Tuesday, December 19, 2017

GABRIELA SABATINI

Ella nacio el 16 de Mayo de 1970, yo el 12 de Mayo de 1953. Por lo tanto ambas somos taurinas. Ademas de morochas a mi me hubiera gustado ser tan bella y sensual como ella. Y como ella mantener un aura de misterio tras mi paso. La admire como deportista en los años en que nos daba alegrias en el tenis, pero ahora la amo mas por la espectacular mujer en que se ha convertido.









Tuesday, October 24, 2017

Mi nueva actividad artistica

Literatura desde siempre, pintura desde 2009 y ahora una nueva incursion: escultura

Monday, October 23, 2017

LA SOCIA (2003)



              Se miró detenidamente en el espejo. Trataba de asegurarse que no hubieran quedado huellas en su rostro de la reunión del día anterior. Pudo comprobar que no tenía marcas de maquillaje, ni lápiz de labios o delineador de ojos. Lentamente comenzó a afeitarse. Luego en una ceremonia que le agradaba se hizo el desayuno con café caliente y tostadas con manteca. Lo tomó mientras escuchaba las noticias en la radio.
Al salir a la calle le resultó agradable el calor reinante. Amaba el verano. Le permitía estar liviano de ropas y el ambiente reinante era festivo. Observó a las chicas con sus insinuantes minifaldas y sus camisas cortas que descubrían la línea de la cintura. Me tendré que comprar una camisa así pensó mientras se dirigía al estudio.
Cuando llegó su secretaría ya estaba ordenando algunos papeles en su escritorio. La saludó y pasó a su despacho. Hizo algunos llamados y se sentó a dibujar el proyecto que estaba realizando.
“Te quedó bien el vestido que te presté?”. Le preguntó ella desde la puerta mientras en su mano sostenía una taza de té.
“Estupendo. Fui la reina de la noche. Me divertí bastante. Hasta cantamos karaoke luego de cenar”.
Ella era la única que conocía su secreto. Un secreto que guardaba desde niño cuando comenzó a jugar con las prendas de su madre aprovechando los momentos en que  quedaba solo en la casa. La ropa femenina ejercía una fascinación morbosa en él. Sumergirse en ella era como trasladarse a otra dimensión.
No era gay. No se le hubiera ocurrido nunca. Muchas mujeres, entre ellas su secretaria, podían dar fe de su hombría. Pero estaba condenado dulcemente a una doble vida.
“¿Llamó el señor Gutierrez?”.
“No”. Fue la lacónica respuesta.
Las cosas no andaban bien en el estudio. Como consecuencia de la situación del país el trabajo escaseaba. Urgía conseguir nuevos clientes o debería cerrar. Gutierrez era una buena posibilidad de salir adelante. Una obra que llevaría un año de trabajo y jugosas ganancias. Si lo tomaba hasta podría darse el lujo de dejar otros proyectos para más adelante.
Desde la primera vez que se pusieron en contacto, prometiéndole volver, lo llamó varias veces hasta que por prudencia dejó de hacerlo para que no advirtiera su desesperación. Pero conforme pasaba el tiempo perdía las posibilidades de hacer la obra.
Durante toda la semana siguiente ocupó su tiempo pensando que buena excusa utilizar para acercarse a Gutierrez y lograr el contrato. No se le ocurría nada que lo satisfaciera.
Una noche mientras se vestía para encontrarse con sus amigos, en el momento en que frente al espejo se pintaba los labios tuvo la idea. La desechó. Era muy audaz. Luego se prometió pensarlo más detenidamente.
Cuando le expuso la decisión a su secretaría esta no lo podía creer. Debía llamar al señor Gutierrez y decirle que la nueva socia del estudio deseaba tener una reunión para informarse de su propia voz el estado de las negociaciones del contrato.
Era una jugada que podría resultar mal y arruinar el negocio para siempre. Pero más allá de los cálculos optimistas Gutierrez aceptó de inmediato.
Al otro día enfundado en un sobrio traje con pollera y saco de cuero, medias negras, botas de taco alto y anteojos para sol esperó al posible cliente.
“¿El arquitecto Gomez no está?”. Preguntó Gutierrez mientras dudaba en recorrer con la vista el despacho para comprobar su ausencia o mirar fijo a la espectacular morocha que le tendía la mano en gesto de saludo.
“Salió a ver unos clientes”. Le contestó rogando que el tono de voz no lo delatara.
“Conversaremos entre nosotros, solos”.
“Mejor, el arquitecto no me parecía muy seguro como profesional, pero siendo una bella dama su nueva socia podemos llegar a un acuerdo”.
En ese momento se hubiera arrancado la peluca y mostrándose le hubiera echado a patadas. Pero se contuvo. Utilizando toda su experiencia se sentó displicente en el sillón y dio comienzo a las tratativas.
Necesitó de varias reuniones para llegar a un acuerdo. El emprendimiento de Gutierrez no era para decidirlo en poco tiempo. Se trataba de un conjunto de edificios de oficinas de diez pisos incluida toda la estructura de apoyo, servicios y pavimentación desde la ruta. En cada reunión Gutierrez preguntaba por el arquitecto Gomez para asegurarse que estaba solo con su socia. Finalmente para terminar con sus dudas le inventó una dolencia que no le permitía salir de su casa. No preguntó más.
El contrato fue firmado y la obra comenzó. Gomez, cada vez más cómodo en la situación en la que estaba se ufanaba por dentro acerca de la manera en que había engañado a su nuevo cliente. Debió sortear algunos obstáculos burocráticos con respecto a firmas y papeles pero se las arregló sin mayores problemas.
Finalmente, luego de un largo y arduo año de trabajo fue inaugurado el complejo. Gomez respiró aliviado. Había valido la pena. Decidió hacer un viaje a Brasil para visitar a amigos con los que compartía su actividad.
Cuando llegó a la casa sobre la playa en la que había quedado en reunirse la fiesta estaba en su apogeo. Unos bailaban, otros conversaban sentados alrededor de la pileta. Más lejanos algunos contemplaban el mar tomando una caipiriña en silencio. Recorrió los grupos saludó a diestra y siniestra. Cruzó elogios por las vestimentas y datos en donde habían sido compradas. En el camino notó que un bretel del vestido se le caía molestándolo. Se dirigió a un baño para ver como se lo podía arreglar. Al entrar se cruzó con alguien que salía. La mala suerte hizo que se tropezara en un escalón. Al mover la mano para hacer equilibrio un anillo se enganchó en la peluca del otro.
Solo atinó a decir:
“¡Que tal Gutierrez!, ¿cómo está?”.


Fin


Monday, October 16, 2017

RELATOS EROTICOS "ELLA"

                                
Era la mujer más voluptuosa que había visto en la corta etapa desde que comenzaran a interesarme en mi incipiente adolescencia. Ella no era como mis compañeritas de división en el colegio, aun aniñadas, sin senos notorios, las piernitas como patitas de tero y ninguna diferencia notable entre el diámetro de su cintura y el de sus caderas.

Tampoco era como las vecinas del barrio, además de las notorias curvas que la conformaban establecía una gran diferencia en la manera de vestirse. Jamás se la veía en un vulgar equipo de gimnasia ni calzando zapatillas. Ella siempre usaba vestidos ajustados, minifaldas al borde de la revelación, y los zapatos, esos fascinantes zapatos de plataforma de acrílico y taco tan fino que parecía que se iba a hundir en el suelo.

Ni siquiera se podía comparar con las amigas de mi madre, aunque estas, por ser de buenas posición económica accedían a vestimentas mas elegantes, nunca, ninguna de ellas parecía dispuesta a mostrar abiertamente su sensualidad, si es que la tenían, a lo sumo oculta bajo largas polleras y prendas holgadas que disimulaban la forma de su cuerpo.

Ella era especial. Piernas largas, torneadas, fuertes, caderas ampulosas y cintura estrecha, cara redondeada, enormes ojos verdes, labios siempre pintados en cereza, la cabellera negra azabache, amplia, cubriendo su cuello y sus hombros. Todo su cuerpo emanaba fuerte presencia donde fuera. A su paso se volteaban las miradas, la de los hombres y también las de las mujeres. Por admiración o por envidia, ella dejaba un rastro de murmuraciones a su paso junto a la dulce impronta del perfume que utilizaba.

Ella se convirtió en el primer amor de mi vida. Si es que puede llamarse amor a la pasión que me despertara. La vi por primera vez en la playa, uno de esos veranos en que toda la tribu de padres, madres, tíos, tías, primos y primas solíamos tomarnos esos magníficos días de vacaciones que duraban hasta un mes alquilando varias casas sobre la costa en Monte Hermoso, donde íbamos pertinazmente a pesar del viento y las aguavivas, pero que se compensaban con la tranquilidad del lugar.

Fue de lejos, yo estaba jugando a las cartas con mis primos cuando pasó caminando lentamente, segura de si misma, sabiendo que todos los ojos la estaban observando. Dejé el juego, me levanté de un salto y sin dar ninguna explicación caminé detrás de ella hasta que se refugió en una carpa. En ese momento sentí vergüenza pensando que se habría dado cuenta de mi osadía y sin atreverme a mirarla un segundo mas volví sobre mis pasos.

Mis primos se dieron cuenta de mi actitud y me recibieron con una interminable andanada de burlas. Pobres, pensé, todavía son unos niños inmaduros y les falta tiempo para descubrir lo maravilloso de desear a una mujer. Mis parientes mayores ni siquiera se dieron cuenta de lo que había sucedido  y, ajenos a todo, continuaban con sus estupidas charlas de fútbol, trabajo o modas.
A partir de ese día ella pobló mis sueños y mis deseos. Nos imaginaba paseando juntos por la playa, tomados de la mano, haciendo planes para el futuro, y yo anhelando ese cuerpo, deseando acariciarlo, olerlo, peinando sus larga cabellera con mis dedos, besando esa boca de cereza y descubriendo que sus senos eran una fuente de placer, no la teta que solo sirve para amamantar.

Cada día esperaba con ansiedad su aparición paseando descalza por la arena, vestida con un conjunto de tanga y corpiño diminutos, siempre sola, sin un marido o un novio a la vista. Y la espiaba de lejos cuando se sentaba en una sillita mientras leía o simplemente observaba, como ausente, el juego incansable de las olas. O me detenía en la vereda si nos cruzábamos a la hora en que todo el mundo anda buscando un sitio donde poder cenar. Si la veía venir de frente, luego observaba como se alejaba moviéndose con la regularidad de un péndulo zigzagueante.

Una tarde de lluvia mi padre me envió a comprar cigarrillos. Iba camino al quiosco cuando la descubrí dentro de un negocio de ropa. Estaba eligiendo algunas prendas, dubitativa tomaba una y otra y otra, luego dejaba alguna y seguía hacia otro sector del local. Movido por un irrefrenable impulso entré. Haciendo como que también estaba por comprar algo me le acerqué lentamente para llegar a su lado. Lo más cerca que había estado hasta entonces. Ella, desde su altura, era tan alta como mi padre, parecía ignorarme por completo. Después de tomar una remera con el nombre del balneario miró a ambos lados y me descubrió, ahí, embobado, sin saber que hacer.

Abrió su boca enmarcada por los labios cereza, se sonrió y me preguntó.
-¿Te parece que esta remera me quedará bien?-
Yo estaba idiotizado, no respondí, ella abrió más los ojos y agrandó su sonrisa. Apelé a una de esas frases que mi padre suele decir a mi madre en circunstancias semejantes.
-Todo le quedará bien…señorita- Vacilé.
Ella sin perder la sonrisa jugó revolviendo mi cabello como lo suele hacer mi abuela, dijo gracias y se marchó a pagar la compra.

De más esta decir que oír su voz y ese breve contacto de mi cabeza con su mano contribuyeron a enriquecer mis sueños. El cuerpo tenía voz pero lo que lamentaba era no saber aún su nombre. Necesitaba un nombre para completarla y tomando valor le pregunté a la cajera del negocio si lo sabía.
-Claro que si, es una de nuestras mejores clientas, se llama Noelia-

Y Noelia atravesó mis sueños, mis fantasías, mi despertar juvenil, mi pasión, mi amor, mi locura. Además de acariciarla, besarla, hundirme en ella, protegerla entre mis brazos, velar su descanso, reír junto a su risa, podía llamarla, podía escribir poemas con su nombre, podía, podía, podía…

Una de aquellas tardes, casi al fin de las vacaciones, los adultos mayores de la tribu en un descanso entre la catarata de pavadas que intercambiaban habitualmente descubrieron el paso de Noelia. Mi madre recordó que la había visto el año anterior, mi padre, contrariamente a lo que yo imaginé que diría despachó un insulto y otra palabra que no entendí. Uno de mis primos, el mas avispado a pesar de ser menor que yo, me la tradujo.
-Tu viejo dice que es un travesti, que no deberían dejarlo andar así por la playa-
-¿Travesti?- Pregunte.
-Un hombre, bobo, un hombre- Me aclaró.
Ni aquella manera brutal en que me fue revelada la verdad cambió lo que sentía. Yo preferí seguir recordándola tal como la había conocido.
Fin


RELATOS EROTICOS "EL AMANTE DE MI VECINA"




Todo comenzó debido a la más absoluta casualidad. Es muy probable que si pequeños sucesos no se hubieran concatenado nada de lo que me sucede sería posible.

Lo primero fue que debí buscar unos documentos para preparar mi declaración de impuestos en mi escritorio, lo segundo que cuando me hallaba en el estudio, en la planta alta de mi casa escuche una violenta frenada en la calle, lo tercero que pudo mas mi curiosidad y me asomé a la ventana, lo cuarto que viendo que no había pasado nada serio, seguí mirando y lo quinto que vi entrar en la casa de enfrente a un señor muy bien vestido, que no era, a todas luces, ni un plomero, ni el operario del cable u otro similar ni el marido de la señora que abría la puerta, lo que podía asegurar pues conocía bien a mi vecino.

Podría haber pensado que se trataba de algún pariente pero algo me indujo a seguir observando. Pocos minutos después se prendió la luz del dormitorio mostrando, disimuladas por la cortina dos siluetas que se unían en lo que era evidente un abrazo. Luego se separaron, la mujer se acercó a la ventana y cerró las persianas como si supiera que alguien los estaba espiando.

Le dije a mí esposa que continuaría trabajando en el estudio. Sentado a mi escritorio de manera que podía observar su puerta de entrada me mantuve vigilante hasta que dos horas después el anónimo individuo salio tranquilamente de la casa y se alejo por la vereda. Minutos después llegó mi vecino.

Me bastaron dos semanas para darme cuenta de la regularidad de las visitas. El amante de la mujer, llegaba los lunes, miércoles y viernes a la misma hora y se retiraba puntualmente. Eran los días que mi vecino solía practicar tenis en el club de su empresa. Lo sabía por que alguna vez me había invitado a jugar.

A partir de allí se desataron en mi mente las mas disparatadas especulaciones sobre como la mujer era capaz de correr semejante riesgo por unas pocas horas de sexo. ¿Su marido no la satisfacía? ¿Era ninfomana? ¿Estaba enamorada? ¿O simplemente quería agregar algo de aventura a la aburrida vida de un ama de casa de cincuenta años?

ero lo más insólito fue lo que me ocurrió a mí. Excitado ante semejante situación fue naciendo en mí el deseo de saber que era capaz de ofrecer esa mujer para que un hombre también corriera el riesgo de ser su amante. Seguro que no era como mi esposa, que nunca fue capaz de aceptar algunas de mis ideas para hacer más eróticas nuestras relaciones sexuales. Durante todo nuestro matrimonio habíamos tenido sexo en la misma posición, mecánicamente, como si solo fuéramos animales en celo. Debo decir que al menos satisfacía mis ansias eyaculatorias pero nada más que eso. Veinte años de repetir lo mismo y cada vez mas esporádicamente. En algún momento habían comenzado a aparecer los dolores de cabeza, el cansancio o alguna otra excusa. Lo del cansancio era increíble. No trabajaba, en la casa un par de empleadas le hacían todas las tareas, hasta le dejaban la comida preparada. Nuestros hijos no estaba en todo el día ocupados en sus estudios y su única actividad era reunirse dos veces a la semana con sus amigas a tomar el te.

Una amante, eso es lo que yo necesitaba. No soy un adonis pero todavía los años no me han pasado por encima. Por primera vez en vida de casado comencé a ver a las mujeres con otras intenciones. Resultó un frustrante fracaso. Hasta ese otro día de casualidades que hicieron que me encontrara un domingo por la mañana con mi vecina en la panadería. Nunca nos habíamos tratado con familiaridad, pero luego del saludo y hacer nuestras compras nos quedamos tomando un café. En ese momento era solo una charla informal y casi banal. Pero los encuentros en la panadería se fueron haciendo regulares y un poco por que ella se mostraba seductora y otro poco por que mis fantasías estaban por explotar, casi como si fuera lo mas normal del mundo decidimos tener sexo.

No fue en su casa. Era demasiado evidente, por lo que nos encontramos en un albergue transitorio a muchas cuadras del barrio. Que puedo decir de aquel encuentro. Todo el vocabulario es exiguo para semejante desborde de pasiones y locura. Ella era perfecta. Su piel tersa, suave, perfumada, era una invitación lujuriosa a explorarla por todos sus montes, valles y bahías. Su vello pubico, rubio, un trigal mecido por el viento, sus senos turgentes coronados por enormes pezones la excusa para una suave mordida, su boca una caverna rosada abierta a toda invasión. Sin maquillaje, sin aditamentos falsos, era natural, joven de espíritu, ansiosa, sensual, dominante y dominada.

Comenzamos en la cama, luego, como consecuencia de nuestros arrebatos sobre la frazada que había caído al piso, seguimos por la alfombra y hasta bajo la ducha lo que nos volvió a la cama. Hacia tantos años que mi hombría no estaba puesta a prueba de semejante manera que me sorprendía mi respuesta. Había rejuvenecido tal como ella lo había hecho.

No fue necesario conversarlo demasiado. Quedamos en nuevos encuentros. Entonces fue que vino a mi mente el origen de toda mi locura, su amante, el de los lunes miércoles y viernes. No me preocupaba compartirla, de manera que le confesé que la había estado observando. Temí que se molestara pero no lo hizo. Le propuse otros días para nuestros encuentros pero ella fue clara. Su amante había desaparecido sin dar explicaciones. Que en su momento lo había lamentado pero por otro lado le estaba agradecida, pues ese hombre le había enseñado a vivir nuevamente, a gozar, a entregarse sin reservas y que yo era el beneficiado de su nueva vida. De manera que la tenía toda para mí, madura y joven a la vez.

Continuamos viéndonos los lunes, miércoles y viernes. Su marido seguía rebotando pelotitas de tenis en el club y yo le mentía descaradamente a mi esposa acerca de reuniones de trabajo u otros compromisos ineludibles y ella lo creía. En el albergue transitorio ya éramos clientes conocidos. Continuábamos haciendo el amor por todos los rincones de la habitación, desaforados como adolescentes. Vertiendo nuestras ansias contenidas tantas veces como era posible. Salvajes, ella como una mujer fatal  y yo como el macho alfa de la manada, poseyéndola como ella me poseía a mí.

Un miércoles, ella tuvo que visitar a su madre enferma. Pospusimos nuestro encuentro lo que me posibilito llegar temprano a mi casa. En el momento de estacionar el auto, pude ver, con claridad al ex amante de mi vecina despidiéndose de mi esposa.



RELATOS EROTICOS "JUANITA Y MI SOCIO"


Juanita era el desvelo de todos los compañeros varones en el secundario. Era simpática y atractiva. A mí nunca me había prestado atención pero el solo verla entrar al aula con su tallieur gris y el cabello suelto alimentaba todas mis fantasías.
Pasados quince años desde que egresáramos,  yo había formado una pequeña empresa con un socio en la que fabricábamos repuestos para automotores. Un día me comentó que había conocido a una mujer excepcional y que estaba decidido a casarse. Por aquel entonces yo estaba en los prolegómenos de mi propio casamiento. Ambas ceremonias se realizaron con un par de semanas de diferencia. Así fue que volví a ver a Juanita. Me sorprendió que me reconociera inmediatamente. Estaba hermosa, mucho más que en la adolescencia. Un cuerpo perfecto, en el que se adivinaba la ausencia total de cirugías, la hacía más sexy, más audaz, mas provocativa.
El hecho que fuera la esposa de mi socio hizo que nos viéramos seguido en la empresa, en el club, o en el country, sin ninguna señal visible de lo que se avecinaba, pero lo que desató la furia fue aquella vez que bajo una pertinaz lluvia nos chocamos en plena calle Florida.
Nos estábamos mojando como dos idiotas y no se nos ocurrió mejor idea que, para celebrar el casual encuentro, en lugar de ir a un bar a tomar algo con las ropas mojadas, lo mejor era ir a un albergue transitorio, y bebernos un par de whiskies mientras nuestra ropa se secaba. Obviamente terminamos en la cama. Juanita era un volcán. Todo lo que podía haber imaginado en mi pavota juventud era poco. Ella me dirigía con maestría y estudiada lujuria, su cuerpo de carnes firmes, sus gestos elocuentes, su fuerza y su imaginación hicieron de aquel encuentro, el que hasta ese momento fuera la mejor de mis relaciones sexuales. Y yo respondía a toda su vehemencia con un entusiasmo que nunca antes había tenido. El tiempo en el albergue fue corto para que pudiéramos saciarnos de la urgencia de nuestros cuerpos y pedimos otro turno para continuar con la ceremonia.
Finalmente volvimos a la realidad. Estábamos tan entusiasmados que decidimos encontrarnos a la semana siguiente. Esos siete días fueron una tortura para mí, pues pasaban tan lentamente que parecían estirarse hasta el infinito. Nos encontramos nuevamente. Un hermoso día soleado y cálido. Después de dos horas estábamos sentados al borde de la cama sin entender lo que nos había pasado. Ella parecía fría y distante, yo ni siquiera había logrado una decorosa erección. ¿Que nos había pasado? ¿Pasada la novedad habíamos perdido el interés? Decidimos no rendirnos, tal vez fueran nuestras preocupaciones, cansancio físico o vaya a saber qué. Quedamos para el día siguiente.
Al otro día yo estaba más complicado por las obligaciones laborales y hasta tuve que decirle a  mi esposa que no iría al cumpleaños de una de sus primas lo que generó su enojo. Pero no podía dejar pasar esta oportunidad de redimirme. Amaneció con una tormenta de viento y agua que arrastraba los paraguas y a las personas. Como pude llegué hasta el albergue. Juanita me esperaba en la esquina bajo una marquesina de un negocio.
Mientras la lluvia y el viento golpeaban contra los vidrios de la ventana y no se podía ver nada hacia el exterior, nosotros dos estábamos sumidos en la más fogosa cabalgata de poses sexuales que nunca imaginara. El fuego de la pasión nos consumía o, más apropiadamente, nos encendía aún más. Estábamos imparables, nuestras pieles ardían de placer y dolor en su contacto. Yo la exploraba en toda su dimensión y ella no perdía ocasión de hacerme saber que eso la excitaba cada vez más. Mis manos la emborrachaban de placer y sus gemidos eran música en mis oídos. No queríamos detenernos. Deseábamos prolongar ese éxtasis todo lo más que se pudiera. Y lo hicimos hasta caída la tarde. No sé qué excusa habrá dado ella con mi socio, porque ya ni recuerdo que le dije a mi esposa cuando llegué, agotado, solo pensando en darme un buen baño.
A esta altura ya no sería sorpresa que la siguiente vez que nos encontramos, un caluroso y soleado día, no pasó nada. Una semana después, mientras una imparable tormenta de rayos y lluvia se desataba sobre la ciudad nosotros nos revolcábamos como león y leona en celo, mordiéndonos y aullando, logrando, en nuestro desenfreno, que almohadas, sabanas y edredones volaran hasta el otro extremo de la habitación quedando dispersas por todo el piso.
Ese fue el preciso momento en que nos dimos cuenta de lo que en realidad nos sucedía. Por alguna extraña conjunción astral, eran solo los días lluviosos y cuanto más tormentosos mejor los que nos despertaban nuestros salvajes interiores deseosos de placer infinito.
De manera que pudimos organizarnos debidamente de acuerdo al pronóstico del clima. Mi esposa, que antes me había oído protestar muchas veces cuando llovía, no terminaba de comprender por qué ante el anuncio de lluvias yo me ponía de mejor humor y hasta me iba contento al trabajo.  Mi socio, tampoco  entendía  a Juanita, pues al no trabajar no tenía obligación de salir de su casa en esos desapacibles días, justamente los que elegía para ir de compras. Una vez me contó que le había dicho a su marido que lo hacía porque había menos gente en los negocios y él no le objetó la excusa.
Nuestra rutina de engaños continuó al vaivén del clima durante varios meses y mi socio ya daba por descontado que no apareciera por la oficina los días lluviosos sin recriminármelo.
Asociar nuestros fogosos encuentros con la lluvia me estaban comenzando a generar un estado casi paranoico, pues si el mal clima sucedía durante las horas diurnas siempre lográbamos encontrarnos en el albergue, pero existían otros momentos en que el tema se ponía peligroso.
Uno era cuando estábamos en una cena, ambos con nuestras parejas, junto a otros matrimonios y comenzaba la lluvia. Podían pasar dos cosas o que haciendo un esfuerzo sobrehumano nos contuviéramos o que halláramos la manera de escondernos en algún baño de la casa o restaurante y diéramos rienda suelta a nuestro desenfreno, volviendo a la mesa como si nada hubiera ocurrido. El otro cuando estaba en mi casa, solo con mi mujer y se desataba una tormenta. En esa situación no sabía cómo contenerme, me sentía como un león enjaulado y no daba explicación por mi comportamiento.
En definitiva que la lluvia estaba volviéndome loco. Juanita estaba cada vez más exigente y comencé a desear que no lloviera más. Un día dije basta y a pesar de que llovía torrencialmente me fui a la oficina ignorando mis deseos sexuales. Y allí tuve la revelación. Me resulto sorprendente que la secretaria de  mi socio pusiera cara de espanto al verme y pretendiera que no entrara a la sala de reuniones. Lo hice a pesar de su esfuerzo y encontré a mi socio pasando información confidencial de nuestra producción a gerentes de la competencia mientras sobre la mesa se aposentaba un portafolio con varios miles de dólares.


RELATOS EROTICOS. "LAS MANOS"

Yo sabía que no debía relacionarme con aquella mujer. Era un monumento de largas piernas y senos desarrollados. Altiva, dominante, con su largo cabello color violeta volando al viento como los sensuales personajes del animé japonés. Su falda era proporcionalmente inversa al largo de su cabellera y las botas bucaneras que calzaba siempre, eran una invitación a considerarla una ama y pertenecerle por siempre.
Yo sabía que no debía y sin embargo la tentación de caer a sus pies fue más fuerte que toda prudencia. Más fuerte que los consejos de mi amigo Emilio. Claro, que podía saber él si llevaba tiempo rutinariamente casado y olvidado de todo afán de aventura.
El caso es que un día la abordé en la calle. Ya ni recuerdo que excusa usé para detenerla y conversar. Me miró a los ojos firmemente y dijo.
-No soy lo que piensas-
Y se alejó por la vereda ignorándome, como si yo no existiera.
Pero yo no había pensado lo que ella creía. Yo la amaba y estaba seguro que haría todo lo que me pidiera si correspondía a mi amor.
Pasaron los días, las semanas, los meses. El calor del verano fue sustituido por la melancolía del otoño, este, a su vez, por la inclemencia del invierno, luego el colorido de la primavera y finalmente el termómetro volvió a subir en la escala y yo seguía allí, observando a esa mujer, a veces desde la ventana, a veces en el zaguán según la temperatura ambiente y mi invariable temperatura interior.
Ella continuaba su rutina. Los días de semana trabajaba en la mercería de doña Ana, una viejita que ya no estaba para tener paciencia con los clientes. Los sábados iba al supermercado de los chinos y por la noche se engalanaba para ir a bailar regresando casi de madrugada. Los domingos regaba los malvones de la terraza y parecía no haber hombres a su lado.
Y yo continuaba amándola con todo mi corazón, con todas mis fuerzas y con toda mi imaginación. Fui tan consecuente con ella a pesar de su rechazo que olvide al resto de las mujeres. Habiendo notado en el estado de melancolía en que me hallaba sumido, en vano mis amigas insistían en ir a bailar, a la playa o simplemente a ver una película. Mis amigos se cansaron, luego de prolongada insistencia, en presentarme hermanas, primas o parientas lejanas.
Yo seguía obsesionado por mi vecina de cabellos violeta.
La seguía todos lados. Ella ya no se sorprendía de mi acoso. Intentaba hablarle en cuanta ocasión se presentaba utilizando cualquier pretexto. Pero ni siquiera me contestaba, solo esbozaba una leve y casi imperceptible sonrisa, tan mínima que ni alcanzaba a ver sus dientes y me daba la espalda.
El tiempo continuó pasando inexorable. Yo estaba sintiendo que la fuerza de los años jóvenes estaba comenzado a abandonarme poco a poco. Claro, todavía me sentía fuerte y robusto pero era de suponer que mi pasión atormentada y amordazada era lo que me hacía más débil.
Y un día pasó lo tan anhelado. Volvía del trabajo, de la rutina alienante de todos los días cuando en una esquina me tropecé de frente con el objeto de mis sueños. Ella estaba tan hermosa y sensual como siempre. Radiante, joven, con su piel brillante y su larga cabellera. Era la primera vez que tocaba aquel escultural cuerpo. La sangre afloró en todas mis terminales arteriales. Un calor progresivo subió desde mis pies hasta mi frente. Era evidente que ella sentía algo parecido.
No fueron necesarias las palabras. Hizo dos pasos, se volvió girando la cabeza con toda voluptuosidad haciendo danzar su cabello violeta en el viento y ese gesto me bastó para saber que debía seguirla.
En pocos minutos estábamos en la puerta. Abrió, me hizo pasar y allí pronunció las primeras palabras invitándome a esperarla en el living. Aguardé de pie por que la impaciencia me impedía relajarme. No sé cuánto tiempo pasó pero de pronto oí su voz.
-Ven, ven al dormitorio- me decía.
Si saber dónde era le pregunté casi a los gritos.
-Donde está la luz roja- Me contestó.
Y seguí la luz. De pronto todo, paredes, cielorraso, los muebles, parecían haberse vuelto rojo por efecto de las bombitas de la lámpara de techo y la de la mesita al lado de la cama.
Ella estaba de pie, en medio de la habitación. Altiva y desafiante. Cubierta apenas por un baby doll negro con puntillas, portaligas y medias del mismo color, pero lo que me llamó la atención fue que llevaba puestos guantes, seguramente de seda por su brillo. Al principio me pareció un detalle exótico y pensé que se los iba a sacar pero no lo hizo.
Me acerqué y la tomé de la cintura. Contrariamente a lo que me imaginaba ella se dejó llevar. Ya no era la ama dominante que llenara mis sueños. Como en una danza previamente coreografiada acompañaba mis movimientos con gracia y exuberancia. Movía los brazos y las piernas como siguiendo una música inaudible.
Y yo acrecentaba mi pasión. Me aferraba a sus miembros temiendo que se desvaneciera en el aire y que todo aquello que estaba pasando era solo un sueño. En ese baile llegamos al borde de la cama. Ella cayó lentamente, flotando en el aire y yo encima de ese hermoso cuerpo que se fundía con el mío. Nos besamos, nos acariciamos, nos buscamos aquellas partes que exaltan la más dulce sensación. Nos saboreamos, nos bebimos. Nos confundimos, nos entregamos. Ella gritó de placer, de su placer animal y yo le hice coro como los lobos cuando se buscan en la llanura.
Tras la guerra llegó la paz. El regreso a la respiración normal y a pensar con la cabeza y no con la piel. Ella se puso de pie, yo permanecía acostado y en ese momento reparé en sus guantes nuevamente. Le pedí que se los sacara. Se negó. Dijo.
-No puedo tocarte la piel con mis dedos al descubierto cuando hago el amor-
-¿Por qué?-
-Mejor no preguntes y acéptalo así-
Largué una carcajada, la tomé de los brazos y la hice caer nuevamente sobre la cama. Le quité los guantes a pesar de su resistencia y la tenté a hacer el amor. Ella no intentó otra defensa ante mi arrebato y se dejó llevar por su deseo. Mientras nos fundíamos, ella, desesperadamente me recorría el cuerpo con sus manos. Y yo sentía el fuego de su locura.
De pronto la magia se acabó. Dijo que ya basta y que debía irme. A pesar de mis protestas me llevó hasta la puerta de calle. Cuando llegué a  mi casa y decidí darme una ducha lo que vi en el espejo me llenó de horror. En toda la extensión de mi piel estaba grabadas decenas de veces las manos de aquella mujer delatando donde me acariciara con delicadeza o donde me apretara con todas sus fuerzas. Nada de mi cuerpo le había quedado sin explorar y allí estaba la maldita prueba. Jamás pude quitarme esas marcas a pesar de todo lo que intenté. Quedaron como un recuerdo inevitable pues, además, nunca la volví a ver.




Friday, September 29, 2017

COMO SOBRELLEVAR UNA DOBLE VIDA Capitulos finales

27. EN UN PROGRAMA DE TELEVISIÓN
               Al regresar a mi trabajo me esperaban novedades. Benjamín me había llamado varias veces para hacer otra película. Siendo que estaba estudiando ofertas de otros productores con los cuales había concertado citas para conversar me producía placer su desesperación. La película que había hecho para él continuaba siendo un éxito y hasta había llegado una oferta de un estudio de Hollywood para comprarle los derechos. No voy a negar que me pagó puntualmente lo que habíamos pactado, cifra que me permitió engrosar mi alicaída billetera, y trató de interesarme en hacer otra película sin reparar en presupuesto, pero no deseaba hacerlo. Y no era por su homofobia, situación que no me importaba, sino porque quería libertad para hacer lo que quisiera y elegir el argumento, tal vez alguno de los que yo tenía escritos.
Sin saberlo, ya que Willy no me pasó ninguna llamada por orden mía a mi casa mientras duró el montaje de la película sobre crossdressing, mi constante e involuntaria negativa había sacado fuera de sí a Benjamín al punto que acordándose de todos mis ancestros y los de Willy, amenazó con que iba a hacer saber a todos las revistas de chismes de mi afición a la ropa femenina.
-¿Es cierto eso de la ropa de mujer?- Preguntó Willy después de contarme con lujos de detalles la última llamada de Benjamín.
Como estimo que nunca hay que estar a la defensiva sino, por el contrario, redoblar la apuesta, le contesté que sí y que si me guardaba el secreto por un tiempo nos íbamos a divertir a costa del productor. Willy aceptó el trato aunque imagino que se moriría de ganas de andar contando por ahí lo que sabía.
La secretaría de Benjamín, mi aliada incondicional, me avisó que le harían un reportaje sobre la película en un canal de televisión y que aprovecharía para dar una noticia importante acerca de mí. Ella no sabía de qué se trataba, aun así temía que fuera algún tipo de venganza. Le agradecí el dato. Inmediatamente me puse en contacto con la producción del programa que, a través de un amigo que trabajaba allí, consintieron en ayudarme pues les prometí que conseguirían buen rating.
La tarde del reportaje me acerqué al canal con el bolso donde llevaba todo mi equipo para transformarme. Me hicieron pasar a un camarín donde pudiera estar sola y comencé a montarme. Me puse una blusa negra de mangas largas, una mini negra tableada, muy corta, botas bucaneras negras, la peluca negra, aros y un collar brillantes, me maquillé inclusive colocándome pestañas postizas y esperé hasta que mi amigo de la producción me avisara el momento justo en que debía aparecer. En un monitor que tenía en el camarín podía seguir lo que sucedía en el estudio.
El conductor presentó a Benjamín, hizo una semblanza de su trayectoria y comenzó con las preguntas que se sucedieron desde los comienzos hasta su última película. En ese momento comenzó lo bueno. Él habló de la película, de su frustrada participación en el festival de Berlín y del éxito de público que estaba teniendo.
-Pero quiero decir algo de su director…- Comenzó.
-Dígame- Acotó el conductor.
-Se trata de una persona que tiene una extraña afición…-
-¿Si? ¿Cuál?- Preguntó el conductor.
En ese momento aparecí yo, detrás de Benjamín, radiante en mi vestuario femenino. Los operadores de cámaras y el resto del personal no podían contener la risa mientras Benjamín continuaba aún sin verme.
-Es una perversión…-
Y no pudo terminar la frase pues en ese instante me senté en la otra silla que habían dejado a su lado con ese propósito y le dije toda suelta de cuerpo.
-Hola Benji, ¿Cómo estás?-
Era terror lo que se dibujó en su cara. Sin saber cómo continuar quedó petrificado.
-Nos ibas a decir algo- Dijo el conductor.
-Iba a decir que a mí me gusta vestirme de mujer, y sí, es cierto, ¿Cuál es el problema?- Pregunté dirigiéndome a todos los que estaban detrás de cámara lo que generó un espontáneo aplauso.
-¿Eso era?- Le preguntó el conductor.
Reaccionó.
-¡Si, eso era! ¿No ven que es un pervertido?-
-Bueno, cada uno puede hacer lo que quiera si no molesta a los demás- Comentó el conductor mientras desde detrás de cámaras le ponían un cartel con el minuto a minuto del rating que había comenzado a crecer desmesuradamente. Luego se dirigió a mí y preguntó.
-¿Esto que vos hacés tiene un nombre?-
-Sí, crossdressing-
-¡Ah! ¿Y me podes explicar de qué se trata?-
A partir de ese momento Benjamín no pudo decir ni media palabra. El conductor se concentró en mi persona mientras yo me explayaba en la contestación a su requerimiento, el personal del piso se mantenía en un expectante silencio y el rating se iba a las nubes. Al terminar hice el anuncio de la película sobre el tema prometiendo que la exhibiríamos en cuanto tuviera la confirmación de la sala. El conductor me pidió que le avise en cuanto lo supiera. Al apagarse las luces para pasar a la tanda me levanté del asiento y saludé todos. Benjamín, sin reponerse todavía continuaba sentado hasta que le dijeron que debía dejar el lugar para los próximos invitados.
-Esta me la vas a pagar- Dijo mientras pasaba a mi lado.
-Vos te lo buscaste- Contesté segura de mí.
Estaba aún cambiándome en el camarín cuando comenzó a sonar mi celular. En ese orden me llamaron Julia, Jenny, Gabriela, Sweet y Sissy.
-¡Sos una idola!- Gritaba Julia sin poder dejar de repetirlo a cada rato.
-Te salió redondo y encima promocionaste la película- Decía Jenny.
-¡Genia, loca!- Afirmaba Sissy.
Y yo les respondía como podía dándoles las gracias por su apoyo.
En la calle todo seguía igual. El mundo no se había detenido pero yo estaba exultante. Al llegar a casa no noté nada diferente, si mis vecinos habían visto el programa era poco probable que me identificaran pues había aparecido en cámaras totalmente travestida y no había quien supiera que era yo el director de las película producida por Benjamín pues no acostumbraba a conversar con nadie de mi actividad laboral.
El teléfono desbordaba de mensajes. Compañeros de la agencia de publicidad y productores que había contactado en esos últimos días. Estos me felicitaban por mi valentía pero más aún por haber enfrentado a Benjamín dejándolo en ridículo.
-No dejen de exhibir esa película sobre crossdressing, va a ser un suceso- Decía uno de ellos.
Otro mensaje era de una revista de la comunidad glttb solicitándome un reportaje pero los que más me interesaban eran los de mis hijos. Ambos llamaron casi inmediatamente.
-Sabes que no comparto tu afición y creo que fue innecesaria tu exposición. Si no te hubieras mostrado hubiera quedado solo como una infamia de parte del señor ese que habría tenido que probarla, solo espero que nadie de mis conocidos haya visto el programa- Opinó el mayor.
-Te preocupa no pasar vergüenza pero te recuerdo que en esta vida siempre hay algo que moleste a los demás por lo que uno hace y espero que nunca tengas que estar obligado a dar explicaciones- Le contesté
Distinto fue con mi hijo menor.
-¡Tenías que haberle visto la cara a la vieja!- Exclamó en cuanto nos comunicamos.
Me aclaró la situación de inmediato.
-Estábamos viendo la tele y dijeron que iban a hablar de tu película, por eso nos quedamos atentos y cuando apareciste no lo podíamos creer. Yo me cagaba de risa y la vieja abrió los ojos como platos y se quedó muda todo el tiempo, pero lo más gracioso fue cuando dijo que clase de ejemplo nos dabas y yo le conté que ya lo sabíamos y que me parecía genial, casi se cae de la silla. Estuvo murmurando toda la tarde no sé qué cosas pero evidentemente no le causó gracia. Ya sabes cómo es la vieja con el tema de la moral…-
Si, lo sabía y hasta sentí satisfacción en que lo supiera. Lo cierto es que ya no podría extorsionarme si lo quisiera. Total, ya lo sabía todo el mundo.
La secretaría de Benjamín me llamó al otro día comentándome que había vuelto del canal hecho una furia, luego, para calmarse, llamó al jovencito que siempre lo acompañaba y se fueron al departamento que le mantiene. Al regreso se sentía otro, lo único que comentó en la oficina fue que “ese puto” había logrado que hablen de ellos y que por ello su película se iba a ver más por el morbo de la gente.

28, DE ESTRENO
 Una semana después Carmen me llamó para avisarme que teníamos sala para exhibir la película. Es decir teníamos esa sala y diez más, todas del mismo dueño que no tuvo ni el más mínimo reparo en hacer una presentación en toda su cadena de cines en cuanto Carmen se lo solicitó y además le pidió la exclusividad por las dos primeras semanas pues ya sabía que otros exhibidores estaban con intención de comunicarse con ella para alquilarle varias copias.
Jamás hubiera imaginado que ese fuera el resultado de mi audacia. Lo único que pretendía era dejar en ridículo a Benjamín  y, de pronto, me veía solicitado por lo que en definitiva era mi primer trabajo personal.
Para el día del estreno propuse que fuéramos montadas. Algunas aceptaron el reto, otras prefirieron ir como hombres, pero de todas maneras no querían perderse la fiesta, salvo Mónica, Antonia y Rebeca que, desde su reconciliación matrimonial había desaparecido por completo, aunque Sissy sabía, por intermedio de amigos comunes que el matrimonio era un caos, que todos los días se la pasaban discutiendo y que algunos vecinos habrían creído oír acusaciones de parte de ella tratándolo de marica. Al parecer, según Sissy, la habría descubierto nuevamente con ropas de ella.
Julia, Jenny, Gabriela, Sweet, Sissy y yo fuimos montadas, luciendo nuestras mejores prendas de noche. Yo utilizaba el vestido largo de seda color turquesa, la peluca negra y sandalias de suela y taco de acrílico. El dueño de la sala había hecho colocar una alfombra roja y por allí pasé en medio de los aplausos del público sintiéndome una diva de Hollywood. Las cinco chicas hicieron el mismo recorrido, el resto, las que habían ido de hombre, miraban desde un costado. Toda la pasarela fue inundada de crossdressers, travestis, drag queens y toda clase de mariquitas que daban color y bullicio al evento. Los móviles de algunos programas de chimentos también se hicieron presentes. Todo era brillo, strass, maquillajes exagerados, alegría y música.
Carmen organizaba a los invitados especiales. Algunos periodistas me interrumpían a cada paso para preguntarme alguna banalidad. Desde el público me extendían la mano y algún vivo también aprovechó para posar su palma en mis glúteos. Mi mayor temor en ese momento era que se hubiera generado demasiada expectativa y luego no les gustara la película lo que podía resultar en una catástrofe.
Finalmente comenzó la exhibición. Debieron pasar algunos minutos para que cesara el murmullo y el público se concentrara en disfrutar de la película pero una vez que fue captada su atención el silencio que continuó fue demostración suficiente de su aprobación. Yo, atenta hasta a los más mínimos detalles, pude constatar que ni siquiera se oía el rechinar de los asientos como cuando las personas se mueven demostrando su impaciencia. En el final el aplauso fue apabullante y lo disfruté con más entusiasmo que el del Festival de Berlín.
Siendo que el aplauso no cesaba subí como pude,  debido a los tacos, al escenario e invité a las chicas a acompañarme. Carmen y todas las que estaban montadas subieron también, las otras desde la primera fila nos hacían gestos cómplices. Comencé a hacer señas para silenciar al público y en cuanto pude me dispuse a hablar cuando alguien me alcanzó un micrófono.
-Tal vez yo sea la cara visible de este proyecto, más que nada por mi intempestiva aparición en la tele…- En este momento se hicieron oír más aplausos y continué -…pero debo decir que la idea provino de estas dos personas…- Señalé a Carmen y Julia-…que lograron integrar a un grupo humano excepcional para llevarlo adelante, algunas están aquí en el escenario, otras en la platea, no, no diré dónde y otras que no pudieron venir seguramente lo verán en la tele y sabrán que compartimos este momento con ellas también-
Y no pude continuar. Me abracé con Julia, con Carmen y todas las otras. Era la culminación de algo que por momentos creí que no haría nunca. Lo habíamos logrado, después las críticas podían ser buenas o malas pero no nos importaba. El objetivo estaba cumplido.
Y así fue. Algunos comentarios en las secciones espectáculos de los diarios nos destrozaron. Rosa, como participante, aunque desconocida, declinó hacer la crítica en el diario desde donde había vapuleado mi otra película, porque sabía que no le iban a aceptar lo que iba a escribir pero a través de un amigo logró que una revista de espectáculos le aceptara una nota en donde ponderaba todo el esfuerzo que nos había llevado poder completar el proyecto. Otros fueron más benevolentes, sobre todo con nuestro valor para tratar un tema tan delicado y polémico y algunos, pocos, elogiaron toda la realización.
Pero es bien sabido que el público no responde a esos estímulos ya que hubo lleno total en todas las salas durante más de un mes, luego, a la llegada de nuevas súper promocionadas películas de Hollywood pasamos al olvido, pero no me desanimé, habíamos logrado más éxito que la gran mayoría de las películas nacionales.
La noche del estreno fuimos todas a festejar con pizza y cerveza a Las Cuartetas, el mismo sitio de donde nos habían echado tiempo atrás. Esta vez éramos un grupo más numeroso y nadie se atrevió a quejarse. El mismo mozo que nos atendió aquella vez se esmeró en complacer rápidamente nuestros pedidos, inclusive se mostró particularmente amable conmigo, lo que me llamó la atención hasta que se develó el misterio cuando me solicitó un autógrafo diciéndome que me había visto en la tele. En las mesas de alrededor supieron de inmediato, gracias a la lengua del mozo, quién era yo y varias mujeres se acercaron para felicitarme-
-Estuviste muy bien, a hombres como ese que pretendía denunciarte hay que tratarlos así- Me dijo una de tantas.
-Lo que es la fama- Comentó Jenny.
-Sí, la fama y la hipocresía, antes nos miraban como a enfermas pervertidas y mirá ahora, apareces en la tele y sos Dios, te juro que los prefiero cuando eran sinceros, por lo menos los podía mandar al carajo, ahora, en cambio, tenés que sonreírles y fingir que está todo bien- Argumenté.
-Tal vez tengas razón, pero no te preocupes, disfrutalo, ahora los tenés a tus pies- Opinó Sissy.
Debo reconocer que me complacía su admiración, pues de todas maneras seguía siendo quién quería ser y ellos solo eran ovejas que van para donde calienta el sol, carentes por completo de pensamientos propios. E hice lo que aconsejaba Sissy. Disfruté de una de las mejores noches de mi vida.
Llegue a mi casa cuando ya era de mañana. Bajé del remise y después de pagar advertí que la quiosquera me estaba observando. Me acerqué a comprar unos bizcochos para el mate.
-Hola Eduardo- Dijo ella con toda naturalidad y mientras me daba el paquete guiñando un ojo agregó -Se te ve bien como mujer-
-Es la ventaja de ser dos personas a la vez, los elogios siempre son dobles-
Y ambas reímos.

29. OTRO ASADO EN LO DE JULIA
 Me tomé una semana en una playa solitaria que no voy a nombrar para que no comience a llenarse de turistas.  Suficiente tiempo para llenar el contestador del teléfono y la casilla de mensajes del celular que había dejado en casa. Mi mail también desbordaba. Todo el mundo preguntándome dónde diablos estaba.
De inmediato contesté mails, mensajes y llamadas. Arreglé asuntos de trabajo y me comuniqué con Julia pues uno de los mail era una invitación al tradicional asado que se iba a realizar en su casa, el primero luego del exitoso estreno de la película. Estaba ansiosa de ver nuevamente a las chicas, en un ambiente más distendido, luego de todas las discusiones y polémicas que había generado su realización.
El domingo siguiente me vestí con ropa cómoda, cargué un bolso azul donde llevaba mi maquillaje y el celular y en otra bolsa puse tres botellas de vino tinto como para no ir con las manos vacías.
Carmen me abrió la puerta, tomó las botellas y mientras intercambiamos los primeros chismes fuimos hasta la cocina. Allí estaban Jenny y Gabriela con las clásicas ensaladas.  Por la ventana se la podía ver a Julia luchando con la parrilla y conversando con Sissy y Amanda. Sweet y Rosa estaban retocándose el maquillaje en el baño principal de la planta alta.
-¿Las otras chicas?- Pregunté
-No vienen y lo que es peor creo que no van a venir más- Contestó Carmen.
-Por Rebeca me imaginaba, pero ¿y las otras?-
-Mirá, lo único que me dieron fueron excusas. Mónica dice que con el asunto de la película todo esto del crossdressing se hizo muy notorio y ahora anda con miedo que la descubran, Antonia argumentó que es muy joven, que cree que esto es una locura que ya se le va a pasar y Agustina volvió con eso de que se cree fea, que salió espantosa en la película…-
-Acá no se trata de ser lindas o feas, todas somos bellas porque es algo que se siente dentro- Acoté
-…sí, pero andá a decírselo a ella, en el fondo ya me estaba hartando- Se sinceró Carmen.
-¿Y de Rebeca sabés algo?-
-Sí, Sissy trajo las últimas noticias, se la encontró en la calle, está separada de nuevo, se fue a vivir al departamento de un primo o algo así y parece que la muy estúpida le echa la culpa de todo al crossdressing y tampoco la trató muy bien a Sissy como si tuviera miedo de que la vieran hablando con ella-
Me quedé callada unos instantes y cuando estaba por salir al patio a saludar al resto de las chicas Carmen me tomó del brazo y me dijo.
-¿Sabes que es lo que más lamento? Que todo empezó por la película y me siento culpable por eso-
-No te lamentes, lo que sucedió, sucedió y no por la película, tarde o temprano algunas iban a abandonar el grupo porque cada una es como es y cualquier cosa podía provocar que pasara lo que pasó-
-Vos lo decís para consolarme-
-No, es así. En todos los grupos de personas pasa lo mismo y este no podía ser la excepción, algunas se adaptan, otras no y no podemos pensar que nosotras podíamos estar al margen de la regla solo porque el crossdressing es algo tan especial que nos debe unir más. Ves, ahora quedaron las que se sienten más identificadas, somos menos, la cantidad no importa, el hecho es que seamos más fuertes-
Carmen me abrazó, luego las abrazó a Jenny y a Gabriela que habían escuchado toda la conversación sin decir una palabra. Aproveché ese momento para salir al patio. Amanda, en cuanto me vio corrió a mi lado, me abrazó y mirándome a los ojos dijo.
-Hola mi reina, mi madre, mi protectora-
-Amiga, me siento muy bien con todo lo que decís, y no sé qué hice para merecerme estos conceptos pero es hora de que te sientas bien contigo misma, has dado un gran paso tratando de superar la timidez y ahora eres toda una crossdresser lista para salir al mundo a conquistar hombres porque eres hermosa-
Julia sirvió el asado. Como de costumbre ataqué las morcillas y los chorizos. Carmen elogió el vino que había llevado, Jenny sirvió las ensaladas, Gabriela se la pasó imitando a Moria Casán, Sweet y Amanda levantaron la mesa, Sissy trajo el café y las masas de postre. Rosa y yo lavamos los platos. Hicimos planes para ir a ver “Casa Valentína” por la curiosidad de ver como se trataba el tema del crossdressing en el teatro, aunque no nos hacíamos muchas ilusiones.
De a poco nos fuimos yendo. Algunas en sus autos, otras a pie. Amanda decidió regresar montada, la acompañé hasta la parada y estuvimos conversando mientras esperaba el colectivo. En cuanto arrancó el vehículo ella me saludó desde la ventanilla hasta que se alejó impidiendo vernos. Yo regresé caminando despacio. Por la mitad de camino una persona se colocó a mi lado, estuve tensa hasta que descubrí que se trataba de Alberto, aquel viejo compañero de trabajo que conocía mi secreto.
-Hola, Sabrina, ¿Queres que vayamos a tomar algo?-
-Bueno, dale- Contesté aferrándome a su brazo.
Y seguimos charlando por esa calle solitaria mientras buscábamos un barcito.

FIN

Thursday, September 28, 2017

COMO SOBRELLEVAR UNA DOBLE VIDA Capitulos 23, 24, 25 Y 26

23. NOVEDADES AL REGRESO DE BERLIN
 La relación que nos había unido a Sissy y a mí durante el viaje se cortó en cuanto estuvimos en Buenos Aires. Yo no me había hecho ninguna ilusión al respecto, para mí era simplemente haber aprovechado una situación de intimidad y pasarla bien, pero era evidente que a ella le interesaba dejar las cosas aclaradas pues mientras estábamos en vuelo me dijo.
-Sería conveniente que las chicas no sepan que mantuvimos relaciones, para evitar cualquier habladuría-
Asentí sin palabras. Eso significaba abiertamente que no quería repetirlas y no la contradije. ¿O habría alguna persona en particular dentro del grupo que no debía saberlo?
En cuanto a Benjamín, su malhumor continuaba. Y no era por la película, pues apenas llegados supimos que estaba batiendo records de recaudación. En realidad seguía molestándolo lo sucedido en el lobby del hotel. El haber visto bien de cerca a dos personas que no negaban su sexualidad y mucho menos su pasión por la ropa femenina, había sido como enfrentarse a un espejo que no quería ver, un espejo que le revelaba brutalmente lo que él era y procuraba ocultar.
La situación se puso peor cuando un desconocido le envió por mail a la dirección de las oficinas una foto en donde se nos veía a nosotras, Sissy y yo, levemente de espaldas y a Benjamín y su muchacho, de frente, en el momento de la discusión en el lobby. El epígrafe decía algo así como “El empresario se divierte con travestis latinoamericanas”. Nunca hubiera sabido de esa foto si no fuera porque la secretaría de Benjamín me la reenvió por mail, ignorando quienes eran las supuestas travestis.
De manera que no habría más películas con Benjamín, algo que no me preocupó. En cuanto estuve en casa comprobé que mi contestador rebosaba de llamados. Proyectos y más proyectos me eran ofrecidos. Tomé debida nota y me prometí un buen descanso antes de analizarlos.
Lo primero que hice, una vez que estuve lo suficientemente relajada, fue llamar a Julia para hacerle saber que iba a comenzar a editar el documental que habíamos filmado con el resto de las chicas. Su respuesta me preocupó.
-Mirá, con el tiempo que pasó algunas están de nuevo reticentes a aparecer y colaborar, sería bueno que nos reuniéramos y vemos quienes siguen con el proyecto-
Estuve de acuerdo. Carmen y Julia habían puesto mucho énfasis en la idea y yo las había acompañado gustosa pero si eso era ocasión de problemas estaba dispuesta a no continuar.
Antes de fijar la reunión tuve ocasión de encontrarme con varias en Angel´s. Era sábado y había decidido salir a mostrarme un poco. Tomé un remise en la puerta de mi casa, saludando a unas vecinas que estaban tomando fresco en la vereda. Siempre me preguntaba en estas situaciones si se darían cuenta de quién era en realidad, pero lo cierto es que nunca lo supe. Si lo habían adivinado lo callaban muy bien y si no era así, podía sentirme satisfecha de mi apariencia y tranquila ante la posibilidad de encontrarme algún conocido por la calle.
Bajé del auto en la Avenida Corrientes, mi sitio favorito para pasar el tiempo. Caminé despacio por las veredas deteniéndome en las vidrieras de las librerías o frente a la cartelera del Teatro San Martín. Entré en varios locales para revolver libros de las mesas de ofertas y finalmente, no pudiendo resistir la tentación, terminé comprando dos tratados sobre cine que, afortunadamente, entraron en la cartera.
Cuando consideré que era una hora apropiada doblé en Callao hacia la avenida Córdoba, volví a girar en Viamonte hasta la puerta del boliche. En la vereda había gran bullicio generado por varios grupos de travestis, crossdressers y sus admiradores. Pasé entre ellos hasta llegar a la entrada. En el momento en que iba a trasponerla me tocaron el hombro y giré para ver quién era. Jenny, Rosa y Amanda estaban detrás de mí. Nos confundimos en abrazos y grititos de alegría.
Ni bien entramos Rosa y Amanda se fueron a bailar en medio de la pista. Jenny y yo nos quedamos en la barra mirando el ambiente.
-Se la ve más decidida a Amanda- Comenté al verlas desenfrenadas.
-Sí, ahora, pero no te imaginas lo que nos costó sacarla. A ella le gusta salir pero sigue con su miedo atroz, prácticamente la vestimos a la fuerza para traerla- Aclaró Jenny.
Después de un par de cervezas, salió a relucir el tema de la película.
-Sí, las cosas volvieron a ser lo que eran- Dijo Jenny, para continuar – Siempre son las mismas las que se oponen-
-Bueno, será cuestión de no incluirlas y listo-
-Tal vez, pero ¿sabes? Siento que este tema puede dividir al grupo y eso sería una lástima-
-Mirá, yo no gano nada haciendo esto, si se corre ese peligro no la hacemos, pero hablé con Julia y ella está dispuesta a hacerlo con las que estén de acuerdo-
-Sí, es que era una buena idea, nunca nos imaginamos que produciría roces entre nosotras-
En ese instante me prometí charlar seriamente con el matrimonio. A mí me interesaba conservar el grupo, aunque las actitudes de algunas no me conformaran, pues sentía que me habían dado un lugar en un ambiente donde las amistades son efímeras.
Para olvidar el tono de la charla Jenny y yo nos sumergimos en la locura ambiente. Bailamos toda clase de ritmos incluso algunos lentos en los cuales nos abrazamos fuertemente. Pero yo no estaba deseosa de sexo y ella tampoco.
Continuamos la reunión en el bar de una estación de servicio, único lugar abierto a esa hora de la madrugada, cuando el sol comienza a asomarse. Sentadas a una mesa cubierta de platos con medialunas, tazas de café y té, me pidieron que les contara todas las peripecias del viaje a Berlín, en las que obvie, por supuesto, las relaciones que había tenido con Sissy. Mi sospecha acerca de una relación especial de Sissy con alguna de las chicas se me presentó clara cuando noté que Amanda preguntó por ella insistentemente.
-¿Se acostaron con hombres?- Preguntó de pronto.
-No, nos portamos como unas santas- Contesté advertida del interés de Amanda. Mientras me alcanzaba a mi casa en su auto Jenny me clarificó las últimas noticias acerca del proyecto de la película. Estaban a favor, Julia y Carmen por supuesto, ella misma, Gabriela, Sweet y Sissy. En contra Mónica, Rosa, Antonia y Agustina y Rebeca a la que le había asaltado la idea de tratar de reconquistar a su ex esposa. Indecisa Amanda que se debatía entre su timidez y sus ganas de liberarse de su complejo.
Lo de Rebeca me cayó mal. ¿Dónde había quedado su ansia de libertad? ¿Iba a renunciar al crossdressing por una mujer que la maltrataba? Es bien sabido que al crossdressing no se puede renunciar, salvo que se sea masoquista. Es un estilo de vida, no un capricho ni una perversión. Estaba segura de que Rebeca sufriría nuevamente  pero decidí no meterme. Era evidente que estaba enceguecida y no debía estar en capacidad de razonar.
Para el domingo siguiente se fijó la fecha para un asado en lo de Julia. Recibí el aviso por mail y no me puso de buen humor. Hubiera preferido evitar la posibilidad de un enfrentamiento y preocupada por ello volvía llamar a Julia. Quedamos en que el matrimonio pasaría por mi casa.
Las recibí, vestida con un pantalón de jean elastizado, una blusa plateada brillante y mis nuevas botas negras. Ellas estaban espléndidas, ambas con vestidos, azul el de Carmen, rosa el de Julia y zapatos stiletto haciendo juego con el color de la ropa. En cuanto bajaron del auto llamaron la atención de los transeúntes, algunos de los cuales se quedaron mirando hasta que ingresaron a mi casa.
Fue una velada agradable. Tomamos té y masas, ellas habían llevado facturas y una botella de coñac. Les conté de Berlín y luego pasamos al tema que nos preocupaba.
-Francamente estoy desilusionada- Dijo Carmen- Me pareció que era una buena idea, algo que sirviera de ayuda a todas ustedes y a nosotras, las esposas y a todo nuestro ámbito de relación-
-Sí, pero debimos pensar que muchas jamás saldrían del closet, jamás lo dirán a sus parejas ni jamás asumirán lo importante que es el crossdressing- Argumenté.
-Sí, me temo que es así, estos son los momentos en que te das cuenta que a los sueños, en ocasiones, los barre la realidad-
Después de varias tazas de té y café y algunas copas de coñac llegamos a una sola conclusión, el proyecto se haría con las que lo desearan, siempre y cuando eso no significara el desmembramiento del grupo. Una vez tomada la decisión nos sentimos más tranquilas y nos dispusimos a ver “Reyes o reinas” en DVD.

 24. UNA REUNIÓN IMPORTANTE
 Como lo esperaba, la reunión en casa de Julia no fue todo el tiempo placentera. A medida que fuimos llegando, algunas vestidas de hombre para cambiarse en la casa y otras directamente montadas, el clima reinante parecía como el de las buenas épocas. Julia se concentró en el asado mientras Jenny, Sweet y yo ayudábamos a Carmen con las ensaladas. Antonia y Agustina preparaban platos, vasos y cubiertos llevándolos a la larga mesa que habían desplegado en el jardín. El resto estaban sentadas conversando.
Hubiera sido un feliz regreso a las épocas en que reinaba la más absoluta armonía, se hicieron bromas, nos sacamos fotos, cantamos y contamos chistes. Pero finalmente Julia dijo que era hora de definir lo que se iba a hacer con la película. Algunas se mostraron incómodas, yo entre ellas pues aunque sabía que tarde o temprano habría que hablar el tema, me pareció que era estropear un ambiente casi ideal.
Las opiniones se cruzaron. Yo permanecí muda. Estaba segura que Julia y Carmen finalmente propondrían lo que habíamos hablado dos días antes pero, al parecer, continuaban decididas a involucrar a todas, aun las que no querían saber nada.
Mónica fue la que más reparos puso. Dijo que lo había pensado mucho y que no podía correr el riesgo de ser reconocida.
-Ese riesgo corremos todas- Arguyó Sissy.
-Sí, pero vos sos artista, en cambio sí en mi trabajo se llega a saber me expulsan- Insistió Mónica.
-A cualquiera le pasaría lo mismo- Interpuso Gabriela.
-No me vengan con macanas, casi todas ustedes tienen profesiones liberales, lo que no hacen aquí lo hacen allí y listo- Se defendió Mónica.
-Además debemos respetar la situación de cada una, la vida que queremos llevar fuera de este círculo- Dijo Rebeca, hasta ese entonces sumergida en sus pensamientos.
-Vos tenés un problema y no sabes cómo manejarlo. ¿Acaso pensás que tu mujer te va a dejar travestirte cuando vuelvas con el caballo cansado?- La interrumpió Jenny.
-Eso es problema mío- Contestó Rebeca.
-No creas, es problema de todas, este grupo se formó en base a la amistad y la necesidad que tenemos de contar con un sitio de pertenencia, si no permanecemos juntas cada una irá a la deriva- Afirmó Julia, levantando la voz a un nivel que nunca antes le había escuchado.
Rebeca bajó la mirada y así se quedó, mirando el suelo sin contestar, pero Mónica volvió a la carga.
-Yo sería la vergüenza de mi trabajo-
-Pero, ¿Qué carajo sos, milico?- Preguntó Sissy airada.
Mónica la miró durante un tiempo que pareció eterno.
-Sí, soy milico- Contestó al fin.
El silencio que se produjo era tan denso que parecía niebla. Nadie supo que decir. Después del primer desconcierto Gabriela tomó la palabra.
-¿Se dan cuenta a donde hemos llegado? Mejor paremos antes que esto provoque la fractura del grupo-
Entonces creí llegado el momento de hablar.
-La idea más sensata sería proponer soluciones y votarlas. En primer lugar creo que se debería definir si se hace o no la película con la salvedad de que participen solamente las que lo que deseen y que ello no perjudique al mantenimiento del grupo, en segundo lugar que cada una decida si se suma al proyecto y si no lo hace nadie va a obligarla ni echárselo en cara en el futuro-
-Bien, bien- Dijeron algunas a coro.
-Pero lo ideal sería que participen todas- Objetó Carmen.
-No podemos forzar lo que no es, ante todo está el grupo, somos diferentes, tenemos personalidades y maneras diferentes, si no respetamos nuestra diversidad de pensamientos, ¿Qué podemos esperar de los de afuera?- Insistí.
Lo que más me molestaba era que Julia y Carmen siguieran en sus trece a pesar de haber tenido con ellas la conversación previa.
-Votemos- Dijo Sissy.
Se votó la realización de la película, extrañamente todas las manos se levantaron a favor de hacerla. Cuando ese punto quedó aclarado, pedí a todas que expresaran su aceptación o no a la participación. Las únicas que finalmente se negaron fueron Mónica, Rebeca y Antonia. Las que estaban de acuerdo en hacerla dijeron que dejarían todo el montaje bajo mi decisión. Amanda exclamó, con una convicción desconocida para ella que ya era su forma de vida. Que éramos así y nada podía cambiarnos.
-Nací crossdresser y moriré crossdresser- Afirmó al terminar de hablar.
Viniendo de ella era tan importante como la Declaración de la Independencia y no tuve mejor idea que aplaudirla. Se acercó a mí, con sus brazos rodeó mi cintura y apoyando su cara en mi pecho solo pudo decir, balbuceando.
-Gracias, gracias-
Una vez resuelto lo que se iba a hacer, mi temor era que pese a las declaraciones de buena voluntad, el grupo se mostrara hostil con las que se negaron a participar por eso creí necesario decir unas palabras.
-Antes que nada, recordemos que tenemos un acuerdo. Ningún reclamo a quienes han decidido preservarse por el motivo que fuera. En el crossdressing cada una tiene su límite. Más allá de las posibilidades de trasponerlo considerémonos afortunadas, todas nosotras tenemos la valentía de salir a la calle tomando más o menos recaudos según cada una, en tanto hay otras, cientos, miles quizá, que ni siquiera pueden ponerse una prenda a escondidas por más de cinco minutos. Nosotras vivimos crossdressing, respiramos crossdressing, mamamos crossdressing, llevamos dentro una mujer que no tendrá ovarios ni podrá ser madre, pero es tan auténtica como las biológicas por que vive en nuestra mente. Somos especiales, eso nos une, que no sean los males del mundo los que nos separen-
-De acuerdo- Dijo Julia y agregó – Hemos votado, hemos decidido, debemos respetarnos-
Carmen se paró de su asiento y con voz grave dijo.
-Entonces yo quisiera agregar algo…-
Se hizo silencio para escucharla, yo temí que opinara algo en contra de todo lo dicho, pero no fue así.
-…en la heladera tengo dos botellas de champagne, creo que es una buena ocasión para abrirlas-
Por suerte ninguna de las que manejaban fue detenida por control de alcoholemia. Yo volví caminando despacio, pasé por los sitios en donde había trascurrido mi niñez, esa niñez en la que había comenzado a palpar la delicadeza de la ropa femenina. Llegue a mi casa, compré dos atados de cigarrillos en el quiosco, la quiosquera me preguntó por Eduardo, le dije que estaba de viaje por trabajo, me mandó saludos para él y comentamos algo sobre el clima. Luego me encerré en mi estudio a chatear mientras escuchaba a Shakira.

25. UNA CITA QUE NO ERA A CIEGAS
 Desde que puse mis fotos en sitios como Facebook y Flickr sumé gran cantidad de admiradores virtuales.  Crossdressers que aparecían y desaparecían después de dos o tres conversaciones por privado y de hombres cuya única obsesión era el sexo. En momentos como esos comprendía por que las travestis tienen como clientela mayoritaria homosexuales reprimidos. Pues aunque me veo bastante femenina cuando estoy montada lo único que les interesaba a los hombres que se contactaban conmigo era mi parte masculina y yo no les daba el gusto sabiendo que son idiotas que no se animan a salir del closet.
De vez en cuando encontraba alguien sensato y amable con quien conversar. Por lo tanto cuando contactaba un alma gemela, ya fuera un hombre o una crossdresser podía pasarme horas charlando.
Una noche harta de la televisión y sus pobres propuestas me enganché con el Facebook encontrándome, como era habitual, con varias solicitudes de amistad. Acepté, por curiosear, uno de ellos al azar y en cuanto se produjo la aceptación vi que estaba conectado y que me enviaba un mensaje para charlar. No demasiado original comenzó con ¿Qué eres? ¿De dónde eres? ¿Edad? Yo contestaba y a mi vez lo interrogaba. No escatimó información por lo que supe que era de mí mismo barrio y de mi misma edad.
Nunca acepto una cita a través del chat, cuando los hombres se ponen un poco molestos en cuanto a aquello de ¿Por qué no nos conocemos? invento cualquier excusa, como la de que estoy en pareja y soy fiel, aunque no suele ser un argumento convincente pues enseguida proponen que lo engañe o que hagamos un “menage a trois”. Mi ocasional interlocutor no parecía ir por ese rumbo. Charlamos varios temas, sobre el crossdressing, el travestismo, la homosexualidad, la homofobia y finalmente, sintiéndose comprendido por un igual, confesó su verdadera orientación sexual.
Me sentía cómoda, relajada y hasta estuve por proponerle yo misma que conectáramos la video llamada pero, a casi una hora de conversación fue él quien lo pidió. Con la peluca negra larga, un leve maquillaje, blusa negra, minifalda tableada y botas del mismo color estaba como para que no me reconociera ni mi madre, por eso siempre me sentí impune ante la cámara. Pero él estaba al natural y lo reconocí de inmediato a pesar de que el nombre en su perfil no coincidía con el real, era Alberto, compañero en el primer trabajo que había tenido apenas casada y en ese momento volvieron a mi mente algunas de las cosas que solía decir demostrando su homofobia. Y ahora estaba allí, podía hacer lo que quisiera con él, desnudarlo metafóricamente dicho. Tratando de no delatarme comencé mi ataque.
“¿Sabés que yo te conozco?”
Pensé que lo asustaría y cortaría la comunicación, pero no fue así, tal vez la intriga lo venció.
“¿Quién sos?”. Preguntó a su vez.
“No te voy a decir, me estás viendo, adiviná si podes”
“No tengo idea”
“Soy alguien que muchas veces te oyó criticar a los homosexuales”
“¿En dónde?”
“¿Y lo preguntas? Eso quiere decir que lo has hecho en muchos lados”
“No, por favor, muchas veces lo tuve que hacer para no quedar mal”
“Yo nunca hice eso”
“Es que es difícil asumir lo que a uno le gusta, por eso chateo, puedo decir lo que pienso con gente como vos que se ve que sos una excelente persona”
“Tal vez si, tal vez no. Pero para ser puto hay que tener los huevos bien puestos. Ahora fíjate, si no poníamos la video llamada nunca hubiera sabido que eras vos y creía estar charlando con una persona abierta de mente y sobre todo sincera”
“Soy sincero pero no es fácil”
A pesar de sus dichos cuando éramos compañeros de trabajo, yo tenía cierto afecto por él. Había estado presente en mi casamiento y yo en el suyo. Solíamos ir a tomar unas cervezas a la salida de la oficina y nos habíamos ayudado mutuamente por lo que decidí no hostigarlo más. Era evidente que se sentía mal por haber sido descubierto y además tampoco podía acusarlo de no salir del closet pues mientras tuvimos trato amistoso en aquellas épocas años atrás yo tampoco lo había hecho y ahora estaba aprovechándome de la posibilidad de no ser reconocida.
Estos pensamientos me ocuparon varios segundos.
“¿Estás ahí?” Preguntó.
“Si, discúlpame, me quedé pensando”
“Entonces me conocés y descubriste lo que oculté por años, pero vos no me decís quien sos”
“Por ahora no. Decime, ¿Todavía estas casado?”
“No, hace tres años que me separé. ¿Vos lo sabías?”
“No, lo deduje. ¿Ella sabía lo tuyo?”
“Ni loco se lo diría. Las mujeres son unas brujas. Será por eso que me gustan las travestis o las cross”
“Algunas también son brujas, no es una condición de género”
“¿Y ahora en que andas?”
“Si te referís a pareja, nada”
Y tras unos segundos agregó:
“¿Vos no querrías serlo?”
“No te tires lances conmigo que te conozco bien, pero podríamos ser amigos si te animas a encontrarnos en la calle”
“¿En la calle y vos travestida?”
“Por supuesto, lugar neutral, yo tengo asumida mi identidad sexual, claro que aunque no la ando divulgando a los cuatro vientos, no corro riesgo”
“¿Y qué riesgo corro yo?”
“Ah! Tenés miedo que te haga un escándalo, para que sepas soy una dama”
Era la primera vez, y la única, en mi vida que iba a tener una cita de chat pero la excepción bien valía la pena. Estaba dispuesta a divertirme, de modo que convinimos en encontrarnos al otro día en una tradicional confitería frente a la estación del ferrocarril. Para no abrumarlo me presenté, discreta, con pantalones no demasiado ajustados, botas grises, camisola de seda haciendo juego y la peluca negra, mi favorita.
En cuanto entré en el salón mi metro ochenta acaparó todas las miradas. Las cabezas giraron durante el trayecto hasta la mesa en que me esperaba Alberto quien me observaba anonadado y hasta tuve que acomodarme la silla yo misma pues él continuaba como si hubiera visto un espectro.
-Hola Alberto-
-Te juro que no sé qué hago acá, tenía unas enormes ganas de verte y al mismo tiempo me moría de miedo- Dijo aún sorprendido.
-¿Miedo a que? ¿A qué te vieran con una travesti?- Pregunté
-No, miedo a tu presencia, ustedes son tan seguras de sí mismas, son avasallantes-
-Pero yo solo soy una dulce gatita-
Se sonrió. Era evidente que se estaba acostumbrando a mi presencia, como casi todos los parroquianos pues ya habían dejado de mirarme. Se acercó el mozo, pedimos café con leche y medialunas.
-Por lo que veo nunca te encontraste con una travesti en un sitio público-
-Sí, claro, he ido a buscar travestís a Palermo, pero nunca pensé en sentarme con una de ellas a tomar algo en una confitería, además vos sos tan imponente y encima usas esos tacos. ¿Viste cómo te miraban cuando entraste?-
-Estoy acostumbrada-
Durante varios minutos rememoramos la charla en el chat del día anterior y a consecuencia de ello comenzó a relatarme sus aventuras con travestis y hombres en las cuales no solo era activo sino también pasivo. Lo dejé hablar, sentí que deseaba desahogar con alguien todas sus emociones, alguien que lo escuchara con la debida atención, como un hermano.
En un momento, entre un sorbo de café y el mordisqueo de una medialuna, le hice la pregunta.
-Te has sincerado conmigo sin tapujos y es evidente que era algo que necesitabas hacer. Confiaste en mí, confiaste en que te dije que te conocía y sin embargo no te revelé mi identidad. Ahora es momento en que me conozcas. ¿Adivinas quién soy?-
Me observó, entrecerró los ojos como haciendo un esfuerzo para encontrar en algún resquicio de la memoria o entre mis rasgos faciales una pista, una pequeña pista aunque fuera. Lo dejé sufrir un minuto en esa situación, luego lo miré a los ojos y le dije mi nombre.
Su cara era una mueca imposible de describir. Por suerte fue lo bastante discreto como para bajar la voz.
-¿Vos? Sabes que te hubiera cruzado por la calle mil veces y jamás me hubiera dado cuenta, que digo cruzar, estuvimos acá charlando casi una hora y nunca se me pasó por la cabeza-
-Gracias, eso es un halago para mí- Dije mostrando mis dientes en una abierta sonrisa.
-Ahora estamos parejos, conocemos nuestros secretos mutuos, eso nos hermana, más que antes-
-Eso, nos hermana, porque a pesar de gustarme a rabiar los hombres te aclaro que, solo por nuestra amistad anterior,  no podría tener sexo contigo-
-Perdé cuidado, yo tampoco podría-
-¿A tu casa o al mía?- Pregunté tomándolo de sorpresa.
-¿A qué?- Se asustó.
-No seas tonto, a nada, a terminar de charlar en un sitio más tranqui-
-A mi casa entonces- Afirmó.
De paso compramos facturas. Sentados en el living entre mate y mate conversamos durante horas. Recordamos los viejos tiempos, nos contamos nuestras frustrantes experiencias matrimoniales, y acerca de lo que hacíamos de nuestra vida en el presente. Había caído el sol cuando me fui, él, galante, quiso acompañarme a casa. En ese momento comprendí que me veía más como mujer que como el antiguo compañero de trabajo.
-No te preocupes, puedo cuidarme sola- Le dije tras darle un beso de despedida en la mejilla, único contacto físico que tuvimos durante toda la tarde.

 26. EDITANDO
 Habiendo encargado a Willy que se ocupara de terminar algunas tomas del último trabajo publicitario que estábamos haciendo, me encerré en mi estudio, en casa, a editar en la computadora la película sobre crossdressing. En primer lugar dejé aparte todas aquellas escenas en donde aparecían quienes no habían querido participar.          No era problema en cuanto a las ocasiones en que estaban frente a cámara ellas solas pero se me complicaba en las tomas abiertas donde se apreciaba a todo el grupo. Para evitarme problemas  las llamé y les expliqué la situación. Mónica no objetó lo que apareciera de soslayo, Antonia solo me pidió que lo evitara lo más posible. Rebeca se puso insoportable. En primer lugar me aclaró que había reiniciado su matrimonio prometiendo que jamás volvería al crossdressing y dejó que su esposa se ocupara de arrojarle toda la ropa a la basura.
-¿Y el grupo?- Fue lo único que atiné a preguntar.
-No voy a poder verlas más- Contestó de mala manera.
-Entonces me voy a sentir libre para decirte lo que siento, ¡Sos una pelotuda! ¿Cuánto tiempo crees que vas a aguantar sin ponerte una ropa de mujer? ¿Dos días, tres, una semana?-
-¡No seas hija de puta!- Exclamó y cortó.
A pesar del insulto no me molesté. Desde un primer momento me había caído mal, pero siendo la recién llegada procuré hacer buenas migas con ella como con todas, incluso pensé que la había rescatado de una situación que con sus propias palabras había denostado por intolerable y ahora salía con esto. Allá vos, pensé. No resistí la tentación de llamar a Julia para contárselo, pero ya lo sabía y no quiso hacer demasiados comentarios.
-Es su problema, cada una hace su vida, pero el tema es que todas sabemos bien que el crossdressing es algo que nunca se abandona y que salvo que se lo mantenga muy oculto es incompatible con el matrimonio cuando la esposa lo sabe y no pertenece al mínimo de mujeres que pueda comprenderlo-
No creí necesario agregar nada a sus palabras.
Sentarme a editar es una tarea que me gusta, algo que no le sucede a la mayoría de los directores que consideran que su único trabajo es filmar. Además fue una buena excusa para aislarme del mundo. Tras levantarme temprano, me vestía como siempre en mi casa, con prendas femeninas cómodas. Elegía minis de jean, musculosas holgadas  y chinelas de taco bajo. Luego me tomaba bastante tiempo en desayunar, algo que en otros momentos lo hacía a las corridas. Me sentaba tranquilo tras haber preparado una enorme taza de café, las tostadas con manteca o jalea y el vaso con jugo de naranja. Escuchaba las noticias en la radio y cuando había acabado con todo, lavaba lo que había utilizado y me ponía a trabajar.
Siempre me acompañaba buena música, preferentemente melodías de las grandes orquestas famosas en la época de los setenta como Caravelli o Frank Pourcel, o música clásica, que me mantenía de buen ánimo y no me distraía. En tanto iba armando el entramado del film sentado cómodamente frente a la computadora.  Sólo interrumpía mi labor el tener que ir al baño o cuando me acomodaba nuevamente en la cocina para picar algo al mediodía y así continuaba hasta la tarde matizando con varios pocillos de café y medialunas.
Había divido la película en seis partes, la primera era una explicación acerca de que era el crossdressing, donde las chicas expresaban su opinión y conocimiento del tema intercalándolas para dar mayor dinámica y mantener el interés. En la segunda mostraba la reunión en lo de Julia, los comentarios, las bromas, los diálogos, el clima de camaradería. En la tercera, la experiencia de salir a la calle, de contar como lo había vivido cada una y mostrando nuestra propia salida, algunas escenas en boliches como Angel´s, los reportajes a la gente y hasta la intervención de la policía. En la cuarta compaginé un reportaje a Claudia mientras mostraba su local y explicaba todos los servicios que atendía tanto ella como de los sitios donde encontrar ropa y calzado a medida, maquillaje, accesorios y pelucas. En la quinta hacía un paseo por varias páginas de Internet, blogs, Facebook mostrando la cantidad de sitios que aparecen en Google cuando se pone la palabra crossdressing en el buscador demostrando así la universalidad y la cantidad de hombres que lo practican. Para finalizar, en la sexta, coloque los reportajes que hizo Carmen a dos sicoanalistas, un hombre y una mujer cuyas opiniones distaban un tanto de ser definitivas y coincidentes pero que abrían una puerta para la introspección de cada crossdrersser.
Podía ser considerado un trabajo menor pero yo no lo tomé así. Le dedique mi mejor esfuerzo. Compaginé escenas, creé efectos especiales para los títulos y los créditos y elegí músicas de fondo como si estuviera elaborando un film para Hollywood. Cuando terminé podía decir que estaba satisfecho, de todas maneras, una vez que lo grabé en DVD, lo miré una y otra vez buscando donde perfeccionarlo. Esta búsqueda me obligó a hacer algunos cambios y volver a grabar otros DVD. Después de una semana de verla creí llegado el momento de terminar. Ya estaba en ese límite en el que si hay errores, no se ven de tanta repetición y era hora de hacerla ver por otras personas.
Llamé a Julia y Carmen para invitarlas a mi casa y que pudieran observar el material terminado. Combinamos para el sábado siguiente lo que llamamos graciosamente “almuerzo de trabajo”. Ese día me levanté temprano para hacer las compras. Pasé por la carnicería, la verdulería y el supermercado chino. A la vuelta me puse a cocinar, había decidido hacer pollo al horno con papas, comida en la que considero especialista. Además compré vino y una pastaflora de postre. Al mediodía llegaron, las recibí con un vestido rosa de breteles finos y sandalias de suela de acrílico y tacos aguja.
Debido a la impaciencia en primer lugar vimos la película completa, luego la volví a pasar deteniendo la imagen donde hacíamos algunos comentarios, la regresábamos para estudiarla detenidamente y cuando acabamos Carmen y Julia no cabían en sí de satisfacción.
-¡Esto es lo que siempre soñé!- Exclamó Carmen.
-¡Está perfecta!- Agregó Julia.
Respiré aliviada. No por el temor de que no aprobaran el trabajo, sino simplemente porque ya estaba con ganas de olvidarlo por un tiempo para tomarme un descanso.
Una semana después, la pasamos en la casa de Julia, con la presencia de todas las chicas, aun las que no habían participado excepto Rebeca. La aprobación fue total.
-Ahora debemos ver como logramos exhibirla- Argumentó Gabriela.
-De eso me encargo yo- Dijo Carmen –Tengo un conocido, dueño de una sala cinematográfica que me debe un favor-
Y volvimos destapar otro champagne.