La chica que salió del animé
Estoy enamorada de Harumi. A veces
pienso que ya estoy un poco grandecita para esas pavadas de pensar en un
personaje de ficción como si fuera real. Pero no puedo evitarlo. Harumi es todo
lo que una buena lesbiana sueña. Es amable, compañera, hermosa…con ese largo
cabello castaño, su flequillo, sus hermosos ojos, enormes y de color verde
claro. Y no puedo omitir sus largas piernas, su cinturita y sus caderas. Y la
frutilla, esos pechos que a veces parecen desbordar de la ropa ajustada. Tengo
dibujos de ella colgados en mi atelier. No me conformo con las imágenes que se
publican en Internet. La he pintado varias veces en diferentes poses y siempre
tratando de hacerlo cada vez mejor.
Decidí que era mejor irme a dormir. Al
otro día no tenía que levantarme demasiado temprano ya que había entregado
todos los cuadros a presentar a mi fiel ayudante Jorge con las debidas
instrucciones de cómo debía distribuirlos para que lucieran mejor. De todas
maneras Jorge es muy hábil y me entiende perfectamente al punto que a veces
mejora mis propias decisiones e incluso es muy hábil para vender mis obras por
ello no iría a molestarlo hasta después del mediodía y dejarlo trabajar
tranquilo.
Jorge no es ni mi amante, ni mi novio,
ni mi esposo. Es un fuel amigo que además me protege echando de mi entorno a
todas esas lesbianas machonas de aspecto descuidado, peores que hombres, y que
cuando ven una lesbiana delicada y muy femenina, como soy yo, ya se creen con
derecho a conquistarla. Y lo más gracioso es que emulan al género masculino en
sus acrobacias de conquista y después se llaman feministas, a las que, entre
nosotros, detesto con el alma.
Apague la notebook y me tapé. No
recuerdo nada más. Me debo haber dormido inmediatamente y cuando, al otro día,
me desperté lo primero que sentí fue bastante ruido en la calle, voces dando órdenes
y el roce de canastos de mudanza en el piso de la caja de un camión. Los reconocí
muy bien. Yo me había mudado a mi actual vivienda, un acogedor dúplex de planta
baja, dos pisos y un amplio jardín al fondo, hacía solo un mes, tanto era así
que todavía tenía trastos pendientes de ordenar.
Me levanté y corriendo disimuladamente
la cortina, desde la ventana del dormitorio en el primer piso pude ver que no
estaba errada. Al parecer ya tenía nuevos vecinos en el dúplex contiguo, que
estaba deshabitado.
Es bueno tener vecinos, pensé. Pero ya
me veía extrañando la tranquilidad del último mes. Espero que no sea un
matrimonio con hijos, rogué. Pero salvo el bullicio de la mudanza no se
escuchaban niños lo cual me tranquilizó un poco.
Bajé las escaleras y me dirigí a la
cocina. Me serví un vaso de leche de la heladera y cuando estaba dando el
primer sorbo sentí el timbre de la puerta de entrada. Me acomodé la robe de
chambre y caminé hasta el living. Miré por la ventana pero no pude ver
claramente quien había tocado. Siendo que en la vereda había bastante gente
trabajando, no tuve temor y salí al jardín del frente donde tengo estacionado
mi Twingo negro.
En cuanto llegué a la reja miré
alrededor y seguía sin saber quien me molestó hasta que de pronto la vi. Había
estado de espaldas conversando con uno de los encargados de la mudanza pero
cuando se dio vuelta, el corazón me dio un vuelco. Era una mujer hermosa, de
cabello castaño, flequillo, ojos verde claros, senos prominentes, unas piernas
que no terminaban nunca. Me quede embobada mirándola hasta que se me acercó.
-Disculpe la molestia- Dijo y esbozó una
sonrisa por la que yo hubiera vendido mi alma- Yo toqué el timbre para
disculparnos por el ruido y veo que todavía debía estar acostada-
Era evidente por que todavía tenía
puesta mi robe. Ella continuó.
-Discúlpeme nuevamente-
-¿Tienes hijos?- Le pregunté.
-No, soy soltera-
-Ah! Bien, entonces estas disculpada- Y
me reí por mi ocurrencia
Ella también rió. Vi sus dientes y su
boca. Eran perfectos. Toda ella era perfecta.
-Bien, nos vemos- Saludó haciendo un
mohín y se fue a seguir lidiando con la mudanza.
Me quedé mirándola mientras se iba.
Luego entré en mi jardín y me metí en la casa. Temía que se hubiera dado cuenta
del impacto que me había causado y eso me llenaba de vergüenza.
Desayuné, me vestí lo más elegante que
pude. Salí al jardín del frente, abrí la reja y saqué el auto. Manejando
tranquila me dirigí al sitio donde iba a ser la muestra. Era un evento
organizado por una reconocida escuela privada que intentaba conseguir más
fondos para sus laboratorios de computación. Y para ello no había tenido mejor
idea que solicitarnos a cuatro artistas plásticos que expongamos algunas obras
para ser vendidas y quedarnos con un simbólico diez por ciento de la ganancia
ya que las habíamos donado para tal efecto.
En mi caso, creo que habían acertado con
la expectativa ya que soy una pintora bastante reconocida y con un muy buen
nivel de ventas. Gracias a eso pude comprar el autito y mi dúplex recién
estrenado, además de comer y vestirme. No sabía quienes eran los otros artistas.
Solo que eran otro pintor y dos escultores.
Cuando llegué al salón me recibió Jorge
que estaba tomando un café. De inmediato se acercó a una máquina expendedora y
me ofreció otro.
-¿Cómo anda todo?- Pregunté.
-Genial, todos tus cuadros ya están
colgados. Veni, vamos a verlos así te quedas tranquila-
Y
mientras íbamos caminando al sector de mis obras siguió hablando.
-Vas a ver que tus cuadros se venderán
bien. Ya anduvieron algunos padres de alumnos chismeando y se quedaron
maravillados-
-¿Ya? ¿La exposición no es el fin de
semana?-
-Si, pero se corrió la noticia de que
vos eras una de las artistas y se acercaron a ver-
-¿Y de los otros sabes algo?-
-Solo del pintor, es un viejo conocido.
Martin Gainza. Ahí está en la otra sala acomodando sus cuadros. Y también vi
las esculturas pero no a sus autores-
-Voy a saludar a Martín- Dije mientras
me encaminaba al otro sector.
Pero en el medio pasé por la exposición
de las esculturas. Se notaban dos estilos bien definidos. Unas estaban
realizadas en hierro, madera, bronce y otros materiales. Las formas eran muy
etéreas e incluso de algunas ni siquiera se podía adivinar el tema. Las otras
eran como delicados muñecos de porcelana. La mayoría, femeninos y todo su
aspecto me resultaba conocido. Eran como los personajes de los mangas o animé.
Quien va a comprar esto, pensé. Si parecen los muñecos que se venden en las
comiquerías.
Iba a seguir camino cuando sentí una voz
detrás de mí.
-¡Que casualidad! ¡Volvemos a vernos!-
Me di vuelta. Era mi vecina. Tan
radiante como esta mañana.
-Vaya, es chico el mundo- Acoté y
agregué- ¿Qué estás haciendo aquí?-
-Expongo mi trabajo- Y señalando los
muñecos como personajes de anime, dijo -Estas son mis criaturas-
-Y aquellos cuadros son las mías-
Respondí señalando al otro salón
Y seguidamente me extendió la mano. Y
dijo lo que jamás pensé que iba a oír.
-Mi nombre es Harumi Taniguchi. Y ahora
que he visto tus cuadros estoy segura que eres Sabrina Hernández. Yo te admiro,
pero no conocía tu aspecto-
Yo me quede muda. Después de unos
segundos en los que tarde en reaccionar le pregunté
-¿De verdad tú nombre es Harumi Taniguchi?-
-Si, mis padres son japoneses. Yo me
crie acá y vivo de esto- Dijo mirando sus esculturas.
-¿Vives de esto?- Que bueno saberlo-
Manifesté.
-Si, me compraron el dúplex donde me
mudé hoy-
Vaya, pensé, jamás hubiera imaginado.
Pero además seguía absorta con la revelación del nombre de la muchacha. Era
ella, era Harumi, en su aspecto, en sus gestos, en toda su belleza. Lo
reconozco. Ya me estaba enamorando de ella, la de carne y hueso.
De pronto tuvo que irse pues tenía otros
compromisos y yo me quede parada en medio del salón sin comprender aun lo que
había sucedido. La voz de Jorge me devolvió a este mundo.
-Todo listo reina-
Le
agradecí enormemente su trabajo y lo invité a hacer algo que él adoraba. Nos
fuimos a comer una pizza.
En los dos días que pasaron antes de la
exposición no vi a mi vecina. Debía tener mucha actividad, pensé y tampoco
quise ser invasiva golpeando a su puerta. Hasta que en el momento en que salía
con mi auto para la sede de la muestra la encontré en la vereda también
partiendo con igual destino.
-Te llevo- le dije y ella accedió con
evidente agrado.
Subió al auto y me lo elogió. Se acomodó
en el asiento. Le pedí que se pusiera el cinturón de seguridad y arranqué.
Hablamos poco durante el viaje. Yo trataba de observarla con el rabillo del ojo
cuando podía sin distraerme del manejo. Y ella a veces giraba su cabeza y me
miraba. Buena señal, pensé. Se la veía relajada y contenta.
Jorge estaba en la vereda del colegio.
Abrió los ojos como platos cuando nos vio bajar juntas y se sonrió con esa sonrisa
que le conozco cuando quiere hacerse el cínico.
Los presenté y entramos. Evidentemente
íbamos a tener mucho público pues la sala de espera estaba colmada y aun no
habían abierto la puerta a los salones de exposición.
-Esperemos que no vengan solo a mirar-
Dijo Jorge.
Y evidentemente no habían ido solo a
mirar. En pocas horas se había vendido todo. Los de los cuatro artistas. Luego
de la muestra y la subasta el colegio había organizado un ágape. Fue una buena
ocasión para departir con Harumi. Le dije a Jorge que se ocupara del dinero que
nos había correspondido por la venta de los cuadros al mismo tiempo que le
manifestaba que tenía intenciones de continuar la velada con mi vecina.
-Siempre con muy buen gusto, querida-
Dijo él cómplice de la situación.
Y después que se marchó me encaminé
donde estaba Harumi. Ella se manifestó contenta de verme.
-Creí que te habíais ido- Me manifestó.
-No, no me voy a perder la hora de los
elogios y además voy a llevarte de vuelta a casa-
-Gracias- Respondió y hubo un leve rubor
en sus mejillas.
Era evidente que estaba imaginando para
donde iba la cosa.
Después de recibir toda clase de
felicitaciones por nuestras obras y de agradecimiento por parte de las
autoridades del colegio pues habían recaudado mucho más de lo que habían
calculado comencé a sentir esa sensación de necesidad de soledad que tiene que
tener un artista y además me quería llevar a Harumi a un sitio más tranquilo.
Ya había oscurecido y se acercaba la
hora de cenar. De modo que la invité a un pequeño y coqueto restaurante donde
suelo ir cuando tengo ganas de salir de mi casa y no encontrarme con algún
conocido, o desconocido que me reconozca.
Ella
accedió. Pasamos una agradable velada. El mozo, quien me conoce por ser habitué
nos recomendó el mejor vino y las especialidades de la casa de esa noche.
Comimos y conversamos. Hablamos de toda clase de temas y pude ver que Harumi
estaba muy bien informada. Por momentos nos quedábamos mirando sin decir
palabra y eso nos causaba gracia y sonreíamos. Tuve la intención de tomar su
mano pero me contuve. Quería estar segura y evitar un mal momento. Después de
todo era mi vecina e iba a tener que vivir con mi equivocación a la vista todo
el tiempo.
Después de cenar regresamos a casa. Entré
el auto a mi jardín y bajamos. De pronto se me ocurrió que podía estirar un
poco más la jornada y la invité a tomar un café. Estuvo de acuerdo.
Después de dejar nuestras carteras en el
sillón del living pasamos a la cocina. Ella admiraba los detalles de decoración
y comentó, como al pasar, que le gustaría que la asesorara. Le dije que no
había problema.
Estaba preparando el café en la mesada
cuando ella que estaba a mi espalda se apoyó en la isla del centro de la cocina
y dijo de pronto.
-Hemos hablado de muchos temas en la
cena, excepto de uno-
Me di vuelta y mirándola inquisitivamente
le pregunté
-¿De cuál?-
-De hombres-
-¡Ja, ja!- Me reí con ganas y agregué- Es
el último tema del que perdería el tiempo hablando. Además no es cierto que no
hablamos de hombres. Hablamos de Picasso, de Renoir, de Dali…-
-No me refiero a eso. Hablo de hombres,
hombres, es decir novios, amantes, maridos…-
Esta vez la interrumpí yo.
-Voy a decirte algo. No pierdo el tiempo
hablando de hombres por qué no me interesan. No tengo ni novio, ni marido, ni
amante. Soy lesbiana y me siento muy bien así-
-Feliz de vos que sabes lo que te gusta.
Yo vivo desde hace tiempo en una terrible indecisión-
Le acerqué el café y le pregunté
-¿Querés contármelo?-
-Si, quiero- Y largó el rollo.
-Nunca me lo había planteado antes. En
realidad jamás tuve una relación con ningún chico por qué no me sentía cómoda.
Pensaba mejor en mi arte y en que mi futuro debía ser libre, sin hijos ni un
marido a quien atender. Siempre lo asocié con eso pero hace unos meses se me insinuó
una chica que había sido compañera en el colegio secundario y de pronto fue
como haber tenido una revelación. Pero no estaba segura y no quise ser parte de
un escándalo por lo que la rechacé…-
-¿Y entonces?-
Se tomó unos segundos para contestarme.
-Necesitaba hablar con alguien. Con una
persona experimentada que me comprendiera. Y de repente, estoy aquí, siendo tu
vecina. Ya había escuchado en algún sitio de rumores que eras lesbiana pero
oírlo de tu propia boca me resulta genial por que se que me confieso con la
persona indicada-
-Bueno, tampoco soy una consejera
espiritual. Y decime…¿tenes idea de lo que deseas?-
-Ese es mi conflicto. No aún. Tengo miedo
y necesito tiempo-
-El tiempo pasa más rápido de lo que
parece, en cuanto a ayuda vas a tener aquí una amiga para todo lo que
necesites-
Dejó el café en la mesada y me abrazó.
Me contuve. Sentí que no debía aprovecharme de su momento de debilidad. Lo que
buscaba era un poco de contención después de haberse confesado. La abracé, le arreglé
el cabello y la dejé estar conmigo hasta que ella misma se sintiera confortada.
-Bien, te he dicho lo que me perturba.
Sos muy buena conmigo-
-No te preocupes. Aquí estaré-
Terminó de tomar el café y agarrando sus
cosas se dirigió a la puerta. La acompañé. Cuando estaba por salir le di
anotados mis números de teléfono y decidí quedarme en la puerta hasta que
entrara en su casa. Luego entré en la mía. Regresé a la cocina a hacerme otro
café y sonó el teléfono. Era ella.
-Te quería dar las gracias, y proponerte
algo…-
-Decime-
-¿Por qué no hacemos algo juntas? Me
refiero a algo artístico. Una muestra en conjunto con tus cuadros y con mis
esculturas-
-Me parece una excelente idea.
Conversémosla mañana. Venite a eso de la diez y nos reunimos en mi atelier. Yo
pongo el desayuno-
-¡Hecho!- Exclamó.
Ya se me hacía evidente que si estaba
dispuesta a volcarse hacia el lado lésbico lo iba a intentar conmigo. Pero no
debía apurarla.
A la mañana siguiente, antes de que
Harumi llegara saqué de la vista todos los dibujos que había hecho de ella. ¿De
ella o del personaje? Mi confusión iba en aumento pero debía mantener la calma.
Oculté los dibujos y los cuadros y preparé el desayuno. Puntualmente llegó. Estaba
esplendida. Lucia una minifalda y una musculosa tan insinuantes que la hubiera
tomado ahí mismo en la puerta de casa y le hubiera hecho el amor.
Traía una carpeta con hojas para hacer
bocetos. Evidentemente estaba dispuesta a trabajar de verdad. La invité a pasar
al living y tomamos un suculento desayuno. Luego subimos a mi atelier que está
en el segundo piso de la casa, lo que para una familia normal es el cuarto de
juegos. Y que tiene la gran ventaja de poseer enormes ventanales que me brindan
luz natural muchas horas al día.
Harumi se mostró entusiasmada con mi
ámbito de trabajo.
-Esto es lo que tengo que hacer. Mi
taller en lo más alto de la casa- exclamó.
-Te ayudaré a montarlo- Me ofrecí antes
de que me lo pidiera.
Y ese día nos lo pasamos trabajando en
ideas y proyectos. Estaba entusiasmada. Era la primera vez que intentaba hacer
algo con otro artista. Y lo estaba disfrutando muchísimo. El tema de la
sexualidad ni se tocó. Me parecía que debía dejarla a ella tomarse sus tiempos
aunque fuera solo para hablar. Pero era evidente que había química entre
nosotras. Al menos para el trabajo.
Además del trabajo artístico la llevé a
varios locales de venta de materiales y accesorios para viviendas. Con unas
tablas le armé una larga mesada donde trabajar. Compró muebles con estantes,
sillas y cajoneras para guardar sus utensilios de trabajo y un mueble con
puertas de vidrio para guardar sus trabajos terminados. En una semana tenia
instalado su taller y todo lo habíamos hecho las dos solitas.
Luego volvimos a las ideas artísticas.
Hablé con Jorge para que tratara de conseguirnos un sitio donde exponer pues sabía
que eso lleva tiempo y mientras tanto podíamos llevar adelante nuestros
trabajos.
Nuestra idea era hacer cuadros con
relieve. Yo pintaba los fondos y los personajes secundarios y ella se encargaba
de realizar los personajes principales, todo en una estética entre naif y del
anime japonés.
-No sé si esto va a gustar pero estoy
disfrutando como nunca trabajar en un proyecto- Le dije un día a Harumi y ella
coincidió.
De lo otro no se hablaba. Yo esperaba
paciente y mientras tanto suponía que ella maduraba sus pensamientos. A veces
creía que debía ser yo la que tocara el tema pero volvía a contenerme. A pesar
de nuestra poca diferencia de edad, ella tenía veinticinco y yo treinta, la
sentía como a una adolescente que necesita la guía de una persona mayor.
Un día se me ocurrió preguntarle si no
tenia hermanos. La pregunta era solo por curiosidad pero la respuesta me
sorprendió.
-Tengo una hermana mayor, Mitsuko, pero
ella está muy segura de lo que quiere hacer en su vida. Es gerenta de una
financiera en Tokio…-
Y cuando menos lo esperaba me contó lo
inesperado
-…ella es lesbiana, asumida, pero nunca
tuve el valor de conversar lo que me pasa a mí-
-Si, claro. A veces las personas ideales
para conversar ciertos temas no son los más cercanos parentalmente-
.Así es. Mi hermana es muy buena conmigo
y la quiero mucho pero no estoy segura de que pueda ayudarme-
Y no hubo otra charla hasta pasado casi
un mes más. Estábamos bastante avanzadas con nuestro trabajo y esperábamos
poder encontrar un sitio para exponer en el verano. Jorge me había prometido un
par de lugares e incluso uno en un popular balneario. Le dejé hacer, como
siempre.
El verano climático ya se estaba
haciendo notar. Eso significó que sacara mi reposera y me dedicara a tomar sol
en el jardín durante los ratos libres. Esa tarde, cubierta solo con una
diminuta bikini estaba disfrutando del silencio de la siesta. Mi jardín está
separado del de Harumi por un cerco de alambre tejido cubierto por un seto
tupido de casi dos metros de alto por lo que no se ve demasiado de un lado a
otro. Pero si se puede ver desde las ventanas de las habitaciones de los pisos
superiores. En una de ellas estaba asomada Harumi mirándome, creyendo que yo
estaba dormida.
No la quise hacer sufrir más e hice como
que me despertaba y la saludé. Ella sonrió y agitó su brazo. La llamé
-Veni, acá tengo otra reposera y tomamos
sol juntas-
No se hizo esperar. A los pocos minutos
estaba tocando el timbre de casa. Cuando abrí me dejó boquiabierta. Tenía
puesto un pequeñísimo short y una remera calada que dejaba ver el corpiño de su
bikini. Pasamos al fondo. La convidé con jugo de naranja y nos quedamos estiradas
en nuestras reposeras un rato sin hablar.
-¿Tomamos mate?- Le pregunté.
-¡Si!- Aceptó.
Fui hasta la cocina, puse la pava a
calentar y mientras estaba colocando yerba en el mate sentí un par de brazos
rodeando mi cintura y la calidez de un cuerpo apoyado sobre mi espalda. Me aflojé
instantáneamente. Harumi, que me había seguido sin que me diera cuenta, corrió
su cabeza y me besó en el cuello.
-Gracias- Musitó.
-Gracias, ¿Por qué?- Pregunté-
-Por ser tan paciente conmigo. Yo sé que
me deseas y sin embargo fuiste amable, sincera y me contuviste con mucho amor.
Eso yo lo sentí-
Me di vuelta, dejé el mate en la mesada
y la abracé fuertemente. Ella apoyó su cabeza sobre mi pecho. Sentía la
turgencia de sus senos tan grandes comparados con los míos.
-Mi chiquita. Si, te amo- Solo atiné a
decir.
Y nos dimos un largo, largo, largo beso,
que abiertos los labios confundió nuestras lenguas y nos sumergimos en una ola
de placer que ya se estaba convirtiendo en tsunami. La tomé de la mano y la
llevé a mi dormitorio. Se diría que casi la arrojé a la cama. Ella, sin mediar
palabra, se sacó el corpiño y pude ver, por primera vez sus hermosos pezones.
Yo le saqué la tanguita. Y como poseída por un demonio comencé a lamer su
vagina con desesperación.
Harumi gemía de placer. El placer que
nunca le habían brindado hasta entonces. Creí que se me iba a desmayar en mis
brazos de tanto desenfreno. Tenía un orgasmo tras el otro, sus jugos se vertían
en mi boca y yo los saboreaba intentando meter mi lengua más adentro y
provocándole más orgasmos.
Después de un rato ella quiso hacer lo
mismo conmigo y, alumna ejemplar, debo decir que me arrancó los orgasmos más espectaculares
que había tenido hasta entonces. Luego jugamos a pellizcarnos los pezones hasta
provocarnos dolor. Besos y mas besos, y mordidas y lenguas recorriendo nuestros
cuerpos de arriba a abajo. La besé en los pies y lo gozó hasta el paroxismo.
No puedo precisar cuánto tiempo
estuvimos desatando nuestros deseos sin parar. Lo cierto es que el sol ya
estaba bajando y estábamos agotadas. Bajé a guardar las reposeras y cerrar la
casa. Cuando regresé al dormitorio Harumi se me mostraba insinuante y sexy. Y
comenzamos de nuevo nuestra alocada pasión. Tras otra sesión de orgasmos nos
quedamos dormidas, abrazadas, desnudas. Lo último que escuché a Harumi antes de
dormirse fue.
-Deberíamos hacer una puerta entre las
dos casas-
Reí por la ocurrencia pero no le
contesté.
Desperté en plena noche y vi a Harumi
durmiendo plácidamente. Me di vuelta en la cama y traté de dormirme rogando que
cuando volvieran las luces del día no me encontrara con que todo aquello no
había sido más que un sueño.
Fin