De pronto
sobrevino el apagón. Oscuridad y silencio. Una a una se fueron apagando todas
las pantallas de celulares y computadoras. Nada funcionaba y los seres humanos
se encontraron frente a una encrucijada que jamás habían previsto.
Al principio
fue desconcierto. Se quedaron mirando la pantalla oscura sin entender lo que
pasaba. Luego llego el desenfreno. Intentaban como fuera hacerlas funcionar
pero era en vano. De nada valía apagar y volver a encender, o apretar botones
de forma lógica o alocada.
Imposibilitados
de comunicarse los seres humanos desconocían la vastedad del apagón
cibernético. Algunas televisoras que no dependían de computadoras para realizar
sus trasmisiones anunciaron la verdad apocalíptica. Pero no por mucho tiempo,
las proveedoras de energía colapsaron y ya nada funcionó.
Todo lo que
dependía de una computadora entro en crisis, los trenes descarrilaban en los
desvíos. Los aviones caían como moscas en medio de una nube de insecticida. Los
semáforos apagados generaban miles de choques en las bocacalles, la provisión
de agua y gas se detuvo.
Quienes vivían
en los altos edificios de las ciudades armaron sus valijas y buscaron refugio
en casas de los suburbios, pero al tratar de tomarlas sus habitantes las
defendieron a balazos. Los saqueos comenzaron. Al principio eran los
delincuentes de siempre que además de la comida se llevaban artefactos que jamás
volverían a funcionar. Luego, los seres honrados, los que jamás tomarían algo
ajeno, se lanzaron al robo y familias enteras rapiñaban lo que podían hasta que
se acababa. Nada se salvó, ni las cadenas internacionales de supermercados ni
los almacenes de barrio.
Las grandes
potencias sospechaban que sus enemigos les habían atacado pero no podían
confirmarlo. Imposibilitados de despegar las ojivas nucleares de los misiles
estallaban en sus silos.
Los mas decididos
se alejaron de las grandes ciudades y buscaron en el campo la tranquilidad que
deseaban, de a poco se fueron acomodando en casa abandonadas o en cavernas. Sin
otro elemento con el que generar energía prendieron fuego. El fuego primigenio
que dio origen a la humanidad. El que servía para reunir a un grupo a su calor
y cocinar la carne o el que servía para destruir las viviendas de otros.
En una
generación ya no había quién supiera como se manejaba una computadora. Los
programadores y reparadores de estos artefactos se suicidaban por doquier. La tierra se convirtió en un campo de
batalla. Y cuando quedaron solo aquellos más fuertes y aptos la violencia se
detuvo y la humanidad comprendió que el fuego, solo el fuego, era lo que podían
atesorar.
Y el mundo se
iluminó de miles de fuegos dispersos, alrededor de los cuales se concentraban
los sobrevivientes, aquellos que durante la Era Cibernética no habían perdido
contacto con la realidad.
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