Mi
infancia no era diferente de la de cualquiera de los niños del
vecindario. Jugaba con ellos todo el tiempo, al fútbol, a policías
y ladrones o a cualquier cosa que se nos ocurriera en el momento.
Eso
sucedía hasta que de pronto todo cambió. Y el minúsculo hecho que
logro ese cambio fue que mi madre, modista, no tenia un maniquí para
preparar y marcar la ropa que cosía para sus vecinas. Por lo tanto
yo hice el papel de maniquí y comenzaron a pasar sobre mi piel
vestidos, polleras, blusas y cuanta prenda femenina confeccionara mi
madre.
Ella no
tenia problema en verme así vestido y yo lo sabía por que una vez
le escuché decir a una amiga que le hubiera gustado tener una nena.
Y yo comencé a acostumbrarme a sentir la delicadeza de las telas tan
diferentes a los toscos tejidos de las prendas masculinas.
Tanto fue
así que un día le dije que yo quería vestirme con su ropa y ella
accedió sin reparo. Y desde ese entonces yo andaba por la casa con
sus polleras y sus vestidos. Y cada vez me gustaba mas, y cada vez
sentía que me quería convertir en una mujercita y rogaba por que
hubiera un milagro que lo lograra.
Aparte de
eso no tenia otro deseo. No se me había cruzado jamas que podría
interactuar con varones. Mi visión de una relación con un chico era
solo una novela romántica, inocente.
Hasta que
un día, mi madre debía hacer un tramite en la Capital y me dejó en
casa pues estaba mi padre, como de costumbre haciendo algún trabajo
en su tallercito.
A los
pocos minutos de que ella se fuera, él llegó desde el fondo y se me
acercó mientras yo miraba la televisión.
“Te
quiero preguntar algo”, me dijo
Yo lo
mire sin siquiera imaginar lo que quería y espere que continuara
“¿Es
cierto que te gusta andar por la casa vestido con la ropa de tu
madre?”
“Si,
papito”
“Y en
ese momento, ¿que sentís’”
“Que me
gusta”
“¿Pero
que te gusta? ¿Sentirte una mujercita?”
“Si,
papito, me gusta sentirme una mujercita”
“¿Y
vos pensaste las cosas que tienen que hacer las mujercitas?”
Me volví
a quedar en silencio. Yo no sabia que cosas tienen que hacer las
mujercitas y solo atiné a decir que no.
“Si sos
buenita conmigo yo te voy a enseñar” Dijo mi padre.
“¿A
vos no te molesta que yo quiera ser una mujercita?” Le pregunté.
“No, me
gusta y conmigo vas a aprender para ser una buena mujercita cuando
tengas novio”
“¿Cuando
tenga novio?”
“Si,
por que cuando estés con muchacho o un hombre si querés ser
mujercita tenes que ser totalmente obediente y hacer lo que te pida”
“¿Y
que tengo que hacer?”
“Yo te
voy a decir, pero primero quiero ver como te vestís de mujercita”
Me
levanté de la silla, fui hasta el ropero y tomé un vestido de mi
madre. Me saqué toda la ropa excepto el slip y me lo puse, luego
volví adonde estaba mi padre. El me miró pero no parecía
satisfecho y dijo.
“Estas
muy bonita así, pero para estar con un chico tenes que ponerte algo
mas lindo”
“¿Que?”
Pregunte.
“Veni”
dijo y me tomó de un brazo llevándome de nuevo al dormitorio.
Abrió un
cajones y sacó un corpiño y una bombachita, luego de otro cajón
saco un camisón transparente y dándomelos ordenó
“Ponete
esto. ¿Alguna vez te pusiste esta ropa?”
Me moría
de vergüenza. Esto no era lo mismo que los vestidos, pero tenia que
obedecer y me puse las prendas. De pronto me di cuenta, al verme en
el espejo, que estaba bonita, una extraña sensación se apodero de
mi, un calor intenso subió por mi cuerpo.
“Así
esta mucho mejor” Dijo mi padre y agregó “Vení, acá a mi lado
que vamos a comenzar con las lecciones”
Y dicho
esto, me rodeó la cintura con sus brazos y me acercó a su cuerpo
que se sentía caliente, quiso darme un beso en la boca pero la
diferencia de altura lo incomodaba. Por lo que se sentó en un sillón
y sin soltarme volvió a acercarme. Yo temblaba, no se si de miedo o
emoción.
“¿Que
te dije que tiene que hacer una mujercita cuando esta con un hombre?”
“Obedecer,
papito”
“Muy
bien, ahora tenes que hacer de cuenta que soy tu novio y entonces te
voy a ordenar que me beses el pito”
Y abrió
su bragueta sacando un pene erecto y duro. Yo lo miré. No tuve miedo
ni asco. Me arrodillé frente a él. Lentamente acerque mis labios a
su órgano y comencé a darle besitos en la punta.
“Ahora
abrí la boca”
Y yo la
abrí tan obediente como debía. Entonces fue introduciendo su pene
en mi garganta y yo sentía que iba a explotar. De verdad me estaba
gustando ser tan absolutamente sumiso. El me tenia la cabeza con las
manos y al mismo tiempo movía el pene dentro de mi boca.
“Ahora
te voy a convertir en mi novia, cuando yo acabe te vas a tragar todo,
no te preocupes, es rico y te va a gustar tragarte la de todos los
chicos que te lo pidan”
Y me
tragué todo su semen, Y me gustó. Luego me dio un gran beso
introduciendo su lengua donde antes había estado su pene. Y yo que
tal vez para los sicólogos no tenia edad para el goce sexual, en
realidad me sentía en las nubes. Quería hacer eso con mi padre
todas las veces que el quisiera. Y así fue.
Cada vez
que nos quedábamos solos en la casa me sometía de esa manera y yo
vestidito con un corpiño y una bombachita aceptaba todos sus deseos.
Hasta que
llego el día en que mi madre debió hacer un viaje a otra ciudad por
el fallecimiento de un hermano. Dijo que se quedaría dos o tres días
con sus parientes y entonces mi padre sonrió de placer y yo sabia, o
creía saber lo que iba a suceder en ese tiempo.
Al poco
tiempo de irse mi madre él se acercó y me ordenó ponerme linda
vistiendo la lencería que tanto le gustaba. Fui al dormitorio me
puse las prendas y volví a la sala. Mi padre me esperaba sentado en
el sillón, pero a diferencia de otras veces estaba completamente
desnudo. Era la primera vez que lo veía así. Solo bastó un gesto
para que me arrodillara frente a él y comenzara a besar su pene. Lo
introdujo en mi boca y después de un rato cuando creí que iba a
tener ese espasmo con el que vertía su semen en mi boca, se detuvo.
Se paró y tomándome del brazo me llevó al dormitorio.
“Subite
a la cama y ponete como un perrito” Ordenó.
Me subí
e hice lo que me dijo. Él se puso detrás de mi, untó sus dedos en
crema de manos y me los fue introduciendo en el ano. Fue un proceso
lento. Jugaba con sus dedos dentro de mi y a medida que los iba
llevando mas adentro yo cada vez mas deseaba que no terminara.
Instintivamente moví mi culito hacia atrás y exclamó
“¡Mirate,
ya te estas comportando como una verdadera putita!”
Y yo
sentí orgullo de que que me dijera putita. Por que había escuchado
a los chicos mayores lo que les gustaban las putas y si yo era como
ellas seguro que iba a poder estar con ellos y obedecerlas como me
dijo mi papito.
Al rato
sentí que algo mas grueso que los dedos estaba entrando por mi ano
dilatado. Mi padre se había acomodado y su pene estaba haciéndome
perder la virginidad. El dolor era intenso, pero el placer tambien Yo
deseaba mas. Mi padre se movió unas pocas veces y de pronto sentí
un liquido caliente invadiendo mi recto. Y supe de que se trataba.
Esa tarde
me penetró dos veces mas. En una totalmente acostado boca abajo y en
la otra hacia arriba pero con las piernas levantadas. Fue el primer
momento en que vi la cara de placer de mi padre mientras me cogía,
por que yo conocía la palabra, se la había escuchado a los
muchachos de la esquina.
Tres
días. Cada día me lo pasé solo en corpiño y bombachita a pedido
de mi padre que cada vez que lo deseaba me tomaba de la cintura, me
sacaba la bombacha y me volvia a penetrar y a penetrar y a penetrar.
“Ahora
sos mi esposa” Me dijo un día
“¿Y
mama?” pregunté inocente.
“Tu
madre no quiere saber nada. Es mas fría que el hielo. Desde ahora
vas a dormir conmigo y ella en tu cama”
Yo creí
que mi padre bromeaba pero cuando mi madre regresó de su viaje se lo
dijo bien claro. Que él y yo eramos amantes, que me había
convertido en su esposa y que, de ahora en mas, yo iba a ser quien
durmiera con él. Mi madre aceptó todo sin chistar. Creo que hasta
estaba aliviada. Ahora debía ser yo quien obedeciera los desos de mi
padre.
Allí no
terminó la cosa. Convertida en esposa de mi padre creí que solo iba
a ser suya, pero él tenia otras ideas. Después de unos días
comenzó a preguntarme que haría si me encontrara a solas con un
muchacho y ese muchacho quisiera someterme.
“Yo te
soy fiel, papito” Contesté.
Pero no
era esa la respuesta que quería. Lo que deseaba era que yo tuviera
relaciones con otros hombres y que luego le contara todo lo que me
hacían por que eso lo excitaba. Y no pasó mucho tiempo para que
sucediera. Mi madre continuaba probando sus confecciones sobre mi y
lo hacia adelante de cualquiera como si me estuviera ofreciendo,
sobre todo cuando estaba Pedro, un vecino del barrio de dieciochos
años. Después de dos o tres veces que Pedro presenció el hecho de
verme con unas sugestivas minifaldas un día, delante mismo de mi
madre comenzó a acariciarme las piernas. Mi madre no dijo nada y
tampoco dijo dijo nada cuando un día después nos descubrió en el
taller de mi papá mientras escondidos, Pedro me manoseaba a su
antojo y me besaba en la boca. Por lo tanto mi vecino supo que tenia
el campo libre, yo le obedecía y mi madre no decía nada.
Una tarde
me invito a su casa, estaba solo. Allí, me vistió con corpiño y
bombachitas, me obligo a besar su pene, a introducirmelo en la boca y
luego me penetró salvajemente. A partir de entonces se convirtió en
mi amante, mientras mi padre, mi esposo, según él, me ordenaba que
le contara todas las cosas que me hacia Pedro y luego me cogía
también.
Y la
rueda continuó girando. Otros vecinos me tuvieron en sus camas. Me
venían a buscar a casa directamente y mi madre me dejaba salir con
ellos. Creo que no solo aceptaba lo que pasaba sino que parecía
gustarle. Tenia una hija putita y estaba satisfecha. De pronto
comenzó a confeccionarme ropa para mi de modo que ya andaba por la
calle con minifaldas inquietantes. Ya no me cortó el pelo y me
enseño a maquillarme.
Mi padre
continuó siendo mi principal pareja. Dormía con el todas las noches
y todas las noches me penetraba una y otra vez. Durante el día, en
especial por las tardecitas visitaba a mi vecinos. En ocasiones se
reunían un par de ellos y disfrutaba de su penes al mismo tiempo.
Ya
habituado a esta vida ni siquiera me importo cuando mi padre dijo que
para ser una mujer completa debia experimentar una violación de
varios hombres. Por lo tanto me llevó vestido de mujer al taller
donde trabajaba y me entregó a cinco de sus compañeros que me
hicieron todo lo que quisieron durante horas. Y yo lo disfrutaba. Soy
una puta, me decía a mi mismo y me encantaba serlo, gracias a mi
padre y a mi madre.
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