Mi lugar en el mundo
Por
Alexia Montes
9na Parte de
“Mi aventura en Tokio”
Capítulo I
Instalarse en Uruguay
llevó bastante trabajo. Yo trataba de ocuparme de terminar de ordenar las tres
casas ya que tanto Marga como Keiko tenían bastante con sus trabajos. De todas maneras,
andaba también bastante ocupada con mis conferencias, conciertos y exposiciones
de arte, y por ello terminábamos las tres trabajando los sábados y domingos
hasta que todo estuvo en su lugar.
El trabajo no nos impedía
ir por la tardecita a la playa con el termo, el mate y tres sillitas a gozar de
las puestas del sol. Tener la playa tan cerca era un sueño que jamás creí que
iba a cumplir. Pero aquí estábamos, viviendo todo el fin de semana en bikini,
shorts y ojotas. Casi la felicidad.
Se hizo costumbre ir
a cenar a la ciudad. Nuestro favorito era Kitty en pleno puerto. Aunque a veces
alternábamos con alguna parrilla modesta o nada menos que con el restaurante de
Casa pueblo. Regresábamos muy tarde sin ningún temor.
En el medio de tanta
actividad me hice tiempo para escribir un texto relatando todas las locas vicisitudes
que nos ocurrieron en las mudanzas. No tenía intención de publicarlo en papel y
por eso solo la subí a mi blog, pero lo leyó mi editor y dijo que valía la pena
hacer, aunque sea una tirada cortita de prueba porque, además, estaba escrito
con bastante humor. Accedí ¿Qué otra cosa le podía decir? Quedó en avisarme
cuando lo tuviera.
Otra cosa que quise
hacer fue visitar a mis novias. Es cierto que cuando estábamos en Argentina había
estado en la oficina del arquitecto Castaño donde trabajaba Marga, pero nunca
tuve la curiosidad de pasar por la empresa de Keiko y su padre.
Para esas visitas me
reservé un día especial en que no tuviera nada que hacer. Primero salí con mi
Morris hacia la ciudad. El destino era una amplia plaza llamada Méjico. De
forma ovalada, en uno de sus lados estaba el edificio donde tenían su estudio
los nuevos socios de Marga y donde ella había alquilado con opción a compra un
amplio departamento en el tercer piso. El edificio era de ladrillo a la vista,
con detalles de balcones y aleros en color blanco. Solo tenía tres pisos, como
todos los de los alrededores y un gran parque en su entorno que se continuaba
en la plaza misma atravesada en su eje por la Avenida Italia.
Como Marga estaba
ocupada con unos inversores en el momento que llegué me dirigí al estudio de
los arquitectos. Son una pareja muy simpática. Eduardo y Sara me recibieron con
mucha amabilidad. Me convidaron bebida fresca y unas galletas dulces. Ella me
manifestó que había leído algunos libros míos. Luego me mostraron los planos de
un emprendimiento que estaban comenzando a estudiar para hacer con Marga y el arquitecto
Castaño.
Y yo no pude con el
genio y les hice un par de comentarios que no tenían intención de crítica.
Luego de abrir la boca me arrepentí. Ellos me miraron, miraron el plano y
preguntaron casi al unísono.
-¿También son
arquitecta?-
-Uy, disculpen. No era
mi intención. Me fui de boca- Dije tratando de arreglar la situación.
-No hay problema, es
que la solución que nos diste esta genial. No la habíamos pensado-
-No, no soy
arquitecta, apenas Maestra Mayor de Obras. Trabaje como diseñadora de muebles y
decoración. En uno de esos trabajos fue que conocí a Marga-
-Me parece que vas a
tener que venir mas seguido a visitarnos- Dijo Sara.
-Solo a hacer
sociales, ya tengo bastante con lo mío- Respondí.
Estábamos en esa
conversación cuando apareció Marga en la puerta, ya liberada de su reunión.
-Disculpen, pero me
tengo que llevar a esta hermosura- Dijo guiñando ojo
Y me llevó de la mano
a su oficina. Cuando entramos quedé maravillada. La vista a la plaza y su arboleda
era hermosa. Trasmitía paz. Las ventanas eran enormes y hasta tenía un balcón con
un par de sillas y una mesita. Ya había instalado los muebles. Una sala era su oficina
con un escritorio, un gran sillón y sillas enfrente. Otro sillón y una mesa ratona
y, completando el mobiliario una biblioteca. En la otra sala tenia dispuesta
una mesa de reunión con varias sillas y en la tercera un escritorio donde pensaba
ubicar una secretaria.
-Voy a buscarme una
tortita uruguaya- Me dijo para hacerse la chistosa.
No dije nada.
Completaba el
departamento un gran baño y una cocina también bastante amplia.
Marga se sentó en el sillón
tras de su escritorio.
.-Amo esto. Me siento
toda una empresaria-
-Si, pero más vale
que lo hagas funcionar. A propósito ¿Cómo anda todo?-
-Genial. Tengo inversores
de sobra. Hay un monto de gente que quiere invertir en emprendimientos inmobiliarios.
No me explico por qué estuvimos perdiendo tanto tiempo en Argentina. Eduardo y
Sara van a tener que buscarse mas empleados. ¿No te gustaría trabajar con
ellos?-
-Ja, ja. Recién me lo
ofrecieron, en broma por supuesto, pero, ni loca-
Así estuvimos un rato
conversando, café mediante y finalmente le dije que iba a pasar por lo de Keiko
también para ver su sitio de trabajo.
-Te dejo. Nos vemos
esta tarde. Tendré el mate preparado-
-Como siempre-
-Hay cosas que no
cambian-
-Como nuestro amor-
Dijo y tomándome de la cintura me dio un beso en la boca que me dejó en shock.
Sali a la calle, volví
a montar en mi Morris y me dirigí hacia La Brava, la playa que da directamente
al mar, al contrario de La mansa que se baña con las aguas del Rio de la Plata,
que del lado uruguayo parece mar. Tenía que recorrer toda la avenida que va paralela
a la costa hasta llegar a la entrada de la barra del rio Maldonado. Justo en la
curva se encuentra el complejo de edificios donde vive el señor Yamura y todo
su personal y por detrás, sobre una calle interna llamada Blanes Viale se encuentra
la construcción de la sede de la empresa. Allí me dirigí.
Estacioné el vehículo
en la playita de estacionamiento. De entrada, me impresionó el color blanco de
todo el edificio y una vez que entré mas aún la luminosidad interior. Había
grandes ventanales todo alrededor y lo que más me maravilló fue que había
sectores de pequeños jardines interiores con plantas diferentes. Crucé el gran
salón saludando a todos que ya me conocían de la reunión en casa de Yamura.
Pulcritud, orden, y buen ambiente. Da gusto trabajar así, pensé. en un extremo
había otro salón convertido en comedor y una cocina adjunta y mas allá los
vestidores.
Llegué hasta el
sector de oficinas. Primero ingresé en otro salón de generosas medidas donde en
tres cubículos, rodeadas de computadoras están tres empleadas, cada una absorta
en su trabajo, pero, por lo que pude advertir, bastante cómodas , teniendo a su
lado, cada una heladerita que, luego supe después, tenían comida provista por
la empresa. Los colores interiores eran claros y en algunos sectores se habían
pintado hermosos murales con temas japoneses. Las tres empleadas manejaban todo
lo referido a la administración. Una llevaba adelante ventas y exportaciones,
la otra compras e importaciones, la tercera el personal y su burocracia. No
había recepcionista ni secretaria. Keiko se ocupaba ella misma de su atención.
Ingresé a las oficinas
privadas. Allí me recibió Keiko. Estaba hermosa. A diferencia de cuando vivíamos
en Argentina su vestimenta era, sin perder la elegancia, mas informal. Su oficina
era amplia como todo. Tenía su mesa de reuniones y su escritorio y la necesaria
biblioteca. Casi todas las paredes eran ventanas con vista al parque. Después
que me mostró su oficina pasamos a una lateral, no menos amplia. Era la del
señor Yamura.
-Le hice hacer una
oficina para él, para que no deambule por ahí cuando viene y se sienta extraño.
Yo quiero que él se siga sintiendo el dueño de la empresa-
Me pareció excelente
idea.
Mirando los muebles advertí
que había un soporte para katana y wakizashi, pero estaba vacíos. Debo contar
aquí que en uno de mis tantos viajes me había traído un juego de espadas samurái
que ahora tengo en el living, en su soporte. Por eso me llamó la atención que
el de la oficina de Yamura no tuviera las espadas. Se lo pregunté a Keiko.
-Esta en el parque,
atrás, practicando “iaido”-
-¿Qué es eso?-
-Como desenvainar y
envainar la katana. Es todo un arte-
-Si, ya…como todo lo
que hacen los japoneses- Manifesté
-Si. Creo que a vos
te va a gustar, también tenes tus katanas-
-Voy a verlo. ¿No se enojará
si lo interrumpo?-
-No, le va a
encantar, sobre todo si te interesa-
-Bueno, ya vengo-
Y salí al parque
trasero del edificio. Caminé unos pocos metros internándome en un pequeño
bosquecito y en un claro vi al señor Yamura sacando y colocando la espada en su
“sata”. Era, en verdad, un arte. Todos los movimientos tenían la majestuosidad
de lo marcial. Nunca hubiera imaginado que desenvainar un espada fuera casi un
espectáculo.
Yo tenía alguna noción,
como que las espadas se guardan con el filo hacia arriba porque así se las coloca
el samurái en el cinto para sacarla más rápido y con el filo hacia el oponente.
También sabía que se colocan de arriba hacia abajo en el orden en que el
guerrero se las calza y que si tiene la empuñadura había la izquierda significa
tiempo de paz y si está a la derecha significa tiempos de guerra, aunque no sé cómo
sería en mi caso ya qué soy zurda.
Caminé alrededor del
señor Yamura para que me viera llegar. No fuera que se le escapara un golpe,
sabiendo yo que las katanas que usa son auténticas y pueden cortar a una
persona al medio. El me vio, pero no dejó de practicar. Así, mientras hacia sus
movimientos, totalmente concentrado, igualmente tuvo tiempo para hablarme.
-Bienvenida
Alexia-san- Dijo.
-Gracias- dije sin
saber que agregar.
-¿Le gusta?-
-Si-
-Me imagino. Usted
tiene espadas japonesas-
-Así es-
-¿Le gustaría
aprender “iaido”?-
-Sería interesante-
-Mas que interesante.
No se trata solo de desenvainar una espada. Es una filosofía. ¿Sabe que
significa “iaido”?-
-Ni idea-
-El camino de la armonía
del ser. Sus movimientos estimulan la concentración-
-Fabuloso-
-Cuando quiera,
acordamos un día y comenzamos. Usted se trae su katana y practicamos. Usted es muy
inteligente. Aprenderá fácil-
-¡Genial!- Exclamé.
-Aquí estoy todos los
días. La concentración aprendida me ha ayudado mucho a superar las
dificultades. La vida es un continuo desenvainar de espadas-
-El lunes, a esta
hora estoy por aquí. ¿Le parece?-
-Excelente. La voy a
estar esperando. Tráigase ropa cómoda-
Hice una reverencia.
-Lo dejo con su arte.
Nos veremos-
Y me fui contenta porque
cada vez que veo algo que puedo aprender mi corazón rejuvenece un poco.
Pase por la oficina
para saludar a mi novia japonesita. Ella sonrió levemente cuando me vio entrar.
-¿Vas a aprender
“iaido” con mi padre?-
-Si-
-Entonces voy a procurar
mantenerme lejos, no sea que corten lo que no deben-
Y no paraba de
reírse. Yo no dije ni una palabra. Keiko, al igual que Marga saben bien que cuando
no hablo es peor que insultara. Se contuvo.
-No te enojes, es una
broma. Mi padre es un maestro, de verdad. Vas a aprender mucho con él-
Y luego me abrazó y
me dio un beso en la boca que me dejó apabullada.
Rato después volvía a mi casa.
Guardé el auto, me fui sacando la ropa hasta quedar desnuda y luego me puse el
bikini. Fui a la cocina a calentar agua para el mate. En un rato llegarían mis novias
y les había prometido lo que nunca cambia, el mate vespertino.
Capítulo 2
Estábamos cenando en
Kitty´s, sentadas a una mesa en el deck exterior ya que la noche estaba
agradable cuando, de pronto, dijo Marga.
-Tendríamos que
invitar a los Aihara a visitarnos-
-Es una linda idea,
tendríamos que ver como están de sus ocupaciones. Mei y Yuzu estaban preparando
sus exámenes para ingresar en la universidad- Acotó Keiko.
Ambas me miraron como
esperando una opinión mía.
-Y…¿Si interesáramos
a Shou a que venga a hacer lo que no pudo en Argentina?-
Dije casi sin
pensarlo.
-Bueno, ahí ya no
vendrían de descanso- Manifestó Marga.
-No, pero Shou
estaría feliz y con toda su familia-
-El tema es que hay
que ver varias cosas, primero que a alguien le interese que venga Shou- Dijo
Keiko.
-Exacto. Y eso lo voy
a averiguar yo- Respondí.
-Y después que quiera
venir Shou, sabiendo de lo que pasó- Dijo Marga
-Si, pero Uruguay no
es Argentina. Voy a hacer algunas averiguaciones- Concluí.
Después de aquella
conversación me puse manos a la obra. En cuanto me quedé sola en mi casa luego
que mis novias fueran a sus trabajos, ingresé en Internet. Al poco tiempo de
buscar encontré la página de la Asociación Japonesa y su escuela de idioma y
temas culturales. Los llamé de inmediato y concerté una cita con ellos.
Esa noche me
comuniqué con la parejita feliz para hacerles saber de nuestra idea. Ambas se
manifestaron encantadas y me informaron que Shou estaría en Japón pocos días
después. Quedamos en que le comentarían la novedad mientras le aclaré que
todavía tenía que conversar con autoridades y la gente del colegio de la
Asociación.
Tras esa conversación Yuzu me contó que había
causado cierto revuelo el hecho de que se enteraran en la editorial en la que
trabaja, que yo me había mudado al Uruguay, pero que la opinión general era que
había hecho lo correcto.
Al otro día viajé a Montevideo en un taxi
aéreo. No tenía la más mínima gana de manejar y quería volver rápidamente.
Luego tomé un taxi y llegué al barrio de Colon, donde estaba la Asociación
frente a la plaza Vidiella.
Me recibieron con
todos los honores. Ya sabían quién era yo y se manifestaron contentos de poder
tener una charla conmigo. Les expuse que era solo una idea ya que si bien
conocía Shou muy cercanamente todavía no tenía su palabra.
-No hay problema. Es
un paso. También tendríamos que ver que piensan las autoridades del país…-Dijo
la directora y luego agregó.
-…sabemos lo que pasó
en Argentina y lo lamentamos mucho. El señor Shou-san debió haberse amargado
mucho-
-Si, así, es. Y no
imaginaba que hubiera llegado la noticia hasta aquí. Es otra lamentable muestra
de cómo se están manejando las cosas allá desde hace veinte años-
Les informé que tenia
cierta llegada al presidente y que intentaría poder verme con él para
comentarle nuestra intención lo que las sorprendió.
-¿Por qué hace esto
por nosotros?- Me preguntó la directora
-Porque amo la
cultura japonesa. Me siento muy identificada con ella y en cuanto al Uruguay a
pesar de que llevo poco tiempo viviendo aquí puedo ver que me recibieron muy
bien y que son un país que tiene visión de futuro, algo que falta allá, al otro
lado del río-
Después de despedirme
hice un llamado a la casa de gobierno. Ya que estaba en Montevideo podía
aprovechar el viaje. La secretaria de Lacalle Pou me confirmó que podía ir en
un rato aprovechando un hueco en la agenda del presidente.
Pasé por el Palacio
Presidencial a los pocos minutos. Como ya me conocen me hicieron entrar sin
demora a la zona de los despachos privados. Luego me recibió la secretaria que
me introdujo en un saloncito anexo a la oficina oficial. Allí estaba el
presidente tomando un frugal almuerzo, pero el detalle que me agradó fue que
también habían preparado un almuerzo para mí.
-No sé si es su gusto,
pero no teníamos otra cosa- Me dijo el presidente.
Le agradecí enormemente
y mientras comimos le expliqué lo que tenía en mente contándole los
antecedentes de Argentina que no desconocía. No necesite explayarme demasiado,
sobre todo porque no tenía tiempo, pero el hombre captó toda la idea inmediatamente
e incluso escribió un mensaje de WhatsApp mientras yo le hablaba y luego leyó
la respuesta.
-Bien, usted vea si
el señor Shou Aihara puede venir a asesorarnos. Aquí me informan que es una
gran persona con mucha experiencia y grandes antecedentes en el tema de abrir
escuelas en todo el mundo- Dijo mientras me mostraba su celular y agregó
-Hablaré con las autoridades de educación, le prometo, solo le prometo, que me
interesaría abrir tres escuelas en diferentes zonas y si contamos con la Asociación
Japonesa podremos hacer algo mas concreto-
Le prometí que en
cuanto hablara con Shou llamaría a su secretaria, le agradecí el almuerzo y
salí del edificio de gobierno plena de felicidad.
Esa noche pude
conversar con Shou y le expliqué lo que habíamos estado haciendo. Se mostró
encantado. Dijo que necesitaba tomarse un descanso en Tokio, pero podía
combinar con Ume y las chicas para tomar ese descanso en Uruguay antes de
iniciar cualquier tratativa oficial. Le dije que me avisara acerca de la fecha
de viaje y que no se preocupara por nada pues el tema de hospedaje estaba
resuelto, se acomodarían en nuestras casas.
Al otro día le
informé a la secretaria del presidente lo que había hablado con Shou y también
les conté lo mismo a la directora de la Asociación Japonesa. Todo empezaba a
armarse.
Marga y Keiko no cabían
en su asombro sobre la rápida manera en que llevé adelante toda la operación.
Y, al mismo tiempo, estaban felices de volver a ver a la familia Aihara.
-Che, ¿Y si les pagáramos
el pasaje nosotras?- Me preguntó un día Marga.
-Cierto, a nosotras
se nos ocurre invitarlos y se tienen que venir del otro lado del mundo- Agregó
Keiko.
-Si, no es mala idea-
Respondí, pero me quedé pensando.
Al otro día me llamo Shou.
Tenían una fecha para venir. Le dije que informaría a las autoridades para
combinar encuentros y reuniones. Conversamos un poco de la situación
internacional. También entró en la charla Ume que andaba por ahí y se mostró encantada
de poder volver a América, aunque la tenia intrigada nuestro nuevo lugar en el
mundo. Terminé diciéndole que le enviaríamos los pasajes vía Internet.
Esa tarde llamé a la
oficina de la secretaria del presidente para informales la fecha de arribo de los
Aihara y antes que yo pudiera reaccionar comenzó a pedirme los datos de los
cuatro. Me manifesté sorprendida y le pregunté si era algo relacionado con el
protocolo.
-Si, en parte. Pero
lo que estamos por hacer es enviarles los pasajes a través de nuestra embajada.
El señor Shou es una personalidad y queremos tratarlo con la merecida
deferencia-
¡A la pelota! Pensé. Era
evidente la notoria diferencia con el trato recibido en Sudacalandia. Cada vez que sucedía una cosa así me
felicitaba aún más por habernos mudado. De modo que volví a llamar a Shou y le
conté las novedades. Estaba feliz. En pocos días tendríamos a los cuatro en
casa. Eso sí, después de un viaje de 34 horas por Qantas con una escala en
Australia. Desde Montevideo hasta Punta del Este les contraté un taxi aéreo y
los estaría esperando en el Aeropuerto de la Laguna del Sauce.
Recibí un mensaje de
Yuzu en el momento en que estaban embarcando en Tokio. Luego otro cuando
llegaron a Montevideo. Les di los datos para que se contactaran con el piloto
del taxi aéreo y luego tomé la camioneta de la empresa del padre de Keiko que
le había pedido el día anterior y que tenia estacionada frente a mi casa. Me
dirigí a Aeropuerto que está a muy poca distancia y me ubiqué en un sector
anexo a la pista de aterrizaje esperando el vuelo.
Unos pocos minutos después
el pequeño avión realizó su aterrizaje sin inconvenientes. Fui caminado hacia
donde se estacionó. Estaba impaciente por ver a mis amigos.
Yuzu y Mei bajaron
primero del aparato. La dulce rubia vino corriendo hacia mí y me estrechó en un
fuerte abrazo. Mei, más tranquila, como siempre, se acercó y me tomó una mano.
-¡Que alegría volver
a verla Alexia-san!- Exclamaba Yuzu.
Las tomé a ambas de
sus cinturas, cada una a mi lado y les di un beso en las mejillas mientras le decía
a Yuzu.
-¿Cuándo vas a
llamarme solo Alexia?-
Rieron las dos.
Mientras tanto Ume y Shou llegaban a nuestro lado. Los saludé con fuertes
abrazos.
-Gracias por la
invitación- Manifestó Shou.
-Si, es invitación a
descansar, pero también a trabajar- Le contesté.
-Este lugar es
hermoso- Comentó Ume.
-Ya van a ver, esto
es casi el paraíso- Dije
-Algo vimos desde el
aire. Es una maravilla- Dijo Mei.
Mientras tanto el
piloto del taxi aéreo bajó todas las valijas e invitó a los pasajeros a
revisar, por las dudas que no quedara nada en el avión. Luego se ofreció a
llevar todo el equipaje hasta la camioneta, pero le dije que no era necesario.
Entre todos cargamos los bultos y los pusimos en el vehículo.
-Que distinto a
aquella primera vez que las visitamos. Recuerdo que tuviste problemas con el
estacionamiento y aquí te llegas hasta el pie del avión- Comentó Ume.
-Lugares distintos,
costumbres distintas y hasta gente distinta. Aquí van a notar que todo es más
tranquilo, más lento, nadie corre de mas. Estamos en una ciudad balnearia con
muchos turistas, pero lo mismo van a ver en Montevideo- Acoté.
-¿Keiko y Marga?-
Preguntaron.
-En casa preparando
la recepción. Hoy se tomaron el dial libre en sus trabajos, pero querían tener
todo listo para recibirlos- Respondí.
Una vez que la camioneta
estuvo cargada salimos del aeropuerto. Me llevó pocos minutos en medio de un tránsito
casi inexistente llegar hasta el barrio. Estaban fascinados con las vistas
sobre las playas y los bosques. A todo sacaban fotos y todo les llamaba la
atención.
Paré la camioneta frente
a mi casa.
-Bien aquí bajamos-
Dije
-¡Esto es
maravilloso!- No dejaban de exclamar.
Bajamos el equipaje y
les di las indicaciones para alojarse.
Dentro de mi casa
esperaban mis novias.
Capítulo 3
Marga y Keiko
salieron en cuanto sintieron el ruido del motor de la camioneta. Se sucedió una
marea de besos y abrazos. Todos se saludaban con todos y finalmente, después de
tan efusivo encuentro, tomamos las valijas y preguntando de quienes eran las
llevamos a la casa correspondiente.
-Ume y Shou se alojarán
en la casa de Marga y Mei y Yuzu en la de Keiko. Los almuerzos, las cenas y
otras reuniones serán en mi casa- Fui explicando mientras llevaba a las dos
parejitas, primero a lo de Marga donde les mostré el dormitorio que tenían
preparado y las otras instalaciones.
-Si quieren beber
café o comer galletitas o similares tomen de la alacena sin problema. Les hemos
dejado una buena provisión. También hay mate- Manifesté mirando a Ume que había
quedado fascinada con nuestra bebida nacional…y uruguaya.
Después de mostrar a
Ume y Shou su habitación nos trasladamos a la casa de Keiko, allí repetí la
ceremonia de indicarles el lugar y las provisiones.
-Todo esta genial. Me
encanta como lo organizaron- Manifestó Ume.
-Si, tenemos la
ventaja de que ahora hay una casa mas de cuando vinieron la primera vez-
Y tomado a Marga de
la cintura agregué.
-Para eso fue que me
conseguí otra novia, para que ustedes estuvieran más cómodos-
Entonces Keiko tomó
la palabra y dijo.
-Ahora vamos a dejar
que se instalen tranquilos, se cambien de ropa y darse una ducha si lo desean.
Han sido muchas horas de viaje y deben estar agotado y agotadas. Si lo desean
habrá un lunch en el jardín en un par de horas, así les damos tiempo para
acomodarse-
-¡Genial!- Exclamaron
todos y ambas parejas se fueron cada una a su sitio.
En tanto, la tarde
estaba ideal. No hacía ni frio ni calor. Mis novias y yo nos dedicamos a armar
una mesa en el patio de mi casa y colocar platos con galletas, facturas y
masas, además de vasos para jugo y bebidas gaseosas y algunas cervezas para
Ume. Luego del trabajo nos quedamos sentadas disfrutando del paisaje de
nuestros jardines y los jardines aledaños. De vez en cuando pasaba un vecino y
saludaba con la mano. Alguno, mas curiosos preguntaba si teníamos fiesta, al
ver la mesa preparada y solo contestábamos que había visitas. Creo que, en
Buenos Aires, jamás interactué con mis vecinos de esa manera.
Además de pasar de
regreso a sus viviendas, algunos sacaban sus reposeras, una mesita con una
bandeja con picada de fiambres y un vaso de cerveza y se dedicaban a regar el
pasto o simplemente a jugar con sus celulares tratando de descansar un poco de
sus actividades.
-Esto no tiene
precio- Dijo Marga.
-Allá en Argentina
vivíamos metidas en nuestras casas, casi ni salíamos a disfrutar del jardín y
en cambio aquí…aquí es todo tan tranquilo y abierto- Agregó Keiko.
Estaba por agregar
algún comentario a lo dicho cuando llegaron Yuzu y Mei que, rápidamente, se
sentaron cerca nuestro. Estaban hermosas. Evidentemente se habían duchado y aún
tenían el cabello mojado. Ambas vestían pequeños y sugerentes shorts y blusas
sin mangas. Mei conservaba esa belleza misteriosa que la hace tan atractiva y
Yuzu seguía siendo la pequeña polvorita alegre y locuaz. Les ofrecimos de comer
y beber y estaban por comenzar cuando llegaron Ume y Shou.
Dispersamos las
sillas alrededor de la mesa y comenzamos la merienda. La conversación se centró
en las vicisitudes del viaje y lo agotador que había sido.
En medio de la
reunión le envié un WhatsApp a la secretaria del presidente avisando que los Aihara
ya estaban ubicados en nuestras casas y que cuando lo dispusieran Shou podría
reunirse con quienes lo desearan.
Al rato recibí la
respuesta. En el gobierno deseaban que se tomara un par de días de descanso y fijaron
fecha y hora para el tercer día en la Casa de Gobierno pues el presidente
quería, antes de dejarlo con los especialistas, conocerlo personalmente.
Le trasmití las
novedades a Shou y ante su respuesta positiva avisé a la secretaria y luego les
notifiqué que debíamos comenzar a organizar un par de días de descanso, como ya
estaba un poco avanzada la hora de la tarde les dije que mejor nos quedáramos
en casa hasta la hora de la cena y luego en un par de autos iríamos a nuestro
lugar favorito, Kitty´s.
Tras eso les propuse
varias actividades para los días siguientes de las que debería ocuparme yo pues
Marga y Keiko estaban muy ocupadas, pero que luego se reunirían con nosotros a
la noche para cenar.
Así fue que
disfrutamos de la caída del sol. De a poco se fueron encendiendo los focos de
los jardines y nosotros guardamos todo lo que habíamos utilizado en la
merienda, mesas incluidas, lavamos la vajilla y volvimos a sentarnos en el
patio a gozar de la temperatura cálida.
La noche ya se había
instalado cuando partimos hacia el Puerto. En mi Morris iba yo con Yuzu y Mei,
casi una encima de la otra. En el Fiat Siena de Marga iban la conductora con
Keiko y el matrimonio Aihara, (El mayor, jaja. Siempre olvido que los dos son
matrimonio Aihara).
Llegamos al restaurante
y dado que lo habíamos reservado con anticipación nos ubicaron a una mesa cerca
del borde del muelle desde donde se podían ver los barcos anclados casi a nuestro
lado.
Me sentía plena y
feliz de poder agasajar a nuestros invitados. A amigos a quienes queremos tanto
y sobre todo poder resarcir a Shou de la lamentable experiencia que le había
tocado vivir en Argentina. Y Shou era consciente de que ahora las cosas iban a
ser distintas, por lo que también se lo veía muy feliz y ese estado lo trasmitía
a nuestra querida Ume, esa mujer tan especial que apoyó sin condicionamientos
el amor de su hija por su hermanastra. Eran un cuarteto tan especial que no
podía dejar de mirarlos cuando hablaban, cuando se reían y hasta cuando se
quedaban en silencio.
Mei y Yuzu eran algo
especial. Habían crecido tanto desde que las conociera. Estaban más maduras y
al mismo tiempo seguían siendo las mismas. Estaban hermosas y se notaba el amor
flotando por sobre sus cabezas. Se miraban, se ayudaban compartiendo la comida,
se reían de cualquier cosa. Amo a esas dos niñas.
Pero nuestros
invitados tampoco pasaban desapercibidos para el resto de los comensales,
muchos de ellos habituados a vernos solo a mis novias y a mí. Algunas mujeres se acercaron a la mesa a
pedirme un autógrafo, pero descubrí que en realidad querían verlos de cerca,
sobre todo a Yuzu Y Mei. algunas llegaron a preguntarme si eran actrices y no
faltó la joven que preguntó si no eran idols de k-pop.
Tanta atención dejó
asombrados a nuestras amigas y amigo. Se sentían sorprendidos y correspondían
con una gran sonrisa y un saludo.
Fue una velada
increíble. Después de la comida degustamos unos postres helados gentileza de la
casa. Hasta el dueño se acercó a la mesa para conocer a quienes nos acompañaban
y casi nos obligó a que no dejáramos de ir todas las noches mientras estuvieran
allí. Le dije que no podía prometérselo pues queríamos que conocieran varios
sitios. Pero al final le dije.
-Si, vale.
Vendremos…como atracción para la clientela-
La noche terminó,
bajando la comida y haciendo la digestión, caminado por el puerto.
Capítulo 4
De regreso del
restaurante la reunión continuó un rato mas en el living de mi casa con las
puertas ventanas abiertas para que entrara el fresco de la noche. Desparramadas
por los varios sillones, tomando una medida de coñac seguimos conversando de
cuanto tema se nos ocurría. Luego, cada pareja se fue a su dormitorio asignado
y Marga, Keiko y yo terminamos juntas, abrazadas y mezcladas en mi cama.
Me despertó la luz
del sol. Todavía era temprano, pero en el verano me encanta disfrutar de unos
mates cuando todavía todo es silencio. Generalmente lo hacía en el living, pero
aquí directamente me senté en una reposera en medio del patio. Soplaba una
brisa refrescante y sentí el fresco ya que solo tenía puestos un mini short y
una remera liviana.
De la casa de Keiko sentí
que llegaban voces y un ratito después aparecieron Mei y Yuzu. Me saludaron y se
sentaron en otras reposeras.
-¡Oh, que lindo,
mate!- Exclamó La rubia.
Extendí la mano y le
ofrecí uno que tomó con ganas. Después le ofrecí a Mei que, fiel a su manera de
ser, degustó con lentitud y saboreándolo.
Así estuvimos un
largo rato. Varios vecinos pasaron de ida a sus trabajos y saludaban sacudiendo
las manos. Nosotras le contestábamos. En eso llegaron Ume y Shou y mis novias.
La ronda de mate se hizo más extensa y finalmente Marga y Keiko dijeron que se
iban para sus trabajos.
-¿Hay algún problema
si llevo a nuestros invitados a conocer sus oficinas?- Les pregunté.
-¡Ninguno! Van a ser
bien recibidas- Exclamaron las dos.
-Bien, ya tenemos la
mañana ocupada, por la tarde vamos a ir a Isla Gorriti y por la tardecita les
tengo una sorpresa que nunca van a olvidar- Dije, sembrando de curiosidad a mis
amigas.
Después de la partida
de mis novias llegó a hacer la limpieza la señora Azumi a quien le encontramos
un hermoso departamento a pocas cuadras en un pequeño edificio con vista al
mar. Se alegró muchísimo de encontrar otros japoneses y conversaron un rato en
su idioma. Mientras yo preparaba la camioneta de doble cabina que me había
prestado el señor Yamura.
Al cabo de un rato
estábamos todos montados en el vehículo y partimos hacia las oficinas de Marga.
Afortunadamente estaba desocupada y les mostró a los Aihara todas las oficinas
y también pudieron conocer a la parejita de arquitectos. Por supuesto que nos
estaban esperando con un pequeño lunch de gaseosas y sándwiches de miga.
Después partimos
hacia la empresa y vivienda del señor Yamura para lo cual salí a la Avenida
Chiverta de la Playa Brava por una calle con un nombre tan original como “Mi
Hijo el dotor”. Mis amigas y Shou estaban fascinados con el paisaje. La avenida
es amplia y a pesar de la temporada tenía poco transito a esa hora. Finalmente
llegamos al complejo habitacional y visitamos al señor Yamura y su esposa. Fue
enorme la alegría del padre de Keiko al volver a ver a los Aihara y se mostró
muy contento de que pudiera hacer en Uruguay lo que no pudo en Argentina.
-Este país nos ha
recibido con los brazos abiertos…a todos. Estamos teniendo trabajo como nunca y
todas las facilidades económicas y legales- Manifestó el señor Yamura.
Luego de mostrar el
departamento, contar como había trasladados todo su personal y detenerse en la
descripción de todas sus reliquias traídas de Japón el señor Yamura dijo a
nuestros invitados señalándome.
-Y aquí tenemos a una
excelente aprendiz de “iaido”. Cada día perfecciona su técnica mas y mas-
Me sentí halagada.
Luego fuimos a las
instalaciones de la planta. En la fábrica el señor Yamura nos hizo un recorrido
con explicaciones de todo lo que se estaba fabricando. Mas tarde pasamos a las
oficinas donde nos recibió Keiko que, al igual que Marga, ya tenía otro lunch
preparado. Shou se mostró muy atento e hizo algunas preguntas sobre el manejo
de la empresa. Dijo que estaba asombrado acerca del orden, la limpieza y el respeto
del personal y de su asombro por la devoción que le tenían al padre de Keiko.
Después de estas
fugaces visitas manejé hasta el puerto. Allí nos embarcamos en una pequeña
embarcación hasta la isla Gorriti, situada a poco mas de un kilómetro de tierra
continental. Es una isla plana con bastante vegetación, hay un par de viejas
baterías con cañones y lugares de recreación, de manera que anduvimos caminando
por ahí, recorriendo sus hermosas playas. Como yo había llevado el juego de
mate y un par de termos nos sentamos en una de las playas a matear. A algunas
personas les llamaba la atención ver a japoneses tomando mate y miraban de
costado cuando pasaban cerca, pero a nosotros no nos importaba, las chicas se
sacaron multitud de fotos y selfis.
Regresamos en la misma
embarcación en que llegáramos y luego caminamos un poco por el puerto
curioseando los grandes cruceros. También visitamos el muelle donde descansan
los lobos marinos y donde van a pedir pescados a los pescadores. De regreso a
casa por el lado de la playa La Mansa Yuzu me preguntó si no podía adelantarles
la sorpresa de la tardecita.
-Si te lo dijo no es sorpresa-
Me atajé y no insistió.
Pasamos por casa pues
todos querían cambiarse de ropa después de estar todo el día con la misma y
como me pareció una buena idea yo hice lo mismo. Al rato llegaron Keiko y Marga
que se iban a sumar a nosotras para el evento sorpresa que, por supuesto, ellas
ya conocían.
Una vez que estuvimos
todas cambiadas nos subimos a los autos y nos dirigimos a Punta Ballena, mas
precisamente a Casapueblo. Hice una parte del trayecto por la avenida costanera
y luego me metí en pueblo de calles con curvas y contracurvas en donde casi me
perdí.
Cuando llegamos a la
entrada del complejo nuestras amigas no se sintieron tan impresionadas pues, en
realidad desde arriba no se lo puede ver en toda su magnitud, pero cuando
entramos se quedaron boquiabiertas. No podían dejar de recorrer las salas de exposición
y de observar todas las obras de arte de Carlos Páez Vilaró. Luego salimos a
las terrazas y observar la majestuosidad de ese rio que parece un mar volvió a
asombrarlos.
-¡Esto es
maravilloso!- Exclamaba Yuzu prendida de mi cuello.
-Y ahora viene lo
mejor, quédense aquí y esperen- Les advertí.
El sol comenzaba a
bajar lentamente. Las nubes tomaban un tinte rojizo, el rio era un lecho calmo
y oscuro. De pronto comenzó a oírse una voz en los parlantes, la de Páez Vilaro
diciendo:
“Hola sol, otra vez
llegas sin anunciarte…”
Mientras se escuchaba
de fondo los acordes del tema de Aranjuez.
El sol parecía
resistirse a hundirse tras el horizonte líquido. Se inflamaba cuando más se sumergía.
He visto estas puestas montones de veces desde la terraza de Casapueblo y todas
ellas he llorado de emoción. Conforme la luz desaparecía, Marga, Keiko, las
chicas Aihara, Shou y Ume lagrimeábamos sin vergüenza. Como casi todos los
presentes que habían ido a la hora mágica.
Nos abrazamos, nos
besamos. Reíamos sin saber por qué y volvimos a mirar el horizonte como deseando
que se repitiera el espectáculo. Un poco envidiando al principito que podía ver
las puestas de sol cuantas veces quería en un solo día.
Capítulo 5
Teníamos otro día de
descanso antes de que comenzaran las reuniones programadas para que Shou se
encontrara con funcionarios del gobierno y los miembros de la Asociación
Japonesa.
Aproveché la mañana
para pasearlos por los alrededores en los barrios más bonitos de Punta, luego
pasamos por Maldonado donde las llevé a la Plaza de la Torre del Vigía, una construcción
cuadrada, de color blanco, a la que se accede por una escalera y ya en el piso
superior se puede ver la costa del Rio de la Plata pues esa era su función de alertar
sobre posibles invasiones. En esa plaza también hay un monolito que marca la
línea del Tratado de Tordesillas que dividió América para los españoles y los
portugueses. Pasamos por la plaza San Fernando de Maldonado y vimos su
espectacular catedral, también recorrimos el Museo Nicolas García Uriburu y lo
que había sido el Cuartel general de Artigas. Finalmente las llevé a pasear por
la ciudad de Punta del Este dónde no perdieron tiempo en hacer algunas compras
de ropa y recuerdos.
Finalmente llegamos a
un punto de Playa Brava, a la altura de Parada 12 para disfrutar de una tarde
de playa. Había cargado en la camioneta sillas para todos y sombrillas y una
heladera con bebidas, además del tan deseado mate. Mientras cebaba estuvimos
conversando de todas nuestras experiencia y expectativas.
Estábamos en eso
cuando me sonó el celular. Era la secretaria del presidente que me avisaba que
al otro día al mediodía íbamos a ser recibidos en la Casa de Gobierno para una
entrevista con Lacalle Pou y que estábamos todos invitados pues deseaban
conocer a la familia completa y que luego, se nos haría un tour turístico por
la ciudad. Al otro día Shou tendría las primeras reuniones. Me parecía un plan
bueno e inesperado, en especial por el tour. Llamé a mis amigos del taxi aéreo
y combiné los vuelos. Cuando le comuniqué todo esto a los Aihara se mostraron
encantados.
-Estoy realmente
asombrado del recibimiento que hemos tenido- Dijo Shou.
-Es tan distinto a la
Argentina…- Manifestó Ume.
-¿Saben que pasa? A
pesar de que muchas veces se habla de una comunidad “rioplatense” en realidad
no existe esa comunidad, ni siquiera un parecido. Vistos desde afuera, desde
otros países podrá parecer que argentinos y uruguayos son lo mismo, si, tal vez
porque tomamos mate y hablamos español, pero las similitudes terminan ahí. Y no
solo a nivel del pueblo llano sino también entre sus dirigentes y políticos.
Los uruguayos también sufrieron terribles dictaduras militares y también tuvieron
una guerrilla de izquierda muy activa, pero cuando todo terminó el espectro
político se unió y comenzó a trabajar para la reconstrucción. En la Argentina,
ese pasado solo se usa para incrementar el odio. Además, es cierto que el
pueblo uruguayo es mucho mas culto que el argentino, es mas culto, mas
trabajador, más sencillo y no andan por el mundo creyéndose los mejores-
Mientras Ume y Shou
se quedaron tomando mate bajo las sombrillas me fui a jugar con Mei y Yuzu en
el agua. Hacía tiempo que no retozaba como una colegiala. Nos echamos agua,
corrimos por la playa, hicimos la plancha y nos perseguíamos para tocarnos con
las manos frías. Ambas estaban espectaculares. Se les notaba la formación de
sus cuerpos, ahora mas sensuales con sus cinturas estrechas y la curva de sus
caderas. Sus senos eran más notorios, aun en la rubia que no se destacaba por
ello. El juego terminó cuando tropezamos entre nosotras y caímos al suelo. No
nos podíamos levantar del ataque de risa que nos había agarrado.
Una vez que pudimos ponernos
en pie volvimos a las sombrillas. Yuzu, diligente, cebó en otro mate y así nos
dejamos estar, en silencio, contemplando el mar y tomando mate.
A la noche cenamos en
casa. Mei y Yuzu me ayudaron a cocinar y cuando llegaron mis novias ya teníamos
todo preparado, incluido la puesta de la mesa en el patio. De modo que
terminamos el día cenando a la luz de la luna. Las Aihara le contaron a Marga y
Keiko todo lo que habíamos hecho en el día y las novedades para la jornada
siguiente. Después del postre y el café nos fuimos a dormir. Había que estar
esplendidas para la visita al presidente.
A la mañana siguiente
desayunamos, nuevamente en el patio. Mis novias se fueron a sus trabajos y yo
me encargué de levantar la mesa y lavar la vajilla. Los Aihara, que habían ido
a cambiarse, aparecieron, cada pareja de su lado, muy elegantes. Mei acostumbra
a lucir hermosos vestidos, pero tanto Yuzu como su madre parecían distintas con
sus prendas, ambas de pollera larga y blusas sin mangas. Shou, de saco y
corbata también parecía otro.
Fuimos al Aeropuerto
en la camioneta que dejé estacionada dentro del hangar de la empresa de taxi
aéreo. Subimos al avión y realmente el viaje fue bastante breve hasta aterrizar
en Montevideo. El paisaje abajo era hermoso, volamos siguiendo la línea de la
costa, allá, a lo lejos, se veía la silueta de Buenos Aires. Tan lejos y tan
cerca.
En el Aeropuerto de
la capital nos esperaban dos autos que nos llevaron directamente a la Casa de
Gobierno. Una vez adentro fuimos recibidas por la secretaria del presidente que
se deshizo en saludos con todos los Aihara. Tras unos minutos nos hizo pasar al
despacho presidencial.
El señor presidente
estaba sentado en su sillón y se puso de pie para saludarnos. Fue muy caluroso
con todos, pero era evidente que admiraba a Shou a quien no dejaba de
estrecharle la mano. En un momento se dio cuenta que era demasiada familiaridad
ya que los japoneses son más tranquilos a la hora de saludar y ser disculpó,
pero Shou le contestó que todo estaba bien y que se sentía muy honrado de ser
recibido con tanto entusiasmo.
Nos hizo pasar a la
sala de reuniones en cuyo centro estaba ubicada una gran mesa alrededor de la
cual nos sentamos. En un costado pude observar que hasta habían tenido en
cuenta el detalle de colocar una bandera japonesa junto a la uruguaya. Sobre la
mesa en delicados mantelitos había una taza y un plato con algunas masas finas.
-Les ruego acepten
este lunch- Dijo el presidente y tras sus palabras aparecieron dos mozos
ofreciendo café o té. Cuando se marcharon comenzó la verdadera charla.
El presidente volvió
a elogiar la labor de Shou y era evidente que estuvo investigando sus
antecedentes pues conocía casi completa la lista de países en los que nuestro
amigo había colaborado y no perdió oportunidad de preguntarle como se las
arregló en sitios donde tenía a las autoridades en contra o sin prestarle
colaboración. Shou se mostraba a la vez sorprendido y a la vez exultante de que
alguien supiera tanto de su labor y se explayó en detalles que el presidente
escuchó atentamente.
Luego pasamos a temas
mas cotidianos, quiso conocer al resto de la familia y se mostró muy amable con
Ume, Mei y Yuzu. Al final se tomó unos minutos para agradecerme el hecho de lograr
ponerlos en contacto con Shou.
-Hemos logrado, sin
proponérnoslo, tener entre nosotros a una gran intelectual-
-Está exagerando- Le
respondí con una sonrisa.
Y en la despedida el presidente
se acercó a una mesa y tomo de allí varios paquetes. Eran regalos para todos.
Mei y Yuzu recibieron unos enormes libros, uno con fotos y detalles del país y
otro con la historia. Shou recibió una réplica del sable de Artigas y Ume un
juego de mate.
Cuando el presidente
iba a explicarle de que se trataba Ume exclamó
-¡Si, ya sabemos que
es! ¡Lo estamos tomando todo el tiempo!
Y la reunión culminó
en medio de un coro de risas.
Capítulo 6
Después de la reunión
con el presidente se nos puso a nuestra disposición una Van que nos llevaría a
recorrer los lugares más emblemáticos de Montevideo. Si bien habíamos hecho con
Marga y Keiko algunas escapadas a la capital nunca gozamos de un recorrido con
guía.
Lo malo era que mis
novias se lo perdían por sus trabajos, pero yo decidí tomar nota para repetirlo
con ellas en otra ocasión.
Conocimos el edificio
llamado Palacio Salvo y que tiene un enorme parecido con el Pasaje Barolo de
Buenos Aires. Además, vimos el Estadio Centenario, sede de la final del primer Mundial
de futbol de 1930 cuando Uruguay le ganó la final a Argentina.
Recorrimos el Zoológico
Villa Dolores y el Parque Rodó. También el Hipódromo Maroñas, el Barrio de
Carrasco y la Fortaleza del Cerro de Montevideo.
Lo más fascinante fue
caminar por sus playas, Pocitos y Malvin, entre otras, con gran extensión de arena
absolutamente limpia, el agua clara y con oleaje, siendo imposible de entender
que esa agua es del mismo rio marrón del lado argentino.
El tour no tuvo
descanso. Después de varias horas terminó en un lunch en dependencias del Ministerio
de Educación donde serían las reuniones posteriores en los tres días
siguientes. Dichos encuentros estaban programado para la mañana posterior pero
los funcionarios que iban a escuchar e intercambiar opiniones con Shou y los
miembros de la Asociación Japonesa estaban ansiosos de conocerlo y por eso organizaron
la reunión previa.
No solo Shou fue
centro de la atención. Los funcionarios sabían que Mei dirigía el Instituto
Aihara en compañía de su abuelo y que Yuzu logró imponer algunos cambios
sustanciales para dar mayor relevancia a la educación en el instituto. Por lo tanto,
se les pidió que también concurrieran los días siguientes y, tal vez por
respeto o por curiosidad también caí yo en la red de sus consultas. Tuve un
adelanto cuando una funcionaria conversó varios minutos conmigo queriendo saber
si tenía algún dato sobre la educación en la Argentina y por qué había
fracasado el intento del instituto japones en Buenos Aires.
Le di algunos datos, más
que nada impresiones mías y pareció darse por satisfecha, pero me invitó
formalmente a participar de las conversaciones por si quería aportar alguna
idea. Yo acepté complacida.
Esa misma tardecita
regresamos en taxi aéreo a Punta del Este. Viajar en avión de Punta a Montevideo
no era demasiado problema. Tener cerca de casa, a unos poquísimos minutos, el
Aeropuerto de Laguna del Sauce donde podía dejar el vehículo en el hangar del
taxi aéreo y luego un vuelo de 102 km y de solo 10 minutos a la capital. Dejar
el avión esperándonos y regresar por la noche era menos problemático que cuando
viajaba al centro de Buenos Aires, en tren y colectivos por trabajo cuando era más
joven. Sin empujones, sin problemas de horario y cómodamente sentados.
Por lo tanto, aunque
tuvimos una oferta para que nos alojáramos en un hotel de la capital,
preferimos seguir con los vuelos regulares y pasar las noches en casa. Los
Aihara no querían dejar de compartir los bellos momentos de las cenas al aire
libre bajo un clima no demasiado cálido y muy agradable. En tanto, la señora
Azumi continuó ocupándose de hacer las cenas y mantener las casas pues yo
también hacia el viaje diario para las reuniones.
Los tres días de
encuentros con los funcionarios fueron muy productivos y agradables. Mas que
por razones de trabajo parecían reuniones familiares, de familias que se llevan
bien, por supuesto.
Shou hizo un
detallado recuento de sus experiencias en los países de África y Oriente donde
había creado varias escuelas. Expresó los pros y contras y también hizo mención
a la manera en que había sido tratado por las autoridades nacionales o locales.
Por primera vez le
escuchaba muchas de esas anécdotas pues suele ser muy reservado entre nosotros.
Pero en este caso el gobierno quería saber a qué atenerse y que errores que cometieron
otros políticos, no debían repetir. Como consecuencia de escuchar algunos de
esos relatos quedaron espantados por la incapacidad o la decisión de las
autoridades de varios países de negar la educación su pueblo.
Esto último me hizo
pensar, pues si bien la lista que hizo comprendía en su gran mayoría a las
regiones del África profunda donde gobiernan dictadores sanguinarios, la
Argentina también estaba incluida debido a la lamentable acción de los
políticos del gobierno peronista.
Pero no todo era
negativo y Shou también enumeró como gobiernos de otros países, quizá vecinos
de los anteriores, le dieron todas las posibilidades de abrir escuelas y preparar
maestros para el futuro.
En otra jornada se
hizo una revisión global de la educación en Japón. Allí expuso Shou, pero también
Mei y Yuzu y hasta Ume que lo hizo en su condición de madre y de cómo había
tenido que educar a una jovencita siendo viuda, obligada a trabajar y sobre lo
que le había ayudado el sistema educativo japonés.
Posteriormente Shou
presentó un plan de trabajo adaptado a la idiosincrasia del Uruguay que causó
sensación pues los funcionarios se asombraron del conocimiento que tenía
nuestro amigo de su país y como lo había estudiado.
Shou tenía varias
carpetas preparadas y las distribuyó para que las leyeran.
-Perdóneme mi
traducción, pero creo que está bastante correcta- Aclaró.
Los funcionarios le
respondieron que debían tomarse un día para estudiar la propuesta y que se
volverían a reunir. Otros dijeron que también le habían parecido interesantes
las experiencias de las chicas y que tenían algunas anotaciones hechas también
para revisar.
Durante las reuniones
también fui interrogada yo acerca del pésimo estado de la educación en Argentina
y les hice una detallada descripción acerca de la manipulación y del adoctrinamiento,
de la falta de mantenimiento de los edificios, de las mafias sindicales y de la
falta de un programa de educación sexual, de los nombramientos políticos de
personas que no eran idóneas tanto en la burocracia como al frente de un aula.
Lamentaron muchísimo
mi informe. Les parecía imposible que la educación se hubiera degradado tanto
en un país al que años atrás admiraban
-Pero según los
informes oficiales los analfabetos son el 1.9 % de la población- Manifestó uno
de los presentes.
-Yo no sería tan
crédula con la información estadística de la Argentina. Y aunque fuera cierta,
la realidad es que una gran cantidad de los estudiantes no comprende lo que
lee. Se sabe que en la Universidad solo 4 de cada 10 entienden textos y un 58%
es incapaz de expresar por escrito lo que leyó-
-Terrible- Dijeron
los funcionarios casi a coro.
Después del día de
descanso volvimos a reunirnos. El ministro de Educación les entregó medallas recordativas
a todos los Aihara y a mí por mi colaboración en la posibilidad del encuentro.
Dijeron que las propuestas de Shou eran muy buenas. Que estudiarían el marco
legal para ponerlas en práctica y que lo invitarían en cuanto pusieran en marcha
su plan de estudios que sería supervisado por la Asociación Japonesa.
Nuestros amigos no
podían sentirme mas orgullosos y felices. Ahora era momento exclusivo de
vacaciones.
Capítulo 7
Mis lectores ya deben
estar extrañándome, pensé. Tal vez imaginaran que, en mi nueva vida reposada y
serena, lejos de conflictos políticos y sociales, ya no tengo ganas de escribir.
Lo cierto era que desde que pusiera un pie en Uruguay, salvo el diario sobre la
mudanza que se estaba vendiendo muy bien en Buenos Aires, no había pensado en
otro tema.
Mi editor había
acertado, como siempre, con su idea de publicarlo. Vio lo que yo, a pesar de
ser la autora, no había visto. Y era que no se trataba solo de un conjunto de
anécdotas mas o menos graciosas algunas y francamente agobiantes otras. Era, en
realidad, la mejor imagen de la huida en busca de otra vida, de otras
oportunidades, lejos del país y de su gobierno que hace todo por destruirlo con
la complicidad activa de sus militantes y la pasiva de una oposición cobarde.
El librito, no
demasiado largo y sencillo de leer no solo hablaba de mí, sino también del desastre
de la producción industrial, reflejado en lo que le pasaba a la empresa del
señor Yamura o lo relacionado con la construcción debido a la experiencia del arquitecto
Castaño. Y, sabía por gente en Buenos Aires, que estaba siendo comentado en las
redes, en los noticieros y hasta en los corrillos políticos. En realidad, no
estaba contando nada que ya no se supiese, pero, al parecer, la forma en que
estaba relatado era lo que lo hacía llamativo.
Mi editor comenzó a
urgirme un nuevo texto. Yo no tenía ganas de escribir mientras estaban los
Aihara de visita por lo que le contesté que esperara uno días a ver si se me
ocurría algo.
Nuestros amigos
japoneses se quedaron diez días más. En realidad, no me ocuparon todo el tiempo
en llevarlos de aquí para allá pues solían ir a la playa todas las tardes
cuando el sol ya no era tan fuerte y como solo hay dos cuadras entre las
viviendas y la Mansa no siempre los acompañaba, quedándome a organizar mis
papeles, algo que parecía no terminar nunca. Luego, ya casi sobre la puesta del
sol los pasaba a ver cuándo mis novias también hacían su aparición por el
lugar. Keiko y Marga se tomaron algunos días dejando cada uno de sus trabajos,
una en manos de su padre y la otra de sus arquitectos asociados. Estos últimos,
de todas maneras, no dejaban de llamar a Marga cuando tenían algún
inconveniente. Eran duchos para proyectar casas, pero de negocios inmobiliarios
no entendían demasiado. Marga, con toda paciencia les daba instrucciones por
teléfono.
Esos días los
aprovechamos para hacer varios paseos por la ciudad en donde Mei Y Yuzu
llenaron bolsas y bolsas de compras y finalmente organizamos una salida a La
Paloma, con una noche de descanso en un complejo de cabañas y regreso al otro
día.
Fueron 117 kilómetros
por la Ruta 9. Nos repartimos en la camioneta de la empresa del padre de Keiko
y mi auto. Llegamos en poco más de una hora y media. Nos alojamos en el
complejo Del Piamonte, a solo una cuadra de la playa en una zona con amplios
espacios todavía desocupados y calles mejoradas.
Después de dejar todo
lo que concernía a alimentos que habíamos llevado de sobra por las dudas de no
encontrar un sitio cercano para comprar, tomamos sombrillas, sillas y heladera
con bebidas frescas y nos dirigimos a la playa. A la hora en que el sol se puso
más fuerte, regresamos a las cabañas y en los vehículos nos fuimos a recorrer
la pequeña ciudad que no tiene demasiado que mostrar, salvo el faro y el puerto
pero que no tenia demasiado turismo y se podía andar tranquilamente sin estar
rodeado de gente permanentemente como en Punta del Este. Aprovechamos a tomar
el té en una confitería y regresamos a la cabaña antes de que terminara de
atardecer, no por que tuviera miedo a asaltos sino porque manejar con poca luz
y por calles desconocidas era riesgoso perderse. Esa noche cenamos, como en
nuestras casas, sacando la mesa al patio y descubrimos que todo el mundo hacía
lo mismo lo que era factible de ver ya que aquí tampoco hay cercos entre las
propiedades. La gente que llegaba de cenar en el centro del pueblo saludaba
atentamente y seguía su camino. Hasta bastante tarde la calle, que pensé que
estaría silenciosa, era una marea de bullicio. Cuando se calmó un poco,
quedábamos Yuzu, Mei y yo solamente afuera. Los demás se habían ido a dormir. Y
el ruido de las olas cercanas nos llegaba con toda claridad.
Al otro día, a pesar
de habernos dormido tarde, nos levantamos temprano para desayunar. Nuevamente
en el jardín. Luego fuimos a la playa donde nos las pasamos retozando como
adolescentes, incluidos Ume y Shou. Al mediodía almorzamos en una parrilla del
puerto y regresamos al jardín de la cabaña, a la sombra de los árboles a descansar.
Fue un lindo momento que aprovechamos a conversar largamente, de nosotros, de
nuestras culturas, de los proyectos para el futuro, de nuestros sueños.
Yo me sentía exultante.
Habíamos tenido una gran idea en traer a los Aihara a Uruguay. No solo nos
gratificaban con su presencia, sino que además el logro de que las ideas de
Shou fueran escuchadas era un gran triunfo.
A la tardecita
regresamos a casa. En cuanto llegamos nos dimos una ducha y cambiamos nuestras
ropas. Los Aihara prepararon las valijas pues al otro día partirían a Tokio,
vía taxi aéreo hasta Montevideo donde los acompañaríamos y luego otra vez mas
de un día en un avión de Qantas.
Por ser la última
noche por decisión unánime fuimos a Kitty´s a cenar. El clima estaba perfecto,
no hacía ni frio ni calor. Una suave brisa acariciaba los rostros. Todas las
mujeres nos habíamos puesto mini shorts y blusas sin manga y como calzado
chinelas de taco bajo para estar más cómodas. Shou usaba sus clásicos
pantalones pescadores y una remera de cuello redondo y ojotas en los pies.
Nos es un lugar que
sea elegante, pero tal vez estábamos bastante informales lo que no fue problema
alguno. El dueño nos tenia reservada nuestra mesa favorita y dada la manera en
que nos recibió y atendió se produjo cierta curiosidad general. Casi todos los
comensales se daban vuelta a vernos y de seguro, se preguntarían quienes
éramos. Pero otros, los habituales, que nos habían visto anteriormente, se
daban importancia saludándonos como si fuéramos viejos conocidos. Respondíamos
los saludos como un juego divertido, no recordaba las caras de todos, pero era
evidente que les parecíamos personas realmente importantes.
Solo tres acertaron
acerca de nosotros, o mas precisamente de mí, porque se acercaron con papel y
lapicera para que les firme un autógrafo y supe que me habían reconocido. Una
vez que pasó la ola de curiosidad tuvimos una hermosa cena, con una mezcla de
alegría y un poco de tristeza ante la eminencia del viaje de nuestros amigos a
su tierra.
Creo que en algún
momento se me escapó una lagrima.
Al regresar a casa
seguimos tomando café en el jardín. Era como querer prolongar hasta lo máximo
este encuentro. Era probable que Shou debiera hacer algún viaje a Uruguay en
breve y esperábamos con sinceridad que pudiera hacerlo con toda la familia.
Finalmente debimos
irnos a dormir. A la mañana siguiente salimos temprano para el Aeropuerto,
tomamos el taxi aéreo hasta Montevideo. Acompañamos a los Aihara hasta donde pudimos.
Entre abrazos y lágrimas que corrían imparables nos despedimos. Quedamos en que nos llamarían en cuanto
estuvieran en casa. Yo me sentía muy triste, Marga y Keiko no se quedaban
atrás.
Los vimos desaparecer
por el pasillo de embarque. Nos abrazamos las tres y regresamos a nuestro
avión, a casa y a nuestra rutina.
Capítulo 8
Era hora de volver a
la vida normal. Esa era la intención. Por de pronto nos quedamos tranquilas mis
novias y yo cuando recibimos una llamada del solcito Yuzu contándonos que ya
estaban en sus casas en Tokio, sanos, salvos y felices por los días que habían
pasado en Punta del Este.
Marga y Keiko
volvieron a sus tareas habituales, aunque se organizaron para tener horarios más
relajados. Sus emprendimientos marchaban de maravillas y estaban felices por
ello. Yo, mientras tanto, recibí varias invitaciones para tocar el órgano en
centros culturales y restaurantes de moda. Me dediqué a esa actividad y a
pintar ya que al menos tres galerías de arte de la ciudad me solicitaron obras
para vender. Al parecer mi presencia en la Punta ya era conocida tanto entre
locales como turistas y se había convertido en un suceso verme hacer cosas que
no fuera literatura.
Eso, sumado a que no
tenía una clara idea sobre que escribir, a pesar de que mi editor saltaba por
las mesas, dicho de modo figurado, insistiéndome que produzca algo, me costaba
encerrarme en mi estudio y prefería el aire libre.
Cargué mi atril, una
maleta con pinceles, pinturas y un banquito y me fui a la playa. Estuve
pintando amaneceres, mediodías y atardeceres, al paisaje circundante y también
tomaba fotos de las personas para luego pintarlas. A veces me quedaba en el
patio de mi casa pintado los jardines vecinos y ahí fue que empezó otra magia.
Un día no tuve mejor
idea que poner la canción Jersusalema en el You Tube. La había escuchado
anteriormente e incluso ya había sacado los pasos esenciales de la coreografía.
Y como cuando suena música comienzo a bailar sola. Al principio eran unos pasos
tímidos mientras pintaba luego me puse a hacer la coreografía completa. Los
vecinos que pasaban me miraban un rato y seguían viaje. Yo estaba exultante. A
medida que pasaba el tiempo me enganchaba mas y así fue cuando cuatro chicas
entre doce y quince años, hijas de vecinos, se pusieron a mi lado a bailar. Lo
hacían maravillosamente y empecé a disfrutarlo con mayor entusiasmo. Y más
cuando llegaron otras vecinas y muchachos y unos señores mayores. De golpe
éramos un grupo como de treinta personas bailando al son de la canción.
La actitud se hizo
contagiosa. Tanto que quedamos en juntarnos al otro día. Les pregunté si
conocían pasos de Suffle y casi todos asintieron.
-¡Bien, mañana
seguimos!- Saludé.
Esa noche les conté a
mis novias lo que había pasado y no lo podían creer. De manera que decidieron
quedarse un rato mas después del desayuno y verlo con sus propios ojos.
A la mañana siguiente
desayunamos, como de costumbre cuando la temperatura es agradable, en el patio.
Cuando habíamos terminado fue llegando gente. Marga y Keiko miraban asombradas.
Me levanté de mi silla, corrimos la mesa e hicimos lugar. Al rato puse la
canción y de pronto todo el mundo estaba bailando. Hasta mis novias se
mezclaron en el grupo moviéndose fascinadas. Al rato no tuvieron más remedio
que irse. Yo me quedé con toda la gente alternando Jerusalema con suffle. Era
increíble como gente de ambos sexos y de todas las edades estaban congeniando a
través de la música. Y yo era la culpable.
La noticia corrió por
el barrio y conforme pasaban los días se juntaba cada vez más gente. El patio
ya resultaba chico y pronto invadimos el jardín completo del frente de mi casa
y los jardines de las casas de Keiko y Marga, el motivo era solo bailar, y
bailar y relajarse y gozar.
Y como si eso fuera
poco un muchacho de los que concurrían se ofreció a hacer un video a nivel del
suelo y con un dron. Yo le pregunté a todos si estaban de acuerdo y como la
repuesta fue abrumadoramente positiva. Al otro día el joven trajo sus elementos
y bailamos como nunca. Editó el video esa misma tarde y lo subió a You Tube. De
pronto teníamos casi medio millón de visitas. Nos habíamos hecho más populares
aún. Y yo seguí anonada de semejante logro solo por dejarme llevar mis piernas mientras
pintaba.
Luego hicimos varios
videos mas. Sobre todo, porque quise hacer participar a mis novias. Fuimos a
bailar en las playas, tanto en la Mansa como en la Brava y hasta nos dejaron
coreografiar en la pista de aterrizaje del aeropuerto de la Laguna del Sauce y
en la explanada del Puerto. Se sumaba otra gente. Todos aportaban su alegría,
sus ganas de vivir, su ansia de hacer algo diferente y sobre todo me
reconfortaba la presencia de mucha gente mayor entre la que algunos bailaban
bastante bien y otro hacían lo que podían, pero se sentían vivos.
No faltó nada para
que me hicieran notas en los canales de televisión de Punta y de Montevideo. El
número de gente que me pedía autógrafos en la calle se multiplicó
exponencialmente. Antes eran solo mis escasos lectores, luego se habían sumado
los que me oyeran tocar el órgano, pero ahora casi no podía sentarme a la mesa
de una confitería a tomar algo pues me llovían pedidos de firmas. Marga y Keiko
se reían de mi situación hasta que comenzaron a reconocerlas a ellas como
acompañantes en los bailes y pronto tuvieron que soportar las consecuencias de
la fama y allí empecé a divertirme yo a costa de ellas.
Pero, como las olas
en el mar todo va y viene, al poco tiempo aflojaron los pedidos de autógrafos y
volvieron a su cantidad normal. De todas maneras, concurría bastante gente a las
galerías de arte y para mejor compraba mis cuadros. Yo había vencido aquel
sentimiento de considerar a mis obras como hijos a los que nunca voy a dejar ir
de casa. Ahora pintaba para vender, el consumismo me venció.
Y los recitales de
órgano seguían siendo mi entretenimiento de los sábados y domingos por la
noche. Los disfrutaba casi como, diría haciendo un juego de palabras, un orga…smo.
Mis novias estaban conmigo y ya habían comenzado a cantar algunos de los temas,
de puro audaces, las dos, pero gustaban al público, así que además de ser un
trio sexual nos habíamos convertido en un trio musical.
Y así fue que decidí
relatar todas estas experiencias en un libro. Contar lo maravillosamente bien
que nos había recibido Uruguay, desde su presidente hacia abajo. Contar sobre
la experiencia de Shou, sobre el baile, la música, la pintura, las clases de
“iaido” con el señor Yamura, los trabajos de mis novias, alterando los nombres para
evitar inconvenientes. La idea era mostrar la gran diferencia entre un país de verdad
y una trágica caricatura que sobrevive, quizá de milagro, del otro lado del rio
mas ancho del mundo.
Al mismo tiempo que
había retomado la notebook para escribir, seguía haciendo los encuentros de
bailes y mis otras activades, pero mi mayo orgullo fue cuando María Dezuliani,
la directora de Casapueblo me invitó a exponer algunas obras mías en un salón
del museo y no conforme con eso también incluyó que diera algunos recitales de
órgano y como colorario me propuso colaborar con ella para diseñar estampados
en telas. Yo no podía creer lo que me pasaba. Acepté todo, me convertí en
creadora full time.
Mi vida se convirtió
en un carrusel. Constantemente iba de aquí para allá. Todo era absolutamente
fascinante. En todas partes era reconocida. Estaba consciente de que debía
aprovechar el viento de cola.
Y más aún. Me
llegaron noticias de Japón. Estaba trabajando en el Estudio Wit para la
creación de dos mangas, uno con la historia de Yuzu y Mei que ya existe como
animé y otro con la historia de Keiko. ¿Qué mas podía pedir?
Capítulo 9
Recibí dos invitaciones
a reportajes de un canal de cable de Argentina. Eran interesantes desde el
punto de vista de que se trataban de un estilo intimista, solo periodista y
reporteado, sin estridencias, aunque sin dejar de lado temas ríspidos.
Uno de ellos era con
Luis Novaresio y el otro con Siriven. Acepté el segundo en detrimento del
primero, aunque conversar con alguien que salió públicamente del closet hubiera
sido una linda experiencia, pero debía ser en estudios ubicados en Buenos Aires
y yo tenía la firme resolución de no volver a pisar tierra argenta. En cambio,
la otra producción tiene la costumbre de moverse hacia el lugar de residencia
del entrevistado. De manera que los podía atender en mi nuevo lugar en el
mundo. Punta del Este.
Una mañana se apareció
por mi casa, previa cita, el equipo de la televisión. En realidad, eran solo
cuatro, Siriven, un microfonista, un camarógrafo y un asistente para tareas
varias. Con la señora Azumi habíamos dejado la casa impecable pero la mayor
parte de la nota fue en los jardines, aunque no dejamos de recorrer mi estudio
y mi atelier. Sentados, frente a frente, en cómodos sillones, con una mesa
ratona de por medio donde campeaban algunos platitos con picada y vasos de
gaseosa nos dispusimos al dialogo.
Siriven es un periodista
que antes de entrevistar estudia a sus invitados y por ello sabía algunos datos
de mi vida pasada. De todas maneras, pude contar acerca de mis estudios en el
colegio industrial y como me recibí de Maestra Mayor de Obras en un ámbito que
si bien había mejorado mucho, las mujeres todavía éramos una incipiente
minoría.
Luego hice referencia
a algunos romances, a trabajos en el ramo de la construcción y como fui
metiéndome poco a poco en mi actividad literaria que era mi vocación artística
primera y después como ingresé en temas como la pintura y la música casi sin
proponérmelo.
El periodista me
clasificó, medio en broma, medio en serio, como una anti todo y yo le respondí
que estaba cercano, muy cercano de la realidad. Por lo que fuimos desgranando
esos temas y dando mi opinión al respecto. Primero fue el populismo, luego el
feminismo, las religiones, el veganismo, el comunismo, el nacionalismo
chauvinista, el lenguaje inclusivo, los países del Tercer Mundo, por supuesto
el peronismo.
Para todo tuve una respuesta,
porque tengo una opinión formada, porque pienso por mí misma, porque no sigo a
ningún dios, ni ídolo, ni líder, ni medios de información.
-¿No cree que fue muy
dura al decir que la Argentina está poblada una mitad por chupamedias y la otra
mitad por cobardes?-
-No, es que alguien
tiene que decirlo a ver si así se despiertan-
-¿Sabe que su frase “¿No
tengo patria, himno y bandera, solo un terreno de 10x30 y lo demás…” se ha
vuelto popular?-
-No, no lo sabía. Después
de todo lo importante es como lo analiza quien lo escucha-
-¿Le parece un
problema que mucha gente joven, sobre todo, se quiera ir del país a trabajar en
otro lado?-
-Cuando un barco se hunde,
seria necio quedarse a bordo-
-¿La Argentina se
hunde?-
-Sin remedio-
-Pero un cambio de
gobierno el año próximo podría genera un cambio-
-No los veo capaces y
además no los van a dejar-
-En un momento se
dijo que usted iba a incursionar en política-
-A algún delirante se
le habrá ocurrido por interés, para llevarme a sus filas, pero yo no me caso
con nadie. Nada más alejado de la realidad-
-Hay muchas
personalidades que ingresan a la política ¿cree que la sanearan?-
-Definitivamente, no.
Son disfrazados de outsiders, pero nada los diferencia de los viejos políticos.
Hablan de renovar la política, de que desde adentro se puede trabajar, que sus
sueños de justicia y equidad solo se pueden mejorar desde la política. Mentira.
Muchas cosas se pueden mejorar desde muchos otros lugares. Desde las empresas,
los centros comunitarios, las organizaciones no gubernamentales…pero, claro, eso
implica trabajo y sacrificio y quienes se meten en política tienen otra idea en
la cabeza-
-¿Cree que defraudó a
alguien viniéndose al Uruguay?-
-No, porque no le
debo nada a nadie. Si alguien pensó que me iba a quedar en Argentina amargándome
la vida fue porque era un delirante. Jamás prometo lo que no puedo cumplir-
-¿Es feliz aquí?-
-Muy feliz. Y no solo
por mí. Por todos los amigos que se vinieron conmigo y quienes están trabajando
sin trabas y viviendo sin inseguridad-
-¿Es cierto que la
recibió el presidente?-
-Así es. El señor
Lacalle es todo un caballero, que además me ayudó a que un gran experto japones
en educación pudiera acercar sus ideas que fueron muy bien recibidas cuando,
justo antes de la pandemia, en Argentina, a ese mismo experto le hicieron la
vida imposible.
-¿Hay una actitud
diferente en Uruguay y en Argentina respecto a la educación?-
-En la educación y en
todo. Anote esta frase: “No hay una cultura rioplatense, los uruguayos y los argentinos
en lo único en que se parecen es en el idioma y el mate”-
-Se dice que está
escribiendo un libro sobre su experiencia uruguaya-
-Si, estoy en eso-
-Y, a propósito de
llamar orientales a los uruguayos, usted tiene un fuerte vínculo con el Japón-
-Absolutamente, tengo
una gran opinión sobre su cultura y además allí tengo muchos buenos amigos, y
lectores también-
-¿No pensó en irse a Japón
a vivir?-
-Si, pensarlo, lo
pensé. pero finalmente optamos por algo mas “cerca”. El tema era que la
decisión no solo me afectaba a mí , sino a mis novias y a una gran cantidad de
amigos que, como dije antes, también tenía necesidad de un cambio, pero de un cambio
que pudieran manejar, no tan drástico. Por mi sola, me hubiera ido a Japón, o a
Europa, a Paris, sobre todo-
-De manera que es
cierto que tiene más de una novia-
-Si, somos una
comunidad. Nos llevamos muy bien. Y no andamos boludeando con eso de las
Marchas del Orgullo ni cosa parecida. Somos tres personas que nos amamos y
punto. Es cierto que se hizo conocida la particularidad de la relación, pero
ese es un problema de los otros, no nuestro-
-Por ultimo. Siempre
afirma que no tiene ni ídolos, ni lideres. ¿Ni hay alguna persona en este país
que pueda admirar por sus cualidades?-
-Respetar, diría con
mas certeza. Si, hay una persona, y justamente esa persona es la antítesis
total del ídolo, será por eso que la respeto, y si…la admiro también. Y porque
es taurina. Se trata de Gabriela Sabatini. Muchos deberían aprender de ella. A
decir lo justo y no hablar pavadas, a cultivar el perfil bajo, a ser honesta, a
haber llegado con sacrificio y haber sabido retirarse a tiempo. Un ejemplo-
Y así terminó la
entrevista. Nos comimos el resto de la picada y se fueron felices de haber
logrado una buena nota.
Capítulo 10
Me estoy
aburguesando, pensaba de vez en cuando. Claro que se puede decir que siempre me
sentí dentro de la clase media. La clase de la gente que trabaja, estudia,
piensa en el futuro para sí y para sus hijos, la gente que da valor a la
dignidad y la honestidad, la que valora el esfuerzo y el mérito. Mi padre era
un trabajador, mi madre modista en el barrio, ellos se sacrificaron para que yo
tuviera estudios y les respondí con mi propio sacrificio, estudiando y
trabajando, ganándome la vida por mí misma.
No le debo nada a
nadie. No tengo compromisos políticos ni sociales, ni siquiera monetarios con
absolutamente nadie y por eso me considero independiente.
Y me gano la vida
escribiendo libros. Por ello fue que apuré el relato de mi experiencia uruguaya
y se lo pasé a mi editor en cuanto terminé de corregirlo. La respuesta por mail
fue inmediata. “¡No lo puedo creer!”
“Mas vale que lo
creas, te pongas a trabajar y no se te ocurra ningún chiste pavote” Le
contesté.
Días después me llegó
un mensaje de WhatsApp de Shou avisándome que en el Ministerio de Educación de
Uruguay fue aprobada, sin reformas, toda su propuesta. Que estaban organizando
los pequeños detalles y que al menos habían decidido hacer varias
comunicaciones de videoconferencias para que no pierda tiempo viajando y así
intercambiar propuestas y consultas mutuas. Además, le notificaron que en
principio la decisión era fundar seis escuelas y si funcionaban, lo que no
dudaban, continuarían con otras. Lo que le aclararon fue que cuando se
inauguraran esas primeras escuelas iban a invitarlo personalmente.
Otras noticias me
llegaron de Japón. Vía mail me enviaron las muestras de los dibujos de los
mangas de mis novelas. La primera donde contaba mi participación en la unión de
Mei y Yuzu y la otra con la aventura que vivimos con Keiko buscando su pasado.
Debo decir que me parecieron geniales los dibujos y les di de inmediato mi
aprobación. Prometieron enviarme mas material en cuanto fueran tomando cuerpo
las historias pues tenían dos equipos de mangakas trabajando, uno en cada
historia.
Con el transcurrir
del tiempo fui adquiriendo otra costumbre: No ver noticieros argentinos. Hace
rato que deseché la televisión como medio de información y me volqué al You
Tube buscando canales de noticias y todo tipo de videos, como documentales,
musicales, películas, series, tutoriales, curso de inglés y todo lo que me
llama la atención de ese mundo mágico. Con esa determinación logré la libertad
de elegir cuando y como quiero informarme. Así fue que ya no dejé que me
comieran el cerebro las noticias pesimistas de Sudacalandia. Mas aún, ni
siquiera miré los partidos del Mundial de Qatar y ni me importó el resultado.
Pero ocurrió un hecho
impensado en el que me vi involucrada. Fue
una invitación a un congreso feminista uruguayo. Cuando recibí la nota no lo
podía creer. O me están tomando el pelo o buscan despellejarme, pensé. Lo bueno
era que se realizaría en la misma Punta del Este y no tenia que moverme a mucha
distancia de mi casa. Fui con toda cautela. No temía un ataque físico, pero
podía ser posible que intentaran usar mi imagen para algún tipo de burla o
critica.
La reunión era nada
menos que en el Conrad o Enjoy como se llama ahora.
Vaya, parece que por
lo menos vamos a estar en un sitio agradable, pensé.
Y esa mañana, después
que mis novias se fueran a sus ocupaciones me dirigí al sitio del encuentro. El
trayecto me llevó pocos minutos, en cuanto me detuve en la puerta del
estacionamiento me hicieron pasar de inmediato. Dejé el auto y fui caminando
hasta el salón de convenciones. Por el camino me crucé con grupos de turistas,
la mayoría argentinos, que, o no me reconocían o me ignoraban a propósito,
salvo un par de señoras en la puerta del salón que me pidieron autógrafos.
Entré en el gran
ambiente como si fuera una reina. No quería demostrar que la invitación me tenía
sorprendida ni apabullada. Rápidamente se acercaron tres o cuatro señoras
elegantemente vestidas y otras jóvenes de aspecto normal. Nada de esos cortes
de cabello rapados a medias, ni pañuelos verdes en las muñecas, ni maquillajes
dark. Al menos estas feministas no eran del tipo radical, ignorante e
ideologizado que pululan por Buenos Aires.
Lo primero que hice
al saludar fue poner atención a su modo de hablar. En cuanto me digan algo en
lenguaje inclusivo pego la vuelta y me voy. Pensaba.
Pero no, estas
mujeres hablaban normal. Se presentaron, me entregaron un folleto muy bien
impreso y me indicaron que me sentara cerca del escenario pues seguramente iban
a solicitarme que dijera algunas palabras.
-No estoy preparada-
Respondí.
-No importa, aquí hay
unas personitas que le pueden hacer recordar las enseñanzas que les brindó-
Dijo una de las damas.
-¿Personitas?-
-Si, invitadas por
nuestra asociación luego que nos hicieran llegar un texto con un resumen de lo
que les estuvo enseñando-
Y caí. No podían ser
otras que Adela, la hija de Castaño y sus amigas.
Me llevaron al frente
del salón. Allí, en la primera fila de asientos estaban todas, o casi todas, en
cuanto me vieron se levantaron y corrieron a abrazarme generando bastante
bullicio. No cabía en mí de felicidad. No solo por volver a verlas sino por ver
que mis enseñanzas no habían caído en saco roto. Fue muy emotivo. Las abracé a
todas, una por una, y luego que conseguí que se calmaran me senté junto a
ellas.
-Sos increíble.
Venirse hasta acá por mí, traer a todas estas salvajes y darme esta sorpresa-
Le dije a Adela sentada a mi lado.
-En un momento
pensamos en avisarle, pero después decidimos que así sería mejor-
-¿Y si no venía?-
-Bueno, ahí la íbamos
a enviar a buscar- Respondió Adela riéndose.
En el grupo estaban,
para mi alegría, Paula y Emilia. Y Adela acompañada de su novia Brenda. Mas que
feministas parecíamos representantes del lesbianismo argento.
Y comenzó el
congreso.
Jamás imaginé que un
grupo de mujeres pudiera juntar tanta materia pensante. Todas las ponencias
fueron realmente interesantes y practicas. Nada de consignas altaneras e
ideológicas. Se plantearon los problemas de manera clara y concisa. Las
representantes del gobierno explicaron las medidas que estaban tomando respecto
de la violencia de género y de la igualdad en el trabajo. Pero no plantearon
delirios como el cupo femenino, ni hubo ni media palabra en lenguaje inclusivo.
Se trató la educación sexual en las escuelas y el respeto como norma a ser
inculcados desde niños.
Cuando promediaba la
reunión se me invitó a pasar al escenario. El aplauso fue unánime. Nunca
hubiera imaginado que un montón de feministas me aplaudiera. Hice un chiste
sobre eso y luego referí que me sentía muy a gusto en un sitio donde se
respetan las ideas.
Invité a Adela a que
subiera conmigo y juntas contamos toda la experiencia que había hecho con el
grupo y la hija de Castaño agregó que ese grupo había mejorado muchísimo su
relación con el entorno masculino haciendo respetar sus ideas y opiniones y que
también utilizaron el conocimiento que yo les había brindado para conseguir
mejores trabajos bien remunerados.
-No todo está perdido
en la Argentina con juventud así- Cerré el discurso.
Al finalizar el
primer día de reuniones se habían dado a conocer todas las propuestas que
llevaban las organizaciones feministas. En la siguiente jornada se redactaría
un documento que se daría a conocer al público y del cual se llevarían copia
los funcionarios de los ministerios que tuvieran que ver con el tema.
A la salida del salón
de reuniones se me acercaron varias damas para expresar su agradecimiento por
mi presencia y por el trabajo que había hecho con el grupo de Adela. En realidad,
me manifestaron su asombro pues tenían idea de que en el feminismo argentino no
se me quería mucho.
-Es así, no me
quieren- Aclaré y luego agregué -Lo que sucede es que yo trato de abrirles la
mente a las niñas, de hacerles ver que el mundo puede ser mejor si hombre y
mujer van a la par, sin odios ni slogans ideológicos. Pero eso requiere esfuerzo
y trabajo y es en lo que menos piensan del otro lado del río, tanto
organizaciones civiles como funcionarios-
-¿Va a venir mañana
para la lectura de la declaración?- Me preguntaron
-Por supuesto, no me
lo pienso perder-
Y, acto seguido me vi
rodeada de todas mis alumnas.
-¿Dónde están
parando?- Les pregunté.
-Aquí en el Enjoy-
-¿Y dónde van a
cenar?-
-Aquí, suponemos-
-¿Y cuándo vuelven a Buenos
Aires?-
-Mañana-
-¿Tan pronto?-
-No tenemos más
remedio-
-Bien, pero me van a
prometer que cuando puedan se vienen a pasar unos días conmigo en mi casa.
Aunque no sea todas juntas, pero sería preferible. De todas maneras, tendrían
que dormir en el piso, ja, ja-
-¡Aceptamos igual!-
Exclamaron.
-Bueno, pero hoy
están invitadas a cenar en un sitio mas lindo que el hotel-
Mientras daban
grititos de placer llamé a Kitty´s y le pedí una mesa para las nueve chicas,
mis novias y yo. Luego llamé a Marga y Keiko y les di la noticia. Quedaron
absolutamente sorprendidas.
-Como ahora no tengo
vehículo para llevarlas a todas, pasaré a buscarlas en una hora cuando mis
novias traigan sus autos. ¿Están de acuerdo?-
-¡Siiiiiiiiii!-
Exclamaron a coro.
Y esa noche nos
aparecimos por nuestro restaurante favorito. Insistí en pagar toda la cuenta.
Era lo menos que podía hacer por estas niñas que me hicieron sentir que hice
algo positivo en esta vida, además de criticar y fustigar a los ineptos, los
corruptos y los imbéciles. Fuimos el centro de las miradas nuevamente y tampoco
faltaron pedidos de autógrafos. Todas fueron contándome sus experiencias en
este tiempo en que no había sabido de ellas y yo aproveche para disculparme por
haberlas dejado sin apoyo espiritual debido a lo intempestivo y complejo de la
mudanza. Para solucionar ese inconveniente de la lejanía convinimos en hacer
reuniones por Zoom una vez a la semana en un día prefijado. Todas estábamos
felices del reencuentro.
Al otro día participé
y firmé, orgullosa, la declaración del congreso. Luego de despedirme de las
congresistas con las que quedé en vernos cuando fuera necesario, acompañé a las
chicas al Aeropuerto y las despedí parada en la pista viendo como se elevaba el
avión.
Me sentía
absolutamente feliz.
Capítulo 11
Debo confesar que un
sitio que comenzó a llamarme la atención cada vez mas fue el Puerto. Una de las
atracciones era ir a ver los lobos marinos cuando van a esperar que los
puesteros de venta de pescado hagan el descarte de algunas partes de los peces.
Solía sentarme a verlos nadar en las aguas cristalinas del puerto o asomándose
a pedir comida como perritos falderos de considerable tamaño.
Pero había otra cosa
que me daba vueltas por la cabeza. Los barcos. A diferencia de las niñas de mi
edad no solía jugar con muñecas ni con el juego del te practicando para ser un
ama de casa perfecta. Lo mío era el futbol y como juguetes los trenes y los
barcos. Y en el Puerto había barcos de todas clases, yates a vela o a motor de
todos los tamaños. Y un lujo que me daba envidia.
Me acostumbré a caminar
por la escollera observando detenidamente cada detalle.
Mi mente, enfermiza,
estaba tratando de dar forma a un deseo. ¿Y por qué no, tener un yate a motor.
A motor, porque navegar a vela puede ser muy gratificante pero para el que
tiene ganas de andar buscando el viento y corregir el velamen a cada rato. No
es lo mío.
Mi sueño comenzó a
ser una embarcación no demasiado grande ni demasiado pequeña pero con una
cubierta suficiente para tomar sol. Pregunté algunos precios. Y ahí me di
cuenta que estaba soñando demasiado caro.
Los que me dieron la
pauta fueron los dueños de unas de las galerías que se ocupaban de vender mis
cuadros. Ellos poseen un yate a motor de 40 pies de eslora, algo así como doce
metros, ni tan chico ni tan grande. Un día sentados en su oficina me hicieron
la cuenta.
-Un yate de 40 pies
usado, aquí o en Argentina, sale 330.000 dólares, lo que significa al cambio
argentino del “Blue” unos casi 124 millones de pesos argentinos, aquí, en
Uruguay saldría, en cambio, alrededor de casi 13 millones de pesos uruguayos. A
eso tenes que agregar el amarre en puerto, 52 dólares diarios por amarra mas 4 dólares
diarios por agua potable y otros 4,5 dólares diarios por electricidad, lo que
suma Mil ochocientos dólares mensuales de amarre. Y si quieres salirlo a navegar,
al precio del combustible en Uruguay por diez horas de navegación te gastarías
mil quinientos dólares-
-O sea que necesito
de movida 330.000 dólares, sin contar con que si lo compro usado tendré que hacerle
algún arreglo y en un mes solo saliendo diez horas me gastaría mas tres mil
trescientos dólares y eso sin contar con posibles arreglos por fallas
posteriores, permisos y seguros. Esto no es para mí. Estoy queriendo volar muy
alto- Afirmé.
-O si no…te alquilas
uno por el fin de semana-
-Ah, ah, eso suena
mejor. ¿Y cómo se hace?-
-Me temo que vas a
tener que averiguarlo en el Puerto. No conocemos los detalles-
Al otro día fui al
puerto y me contacté con crucero Samoa. Me atendieron con toda cortesía, como
es lógico.
-Un yate se alquila
mínimo dos horas hasta catorce y sale 6.000 pesos uruguayos por hora, lleva un
capitán y una persona para atención- Me dijeron y la oferta me pareció genial.
Así fue que decidí
que nos tomaríamos cada quince días unas horas de navegación por la zona del a
Mansa y en los alrededores de la Isla Gorriti, como una nueva manera de
relajarnos. Cuando se lo conté a mis novias saltaron de alegría.
-Jamás se me había
ocurrido- Dijo Marga y Keiko asintió.
Pero además surgió
otro deseo, hacer buceo. De inmediato comencé a buscar sitios donde contratar
excusiones y finalmente hallé uno. Scuba Divers. Me puse en contacto con ellos
y les consulté en todos los detalles que se me ocurrió preguntar.
De manera que ya que
tenemos el mar casi a nuestros pies, era momento de disfrutarlo, no solo desde
la playa. Otra manera de manifestar nuestro cambio de vida.
La primera
experiencia de salir a navegar fue flipante, como dicen los españoles. Sentadas
en la cubierta del yate con una bebida en la mano y dejando transcurrir el
tiempo mientras el barquito daba la vuelta alrededor de la Isla Gorriti, nos hacía
sentir como unas millonarias navegando por el Mar Egeo entre Mikonos y Santorini.
Habíamos alquilado el yate por tres horas incluyendo un capitán y una
sobrecargo que se ocupaba de que no nos faltara nada.
La idea de comenzar
con solo tres horas de navegación fue para averiguar si en verdad nos
satisfacía en nuestras ilusiones. Ninguna de las tres habíamos tenido una
experiencia así y era mejor averiguar si realmente nos gustaba para poder
seguir con la rutina de salir, cada tanto, a asolearnos en la cubierta del yate
como divas del jet set.
Debo confesar que
cuando llegamos al yate y entablamos conversación con el capitán la gente que
pasaba se detenía aunque sea unos segundos, a mirarnos. Sería que realmente
creían que éramos unas potentadas con barco propio. Y, al regreso, al descender
sucedió lo mismo. Nos despedimos de la tripulación y pasando por la oficina
arreglamos por un siguiente paseo. Estábamos entusiasmadísimas y tanto Marga
como Keiko no dejaban de felicitarme por haber tenido la idea.
Con el buceo la cosa
no fue igual. Estábamos aterradas. Curiosas pero aterradas. En primer lugar
pensamos que nos darían una clase de uso del equipo en una pileta, sin riesgos.
Pero en cuanto llegamos a las oficinas nos hicieron pasar, firmamos algunos
papeles donde básicamente no se hacían cargo de casi nada y nos llevaron al
embarcadero.
Sin pérdida de tiempo
subimos a una lancha en donde estaban el capitán y dos asistentes. Nos hicieron
saber que ese personal era especializado en atender a primerizos, por lo que
supuse que me quedaría tranquila. Si bien no haríamos nuestra inmersión en una
pileta nos llevaron a un sitio poco profundo cerca de la Mansa. Allí nos
explicaron todo lo concerniente al chaleco, el cinturón de pesas, el tanque y
el regulador de aire. Se lamentaron de que no tuviéramos trajes de neopreno
pues decían que con ellos nos sería fácil la flotabilidad en caso de salir a la
superficie y nos enseñaron a respirar tanto en el descenso como en el ascenso
para evitar el colapso de los pulmones aunque por la profundidad a la que
iríamos no era de demasiada importancia porque la presión del agua sería ínfima.
Así fue que me puse
el chaleco, me coloqué el regulador en la boca, el visor en la cara, acomodé el
snorkel para que no me molestara, ajusté el cinturón de pesas y prácticamente
me tiraron al agua junto con mis novias. Los dos empleados se arrojaron detrás
de nosotras y nos fueron guiando tomándonos del brazo. Enseguida le tomé la mano
a las patas de rana y pude ver como tomaba velocidad con solo agitarlas un
poco.
Tras el susto inicial
ya no quería salir del agua. Iba de acá para allá, me entretenía asustando a
Marga y Keiko, tomándolas de las piernas. Después comencé a tomar conciencia
del entorno y de los peces que pasaban a nuestro lado. Los perseguía por pura
diversión. Fue una jornada inolvidable y lo bueno fue que una vez en la lancha
decidimos que, al igual que la navegación, lo repetiríamos cada vez que tuviésemos
ganas.
Esa noche no pude
dormir. En realidad porque mis novias estuvieron vengándose de mis bromas en el
agua y me sostenían por la fuerza haciéndome cosquillas. En realidad no era que
me superaran en fuerza sino que las dejaba hacer porque lo estaba disfrutando. Mas
tarde tuvimos sexo…
Capítulo 12
Estaba paseando por
la Avenida Gorlero, una mañana. Sola, mirando vidrieras cuando noté que en una
esquina estaban paradas tres mujeres que me observaban. Muchas veces tengo esa
sensación. En ocasiones se acercan a pedirme un autógrafo y en otras, porque no
se animan pasan solo mirándome.
Después de haber
notado por un segundo la atención de que era objeto seguí con mi camino. De
pronto, una de ellas se desprendió del grupo y se acercó a mí. Me puse atenta,
no me gustaba el aspecto de su gesto. Era evidente que no venía a felicitarme.
En cuanto la tuve a
dos pasos retrocedí para que se diera cuenta que no me había tomado por sorpresa.
Me miró fijo a los ojos y espetó su discurso
-Dígame. Usted que es
una lesbiana famosa. ¿No le brota indignación por sus colegas que torturaron y
mataron al hijo de una de ellas?-
Me quedé muda. Ni
siquiera sabía qué me estaba hablando y se lo dije.
-¡Vamos, no se haga
la distraída!- Comenzó a levantar la voz.
Algunas personas que
pasaban se detuvieron presintiendo una pelea.
Sin bajar ni un
milímetro la vista, la reté en silencio a que me sostuviera la mirada. Me di
cuenta que tras el impulso inicial estaba aflojando.
-Si lo usted me
cuenta sucedió allá le puedo decir que hace rato que no veo ni escucho las
noticias de ese “país”- Respondí señalando con la mano un hipotético lugar donde
se supone que está Sudacalandia.
Una señora, muy
elegante, con una enorme capelina, se puso a mi lado y me contó lo que había
sucedido. Era, en verdad un hecho terrible imposible de entender. Cuando
terminó de relatármelo entonces comencé yo.
-Bien, si mañana un
señor, pongamos un recolector de basura, mata a un hijo u otra persona,
¿entonces hay que juzgar a todos los recolectores de basura?-
-Bueno, este…-
-No me interrumpa,
usted vino a molestarme y ahora va a escucharme. Esos dos monstruos deben ser condenadas
y si fuera yo les aplicaría la pena de muerte porque no hay pecado mayor que
atentar contra un hijo. Eso es un tema, el otro es como delirantes como usted
juzgan la situación. No voy a decir nada nuevo si afirmo que no todas las
lesbianas, ni todos los homosexuales, ni todos los heterosexuales son iguales,
hay gente buena y hay criminales en todos lados. De hecho, usted que probablemente
debe ser una persona que respeta la ley tiene un momento en que se cree
iluminada por Dios y viene a imprecarme por algo con lo que no tengo absolutamente
nada que ver…-
-Lo dejamos así…-
-No. Porque tengo algo
más que decirle. Por lo que me cuenta aquí la señora, que muy amablemente me
puso al tanto, la agresión se producía
por odio al género masculino. ¿Y quién genera ese odio? Las feministas, las que
les están llenando la cabeza a las jóvenes influenciables de que el hombre es
el enemigo y no el que debe ir a la par en la vida. Tengan cuidado con lo que
dicen, hay mucha mente retorcida por ahí que a la menor chispa hace un
incendio. Y ya terminé-
-Pero yo no soy
feminista-
-No lo sé, pero lo
cierto es que es una perfecta maleducada, porque podría haberme detenido con
toda educación, ponerme al tanto de lo que le había impresionado y solicitarme
una opinión, de manera tranquila en lugar de acusar a grupos determinados
minoritarios de esto o aquello, lo que probaría, que tiene alguna tendencia
homofóbica-
La mujer bajó la
vista. No sabía cómo seguir. Solo atinó a decir.
-Disculpe-
Mientras tanto yo
saqué mi celular y le tomé una foto cuando menos se lo esperaba.
-¿Por qué hace eso?-
Preguntó
-Porque así estamos a
la par. Yo soy una persona conocida, usted es anónima y eso la favorece. Ahora
ya no-
Las otras mujeres que
estaban con ella se acercaron finalmente y la tomaron del brazo. Una de ellas
me dijo.
-Discúlpela. Es que
quedó muy traumada por la noticia-
-Un ansiolítico no le
vendría mal-
-Si, disculpe de
nuevo. No nos esperábamos que hiciera lo que hizo-
-La disculpo
sinceramente, pero cuídenla-
-Si, gracias- Dijeron
a dúo las amigas y se llevaron a la mujer entre medio de la gente que colmaba
la vereda.
Miré alrededor y me
di cuenta que se había formado un grupo numeroso alrededor de mí. De pronto,
como reaccionado a un impulso me extendieron sus manos unos y me pidieron
autógrafos otros.
-No se preocupe ni lo
tome como cosa personal, hay gente que anda muy alterada en estos días “allá”,
como dice usted- Me dijo la señora de la capelina.
-¿Esa señora es
argentina?-
-Si, esta en el mismo
hotel que yo…-
Y dándome un fuerte
apretón de manos agregó
-Bien. Suerte y felicidades.
Todavía sigue siendo una persona importante del otro lado del rio-
Y se marchó. De a
poco me fui quedando sola y seguí mi camino.
Esa tarde, entre mate
y mate, les conté la anécdota a Keiko y Marga. quedaron sorprendidas.
-El mal nos sigue-
-Supongo. Quizá en el
invierno estaremos libres de sudacas, porque imagino que en Uruguay debe haber
también homofóbicos y delirantes pero no creo que en el nivel que teníamos
allá-
Pasaron dos días.
Continuamos con nuestras vidas normales. Entre otras cosas reconozco que el
excesivo calor y la sequía me estaban agotando. A veces no teníamos ni ganas de
salir a cenar a Kitty´s y nos la pasábamos en bikini todo el día dándonos
duchas en cuanto sentíamos el efecto de la temperatura. Yo trataba de escribir,
comunicarme con mis amigas de Japón y recibiendo los avances de los manga desde
el estudio Wit. Por otro lado mi editor me adelanto que ya tenía en preparación
el libro sobre nuestra experiencia en Uruguay y me preguntaba si lo iba a
presentar en Argentina. Le contesté decididamente que no. Un no enorme.
-Entiendo tu negocio
pero he jurado no volver a poner jamás de nuevo un pie en ese país y no lo voy
a hacer. Búscate un par de intelectuales que lo comenten en algún lado, eso sí,
que hablen conmigo primero y yo hago una presentación en Montevideo-
Estuvo de acuerdo.
Bueno…no le que queda otra.
Al tercer día del
episodio en la avenida Gorlero supe que la mujer que me había molestado insultó
a los gritos a dos chicas que iban de la mano por la playa e incluso las
agredió físicamente lo que motivó que se la llevaran presa y la enviaran a
Sudacalandia de regreso.
Capítulo 13
Se avecinaba la
presentación de mi libro sobre la experiencia de cambio de país. Mi editor
había resuelto publicar, a manera de extenso prologo, el relato en el que
contaba los detalles de la mudanza. No podría discernir si era una buena o mala
idea pero lo dejé hacer. Y el resultado fue que en una preventa ya estaban
prácticamente agotados todos los ejemplares de la primera edición.
Mi editor me mencionó
un par de periodistas, que no voy a nombrar, con los que había hablado para que
comentaran el libro en algún canal de televisión local o en una presentación
formal con público, pero ambos se negaron aduciendo que si yo no estaba no tenía
sentido hablar del libro.
En realidad tenían
miedo. Porque en esta ocasión no atacaba a alguna minoría o sector político aislado
sino porque, según ellos, se me había ido la mano con las críticas al país.
-¿Y que querían?
¿Acaso está prohibido criticar el país donde uno nació?-
Le contesté a mi
editor cuando me trajo la noticia. Él solo asentía en silencio.
No soy hipócrita. No
soy chauvinista, no soy nacionalista. ¿Por qué será que la palabra nacionalista
siempre me suena como “nazionalista”.
Bien, de hecho en
Uruguay algunas editoriales asociadas a mi editor estaban esperando mi propia
presentación y no podía negarme. De manera que quedó concertada para realizarse
en el Teatro Victoria de Montevideo, unos pocos días después.
Para poder dar un discurso
repasé lo que había escrito. Esta vez me estaba jugando una posición riesgosa.
Desde Sudacalandia podían reaccionar agresivamente y esperaba que en Uruguay no
se ofendieran ni se molestaran por referirme a ellos. Pero ello quizá no sería
tan problemático ya que era todo elogios para el país que nos había acogido.
Mientras se
organizaba la presentación oficial el libro se seguía vendiendo, al punto que
mi editor ya había largado al mercado una segunda tanda de ejemplares.
Evidentemente el público respondía y de alguna manera reprobó lo que los
periodista invitados se habían negado a hacer.
Pero la noticia sorpresa
fue cuando recibí de mi editor un mail anunciándome que las editoriales asociadas
de lo que llamaba el “Grupo Europa” o sea España, Francia e Italia estaban
vivamente interesadas en el libro y solicitaban hacer ediciones traducidas.
-En algunos círculos
creen que sería una excelente información para saber que está pasando por aquí-
Me dijo cuando horas después hable con él por teléfono.
Aunque no todo
terminó allí. Esa misma noche me llamó Yuzu preguntándome si estaría de acuerdo
en editar el libro en japonés porque la editorial estaba interesada pero
preferían hablar conmigo y tener mi opinión antes de tratar con mi editor.
-¿Ya les llegó el
libro?- Pregunté asombrada.
-Si, lo trajo un
empleado que anduvo por Argentina como turista y sabiendo que eres nuestra
escritora estrella lo trajo por curiosidad-
-Bien, por mi parte
tiene mi aceptación pero deben conversar con mi editor. Ah! Y gracias por lo de
escritora estrella, ya me siento una “idol”-
Yuzu rió con esa
gracia tan suya y luego corrió el celular para que saludara a Mei que estaba en
la cocina.
-Está aprendiendo a
cocinar- Dijo la rubia.
Mei me saludo con el
gesto de poner los dedos en V y con un beso. Luego dijo
-La extrañamos por
aquí-
-Tal vez no sea por
mucho tiempo según las noticias que me dieron. Yo también las extraño-
Solo pasó un día y mi
editor me llamó por celular.
-¿A que no sabes la
noticia que tengo?-
-¿De Japón?-
-Si. ¿No me digas que
ya lo sabes?-
-Exacto, y les di mi
aprobación-
-¡Perfecto! Ya me
pongo a arreglar todo con ellos-
Y llegó el día de la
presentación. Fui a Montevideo en avión taxi. Del Aeropuerto al teatro me
llevaron en auto rentado por la organización del evento, o sea varias de las
editoriales que trabajan en Uruguay en conjunto con mi editor. Me acompañaba el
señor Viale, presidente de la asociación. Mientras íbamos en el trayecto me
dijo.
-Sera un evento
importante. En cuanto se divulgó su realización se agotaron las entradas. Hay
mucha expectativa. Usted ya era una escritora reconocida en este país pero
jamás nos imaginamos que la tendríamos aquí entre nosotros. Es un honor-
No voy a exagerar
diciendo que me esperaban con una alfombra roja pero había bastante gente en la
vereda curioseando mi llegada. Bajé del auto, saludé con el brazo extendido,
firmé algunos autógrafos, tiré besos al aire y entramos siempre escoltada por
el señor Viale.
Ocupé mi lugar en el centro
de la larga mesa donde se ubicarían representantes de las editoriales y
autoridades de cultura. Sentí que era demasiada atención y en ese momento pensé
si la simple presentación de un libro se convertiría en un acto casi político,
sobre teniendo en cuenta las diferencias de criterio e ideológicas entre el
gobierno uruguayo y el de sudacalandia. Pero yo había tomado partido. A estas
alturas ya no me sentía argentina. Tampoco uruguaya aunque mi sueño era vivir
para siempre en el que había elegido como mi lugar en el mundo.
Primero tuve que
escuchar los discursos de rigor presentándome y hablando de la obra por parte
de un escritor local del que no recuerdo el nombre, luego el del señor Viale y
de una funcionaria del Ministerio de Cultura. Esta última también hizo mención
al aporte que yo había hecho a la educación contactándolos con Shou Aihara, lo
que me sorprendió. Luego elogió el libro y dijo que a pesar de que llevaba poco
tiempo viviendo entre ellos yo tenía una muy clara idea de adonde quería ir
Uruguay. Sus discurso fue cerrado con un fuerte aplauso. Lo que me fue
animando. Al menos no me iban a destrozar cuando hablara.
Comencé saludando
respetuosamente, gesto que fue correspondido en coro por todos los presentes.
Bueno, empezamos bien,
pensé.
Comencé contando que
yo me consideraba una sobreviviente de la hecatombe argentina ya que mis
ingresos dependían en su gran mayoría de otros países y su cobro era en moneda
extranjera, lo que me había permitido continuar con mis actividades.
Luego hice una reseña
acerca de la actividad del señor Yamura y del Arquitecto Castaño, patrón de
Marga, pero sin nombrarlos con sus datos verdaderos tal como había hecho en el libro.
Relaté las penurias económicas de quienes quieren vivir de su trabajo, ya sean
empresarios o empleados. Y luego de algunas anécdotas graciosas de la mudanza
que elegí para descomprimir el ambiente, el público me hizo algunas preguntas.
Realmente no
comprendían que estaba sucediendo a sus puertas, al otro lado del rio. No se alegraban
con nuestra desgracias pero, en el fin creo que estaban seguros que lo tenemos
merecido por nuestra soberbia, y yo estoy de acuerdo.
La presentación fue
un éxito que se replicó en los diarios del día siguiente. Ya había dado el gran
paso en Uruguay.
Capítulo 14
No solo los diarios
ampliaron la difusión de la presentación del libro. También lo hizo la
televisión en varios programas. De “conocida” estaba pasando a celebridad.
Al mismo tiempo Punta
del Este estaba volviéndose más tranquila. La marea de turistas del verano
regresaba a sus hogares, sobre todo al otro lado del rio. Las calles estaban
casi vacías y yo comenzaba a disfrutar de la tranquilidad. Marga y Keiko se
iban a sus trabajos y yo me repartía entre la música y los pinceles. Tenía
decidido no escribir por uno tiempo, no mucho, porque no puedo estar sin crear
historias y el órgano y la pintura me resultaban altamente relajantes. Al mismo
tiempo salía a caminar por el centro o por las playas, sola o a veces me
llevaba conmigo a la señora Azumi. La invitaba a tomar la merienda en algún
barcito de la Avenida Gorlero y charlábamos como dos viejas amigas. La mujer no
cabía en sí de felicidad y yo admiraba su vivacidad juvenil.
Dado que no veo televisión
sudaca ni mucho menos, leo los diarios, fue Azumi quien me alertó de que varios
medios oficialistas del otro lado del rio estaban difamándome.
-No pienso
contestarles, ni siquiera admitir que lo sé. Aceptar eso sería reconocer que
los leo o los miro y que me interesa lo que dicen. Pero en realidad no me
interesa. De todas maneras te voy a pedir que ante cualquier noticia que veas
escrita sobre mi avísame, al menos quiero saber hasta dónde piensan llegar-
Y así transcurrieron
dos o tres días en los cuales Azumi me informaba que en algunos canales estaban
despellejándome viva y que otros, quizá extrañando por mi silencio habían
dejado de lado cualquier referencia a mi persona. Los que siguieron su campaña pasaron
de criticar mis ideas políticas a temas sobre sexo.
Me definieron apátrida,
cobarde, fascista, nazi, defensora de militares golpistas, gorila (Termino que
define a los antiperonistas), imperialista capitalista y luego pervertida,
antiaborto, antifeminista, y hasta ¡homofóbica! Debo reconocer que en algunas
cosas tenían razón. Yo los dejaba seguir regodeándose en su ataque. Solo
esperaba el momento oportuno paras dar mi respuesta.
El juego continuó
mientras yo dejaba que se tensara la cuerda. Algunas personas se hicieron eco
de lo que decían los medios, como esclavos mentales que son. En cambio otras,
muchas mas, salieron a defenderme. No me interesaba que me defendieran, no
estoy a la caza de adeptos, no pienso fundar un partido político ni crear una
nueva religión. Lo mío es ver como corre el rio mientras estoy parada en la
cima de la montaña.
Mis novias estaban
preocupadas. Tenían miedo de que algún imbécil quisiera ir más allá de los insultos.
Pero yo estaba tranquila.
-Perro que ladra no
muerde, afirma el dicho- Les decía y agregaba -Estos idiotas son esos cusquitos
que ladran de lejos a los perros grandes-
Para hacer más notorio
mi silencio me rehusaba a dar notas sean televisivas o radiales. El discurso
que tenia aprendido Azumi cuando llamaban era.
-Lo siento, la señora
esta muy ocupada en sus tareas- Y cortaba.
Ya casi quedaban solo
un par de medios periodísticos que continuaban con la cantinela cuando acepté
hacer una nota a un canal de televisión de aire de enorme audiencia.
El reportaje fue muy
breve.
-Buenos días señora
Montes. ¿Ha escuchado usted toda la andanada de acusaciones que el periodismo
oficialista le ha prodigado?-
Yo, para dejar bien
en claro lo poco que me importaba contesté.
-Si, algunos amigos
me lo han contado. No suelo ver las noticias de allí-
-¿Y qué opinión le
merece?-
-Francamente me
importa un comino-
-Pero han sido cargos
demasiado duros-
-No sé si duros es el
termino, podía decir que algunos son erróneos, si quisiera. Pero, de todas
maneras mi conciencia esta tranquila…-
-¿Por qué?-
-Porque entre todos
sus insultos nunca me han dicho Peronista, kirchnerista o camporista por lo que
está demostrado que soy una buena persona-
Las carcajadas que
explotaron en el estudio de televisión llegaron a mis oídos y supe que mi
táctica había sido la correcta.
Y más aún cuando al
otro día cesaron por completo los ataques. Ninguno de los medios oficialistas
volvió a mencionarme. ¿Una estrategia para ningunearme? En realidad poco me importaba.
Su público no es el público que me lee o que disfruta de mis cuadros o de mi música.
Ellos están en las antípodas. Para mí no existen.
Y si no faltaba nada
para estar en el centro de una polémica un funcionario de alto rango de
Uruguay, en un reportaje que le hicieron en sudacalandia manifestó el gran
aporte que había hecho yo llevando un experto en educación para ayudar al
gobierno oriental a mejorar el sistema educativo.
Como era de esperar
volví a los medios oficialistas como la villana. Pero esta vez la reacción no
fue mía y ni siquiera tuve que mover un dedo. Al otro día, en varios portales
de noticias, Carlos Romero, aquel periodista amigo de mi editor que había
cubierto, a mis instancias, la nota sobre como el gobierno argentino había
boicoteado el trabajo de Shou repitió aquellos detalles. Los medios masivos
opositores se hicieron eco de la noticia y como suele pasar la tortilla se dio
vuelta por que, ahora sí, mucha gente se enteró con más detalle sobre la manera
en que al gobierno no le interesa en lo más mínimo la a educación.
Un semana después,
nada menos que el presidente Lacalle Pou me elogiaba en otra nota periodística.
Eso fue el colmo. Hasta algunos adeptos al gobierno comenzaron a cambiar de
idea con respecto a mi persona. Pero eso seguía sin ser lo más importante. Lo
verdaderamente importante era que el gobierno argentino seguía errando el
rumbo, si es que alguna vez tuvo uno.
La noticia de la
polémica sobre las reacciones de los gobiernos de Uruguay de Sudacalandia ante
el aporte intelectual de Shou llegó hasta Tokio. Hasta ese momento, la
actividad del padre de mis grandes amigas era un quijotesca aventura de
carácter privado. Pero el gobierno japones comprendió que se trataba de un
aporte muy valioso y decidió apoyar con fondos y ayuda logística la labor de
Shou.
De todo esto me enteré
cuando me llamó Yuzu. En realidad el motivo de su llamado era que ya estaba en
imprenta la primera edición de mi último libro, tal como lo había compaginado
mi editor, con el largo prólogo de cierto carácter humorístico que contaba los
avatares de la mudanza.
Yuzu me elogió especialmente
ese relato
-¿Te parece gracioso?
Me imaginaba que fuera un humor demasiado local y no se entendiera allá- Le
dije.
-No se preocupe. Se
entiende perfectamente. Aquí también suelen pasar estas cosas-
Y antes de cortar me
dijo que estaba orgullosa de su padrastro y para culminar aseveró.
-La voy a estar
llamando para combinar la presentación. ¿vendrá, no?-
-Si, seguro- Afirmé.
Capítulo 15
Nuevamente viajar a
Japón se convertía en un dilema. ¿Sola o acompañada? Si iba sola no podía
pensar en una nueva aventura con Mitsuko, ya que Maruta estaba con ella y
tentarla para una nueva infidelidad me parecía demasiado para “cuatro ojos” que
tanto amaba a la hermana mayor de Harumi, e ir acompañada no era una opción
totalmente posible ya que tanto Marga como Keiko recién se estaban afianzando
en sus emprendimientos en Uruguay. Era evidente que, en primer lugar, debía
conversar del tema con mis novias. Y ni volver a mencionar cosa alguna sobre mi
anterior viaje. Su comprensión sobre que tuviera relaciones sexuales con
Mitsuko por una vez estaba bien pero no era cuestión de que se hiciera
costumbre.
Según un posterior
llamado de Yuzu tendría el clásico evento de presentación. Además decidí que
debía autoinvitarme al Estudio Wit para ver como andaban los mangas y como
siempre, visitas a los Aihara y al abuelo de Mei, que también es Aihara por
supuesto.
Ser o no ser. He aquí
el problema.
De manera que en esta
ocasión se me presentaba la oportunidad de hacer un viaje introspectivo a
Japón. Es decir, un viaje que me permitiera tomarme un tiempo para mí. Para
descansar, para relajarme. Para alejarme de todo el ruido. Ruido de actividades
interminables que me fueron absorbiendo como una necesidad obsesiva por hacer
cosas y un sentimiento de insatisfacción por si no llegaba a cumplirlas.
Disfrutaba de
escribir, de pintar, de tocar el órgano. Disfrutaba de las entrevistas
periodísticas, de las presentaciones de libros, de tocar música en los restaurantes.
Era todo satisfacción para mí, pero me era imprescindible un verdadero
descanso. Alejarme de Latinoamérica y una vez cumplidas las obligaciones en
Tokio, irme a pasear por ahí, sola. Necesitaba estar sola.
¿Pero cómo debía
plantearles mis pensamientos a mis novias? Lo primero que iban a pensar seria
que me iba de nuevo con Mitsuko y no tenía ganas de una discusión con ellas. No
tenía mucha opción. Una de ellas, o las dos, iban a querer acompañarme y no
podía decirles que deseaba ir sola. Así que las estuve tanteando, haciendo
preguntas banales sobre sus trabajos y las respuestas eran que estaban bastante
complicadas en cuanto a que, como yo lo imaginaba, todavía las ocupaba la
adaptación al nuevo país.
Por lo tanto, cuando
les plantee que debía hacer un nuevo viaje al Lejano Oriente ambas no sabían cómo
excusarse de no poder acompañarme. Yo me hice la benevolente y les dije que
estaba todo bien y que no se hicieran problema, aunque no pude reprimir el
chiste de que era seguro que la pasarían bien aunque yo no estuviera, o más
aun, justamente porque yo no estuviera. Eso las molestó un poco y no sabían cómo
expresar que bueno, así era el pacto que habíamos hecho mientras yo les oculté
cual era mi intención en ese viaje sola. No hubieran entendido mi necesidad de
tranquilidad, pero las amo y lo saben.
Conforme pasaban los
días e iba organizando mi viaje me fui dando cuenta de que no tendría mucho
tiempo para hacer vida solitaria ya que comencé a recibir invitaciones, aparte
de las de los Aihara. El editor en Japón, el jefe de Yuzu, me invitó a una cena
en su casa, el director del estudio Wit me avisó que me esperaban para ver sus
trabajos y participar de un lunch, el abuelo de Mei también me invitó a su
mansión. Pero lo que más me sorprendió fue un mail de una señorita llamada
Hanaku Haruko, que traducido todo junto era como “niña de flor nacida en
primavera”.
Vaya, pensé semejante
nombre no es muy normal. Rápidamente intuí que se trataba de una travesti. Y
así parecía ser, pues era la dueña de un Crossdressing Maid Café.
Debo aclarar en este
momento que los Maid Café son muy populares en las grandes ciudades, sobre todo
en Tokio. Se trata de cafeterías cuyas empleadas son mujeres muy jóvenes
vestidas como sirvientas, con mucho encaje y cofias blancas, una clase de vestimenta
que, junto con los uniformes escolares estimulan bastante el morbo varonil.
Pero en este caso se
trataba de hombres jóvenes, vestidos de la misma manera que las chicas, con sus
trajes de sirvienta. Por ello el título de Crossdressing, una actividad de
hombres que fuera de su orientación sexual, nivel intelectual y económico
gustan de vestirse como mujeres. La posibilidad de conocer un lugar así
estimuló mi libido. Era algo nuevo por conocer aunque había leído notas al
respecto. Y casi de inmediato comencé a pensar en la posibilidad de otro libro.
Pero debo confesar que me resultaba interesante ser invitada por una persona
así. ¿Podría interactuar con él (o ella) como si fuera realmente una mujer?
Miré la fotos que me enviara por mail, del local y de ella misma. El sitio no
estaba nada mal y Hanaku tampoco.
No resistí la
tentación de preguntarle como había conseguido mi mail y me respondió que aparte
de su negocio de Maid Café también tenía uno de venta de mangas, DVD de animé y
muñecos representando a toda clase de personajes de ambas expresiones y que mi
dirección la había obtenido en los Estudios Wit ya que era amiga del director
Nakatake.
Eso me tranquilizó un
poco y le prometí que iría a visitarla. Que la llamaría en cuanto pusiera pie
en Tokio. Respondió complacida de que una intelectual, famosa, como yo le prestara
aunque fuera unos minutos de atención.
Días después me
estaba acomodando en el avión de Qantas, dispuesta a mas de una jornada de vuelo.
Pero estaba contenta. Lejos de aquel regreso de mi viaje anterior, donde me la
pasé mascullando bronca, ya no me importaba lo largo del trayecto. Mis novias
me habían acompañado hasta Montevideo y luego se regresaron en taxi aéreo. Me
senté, me acomodé y en ese momento comenzó mi periplo relajante.
Afortunadamente me
llevé un par de libros en mi bolso de mano. Tranquila y reposadamente,
interrumpida solo por las comidas me leí El Silimarion y dejé El Hobbit para el
regreso. Hubo un par de mujeres, (¿Qué tendré que las atraigo tanto? ¿O será
que los hombres me tienen miedo?) que se acercaron a pedirme autógrafos y luego
se marcharon a sus asientos tras solo un par de saludos formales, lo que
agradecí interiormente.
Como de costumbre,
tras tan largo vuelo hicimos tierra en el Aeropuerto de Haneda. La editorial, o
sea la siempre eficaz Yuzu, me había enviado un automóvil a buscarme que luego
de un no muy largo trayecto, por suerte, me dejó en el Hotel Marutomo del
barrio de Akhiabara, situado sobre una angosta calleja y de solo dos pisos de
alto, casi vacío de pasajeros.
Me acomodé en la
habitación, me saqué toda la ropa del viaje y después de una ducha, y con solo
una mínima tanga como toda vestimenta me arrojé en la cama, celular en mano.
Llamé a Yuzu y le
dije que, de todas maneras ella ya lo sabría, ya estaba instalada. Me prometió
un vehículo para todos mis traslados y le contesté que me encantaba la idea
pero que lo tuviera en cuenta solo para movilizarme a la presentación pues todo
el resto de mi estadía prefería moverme con taxi o caminando. Me dijo que
respetaba mi deseo pero que al menos le permitiera que me pasaran a buscar
cuando fuera su casa a cenar y en la visita al abuelo de Mei. Acepté
complacida.
De paso me informó
que la presentación seria dos noches después ya que prefería que tuviera tiempo
de descanso y de aclimatación tras tan largo viaje desde las antípodas. Luego
me dijo que a la noche siguiente era la cena en su casa y que el señor Aihara
estaría dispuesto a recibirme pasados dos días ya que andaba de viaje por el
interior de Japón dando conferencias sobre su propio libro, aquel cuya copia
del manuscrito me había regalado ya hace tiempo.
-Eres una diosa
Yuzucchi- Le dije a la niña rubia.
Capítulo 16
A pesar de que no la
veía, estoy segura que Yuzu se ruborizó al oír mi elogio. Dijo algo como que
entonces esperaba verme en la presentación y que debía ir a trabajar duro.
-La veo en dos días
Alexia-san- Exclamó a modo de despedida y cortamos.
Llamé al Estudio Wit.
Fue un tanto sorpresivo el llamado pero en cuanto se enteraron que estaba en
Tokio quisieron mandarme un vehículo para que los visite. Todavía era bastante
temprano, ni siquiera la hora del almuerzo así que decidí que los visitaría
pero les aclaré que me movería por mis medios.
Me puse una calza
negra brillante, botas cortas y una blusa blanca que me caía por uno de los
hombros. Debajo de la blusa, solo carne, ni siquiera un corpiño. Bajé a la
recepción y le pedí al conserje me llamara un taxi. No pasaron ni cinco minutos
y ya estaba deteniéndose en la puerta. Cuarenta y seis largos minutos llevó el
trayecto hasta el estudio en medio de un tránsito infernal donde los autos
parecían brotar del asfalto. Me coloqué los auriculares, puse música relajante
en el celular y cerré los ojos pero sin dormirme. Solo pretendía descansar la
vista. Cuando el taxista me dejó frente al Estudio me costaba pararme debido a
que estaba entumecida por la posición.
-Le recomiendo que regrese
en tren de la línea Chuo, desde la estación Mitaka a la estación Akihabara,
vienen cada seis minutos-
Le agradecí el dato,
le pagué y luego me dirigí a la puerta principal del edificio. En cuanto puse
un pie en la recepción me reconocieron. Una de las chicas me acompaño diligente
hasta el piso superior donde tenía su oficina el señor Nakatake.
En cuanto me vio el
director del estudio me hizo una profunda reverencia
-¡Que alegría verla
por aquí. Bienvenida señora Montes-san!-
-Bueno, no es para
tanto. No tenía nada que hacer y me vine desde el otro lado del mundo- Bromeé.
-Si, sabemos que
presentara un nuevo libro en dos días. Habrá algún representante del estudio en
la ceremonia-
-Le agradezco pero
hoy estoy aquí porque tengo una gran curiosidad-
-¿Ver cómo anda el
manga?-
-Exacto-
-Bien. Como usted
sabe el manga no hay que elaborarlo como una sola unidad y después recién presentarlo.
El manga tiene la facilidad de que se puede ir dibujando a medida que pasa el
tiempo. Primero preparamos varios capítulos juntos, los sacamos a la calle y
vamos haciendo el resto, sobre todo viendo como se vende-
-¿Han lanzado algún capítulo?-
-Si, tres ya. ¡Y esta
andando de maravilla! Se está vendiendo como pan caliente-
-Me alegra saberlo-
-Sabemos cuál es el
tema de su libro. ¿Es cierto que se fue de la Argentina?-
-Exacto. Me estaba
haciendo mal a la salud. Y antes de que se convierta en una nueva Venezuela
decidí marcharme-
-Hay que tener valor-
-Bueno, tampoco es
que me fui al otro lado del mundo, solo estoy separada de ese país por un rio,
un rio un poco ancho, pero nada mas…y encima no tuve que aprender un nuevo
idioma ni dejar de tomar mate-
-¿Mate?-
-Ah sí, hágame
acordar que un día se lo explique-
Pasamos por la sala
donde trabajan los mangakas, aquí el trabajo es más distendido que en la sala de
los animadores de películas. Se pueden tomar más tiempo para elaborar los
dibujos y realizar los detalles. Al fin y al cabo un manga sale solo una vez
por mes y lleva un centenar de dibujos como mucho, en cambio un anime exige veinticuatro
por segundo lo que en una película promedio de dos horas insume ciento setenta
y ocho mil cuadros lo que como imaginaran es casi un trabajo de esclavos.
Aunque con la computación todo se ha vuelto más fácil, o menos difícil al menos.
Luego recorrimos mas
salas donde se están realizando otras películas y finalmente llegamos al
comedor. El director ordenó apartar una mesa para nosotros, él, un par de
asistentes y yo. Estábamos revisando el menú cuando se acercó a la mesa una
mujer espectacular. Delgada, alta, de largo cabello azabache, enfundada en un
vestido corto y ajustado, sus ojos eran hermosos y su tez la hacía parecer una
muñeca de porcelana.
La intención de la
recién llegada era decirle algo a Nakatake y se dirigió a él pero cuando me vio
quedó paralizada.
-¡Alexia Montes
sempai!- Exclamó.
Y algo me dijo que
esa voz no era totalmente femenina. Aunque lo parecía.
La miré y de pronto reconocí
quien era.
-Hola, soy Hanaku
Haruko- Se presentó, pero ya la había descubierto.
-Hola Haruko-san-
Respondí y le di la mano con firmeza
El director del
estudio la invitó a sentarse con nosotros y de inmediato consiguió una silla y
se acomodó a mi lado. Dijo al director lo que venía a decirle, algo relacionado
con la fabricación y venta de unos muñecos de personajes animados, y luego se
centró en mí. Fue evidente para el resto de los comensales que estaba decidida
a conquistarme y mientras tanto, yo que sabía que estaba tratando con una travesti
me preguntaba hasta donde pensaba llegar.
Ella debía volver a su
negocio y disculpándose se marchó no sin antes recordarme que me había enviado
la dirección de su Maid Café y que me esperaba esa noche a tomar unas copas y
bailar.
Cuando se marchó, el
señor Nakatake me miró y dijo
-Es una gran persona
pero…¿usted sabe que es?-
-Una travesti-
-Exacto. ¿Ella se lo
dijo?-
-No, no necesita,
tengo olfato-
-Envidio su olfato.
Cuando la conocí hace años en su negocio de venta de figuras y mangas no tenía
la más mínima idea y no lo supe por mucho tiempo-
-Es que
indudablemente se la ve como toda una mujer y mucho mas sensual- Agregué.
Ya tenía plan para
esa noche y mi mente saltaba como un conejo enloquecido tratando de imaginar en
que acabaría aquello pues era evidente que Hanaku quería terminar conmigo en la
cama. ¿O era yo la que estaba desesperada por esa experiencia?
De pronto descubrí
que mi costado perverso estaba aflorando con fuerza. Hanaku era la más bella de
las mujeres que me había cruzado en Japón. Mas que Mitsuko inclusive, aunque la
hermana mayor de Harumi me había volado la cabeza. ¿O era que sabiendo lo que
tenia entre las piernas me excitaba aun mas?
Nuca confié en las travestis
latinas, suelen ser brutas y violentas. Nunca dejan de ser hombres y a mí no me
gustan los hombres. Aunque los compadezco por tener que soportar mujeres histéricas.
Pero Hanaku parecía tener otras cualidades y ya las iba a descubrir.
Capítulo 17
Luego de mi pasada
por el Estudio Wit y tras haber terminado el almuerzo con ellos me despedí de
todos. Incluso improvisé un discurso frente al personal.
-Amigos, los admiro,
ustedes hacen magia con la imagen, tanto de manga como de animé. Ustedes crean
mundos, cosas nunca antes vistas. Quiero decirles, tanto al equipo que hizo el
animé como a los que ahora están trabajando con el manga, que me encanta su
obra. Realmente me gusta mucho y creo que va a ser un éxito-
Todos aplaudieron. Y cuando
bajé de la pequeña tarima desde donde había hablado se abalanzaron sobre mí
para sacarse selfis y pedirme autógrafos. Me sentía halagada y feliz.
Salí a la calle y
caminé un poco por los alrededores pero tenía ganas de volver al barrio de
Akhiabara de modo que seguí el consejo del taxista y tomé el tren en Mitaka. La
estación es un monumento a la arquitectura brutalista, es decir con mucho hormigón,
con grandes escaleras y paso elevados sobre la calle y a lo largo de las
veredas opuestas.
Mientras viajaba en
el tren hablé con mis novias. Les conté mi visita al Estudio y mi charla con
Yuzu, pero obvie naturalmente cualquier mención a Hanaku.
Una vez que bajé en
la estación de Akhiabara recorrí las calles del barrio lentamente, mirando
vidrieras y a la gente. Me encantaba pararme en una esquina y observar el comportamiento
de los japoneses. Era la hora de salida del colegio y las calles estaban llenas
de colegialas y colegiales con sus uniformes característicos, caminando rápido
y bromeando. Otros en las confiterías y bastantes en los negocios de venta de
manga y animé.
A la noche, después
de una refrescante ducha decidí que ir de colegiala era una buena opción. Por lo
tanto cuando salí del hotel vestía mi pollerita escocesa, minifalda tableada de
color azul, una camisa blanca abierta hasta donde lo permite la “decencia”,
pero en lugar de los zapatos escolares me puse unas botas negras de media caña
y como complemento una carterita muy pequeña donde solo entraba el celular y la
billetera.
Entre al Maid Café. Solo
dos cuadras me separaban del hotel lo cual era muy conveniente. El local
contrariamente a lo que me imaginaba estaba muy iluminado. Casi todas las mesas
estaban ocupadas. Y lo que no me sorprendió era que la mayoría de los clientes
eran hombres jóvenes. Había mujeres y parejas también pero en menor proporción.
Por todos lados las mozas travestidas como maid corrían de aquí para allá llevando
pedidos y atendiendo con su mejor sonrisa.
Me costó trabajo
mental acostumbrarme a la idea de que las mozas no eran mujeres. Se las veía
muy bonitas y dulces. Apenas me senté se me acercó una y me alcanzó el menú. Pedí
una cerveza con tortilla omuraisu y le pregunté por Hanaku.
-¿Es amiga?-
-Ella me invitó-
-Bien, ahora le
aviso-
Un par de minutos después
apareció Hanaku en la puerta de la cocina. Me quedé muda de verla. Caminó lentamente
hacia mi cimbreando la cintura. Tenía puesto un vestido largo, rojo con
bordados en dorado, dos grandes tajos a los costado y cuello Mao. Era la
belleza absoluta.
Se sentó a mi mesa.
-Hola. Estas bellísima
con ese atuendo colegial-
-Tú también estas bellísima.
Me dejaste sin palabras-
Tras los halagos
seguimos conversando de temas varios. Ella cada tanto se levantaba para
controlar el trabajo de las mozas y regresaba. Se excusó por que debía cuidar
su negocio. Ya estaban dando las doce de la noche cuando se sintió música en el
aire. Algunas parejas se pusieron a bailar en un escenario muy pequeño donde
apenas cabían. Me quede mirando atenta cuando de pronto una mano se posó sobre
la mía. Hanaku estaba sentada a mi lado y me miraba sugerente
-¿Bailamos?- Preguntó
-Te cuento que soy
bastante mala bailando-
-No importa. Vamos a
la otra pista donde hay música lenta. Es fácil, nos tomamos de la cintura y nos
acercamos lo más posible, eso es todo-
Y me llevó de la mano
hasta otra pequeña pista donde había solo dos parejas y poca luz. Salvo
pequeñas interrupciones estuvimos bailando hasta que fue hora de cerrar el
negocio.
-Vivo aquí arriba.
¿Te animas?- Me dijo Hanaku.
Y por qué no. Eso era
lo que estaba esperando. Asentí. Cuando se fue el personal, todos ellos sin sus
trajes de maid pero igualmente travestidos, nos quedamos solas. Cerró el local
y abriendo una puerta al lado pasamos a su casa. Una escalera de madera nos
llevó a la planta alta. El lugar era hermoso, el frente tenía un largo balcón
con muchas macetas repletas de flores de todos colores. La decoración era muy minimalista.
El departamento tenía un amplio living y una no menos generosa cocina. Un
dormitorio muy aireado con grandes ventanales, dos baños, lavadero y una terraza
con una mesita, sillas y una sombrilla. Había además una habitación para visitas
y otra para usar como estudio.
Después que me hizo
una recorrida por su casa no necesitamos nada mas para quedar en ropa interior.
Yo con uno de mis acostumbrados conjuntos de color violeta, ella de rojo
ardiente. Nos tiramos en la cama y comenzamos a besarnos desenfrenadamente. Por
momentos pensaba, ¿que estoy haciendo?, pero en realidad estaba cada vez mas excitada.
De pronto ella comenzó a bajar, recorriendo mis senos, mi abdomen y terminó con
su lengua invadiendo mi vagina. Yo creí que estallaba. Mi cabeza era un tren
acelerado. Era la mejor lamida que me habían prodigado en años. Luego ella
volvió a besarme en los labios y allí fui yo, ansiosa bajando a su pelvis.
Y me encontré por
primera vez frente a frente con un pene real y de buen tamaño. Tanto que había
gozado de mis juguetes y ahora esta por chupar verdadera carne. No pude contenerme,
de inmediato abrí la boca y me lo metí hasta el fondo de las garganta. Hanaku gemía
de placer. Así estuve durante tiempo y no hubiera largado por horas pero ella
me llevó hacia su cara y me preguntó.
-¿Queres que te
penetre?-
Asentí.
-¿Por dónde?-
Sin decir palabra
gire mi cuerpo y me puse boca abajo.
-¡Ah, perversita!-
Me sonreí y ella
introdujo un dedo con crema y luego su pene. Grité de placer. Con toda suavidad
se fue moviendo y me hacía gozar como cuando yo me paso horas con mis dildos
pero esta vez era un pene real, que apareció debajo de una tanga roja con
encaje, pero un pene real al fin y al cabo. ¿Hubiera hecho lo mismo con un prototipo
de macho. Seguro que no, la suavidad de su piel, sus modos, su belleza femenina
era lo que me excitaba.
Luego me pidió que la
penetrara. Trajo un arnés con un dildo y le hice el mismo juego de suavidad que
ella me había hecho y acerté, estaba gozando poseída y yo feliz.
Así pasamos toda la
noche hasta que llegó la mañana. Todavía tenía otra noche libre y estaba
dispuesta a gozarla bien.
Capítulo 18
Luego de una noche como
nunca antes me dispuse a seguir paseando por mi cuenta. Regresé al hotel, me
duché y me cambié de ropa. Una minifalda discreta de jean, una remerita y
zapatillas. Estaba equipada para recorrer toda Tokio a pie.
O en tren. Tomé el
ferrocarril en la Estación de Akhiabara y bajé dos estaciones más adelante en
Ueno pues mi intención era pasar por el Museo Nacional de Ciencia, ubicado
frente a la estación y descubriendo que cruzando la avenida había un hermoso
templo, totalmente vacío de gente al que no tenia en mi guía de Google Maps
pero que me pareció muy tranquilo para sentarse un rato a gozar de la
vegetación y de los antiguos edificios de madera. El museo de ciencias era
también un lugar acogedor con edificios de ladrillos a la vista en medio de un
frondoso parque.
Estaba por entrar al
museo cuando recibí dos llamados. Uno era del señor Mitsuro que me invitaba
formalmente a su casa en el medio día anterior a la presentación del libro y el
otro de Hanaku para que pase esa tarde por su tienda de mangas y animes. Acepté
todo con gusto, envié las respuestas correspondientes y me sumergí en la
ciencia japonesa y en otras ramas como pude ver.
Estaba el cuerpo
embalsamado de Hachiko, el perro que esperó nueve años a su amo fallecido frente
a la estación de Sibhuya, el reloj perpetuo de Tanaka Hisashige, un generador
electrostático de 1776, un manual de electricidad de 1811 y una impresionante
locomotora a vapor en los jardines. Una muestra impresionante de la cultura científica
japonesa que como la china estaban adelantados en muchos años a Occidente. Sali
fascinada y llena de nuevos conocimientos. Compré un libro con detalles de la
exhibición para recordar todo lo que había visto.
Luego, crucé al
templo que no era muy grande pero, tenía un hermoso parque donde sentarse y
gozar de un silencio especial aun en medio de la ciudad. Regresé caminando,
primero por medio del parque del Ueno y después por la Avenida Ameyoko hasta
Akhiabara, o sea el trayecto que había hecho en tren, pues tan solo se trataba
de una veinticinco cuadras que no me costaron mayor esfuerzo. Por el medio tomé
dos jugos sacados de una máquina expendedora y con eso me mantuve hidratada.
Finalmente llegué al local de Hanaku. Animate Akhiabara.
Cuando entré no podía
creer lo que veían mis ojos. La cantidad interminable de anaqueles con mangas y
DVD apabullaban por su largo y alto. Las vitrinas con muñecos parecían no tener
fin. Las muñecas me fascinan y me quede viéndolas cuando sentí una voz a mi
lado.
-¿Te imaginas una imagen
tuya en esa vitrina como protagonista del animé?-
-Si, y me gustaría- Respondí
Luego me di vuelta.
Era Hanaku, inconfundible aun vestida de varón. Aunque decir, vestida de varón
puede dar lugar a confusión pues tenía puesto un jean elastizado, muy ajustado
de color celeste y una camisola verde larga. Tenía varios anillos, pulsera y
colgantes y como detalle los labios y los ojos pintados.
-¿Esta es tu versión
no crossdresser?- Le pregunté.
-Ja, sí. ¿No me veo como
John Wayne?-
-Igualita-
-¿Y así que te
parezco?-
-Excitante, igual que
anoche-
-Es bueno saberlo
para repetir. ¿Queres una visita guiada por el local?-
-Dale-
Me paseó por todas
las instalaciones. Me mostró artículo por artículo. Al final del recorrido
llegamos a la oficina de Hanaku. Me hizo pasar y cuando cerró la puerta me dio
un beso en la boca. Me encantó ese juego de audacia y se lo dije.
-Ja, no te preocupes.
Todo el mundo sabe que soy y que hago- Respondió.
Dicho esto pasó a la
parte de atrás del escritorio, tomó una caja y las abrió. En ella estaban tres
muñecas representado a tres mujeres de largos cabellos negros, una vestida de
colegiala, la otra de guerrera y la tercera de un sugestivo vestido de fiesta blanco.-
-Las escogí porque se
parecen a ti. Es mi humilde regalo por lo de anoche-
-Pero fue reciproco.
Anoche yo la pasé muy bien-
-Para mí eso es
suficiente. Tú has sido mi regalo-
-Si eso te conforma…-
-No me conforma, me
ha colmado de placer. Y dime…¿habías estado alguna vez con un hombre?-
-No, jamás-
-¿Los detestas?-
-No. Simplemente no
me interesan-
-¿Y las travestis?
-Las travestis
sudamericanas no me atraen. Me parecen muy violentas y maleducadas. Es obvio
que no es su culpa. Siempre han sido perseguidas y asesinadas. Por eso, estar
ahora casi a la defensiva las vuelve mas intolerantes. Pero ustedes, las
orientales son otra cosa-
Con la caja de las
muñecas a cuestas nos fuimos al Maid Café, otra tardecita tomado cervezas, una
cena en un pequeño restaurante del cual ni recuerdo el nombre y luego una orgia
de placer en la casa de Hanaku.
Reconozco que estaba obnubilada.
No podía dejar de tomar el pene de Hanaku y mirarlo y besarlo y lamerlo y ponérmelo
en la boca. Me encantaba su aroma, su dureza. Ella no se quedaba atrás con mi
vagina, al punto que pasamos largo tiempo haciendo una felatios mutuas. Y luego
las penetraciones. Como no nos bastaba hacer algo simple, yo jugaba, arnés
mediante penetrando a mi travesti en diferentes poses o, al contrario, ella me penetraba
por detrás mientras al mismo tiempo me introducía un dildo por delante. Tampoco
faltaron las nalgadas ni los aprietes de los pezones. Jamás, ni en mis mas
locas fantasías, había pensado en estar haciendo todo esto con una travesti,
que, además, era tan sensual y delicada que parecía quebrarse en mi brazos.
-Te has manejado muy
bien por ser la primera vez que juegas con un pene verdadero-
-Resultado de
practicar con el dildo-
-¿Y que te pareció?-
-El pene, genial.
Pero sigo sin desear todo lo demás-
Rió con ganas.
-Si, te entiendo. Por
eso yo prefiero las mujeres lesbianas-
Fue otra noche inolvidable.
Después de que nuestros fluidos mancharan las sábanas repetidamente quedamos
agotadas.
-Hacia mucho que
deseaba estar contigo. Te había visto en las presentaciones de tus libros y
luego cuando supe que eras protagonista de un anime me fascinó, por eso me
porté de manera audaz. Sabía que no podía perder esta oportunidad- Me confesó
-¿Y si viajaba con
mis novias?-
-De alguna manera me
las hubiera arreglado aunque fuera solo para robarte un beso-
A la mañana siguiente
nos dijimos adiós.
Capítulo 19
En la mañana
siguiente, después del desayuno Sali a caminar un poco por los alrededores. Tenía
tiempo para ir a la casa del señor Akiyama y necesitaba un poco de aire fresco.
Estaba agotada por la noche que pasara con Hanaku pero no quería perderme de
pasear aunque fuera por el vecindario.
Sabiendo que había un
rio cerca caminé unos ocho cuadras hasta llegar y me llevé una gran decepción.
Era solo un enorme canal con las orillas formadas por una larga muralla de
cemento. Ni siquiera un árbol ni rastro de vegetación. Apenas una barcas
pequeñas amarradas a un muelle y nada que pudiera ser de atracción turística.
Cuando estaba más
cerca de la hora de ir a la casa de mi editor volví al hotel, me di una ducha,
me puse un vestido color rosa con breteles muy finos, zapatos del mismo color
pero más oscuros y cartera sobre haciendo juego con los zapatos. Estaba muy
mona, dirían mis novias.
La casa del señor
Akiyama estaba en el barrio residencial de Denenchofu de enormes viviendas con jardines
y con calles curvas al punto de que hay que conocerlo mucho para no perderse
dentro. Algo así como el Barrio Parque Chas de Buenos Aires pero con nivel de
primer mundo. Afortunadamente el taxista que me llevó conocía muy bien la zona.
La casa era enorme. Tenía
en el frente un gran seto de considerable altura que no dejaba ver el jardín
del frente. Algo se adivinada por arriba de la vegetación. Era un típica
construcción japonesa pero en lugar de ser de madera era de mampostería
cubierta con piedra. Toqué el timbre y rápidamente salió una señora de la
servidumbre a abrirme, con una profunda reverencia me invitó a pasar.
Avancé por el camino
de lajas hasta la puerta de la casa. El jardín estaba poblado de árboles y
setos bajos y era de diseño occidental. En la puerta me esperaban el señor
Akiyama y su esposa ambos vestidos con prendas tradicionales. Él con un kimono
para hombre de color gruis y negro y ella con una yukata de seda con una profusión
de bordados en dorado y blanco representando flores.
Nos hicimos las
reverencias de rigor y pasamos a la casa. Las paredes blancas estaban cubiertas
de cuadros con motivos tradicionales, grandes jarrones decorados y espadas samurái,
contrastaban con muebles muy modernos de acero y tapizados también blancos.
Conversamos un rato
en la sala y luego pasamos al comedor. Toda la comida era japonesa y debo decir
que la disfruté muchísimo y, a pesar de que habían puesto cubiertos
occidentales, usé los palillos con bastante destreza. El señor Akiyama elogio
mi habilidad.
-También tengo mucha
practica en el iaido- Manifesté sin imaginar lo que vendría.
-Vaya sorpresa. Usted
es una fuente de novedades. ¿Le gustaría a mostrarme su experiencia luego en el
jardín?-
Y así fue que luego
de los postres y de un pequeño descanso pasamos al jardín posterior con su
suelo de grava con dibujos, sus bonsáis y hasta un pequeño lago con una isla y
un puentecito de madera, como tampoco podía faltar una linterna de piedra.
Estos sitios me fascinan, tiene la cualidad de lo relajante, de una especie de
comunicación real con la naturaleza.
Llegamos hasta una
terraza de piso de piedra al borde del lago. Un sirviente llegó con dos katanas
apoyadas sobre sus brazos extendidos. Me ofreció una a mí y la otra la
anfitrión. Mi vestuario no era el más adecuado para hacer ciertos movimientos
pero intenté lo mejor que pude. Y debió ser bueno porque el señor Akiyama y su
esposa aplaudieron mi exhibición. Luego él hizo otros movimientos y devolvimos
las katanas al sirviente.
-Es usted muy buena.
Realmente. Nos veremos esta noche en la presentación de su libro. Debo
confesarle que me llamó mucho la atención por eso decidí editarlo. Es usted muy
valiente-
-Arigató- Dije como
pude e hice una reverencia.
Y luego de una
efusiva despedida me fui al hotel para prepararme para la noche. El taxista que
me llevo de regreso también sabía cómo salir del barrio.
Esa noche volví a ser
el centro de atracción. Tenia puesto un vestido negro y botas. Había llegado
puntualmente gracias a la efectividad de Yuzu que, como siempre, tenía todo
organizado. Tuve que firmar algunos autógrafos en la puerta cuando bajé del
auto. Mi amiga rubia estaba esperándome y cuando se dio cuenta que se podía
hacer tarde me dijo al oído que era hora. Me sonreí y ella también. Amo esa
sonrisa.
Y entramos.
Lo primero fue el
discurso del editor que, sorpresivamente para mí, elogió mi manejo de los
palillos y sobre todo del iaido.
-Ya la tenemos más
cerca- Dijo en broma aludiendo a mi mudanza la Uruguay. Y luego en un pequeño
párrafo agradecí la presencia del público, hice una pequeña (no me gustan los
discursos largos y especialmente cuando los tengo que decir yo) alocución y
esperé las preguntas.
Las hubo de todo
tipo, políticas, de economía, de los problemas del gobierno con el poder
judicial, de la corrupción, de la inseguridad, el sindicalismo y casi todas las
lacras que asolan a Sudacalandia.
En un momento alguien
me preguntó si no consideraba que estaba haciendo una crítica muy drástica
contra el país, mi propio país.
-Mientras siga
gobernando el kirchnerismo o el peronismo, ese no es mi país. Y lo que hago no
es denostarlo sino mostrar al mundo la terrible realidad que viven en
Argentina. 100 % de Inflación anual, 50 % de pobres. La mitad de los chicos no
pueden comer mas de una vez al día, la deserción escolar va en aumento, los
estudiantes terminan el nivel primario sin saber leer correctamente y sin comprender
textos, los grupos piqueteros tiene de rehenes a los pobres junto con el
gobierno que los subsidia para tenerlos como esclavos, los sindicalistas son
millonarios y empresarios pero sus afiliados cada vez ganan menos, se promueve
la delincuencia, el narco tráfico y no se castiga al delincuente. Y podría seguir
así toda la noche pero la culpa no solo la tiene el gobierno actual que es el
mismo en los últimos veinte años, salvo los cuatro años de Macri. Y Macri, no
era precisamente apto para gobernar pero en lugar de apoyarlo los capitales lo abandonaron
y por eso volvió el kirchnerismo. También tiene la culpa el empresariado
nacional e internacional que pudo haber ayudado a salvar el país pero tenían
miedo de que volvieran los corruptos…y cumplieron la profecía, volvieron porque
nadie ayudó a la Argentina. Por eso escribo. Porque ahora se presenta otra
oportunidad y estoy segura que van a cometer el mismo error. Y la Argentina
desaparecerá, o se convertirá en una nueva Venezuela, o Cuba o Nicaragua. Si
hay empresarios en esta sala, piénselo. Hablen con sus colegas. La hora de
salvar a la Argentina del derrumbe total se está acercando peligrosamente-
El aplauso fue unánime.
Recibí una ovación de pie que duro varios minutos. El señor Akiyama me miraba asistiendo.
Cuando me iba luego de firmar ejemplares me dijo.
-Vuelvo a afirmarlo.
Usted es muy valiente-
Y luego fui a abrazar
a Yuzu, quien me informó
-Mañana por la noche
la esperamos en casa. Y al día siguiente esta invitada en lo del abuelo de Mei-
-Nos despedimos con un
fuerte abrazo. El auto para llevarme al hotel ya estaba en la puerta.
Capítulo 20
Tenia la idea de que
mi presentación iba a atraer periodistas que me quisieran hacer notas, como
había sucedido antes. Y acerté a medias. Lo primero que observé al día
siguiente fue que varios periódicos, en sus notas culturales y misceláneas,
tampoco estoy para la primera plana, habían enviado corresponsales al acto y
publicaron notas al respecto. Eran coincidentes. En primer me presentaban al público
aunque reconocían que ya me estaba forjando un nombre en el Imperio del Sol
Naciente, luego comentaban lo excelente de la organización del acto, punto para
Yuzu, y el grueso de las notas ponía el énfasis en mi pequeño discurso acerca
de como el empresariado había abandona al gobierno de Macri y como estaba
Sudacalandia a las puertas de un nuevo desastre. Otro más. Daban razón a mis
palabras y manifestaran su apoyo y el deseo de que siguiera publicando con el
éxito que me auguraban. Todas las notas decían mas o menos así y pude saberlo
de inmediato por que le di unos yenes al botones del hotel para que me las
leyera de corrido.
Después de tan
excelente comienzo de día salí a caminar por Tokio. Esa noche tenia la
invitación para ir a lo de Yuzu y Mei y no quería cansarme pero no resistí la
tentación de hacer un paseo. Decidí que necesitaba un poco, o bastante, paz. De
manera que me fui caminando hasta Chiyoda, al Parque Chidorigafuchi, donde se
encuentran restos de antiguos palacios imperiales en medio de un hermoso bosque
de variada y numerosa cantidad de árboles. No es un lugar que transitan muchos
turistas y además uno se puede alejar del bullicio con caminar unos pocos
pasos. Me lleve un sándwich y una gaseosa para alimentarme y me quedé varias
horas allí, observando, caminado por entre las ruinas históricas y disfrutando
de una temperatura agradable, y de un silencio increíble si pensamos que el
parque esta en medio de la mas populosa urbe del mundo.
Un par de niñas, con
sus uniformes de colegio, me reconocieron y se detuvieron, primero con temor y
luego con mucha simpatía, a pedirme autógrafos. Por suerte hablaban ingles
bastante fluido y nos sentamos en un banco de piedra, a la sombra, a conversar
unos minutos. Me manifestaron que habían leído todos mis libros lo que, naturalmente,
alimentó mi ego. Luego, como se les hacia la hora de ir a clases, se alejaron
saludando con la mano hasta que las perdí de vista.
Almorcé mi pequeña
vianda y seguí por el parque un rato mas. Luego volví al hotel, caminado por
callecitas estrechas y cruce un puente sobre el Rio Kanda. En no mucho tiempo
ya estaba en el barrio de Akihabara. Subí a mi habitación. Descansé un rato y
me duché. A las siete pasó a buscarme el auto que me había enviado Yuzu. Me vestí
muy sencilla, un pantalón holgado color negro y una musculosa amarilla, me
hubieran tomado por un taxi en Buenos Aires, y para completar el atuendo una
zapatillas blancas.
El chofer, que ya me
conocía de otros viajes, elogió mi aspecto. Eso es siempre una caricia para el
alma aunque provenga de un hombre. En media hora estuve a la puerta del
edificio donde viven las Aihara. Toqué el portero eléctrico y pasé. El
ascensor, raudo, me dejó en el piso correspondiente.
La vivienda de las
chicas Aihara era un bullicio que explotó cuando me vieron. Allí estaban
Harumi, Matsuri, Mitsuko, Maruta, Ume, Shirapon, Nene y Momokino. Todas
corrieron a abrazarme y besarme. Cuando al fin se les pasó la efusividad me
senté en un sillón. Yuzu y Mei, ayudadas por Harumi y Ume, preparaban la
comida, las demás se sentaron en torno a mi y nos pusimos a conversar. Yo me
sentía tan feliz de compartir ese momento con ellas que casi olvido de darle a
Ume un regalo y otro a las chicas. A Ume una caja con cervezas que según me
aseguraron en donde las compré eran las mejores de Japón y la recepcionista del
regalo me lo confirmó.
A Yuzu y Mei les
regalé sendas muñecas vestidas con Yucatas que, a decir verdad, se les parecían
bastante. Enseguida las acomodaron en una repisa, en un sitio visible.
A una pregunta mía
Ume me contó que Shou andaba por Tailandia completando un proyecto de escuelas
y que le había dicho que lamentaba no estar en mi visita. Me manifestó que
estaba muy contento con lo sucedido en Uruguay y que esperaba volver por allí.
-Bien, como ya saben.
Tendrán anfitriones dispuestos a atenderlos bien- Afirmé
-Eso ya lo sabemos y debo
agradecérselos siempre- Me respondió y se levantó a organizar la mesa para la
cena.
Quise ayudarle pero
me dijo que yo era una invitada y no quería que trabajara.
Era inevitable que se
me acercara Mitsuko. aprovechó un momento en que yo estaba mirando desde el balcón
las luces de Tokio.
-¿Cómo andas? ¿Pasándola
bien?-
-Ya adivino para
donde vas. Pero la verdad es que vine solo por cuestiones culturales y a
descansar un poco- Le mentí. No tenia ganas de dar explicaciones.
Mirando hacia lo
lejos me dijo
-Fue una hermosa
experiencia la última vez-
-Si, lo bueno fue que
la aprovechamos. Y, a propósito ¿Ningún problema con Maruta?-
-Ninguno. Ella es un
dulce siempre a punto de derretirse. Por eso será que la amo-
No alargamos la conversación,
por las dudas, pero, además en ese momento llegó Yuzu anunciando que la mesa
estaba servida. Fuimos a sentarnos. Me ubiqué al lado de Shirapon. Nunca había
tenido un trato muy cercano con ella pero la ocasión hizo que conversáramos y
al rato la tenia desternillándose de risa de mis chistes lo que provocó el
asombro general.
No podría contar todo
lo que comimos aunque pregunté y me respondieron los nombres de cada plato,
pero invariablemente los olvidé. Lo único que puedo decir es que estaban muy
ricos.
Tras la cena nos
distribuimos por los sillones y algunas nos sentamos en almohadones en el
suelo. Me convertí en el centro de atracción de las preguntas. Me interrogaron
sobre mis novias, nuestra relación y sus trabajos, sobre mi nueva vida en
Uruguay, e incluso quisieron saber por dónde había estado paseando en su
ciudad. Les conté de como me había maravillado el Museo Nacional y algunos
otros detalles sin importancia.
Por supuesto quise
saber como se encontraban cada una de ellas y tuve un montón de respuestas.
Mei, ocupándose del Instituto de su abuelo, lo que por supuesto le sirvió para recordarme
que al otro día me esperaba en su casa, mientras tanto estudiando en la Universidad.
Yuzu siempre eficiente en la editorial y dando algunas horas de clase en el
Instituto, también estudiando junto a Mei. Harumi estudiando arquitectura y
Matsuri con el arte, teatro y pintura. Mitsuko, gerenta de una cadena de
locales comerciales de electrodomésticos se llevó a Maruta de secretaria.
Shirapon estudiando psicología, Nene todavía en el secundario y Momokino,
rebelándose contra el mandato de que le arreglen un casamiento, estudiaba
abogacía.
Fue una noche mágica.
Como nadie se tenía que levantar temprano nos quedamos conversando y
disfrutando hasta que el Sol Naciente se asomó por detrás de los edificios de
la ciudad. Ya era de día cuando nos despedimos. Mitsuko me llevó al hotel,
acompañadas de Maruta, claro.
Fue uno de los
mejores momentos de mi vida. Estaba feliz aunque no supiera cuando podría
repetirse. Pero ¿Quién te quita lo bailado?
Capítulo 21
Lo primero que hice
cuando llegué al hotel, aparte de sacarme toda la ropa, fue darme una ducha. La
necesitaba y también necesitaba una buena siesta de manera que totalmente
desnuda, luego del baño me acosté a dormir. El descanso fue reparador y cuando
me desperté me sentía con todas las energías.
En casa del abuelo de
Mei se cena temprano de manera que cuando promediaba la tarde me vestí para la
ocasión. Un vestido negro, sin mangas, zapatos del mismo color y una cartera
sobre, beige. No puedo decir si era una buena combinación pero me gustó el
contraste.
El señor Aihara, otro
mas preocupado de que no dependiera del transporte publico me avisó que me
enviaría a su chofer. Le dije que Yuzu ya me había prometido un vehículo pero
me contestó que ya había arreglado con ella para ocuparse él de mi traslado.
-Esa mujercita es la obsesión
por los detalles y porque todo esté perfecto. La admiro- Me comentó el abuelo
de Mei al fin de la conversación.
Así fue que estuve a la hora indicada en el
lobby del hotel cuando vi llegar una enorme limosina negra y no pensé que fuera
para mi hasta que vi bajar de ella al chofer, a quien conocía de viajes
anteriores.
-Señora Montes-san-
Dijo haciendo una profunda reverencia mientras se quitaba la gorra del
uniforme.
Yo también hice una
reverencia y repliqué.
-No tiene que ser tan
ceremonioso conmigo y no es necesario que me llame Montes-san- Le dije mientras
el me abría la puerta del vehículo.
Nunca había estado
antes en un auto como ese. Parecía tan largo que me pregunté como haría para
doblar en las esquinas estrechas de alguna callecitas de Tokio. Pero el hombre
era muy hábil y en pocos minutos, cuando aún no había terminado de adaptar mi
cuerpo a los mullidos asientos, estuvimos frente a nuestro destino.
Dos fornidos
guardaespaldas abrieron la puerta y yo los saludé con la mano sin darme cuenta
que los vidrios estaban absolutamente polarizados.
“Parezco una recién
llegada del campo” Pensé riéndome de mi misma.
El vehículo se detuvo
frente a la puerta principal de la casa. El señor Aihara estaba esperando en
las escalinatas. Bajé con la ayuda del chofer y llegué hasta donde estaba mi
anfitrión.
-Buenas tardes Señora
Montes-san- Me saludó el abuelo de Mei.
-Buenos noche señor
Aihara-san- Contesté.
Haciéndose a un
costado extendió el brazo y me hizo pasar primero. Debo confesar que extrañaba
esa amabilidad en tiempos en que todos los hombres parecen estúpidos o
trogloditas en lo que se refiere a la caballerosidad. Y no digo que sea una
obligación. No soy de esas idiotas feministas que se creyeron que deben ser atendidas
y cuidadas por los hombres. Simplemente me encanta la buena educación.
Pasamos a la
biblioteca. Aquel escenario que selló la buena suerte de Yuzu y Mei. Me senté
en un cómodo sillón Chesterfield de cuero verde. El abuelo de Mei lo hizo en
otro similar. En una mesa ratona había una botella de coñac y dos copitas.
-Bebamos para abrir
el apetito y disfrutar la comida- dijo el hombre mientras servía el líquido en
mi copa.
Después de un brindis
y de vaciar el contenido de las copitas el señor Aihara se acomodó en el sillón
y dijo.
-De manera que tomó
una sabia decisión-
-Si se refiere a mi
mudanza al Uruguay, es así, no solo es sabia sino que también necesaria-
-Pero tengo entendido
que fue casi como una cruzada pues no solo se mudó usted sino que arrastró a
otra gente-
-Si, bueno, arrastré
a mis novias, ja, ja, y cada una de ellas se llevó su trabajo, y en el caso de
Keiko a sus empleados, a sus padres, y hasta el ama de llaves que compartimos
entre todos-
-Hay varios niveles
entre toda esa gente. Es lógico que se fuera con sus novias y es lógico que
ellas tuvieran que hacer algo para vivir, pero lo de llevarse a sus empleados
¿no fue una jugada riesgosa?-
Para nada, cuando comenzamos
a conversar todo esto con el padre de Keiko, el señor Yamura, y se vio que
existía la posibilidad concreta de seguir con su producción en Uruguay con
montones de ventajas impositivas y de exportación se decidió que no era
conveniente deshacerse de personal competente, al que además, el señor Yamura
estima mucho y por contrapartida también era estimado por su gente. No hubo que
convencer a nadie. Todos estaban felices de irse. Ahora las cincuenta personas
que formaban su planta de trabajo viven en un hermoso y moderno edificio con la
vista al mar, cada uno en una precioso departamento, el señor Yamura y su
esposa viven en el mismo lugar y están a solo cien metros de la planta. Un edificio
nuevo, pulcro, rodeado de jardines. En suma, todo el mundo está feliz-
-¿Y su otra novia?-
-Para Marga fue más
fácil. Le bastó alquilar un par de oficinas en el centro de Punta del Este, ya
tenia tratos laborales con un matrimonio de arquitectos a los que asoció a sus
negocios inmobiliarios y de arquitectura y de inmediato siguieron con proyectos
que ya tenían en carpeta-
-¿Y usted? ¿Es
feliz?-
-Totalmente. Creo
haberlo reflejado en el libro. En todo sentido me siento más tranquila-
-¿Y es cierto que no
piensa volver a su país?-
-Tal vez de paseo
pero no mientras esté el actual gobierno-
-Por lo que veo no
tiene sentimientos nacionalistas-
-No. Los
nacionalismos alimentan las guerras-
-Respeto eso-
Y en ese momento se
nos invitó a pasar al comedor. Fue una excelente cena. La mayoría de los platos
eran en base a pescado y unas salsas indescifrables pero muy sabrosas. La
conversación siguió de manera muy amena.
-Supe que Shou anduvo
por Uruguay y que le fue muy bien-
-Si, hasta lo recibió
el presidente y le han confirmado que han tomado en cuenta sus ideas. Tal vez
tenga que ir de nuevo ara allá-
-Muy diferente de
Argentina…-
-Muy diferente. El
trato que recibió en Argentina fue humillante-
-¿Fue por eso que
usted intercedió para que lo escuchen en Uruguay?-
-¿Usted dice que pude
hacerlo por venganza? Ja. Si, tal vez, pero le voy a contar un secreto.
Invitamos a su hijo y su familia al Uruguay por que los extrañábamos-
Una sonora risa fue
la respuesta del abuelo de Mei.
Era bastante tarde
cuando el chofer me dejó en la puerta del hotel. Tenia unas pocas horas para
armar mi equipaje y pasarme otro día en un avión para regresar a mi lugar en el
mundo. A mi verdadero lugar en el mundo. Con la gente que amo y con la que soy
feliz
Fin de la
novena parte.