Todo
comenzó debido a la más absoluta casualidad. Es muy probable que si pequeños
sucesos no se hubieran concatenado nada de lo que me sucede sería posible.
Lo
primero fue que debí buscar unos documentos para preparar mi declaración de
impuestos en mi escritorio, lo segundo que cuando me hallaba en el estudio, en
la planta alta de mi casa escuche una violenta frenada en la calle, lo tercero
que pudo mas mi curiosidad y me asomé a la ventana, lo cuarto que viendo que no
había pasado nada serio, seguí mirando y lo quinto que vi entrar en la casa de
enfrente a un señor muy bien vestido, que no era, a todas luces, ni un plomero,
ni el operario del cable u otro similar ni el marido de la señora que abría la
puerta, lo que podía asegurar pues conocía bien a mi vecino.
Podría
haber pensado que se trataba de algún pariente pero algo me indujo a seguir
observando. Pocos minutos después se prendió la luz del dormitorio mostrando,
disimuladas por la cortina dos siluetas que se unían en lo que era evidente un
abrazo. Luego se separaron, la mujer se acercó a la ventana y cerró las persianas
como si supiera que alguien los estaba espiando.
Le
dije a mí esposa que continuaría trabajando en el estudio. Sentado a mi
escritorio de manera que podía observar su puerta de entrada me mantuve
vigilante hasta que dos horas después el anónimo individuo salio tranquilamente
de la casa y se alejo por la vereda. Minutos después llegó mi vecino.
Me
bastaron dos semanas para darme cuenta de la regularidad de las visitas. El amante
de la mujer, llegaba los lunes, miércoles y viernes a la misma hora y se
retiraba puntualmente. Eran los días que mi vecino solía practicar tenis en el
club de su empresa. Lo sabía por que alguna vez me había invitado a jugar.
A
partir de allí se desataron en mi mente las mas disparatadas especulaciones
sobre como la mujer era capaz de correr semejante riesgo por unas pocas horas
de sexo. ¿Su marido no la satisfacía? ¿Era ninfomana? ¿Estaba enamorada? ¿O simplemente
quería agregar algo de aventura a la aburrida vida de un ama de casa de
cincuenta años?
ero
lo más insólito fue lo que me ocurrió a mí. Excitado ante semejante situación
fue naciendo en mí el deseo de saber que era capaz de ofrecer esa mujer para
que un hombre también corriera el riesgo de ser su amante. Seguro que no era
como mi esposa, que nunca fue capaz de aceptar algunas de mis ideas para hacer más
eróticas nuestras relaciones sexuales. Durante todo nuestro matrimonio habíamos
tenido sexo en la misma posición, mecánicamente, como si solo fuéramos animales
en celo. Debo decir que al menos satisfacía mis ansias eyaculatorias pero nada más
que eso. Veinte años de repetir lo mismo y cada vez mas esporádicamente. En algún
momento habían comenzado a aparecer los dolores de cabeza, el cansancio o alguna
otra excusa. Lo del cansancio era increíble. No trabajaba, en la casa un par de
empleadas le hacían todas las tareas, hasta le dejaban la comida preparada.
Nuestros hijos no estaba en todo el día ocupados en sus estudios y su única actividad
era reunirse dos veces a la semana con sus amigas a tomar el te.
Una
amante, eso es lo que yo necesitaba. No soy un adonis pero todavía los años no
me han pasado por encima. Por primera vez en vida de casado comencé a ver a las
mujeres con otras intenciones. Resultó un frustrante fracaso. Hasta ese otro día
de casualidades que hicieron que me encontrara un domingo por la mañana con mi
vecina en la panadería. Nunca nos habíamos tratado con familiaridad, pero luego
del saludo y hacer nuestras compras nos quedamos tomando un café. En ese
momento era solo una charla informal y casi banal. Pero los encuentros en la panadería
se fueron haciendo regulares y un poco por que ella se mostraba seductora y
otro poco por que mis fantasías estaban por explotar, casi como si fuera lo mas
normal del mundo decidimos tener sexo.
No
fue en su casa. Era demasiado evidente, por lo que nos encontramos en un
albergue transitorio a muchas cuadras del barrio. Que puedo decir de aquel
encuentro. Todo el vocabulario es exiguo para semejante desborde de pasiones y
locura. Ella era perfecta. Su piel tersa, suave, perfumada, era una invitación
lujuriosa a explorarla por todos sus montes, valles y bahías. Su vello pubico,
rubio, un trigal mecido por el viento, sus senos turgentes coronados por
enormes pezones la excusa para una suave mordida, su boca una caverna rosada
abierta a toda invasión. Sin maquillaje, sin aditamentos falsos, era natural,
joven de espíritu, ansiosa, sensual, dominante y dominada.
Comenzamos
en la cama, luego, como consecuencia de nuestros arrebatos sobre la frazada que
había caído al piso, seguimos por la alfombra y hasta bajo la ducha lo que nos volvió
a la cama. Hacia tantos años que mi hombría no estaba puesta a prueba de semejante
manera que me sorprendía mi respuesta. Había rejuvenecido tal como ella lo había
hecho.
No
fue necesario conversarlo demasiado. Quedamos en nuevos encuentros. Entonces
fue que vino a mi mente el origen de toda mi locura, su amante, el de los lunes
miércoles y viernes. No me preocupaba compartirla, de manera que le confesé que
la había estado observando. Temí que se molestara pero no lo hizo. Le propuse
otros días para nuestros encuentros pero ella fue clara. Su amante había
desaparecido sin dar explicaciones. Que en su momento lo había lamentado pero
por otro lado le estaba agradecida, pues ese hombre le había enseñado a vivir
nuevamente, a gozar, a entregarse sin reservas y que yo era el beneficiado de
su nueva vida. De manera que la tenía toda para mí, madura y joven a la vez.
Continuamos
viéndonos los lunes, miércoles y viernes. Su marido seguía rebotando pelotitas
de tenis en el club y yo le mentía descaradamente a mi esposa acerca de reuniones
de trabajo u otros compromisos ineludibles y ella lo creía. En el albergue
transitorio ya éramos clientes conocidos. Continuábamos haciendo el amor por
todos los rincones de la habitación, desaforados como adolescentes. Vertiendo nuestras
ansias contenidas tantas veces como era posible. Salvajes, ella como una mujer fatal y yo como el macho alfa de la manada, poseyéndola
como ella me poseía a mí.
Un
miércoles, ella tuvo que visitar a su madre enferma. Pospusimos nuestro
encuentro lo que me posibilito llegar temprano a mi casa. En el momento de
estacionar el auto, pude ver, con claridad al ex amante de mi vecina
despidiéndose de mi esposa.
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