Sunday, March 27, 2022

EL UNICO AMOR ES EL HOMOSEXUAL.


 El único amor es el homosexual. Lo que llaman amor los heterosexuales es solo una convención social para preservar la especie

Sunday, March 06, 2022

UNA SOLUCION MUY PARTICULAR (CUARTA PARTE DE MI AVENTURA EN TOKIO)

 

 Capítulo I

 De pronto llegó la pandemia. Todo el mundo se puso de cabeza. Las noticias hablaban de miles de muertos, hospitales y cementerios que no daban abasto. Los gobiernos no sabían que hacer, la Organización Mundial de la Salud y los médicos tampoco. Decenas de infectólogos y epidemiólogos hablan por televisión sin tener la más mínima idea de la realidad, mientras surgían por todos lados teorías conspirativas que imaginaban los motivos más disimiles de la diseminación del virus. Así como después hicieron su aparición los anti vacuna pretextando los disparates más increíbles sobre la única manera de protegernos de la enfermedad.

En la Argentina nos sometieron a una larguísima, devastadora económicamente e ineficaz cuarentena. Viviendo en un estado totalitario fuimos controlados por donde íbamos, adonde íbamos y por qué motivo íbamos sea donde fuera. La inutilidad de los gobernantes, su incapacidad política y el enorme grado de corrupción nos comenzó a llevar al desbarranco económico y social. La falta de escuelas dejó a miles de chicos fuera del sistema de educación y la falta de trabajo, cierre de empresas y miles de despedidos. Para colmo cuando comenzaron a aparecer las vacunas se hicieron malas compras influenciados por la nueva geopolítica de los ignorantes que nos gobiernan y antes de que se comenzara con un plan de vacunación ya sabíamos que algunos acomodados la estaban consiguiendo gracias a sus influencias. Todo ello también motivó la muerte de mucha más gente que en otros países a los que el presidente criticaba en sus apariciones públicas. Y en medio del encierro supimos que los miembros de las castas del poder habían tenido reuniones y fiestas, incluso en la Quinta presidencial, que contravenían las leyes de la cuarentena dictadas por ellos mismos.

El ánimo se caldeó cuando soltaron a miles de presos, entre ellos violadores y asesinos por que corrían riesgo de contagiarse estando encerrados y lo primero que hicieron fue continuar su carrera delictiva. Pero no voy a extenderme más en describir el caos en que nos sumió el gobierno para volver a mi vida que también estaba atravesando malos momentos.

Todo comenzó cuando el señor Yamura, el padre de Keiko decidió dar las hurras y correrse a un costado. La pandemia lo asustó y sintió que era buen tiempo de tomarse el descanso merecido, no sea que el COVID se lo llevara antes de disfrutar lo que le quedaba de vida. Su empresa quedó incluida en las excepciones de los que podían seguir trabajando a pesar de la cuarentena y Keiko quedó a cargo de su manejo. Al principio me invitó a trabajar con ella, pero es bien sabido que no soy rata de oficina. Lo mío es una mezcla de bohemia, un poco de éxito literario que me da de comer y algo de diletante en otras áreas del arte. Y por ello fue que rechacé el ofrecimiento.

De allí en más la relación con Keiko entró en una peligrosa vertiente. No era por mi negativa a trabajar juntas sino porque ella se tomó con demasiado entusiasmo su rol de empresaria y aquellas horas que pasábamos en compañía se fueron reduciendo a casi nada, con el agravante de que cuando llegaba muy tarde de la oficina generalmente estaba de mal humor y yo que preparaba la cena con el afán de tener, aunque sea un ratito de vida de pareja terminaba desilusionada pues acabábamos discutiendo o calladas cada una ensimismada en lo suyo. E incluso dejamos la costumbre de dormir juntas ya sea en su casa o la mía. Hasta que un día llegué a decirle.

-Podes cerrar la puerta entre nuestros jardines y tirar la llave al rio si querés-

Estaba realmente ofuscada y sorprendida del cambio de actitud de Keiko. Cuando la conocí también pasaba varias horas en la oficina, pero disfrutaba de su trabajo y siempre llegaba a casa de buen humor. Así que, entre el encierro de la cuarentena, del que salía solo para ir al Supermercado Chino y la ausencia de Keiko, comencé, para variar, otra novela de amor lésbico, pero en época de pandemia.

También me conectaba seguido con las amigas de Japón, a veces con Yuzu y Mei, que andaban preparando los exámenes de ingreso a la Universidad, otras con Mitsuko y “cuatro ojos”. Maruta siempre me pareció un personaje interesante porque así, calladita y modesta se había llevado el gran premio de estar en pareja con Mitsuko. Y también, a veces juntas y a veces por separado con Harumi y Matsuri. La diosa Harumi también estaba estudiando para la Universidad, pero no le veía demasiado entusiasmo y la niña del cabello rosado andaba medio a la deriva sin saber que hacer de su vida y aparentemente sin que le importe demasiado.

Dado que siempre estaba sola en estas conexiones no pasó mucho tiempo para que empezaran a preguntarme por mi pareja. Les decía que estaba en el trabajo, lo cual era cierto, y no preguntaban más mandándome saludos para ella. Hasta que un día me llamó Mitsuko por WhatsApp, siendo, tal como es, muy directa.

“¿Andan mal las cosas con Keiko?” Me interrogó. Le contesté afirmativamente y me propuso que pasáramos al Zoom. Nos conectamos y le conté todo. Mitsuko se mostró afectuosa como siempre y me instó a que le tuviera un poco de paciencia porque seguramente estaba muy presionada para sacar la empresa adelante sobre todo en esta época tan particular. Le agradecí su preocupación y luego seguimos recordando aquellas aventuras nuestras de mi primer viaje a Tokio.

Y de pronto un día recibí un mensaje de WhatsApp de Marga. Mi anterior pareja también tenía novedades. Había superado su indecisión de orientación sexual y quería saber si tenía posibilidades de retornar conmigo. A su madre que le hacía la vida imposible, se la había llevado el virus y su hermano había logrado huir antes de la pandemia a España donde, al parecer, fue descubierto manteniendo relaciones con un famoso futbolista, lo cual no es un pecado, pero que puede ser sorprendente cuando la persona se la pasa denostando homosexuales. O no, pues es bien sabido que detrás de cada hombre que magnifica su heterosexualidad hay un marica oculto. Marga estaba decidida a reconquistarme lo que me despertó las ganas de jugar un poco a la neko con ella. Alta, delgada, con el cabello corto y facciones andróginas me había hecho sentir una delicada ninfa en sus brazos en nuestras buenas épocas. Tal vez me fascinó Mitsuko aquel día de mi primer viaje a Tokio porque me la recordaba.

Decidí darle una oportunidad y la llamé. Ella estaba exultante de alegría, se notaba en su voz. Le propuse que viniera a casa, pero con una condición, que no pensara en una relación estable. Que podíamos tomarnos unos vinos, tener sexo, pero nada más.

De manera que llamé a Keiko y le informé que necesitaba un buen tiempo sin vernos. Que aprovechara para hacer una introspección sobre lo que iba a hacer respecto de nosotras y su trabajo. Fui dura con ella, pero necesitaba, aunque sea un poco, de descanso de sus estados de mal humor. Pensé que se iba a poner histérica, pero lo asumió con aparente tranquilidad. Tal vez se estuviera dando cuenta de que su actitud era la que estaba echando por la borda nuestra relación.

Arreglé con Marga para un sábado por la mañana. La idea era que pasáramos el día juntas sin que yo tenga que andar ocupándome de mis tareas literarias. Para esa época los controles se habían relajado mucho y las medidas de protección eran obviadas por mucha gente, como la distancia prudencial y el uso de barbijo. Esa noche me sentía como una colegiala. Había hecho las compras para la comida y arreglé toda la casa para que se vea bonita y ordenada.

Me levanté temprano. Me vestí con una remera musculosa negra y un pantalón de jogging blanco y holgado, debajo tenía puesto un conjunto de corpiño y tanga color violeta que siempre me pareció muy sexy. Estaba preparando el mate cuando recibí un mensaje de Marga.

“Estoy saliendo” Decía. Y el corazón me latió más apresurado.

 

Capitulo II

Ya había preparado el mate, en unos platitos repartí bizcochitos de grasa y algunas rebanadas de budín de vainilla con chispas de chocolate. Llevé la bandeja al living y mientras hacía tiempo esperando a Marga me puse a tocar “Según pasan los años” en el órgano pues era la última canción que había sacado, entusiasmada por haber visto Casablanca unos días antes.

Sonó el timbre. Traté de no correr hasta la puerta para que no se notara mi ansiedad. Abrí y allí estaba ella. La imponente Marga. De igual estatura, ambas pasamos un par de centímetros el metro ochenta, pero enfundada en una calza brillante negra y una musculosa blanca ella parecía más alta. La primera reacción fue de asombro y risa pues parecía que habíamos elegido a propósito la manera de vestir.

La tomé de la mano y la hice pasar. Ella miraba todo con atención, como si fuera la primera vez que estaba en casa. Aún de la mano, nos encaminamos al living. La invité a sentarse en el sillón grande pero antes no pude contenerme y la tomé de la cintura dándole un beso en los labios.

-¿Esto es para el trend de Tik Tok del beso de mejores amigas?- Preguntó risueña.

-Tal vez- Contesté y dejando que se sentara yo hice lo mismo en otro sillón.

Me contó todo lo que le había sucedido en el lapso en que no nos vimos. Como su hermano decidió irse a Europa porque pensaba que Argentina era un hoyo del que nunca se sale si tenés alguna ambición. Me relató que anduvo deambulando haciendo cualquier trabajo pero que al fin puso con otro sudaca un barcito cerca de la Plaza Mayor de Madrid y les estaba yendo bien a pesar de la pandemia. Luego, entre risas, me detalló como los diarios descubrieron que tenía un romance con un jugador y que la noticia fue un suceso, no tanto por él sino por la fama del futbolista. Al parecer la pareja se distanció, pero el muchacho ya estaba imparable y asumió su homosexualidad lo que motivó que Marga se vengara, al menos de palabra, de todas las veces que la había criticado por lesbiana.

Luego, llegó el COVID y la madre fue una de sus primeras víctimas. Solo sobrevivió dos días en terapia intensiva.

-No lo lamenté- Me confesó- Al fin era libre-

Antes de que pudiera comenzar con mi parte del relato ella habló.

-He leído que te ha ido muy bien con la literatura. Tus novelas sobre las lesbianas japonesas parece que atraen bastantes lectores-

-Si, no me puedo quejar-

-¿La novela que comienza con esa historia de amor en Las Grutas, es autobiográfica?-

-Si, es más fácil que andar inventando argumentos-

-Muy linda, la leí en una noche. ¿Estas en relaciones con esa chica japonesa?-

Suspiré y durante un segundo me quedé callada tratando de encontrar las palabras para contar mi situación. Marga, perceptiva, dijo

-Ya veo, algo anda mal. ¿Problemas?-

-Si…- Y le conté lo que pasaba.

-O sea, primero no estás segura de volver con ella, segundo, aceptaste mi llamado por que te sentías sola, tercero, no querés que nos liemos, por las dudas, y lo más importante…cuarto, yo quería verte, nunca deje de amarte, pero comprendo la situación y si lo único que hay para mi es vino y una noche de sexo no pienso desaprovecharla y después tú decides, pero, por favor, no dejemos de ser amigas-

Me levanté de mi sillón y me senté junto a ella. Le tomé ambas manos y mirándola a los ojos dije.

-No sé cómo va a seguir mi vida, pero te prometo que, de mi parte, nunca más vamos a distanciarnos-

Y volví a besarla en los labios, largamente, tan largamente que nos quedamos acostadas en el sillón, abrazadas y en silencio. En ese momento ni siquiera tenía remordimientos o sentir que traicionaba mi relación con Keiko.

Luego del período de silencio me levanté del sillón, llevé a Marga a recorrer la casa y en el estudio estuve tocando algunos temas con el órgano. Al mediodía nos sentamos en el deck del jardín a comer una picada con una botella de vino.

-Bueno, vino tenemos- Dijo Marga entre sonrisas.

-Lo mejor viene después- Le contesté también riendo.

Luego, por que sentí que era un deber revelarlo me dirigí a mi amiga y señalando la puerta de la medianera manifesté.

-Esa puerta da al jardín del fondo de Keiko. Fue un capricho suyo que le pagó su papá. Como no quise que se me instalara aquí logró mudarse a esa casa-

-Demasiado cerca. ¿No tenés miedo que entre por ahí y nos descubra?-

-Ocurra lo que ocurra no estaría mal que te conozca, pero ahora no va a poder pasar, además de haberle declarado que quería unos días de paz eché llave a la puerta y la dejé puesta así no se puede abrir del otro lado-

-Locuras de novelista- Dijo Marga riendo.

Después de la picada y el vino ya no hubo más excusas. Comenzamos con los besos y las caricias en el deck, pasamos al living donde quedaron las sandalias y para cuando llegamos al dormitorio ambas ya no teníamos puesta nuestras remeras, yo había perdido mi pantalón de jogging y Marga aun lidiaba con sacarse la calza. Al momento de arrojarnos a la cama descubrimos otra coincidencia. Las dos teníamos puestos conjuntos de lencería color violeta. Después de la risa que nos causó nos dedicamos al juego que nos gusta. Abrazadas fuertemente nos besamos no solo los labios sino otras partes de nuestros cuerpos. Estábamos desenfrenadas, ella ejercía con fervor su rol de tachi y yo, que adoro ser la sometida la alentaba actuando mi papel de pasiva.

Marga es delgada pero musculosa, tiene fuerza y yo amo eso en una mujer. La dejaba recorrerme toda con sus manos y su lengua mientras gemía de placer. Ella tenía un orgasmo tras otro y yo que jugaba con mis propios dedos en la vagina no me quedaba atrás. Éramos una fuerza imparable. Parecía que íbamos a estallar a cada minuto, pero seguíamos y seguíamos, incansables. Al cabo de un tiempo los dedos, las lenguas y las “tijeras” eran poco y saqué a relucir los juguetes que tengo en la mesita de luz. El clímax se renovó y nos penetramos mutuamente. Una y otra vez. Orgasmo tras orgasmo.

Ya había bajado el sol cuando quedamos rendidas y, debo confesarlo, también doloridas por el esfuerzo. Habían pasado varias horas sin que lo notáramos. Me levanté como pude, me puse el conjunto de lencería y sin otra prenda fui hasta la cocina.

-¡Voy a hacer mate!- Exclamé.

-Tomo unos pocos y me voy- Respondió Marga.

-No, señora. Mañana es domingo y no hay que madrugar. Esta noche te quedas acá. Sos mi invitada-

Me miró y hasta creo que se le escapó una lagrima. Corrió hacia mí, completamente desnuda y me abrazó.

-Gracias- Musitó

-Eso sí. Vas a tener que ayudarme a hacer la cena-

-Me imaginaba que había una trampa-

Y volvimos a reír. En ese momento pensé en Keiko, pero seguí con la convicción de que no estaba haciendo nada malo.

 Capítulo III

En lo más álgido de la pandemia tuve COVID, o al menos eso creo. Estuve un par de veces con fiebre y por lo tanto me quedé sin salir por diez días ni para alimentar los pajaritos que visitan mi jardín. Y nada más. Ni otro miserable síntoma. Luego me vacuné con las tres dosis de la Sputnik, por lo tanto, no puedo ir ni a la esquina gracias al que al gobierno se le ocurrió comprar la vacuna rusa en lugar de la Pfizer porque decían que la empresa norteamericana les había pedido los glaciares patagónicos a cambio. Una de las tantas mentiras que nos contaron. Ahora, no podemos viajar al exterior por que la Sputnik no está autorizada para viajeros y todavía quisiera saber que pidió Putin por sus malditas vacunas.

En tanto yo, hasta que apareció Marga y debido a la situación con Keiko, hacia seis meses que no tenía relaciones sexuales. Con otra persona, aclaro, porque, en cambio, mis juguetes se estaban gastando de tanto uso. Mi antiguo amor, se quedó el domingo aceptando mi invitación. Estuvimos más tiempo conversando que teniendo sexo. En realidad, por que habíamos quedado agotadas. Un buen desayuno, un buen almuerzo, unos vinos degustados con lentitud y por la tardecita Marga se fue y quedamos en que no quedaríamos en nada. Nos llamaríamos sin programa previo.

El lunes por la mañana sonó el timbre de la puerta principal. Observé por la mirilla y vi a Keiko parada en la vereda. Abrí de inmediato.

-Adelante- Le dije invitándola a pasar.

-Tuve que venir por esta entrada por que no puedo abrir la puerta del jardín- Dijo enfadada.

Me tenté de risa y ella se ofuscó más.

-Me temo que no vas a poder pasar hasta que yo te deje. Ya te advertí, no quiero mas caras largas en mi casa por problemas que no me competen y que, si fueras mas comprensiva, a vos tampoco te deberían dominar-

Se quedó un segundo en silencio y de pronto largó el tema por el que venía realmente.

-Me dijo una vecina que vino una mujer y que se quedó todo el fin de semana-

Nuevamente no pude contener la risa.

-¿Así que se trata de eso? Se ve que las vecinas no tienen nada que hacer-

-¿Es cierto?-

-Si, ¿O te pensabas que te lo iba a negar?. Era mi ex novia Marga. Después de todo necesito sexo, no soy una monja y por acá no veo a nadie que me complazca- Le contesté mirándola a los ojos.

Estaba de veras molesta. ¿Celosa? No lo sé. Pero estaba molesta.

-¿Te vas a quedar con ella?-

-Depende, lo tengo que pensar. Hasta quizá se me ocurra alguna loca idea-

-¿Qué idea?-

-No sé, lo voy a pensar-

Su cara mostraba asombro y duda. Decidí dejarla con la incógnita. De todas maneras, lo que se me había cruzado en la cabeza era realmente una idea disparatada y necesitaba madurarla. No dije más.

Keiko giro sobre si y se dirigió a la puerta. En ese momento me di cuenta que ni siquiera le había ofrecido un café. Lo hice por compromiso.

-No, gracias. Debo ir a trabajar-

-Bien, entonces que lo disfrutes- Le dije acompañándola hasta la puerta y cerrándola tras su paso.

Seguía amando a Keiko, pero no estaba dispuesta a tolerar su mal humor. Y también estaba Marga que me había devuelto a ese sexo sin concesiones y a su alegre compañía, porque, a decir verdad, mi ex novia me hacía reír todo el tiempo con sus disparates.

Después de servirme un café me senté frente a la computadora para seguir escribiendo. Estaba por iniciar un párrafo cuando se me ocurrió revisar mi casilla de mail. No tenía demasiados mensajes, pero me llamó la atención uno que provenía de los estudios de animación Wit Studio. Afortunadamente lo habían escrito en castellano por que sigo sin entender japones.

Tuve que leerlo varias veces para asegurarme de que estaba en lo correcto. Decía así:

“Estimada señora Alexia Montes. El señor Tesuya Nakatake, director de nuestro estudio de animación ha leído con interés sus novelas que son muy populares en Japón y llegado a la conclusión de que deseaba realizar una serie animé de su novela Mi aventura en Tokio. Por lo tanto, nos gustaría que se contacte con nosotros vía Zoom en el momento que lo considere apto para tener una conversación y, si llegamos a un acuerdo, que pueda viajar a nuestra sede en Musashino, en Tokio, para poder delinear con nuestros animadores las características físicas de los personajes y además cumplir con los trámites burocráticos que implica su aceptación. Tanto para la conversación virtual como para su estadía en nuestro país contará usted con una traductora y además le enviamos un link para que usted acceda a ver algunas de nuestras realizaciones. Desde ya, agradecidos por su tiempo”

Imprimí el texto, me levanté del sillón de la computadora, fui a la cocina y me serví otro café. Luego me senté en uno de los sillones del living y seguí releyéndolo una y otra vez, pues todavía no lo podía creer.

Lindo problema. De inmediato me puse a buscar si Japón permitía entrar a vacunados con la Sputnik. Después de una larga búsqueda por Internet supe que la limitación de entrada era para Estados Unidos y Europa. Los japoneses no aceptaban viajeros de Argentina, sea cual fuera el líquido que nos habían inyectado, pero con un hisopado previo y una cuarentena de una semana se podía ir siempre que fuera por motivos de trabajo y sobre todo si realizaba la invitación alguna empresa local.

Bien, era momento de llamar a esta gente y ver como seguiría el tema, ante semejante oportunidad no era cuestión de andar con remilgos y otro viaje a Japón sería un nuevo remanso huyendo de esta Latinoamérica inundada de populismo corrupto y totalitario. Pero tenía un tema en la cabeza. Quería llevarme a Marga conmigo. La llamé por teléfono.

-Una vez te perdiste de viajar a Japón conmigo por indecisa. Ahora te invito nuevamente y más vale que digas que si-

Y tras eso le expliqué toda la situación.

-Eso quiere decir que todavía no sabés si vas a viajar y cuando- Acotó.

-Exacto, pero más vale que vayas hablando con tu patrón, adelantándole que existe la posibilidad, pero primero tenés que estar segura de que querés venir-

-Eso descontalo, pero ¿y tu amiga japonesa?-

-Ella está, por ahora, fuera de mis planes. De todas maneras, vive para su empresa y no creo que se aparte ni un día de ella. Todavía no me explico cómo no se mudó directamente a su oficina-

Marga se rió de mi ocurrencia y contestó

-Bien, supongo que no me voy a poder negar-

-Ni lo intentes. De todas maneras, te voy a tener al tanto de todo. Primero tengo que hablar con esta gente y te cuento el resultado-

-Espero tu llamado, pero me tiene intrigada eso de que la japonesita esté “por ahora” fuera de tus planes-

-De eso no voy a hablar. Ya llegará el momento-

Y nos despedimos con un mutuo

-Te quiero-


Capitulo IV

Con Marga nos conocimos cuando éramos adolescentes. Rondábamos los diecisiete años y fue producto de la coincidencia de ser admitidas casi al mismo tiempo en una empresa constructora, ella en el sector administrativo y yo en el técnico como dibujante de proyectos. Estaba terminando la primera década del siglo XXI. Hasta ese momento lo único que tenía en claro era que los hombres me eran totalmente indiferentes. Pensaba que simplemente era porque el sexo me parecía algo trabajoso y cansador. Pero no era así. Sin saberlo estaba por descubrir mi homosexualidad.

Marga y yo éramos altas y esmirriadas. No creíamos que fuéramos atractivas para los hombres. Tampoco teníamos senos notables. De hecho, seguimos sin tenerlos. Pero igualmente, por la lógica calentura natural del sexo fuerte solíamos ser objeto de algunos lances que culminaban siempre en un rechazo.

En nuestras conversaciones no había lugar para hombres. Marga nunca mencionaba novios fuera del trabajo, pero lo que recuerdo es que un día contó una anécdota de como una mujer la había acosado en el baño y lo que le había molestado. Ese relato fue como una señal que implicaba que mi compañera de trabajo era heterosexual.

De todas maneras, nos habíamos hecho muy amigas. Solíamos tener largas conversaciones en el office de la empresa. Nos reíamos de nuestras ocurrencias y varias veces nos rozamos las manos y hasta nos tomábamos de la cintura, pero yo asumía aquello por esa naturalidad con que las mujeres son mas demostrativas que los hombres en sus gestos amistosos y creo que ella interpretaba lo mismo.

Para ese entonces yo ya tenía varios relatos publicados en revistas que habían llamado la atención de las editoriales, No era usual que una jovencita de diecisiete escribiera cuentos sobre aventuras similares al Código da Vinci. Yo no era la clásica idiota que escribe poesía de amor o sucesos de un ama de casa como única temática. Y, un día me encontré que había ganado un primer premio con la publicación del libro como resultado. Libro que se vendió como pan caliente gracias a una eficaz publicidad de la editorial. Y en esa época sucedió que la empresa en que trabajábamos se fundió. De pronto estuvimos en la calle. Yo ya tenía mi decisión tomada. Seguiría con la literatura. Otro editor, el que actualmente me soporta, se interesó por mi obra y comenzaron a lloverme ofertas. A Marga le perdí el rastro. Era el 2012 y yo ya había iniciado mi primer viaje por Europa. Solo tenía 20 años.

Me fue bien. Muy bien. Tanto que solo tres años después me compraba mi propia casa en Olivos alejándome para siempre de mis padres a quienes ya no toleraba. Siempre les molestó mi independencia y no dejaban de insistir con la cantinela de que debía buscar un hombre que me mantenga, que le dé hijos y cocine y lave la ropa todos los días, renunciando a mis delirios de escritora, que las mujeres no están para eso. Se habían quedado en el siglo XVIII. Yo, aparte de que había comenzado a tener algunas experiencias lésbicas ocasionales, pensaba que los hombres no se merecían una vida así, atados a una mujer que lo único que espera es que la mantengan para siempre y muchas veces teniendo que renunciar a sus propios sueños. No odio a los hombres. Los estimo, por eso jamás coincido con las imbecilidades de las feministas radicales.

La compra de la casa me implicó tener que ocuparme de su arreglo. En realidad, no estaba en mal estado. Había sido una ganga, pero yo tenía ideas, resabio de mi época como proyectista y después de definir lo que deseaba hacer y reunir varios dibujos decidí ir a una empresa constructora que hiciera el trabajo. Un escritor amigo me recomendó una que además estaba en la zona y allí fui con mi carpeta de proyectos.

En la recepción me atendió una mujer rubia, menuda y muy simpática. Pedí hablar con el arquitecto dueño de la empresa.

-¿Usted viene por el aviso?- Me preguntó.

-No, ¿por?-

Sin decir palabra señaló la carpeta que tenia bajo el brazo, lo que motivó mi risa.

-No, no vengo para que me den trabajo, vengo para darles trabajo- Exclamé

La señora se sonrojó

-Disculpe, ya mismo la contacto con la secretaria del arquitecto-

Y rápidamente se alejó por un pasillo y entró en una oficina.

Jamás hubiera imaginado la sorpresa que me llevé cuando de esa oficina vi salir a Marga caminando lentamente hacia mí. Todavía no me había visto claramente, pero yo la reconocí enseguida. Estaba hecha una diosa. Seguía con el cabello corto como la había conocido, pero tenía un físico espectacular enfundada en unos pantalones tan ajustados que parecían a punto de estallar.

No voy a olvidar su cara cuando al fin advirtió que era yo, aceleró el paso y se me echó encima abrazándome fuertemente.

-¿Dónde te habías metido, Ale?- Preguntó.

-¿Y vos?-

-Fuimos unas idiotas. Ni siquiera nos dimos los datos para contactarnos. Yo vi tus libros, y pedí datos tuyos en la editorial, pero no me los quisieron dar-

De inmediato me hizo pasar a su oficina. En cuanto le expliqué el motivo de mi visita llamó al arquitecto y lo puso al tanto. El hombre prometió estar en un rato. Marga me ofreció un café y mientras tanto nos pusimos al día.

Después de un rato largó la pregunta

-¿Te casaste?-

-No, Marga. Ni pienso- Y después de un segundo y un suspiro le develé la verdad.

-Soy lesbi, los varones no me interesan ni loca-

Abrió los ojos como platos.

-Yo…yo también- Dijo dudando.

En ese momento se sintió la voz del arquitecto en el pasillo.

-Esto tenemos que seguir hablándolo. No te vayas cuando termines- Dijo ella

Y así fue que café de por medio, en el office de su oficina nos sinceramos como nunca antes. La charla fue larga como las que teníamos cuando trabajamos juntas. Hasta que nos quedamos en silencio. Nos buscamos las manos y nos las asimos fuerte. Lentamente fuimos acercando nuestras caras y nos fundimos en un intenso beso en la boca. Ahí me di cuenta que la había amado siempre.

La empresa hizo todos los trabajos que había contratado. El arquitecto estaba fascinado con mis ideas y me dijo que si no fuera porque ya tenía definida mi vida como escritora me hubiera ofrecido un lugar en el estudio. Marga, con la excusa de acompañar a su patrón, solía venir de vez en cuando, pero las veces que venía sola era el momento en que nos prodigábamos sin descanso.

Se convirtió en mi novia. Deje de tener aventuras ocasionales para dedicarme a ella. Y todo parecía andar de maravillas, pero su madre y su hermano la acosaban constantemente, llegando hasta insultarla por ser lesbiana. Le propuse que se viniera a vivir conmigo, pero tuvo miedo de implicarme en sus problemas familiares y luego cuando llevábamos un par de años de relación me surgió aquel viaje a Japón y ella no tuvo valor de seguirme.

El resto de la historia ya lo conté antes.

 

Capitulo V

Después de leer por centésima vez el mail del estudio Wip, recordé que también me habían enviado un link para ver algo de su obra. La lista era bastante larga y no conocía casi nada, salvo Pokémon y Rolling Girls. Me gustó mucho el nivel de las imágenes y si bien no es el Estudio Ghibli, descanse en paz, me pareció muy aceptable. Era hora de conversar con los japoneses, no fuera que se arrepintieran.

Les envié un mail respondiendo en el de ellos, adelantando que el proyecto, en principio, me interesaba y que podríamos ver mas detalles en una charla por Zoom en el horario que estimaran conveniente. Les aclaré que tenemos justo doce horas de diferencia horaria, pero que podía ajustarme a sus posibilidades ya que en las noches también suelo estar haciendo algo artístico. Duermo muy poco, es verdad.

En tanto retorné a la novela de contenido lésbico que estaba escribiendo, pero de pronto se me ocurrió que podía esperar un poco. Tal vez los últimos acontecimientos me dieran mucho mas tema y pudiera hacer algo mas sustancioso. De modo que saqué del archivo otra novela sobre crímenes seriales en Buenos Aires y me puse a leer lo que tenía hecho pues ya no lo recordaba muy bien.

Estaba en esa tarea cuando me sonó el celular. Lo levanté y comprobé asombrada, o no tanto, que se trataba del señor Yamura. Lo saludé con toda cortesía. Pensé que me iba a dar una diatriba con respecto a los conflictos de la relación de Keiko conmigo, pero en cierta forma me equivoqué. Eso lo hubiera hecho un occidental típico. No Yamura, porque es japones y sabe cómo tratar a las personas diciendo lo que debe decir, pero con toda educación. Lo que obliga a su interlocutor a ser también condescendiente y amable.

-¿La molesto?- Preguntó apenas después del saludo.

-De ninguna manera. Tengo todo el tiempo que necesite para conversar- Contesté mientras caminaba a la cocina a hacerme un mate.

-Estuve varios meses pensando si debía o no intervenir en algo tan personal como es la relación de usted con mi hija. Por momentos pensaba que debía hacer algo y por momentos me parecía una imprudencia-

-En ese sentido no debe preocuparse. Yo no lo tomo a mal y estoy abierta a escucharlo-

-Eso me deja más tranquilo. Bien, el tema es que observamos con preocupación que usted y Keiko se llevaban muy bien y parece que ahora no es así…-

-Exacto-

-También soy consciente de que no es culpa de usted. Es que deseaba dejar la empresa en manos de Keiko hace tiempo y ella estaba trabajando en interiorizarse de todos los aspectos de la misma. Se la veía feliz, lo que no comprendo es la manera obsesiva en que se comporta ahora. La empresa funciona bien, yo mismo no necesitaba ocuparme tanto tiempo de ella, los operarios y empleadas están con nosotros desde hace muchos años y son de probada lealtad. Por eso sigo sin entender a mi hija-

-Yo tampoco, pero no comprendo, ¿usted se está disculpando en nombre de ella o me quiere pedir algo?-

-Yo me quiero disculpar en nombre mío. Parte de esto es mi culpa. No imaginé las consecuencias-

-Dada la situación de la pandemia usted hizo lo correcto. No se culpe. Lo demás era imprevisible. Quiero que se quede tranquilo. Yo no tengo nada que reprocharle. Es el destino-

-¿Hablara de nuevo con mi hija?-

-Si, no se preocupe. Existe la posibilidad de que tenga que viajar a Japón por trabajo y eso va a llevar un tiempo. Mi idea es dejar que Keiko se acomode en su nueva situación y a mi regreso conversaremos-

-No sabe usted lo que me tranquiliza-

-De todas maneras, no depende todo de mí, pero no le diga nada ni la presione. Ella sola debe acostumbrarse a convivir con la responsabilidad y la pareja-

-Le agradezco mucho, en nombre de mi esposa y el mío-

-Disfrute la vida y cuídese…-

Y corté. De alguna manera esperaba que algún día el señor Yamura me llamara, por eso no me sorprendió. Pero el plan loco que tenía en la cabeza estaba germinado y el tiempo dirá si funcionará.

Antes de que los señores de Japón me llamaran decidí que, ya que la novela contaba los sucesos que llevaron al compromiso de Mei y Yuzu y la participación de todas sus amistades y parientes, debía avisarles. La novela había sido publicada en su país, con los nombres cambiados, pero ya había ocasionado los problemas que vivió Shou en Buenos Aires cuando le recriminaron su apoyo al casamiento entre su hija y su hijastra. Aunque, como todos sabemos, eso no fue mas que una excusa del gobierno argentino para boicotear la posibilidad de una buena educación para muchos niños que, ahora seguirán en la droga, la delincuencia y el analfabetismo.

Urgida, porque me podían llamar del estudio en cualquier momento, les envié mensajes de WhatsApp a todas y todos contando sobre la posibilidad de que su historia fuera contada en una serie de animé. En pocas horas me llegaron respuestas de todos los contactos. Había acuerdo unánime. Ninguna objeción. Además, agregaron mensajes de invitación de todas las casas, sabiendo que existía la posibilidad de un viaje mío a Tokio.

De pronto pensé que si llevaba a Marga podía no ser bien recibida, de manera que me puse frenéticamente a mandar nuevos mensajes explicando que ya que Keiko no quería dejar la empresa de su padre me acompañaría una amiga.

“Sera bienvenida y no necesitas dar ninguna explicación” fueron todas las respuestas como si se hubieran puesto de acuerdo previamente. Respiré aliviada.

Eran las nueve de la noche cuando recibí una llamada para conectarme al Zoom. Bueno, me dije, es una hora lógica, allá en Tokio son las nueve de la mañana. Sali del You Tube donde estaba viendo un programa en streaming de K-Pop y atendí.

Al principio fueron saludos protocolares, tediosos pero necesarios para mantener una conversación clara y agradable. Luego, fuimos al grano.

-Estuve viendo sus trabajos y no puedo decir otra cosa que me parecieron de muy buena calidad, pero hay una pregunta que se me hace necesaria- Les dije.

-Pregunte usted-

-Debo interpretar que ustedes están de acuerdo con la temática Yuri que relata mi novela-

-Si, por supuesto. Además, es una historia de amor, de mucho amor, somos conscientes de ello-

-Y probablemente sepan que está basada en hechos reales sucedidos a personas reales y siendo estas personas de mi más cercano afecto que aprobaron mi criterio para redactar la historia no quisiera que suceda nada que los comprometa-

-Nosotros no tenemos ni idea de quienes son esas personas, es usted quien los conoce y por eso la invitamos a venir y ver todos aquellos detalles que quiera incluir o sacar. Descontando que usted estaría de acuerdo nuestros escritores han hecho un boceto del guion. Cuando usted venga lo revisará con ellos y tendrá todo el control sobre el argumento e incluso podrá ver los bocetos de los personajes-

-Estoy de acuerdo. ¿Cuándo puedo ir?-

-En quince días tendremos todo organizado. Pasaje y estadía serán pagas por el estudio. Le enviaremos todos los váucher-

-Pensaba viajar con otra persona de mi amistad-

-Sera bienvenida y con los gastos pagos también-

Y así quedó arreglado mi tercer viaje a la tierra del Sol Naciente.


Capítulo VI

Lo primero fue hacer una larga lista de gente con la que debía hacer algún tipo de arreglo. Aquí mi editor, Marga y obviamente a Keiko, no podía desaparecer sin que sepa el motivo. Allá a toda la banda de amigas. Debía asesorarme acerca de pases sanitarios, hisopados, controles y análisis. Y, en el medio leerme de nuevo la novela porque ya habían pasado tres años más o menos desde su publicación y yo, como es mi costumbre, no había vuelto ni siquiera a hojearla.

En un mail, el estudio me informó el pago que se me haría por los derechos y mi participación. En ese momento me di cuenta que ni siquiera se los había preguntado. Revisé los números y me parecieron más que suficientes. Les envié una respuesta afirmativa. Confirmaron que el mismo día que llegara a Tokio me harían el 50 % del pago y que, además, me enviarían la carta de invitación para no tener problemas de ingreso a Japón. Esta sí que es gente seria, pensé, habituada a informalidad autóctona.

Vamos a empezar por lo más difícil, me dije y llamé a Keiko a su celular. Lo intenté varias veces sin suerte. No respondía. Luego llamé a la oficina y me atendió una empleada que me informó que estaba recorriendo la fábrica.

-¿Quiere dejarle algún mensaje?-

-Que me llame- Contesté y colgué.

Solo diez minutos después me llamaba ella.

-Voy a ser breve, esta noche, a la hora que sea pasá por casa. Tengo que decirte algo-

-Ok- Y cortó.

Eran las diez de la noche cuando Keiko llegó a casa. La hice pasar y la invité a pasar al living. Se sentó en un sillón mientras yo lo hacía en el otro. Le ofrecí un café. Lo aceptó de buen grado.

-Bien- Comencé sin demora- Voy a viajar por trabajo a Japón. Un estudio va a hacer una serie de animé con mi novela sobre el compromiso de Yuzu y Mei. Va a ser en quince días y estaré allá un tiempo similar. No te voy a ocultar que me llevo a mi ex novia Marga conmigo, le debía el viaje-

Keiko permaneció callada mientras yo hablaba, parecía estar ausente, pero evidentemente me había escuchado muy bien.

-Entonces…¿Qué vas a hacer cuando regreses?-

-Cuando regrese vamos a tener una muy importante conversación. Mientras tanto, vos también andá pensando que vas a hacer. Este tiempo nos va a venir muy bien-

-Mientras vos te acostas con tu amiga-

-Pensalo, vos elegiste dejarme por la empresa-

Tomó el café de un sorbo, evidentemente ya estaba frio, se paró y dirigiéndose a la puerta dijo.

-Ok. Tendremos esa conversación, pero no olvides una cosa, aún te amo-

-Lo sé- Contesté mientras abría la puerta para que saliera.

Al otro día la llamé a Marga para que me confirmara si había pedido permiso para el viaje.

-No, no me animo- Me contestó.

-Bueno, dejá que yo me ocupe- Insistí

-Espero que no se enoje el arquitecto- Replicó.

-Ahí voy- Le dije mientras me ponía la campera y agarraba los documentos.

En pocos minutos estuve en el edificio del estudio. Entré. En la recepción estaba la misma señora rubia de años atrás.

-Busco al arquitecto- Le manifesté

-Voy y le aviso- y salió caminando ligerito por el pasillo hasta la oficina.

Segundos después salía Marga. En cuanto estuvo a mi lado me dijo casi al oído.

-¿Estás loca?-

-Si-

Y en ese momento la recepcionista dijo que podía pasar. Entré en el despacho, el arquitecto tenía el escritorio lleno de planos por lo que antes de acomodarme me invitó a que pasáramos a la sala de reuniones.

-¿Un café?-

-Si, gracias-

-¿Y que la trae por aquí? ¿Alguna otra remodelación? -

-No, ocurre que debo viajar a Japón en pocos días y quiero llevar a Marga conmigo, es un viaje que le debo, ella no se anima a pedirle permiso y por eso decidí venir a verle. Disculpe que llegué sin avisar, pero tengo poco tiempo para decidir-

-Marga es mi mejor empleada y muy eficiente-

-Lo sé, trabajamos juntas en Construcciones Álvarez, pero creo que en ese caso se merece un premio-

El hombre se rio.

-Muy astuta- Dijo.

-¿Entonces?-

-Mire, voy a darle el tiempo que necesite. En parte por que como dice usted, se lo merece. Pero también lo voy a hacer por usted-

-¿Por haber sido buena clienta?-

-Ja, sí, pero por algo más que eso- Y acomodándose en el sillón como si hubiéramos ganado en confianza continuó -Porque mi hija la admira, tiene todos sus libros, en especial los que tratan de las relaciones lésbicas-

-Espero que no se le haya dado por ser lesbiana por influencia mía-

-No se preocupe, primero no es lesbiana, esta de novia con un chico, segundo, si lo fuera la apoyaría y tercero lo que le han inculcado sus libros es el respecto por las diversidades-

-Bueno, es bueno saber que algo de lo que una hace siembre una semillita-

-Es usted buena educadora-

-Me han dicho muchas cosas, pero educadora es la primera vez-

El hombre me arrimó una carpeta de hojas de dibujo.

-Lástima que no supiera que iba a venir, le hubiera tomado prestado un libro a mi hija para que se lo dedique, pero, por favor, fírmeme un autógrafo para ella-

-Le firmaré el autógrafo, pero haré algo más, cuando usted decida o ella quiera, la saludaré personalmente-

-Me parece genial. Le diré que la llame, si es tan amable-

-Usted también lo ha sido conmigo…y con Marga-

Sali de la oficina y me dirigí al office. Sabía que Marga estaría allí. Cuando entré sus ojos muy abiertos eran una gran interrogación.

-Listo. Todo arreglado- le dije y nos fundimos en un fuerte abrazo.

Lo más sencillo fue avisarle a mi editor que me iba. Cuando me preguntó si no tenia material para él simplemente le dije que tendría otra novela a la vuelta y que iba a ser muy interesante. Muy interesante, le remarqué las palabras. Siempre y cuando funcione mi loca idea, pensé.

Ahora tenía que llamar al resto de mis amistades en Japón. Por lo que decidí matar dos pájaros de un tiro. Por la tarde avise a todo el mundo por WhatsApp que, al otro día, las diez de la mañana aquí y las diez de la noche en Tokio iba a hacer un Zoom colectivo para hablar del viaje y para presentar a mi acompañante.

-Ponete linda, que tenés que impresionar- le dije.

 

Capitulo VII

 En la mañana siguiente Marga y yo estábamos sentadas frente a la cámara de mi computadora. De a poco fueron apareciendo todas mis amistades en las pequeñas pantallitas del Zoom.

Mei y Yuzu, Ume en su nombre y el de Shou que andaba en algún lugar del mundo levantando escuelas, Mitsuko, Maruta, Harumi y Matsuri, todas juntas en casa de las hermanas. Volví a explicarles el motivo del viaje, a expresarles mi agradecimiento por apoyar que su historia fuera volcada a un animé y por último para presentarles a Marga.

La recepción a mi ex novia fue efusiva. Nadie hizo mención a Keiko, por una cuestión de educación y le dijeron varias veces que sería muy bienvenida. Marga estaba emocionada, no supe si se notaba a través de la pantalla, pero yo advertí que un par de lágrimas le estaban corriendo por las mejillas.

Y de pronto fue Marga la que mencionó a Keiko. Manifestó que no pretendía quitarle el lugar que tenía y que de todas maneras tenía un enorme afecto por mí y un gran agradecimiento por haberla incluido en este viaje.

-Cada uno es dueño de su vida y nadie tiene derecho a opinar sobre ello- Dijo Ume, dejando las cosas bien en claro.

-Gracias- Alcanzó a musitar Marga en un hilo de voz.

Y tras ese momento emotivo les puse al tanto de lo que estaba programado y cuando nos verían por allí. Les aclaré que íbamos a hospedarnos en un hotel pagado por el Estudio pero que ya nos reuniríamos cuantas veces ellas quisieran.

-Mi abuelo también quiere verte- Dijo Mei.

-A mí también me encantaría saludarlo-

-Le diré. Seguramente te invitará a su casa-

-Bien, arreglado- Y en ese momento recordé el título de “educadora” que me había dado el arquitecto y pensé que me debía un encuentro con su hija.

Después de los saludos y de quedar con la promesa de estar en contacto permanente, apagué el Zoom y la miré a Marga. La tonta aún lagrimeaba.

-Son todos muy buenos- Manifestó.

-Vos también- Y la besé. Un largo beso en los labios.

Al mediodía estaba haciéndome unos huevos duros. Marga se había ido al trabajo a dejar todos sus papeles en orden. Me sentía relajada y feliz. Tomé una copa y me serví un poco de vino. Sonó el celular.

-Hola- Contesté

-¡Hola, no puedo creerlo! ¡Señorita Alexia Montes!-

-Si, soy yo-

-¡Soy Adela, la hija del arquitecto Castaño!. ¡No puedo creerlo!. ¡Me trajo su autógrafo y me dio este número!- No paraba de hablar la mocosa.

-Bueno tranquilízate y decime cómo estás-

-¡Muy bien! ¡Muy bien!-

-Supongo que te gustaría que nos viéramos personalmente tal como lo prometí a tu padre-

-¡Si, si! ¡Cuando!-

-Hoy mismo si querés-

-¡Wow! ¿Dónde?-

-En el Mc Donald´s de Avenida Libertador-

-¡Genial! A las cinco salgo del colegio-

Y así quedé con mi nueva admiradora. Mientras tanto seguí ordenando mis documentos y releyendo la novela. Poco antes de las cinco me puse en camino al local de comidas rápidas. Me di cuenta que no le había pedido algún dato para reconocerla, pero decidí no preocuparme por ello.

En cuanto entré al negocio mi preocupación por el reconocimiento se diluyó, fue ella quien me vio y vino corriendo hasta mi lado. Me saludó efusivamente con un abrazo mientras yo veía mas atrás a un grupo de niñas con sus uniformes escolares mirando asombradas y sacando fotos.

-¿Pedimos algo?- La interrogué.

-Bueno-

-Y, decime, tus amigas van a mirar de lejos o se van a acercar-

-No se…si usted las deja-

-Si, dale-

Ella les hizo un gesto y se vinieron en tropel. En un segundo estaba rodeada de seis mujercitas adorables, todavía inocentes, descontaminadas de feminismo, hermosas con sus remeritas blancas y sus muy cortas polleritas tableadas con motivos escoceses. Me sentía rejuvenecida. Como una colegiala más.

Adela estaba orgullosa de ser quien había logrado esta insólita entrevista conmigo. Se había colgado de mi brazo y no me soltaba. Las demás me miraban como si fuera una diosa del Olimpo. Me pidieron consejos, me contaron de sus vidas, de sus estudios, novios y mejores amigas. Conozco lo de “mejores amigas”. No es que yo ande predicando el lesbianismo como salvación de la humanidad, pero me alegra cuando alguna decide romper los estereotipos y jugársela.

-No sigan las modas, ni las posturas de los gobiernos, no sean prejuiciosas con los diferentes, así sean ustedes hetero o lesbianas. En todos los colectivos hay actitudes fóbicas. Vivan sus vidas. Cuídense, homofóbicos hay todavía a la vuelta de la esquina, el mundo no ha progresado en la aceptación como parece. Una cosa son las leyes, otra es la mentalidad retrograda producto de cómo han sido educados. Y si son hetero y se ponen de novias con chicos tengan en cuenta dos cosas, hagan respetar su paridad, uno no es mas que el otro, pero tampoco lo manipulen ni se victimicen, no esperen que las mantenga de por vida. Sean sinceras en sus palabras, que se les entienda lo que sienten. Y recuerden que el feminismo tal como está planteado por las fanáticas que se desnudan en las marchas, que dicen mi “cuerpa” y que pretenden el lenguaje inclusivo, no sirve para nada. El hombre no es el enemigo. Es cierto que hay muchos violentos sueltos, pero eso sucede en toda la sociedad. Ustedes, lo que deben reclamar es ayuda del gobierno, que habla mucho pero no hace nada. Y no caigan en la trampa de denunciar a cualquier nabo que les dijo un piropo. Si las mujeres siguen así, los hombres pueden justificar el MGTOW y se van a quedar como decía mi abuelita “para vestir santos”. Y si tienen miedo de declararse a su mejor amiga, juéguense, si ella es gay tendrán una relación y serán felices, y si no es gay las opciones son dos, si de veras es tu mejor amiga, debe comprenderte, pero si no te comprende no es tu mejor amiga-

Esas y otras cosas que no recuerdo les dije a todas. Estaban felices. Exultantes. Me saqué fotos con todas y con cada una de ellas. Yo también estaba feliz. Y mucho mas cuando observé a dos de ellas, muy hermosas ambas, conversar aparte unos minutos. Mientras hablaba con el grupo las seguí observando y vi como se dieron un beso sin que las demás lo notaran. Cuando todo el grupo se iba, se acercaron, tomadas de la mano y una de ellas me dijo.

-Denos un bendición-

Me sonreí y les dije que las bendecía. El grupo aplaudió. Adela me pidió otra reunión cuando pudiera.

-Cuando vuelva de Japón te llamo- Le dije

 

Capitulo VIII

Los días pasan volando cuando se está en preparativos de viaje. Además de mí, tuve que ocuparme de Marga pues era su primera experiencia fuera del país. Afortunadamente tenia su pasaporte que, previsoramente, había sacado tiempo atrás. A los tramites habituales hubo que sumar hisopados y la obtención del pase sanitario. El estudio me envió todos los váuchers y retiré los pasajes en la compañía aérea.

Dejé mi casa al cuidado de doña Herminia. La señora es la ama de llaves de mi editor y ella fue quien mantuvo todo en orden en mis anteriores viajes. No llamé a Keiko pues ya estaba dicho todo lo que se debía decir y el día esperado estaba junto a Marga en el Aeropuerto de Ezeiza, listas para emprender el largo viajo al otro lado del planeta. Nada menos que veinticinco horas metidas en un tubo volador.

Viajamos por Air France, con una sola escala, hasta el Aeropuerto de Narita. En el mostrador de embarque debí presentar la carta impresa de la invitación del estudio ya que siendo totales las restricciones para entrar en Japón desde la Argentina estábamos exentas ya que habíamos sido invitadas por una empresa japonesa lo que no nos evitaba al llegar a Tokio una cuarentena de siete días y un nuevo control.

Para que voy a relatar lo tedioso del viaje. No recuerdo cuantas horas dormí ni las películas que vi. Cuando pude me levanté del asiento y caminé por el pasillo ida y vuelta. Marga miraba todo el tiempo por la ventanilla con asombro, aunque no era la primera vez que hacia un viaje en avión pues solía ir a Bariloche de vacaciones. En un momento levanté el apoyabrazos entre los dos asientos y me senté junto a ella, recostando mi cabeza sobre su hombro. Era al menos una manera discreta de darnos un poco de cariño. Estábamos en esa posición cuando observé que una señora se daba vuelta cada tanto y nos miraba.

Lo que nos faltaba, una loca homofóbica a la que no le gusta que estemos apoyadas una sobre la otra. Espero que no haga ningún escándalo, pensé. Y de pronto la mujer se levantó de su asiento y comenzó a dirigirse hacia nosotras. La fui mirando, pero sin moverme de la posición en la que estaba. Si iba a manifestar su desagrado no le iba a dar el gusto de que pensara que le temía. Inesperadamente me habló en voz baja, aunque me sorprendió por que lo estaba haciendo en francés. Pero me bastaron pocas palabras para darme cuenta que decía.

-¿Etes vous Alexia Montes l´ecrivain?-

-Oui-

-¿Pouvez vous signer le livre pour moi s´il vous plait?- Manifestó extendiendo su mano y alcanzándome un ejemplar de mi novela sobre la aventura con Keiko en Japón.

Me acomodé en el asiento. Tomé el libro y lo firmé. Cuando se lo regresé ella miró arrobada la firma y exclamó.

-¡Merci, merci beaucoup!- Y me dio un fuerte apretón de manos que no pude evitar. Luego me limpié con alcohol. En tanto la observé como llegaba a su asiento y hablaba con su compañera de viaje. La compañera se dio vuelta y me miró por encima del respaldo, hizo una graciosa sonrisa y volvió a su posición. Marga, entretanto, todavía recostada, se reía y dijo

-¿Qué te pensaste? ¿Qué venía a pegarte?-

-Si, casi. En ese caso le hubiera dicho que la lesbiana sos vos, ja, ja-

El resto del viaje siguió siendo aburrido. Finalmente aterrizamos en Tokio. Pasamos, afortunadamente, todos los controles. Recordaba el aeropuerto repleto de personas, en mis viajes antes de la pandemia, pero ahora se lo veía un poco desolado. Hasta era fácil conseguir un taxi, pero nos estaban esperando. Una simpática mujercita, de esas de rostro de porcelana a quienes tanto envidio se dirigió a nosotras e hizo una reverencia que respondimos.

-¿Señorita Montes?-

-Si-

 

-Mi nombre es Chihiro y voy a ser su guía. Por aquí, por favor- Y nos llevó a una combi blanca para trasladarnos al hotel.

Viajando en un vehículo por las calles de Tokio te hace entender por que los japones prefieren el tren. Además del hecho de que debimos atravesar casi toda la ciudad el trafico es tan intenso que las detenciones por embotellamientos son usuales. Al principio, lo que resultó una tercera parte del trayecto, fuimos a buen ritmo pues atravesamos zonas poco urbanizadas, pero luego, ya entrados en la ciudad nos tuvimos que armar de paciencia. A Marga no parecía molestarle la situación pues se la pasaba observando todo y sacando fotos sin parar.

Nos llevó dos horas llegar hasta el Richmond Hotel de Musashino. Un edificio de ocho pisos, de color marrón, situado en una esquina de la calle Mitaka Domi. El lugar parecía tranquilo y estaba alejado del bullicio del centro. Bajamos las maletas y entramos al lobby acompañadas de Chihiro quien nos llevó directamente al mostrador de la conserjería. Reverencias y saludos mediante nos registramos. Nos entregaron las tarjetas para abrir la habitación y entonces la hermosa japonesita nos dijo.

-Aprovechen a descansar. Mañana vendré a buscarlas a las nueve horas-

-¿Cómo mañana? ¿No tenemos una semana de cuarentena?-

-El estudio ya se encargó de eso. No queremos hacerle perder tiempo. En esta semana nos ocuparemos de llevarlas y traerlas del estudio hasta aquí en un vehículo nuestro. Es como si estuvieran encerradas. Después de la semana podrán ir donde lo deseen, viajar en transporte público, pero manteniendo la distancia y usando barbijo obligatorio-

-Bien, me alegra oír que esta todo arreglado- Le contesté.

Ella saludó con una reverencia. Amo ese tipo de saludo, mas que darse las manos o besos. Dio media vuelta y se fue caminando como una modelo de pasarela. Con el cabello negro al viento, camisa blanca y pollera tubo azul con un sugerente tajo en la parte de atrás.

-¿Bonita, no?- Me interrogó Marga.

-Las mujeres orientales están cerca de la perfección. En comparación las occidentales, aunque sean bonitas, seductoras y delicadas parecen leñadores canadienses-

Y nos reímos de la ocurrencia. Mientras tomábamos las valijas y nos dirigíamos al ascensor Marga agregó.

-¿Qué pareceremos nosotras dos comparadas con las orientales?-

-Camioneras del conurbano-

La habitación era enorme. Casi como un pequeño departamento. Tenia todas las comodidades de un hotel de cinco estrellas, aunque sin exageraciones en la decoración. Vaciamos las valijas y acomodamos la ropa en los placares. Luego nos dimos una ducha las dos juntas y ya vestidas solo con nuestras batas de baño nos arrojamos a la cama a descansar después de todo un día de viaje. Puse la televisión, pero obviamente no entendíamos nada. Igualmente, la programación resulta ser bastante exótica y bizarra, por eso mirábamos con curiosidad.

Me dispuse a conectarme con la banda de japonesas. Envié mensajes de WhatsApp a todas. Al poco tiempo comenzaron a llamarme. Les expliqué la situación de la cuarentena así que les daba tiempo para organizarnos y hacer una o varias reuniones. Las invitaciones se multiplicaron, pero además les dije que mi intención era llevar a todo el grupo a cenar a algún restaurante a mi costa ya que sentía que se los debía.

En principio establecimos un programa tentativo de dos reuniones, una en el departamento de Mei y Yuzu y la otra en casa de Mitsuko y Harumi. Después encontraríamos lugar para visitar al abuelo de Mei y para la reunión general en un restaurante junto con la visita a algún templo en la ciudad. Yuzu mencionó que el mas lindo era el de Senso-Ji en el barrio de Asakusa.

Luego de todas las conversaciones pedimos la cena en la habitación y después de observar un rato la ciudad desde la ventana nos fuimos a dormir.

Me esperaba una nueva experiencia.

 

Capitulo IX

Desayunamos en la habitación. El cambio de horario nos había dado hambre. No es que tenga mucho que ver, pero no comimos mucho en el vuelo y además todo se veía muy tentador y abundante. Nos vestimos con ropa cómoda y justo a las nueve estábamos en el lobby al que llegó también Chihiro puntualmente.

La seguimos hasta el estacionamiento donde nos esperaba la misma combi del día anterior. Subimos y nos sentamos, pero no pudimos llegar a acomodarnos pues tan solo cuatro cuadras separan al hotel del estudio.

-Si sabía nos veníamos caminando- Dije.

-Podríamos, pero como supuestamente están en cuarentena no pueden circular por espacios públicos hasta dentro de seis días-

El edificio del estudio tiene cuatro pisos y es imponente. De color gris, con un, muy bien cuidado, jardín al más puro estilo local que domina la esquina de Hatcho dori y Bunka Kaizan dori. Ambas calles angostas y transito casi nulo. La camioneta entró en el estacionamiento y bajamos del vehículo. Siguiendo a nuestra guía entramos en un ascensor que nos dejó en el piso mas alto donde están las oficinas del director.

Caminamos por unos pulcros pasillos y entramos a una sala de reuniones donde Chihiro nos invitó a sentarnos. Pasó sólo un minuto y entraron tres personas. El de más edad se presentó como el señor Nakatake, director del estudio. Nos hizo una reverencia que correspondimos y luego nos presentó a las otras dos personas

-La señorita Azumi Hana y el señor Hiroshi Akiro, ellos son los directores del proyecto-

Nuevas reverencias y apretones de mano. La señorita Azumi me miró fijamente cuando la saludaba, sus ojos me parecieron maravillosos, tenían una gran expresividad.

-Bien, comencemos- Dijo el señor Nakatake.

Azumi e Hiroshi tenían unas grandes carpetas de las que fueron sacando varios dibujos. Los colocaron sobre la amplia mesa y dijeron que esas eran los preliminares del aspecto de cada personaje para que yo los analizara y diera mi consentimiento. Al tratarse de un animé era obvio que el aspecto no tiene nada que ver con un japones normal, pero descubrí que había algunos detalles significativos.

-¿Ustedes tomaron la idea general de las descripciones del libro?- Pregunté

-Así es. Ignoramos si usted hizo las descripciones reales o si las alteró. La decisión es suya- Contestó Hiroshi.

-Bien- Dije y agregué -Ustedes son los artistas, poco puedo agregar a estos dibujos. Hasta ahora me satisfacen. Me parece básico que se vean como lo que son, personas normales y no personajes fantásticos como las Sailor Moon, por ejemplo-

-Eso lo tuvimos en cuenta. También hay un story board. Lo tenemos en nuestro salón de trabajo. Ahí podrá apreciar como compaginamos la historia y por supuesto esperamos su opinión-

-¿Cuántos capítulos piensan hacer?-

-Doce, es lo usual para hacerlo en una temporada-

-Bien, veamos ese story board-

Salimos de la sala de reuniones y bajando un piso por escalera llegamos a un enorme salón donde en una gran cantidad de cubículos había gente dibujando ya sea a mano o con computadoras. Parecía una fábrica. Cada uno en lo suyo produciendo sin parar.

Varios de los jóvenes se dieron vuelta para vernos pasar. Algunos saludaron disimuladamente y volvieron a su tarea. Al final del salón ingresamos en otro espacio mas chico. En dos de las paredes, sobre un fondo con luz para verlos mejor, había cientos de pequeños dibujos que eran la base de la animación. Aparte de los personajes se podían ver fondos esbozados como para dar la escala de las figuras humanas.

-Cada línea de dibujos es el resumen de un capítulo. La idea es que los repasemos juntos, libro en mano y así los vamos definiendo- Manifestó Azumi.

-Estoy asombrada. Admiro su trabajo. Podemos comenzar cuando quieran-

Esa mañana analizamos el primero y por la tarde el segundo capítulo. La tarea era ardua pues no solo se trataba de leer el libro sino me obligada a repasar en la memoria que sensación había experimentado tanto cuando viví aquella situación sino también como me sentía cuando la escribí. Azumi e Hiroshi eran muy detallistas y el daban importancia a mis sentimientos, por eso preguntaban una y otra vez ante cada cuadro mi opinión.

Marga se quedó sentada observando todo. A mí me parecía que se podía aburrir, pero estaba de veras interesada. Al mediodía hicimos una parada. Fuimos a almorzar al comedor ejecutivo en el último piso con el director Nakatake, Azumi, Hiroshi y Marga. Nos atendieron como princesas. La conversación no versó sobre el trabajo sino en la situación mundial, la ecología y la pandemia.

Luego de la tarea de la tarde el director me pidió que lo viera en su oficina. Acudí y me hizo pasar.

-Bien, usted ya está trabajando y todavía no hemos arreglado el tema del primer pago que prometí hacerle en cuanto llegara-

-Usted dirá-

-¿Qué prefiere, efectivo, cheques o transferencia?-

-Transferencia-

El hombre llamó a su secretaria. Me pidió que le pase el CBU y ella hizo la transacción. Cuando terminó me mostró la pantalla de la computadora y me declaré satisfecha. Luego, por las dudas, revisé mi home banking desde el celular y allí estaba el dinero convenido.

-El resto al final de la semana- dijo el director y luego preguntó -¿Están a gusto? ¿El hotel es bueno? ¿Viajaron bien?-

-Totalmente satisfechas-

-Entonces las voy a invitar a realizar una visita guiada por todo el estudio, si no están muy cansadas…-

-Apreciamos mucho la invitación. Siempre tuve curiosidad por conocer el proceso de una película animada. Aunque he visto varios documentales no hay nada como verlo en persona-

Chihiro se hizo presente para darnos el paseo. Recorrimos todas las instalaciones del estudio. Nunca hubiera imaginado que podía ser tan grande. Vimos los sectores donde se hacen los dibujos originales a mano, luego como se pasan a la computadora, como se colorean, como se programan los movimientos. En tanto otros artistas realizan los fondos, mientras un coordinador general va repasando el argumento para evitar errores.

Luego vimos cómo se realizan todos los dibujos para los movimientos. Cientos y cientos de cuadros que parecen iguales pero que al ser pasados rápidamente muestran la acción. Yo estaba fascinada y Marga también. Parecíamos dos niñas en una tienda de dulces.

Al terminar el paseo nos guiaron nuevamente al estacionamiento. La misma combi nos llevó al hotel. Subimos a la habitación y pedimos la cena. Mientras esperábamos nos tomamos una botellita de vino del refrigerador y nos ubicamos en el sillón. Yo me senté y Marga se acostó apoyando la cabeza en mi regazo.

-Y, reina, ¿Cómo la estas pasando?- Le pregunté

-Genial- Respondió.

-Esto se te va a resultar un poco monótono, pero ya nos vamos a desquitar la semana próxima-

-Te tomo la palabra-

 

 Capitulo X

Durante toda la semana se repitió la misma rutina. Nos venían a buscar en la combi para llevarnos al estudio. Estudiábamos el story board de cada capítulo. Uno a la mañana, otro a la tarde. En el medio, un agradable almuerzo en el que las conversaciones solían versar en la curiosidad de los japones por conocer nuestra idiosincrasia latinoamericana y mostrando asombro por el lamentable estado político de los países del cono sur a lo que no encontraban la más mínima explicación. Yo trataba de hacerles saber mi opinión, pero no entendían desde su punto de vista racional.

En el segundo día me esperaban con una sorpresa, habían realizado el dibujo de mi apariencia como personaje del anime. En verdad me encantó, aunque les observé, entre risas, que se vería muy delgado.

-Usted lo es- Dijo uno de los ilustradores, caballerosamente. Y luego me aclararon que no habían hecho el dibujo anteriormente por que la única imagen mía que tenían era la de la contratapa del libro, que no se veía muy clara, y esperaron a conocerme personalmente. Lo aprobé.

Durante la sesión de la tarde otro ilustrador estuvo dibujándonos a Marga y a mí mientras trabajábamos. Marga ya se había plegado a la tarea por que habiendo leído el libro varias veces le fue solicitada su opinión y a mí me pareció muy bien porque así se sentía integrada.

Al término de ese día se acercaron los ilustradores y nos hicieron obsequio de ambos dibujos. El mío como personaje y el que nos mostraba a Marga y yo una al lado de la otra. Y debo confesar que este último casi parecía una fotografía.

El trabajo con los japoneses fue fructífero, Ya tenían todo organizado para cuando yo llegara así me evitaban perder tiempo. Tomaban decisiones rápidamente y todo lo consultaban con el staff de dibujantes y el director del estudio. El señor Nakatake había tomado esta realización con mucho interés y estaba decidido a llevarla a cabo. Todo el tiempo que estuvimos con él me preguntó si estaba satisfecha, no solo con el trabajo, sino también con la atención de su personal, la calidad del hotel, el menú de los almuerzos y hasta me preguntó si me gustaba el k-pop.

En los ratos libres me siguió mostrando las instalaciones, orgulloso de su empresa. Tuvimos que hacer innumerable cantidad de reverencias para contestar todas las que nos hacían los empleados y tratando de no quedar mal con nadie.

-Usted les ha ganado el corazón- Dijo Azumi, la gentil ilustradora jefe.

-No veo por qué. Yo supongo que la amabilidad en el saludo es algo típico de ustedes-

-Si, lo es. Forma parte de nuestra cultura. Pero ocurre que casi todos han leído sus libros y la adoran por eso-

-Me supongo que debería mudarme a Japón pues en mi país nadie tiene idea de que aspecto tengo y ni me reconocen por la calle-

-Lo que pasa es que en Argentina nadie lee- Acotó Marga.

-Quisiera poder decirte que no, pero tenes razón- Agregué.

En la última jornada de trabajo el estudio decidió darnos una gran fiesta. Además, le dijeron a Marga que tendría un lugar en los créditos lo que la emocionó casi hasta las lágrimas. Era sábado y al otro día teníamos la reunión en el departamento de Mei y Yuzu tal como lo habíamos convenido en una conversación telefónica durante la semana. En esa misma comunicación nos dieron el fixture de las visitas. El martes iríamos a la casa de las hermanas Harumi y Mitsuko, el miércoles nos esperaba el abuelo de Mei, el jueves pasearíamos por el centro de Tokio y viernes y sábado nos dejarían libres para dedicarnos a hacer compras mientras que el domingo irían a despedirnos al Aeropuerto al que nos alcanzaría Mitsuko en su auto.

Nos dieron la libertad de ir caminado desde el estudio hasta el hotel ya que había pasado el tiempo prudencial de cuarentena. Mientras hacíamos el trayecto nos dimos cuenta que debíamos comprar vestidos elegantes, de fiesta. Un rato antes el señor Nakatake había dado orden de que se transfiriera el resto del pago convenido, por lo que mi caja de ahorro estaba disponible para un buen gasto

-¿Qué te parece si vamos a ver si hay alguna tienda por la zona y nos compramos unos buenos vestidos de fiesta?- Le pregunté a Marga.

-Pero deben salir una fortuna-

-Mujer, yo los pago. Dale, averigüemos en el hotel. Tenemos dos horas hasta que comience la fiesta-

Caminamos las tres cuadras hasta el hotel. Dado que es una zona de edificios de oficinas no hay ningún tipo de negocio de ropa. Me encantaba el orden y la limpieza de las veredas, pero ya me estaba exasperando no encontrar el tipo de local que buscábamos hasta que unos metros más allá de la entrada de nuestro alojamiento encontramos un local llamado Bazzstore. El cartel era claro, vendía ropa usada y reciclada. Cruzamos la calle casi imprudentemente y entramos en el enorme local. Era como la cueva de Alí Baba. Había de todo. Finalmente encontramos dos vestidos largos estampados que se veían como nuevos y hasta nos compramos dos pares de zapatos por un precio tan módico que hasta parecía increíble.

Regresamos a nuestra habitación y rápidamente nos dimos una ducha, nos maquillamos y ya vestidas volvimos a hacer las tres cuadras a pie hasta el estudio.

En ese momento me di cuenta que ya había bajado el sol. Las calles estaban casi vacías. Pero en ningún momento me ganó el miedo. Era una sensación de libertad y seguridad que no siento ni cuando salgo a la puerta de mi casa.

-Disfrutemos esto porque no lo volveremos a vivir- Le dije a Marga.

En la planta baja del estudio habían montado un salón de fiestas con luces giratorias, un escenario y mesas con manjares a los costados. Cuando entramos causamos sensación, nos aplaudieron largamente. Tanto las mujeres como los hombres estaban elegantes. Me felicité por haber comprado los vestidos de fiesta.

-Mientras que no se den cuenta que los compramos de segunda mano- Dijo Marga riendo.

Yo estaba dispuesta a pasarla genial. Y comenzó la música. En cuanto reconocí algunos temas de k-pop saqué a mi novia a bailar. De tanto ver videos algunos pasos me salían bastante bien por lo que me gané algunos gestos de aprobación de los presentes.

-Veo que su gusto por el k-pop es importante- Me dijo el señor Nakatake, y agregó -Por que le tengo una sorpresa-

Me quede mirándolo, pero él se dirigió al escenario y tomo un micrófono.

-Amigos, en honor de nuestra gran autora llegada desde el otro lado del planeta les voy a presentar al grupo ¡Hellovenus!-

No lo podía creer. Allí, en el escenario estaba uno de mis grupos favoritos. Me acerqué a saludarlas una por una. Las felicité en inglés y luego, cuando sacaron a relucir su magia seguí bailando al ritmo de sus canciones toda la noche. Estaba tan feliz que no cabía en mí. En medio de uno de esos bailes la tomé a Marga de la cintura y la besé con tanta pasión que recibimos el aplauso mas largo de la noche. Luego, como es lógico nos sacamos montones de fotos con las chicas coreanas.

Brindamos hasta que ya no quedó bebida. El señor Nakateke me felicitó mil veces por mi obra. Los ilustradores se sacaron selfis con nosotras como si fueranos ídolos de la televisión. Cuando el cansancio nos fue venciendo, las primeras luces del día comenzaban a iluminar las calles. Fueron largas las despedidas. Combinamos para que yo siguiera el avance del animé de cerca. Marga y yo regresamos al hotel, tomadas del brazo, agotadas y con los zapatos en las manos. Jamás había imaginado que me iba a divertir tanto en una fiesta del otro lado del mundo.

Ahora debíamos descansar pues nos esperaban nuestras amigas en pocas horas.

 

Capitulo XI

 Caímos en cama, así vestidas como estábamos. No recuerdo cuantas horas dormimos, pero necesitamos una buena ducha para despertar. En esta ocasión decidimos vestirnos con ropa mas cómoda. Los tacos de los zapatos me habían dejado los pies a la miseria. Marga coincidió conmigo. Así que el outlif fue una calzas elastizadas, blusas holgadas y zapatillas.

Cargué un par de bolsas con algunos regalitos que había llevado de Argentina y otra con cuatro botellas de vino mendocino. Para no andar dando vueltas con el tren, a pesar de las explicaciones de Yuzu, decidimos tomar un taxi, la distancia no era tan grande y llegamos antes de darnos cuenta. Tal vez se debió a que casi no había transito por ser un domingo.

Toqué el timbre. Respondiendo se oyó la voz cantarina de Yuzu. que nos abrió el portero eléctrico. Entramos en el gigantesco hall del edificio. Tomamos uno de los varios ascensores y poco después estábamos en la puerta del departamento. Nuestra entrada fue apoteósica, apenas tuvimos tiempo de sacarnos las zapatillas y ponernos las pantuflas que nos habían preparado, cuando estábamos envueltas en medio de brazos y labios que nos prodigaban su euforia. Una vez que se calmaron pudimos ver quienes estaban.

Mei, Yuzu, Ume, Mitsuko, Harumi, Matsuri, Maruta, Momokino, Nene, las amigas de Kioto, Sara y su hermana Nina. No podía creer semejante convocatoria. Era un barullo imparable, todas querían hablar al mismo tiempo, todas preguntaban, todas respondían.

Finalmente, Ume puso un poco de orden y nos fuimos acomodando en la enorme sala. Las miré a todas una por una, estaban preciosas. Me parecía mentira volver a estar con todas ellas nuevamente después de que pensáramos que la pandemia iba a acabar con el mundo.

Nos contamos todas nuestras novedades. Todas se interesaron por el animé. Ya estaban impacientes por verlo, pero tuve que explicarles que llevaría tiempo. Repartí los regalos, comimos, bebimos, bailamos, al menos descalzas porque las pantuflas habían volado por ahí.

Las parejas estaban formadas. Harumi y Matsuri todavía andan jugando al sí o no, pero las que me dejaron sorprendida fueron Sara y su hermana, porque ellas son hermanas de sangre, no como Mei y Yuzu. pero es cierto que Nina es un bocado digno de probar.

Terminamos tan agotadas como la noche anterior. Ameritaba otra jornada de descanso pues al otro día se repetía la reunión en lo de las hermanas Tanigucchi. Volvimos en taxi. Y como antes terminamos en la cama sin desvestirnos ni tener sexo.

-Esto me está matando- Dijo Marga

-Sigamos mientras tengamos cuerda- Le contesté riendo.

No vale la pena entrar en detalles respecto a la siguiente reunión. Solo diré que esta vez era en un barrio mas apartado, de casitas bajas y veredas angostas. La casa de Harumi y Mitsuko es una de esas clásicas de estructura de madera y paneles corredizos, mas tradicional que el lujoso departamento de Mei y Yuzu. Adoro ese tipo de construcciones. Pero dentro todo fue casi igual que la noche anterior. Quizás un poco mas tranquilo porque la euforia del reencuentro ya había pasado. Tuvimos oportunidad de conocer a la abuela de las chicas Taniguchi, una señora muy agradable y simpática que nos hizo reír varias veces con sus ocurrencias.

Nos sorprendió la madrugada nuevamente. Otro taxi y regreso al hotel. Pero esta vez teníamos una reunión mas formal en la casa del abuelo de Mei.

.-Por lo menos aquí no estaremos hasta la madrugada. Terminaremos mas descansadas-

Decidí que nos vestiríamos de manera más elegante. El hombre debe estar acostumbrado a ver a las alumnas de su Instituto vestidas con cualquier clase de ropa, pero nosotras éramos sus invitadas especiales y le dije a Marga que eligiéramos algo sobrio. Yo me puse un vestido que me llegaba hasta la rodilla, ajustado, aunque no muy sugerente y zapatos de taco chino. Marga se puso una blusa y un palazzo color pastel y zapatos similares.

Viajamos utilizando nuevamente el taxi. Temía llegar tarde, pero tuvimos suerte. En una hora estábamos frente a la puerta de la mansión de Aihara abuelo.

-Vaya casita- Dijo Marga mientras yo tocaba el timbre.

Salió la misma ama de llaves que yo había conocido aquella vez cuando intercedí por Mei y Yuzu. La mujer me reconoció, aunque supongo que ya sabía de antemano que iba a ir. Abrió la puerta y pasamos al patio anterior, luego nos hizo pasar al salón, aquel salón donde sucedió toda la historia que escribí y que me dio fama en Japón. Marga, adivinando la situación me preguntó en la voz más baja que pudo.

-¿Aquí fue…?-

Asentí con la cabeza en silencio pues ya había visto en el reflejo de un espejo al señor Aihara viniendo a nuestro encuentro.

-Bienvenidas- Dijo extendiendo su mano. Lo saludé y le presenté a Marga.

-Sea usted bienvenida- Repitió mientras tomaba la mano de ella. Y nos invitó a sentarnos.

-Finalmente pudo volver usted a nuestra tierra- Comenzó diciendo

-Si, aunque creo que no tenía mucha esperanza de que eso sucediera-

-El destino es así, nos reserva sorpresas-

Y luego de esa introducción se interesó por el proyecto del animé. le explique lo que había estado haciendo la semana anterior y se mostró muy satisfecho. Dijo que estaba bien si servía para ayudar a muchas chicas como su nieta y Yuzu.

-Sus libros son un suceso- Manifestó.

-Me place que así sea-

Mas adelante se interesó por lo que hacía Marga. Ella dijo que no era nada importante como lo mío.

-Todo es importante- Respondió el hombre.

En ese momento se presentó la ama de llaves anunciando que la mesa estaba servida.

-Nos es una cena formal, he mandado preparar algo para comer y beber así seguimos conversando-

Y luego comenzó a hacerme preguntas de la situación en Argentina y el resto de los países de la zona. Manifestó su dolor por la situación de Venezuela y Nicaragua. Dijo no entender como podían haber llegado a eso. Yo le manifesté también que Bolivia, Perú y Chile podían caer dentro de esa red de gobiernos autoritarios. Le dije que estaba muy preocupada.

-Ya vio usted lo que pasó con la visita de su hijo a Argentina para ayudar a abrir colegios. Todo fracasó por la mentalidad de los políticos que quieren al pueblo con hambre, sin educación y esclavizado-

-Si, ni en África tuvo un fracaso así. Estaba muy dolido- Reconoció.

Y de pronto me preguntó.

-¿Usted que piensa hacer si la situación en su país empeora?-

-No lo tengo decidido, estimo que me iría, pero no muy lejos. Europa es un polvorín próximo a explotar, Estados Unidos no me resulta simpático, por eso creo que me iría a Uruguay. Son los únicos que todavía saben elegir sus lideres-

El abuelo de Mei asintió. Luego se hizo silencio y termínanos de comer.

-Debo ir a una reunión. Lamento no poder quedarme mas tiempo porque me agrada enormemente conversar con usted y no viene tan seguido- Dijo con una esbozada sonrisa.

-No le prometo venir mas seguido, pero tenemos el zoom para conversar de vez en cuando- Respondí.

-Bien, ya lo veremos-

Nos acompañó hasta la puerta. Nuevamente nos saludó efusivamente.

-Cuídense- Dijo.

Una vez en la calle Marga dijo

-Imponente el hombre-

 

Capitulo XII

La noche del miércoles volvimos a tener relaciones. Mas descansadas, aprovechamos para hacer todas aquellas cosas que nos encanta hacer. Lo único que lamentaba era que no había llevado conmigo mis juguetes, pero la realidad es que temía que me abrieran la valija en la aduana. La salida del jueves también era para zapatillas. El plan incluía caminar bastante así que aparte del calzado nos vestimos con jeans elastizados y remeras. Después del desayuno salimos del hotel y tomamos el tren en la estación Musashisakai hasta Shinjuku donde hicimos trasbordo hasta Asakusa, la estación mas cercana al Templo Senso-Ji, lugar donde íbamos a encontrarnos con toda la banda. Camínanos lo que se podría contar como siete cuadras, pues esa parte del barrio es un laberinto de calles que no son paralelas. Finalmente encontramos el sitio de la cita en la calle Hanayashiki, una de las entradas al complejo. No me costó mucho trabajo ubicarla a pesar de que el plano de la ciudad es un jeroglífico difícil de descifrar. En realidad, es un paso peatonal a cuya derecha hay un parque con un alta ligustrina como pared y a la izquierda una serie de locales comerciales. Al final está la entrada para llegar al Templo de la Diosa de la Misericordia. El sitio es enorme, con jardines y gran cantidad de edificios de una planta con paredes pintadas de rojo y techos en forma de pagoda de colores blancos unos y verdes otros.

Esperamos en la entrada unos pocos minutos. En esta ocasión llegaron Mei y Yuzu, Harumi y Matsuri, Nene y Mitsuko con Maruta. Ume debía trabajar y las hermanitas de Kioto habían vuelto a su ciudad. Una vez que estuvimos juntas entramos al parque que rodea el conjunto de edificios.

-¿Cómo te fue con mi abuelo?- Me preguntó Mei.

-Bien. Siempre son interesantes sus conversaciones. ¿Y tú, como te llevas con él?-

-Mejor de lo que esperaba. Cuando niña lo veía como un hombre tan apegado a las tradiciones y tan poco demostrativo que resultaba difícil llegar a sus sentimientos. Pero con el tiempo lo fui comprendiendo y lo que es mas importante él fue abriendo su mente y por eso aceptó que yo dirigiera el Instituto-

-¿Tuvo Yuzu algo que ver en eso?-

-Si, definitivamente. Abuelo aceptó una gran cantidad de ideas de ella y vimos que el Instituto se reanimaba, que venían mas inscriptas, por ello Yuzu, además de su trabajo en la editorial hará algunas horas de docencia. Es una excelente profesora-

-No sabes lo que me alegra oír eso. Ustedes se merecen toda la felicidad-

Tuvimos esta conversación mientras el grupo se dirigía al Templo principal y realizaba los ritos de purificación para entrar. El templo está dedicado al bodisatva Kannon y fue fundado en 645 lo que lo hace el templo mas antiguo de Japón y pertenece a la religión budista Tendai.

Mientras recorríamos las instalaciones y los hermosos jardines se me ocurrió pensar en la gran diferencia entre los templos budistas y las iglesias católicas. Admiro la arquitectura sacra occidental solo por el enorme esfuerzo y capacidad de sus constructores y reconozco que la función de esa arquitectura se puede cumplir si uno es aprensivo. Mirando sus torres y sus altos muros cualquier persona podría sentirse minúscula y esa es la esencia de la religión cristiana, pero en los templos budistas las construcciones son de escala humana, tal vez imponentes, pero no para que los fieles se sientan pequeños sino, por lo contrario, en relación con el universo, con cada planta, con cada árbol, con cada animal. Y así me sentía yo ese día. Caminábamos de aquí para allá, disfrutando del verdor del paisaje y del rumor del agua en el estanque.

Tomé de la mano a Marga y caminamos junto al grupo sin sentirnos observadas ni criticadas. Por un momento me imaginaba en una especie de Sangri La, donde reinara la paz por siempre y me sentía tan distante de ese mundo atroz en el que vivimos rodeados de violencia y maldad. Vi pasar a unos monjes y sentí que de alguna manera eran felices. En tanto me sumía en estos pensamientos estuve en silencio un largo rato. Cuando recapacité mire a Marga y noté que me estaba observando. Sonreí levemente. Ella apretó mi mano.

-¿Dónde te habías ido?- Me preguntó también esbozando una sonrisa.

-A otro mundo supongo-

-Si, lo imagino. A mí me pasó lo mismo-

Nuestras amigas se acercaron llenas de compras de recuerdos de los cuales algunos eran para nosotras. Les agradecí enormemente y luego nos sentamos en bancos de piedra que hay en el jardín.

-Las extrañaremos- Dijo Harumi y todas asintieron en conjunto.

-Créeme que nosotras también- Repuse

-Estamos muy lejos- Agregó Mitsuko.

-Demasiado-

Y un manto de silencio cubrió la escena. Nos quedamos cada una sumida en nuestros propios pensamientos.

De pronto, Mitsuko le dijo a Marga que quería conversar conmigo. Ante la respuesta positiva me tomó de la mano y me llevó a unos metros.

-Tengo la sensación de que todavía tienes irresuelto un tema para cuando vuelvas a tu país-

-Ajá, si…bueno, no tan irresuelto. Tengo una idea, lo que no sé es si va a funcionar-

-¿Me lo querés contar?-

-Si- Y le detallé lo que pensaba hacer. Ella me miraba absorta. Por momentos su cara pasaba del asombro a la sonrisa. Imaginé que no me creía, pero cuando terminé dijo.

-Te respaldo en todo lo que piensas hacer y te deseo la mejor de las suertes-

Le pedí que mantuviera el secreto hasta que le avisara si mi idea había funcionado, o no.

-No te preocupes, seré una estatua-

Y regresamos con el grupo. Nadie preguntó nada, ni siquiera Marga.

Tan hermoso paseo culminó en Hanamoto, un pequeño restaurante situado en una angostísima calleja a pocas cuadras del Templo. Allí, tal como lo había prometido, me hice cargo de la cuenta para retribuir de alguna manera todos los gastos en que habían incurrido nuestras anfitrionas. Luego del almuerzo tuvimos que despedirnos momentáneamente, cada una debía ir a sus obligaciones mientras Marga y yo ocupábamos nuestros últimos días en Tokio, paseando y haciendo compras.

Primero la llevé a Shibuya para que conozca el cruce peatonal mas transitado del mundo, para eso tomamos el tren hasta la estación Yoyogi Hachiman. Después que atravesamos cinco veces el paso decidí que debíamos hacernos unos buenos regalos y por lo tanto fuimos al emblemático Shopping Shibuya 109, donde francamente no sabíamos que elegir en medio de tanta oferta.

El viernes y el sábado recorrimos cuanto pudimos y la idea que se me ocurrió es que fuéramos tomando el tren para ir a sitios puntuales porque caminar por la gran urbe podía ser entretenido pero agotador en medio de tanta gente. De modo que también la llevé a Akihabara el distrito de los productos electrónicos, los videos juegos y las tiendas especializadas en manga y animé. Recorrimos locales de todos los tamaños, no estaba tentada por comprar aparatos, pero si mangas y DVD. Claro que todo estaba en japonés, pero más me movía el afán de coleccionista. Y de paso fuimos a visitar el edificio Quijote, sede del grupo de k-pop AKB 48, uno de mis favoritos.

Para rematar el viaje estuvimos recorriendo los jardines y aposentos de Kokyo, la residencia principal del emperador, ubicada en pleno centro de la ciudad y a la vez tan aislado que parecería estar en medio de la campiña. La noche del sábado preparamos todo el equipaje y nos fuimos a dormir temprano. Al otro día volvería a decir adiós al gran país del Sol Naciente que tanto admiro.

 

Capitulo XIII

El domingo cerca del mediodía hicimos nuestra entrada bastante bulliciosa, al salón del Aeropuerto. Todo el grupo que había estado en el paseo al Templo Senso- Ji se hizo presente para la despedida. Mitsuko, llevando también a Maruta nos pasó a buscar por el Hotel y en otro auto iba el resto de las chicas. La sorpresa fue saber que quien guiaba este vehículo era un viejo conocido, el señor Udagawa, antiguo prometido de Mei, al que además le debo la vida cuando me mandó secuestrar su padre. Y que considero que debía agradecerme por haberlo salvado del matrimonio, no por Mei que hubiera sido una buena esposa, sino porque era evidente que no quería saber nada con el compromiso.

Fue un lindo reencuentro. Le pregunté por su posada, aquella que visitamos tiempo atrás y manifestó que pudo sobrevivir la pandemia y estaba floreciendo.

-Me alegro tanto por ti. Y, a propósito. ¿Alguna dama en la mira?-

-Ja, ja…¡no!. Cultivo la filosofía MGTOW-

-¡Ah, genial, te felicito!-

Los saludos de despedida se hicieron largos. Todas nos abrazamos con todas y a Udagawa también por lo que cualquiera hubiera pensado que era el jefe de un harén, como es motivo popular en algunos animé. Besos y lágrimas, Abrazos interminables. En medio de todo eso Mitsuko se dirigió a Marga.

-Se nota que sos una buena persona. Te dimos la bienvenida y ahora que te vas te puedo asegurar que también te extrañaremos. No te pierdas y tampoco pierdas a esta personita- Le dijo señalándome a mí.

Adiviné que, sabiendo lo que yo pensaba hacer, Mitsuko le dejaba este sutil comentario de despedida.

Hicimos el trámite de preembarque sin novedad. Nos pidieron el pase sanitario y nada más. Subimos al avión, nos acomodamos y cuando partió nos preparamos para casi todo un día de vuelo. Esta vez no había parejas de lesbianas francesas pidiendo autógrafos por lo que dormimos casi todo el trayecto. En realidad, la última semana de estadía nos había dejado agotadas y el descanso obligado nos venia muy bien.

En Ezeiza el control brillaba por su ausencia, de modo que en cuanto recuperamos las valijas llamé a un remisero de confianza y nos quedamos en la confitería a esperarlo. Con dos cafés mediante conversamos sobre todas las experiencias del viaje. Marga estaba contenta y agradecida. Emocionada también y no cesaba de decirlo.

-Bueno, de todas maneras, ya estamos de vuelta en el tercer mundo- Le dije sacándola de su ensimismamiento por lo que me dijo.

-Boluda- Obviamente en broma

Y ahí fue que instintivamente la tomé de la mano por sobre la mesa. Bastaron cinco segundos para darme cuenta que dos parejas evidentemente heterosexuales y sus hijos nos estaban mirando. Los ignoré. Nadie nos podía agredir en medio de un salón lleno de gente, pero no pude dejar de sentir que, aunque se diga otra cosa, en este país todavía vivimos en medio de una barbarie homofóbica.

Al rato llegó el remise. Cargamos las valijas en el baúl del auto, nos acomodamos y le pedí que nos lleve a mi casa.

-¿Después me podrá llevar hasta la mía?- Preguntó Marga-

-No te preocupes, te llevo yo, pero antes quiero que pases la noche en casa. Tengo que hacer algo muy importante y tenés que estar presente-

-¿No me lo vas a decir?-

-No, por ahora-

Y la dejé con la incógnita.


Capitulo XIV

 Así como estaba dejé la valija con ropa junto al cesto del lavarropas. Solo saqué los zapatos y los guardé. Me puse un pantalón de jogging muy holgado y una musculosa rosa. En tanto Marga abrió su equipaje solo para cambiar sus prendas por algo igualmente cómodo. Fui hasta la cocina para calentar agua y hacer mate.

Llevaba el celular en la mano pues era mi intención llamar a Keiko sin pérdida de tiempo. Mientras el agua subía de temperatura realicé el llamado. Keiko atendió sin demora lo que me sorprendió.

-Hola Alexia.¿Como estas?-

-Muy bien y en casa-

-¿Cómo estuvo todo en Japón?-

-Excelente. Pero ahora te llamo para pedirte algo-

-¿Qué es?- La voz de Keiko sonaba solícita. Era evidente que estaba ansiosa por complacerme para lavar culpas.

-Esta noche vamos a cenar en casa, pero…con compañía y te ruego que vengas temprano y con ganas de conversar largo y tendido-

-¿Compañía? ¿Con tu amiga?-

-Exacto-

-Bien. No tengo problema. A las ocho estoy allí-

-De acuerdo-

Por un lado, me daba lástima porque era muy probable que se hubiera dado cuenta del su error de dedicarle tanto tiempo a la empresa y ahora no sabía cómo enmendar este año de perdida.

Regrese al living con la bandeja llevando el mate y el termo. Marga estaba sentada en el sillón grande, descalza y relajada. Todavía no tenia idea de lo que estaba planeando así que después de alcanzarle un mate le dije.

-Esta noche tenemos cena…con compañía-

Captó enseguida lo que pasaba.

-¿Viene Keiko?-

-Exacto y la idea es conversar largo y tendido- Contesté repitiendo la frase que dijera a la japonesita.

-Bien. Va a ser interesante-

Tras eso seguimos con el mate mientras jugaba un poco improvisando con la guitarra. Era evidente que Marga estaba ansiosa por saber que tenia yo en la cabeza, pero no le di ni el mas mínimo dato. Al rato llamé al delivery y pedí una pizza y empanadas. En la heladera tenia bastante provisión de latas de cerveza.

La tardecita se fue haciendo noche y casi en punto de las ocho sonó el timbre. Era Keiko. La recibí con un beso como hacía tiempo que no le daba y la hice pasar al living. Cuando ingresó en la sala vio a su rival. Marga estaba cómodamente sentada, pero se paró como un rayo y se acercó a la japonesita.

-Encantada de conocerte- Dijo y trato de darle un beso de saludo, pero Keiko se apartó. Marga me miró y le hice un gesto de que no se preocupara, entonces volvió a sentarse.

-Como ves estamos cómodas de ropa para hacer más placentera la cena. ¿Por qué no te das una ducha?. En el vestidor hay todavía algo de tu ropa. En un rato va a llegar la comida que encargué-

Keiko asintió.

-En verdad ya quería sacarme todo esto- Dijo señalando lo que llevaba puesto y se encaminó al baño-

-Linda la mocosa- Dijo Marga en cuanto desapareció en el pasillo.

Todavía no había llegado el delivery cuando Keiko salió del baño. Se había puesto un conjunto celeste de jogging que se había dejado en las buenas épocas. Dado que yo estaba sentada en el sillón individual y Marga en un extremo del sillón triple, se sentó en la otra punta. Me causaba gracia verlas desde donde yo estaba. Evitaban, sin disimulo, tener contacto visual. De pronto sonó el timbre y fui a recibir el pedido de comida.

Llevé el pedido al comedor y regresé al living. Ellas seguían igual

-A ver si se paran de ahí y me ayudan a poner la mesa- Les dije.

Se pararon y como ambas ya conocían donde estaba el mantel y los cubiertos las dejé hacer mientras distribuía la comida en partes iguales.

Mientras comimos solo se habló del viaje a Japón, del animé, de la situación del país. Era evidente que ellas no iban a decir nada sin que yo instaurara el tema, estaban expectantes. Al termina la cena las invité a pasar nuevamente al living. Les dije que tomaran otra lata de cerveza y nos distribuimos en los sillones como habíamos estado antes.

Se hizo un profundo silencio que rompí al fin.

-Bien señoras. Tenemos que hablar con toda sinceridad. Aquí se presentó una situación a la que nos fue llevando el destino, o lo que fuera…-

Ellas me miraban fijamente sin abrir la boca.

-Por lo tanto, debemos encontrarle una solución. Hace tiempo que me anda rondando una idea en la cabeza. Una idea muy loca y en estos últimos días decidí compartirla con ustedes al regreso del viaje. Por eso están aquí…-

Ahora comenzaban a ponerse impacientes. Ambas dejaron esa posición relajada en que estaban para sentarse al borde del sillón esperando mis palabras

-Señoras, yo las amo a las dos…y no quiero perderlas…-

La frase cayó como una bomba. Marga fue la primera que reaccionó.

-O sea que te gustaría tenernos como dos amantes…-

La interrumpí.

-No. Yo no quero ser la dominante con dos amantes, como si fuera un harén-

-¿Entonces?- Preguntó Keiko que ya estaba despertando

-Lo que quiero proponerles es formar un trio. Digamos una comunidad, para no parecer una perversión sexual-

Marga echó a reír. Keiko me miró espantada y luego habló.

-Podes decirnos que te amemos, yo te amo y creo que ella también- Dijo señalando a Marga y continuó -Pero no podes que nos amemos nosotras por decreto-

-¿Qué? ¿No te gusto?- Dijo Marga todavía en medio de la risa.

Keiko giró la cabeza para mirarla con atención por primera vez en la noche y vaciló.

-No, no es eso…-

-¿Entonces te gusto?- Volvió a atacar Marga.

Ante la falta de respuesta de Keiko yo me levanté de mi sillón y me senté en medio de ellas. Les pasé cada brazo por sobre sus hombros y comencé a acercarlas. Era evidente que ninguna de las dos se resistía.

-Ahí vamos- Dije y les acerqué tanto sus cabezas que no tuvieron mas remedio que besarse en la boca. El beso fue largo y sentido.

-¡Esas son mis chicas!- Exclamé y luego besé a cada una de la misma manera.

Cuando nos repusimos del hecho nos miramos y nos largamos a reír. No podíamos parar, estábamos tentadas.

-La culpa es de la cerveza- Dijo Marga en cuanto pudo hablar. Y seguimos riendo.

-Bien niñas. Supongo que estamos de acuerdo- Manifesté.

-Totalmente- Respondió Marga

-Definitivamente- Dijo Keiko.

-Bien, de ahora en adelante la regla será que no tenemos reglas. Nada de fechas fijas para vernos. Podemos estar juntas dos o las tres, como se dé. Lo único que propongo es que esta, mi casa, sea nuestro castillo. Aquí dejaremos los problemas de lado, ¿Cierto Keiko?. Será nuestro refugio para comer, cantar, bailar, disfrutar y tener sexo, mucho sexo-

-De acuerdo. Yo ya he reprogramado con ayuda de mi padre toda mi actividad en la empresa, ya no volveré tarde y juro que estaré de mejor humor-

-Yo también me iré mas temprano de la oficina y aunque no tengo la ventaja de vivir jardín por medio no estoy lejos y puedo ir y venir a mi antojo- Agregó Marga.

-Entonces no hay nada mas que hablar…ah, pero debo decirles algo. No les quedara mas remedio que ser protagonistas de mi próxima novela, con los nombres cambiados por supuesto-

-Aceptado- Contestaron ambas al unísono.

-Entonces levantemos nuestras cervezas y brindemos por la comunidad-

Y tras el brindis terminamos las cervezas de un golpe.

Y tras las cervezas terminamos las tres compartiendo mi cama en una pequeña orgia que nos dejó exhaustas. Ninguna de las tres habíamos tenido una experiencia así por lo que al principio fue todo medio caótico, pero aprendimos rápido y comprendimos que esto iba a ser para siempre. Mi loca idea estaba funcionando.

Al otro día mientras Keiko y Marga se preparaban para ir a sus trabajos, yo preparaba el desayuno y hacia dos llamadas. Un mensaje por WhatsApp a Mitsuko contándole las novedades y otro a Adela, mi admiradora, para invitarla a una reunión en el Mc Donald´s y que llevara todos mis libros así se los autografiaba. Me preguntó si podía llevar a sus amigas, le dije que sí y yo iría también con las mías.

Me sentía feliz. Nuestra comunidad comenzó a funcionar sin problemas. La reunión con Adela fue un suceso por la cantidad de compañeras de colegio que asistieron y la repercusión logró que me invitaran de la dirección para que diera charlas. El abuelo de Mei y el arquitecto padre de Adela no estaba tan errados, era una educadora decidí que iba a usar mi influencia para evitar que las chicas caigan en el feminismo radical pero que supieran defender sus derechos.

La respuesta de Mitsuko a mi mensaje fue una gran felicitación. Continuamos con los Zoom con las chicas de Japón, pero ahora éramos las tres las que aparecíamos en sus pantallas y todas estaban felices de volver a ver a Keiko.

Marga y yo no tenemos parientes que nos importunen en la vida, pero me preocupaba como lo tomaría el señor Yamura si se enteraba. Le pregunté a Keiko si le había dicho algo, pero no se había atrevido. Finalmente decidí hablarle yo, era un riesgo, pero no podíamos mantener el secreto ante ellos.

Los invité a mi casa un día que estaba sola. Tomamos té con masas y si bien al principio hablamos de banalidades inserté el tema en cuanto pude. Esperé una respuesta desagradable pero el señor Yamura, como dije, es un caballero y es japones. Después que escucharon todo mi relato preguntó.

-¿Keiko es feliz? ¿Ella está de acuerdo?-

-Totalmente, y como usted lo debe haber notado ahora es otra. Dedica el tiempo que le debe a la empresa, pero no se deja ahogar por ella-

Los Yamura se fueron de casa contentos y agradecidos.

-No conozco a la otra señora, pero si está usted de por medio estoy seguro de que se debe tratar de una buena persona. Keiko es una joya, cuídela-

-Lo haré, pierda cuidado-

No paso mucho tiempo para que comenzaran a llegar las pruebas del animé. la vida volvía a sonreírme. Marga, Keiko y yo nos convertimos en inseparables.

 

Fin.