Monday, February 15, 2010

Pesadilla

Nunca creí que iba a llegar a esto.Claro, cuando se es joven parece que la vejez es algo tan lejano que no existe, pero inexorablemente se hace presente. No le tengo miedo a la muerte, la muerte suele ser una liberación y en mi caso debe ser así, por que ya no soporte esta vida.
Ser anciana no me molesta, lo malo es caer bajo la dependencia de otras personas que no tienen el más mínimo interés en una. Y aunque haya sido una destacada personalidad del arte y la cultura, todos se empeñan en tratarme como si fuera una idiota que no sabe pensar por si misma.
No solo se trata de que quieren imponerme donde sentarme, cuando acostarme, cuando levantarme, si debo tomar fresco o ver la televisión. Lo mas grave es que ya no puedo vestir mis prendas femeninas. Por que soy crossdresser, ¿sabe?. Primero tuve que renunciar a mantenerme depilada y ver crecer ese vello que me remite a la parte de mí que detesto. Y de la ropa ni hablar. Le pedí a mis hijos que me trajeran algo, aunque sea, de todo lo que tenía en los roperos pero ellos no contestaban, era como si le hablara a la pared.
Trate de hacerme de unas prendas que encontré en el canasto de la ropa sucia y me descubrieron las empleadas del geríatrico.
-¿Que?.¿Ahora se hizo maricón?- Dijo una de ellas y las demás rieron como fuera realmente gracioso.
Cuando insistí con mis hijos, finalmente confesaron que Elena y Sara habían tirado todo a la basura. Elena y Sara son mis nueras, las muy brujas.
Luego, les pedí las fotos, como esas que adornaban mi dormitorio donde aparecía, entre otras cosas, con mis botas favoritas o con el vestido de seda verde que tanto me gustaba. Tambien las tiraron, admitieron. Mis nueras dijeron que era una inmoralidad, que yo era un pervertido y que sería la verguenza de la familia si se sabía que me pasé la vida andando por ahí vestido de mujer.
Usted ya esta viejo para esas cosas, argumentó la única empleada que me escuchó atentamente. El tiempo que prestó atención a mis reclamos antes de decirme estas palabras fué la única muestra de amabilidad que he conseguido en todo este tiempo.
¿Que voy a hacer sin mis prendas femeninas, sin mi bolsito de maquillaje, las pelucas y la bijouterie? ¿Por que tengo que renunciar a una parte de mi? Me han aprisionado. Dos veces. Una en este maldito hogar de ancianos y la otra dentro de mi cuero de varón que ya no puede volar, como antes, adonde la fantasía no tiene límites.
Así que ahí ando, llorando por los rincones. Bueno, a veces llorando y otras mirando atentamente donde, el empleado de mantenimiento suele dejar el veneno para las ratas.


Esto es ficción, pero desde que se me ocurrió la posibilidad de que me ocurriera algo así a mi o a otras cross me puso realmente mal y por eso decidí escribirlo como una forma de exorcisarla

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