los tres desnudos Pedro y su hermano manosearon y besaron a Ricardo un tiempo hasta que, nuevamente con sus penes erectos le dijeron.
-Ahora vas a disfrutar de ambos a la vez-
Esa noticia fue para Ricardo como si le hubieran abierto las puertas del paraíso. Lo llevaron hasta el dormitorio y lo hicieron poner como un perrito. Pedro, desde atrás lo penetró con fuerza mientras el hermano, parado frente a la cama le colocaba su pene en la boca. Ambos se movían al unísono. Fueron los minutos más felices de Ricardo. Al rato estaba sintiendo ambas eyaculaciones. La de Pedro en su ano y el semen del hermano corriéndole por la comisura de los labios. Tomó ese pene y lo lamió hasta dejarlo limpio. Luego se acostó para descansar en medio de los dos sometedores.
La doble penetración se repitió una vez más pero con Pedro en su boca y el hermano por detrás. Los tres estaban excitados. Cuando al fin decidieron descansar y se vistieron, el hermano dijo a Pedro.
-Podríamos llevarlo a pasar una semana con nosotros en tu casa de campo-
Ricardo estaba exultante por la propuesta y más se entusiasmó cuando Pedro dijo.
-También podríamos invitar a Quique, Adolfo, Anselmo y Matías para que se cojan a nuestro putito, total va a haber tiempo para todos.
Y Ricardo supo que se venían tiempos gloriosos.







Monday, May 14, 2018

MI VECINA (UN CUENTO EROTICO)


Soy de esos que están convencidos que homosexual se nace y que cualquier cosa que nos suceda no hará más que reforzar o sacar a la luz esa pasión escondida. A los que no han nacido homosexuales cualquier intento de abuso sexual los puede traumar de por vida pero a nosotros no. Tarde o temprano vamos a descubrir que este es nuestro destino.
Yo comencé a sentir esa sensación a los diez años, cuando me vestí por primera vez con las ropas de mi madre o las de mi tía y mientras me escondía para ponerme sus corpiños, sus bombachas y sus medias de nylon me imaginaba una seductora mujer enamorada de los hombres.
En un primer momento mis pensamientos solo pasaban por una atracción platónica. A los doce años, un vecino que descubrió mi secreto comenzó a acosarme insistentemente proclamándose mi novio y fue en su casa que, vestido con lencería de su madre y en complicidad con su hermana que nos dejó encerrados con llave en el dormitorio principal, me obligó a saborear su pene hasta derramar todo su semen en mi inexperta boca. Ese fue mi verdadero inicio. Muchas veces debí complacerlo ante su extorsión de contarle a todos los conocidos que yo era puto y cada vez que había oportunidad lograba que me convirtiera en su amante sumiso.
Lo que nunca hizo fue penetrarme lo que exacerbó mi curiosidad por saber que se sentía pero no pude averiguarlo pues se mudó de barrio dejándome con la duda. Esa inquietud hizo que decidiera explorar esa sensacione y un día, vestido con un camisón de mi madre me introduje un palo de escoba untado en manteca en mi ano lo que me hizo eyacular sin siquiera haberme tocado. Fue como tocar  el cielo con las manos y ese nuevo placer fue tan fascinante que me hizo repetirlo una y otra vez aprovechando cuando me quedaba solo en casa necesitando cada vez más ese goce profundo, para el cual me vestía con prendas femeninas.
Transcurrí todo el colegio secundario tratando de que no se notara mi deseo por los hombres pues eran épocas difíciles para salir del closet. En esos cinco años no tuve el más mínimo contacto con un cuerpo masculino y solo lograba saciar mi ansiedad en esas placenteras masturbaciones en mi casa. Pero algo debieron sospechar mis compañeros, o tal vez solo fue casualidad lo que motivó que en la reunión de egresados que hicimos en la casa quinta del padre de uno de ellos terminé en la cama matrimonial, desnudo y siendo penetrado una y otra vez por quince jóvenes ávidos de vaciar su esperma. Confieso que no me resistí, fui yo mismo quien se quitó toda la ropa cuando advertí sus intenciones. Gocé y me gozaron. Sentí que había llegado por fin a lo que más deseaba.
Lo sorprendente fue que no termine enemistado con ninguno.  No me senti indignado por lo que me habían hecho. Aquellos que volvi a ver después de la graduación jamas me molestaron ni se burlaron de mí. Las ocasiones en que se cruzaban nuestras vidas me permitían saber que mientras yo estaba feliz liberado de todo miedo y acostándome con cuanto hombre me cruzaba por el camino, ellos en cambio se quejaban de sus infelices matrimonios. Incluso llegué a pensar que hasta sentían un dejo de envidio por mi libertad.
Paralelamente mi pasión por travestirme iba en aumento. Solía andar por la calle vestido con inquietantes minifaldas o pantalones muy ajustados lo que me permitió seducir a quien se me antojaba y terminaba invariablemente en la cama de un hombre satisfaciendo su deseos, los que se les ocurriera porque además me encantaba jugar el rol de mujercita sumisa y obediente, lo que hacía a medias pues no podía contenerme y de pronto era yo quien tomaba la iniciativa haciendolos excitar aún más de lo que estaban.
Dado que mi trabajo de decorador y creador de escenografías para obras de teatro me permitía libertad en cuanto a mi aspecto me dejé el cabello largo lo que me evitaba el uso de pelucas que, a veces, volaban de mi cabeza en plena relación sexual. Pronto tuve una larga y frondosa cabellera negra azabache que llamaba la atención aun vestido de hombre.
Unos años después comencé a explorar los sitios gays donde solía concurrir en mi versión femenina a buscar aunque fuera un pene que alegrar en los pasillos o en los baños para luego, si no conseguía algo más, volver a mi casa y con un enorme consolador que me había comprado satisfacerme hasta eyacular. En una de esas recorridas me encontré con dos de mis antiguos compañeros de secundario que no me reconocieron hasta que les dije quien era. Pasada la sorpresa mutua me confesaron que andaban en busca de putos para pasarla bien.
Hablamos de tiempos idos y de todo el resto de quienes fueran los alumnos de aquella división. Y estando parados al costado de la barra con nuestras ultimas cervezas de la noche acordamos que nos tomaríamos los tres juntos una quincena en Las Grutas.
Fue una experiencia formidable. De acuerdo con ellos, realize el viaje hecho toda una mujercita. Tuvimos relaciones desde la cama del hotel hasta las playas solitarias alejadas de la ciudad. Me penetraron tantas veces que perdí la cuenta, cumpliendo mi fantasía de ser sometido por ambos a la vez. Cuando regresamos a Buenos Aires nos despedimos con la promesa de un reencuentro pero jamás los volví a ver.
Como mi situación laboral mejoraba constantemente abandoné el estrecho departamento que habitaba para comprar uno muy espacioso en la zona de Recoleta con un gran balcón a la calle y varias habitaciones al punto que una la convertí en mi dormitorio, otra mi estudio y la tercera en el vestidor de mi parte femenina con enormes placares rebosantes de ropa. Me sentía muy cómodo en ese lugar sin saber cuánto influiría en mi futuro. El edificio tenia pocos departamentos, solo dos por piso, yo habitaba el del frente del octavo y del otro lado del pasillo estaba el del contra frente.
Una tarde, mientras conversaba con el portero en el hall de entrada, la vi por primera vez. Era una mujer impresionante, alta, morocha, cuerpo bien modelado aunque sin exagerar, cabello muy corto y cara de muchachito andrógino. Jamás me detengo a mirar  las mujeres, salvo para ver cómo van vestidas pero en esta ocasión no podía dejar de observarla. Había algo en ella que me atraía, quizá fuera la parte varonil de su aspecto pero el hecho fue que ya no pude apartarla de mi mente. El portero, dándose cuenta  que me había llamado la atención me informó de inmediato como siempre lo hacen los porteros. Me dijo que era la del octavo B, o sea mi vecina de piso.
Encontré a mi vecina varias veces por distintos negocios del barrio o en la vereda. Ella me ignoraba, tal vez porque no supiera de nuestra vecindad y francamente no me animaba a decirle algo pues su presencia paradójicamente me cohibía. Por supuesto que no tenía ninguna intención sexual con ella solo pretendía que confraternizáramos un poco por ser vecinos de piso.
Una noche, en uno de esos boliches a los que voy travestido en busca de aventuras, sucedió que para mi sorpresa la descubrí conversando con otra mujer a un costado de la pista de baile. La observé desde mi posición  y aunque no estaba muy expuesta a su vista de pronto me di cuenta que me miraba insistentemente. No pude soportar la forma en que sus ojos me taladraban y después de un par de segundos baje la vista y me hice el distraido como si no hubiera notado su actitud.
Dos cosas podía ser mi enigmática vecina, o una lesbiana o una travesti. Interrogué al portero pero no supo que decirme salvo que jamás la había visto entrar al edificio con un hombre o con una mujer.
Pasó un tiempo en que vestido de varon me cruzaba con ella sin lograr que me dirigiera una mirada aunque fuera por curiosidad y ya estaba por rendirme ante su indiferencia cuando volví a encontrarla  en el mismo boliche. Yo, vestido de mujer, estaba siendo acosado por un muchacho muy apuesto empeñado en llevarme a su casa y cuando estaba por darle el sí sentí aquella mirada inquietante.  Esta vez era ella la que estaba sola y con una copa en la mano hasta parecía que se sonreía. Yo no estaba dispuesta a perderme la noche que me esperaba y acepté la invitación de mi pretendiente.
Pasé una noche maravillosa. Mi amante resultó ser una persona muy educada y amable, me hizo sentir de maravillas y yo le correspondí siendo lo más sensual que pude para satisfacerlo. Pero por alguna razón que no me explicó, tal vez el miedo a ser descubierto, me llamó un taxi a las cinco de la mañana  y tuve que irme. Su gesto caballeroso me salvó de penar en la calle esperando un transporte sobre todo porque estaba lloviendo. Un domingo para ver la televisión o terminar alguno de los libros que tengo en la mesita ratona de mi  estudio, pensé.
Entré en el edificio, tomé el ascensor y bajé en mi piso. Cuando estaba por poner la llave en la puerta sentí que se abría la del departamento vecino. No pude menos que volver la vista hacia allí y vi a mi vecina, vestida solo con un ajustadísimo body rojo y unas pantuflas con plataforma color rosa, que me miraba sonriente.
-Hola vecina- dijo aun con su sonrisa en los labios.
-Hola- fue lo único que atiné a decir. Ella comenzó a caminar por el pasillo hacia mí  y cuando estuvo cerca dijo.
-¿Recién llegas? Se ve la pasaste bien con el muchacho que te fuiste del boliche-
-Si- fue mi única respuesta.
-¿Cuántos polvos te echó?-
-Dos-
-¿Toda una noche para diez minutos de placer?- Insistió como burlándose de mí.
-Es lo que hay- dije resignado mientras jugaba con la llave entre mis dedos.
Pero ella detuvo mi mano y se acercó más. Sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo me tomó de la cintura y sorpresivamente me dio un beso en la boca obligándome a abrirla para penetrar su lengua. Me rendí instantáneamente, la dejé hacer, rodeó mi cintura con sus dos brazos y continuó besándome. Cuando terminó me dijo.
-Yo puedo darte un placer que los hombres no pueden. Puedo penetrarte durante horas hasta que ya no puedas más. ¿Algún hombre te hizo eso?-
-No, seguro que no- dije azorado mientras trataba de adivinar como podía lograrlo. Pero no tuve que espera mucho por la respuesta
-Tengo un dildo que puede hacerte feliz, veni a mi casa, total, el día no da para andar por la calle y podemos disfrutarlo sin problemas de horario. ¿Aceptas?-
Por su puesto que acepté. Mientras ella me llevaba de la cintura caminé los pocos metros hasta su departamento. Entramos. Me guió directamente al dormitorio. Allí encontré una enorme cama matrimonial con sabanas de seda y una colcha de pelos larguísimos adornada con una gran cantidad de almohadones.
-Sacate la ropa que quiero verte en lencería- me ordenó y yo sumiso obedecí.
Esa fue la primera señal de cómo iba a ser nuestra experiencia, ella mandaba y yo aceptaba lo que me imponía. Me saqué la blusa y la minifalda, quede en tanguita y corpiño, después me saqué los zapatos de taco aguja y me paré ante ella.
-¡Vaya! Sos muy bonita- Exclamó y comenzó a acariciarme, tomándome de la cintura primero y mientras me besaba apasionadamente sus manos se deslizaron luego a mis glúteos a los que pellizcó para luego darme un par de nalgadas. Estaba claro que iba a ser su esclavo. Me lo dejó bien claro cuando me lo dijo.
-Aquí mando yo, vamos a hacer todo lo que yo diga y cuando yo lo diga. Vos vas a tener que complacerme y yo, como premio, te voy a dar la cogida que jamás tuviste-
Asentí en silencio. Era todo lo que podía desear. No me haría la sumisa, iba a serlo de verdad. Sentí que no podía hacer otra cosa más que obedecerle sin imaginar que querría de mí.
Fue un largo domingo, afuera llovía y en el departamento de mi vecina experimenté nuevas sensaciones. Ella continuó con su body rojo puesto mientras yo vestía solo un corpiño negro y una diminuta tanguita. Lo primero que hizo fue besarme apasionadamente durante largos minutos. Me penetraba con la lengua en mi boca o me recorría la cara con ella. Se abrazaba fuertemente a mi haciéndome sentir débil y entregado por completo, luego me ordenó que le mordiera los pezones y después de dar varios grititos de placer y dolor me fue llevando la cabeza hasta su pubis. Era la primera vez que iba a tener delante de mí una vagina. De pensar esa situación anteriormente me hubiera dado asco pero esta vez obedecí sin pensarlo y me vi metiendo mi lengua en esa caverna de sabor acre sintiendo que ese gusto era más delicioso que el que emana de los hombres. Mi vecina seguía gimiendo de placer y se revolvía sin cesar. Era evidente que yo estaba haciendo bien mi trabajo. Pasó otro rato y la siguiente orden fue que le besara los pies y sentí como si hubiera querido hacer eso durante toda mi vida pues no solo se los besé sino que los lamí con fruición y me metí cada dedo en la boca, uno por uno, gozando como nunca. Era mi manera de demostrarle mi adoración. A estas alturas ya sabía que me tenía por completo bajo su poder y que podía ordenarme lo que quisiera.
Y eso hizo, me sentó en el borde de la cama, tomó dos broches de la ropa y corriéndome el corpiño me los puso en los pezones. Yo sabía en que acababa eso pues lo suelo hacer siempre cuando me masturbo. Al principio no se sienten pero con el paso de los minutos el dolor se va haciendo intenso hasta volverse insoportable y me los saco cuando ya no los tolero pero en esta ocasión debía soportarlos hasta que ella me los quitase. Tras eso me obligó a acostarme en la cama boca abajo y tomando mis manos me las sujetó con esposas al cabezal de la cama, luego con cuerdas hizo lo mismo con mis pies los que ató al pie de la cama. Se colocó sobre mí y me pegó una cinta de embalar en la boca amordazándome por completo. Tras dejarme en esa posición fue a un costado de la habitación y se colocó un arnés con un enorme dildo que al verlo me pareció que me iba a partir en dos, pero, ademas traía en la mano un pedazo corto de manguera con el que comenzó a golpearme en los glúteos. Yo gozaba con el castigo y cada vez que sentía el golpe deseaba otro más y otro más. Quería sentir el dolor. Deseaba que no se detuviera.
Dejó su juego después de un rato y acostándose sobre mi metió su lengua en mi ano unos minutos lo que me llevó al extasis, luego tomó un pote con crema, se embadurnó los dedos y me los introdujo abriéndomelo con fuerza.
-Aquí va tu premio por ser tan sumisa- dijo y de pronto me metió ese enorme dildo con más fuerza que si fuera un hombre. Yo quería gritar de placer y dolor pero me era imposible. Y así fue que durante una hora me penetró salvajemente, entrando y saliendo mientras me susurraba al oído.
-Acá tenés tu premio putita-
El placer que le provocaba someterme le produjo varios orgasmos, creo que veinte por lo menos y cuando, agotada, se tiró a un lado en la enorme cama, sentí que mi ano había quedado dilatado y dolorido. Se levantó, se sacó el dildo y volvió a la cama.
-No te creas que te voy a soltar, ahora sos mi prisionera y voy a hacer cuanto quiera con vos-
Y lo hizo, todo ese domingo me sometió como nunca me habían sometido antes. El dolor de mis pezones era insoportable. Cuando ya era casi la noche me soltó y después de sacarme la mordaza me dio un gran beso y me dijo
-Ahora vas a ser mi novia-
Y así fue que me convertí en su novia. No solo pasábamos largas en su departamento teniendo sexo mientras  me sometía, me castigaba y me humillaba en privado sino que me obligó a ir travestido a las reuniones con sus amigas lesbianas donde se jactaba ante todas y delante de mí, cómo me dominaba y ellas seguramente se hacían la película imaginándome atado en la cama satisfaciendo sus deseos.
Solía acompañarme a mi trabajo en el teatro donde todavía iba vestido de hombre. A mis compañeros y empleados les sorprendió verme con una mujer. Pero cuando decidió que también debía ir travestido a trabajar a nadie le sorprendió. Mis compañeros ya sabían de mi afición a la ropa de mujer así que pronto comprendieron quien era quien en esa relación.
Pasábamos fines de semana en su casa quinta en las afueras. Esos días, lejos de la ciudad parecían exacerbar su deseo sádico y me sometía a toda clase de humillaciones y castigos que no me animo a contar pero que producían en mí un inmenso placer como nunca antes había experimentado.
Finalmente sucedió lo esperado. Ella me amaba, a su manera pero me amaba. No podía estar lejos de mí y cuando no estaba torturándome en la cama se convertía en una mujercita dócil atenta a mis deseos. Y como me amaba me pidió que me convirtiera en mujer, más allá de solo travestirme. Me convenció de ir a un endocrinólogo para comenzar a tomar hormonas. No me pidió que me hiciera los senos, que de toda manera comenzaban a insinuarse por el tratamiento ni una operación de cambio de sexo solo porque sabía de mi terror ante tales intervenciones. Pero con las hormonas fue suficiente y pronto mi cuerpo fue modelándose a su gusto, y el mío, no puedo negarlo.
El nuevo documento con el nombre femenino que me elegí fue el siguiente inevitable paso. Y ahora aquí estoy, vestida de blanco como corresponde a una novia, esperando el momento de la ceremonia y esperándola a ella que también lucirá un vestido de novia igual al mío. Nos vamos a casar. Voy a ser su esclava de por vida. ¿Qué más puedo pedir?